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Cómo controlar la ansiedad y los ataques de pánico .pdf




Cómo Controlar la Ansiedad y los Ataques de
Pánico
Ronna Browning
Advertencia:
Este libro se ha desarrollado para fines informativos solamente. No es un
substituto de un diagnóstico profesional ni del tratamiento de cualquier
condición de salud. Si usted cree que está en peligro o está desarrollando
síntomas que necesiten atención inmediata, consulte a su médico o llame al
servicio de emergencia médica de su localidad.
Tabla de Contenidos
INTRODUCCIÓN
LA CRUEL Y TERRIBLE ANSIEDAD
¿QUÉ ENCONTRARÁS EN ESTE LIBRO?
VARIAS COSAS QUE DEBES SABER ANTES DE COMENZAR
PARTE 1. EL MÉTODO
COMPRENDER LA ANSIEDAD
PASO 1. NO TE RESISTAS A LA ANSIEDAD
PASO 2. ACEPTA LA ANSIEDAD
BIENVENIDA, ANSIEDAD
ENTENDER QUÉ ES ACEPTAR
OBSERVA TU ANSIEDAD
PASO 3. EMOCIÓNATE CON TU ANSIEDAD
PASO 4. OCÚPATE
CONCLUSIONES SOBRE LOS CUATRO PASOS
RECOMENDACIONES SOBRE LOS CUATRO PASOS
LAS CLAVES DE LOS CUATRO PASOS
PARTE 2. LOS “SÍNTOMAS” DE LA ANSIEDAD Y CÓMO
ENFRENTARLOS
TÉCNICAS PARA HACER FRENTE A LOS “SÍNTOMAS” DE LA
ANSIEDAD
PRIMERO: “SÍNTOMAS” FÍSICOS
1. ATAQUES DE PÁNICO
PÍDELE MÁS AL PÁNICO
2. SENSACIONES EN EL CORAZÓN
PALPITACIONES
VUELCOS O EXTRASÍSTOLES
3. RESPIRACIÓN ANSIOSA – AHOGOS – OPRESIÓN
4. DESMAYOS – MAREOS - VÉRTIGO
5. NÁUSEAS
OTRAS SENSACIONES Y SÍNTOMAS
TENSIÓN MUSCULAR - TEMBLORES
SUDORACIÓN
MUCHAS GANAS DE IR AL BAÑO
DIFICULTAD PARA TRAGAR
CEFALEAS (DOLOR DE CABEZA) - MIGRAÑA
VISIÓN BORROSA
PIERNAS DÉBILES O TEMBLOROSAS
HORMIGUEOS - PINCHAZOS
SEGUNDO: ALTERACIONES MENTALES
PARTE 3. CÓMO ENFRENTAR LAS FOBIAS Y MIEDOS
1. MIEDO A CONDUCIR
2. MIEDO A SITUACIONES DE LAS QUE “NO SE PUEDE ESCAPAR”
3. MIEDO A QUEDAR FÍSICAMENTE ATRAPADO
4. MIEDO A HABLAR EN PÚBLICO
5. MIEDO A LOS MÉDICOS O A TOMARSE LA PRESIÓN
6. HIPOCONDRÍA Y MIEDO A MORIR
PARTE 4. RECOMENDACIONES PARA FORTALECER TU
RECUPERACIÓN Y EVITAR RECAÍDAS
CONCLUSIONES Y MENSAJE FINAL
INTRODUCCIÓN
No importa qué tanto estés hundido en la ansiedad ni qué tan mal te sientas,
o si quizás el simple hecho de leer este libro te parece un reto muy grande...
Si lees este libro hasta el final y te atreves a acompañarnos en este viaje, te
estarás dando la oportunidad de salir del hoyo en el que has caído y del que
tal vez piensas que no puedes salir.
La ansiedad te hace sentir que quieres escapar de ti mismo, huir de tu propia
mente y de tu cuerpo, pero eso es imposible y caes en la desesperación.
Pues ten fe: hay una nueva corriente, un nuevo movimiento que te ayudará
a retomar el control que alguna vez tuviste.
Se trata de un método que fue ideado por personas que, como muchos de
nosotros, estuvieron azotadas durante largo tiempo por crisis de ansiedad,
pero que finalmente encontraron la clave para curarse definitivamente de
ella.
Y así como ellos lo lograron, muchos otros lo han hecho, siendo
perseverantes y siguiendo los pasos que aquí te explicamos. Ahora está en
tus manos la decisión de permanecer atrapado en las redes de la ansiedad o
de ATREVERTE a seguir leyendo y buscar el camino a la salida del
laberinto.
Antes de empezar:
Mucho del contenido que he preparado para ayudarte está en la sección de
material complementario, donde he incluido técnicas de relajación
audiovisuales.
Te invito antes de que lo olvides a visitar la página:
www.alcanzatussuenos.com/ansiedad
Ingresa tus datos y tendrás acceso de inmediato al material y también
recibirás actualizaciones y otros recursos para ayudarte a vencer la ansiedad
en la comodidad de tu correo electrónico.
LA CRUEL Y TERRIBLE ANSIEDAD
Para poder saber lo desagradable que es la ansiedad, hay que haberla
padecido. Muchos hablan todos los días de que se sienten ansiosos o
comentan que están estresados, pero jamás entenderán lo espantosa que es
la ansiedad a menos que la experimenten en carne y mente propias.
Solo quienes hemos estado allí sabemos cómo la cabeza se inunda de
preguntas asfixiantes...
¿Estaré así para siempre?
¿Habrá algo malo en mi cerebro?
¿Me estoy volviendo loco?
¿Pararé en un manicomio?
¿Perderé totalmente el control de mí mismo?
Y mucho menos podrían saber lo aterrador que es sufrir un ataque de
pánico, sentir que de un segundo a otro sus vidas acabarán, sentir cómo se
quedan sin aliento y horrorizarse al pensar que ya no pueden respirar más.
Es precisamente por esa falta de entendimiento que, cuando caemos en la
ansiedad, nos sentimos solos en el mundo. Porque nadie puede
comprendernos; nuestros amigos, nuestros familiares, le restan importancia
a nuestros temores porque no saben cómo es estar así.
Desconocen el terror de pensar, de sentir en la mente y en la piel como que
algo muy malo está por pasar, algo que tal vez ni siquiera sabemos qué es,
pero que nos llena de un miedo y una angustia infernales.
No saben lo que es perder la voluntad de hacer las tareas simples que debes
hacer día a día, no entienden por qué evitas ciertas actividades y situaciones
o por qué actúas tan raro. No se ven a sí mismos perdidos, extraviados y
desorientados en las calles por las que transitan todos los días, así como te
pasa a ti.
Tampoco imaginan lo cansado que puedes sentirte, el agotamiento físico y
mental por pasar día y noche repitiendo pensamientos fatalistas,
preocupándote, asfixiándote.
Pero... Aunque te sientas solo, debes saber que no lo estás. Nosotros te
comprendemos. Sabemos por lo que estás pasando y queremos ayudarte a
solucionarlo, así como nosotros ya lo hicimos.
Y así como tú, seguramente muy cerca de ti hay otras personas que también
sufren en silencio: la ansiedad es un padecimiento muy común que ataca a
millones de personas en todo el mundo. Pero aunque es muy común en
nuestros días, no es un mal incurable.
Quizás te has hecho decenas de exámenes médicos buscando una
enfermedad rara que explique todos tus “síntomas” o tal vez ya te hayan
diagnosticado el trastorno de ansiedad. Créelo: Hay millones de personas
que están igual que tú. Pero no todas tienen la suerte de encontrar una
herramienta como esta para curarse definitivamente.
¿QUÉ ENCONTRARÁS EN ESTE LIBRO?
Con estas líneas nuestra intención es que te recuperes en el menor tiempo
posible y que vuelvas a vivir tu cotidianidad como lo hacías antes.
De la manera más sencilla posible, queremos enseñarte a acabar con tus
pensamientos ansiosos, repetitivos y fatalistas. Te ayudaremos a eliminar
esos molestos (aunque inofensivos) ataques de pánico. Te llevaremos a
retomar esas actividades que solías hacer y que ahora evitas a toda costa. Y,
aunque lleves mucho tiempo inmerso en ese estado de angustia y ansiedad,
vamos a ayudarte a recuperar tu verdadero “yo”.
Además, descubrirás cómo convertir este problema en un triunfo personal y
despertarás un poder oculto dentro de ti mismo: al salir de la ansiedad, serás
más fuerte que antes.
Con este enfoque se eliminarán esas costosas consultas al psiquiatra o al
psicólogo y el uso de corrosivos fármacos. Este método simplifica la
recuperación, pues su clave está en enseñarte no a “manejar” o “controlar”
la ansiedad, sino a curarla para que vivas tu vida al máximo.
Y la clave para esto está aquí: te enseñaremos a deshacerte del MIEDO a la
ansiedad, antes que de la ansiedad misma.
Este método pone a tu disposición una técnica de cuatro pasos que te
llevarán al camino hacia la curación y logrará:
- Espaciar cada vez más la aparición de los ataques de pánico, hasta que se
vayan definitivamente en el menor tiempo posible.
- Reducir y eliminar la ansiedad generalizada.
- Disminuir los pensamientos fatalistas e ideas tóxicas recurrentes y
cambiarlos por sensaciones positivas.
- Comenzar a sentirse cómodo con la “ausencia” de ansiedad e iniciar una
fase de acostumbrarse al estado “no ansioso”.
- Reaccionar adecuadamente a las posibles recaídas.
Pero esto no es todo; en este libro también te revelaremos cuáles son las
técnicas que debes poner en práctica ante una serie de situaciones, síntomas
y sensaciones que experimentas cuando sufres ansiedad generalizada.
¿Qué debes hacer si sufres un ataque de pánico?
¿Cómo reaccionar ante el insomnio?
¿Cómo actuar al sentir palpitaciones?
¿Cómo proceder si sientes terror de salir de tu casa?
Igualmente te explicaremos de forma muy simple el porqué de estos
“síntomas” que experimentan tu cuerpo y tu mente, para que entiendas que
no estás enfermo, que no estás muriendo y que todos esos temores y
sensaciones son creaciones de tus propios miedos.
VARIAS COSAS QUE DEBES SABER ANTES
DE COMENZAR
1. Es normal sentirse muy mal. Si tienes estrés y ansiedad, tu química
hormonal cambia e influye en tu cuerpo y tu cerebro, que además están
agotados por este bombardeo de sensaciones y pensamientos negativos.
Pero eso no quiere decir que estás enfermo.
2. ¿Crees que te pasa esto porque eres débil? Falso: eres más valiente y
fuerte de lo que imaginas.
3. ¿Te preguntas “por qué me pasa esto a mí”? Nadie sabe la respuesta.
Algunas personas son más sensibles que otras a situaciones de estrés, y
quizás seas una de ellas. Pero no importa que no haya una explicación a tu
problema, pues la solución sigue siendo la misma. No te muelas el cerebro
tratando de buscar una explicación, eso es inútil.
4. ¿Te preguntas cuánto tardarás en curarte? La respuesta está dentro de ti.
Dependerá de tu disposición, de tus ganas, de tu entendimiento y de tu
esfuerzo.
5. Tal vez te parezca extraño, pero el principal obstáculo para superar la
ansiedad eres tú mismo. Pero la solución está dentro de ti. Tú tienes el
control, aunque no lo sepas. Otros podrán ayudarte. Este libro podrá guiarte.
Pero al final, la cura está en tus manos. Debes tener fe en ti. Creer en ti. Así
como sin darte cuenta tú te metiste en esto, tú mismo podrás sacarte de ahí,
a voluntad.
PARTE 1. EL MÉTODO
COMPRENDER LA ANSIEDAD
Debes empezar por entender que la ansiedad es una herramienta de
supervivencia. La ansiedad no es una enfermedad, sino un mecanismo de
defensa.
Recuerda que el ser humano en sus orígenes vivía en constante peligro, por
lo que nuestras mentes están naturalmente diseñadas para estar alertas ante
cualquier situación en la que debamos decidir si huir o luchar. Nuestros
antepasados vivían en un ambiente lleno de riesgos, de animales salvajes y
con la naturaleza muchas veces en su contra. En una situación de peligro, la
mente entraba en estado de alerta.
Por ejemplo, si un individuo sospechaba que la sombra detrás de un árbol
era una fiera que podría atacarlo, entonces su corazón empezaba a latir más
rápidamente y su mente se alteraba.
“¿Qué pasaría si la fiera detrás del árbol me atacase?”.
Entonces allí, con la adrenalina a millón, el sujeto toma la decisión de
correr tan rápido como puede o buscar un objeto que pueda usar como arma
para enfrentar a su potencial enemigo.
Durante este tipo de situaciones, el cuerpo y la mente experimentan una
ansiedad completamente justificada, natural. La química en el cerebro
cambia para hacer al individuo más capaz de enfrentar el momento. Pero
una vez solucionado el problema, todo vuelve a la normalidad, el cerebro y
su química se estabilizan, el cuerpo y la mente dejan de recibir señales de
alerta.
En nuestros días, las amenazas son muy diferentes... Tal vez no sea una
fiera detrás de un árbol, sino una autopista con el tráfico estancado... “Voy a
llegar tarde al trabajo... Puedo perder mi empleo... Me van a amonestar... Si
me despiden no podré sostener a mi familia...”. Por la constante repetición
de esta clase de preocupaciones, quizás algún trauma o por muchas otras
causas, puede ocurrir que los niveles de ansiedad queden atascados en un
punto alto y no se normalicen más. Es allí cuando se convierte en un
trastorno.
Pues bien, eso es lo que te ha ocurrido. En algún momento tu nivel de
ansiedad, por la razón que sea, se elevó, pero no ha vuelto a bajar o se
mantiene en un permanente sube y baja, por lo que tu cerebro todo el
tiempo está enviando las señales equivocadas... Pone a tu corazón a latir
más rápido, sin razón aparente... Te pone a sudar, te pone las manos frías...
Te pone a temblar. Y te sumerge en la sensación de que algo malo va a
pasar... Igual que nuestro amigo ante la sombra detrás del árbol, pero con la
diferencia de que en tu caso, no hay sombra ni hay fiera.
Solo hay un desajuste.
Por supuesto que te sientes mal y que con el paso del tiempo empiezas a
desesperarte. Ahora que lo sabes, solo debes aprender a percibir tu ansiedad
de una forma diferente.
Para lograrlo, te mostraremos los cuatro pasos de los que consta este
método.
PASO 1. NO TE RESISTAS A LA ANSIEDAD
La ansiedad es una energía nerviosa que sube y baja, igual como las olas del
mar. Supón que estás en la playa y de vez en cuando una ola se levanta
delante de ti. Cuando te resistes a la ola, esta te lanza, te revuelca en el agua
y terminas asustado y alterado, quizás tragues agua y le empieces a temer a
las olas y a resistirte a ellas.
Pero si en vez de resistirte te mueves a su ritmo, brincas y subes con ella
cuando se eleva, bajas con ella cuando ella cae, finalmente le perderás el
miedo a las olas.
La ansiedad es así, como las olas. A veces suben, luego vuelven a caer...
Pero siempre van a desvanecerse. No hay razón por la que temer a la
próxima ola que venga, pues ya sabes que solo con no resistirte, con no
pensar que te revolcará en el agua y con ir a su ritmo, será suficiente para
que no te haga daño alguno.
La ansiedad se convierte en un problema cuando en vez de subir y bajar con
ella, en vez de ir a su ritmo, empiezas a resistirte. Debes dejar de resistirte a
la ansiedad, restarle importancia, porque al final, siempre su destino será
desvanecerse.
Cuando te resistes, el miedo empieza a crecer dentro de ti y pierdes el
control. Lo importante de nuestro método es que comiences de una vez por
todas a dejar de resistirte y dejar de tener miedo a la próxima vez que
comiences a sentir que viene un ataque de ansiedad.
QUÉ PASARÍA SI...
La esencia de este primer paso es entrenar de nuevo la forma inmediata de
responder a la ansiedad cuando ves que se aproxima. Es un paso muy
rápido y fácil de implementar y debes ponerlo en práctica desde el preciso
momento en que sientes que aparece.
La ansiedad llega de pronto y crece rápidamente, y más rápido crecerá si
caes en el peor de los errores.... Que quedes atrapado en pensamientos del
tipo... “Qué pasaría si....”.
Recordemos a nuestro amigo prehistórico... “¿Qué pasaría si... la fiera
detrás del árbol me atacase?”.
Probablemente el pobre hombre sí tenía una fiera a la que enfrentarse, pero
lo más seguro es que todos los “¿Qué pasaría si...” que tú repites todo el
tiempo, son los equivocados. No hay una fiera esperando para atacarte.
Quizás este es el tipo de pensamientos que llegan a tu mente cuando se
avecina una crisis de ansiedad:
“¿Qué pasaría si mi corazón dejara de latir?”.
“¿Qué pasaría si sufro un ataque de pánico mientras manejo mi auto?”.
“¿Qué pasaría si esta ansiedad nunca desaparece?”.
“¿Qué pasaría si me desmayo en plena calle?”.
“¿Qué pasaría si me agito tanto que luego ya no puedo respirar?”.
Generalmente, las respuestas a todas estas preguntas son las más
catastróficas y negativas posibles. Raramente se te ocurrirán respuestas
alentadoras y positivas.
Pues eso es lo que debes hacer de ahora en adelante. Evitar pensar en
nefastas respuestas para tus preguntas ansiosas... Pues de tanto repetirlas,
elevarás la adrenalina, elevarás tu ritmo cardíaco... Tu cerebro creerá que
algo malo está por pasar y enviará las señales de alerta. La ansiedad te
atacará.
No lo hagas más. De ahora en adelante, responde a esas preguntas con
respuestas felices y alentadoras.
¿Qué pasaría si mi corazón se detiene de repente? Una respuesta adecuada
sería:
“Y qué... Mi corazón es fuerte, solo está ejercitándose. No pasa nada”.
¿Qué pasaría si sufro un ataque de pánico manejando en la autopista?”.
“¡Y qué! Seguiré manejando, igual que siempre lo he hecho, y siempre
llego a casa sano y salvo”.
“¿Qué pasaría si estos horribles pensamientos no dejan de venir a mi
cabeza?”.
“¡Y qué! Son solo pensamientos y no me pueden hacer daño. Mi mente se
tranquilizará y los pensamientos se esfumarán”.
Es muy probable que cuando empieces a responder a las preguntas con
respuestas positivas, respuestas que desestimen los planteamientos
aterradores, sientas que te estás engañando a ti mismo. ¡No importa! Sigue
haciéndolo. Con el paso del tiempo, tu mente se asentará, el espectro de
ansiedad bajará al darse cuenta de que las respuestas positivas son
verdaderas... Porque al fin y al cabo, es verdad... ¡Nada malo te pasa!
¡NO TE RESISTAS! La clave está en desactivar rápidamente la
acumulación de miedo.
Hazlo cada vez que la sientas venir. De esa manera, se desarma rápidamente
la acumulación de tensión y pones tu mente a moverse al mismo ritmo que
tus nervios y tu ansiedad, en lugar de resistirse a ellos.

PASO 2. ACEPTA LA ANSIEDAD
Ya aprendiste que lo primordial es no resistirte a la ansiedad, pero eso no
será suficiente para superarla. El segundo paso es la ACEPTACIÓN.
Cuando aceptas lo que sientes, aceptas los “síntomas”, los pensamientos o
todo lo que viene con ella, le das más poder a la estrategia de no resistirte.
Aún hay ansiedad dentro de ti, pero debes disiparla al aceptar que está allí.
Cuando decimos aceptar, nos referimos a dejarla ser... dejarla estar. Quitarle
importancia. No importa que esté allí, no importa lo que te hace pensar o
sentir. Déjala ser.
Casi todos tenemos una respuesta inicial errónea cuando aparece una crisis
ansiosa. Nuestra naturaleza como seres humanos nos lleva a evitar
experiencias desagradables, y por eso preferimos evitar la situación,
bloquearla, escapar de ella.
No intentes bloquear tu ansiedad, no intentes escapar de ella, pues tan fuerte
como la bloquees, así de fuerte te atacará. Tan rápido como huyas, así de
rápido correrá detrás de ti.
Mientras huyas de la ansiedad, mientras la bloquees, estarás gastando
energía en ella... Te cansarás de bloquear y escapar, y finalmente
sucumbirás.
Esto ocurre porque no es posible escapar de ella, ni bloquearla, ni evitarla.
ACÉPTALA. Muévete con ella a su ritmo, hasta que deje de ser importante.
Cuando deje de ser importante, perderá toda esa fuerza. La fuerza se la das
TÚ al huir y bloquearla.
Ya basta de gastar energía para entregársela a la ansiedad. Puede funcionar
por un rato, pero luego igual te vas a agotar y caer en sus redes. Mejor
acéptala. Una buena forma de entrenar a tu cerebro para la aceptación es
repitiendo frases como esta:
“Acepto y permito mi ansiedad. Acepto que está allí. La dejo ser”.
 Cuando la aceptas, la lucha interna entre tú y ella se detiene y así tu sistema
nervioso tiene la oportunidad de relajarse.
Ya no importan las extrañas sensaciones que te hace experimentar, no
importan los macabros pensamientos que lleva a tu cabeza. Es solo
excitación nerviosa. Acepta que están allí esas sensaciones... Pues solo son
eso, sensaciones. No te les resistas, están allí, pero no son importantes. Ya
pasarán.
“A lo que te resistes, persiste”, dice un sabio. En cambio, aquello que
aceptamos, podemos transformarlo. Cuando aceptamos plenamente nuestra
ansiedad dejándola ser, sin escapar de ella ni luchar contra ella, empezamos
a transformarla.
Tienes que aprender a sentirte cómodo con tus achaques de ansiedad.
El secreto de la recuperación está en llegar al punto en el que realmente
permites y aceptas tu ansiedad. En ese momento, comenzará a derrumbarse
de forma natural.
Algo muy importante para la ACEPTACIÓN es dejar de estar apurado por
salir del hoyo.
Es contraproducente estar pendientes todo el tiempo de cómo nos sentimos
o despertar y preguntarnos cómo nos vamos a sentir hoy, si vamos a estar
ansiosos, si tendremos palpitaciones. No importa. Déjalo ser.
En vez de preguntarte si vas a estar ansioso hoy, pregunta qué nivel de
ansiedad serás capaz de aceptar y desestimar hoy.
BIENVENIDA, ANSIEDAD
Debes comprender que cuando decimos que no te resistas y que aceptes tu
ansiedad, no se trata de alimentar tus miedos, sino de permitir que estén allí
para que caigan por su propio peso.
Se trata de levantar una nueva relación con tu ansiedad, desde otro punto de
vista: como un observador externo.
Observa cómo aparecen los pensamientos, síntomas y sensaciones. No te
alejes de ellos, no los ignores. Obsérvalos. Si lo haces de la manera
correcta, lograrás un efecto curativo en tu sistema nervioso. Porque al
conocerlos y moverte con ellos, te darás cuenta de que son inofensivos. Los
aceptarás y perderán importancia. Al final perderán fuerza y se
derrumbarán.
Piensa en tu ansiedad como en un vendedor de esos que van de puerta en
puerta. Siempre andan por ahí. Pero este es uno bastante persistente que
insiste en aparecer en tu puerta todo el tiempo, y la toca y su ruido te altera
y te molesta.
Pasan los días y sigues evitando a toda costa al vendedor, escapando para
que no te alcance cuando sales de tu casa o entras en ella. Este necio
vendedor solo te dejará en paz cuando lo hagas pasar a tu casa y te diga lo
que tiene que decirte, mientras tú simplemente lo miras sin darle
importancia alguna a sus palabras o a lo que te ofrece.
Tú solo lo observas, porque sabes que cuando finalmente termine de decir
lo que quería decirte, se marchará. Sobre todo porque tú decides no comprar
lo que vino a venderte.
Porque no crees en su producto. Al vendedor se le quitarán las ganas de
molestarte y se irá. Quizás algún día vuelva por ahí, pero ya no se te hará
tan incómodo aceptar su presencia, y de nuevo, finalmente se irá.
Asimismo debes invitar a la ansiedad a pasar a sentarte a tu lado y a decirte
lo que tenga que decirte. Cuando veas que no es nada importante, se
marchará. No comprarás sus engañosas ofertas.
Puedes practicar diciendo frases como la siguiente:
“Bienvenida, ansiedad: Ya no voy a pelear contigo. Hagamos una tregua.
Siéntate a mi lado. Dime lo que me tengas que decir”.
“Acepto y permito este sentimiento de ansiedad y estos pensamientos
ansiosos”.
Al aceptar la ansiedad e invitarla a sentarse junto a ti, desatarás una
sensación liberadora.
Al no resistirte, permites a tu cuerpo y tu mente relajarse libremente con
toda esta energía nerviosa. Tienes que hacerlo convencido de ello, de que
dará el resultado que deseas.
Cada vez que sientas una oleada de energía nerviosa, debes tratarla como a
un amigo que te visita y se sienta contigo.
Tu ansiedad no crecerá si la recibes con esa hospitalidad. Porque son tus
miedos, rechazos y resistencias los que la alimentan.
Deja que la ansiedad se manifieste en cualquier forma que se le antoje, en tu
cuerpo o en tu mente. ¿Te hace un nudo en la garganta? ¿Acelera tu ritmo
cardíaco? ¿Te ataca con pensamientos caóticos? No importa. Déjala estar...
Dile que es bienvenida. Deja que tu cuerpo vibre con la excitación nerviosa
sin ninguna resistencia. Entonces comenzará a desvanecerse.
Mientras la ansiedad está allí contigo, puedes decirle palabras como estas:
“Acepto y permito mi ansiedad. Acepto y permito las sensaciones que me
hace experimentar”.
Pero entiende algo: sabemos que no es agradable. No es un visitante
agradable. No es lindo sentir miedo, angustia, palpitaciones, nudos en la
garganta. Pero igual debes aceptarlo todo y darle la bienvenida porque esa
es la única forma de que estos síntomas desaparezcan naturalmente. Piensa
en ello como cuando tomas una medicina con un sabor amargo. Sabes que
no será agradable en tu paladar, pero que después te hará sentir mucho
mejor.
Siempre dale la bienvenida. Nunca te molestes cuando la ansiedad aparezca
en tu puerta. Sé un buen anfitrión y sonríele. Invítala a pasar, ofrécele un té.
Puedes incluso, mientras está allí contigo, darle a tu ansiedad una imagen
visual en tu mente. Quizás una caricatura ridícula. También puedes ponerle
un apodo cursi a tu ansiedad. Puedes imaginar que tiene una voz ridícula,
muy aguda. Crear en tu mente una muy ridícula personificación de tu
ansiedad.
Lo importante del ejercicio anterior es darle también un toque de humor y
una connotación absurda a la ansiedad. De esta manera, enseñarás a tu
cerebro que tu ansiedad es solo eso, un visitante ridículo e inofensivo.
Y sí, es inofensivo. No puedes sentirte amenazado por un personaje tan
tonto como ese. Con un poco de práctica, verás que a la larga asumirás la
llegada de la ansiedad como un loco chiste que quizás hasta te haga sonreír.
Practica este juego, porque aunque parezca tonto, es un excelente
entrenamiento para tu mente y para lograr que te relajes ante las crisis
ansiosas.
NO tengas miedo de hacerlo, de darle la bienvenida y jugar con ella. No
sientas que eso te hará perder el control. Al contrario, de esta forma
empiezas a poner el control en tus manos. Mientras más lo hagas, mejor
trates a tu ansiedad y más ridícula la veas, más velozmente bajará su
intensidad. Créenos. Nosotros lo hicimos y funcionó.
Además, debes atreverte también a invitar a la ansiedad cuando no la ves
venir. Cuando está escondida.
En tus días buenos, llámala. “Hey, ansiedad. Te invito a pasar. Ven hoy, a
ver qué me vas a hacer.” Mantén las puertas abiertas, deja de preocuparte
por si viene o no viene, porque ya estás sobre aviso.
No olvides que el miedo al miedo, el miedo a la ansiedad y el miedo a sus
sensaciones es lo que la mantiene allí molestándote. Si decides jugar con
ella, empiezas a perder miedo y a volver a ser libre.
Este segundo paso que proponemos puede parecer un poco raro o absurdo.
Pero debes confiar en lo que te decimos. Confía en nosotros y al menos
pruébalo por un par de semanas. Cuando empiece a reducirse tu ansiedad, te
darás cuenta de que esta es la manera adecuada de hacer las cosas.
La diferencia de esta propuesta en relación a otras es que, justamente,
vamos a la raíz del problema, el miedo al miedo y la resistencia a la
ansiedad. Este método te enseña que la ansiedad es solo pensamientos,
miedos y sentimientos inofensivos.
No se trata de evitar la ansiedad, de distraerte de ella mediante otras
prácticas o ejercicios, sino de hacerte tan consciente de ella, que la aceptes
y dejes de resistirte hasta que te des cuenta de que no puede hacerte daño
alguno, por lo que puedes sentirte cómodo y libre de miedos cuando la ves
venir e incluso despreocupado o indiferente sobre si aparecerá o no.
Cuando haces esta práctica, en pocos minutos comienzas a perder el miedo,
empiezas a relajarte. Las sensaciones se reducen. La alteración nerviosa se
convierte en otro tipo de energía, quizás una animosidad parecida a cuando
bebes café. Cuando la energía nerviosa llega a este punto, es mucho más
fácil trabajar con ella. Ahora puedes utilizarla para levantarte y hacer cosas
productivas y positivas en vez de estar alterado y paralizado.
ENTENDER QUÉ ES ACEPTAR
Deseamos que cuando pongas en práctica este segundo paso tengas muy
claro lo que queremos decir con ACEPTAR tu ansiedad. No es una palabra
mágica. No es que de la boca para afuera digas: la acepto. Y con esto se
esfumará mágicamente. Para dominar la técnica, ten muy claro lo siguiente:
la clave de nuestro método no es que te deshagas de la ansiedad sino de tu
miedo a la ansiedad.
No vamos a acabar directamente con las locas sensaciones que la ansiedad
desencadena en tu cuerpo y tu mente. Vamos a acabar con el miedo
constante que estas sensaciones despiertan en ti. Es la única manera de
liberarte.
Conocemos en carne propia lo fastidioso que es vivir todo el tiempo con los
nervios alterados. Sabemos todas las reacciones que sufre nuestro cuerpo y
mente cuando el cerebro envía las señales ansiosas. Pero entiende esto:
Nuestro objetivo no es liberarte de esas sensaciones. No queremos que
consigas una calma artificial, tensa. No es un método para que te relajes
rápidamente en medio de una crisis y el cuerpo deje de estar tembloroso o
el corazón inmediatamente baje su ritmo. Si te enseñásemos eso, estaríamos
cayendo en el error de enseñarte a resistirte a la ansiedad.
Lo que queremos enseñarte es a NO TENER MIEDO, sin importar cuántas
sensaciones extrañas estén moviéndose dentro de ti. Cuando ACEPTES, no
habrá miedo, aunque experimentes los más locos “síntomas”.
OBSERVA TU ANSIEDAD
Cuando invitas a tu ansiedad a pasar y sentarse a tu lado, te das la
oportunidad de observarla. Eres testigo de todo lo que te hace. En vez de
quedar atrapado y paralizado del miedo, conviértete en observador de todo
lo que estás experimentando. Pasas de víctima a observador curioso.
Hay que entrenar durante un tiempo para lograrlo, pero claro que puedes
hacerlo. Pronto estarás sintiendo esos extraños síntomas sin sentirte
incómodo porque estarás ocupado estudiándolos. Tus pensamientos pasan
de ser temerosos a ser curiosos.
Y puedes sentirte seguro de que nada malo ocurrirá. Ya lo sabes... Solo son
sensaciones y las sensaciones no matan. ¿Acaso no te alivia saber que ya no
tienes que tratar de controlar la ansiedad sino dejar que sus caprichos fluyan
inofensivamente en ti?
Pronto estarás mejor y habrás superado este segundo paso. Lo sabrás
cuando veas que la ansiedad se acerca y ya no te sientes petrificado o
angustiado por eso. Puede que tengas un poquito de miedo, pero no te
paralizarás ante él.
Es el momento de seguir hacia el siguiente nivel.
PASO 3. EMOCIÓNATE CON TU ANSIEDAD
Aunque hayas seguido los pasos anteriores y estés en el punto en el que
aceptas tu ansiedad, seguramente aún quedan en tu mente ciertos temores.
Tal vez ya no sean tan intensos, pero quizás en el fondo podrías seguir
percibiendo la ansiedad como una amenaza, como algo realmente
perjudicial.
Ahora en este tercer paso debes destruir para siempre esos temores
cambiando la forma como percibes las señales ansiosas. Debes cambiar el
“chip” en tu mente para empezar a asumir la ansiedad de una manera
positiva.
Para entender lo anterior, fíjate en este experimento que hicieron unos
psicólogos. A los participantes de dos grupos diferentes les dijeron que
estaban probando los efectos de un fármaco para mejorar la vista. Lo que
ellos no sabían era que en realidad les estaban inyectando adrenalina. La
adrenalina produce un aumento en la presión arterial y en la frecuencia
cardíaca. Le imprime mucha energía al cuerpo y a la mente.
Los dos grupos estaban separados en habitaciones diferentes. En cada una
de ellas, metieron a un actor. En el primer grupo, el actor fingió estar
eufórico, lleno de alegría, mucha energía y excitación. En el segundo grupo,
el actor tomó una actitud de miedo, frustración y ansiedad. Seguro ya
adivinaste lo que pasó... En el grupo del actor eufórico, todos los
participantes se contagiaron de euforia y excitación, mientras que en la
habitación del actor ansioso, todos se pusieron ansiosos y temerosos.
¿Qué probó este experimento? Todos tenían una carga adicional de
adrenalina, por lo que sus mentes y cuerpos estaban cargados de una gran
excitación nerviosa. Pero la manera como desarrollaron su alteración
nerviosa cambió dependiendo de lo que percibieron a través del actor. Cada
grupo interpretó lo que sentía de forma diferente, gracias a un estímulo que
les llevó a percibir lo que les ocurría de una forma diferente.
La prueba dejó claro que no son las sensaciones corporales que sentimos las
que desatan nuestras respuestas emocionales, sino que es nuestra
percepción de esas sensaciones la que determina nuestros sentimientos y
respuestas.
Lo mismo pasa con la ansiedad. La manera como la percibes influye en la
manera como la canalizas. Si percibes que es algo terrible que te da miedo,
tu cuerpo y tu mente se pondrán en sintonía con la angustia y el miedo. Si
percibes que estás lleno de euforia y energía, entonces tu cuerpo y tu mente
también lo canalizarán así. Si te emocionas con la ansiedad, tu cuerpo y tu
mente estarán emocionados, pero no asustados.
En esta etapa, debes empezar a cambiar en tu mente la manera como estás
percibiendo la ansiedad. Debes recibirla con emoción, excitación y cierta
euforia. Ojo, no te estamos pidiendo que te hagas adicto a ella ni nada
parecido.
Lo que buscamos es que cada vez que la ansiedad aparezca, dejes fluir toda
la energía que ella te inyecta, desde una percepción diferente, y utilices toda
esa energía para ir en otra dirección, una dirección contraria al miedo y las
angustias y más cercana a la alegría y la actividad.
Recuerda que la ansiedad es una ola de energía que fluye a través de tu
cuerpo. Esta energía no te va a hacer daño, de ninguna manera. Es tu
interpretación de esta energía la que la convierte en un problema para ti y la
que te atrapa en el círculo vicioso de tenerle miedo al miedo.
Al fin y al cabo, el miedo y la emoción son diferentes caras de la misma
moneda. La clave está en aprender a voltear la percepción de estas
sensaciones de negativo a positivo. Poner la moneda del lado correcto.
Cuando hayas aprendido a percibir tu ansiedad como una manifestación de
un elevado grado de energía dentro de ti, que puedes manejar a tu antojo, se
derrumbará la sensación de amenaza.
Cuando la ansiedad está allí, todo el sistema nervioso se llena de esa
energía. Déjala que fluya dentro de ti plenamente, pero cambia el “chip”.
Del miedo a la emoción, de la angustia a la alegría y la EMOCIÓN.
Una buena práctica dentro de este tercer paso es repetir en tu mente algo
parecido a esto:
“Estoy emocionado por estas sensaciones”.
Repítelo varias veces hasta que comiences a sentir un cambio en cómo estás
percibiendo esta energía nerviosa.
Pero no solo debes decirlo. Aprovecha la energía que está fluyendo en tu
cuerpo. Sacúdete, baila, brinca. Haz algo alegre e intenso que te haga
descargar toda la energía que fluye dentro de ti. Si estás en la oficina,
puedes ir al baño o a algún lugar donde puedas hacerlo a solas. Esto por si
eres tímido y no quieres que te miren raro.
El punto es no permitir que el cerebro interprete equivocadamente las
sensaciones de ansiedad, que no las perciba como una amenaza. En su lugar
tienes que “engañar” a tu mente ansiosa, jugar con ella para que
experimente sensaciones diferentes.
De esta manera, le estarás enseñando lo siguiente a tu cerebro emocional:
“No hay ninguna amenaza.
No estoy preocupado por estas sensaciones. Solo es excitación nerviosa. Le
doy la bienvenida, la dejo fluir dentro de mí y la transformo en algo
emocionante y alegre”.
Como ya mencionamos antes, no importa si el hecho de repetir estas frases
o hacer estos ejercicios te parece una falsedad. Al final, de tanto repetirlo,
lograrás los resultados que deseas. Tampoco importa si al principio tienes
que fingir.
¡Hazlo!
Con el paso del tiempo verás como finalmente cambias la dirección de
todas las sensaciones que se acumulan dentro de ti. Es muy importante que
cumplas con esto, porque cuando hay ansiedad, hay energía y energía y más
energía fluyendo dentro del cuerpo, la mente y el sistema nervioso.
Toda esa energía debe ser transformada, porque al quedar atrapada dentro
de ti, si te paralizas de miedo, te hará sentir peor. Esa es una de las razones
por las que siempre te sientes cansado.
Así que, de ahora en adelante, ¡EMOCIÓNATE con tu ansiedad!
Deja salir todo eso que tienes por dentro, pero con euforia y alegría.
PASO 4. OCÚPATE
A estas alturas ya debes haber aplicado las tres etapas anteriores de nuestro
método y debes estar yendo en la dirección correcta. Pero tu mente ansiosa
puede querer traicionarte y buscar la manera de hacerte caer de nuevo en
ese estado de parálisis y miedo en el que alguna vez estuviste.
Este cuarto paso es corto, pero sumamente crucial, porque representa tu
llegada a la META. Ya recorriste casi todo el camino, pero te falta un poco.
Esta fase final está diseñada para mantener tu mente ansiosa muy lejos del
camino errado, de manera que tu sistema nervioso pueda terminar de
relajarse y estabilizarse. Esta etapa es la que te enseña a no RECAER.
La clave en este momento es ocupar tu mente en algo productivo, algo útil
que acapare tu atención y haga que tu vida siga fluyendo a pesar de
cualquier amenaza ansiosa.
No se trata de que te distraigas, de evitar la ansiedad mediante una
distracción. Es muy importante que tengas claro que esto es algo muy
diferente a la distracción. El punto de OCUPARTE es demostrarle a tu
mente que la ansiedad no te alejará de tu vida real, de tus ocupaciones y tus
actividades. Demostrarle a la ansiedad que aunque esté allí, tu vida sigue.
Ella no va a paralizarte. A ti no te importa ella, así que insistes en ocuparte.
Lo más relevante aquí es no estar ocioso. La ociosidad actúa en contra de la
recuperación. Si estás inactivo, ocioso y solo te dedicas a pensar, lo más
probable es que los pensamientos ansiosos, temerosos y amenazadores
pretendan volver a tener un espacio importante en tu cabeza.
Al estar desocupado seguramente comenzarás a “comprobar” si estás bien,
“revisar” todo tu cuerpo y tu mente buscando algún indicio de que algo
anda mal o tratando de convencerte de que todo está bien. Y esa no es la
idea. Recuerda que todo eso ya no debe importarte, pero la mente ansiosa es
necia y tiende a recaer.
Habrá momentos en los que el estado ansioso, la alteración, los miedos,
quieran aparecer para atormentarte. Pero no debes recaer. No te angusties,
déjala ser. Recuerda que la ansiedad es un mecanismo natural, así que
siempre está latente.
La clave aquí es no darle la menor importancia y, estando consciente de que
no es dañina, mantenerte ocupado en tus actividades del día a día y no
paralizarte.
Supón que estás en tu oficina, en tu casa o en cualquier lugar público y de
pronto sientes que una oleada de ansiedad se aproxima. Tal vez tu corazón
se sobresalte o tu mente se llene de pensamientos negativos.
Si en este momento aparece la ansiedad, ya sabes cómo desactivar el miedo
inicial al no resistirte, al moverte con ella y dejarla ser.
Ya sabes que debes permitirle a la ansiedad estar presente, aceptar que esté
allí contigo. Ya sabes que debes canalizar y liberar en forma de emociones
positivas la energía que ella trae consigo.
Pero a estas alturas de tu “entrenamiento”, lo que debes hacer a
continuación es concentrarte en una tarea específica.
Enfocarte de nuevo en lo que estabas haciendo. Si estabas en el trabajo,
aplícate en alguna tarea específica. Si estás en tu casa realizando cualquier
labor, vuelve a hacerlo, ocúpate en eso. No te paralices. Si estabas inactivo,
busca algo que hacer.
Llama a un amigo, sal a correr, limpia tu clóset. Ocúpate en algo útil y
demuéstrale a tu ansiedad que tu vida sigue y que ella no te importa.
Si no te ocupas, estarás en riesgo de caer en el auto escaneo, en pensar
demasiado, comprobar si te pasa algo, analizar cada pequeña sensación.
Ocúpate, haz algo provechoso para ti, a la vez que le asestas un golpe final
a la ansiedad al decirle que tu vida continúa y es plena y que eres tú quien
tiene el control. No ella.

CONCLUSIONES SOBRE LOS CUATRO
PASOS
Si te atreviste a seguir el camino junto a nosotros y ya pusiste en práctica
los cuatro pasos, estamos seguros de que te sientes mucho mejor. Es
probable que ya domines tu ansiedad en vez de que ella te domine a ti, y es
seguro que el miedo ha disminuido, si es que no ha desaparecido del todo.
Pero sabemos que hay personas con mayor resistencia a salir de la ansiedad,
ya sea por su propia naturaleza, porque se bloquean, son escépticos ante las
soluciones que planteamos o simplemente porque el nivel de su trastorno ya
está en grados más avanzados y se les hace más difícil salir adelante.
No importa, no desmayes. Sigue repitiendo los pasos una y otra vez. Y ten
en cuenta que esto no acaba aquí. En la próxima parte te vamos a dar más
herramientas para que consigas el alivio que tanto necesitas.
Pero antes vamos a refrescar lo que has aprendido hasta ahora, a repasar las
claves de lo que te hemos enseñado y a añadir ciertas recomendaciones que
van a ayudarte a comprender mejor los cuatro pasos y hacerte más fácil su
práctica.
RECOMENDACIONES SOBRE LOS CUATRO
PASOS
- No analices tanto cada paso. Solo cúmplelos, sin importar nada más. No te
detengas a hacerte preguntas como: “¿Lo estoy haciendo bien? ¿Debo
esforzarme más? ¿Será qué sí está funcionando?”.
- Aplica los pasos cada vez que te sientas ansioso. No dejes de hacerlo.
Acostumbra a tu cuerpo, tu mente y tu propia ansiedad a tu nueva actitud.
- Si logras relajarte con los cuatro pasos y a los pocos minutos sientes la
ansiedad venir de nuevo, vuelve a seguir los pasos. Insistimos, hazlo cada
vez. Esta repetición hará que el proceso sea cada vez más rápido, fácil y
natural.
- Mantén este método siempre “a la mano” y úsalo siempre que lo necesites.
Es como una herramienta que tal vez al principio no seas tan diestro al
usarla, pero con la práctica serás un experto.
- Utiliza tus propias frases. Cuando te decimos que repitas internamente o
en voz alta frases para manifestarle a tu cerebro las ideas de los cuatro
pasos, no tienes por qué tomarlo literalmente. Crea tus propias expresiones
con las que te sientas más cómodo y con un lenguaje más habitual en ti.
LAS CLAVES DE LOS CUATRO PASOS
- No te resistas a la ansiedad. No evites la ansiedad. No escapes de la
ansiedad. Ella es un mecanismo natural que siempre estará presente dentro
de ti. Tratar de bloquearla y huir de ella le dará más fuerza. Debes moverte
con ella como si fuera una ola.
- Acepta la ansiedad. Déjala estar allí contigo. Invítala a pasar. Dale la
bienvenida. No importa qué tanto mal te haga sentir, solo déjala estar allí
porque sabes que es inofensiva.
- Juega con ella. Juega con la imagen que tienes de ella. Dibuja
mentalmente una caricatura que represente a tu ansiedad. Ridiculízala, ríete
de ella. Es la mejor manera para que aprendas a perderle el respeto, para
que olvides el respeto que le tienes y puedas burlarte de ella y así tu mente
se acostumbre a que no hay nada que temer, porque es ridículamente
inofensiva.
- Emociónate junto a tu ansiedad. Utiliza toda la energía que infunde dentro
de tu cuerpo y de tu mente para expresar sentimientos positivos. No
desperdicies toda esa energía dejándola dentro de ti. Transfórmala en algo
positivo. Haz que salga. Recuerda que al permitir que toda esa energía
quede atrapada en tu cuerpo, te hará sentir mal y cansado. Muévete, brinca,
baila, convierte todas esas sensaciones en emociones positivas. Alégrate de
la ansiedad para que tu cerebro aprenda que no es una amenaza, que no
debes tenerle miedo.
- Cuando la ansiedad quiera volver, no recaigas. Ocúpate. Ocupa tu mente
en algo útil. Continúa la actividad que estabas haciendo cuando se presenta
o simplemente ocúpate en algo nuevo si estabas sin hacer nada. Pero no
dejes que el ocio sea un campo abierto para que la ansiedad vuelva a
controlarte. Demuéstrale a tu cerebro ansioso que tu vida continúa y que la
ansiedad no tiene ninguna importancia, que no te va a paralizar y que jamás
volverá a controlarte.
- Repite estos pasos cada vez que sea necesario hasta que seas un experto, y
cuando alguna señal ansiosa se aproxime, no sientas miedo, no sientas
temor ni pienses que es una amenaza. Entonces tendrás el control de todas
esas energías que fluyen dentro de ti y la ansiedad será algo de tan poca
importancia, que apenas le prestarás atención.
Felicitaciones por llegar hasta aquí. Ahora sigue leyendo para que
comprendas mejor lo que te ha estado pasando y aprendas a lidiar con
ciertas situaciones en las que nos mete la ansiedad.
PARTE 2. LOS “SÍNTOMAS” DE LA
ANSIEDAD Y CÓMO ENFRENTARLOS
TÉCNICAS PARA HACER FRENTE A LOS
“SÍNTOMAS” DE LA ANSIEDAD
En este capítulo vamos a explicar de manera clara y sencilla lo que ocurre
dentro de nuestro cerebro cuando sufrimos estas fastidiosas crisis de
ansiedad. Y cuáles son las reacciones adecuadas que debemos poner en
práctica, dentro de los cuatro pasos hasta aquí aprendidos.
Como ya explicamos anteriormente, la ansiedad es energía nerviosa que
fluye dentro de nuestro cuerpo, pero que no fluye normalmente sino a gran
velocidad y con mucha intensidad. Nos ponemos como si nos hubiesen
inyectado adrenalina, así como a nuestros amigos del experimento que te
contamos en el Paso 3.
También debes recordar que cuando tenemos ansiedad generalizada o
sufrimos crisis ansiosas, el cerebro se activa y comienza a enviar señales
equivocadas, porque está engañado por culpa de la ansiedad. El cerebro
“cree” que debe configurarse en estado de alerta como si hubiese una
amenaza.
Estas señales del cerebro y toda esa energía que fluye dentro de nosotros
hacen que nuestro cuerpo responda, y a veces responde de la forma más
alocada. Nuestro cuerpo confundido busca la forma de reaccionar a todos
esos estímulos y todas esas señales erróneas. Es allí cuando empezamos a
experimentar una gama de los más extraños síntomas.
Cada persona manifiesta o exterioriza síntomas diferentes, dependiendo de
su personalidad, del nivel de ansiedad que esté padeciendo, de cuáles sean
sus temores, de su estado físico o de salud, de su grado de cansancio,
etcétera. Sin embargo, y aunque muchas personas con ansiedad
experimentan las sensaciones más locas y descabelladas, hay ciertos
“síntomas” generales que la mayoría de las personas ansiosas sienten.
A continuación vamos a presentarte una serie de claves y técnicas que
debes aplicar cada vez que se presente uno de estos síntomas. Estas técnicas
están basadas en los cuatro pasos, pero agregarán ciertas variaciones o
detalles. Aunque pueda parecer repetitivo, es necesario reforzar el concepto
del método en situaciones particulares.
Igualmente vamos a tratar de hacerte entender por qué tu cuerpo te hace
experimentar esas sensaciones. Queremos aclarar que cuando decimos
síntomas, nos referimos a las sensaciones, y que no se trata de “síntomas”
de una enfermedad.
También debemos dejar claro que siempre es positivo acudir al médico para
examinarse, pero de manera preventiva y no por seguir impulsos
hipocondríacos, que son muy comunes en las personas con ansiedad
generalizada.
PRIMERO: “SÍNTOMAS”
FÍSICOS
1. ATAQUES DE PÁNICO
Los ataques de pánico se presentan en personas con niveles de ansiedad
altos. Digamos que en una supuesta escala del 1 al 10, una persona con
nivel de ansiedad de 8 en adelante probablemente sufre ataques de pánico.
Para comprender lo que significa experimentar algo tan desagradable como
un ataque de pánico, hay que sentirlo en carne propia. Los ataques de
pánico son inolvidables, algunas veces difíciles de explicar. Pero si ya lo
sufriste sabes de lo que estamos hablando.
¿Qué es un ataque de pánico?
Recuerda cuando dijimos que la ansiedad es un mecanismo de defensa. El
hombre de nuestro cuento, amenazado por una bestia o por algún elemento
de la naturaleza, se encontraba en estado de alerta y su cuerpo y su mente se
preparaban para dar una respuesta de lucha o huida.
Cuando a una persona con ansiedad le da un ataque de pánico es debido a
una falsa e innecesaria activación de esa respuesta de lucha o huida.
Los ataques de pánico aparecen de manera repentina y estas son algunas de
las sensaciones que nos hace experimentar:
Palpitaciones, extrasístoles y taquicardia
Entumecimiento y hormigueo
Sudoración abundante
Temblores
Dolor de pecho y sensación de ahogo o asfixia
Náuseas y mareos
Sensación de irrealidad
Escalofríos y sofocaciones
Pero sobre todo una sensación intensa de que estamos a punto de
morir o de que algo muy malo va a pasar
Cuando una persona sufre su primer ataque de pánico, de inmediato se fija
en su cerebro un temor incontrolable de que vuelva a ocurrir. Lo primero
que debemos decirte es que por más desagradable que sean, por más
horrible que te hagan sentir y por mucho que les tengas miedo, los ataques
de pánico son inofensivos.
Nadie muere por un ataque de pánico. Nada horrible pasa cuando sufres un
ataque de pánico, más allá del miedo y las sensaciones que te hace
experimentar.
Los ataques de pánico no son tus enemigos, son las respuestas de tu cuerpo
y tu cerebro tratando de mantenerte a salvo. Es un antiguo mecanismo de
protección biológica que libera un montón de hormonas del estrés para que
puedas luchar contra una amenaza o tengas la capacidad de huir tan rápido
como puedas.
El mecanismo servía de mucho cuando teníamos que escapar de una fiera
detrás de un árbol, pero si solamente estás en el metro, en el autobús o en tu
trabajo, no necesitas todas esas hormonas y respuestas.
QUÉ HACER ANTE UN ATAQUE
DE PÁNICO
Cuando sientes el terror inminente acercarse, seguro te haces las típicas
preguntas del Paso 1, del tipo
“¿Qué pasaría si... me da un ataque al corazón? “
Lo primero que debes hacer es recordar lo siguiente:
¿Qué pasó cada vez que tuviste un ataque de pánico?
¿Qué pasó después de que sentiste que ya no podías aguantar más?
La respuesta va a ser esta: “Y qué... Nunca pasa nada”.
Y es cierto. Llegó a su punto máximo y luego ya no pasó nada.
No importa cuán intenso sea el próximo ataque de pánico que veas venir, al
fin y al cabo va a desaparecer sin hacerte ningún daño.
Debes tener claro en tu mente que todos los médicos, los psicólogos, los
psiquiatras y muchas personas que ya han sufrido ataques de pánico, saben
que son inofensivos. Así que tú también debes estar seguro de ello.
PÍDELE MÁS AL PÁNICO
Para fijar ese conocimiento en tu mente, para convencerla de que el ataque
de pánico es inofensivo y de que nunca pasa nada, debes poner en práctica
esta técnica.
El secreto es despojarte del miedo, dejar de tenerle miedo a las sensaciones.
Cuando tienes un ataque de pánico, tienes que “emocionarte” por la
ansiedad con mayor fuerza.
¿Recuerdas cuando dijimos en el Paso 3 que debías emocionarte, liberar
toda esa energía?
Cuando sientas un ataque de pánico, emociónate, corre hacia él, pídele que
te dé más, apresúralo, presiónalo, exígele más, pídele que se vuelva más
agresivo.
Puedes decir internamente frases como:
“¡Vamos! ¿Qué vas a hacerme?
¡Quiero más!
¡Enséñame más!”.
Al mismo tiempo que le hablas a tu pánico, puedes “tirarte a morir”.
Tiéndete en el suelo, cae, exígele al ataque de pánico que haga lo peor, que
te “mate”.
Tal vez al leer esto sientas temor o rechazo y te digas a ti mismo: “Ni loco
le pido al pánico que me dé más. Ya tengo suficiente de él”. Pero no te
resistas. No te pediremos nada que pueda perjudicarte. Esta es la manera
más rápida de fulminar los ataques de pánico.
¡Hazlo!
Mientras practicas esta parte, los niveles de adrenalina y de estrés van a ir
subiendo, pero llegarán a su pico más alto y finalmente comenzarán a bajar.
Mientras, debes estar consciente de que al hacer esto, no corriste peligro
alguno. También estarás pasando por el proceso con conciencia total de lo
que te está ocurriendo, comprendiéndolo lógicamente.
Puede ocurrir que empieces a sentir el vendaval de pánico venir de nuevo
luego de que bajó la intensidad. Esto se debe a que en tu sangre aún corren
esas sustancias que producen excitación nerviosa. Debes esperar unos
minutos para que desaparezcan, y mientras lo haces, muévete, brinca, canta,
haz algo que te ayude a descargar energías y a terminar de drenar.
Al actuar de esta forma provocarás una especie de cortocircuito que bajará
el interruptor del miedo. La parte racional de tu cerebro le estará enviando
una señal a la parte emocional de tu cerebro. Le enseñará que en realidad no
hay un peligro. El cerebro emocional apagará las señales de alarma y
empezará a desestimar la idea de volverlas a encender.
La mayoría de las personas nunca más vuelve a tener un ataque de pánico
después de practicar esta técnica dos o tres veces. Y cuando los ataques de
pánico se van, significa que el nivel de ansiedad ahora se encuentra en una
escala más baja.
2. SENSACIONES EN EL CORAZÓN
La mayoría de las personas que sufren ansiedad o ataques de pánico en
algún momento han temido por la salud de su corazón. Esto se debe a que
constantemente experimentan sensaciones como palpitaciones, taquicardias,
vuelcos o cambios en el ritmo cardíaco.
Es probable que tú seas uno de los que ha acudido al médico para verificar
la buena salud cardíaca y seguramente te hayan dicho que todo está en
orden. Pero como sigues sintiendo estas extrañas palpitaciones y
movimientos en tu pecho, incluso opresión, temes padecer alguna patología
que el médico no ha podido diagnosticar.
PALPITACIONES
Las palpitaciones son momentos en los que el corazón de repente comienza
a latir más rápido de lo normal, por un período corto de tiempo. Esto te hace
prender las alarmas porque crees que puede darte un infarto. Al empezar a
sentir temor, quizás el corazón empieza a latir más rápido y entonces viene
la taquicardia.
Debes saber que las palpitaciones son completamente naturales y le pasan a
la mayoría de las personas. Algunas veces son ocasionadas por el
agotamiento, otras veces por estimulantes como el café. Algunas veces
simplemente el corazón busca cómo reacomodarse. No les tengas miedo a
las palpitaciones. Tu corazón es un músculo muy fuerte y no va a detenerse
o a explotar de repente solo porque tuviste una palpitación.
VUELCOS O EXTRASÍSTOLES
Se trata de latidos perdidos, es decir, que de repente el ritmo cambia y hay
un latido extra entre los latidos normales. Cuando sientes esto también
puede ser que se excite más tu corazón y empiece a latir más rápido. Puede
que te congeles de terror. Pero no temas. Generalmente este tipo de latidos
son inofensivos.
Recuerda que tu corazón, por muy fuerte y sano que sea, no es una máquina
perfecta, no es un reloj suizo. Algunas veces va a cambiar el ritmo. Se va a
acelerar o se va a ralentizar. Tal vez tenga un latido de más o un latido de
menos. No importa. No pasa nada. Son solo cambios normales que ocurren
en los corazones de todos.
QUÉ HACER ANTE LAS PALPITACIONES Y
EXTRASÍSTOLES
Cuando aparecen las palpitaciones, las taquicardias o los extrasístoles, de
inmediato vienen a tu mente las preguntas. “¿Qué pasaría... si mi corazón
no deja de latir rápido y de repente se detiene?
Y la respuesta debe ser algo así como: “¡Y qué! Sé que mi corazón goza de
buena salud. Solo está teniendo un momento diferente”.
Lo importante es desactivar desde el Paso 1 el miedo inicial que viene
cuando te preguntas qué pasaría. Simplemente resta importancia al asunto.
Deja que tu corazón lata al ritmo que le parezca conveniente. No quieras
tratar de controlar el ritmo de tu corazón. Deja que tu ritmo cardíaco fluya,
suba y baje con tu corazón. Confía en él. Tu corazón sabe lo que hace.
De ahora en adelante puedes hacer un acuerdo verbal con tu corazón. Le
vas a decir: “Corazón, confío en ti al 100%. Dejaré que hagas lo que más te
convenga hacer”. Al permitir a tu corazón hacer lo que le provoque, te
liberarás de la ansiedad que produce el estar comprobando tus latidos.
En caso de que estas palpitaciones se quieran convertir en sensación de
pánico o en un posible ataque de pánico, ya sabes lo que debes hacer. Corre
hacia el ataque de pánico. Emociónate y pídele que te dé más. Luego que
hayas desactivado el miedo activa el Paso 4. Continúa con lo que estabas
haciendo. Ocúpate en algo. Deja a tu corazón ser y estar. No compruebes tu
pulso, no compruebes tus palpitaciones. Tu vida sigue aunque tu corazón
esté haciendo cosas que te parecen extrañas.
3. RESPIRACIÓN ANSIOSA – AHOGOS –
OPRESIÓN
Cuando estás ansioso respiras mal pero no te das cuenta. Una forma
inadecuada de respirar ocasiona toda clase de sensaciones. Ahogo, opresión
en el pecho, mareos y muchas más. Cuando esto ocurre, empiezas a temer
que vas a sufrir un infarto o que te asfixiarás al no lograr tomar el siguiente
respiro.
Si llegas a hiperventilar, todos los “síntomas” se dispararán y es posible que
desesperes. Pero no lo hagas. No vas a morir ahogado ni te dará un infarto.
QUÉ HACER ANTE LA OPRESIÓN
La opresión en el pecho es una de las molestias más comunes entre las
personas ansiosas. También lo es la opresión en la garganta, pero como
todas las demás, estas molestias son inofensivas. Muchos dicen que sienten
como si tuvieran un peso o una banda haciendo presión en su pecho. Otros
dicen que sienten como si alguien les estuviera apretando el cuello.
La opresión en el pecho y la garganta son ocasionadas tanto por una
inadecuada respiración como por problemas digestivos derivados del estrés.
Si estás ansioso, los nervios tienden a “agarrarte” por el estómago. El estrés
puede ocasionarte reflujos o malas digestiones. Esto produce el riego de que
haya químicos en tu aparato digestivo.
Estas sustancias tocan los nervios que hay en esa área, y estos a su vez
lanzan señales de dolor o incomodidad, que luego se irradian y se perciben
como “dolor” u opresión en el pecho si ocurre en el estómago, y en caso de
que sea en el esófago, como opresión en la garganta. Cuando te ocurre esto,
tiendes a pensar que te estás ahogando o que hay algo malo con tu corazón.
Pero no es más que el sistema digestivo enviando respuestas a los niveles de
estrés que le inyectas.
Te podrías preguntar...
“¿Y si me da un ataque cardíaco?
¿Y si tengo una enfermedad en el corazón?
¿Qué pasaría si se me cierra tanto la garganta que me ahogo?”.
Respuesta: “Y qué... Nada me ha pasado hasta ahora cuando he tenido esta
sensación. No es mi corazón ni me voy a asfixiar. Solo es mi estómago”.
A continuación, acepta las sensaciones y deja que estén allí... Al fin y al
cabo no te harán nada. Puedes incluso ridiculizar, en el Paso 2, la visión que
tienes de esas sensaciones. Llegará un punto en el que dejen de ser tan
incómodas. Solo búrlate de ellas. Si les restas importancia, dejarás de estar
tan tenso y ellas irán desapareciendo.
No te paralices creyendo que se te cerrará del todo la garganta o que tienes
un infarto. Continúa con tu vida. Mañana seguirás estando allí y lo más
probable es que ya no te sientas así.
QUÉ HACER ANTE LA SENSACIÓN DE
AHOGO E HIPERVENTILACIÓN
Las personas estresadas y ansiosas respiran mal. Su respiración es
superficial. Tal vez no te das cuenta, pero cuando estás ansioso, respiras
más rápido tomando aire con más frecuencia que una persona relajada. Esto
hace que tu cerebro se llene de más oxígeno del que necesita y ocasiona un
desbalance entre el oxígeno y el dióxido de carbono en tu sangre y en tu
cerebro.
Ese desajuste enciende las ya conocidas alarmas y toda clase de sensaciones
empiezan a molestarte. Sientes como que los pulmones no te están
proporcionando el oxígeno que necesitas, aunque es todo lo contrario, estás
llenando tu cerebro de más oxígeno del que necesita.
Este tipo de sensaciones hace que te mantengas comprobando la forma
como respiras. Cuando tienes una respiración ansiosa puedes incluso llegar
a hiperventilar, es decir, que tu respiración sea tan corta y tan rápida que ese
desbalance del que te hablamos es mucho más violento y terminas
estresándote aún más.
Pero insistimos, eso no te va a matar. Solo tienes que aprender a respirar
correctamente.
Mientras tanto aplica el Paso 1 de inmediato cuando lleguen a tu cabeza los
pensamientos. “¿Qué pasaría si... me desmayo por falta de oxígeno o si
llega un punto en el que ya no puedo respirar?”. No dejes que esto te
preocupe. Podrías pasar horas y horas temiendo no poder respirar, pero
créenos, siempre terminarás respirando.
La respuesta correcta debe ser algo así: “¡Y qué! Todas las veces que he
hiperventilado no me he desmayado. Y si me desmayo alguien me recogerá
o simplemente volveré a levantarme”. Además, debes entender lo siguiente:
no importa cuánto lo intentes, no vas a dejar de respirar.
La respiración no es voluntaria, por más que trates de aguantarla, no vas a
lograrlo. Siempre terminarás respirando. La respiración es natural, ocurre
sola, no necesita de ti.
Al convencerte de lo anterior, podrás seguir aplicando los pasos aunque tu
respiración siga agitada, pero tener estos conocimientos te dará cierta
tranquilidad y finalmente tendrás que relajarte o al menos mantener un nivel
que no te lleve a sufrir un ataque de pánico debido a la hiperventilación.
Trata también de restarle importancia a este punto. Olvida la forma como
respiras y continúa con tu vida, con las actividades que estabas haciendo
(Paso 4).
De todas maneras, al final del libro agregamos algunos tips que pueden
ayudarte con este y otros problemas. Pero mientras tanto, recuerda abordar
cada ataque siguiendo los cuatro pasos.
4. DESMAYOS – MAREOS - VÉRTIGO
Los mareos y vértigos que experimentan las personas que tienen altos
niveles de ansiedad o de pánico, generalmente son producidos por sus
problemas de respiración. Es una de las molestias más incómodas porque te
hace sentir vulnerable. Cuando estás mareado y sientes vértigos o
inestabilidad, temes que puedes desmayarte. Te da la sensación de que
puede ocurrir algo malo contigo cuando te encuentras en un lugar público
rodeado de extraños.
La hiperventilación es uno de los principales detonadores de esta especie de
desvanecimiento o inestabilidad. Incluso podrías llegar a querer evitar
enfrentarte a ciertas situaciones porque sientes que algo malo puede pasarte
mientras no estás en un sitio que consideres “seguro”.
Ahora pon atención: es muy raro que una persona ansiosa que sienta estos
mareos y desvanecimientos llegue a desmayarse. Los desmayos son
también mecanismos de defensa para cuando una persona tiene la presión
muy baja. El cuerpo cae al piso para que de esa manera el riego de sangre al
cerebro sea más fácil.
No temas. Los desmayos son eventos extremadamente raros. Dudamos
mucho que tu cerebro necesite más sangre de la que está corriendo por él,
así que no tengas miedo de desmayarte. Esta sensación también se debe a
que hay mucha adrenalina y hormonas de estrés fluyendo por tu torrente
sanguíneo, pues tu cerebro ansioso piensa que hay una amenaza. Pero ya
sabes que no hay tal amenaza.
Volviendo a hablar de nuestro amigo, el hombre prehistórico, imagina que
él se hubiese desmayado cada vez que su sangre corría más rápido o que su
adrenalina estaba a millón porque se sentía amenazado. La historia de la
humanidad hubiese sido distinta. Los humanos no hubiesen sobrevivido
entonces si se desmayaban a cada rato.
QUÉ HACER ANTE EL TEMOR A DESMAYAR
Cuando te sientas mareado, débil, aturdido, vengan los pensamientos
perjudiciales y empieces a asustarte porque crees que te vas a desmayar,
inmediatamente desactívalos con una rotunda respuesta: “Y qué... Si me
desmayo, me desmayo. No lo podría evitar. En un rato volveré a despertar”.
Si la sensación de mareo es muy fuerte, te recomendamos que busques un
sitio donde sentarte para que te estabilices. Si te sientes mareado o con
vértigos mientras estás manejando, siempre es buena idea detenerse un rato
para tratar de estabilizarte y orientarte antes de seguir conduciendo.
Mientras tanto, acepta estas sensaciones diciendo algo como: “Permito a mi
cuerpo sentirse mareado”.
Cuando el temor a desmayarte es persistente y te está llevando a un posible
ataque de pánico, entonces debes emocionarte junto a esa sensación, igual
como te recomendamos antes para los ataques de pánico.
Reta a tu ansiedad. Dile que te haga desmayar. Pídeselo, dile algo así como:
“¿Me vas a hacer más débil? OK. Hazme desmayar ahora. ¡Vamos! Hazme
desmayar”.
En este momento también puedes tenderte en el piso. Por supuesto que no
vas a perder el conocimiento. Entonces sigue retando a tu ansiedad: “¿No
me vas a hacer desmayar? Pues me levantaré y seguiré con mi vida”.
Está claro que tu ansiedad no te va a hacer desmayar, por más que se lo
pidas. El miedo terminará esfumándose al practicarlo varias veces. Luego
de hacer esto debes empezar a ocuparte de nuevo, mantener tu interés en
algo útil, seguir con tu vida aunque te sientas un poco mareado, siempre y
cuando el mareo no represente un riesgo para esa actividad (conducir, por
ejemplo). En estos casos, ya sabes, detente un momento para estabilizarte y
luego sigue.
Atención: Es importante que no evites las situaciones en las que
comúnmente empiezas a sentir mareos o desvanecimiento. Sigue haciendo
esas actividades aunque te dé miedo. No las evites, continúa con tu vida.
5. NÁUSEAS
Ya hemos mencionado que la ansiedad tiene un gran impacto sobre el
sistema digestivo y sobre la región abdominal. En algunas ocasiones, las
personas ansiosas pueden sentir como un nerviosismo en la boca del
estómago, algo así como cuando hablamos de “mariposas en el estómago”.
Muchas veces, esta molestia nos produce miedo a vomitar y el temor
aumenta aún más la sensación de náuseas, haciendo aún más probable que
vomites.
Seguramente este miedo a vomitar y estas náuseas son más intensos cuando
te encuentras lejos de tu casa. En tu casa te sientes más seguro y piensas
que puedes simplemente ir al inodoro y vomitar. Hay menos estrés por este
tema y simplemente no temes. Al no temer, el estómago se relaja. En
cambio, si estás en otros lugares o situaciones tu miedo aumenta porque las
ganas de vomitar representan una molestia mucho más grande e incómoda.
En todo caso, te diremos lo de siempre: vomitar o tener náuseas no es un
peligro. No te va a mata, y si vomitas no es el fin del mundo.
QUÉ HACER ANTE EL MIEDO A VOMITAR
Ya sabes que lo primero es eliminar los pensamientos de “¿Qué pasaría?”.
Quizás te vengan a la mente ideas como... “¿Qué pasaría si vomito?”.
Tumba ese temor con respuestas como esta: “No importa. Aquí tengo una
bolsa en la que puedo vomitar si lo necesito. O iré al lavabo a salir de eso
de una vez. No es gran cosa, a todo el mundo le dan ganas de vomitar”.
Luego de esto, permite que esa sensación fluya en tu estómago de la manera
que desee. No te resistas a la sensación. De esta manera bajará el nivel de
estrés, y es muy probable que tu estómago se relaje y deje de enviar esas
ganas de vomitar a tu cerebro y que los músculos abdominales empiecen a
relajarse y las náuseas disminuyan.
Si aún haciendo esto sigues preocupado por tener ganas de vomitar, utiliza
esta ya conocida y valiosa herramienta: Reta a tu ansiedad. Pídele hacerte
vomitar. Al principio puede ser necesario que lleves contigo una bolsa de
papel en la que puedas vomitar en caso de que sea necesario. Es muy
probable que nunca llegues a utilizarla, pero el hecho de tenerla allí te va a
dar cierta relajación.
Lo cierto es que vomites o no, luego debes continuar con tu vida y retomar
las tareas que estabas haciendo. Recuerda, no le prestes importancia a estos
episodios. A medida que te vayas relajando y perdiendo los temores y las
angustias, esa sensación desaparecerá para siempre.
OTRAS SENSACIONES Y SÍNTOMAS
A continuación te presentaremos otra serie de sensaciones, “síntomas”,
molestias y respuestas que tu cuerpo experimenta cuando sufres de ansiedad
o ataques de pánico. En los puntos anteriores ya pudiste ver cómo debes
aplicar los cuatro pasos cuando se presentan estas molestias. Básicamente
se trata de lo mismo, pero quisimos desglosar las más importantes para que
tengas una idea más clara de cómo hacerlo.
Sin embargo, estas otras molestias de las que hablaremos en adelante solo te
las vamos a explicar para que entiendas por qué te ocurren, aunque
agregaremos breves consejos. Pero a estas alturas ya debes saber
exactamente qué hacer cuando aparezcan estos y otros síntomas.
Simplemente tienes que aplicar los cuatro pasos adecuando las frases, ideas
y respuestas a la molestia que quieras tratar.
Queremos presentar esta explicación adicional para que tu mente lógica
comprenda el mecanismo que te lleva a experimentar esas extrañas
sensaciones. Teniendo más conciencia de ello se relajará la parte emocional
de tu mente e irás perdiendo el temor a sentir cualquier achaque.
TENSIÓN MUSCULAR - TEMBLORES
Cuando tu cuerpo se prepara para luchar o huir, los músculos se ponen
tensos. Sobre todo los del cuello y los de la parte superior de tu cuerpo.
Como finalmente no haces ningún esfuerzo físico, esta tensión queda
atrapada en tus músculos por demasiado tiempo, haciendo que tu cuerpo se
sienta tenso, rígido. Incluso algunas veces los músculos empiezan a
sacudirse o a temblar. Pero tranquilo, ya sabes que solo es una reacción al
exceso de adrenalina.
Puedes tratar de estirarte. Caminar, agitarte un poco para liberar la energía
acumulada. También es positivo realizarte automasajes o pedirle a alguien
que te haga masajes para la relajación muscular. Puedes buscar tutoriales al
respecto en internet.
SUDORACIÓN
La sudoración es un mecanismo para mantener fresco a nuestro cuerpo. En
una situación de lucha o huida, tu cuerpo necesita mantener una
temperatura adecuada para no sobrecalentarse a la hora de escapar o
enfrentar un peligro.
Lo malo es que como se trata de una falsa alarma, empiezas a acumular
sudor innecesariamente y esto incluso puede hacerte pasar cierta vergüenza
social, cuando se hace notorio. Y se puede convertir en un círculo vicioso,
porque la angustia de estar sudando puede hacerte sentir más nervioso y
provocar más sudoración aún. Debes relajarte. Trata de refrescarte y no
pienses mucho en eso.
MUCHAS GANAS DE IR AL BAÑO
Las personas ansiosas sienten con más frecuencia ganas de ir al baño. Puede
parecer muy extraño, pero también es un mecanismo de defensa y de
supervivencia. Cuando una persona, como nuestro amigo prehistórico, tenía
que salir corriendo para huir de una amenaza, necesitaba ir lo más ligero
posible y descargar todo el peso innecesario en su cuerpo.
La respuesta es que se disparan las ganas de hacer pipí o incluso de evacuar.
Es por eso que cuando tenemos miedo o nervios, nos atacan las ganas de ir
al baño. Claro que tú no necesitas descargar nada porque no estás en una
amenaza real. Pero al final también es inofensivo, aunque un poco molesto.
Trata de relajarte y sacudir los miedos para que esto no te pase.
DIFICULTAD PARA TRAGAR
Ya te dijimos que la ansiedad puede ocasionar una sensación de opresión en
la región del cuello. Este nudo en la garganta en muchos casos dificulta la
deglución, es decir, te hace más difícil tragar al tratar de beber o comer.
Dentro de la garganta hay una musculatura, y si estás estresado y tenso,
esos músculos también están estresados y tensos. Por eso tienes esa
sensación como si algo estuviera ahorcándote. Como en todo lo demás, la
clave para esto es relajarte.
Si este nudo en la garganta representa un problema muy molesto para ti a la
hora de comer, prueba a hacer lo siguiente. Mastica, mastica y mastica. Al
final la deglución, es decir, el acto de tragar, es un reflejo natural por lo que
sin duda terminarás tragando. Tu garganta no se va a cerrar hasta el punto
de no dejarte comer.
Recuerda que siempre debes tratar de relajarte. Ya sabes que esa opresión
no es una enfermedad. Un buen ejercicio para soltar la tensión es cantar
mucho. Cantar y cantar para que disminuya la tensión muscular alrededor
del cuello y la garganta.
CEFALEAS (DOLOR DE CABEZA) -
MIGRAÑA
Los niveles altos de ansiedad y estrés provocan dolores de cabeza que
pueden convertirse en migrañas. Cuando decimos migraña nos referimos a
un dolor de cabeza que se siente con mucha más intensidad y que te hace
más sensible a la luz, a los sonidos y a los movimientos.
Por ejemplo, si trabajas frente a la computadora, la migraña se puede
desatar debido a que fijas constantemente la vista en las luces del monitor.
Los dolores de cabeza del tipo tensional son los más comunes. Estos
dolores son ocasionados por el endurecimiento de los músculos de tu
cuello, de tu cabeza y de la parte superior de tu espalda. Las personas con
migraña crónica generalmente también sufren de estrés, ansiedad e incluso
trastornos depresivos.
La ansiedad puede disparar las cefaleas tensionales porque al mantenerte en
estrés y angustia, la tensión muscular siempre está presente.
Aunque es el médico quien debe darte instrucciones sobre qué hacer ante
persistentes dolores de cabeza o ataques de migraña, te recomendamos
probar a hacerte masajes suaves con la yema de los dedos en el cuero
cabelludo y también en la parte posterior de tu cuello para que liberes la
tensión que está irradiando dolor a tu cabeza.
VISIÓN BORROSA
Las situaciones de estrés, miedo, ansiedad y pánico hacen que las pupilas se
dilaten rápidamente. Esto ocasiona la visión borrosa, aunque esta también
puede ser resultado de fatiga visual, en caso de que fuerces la vista por
mucho tiempo o cuando los músculos de los ojos comienzan a perder
elasticidad con la edad.
La ansiedad con frecuencia provoca visión borrosa, pero si esta se presenta
con otros síntomas como lagrimeo o descarga de secreciones, debes hacerte
un examen de la vista con un médico.
Recuerda que cuando vives un estado ansioso tiendes a cansarte más. La
vista también se cansa, por lo que puede producirse la visión borrosa.
Actualmente, muchas personas fuerzan de más su vista debido a sus
trabajos al frente de una computadora.
Si eres una persona ansiosa y trabajas frente a una computadora, es muy
probable que tengas visión borrosa. Te recomendamos que cuando sientas
que estás forzando mucho la vista, trates de relajarte un poco, cierres los
ojos y los dejes descansar por unos pocos minutos y luego continúes con lo
que estabas haciendo.
PIERNAS DÉBILES O TEMBLOROSAS
Otra de las extrañas experiencias que trae consigo la ansiedad es la
sensación de que tus piernas son como de gelatina. Sientes que se vuelven
frágiles, débiles. Te da la sensación de que pueden doblarse y hacerte caer.
Esto se debe a la adrenalina que se libera en tu cuerpo. El exceso de esta
sustancia puede imprimir una sensación de debilidad en los músculos, sobre
todo en los de las piernas. Cuando las personas están nerviosas tienden a
sentir que no pueden levantarse, que sus piernas no tienen la fuerza
suficiente para mantenerlas de pie.
Pero es todo lo contrario. Es una señal de que tus piernas están siendo
preparadas para que se muevan, para que corras, huyas o lo que sea. Por eso
no debes temer al hecho de levantarte y caminar. Si estás caminando y
empiezas a sentir las piernas de gelatina, sigue caminando. Sigue en pie. No
es necesario que busques un lugar para sentarte, porque si lo haces
reforzarás la idea de que tus piernas están débiles.
Tienes que practicar esta parte y seguir caminando. No importa si sientes
que las piernas están débiles o que te fallarán en cualquier momento y te
harán caer.
Cuanto más lo hagas, más se enterará tu cerebro de que en verdad tus
piernas están preparadas para sostenerte todo lo que quieras.
HORMIGUEOS - PINCHAZOS
Los hormigueos suelen presentarse al principio de los ataques de pánico,
aunque también aparecen simplemente cuando estás ansioso. Se trata de una
rara sensación como si pequeñas agujas pincharan por todas partes tu
cuerpo.
En medicina esto se llama parestesia. Debes saber que este fenómeno no es
peligroso y no tiene ningún efecto físico, así que no te alarmes. Es
perfectamente natural, y cuando tus niveles de ansiedad ya estén bajos,
desaparecerá.
SEGUNDO: ALTERACIONES MENTALES
Todas las sensaciones, angustias, pensamientos negativos recurrentes,
estados de zozobra, miedo o amenazas falsas que experimentas cuando
sufres de ansiedad, agotan tu mente.
En esta parte de nuestro libro aprenderás que todas las alteraciones
mentales, esos miedos a perder el control, esos pensamientos negativos y
catastróficos que revolotean por tu mente una y otra vez, no son señales de
una enfermedad psiquiátrica ni nada parecido.
Es simplemente que tu mente se encuentra muy agotada y envía respuestas
y señales equivocadas, al igual que lo hace tu cuerpo ante el estímulo del
miedo.
Pensamientos recurrentes y catastróficos vienen y van. Empiezas a sentir
temor de perder el control, de volverte loco. Empiezas a sentir
desesperación al pensar que estarás así para siempre. Temes que quizás
termines en el manicomio.
Vienen los pensamientos hipocondríacos, crees que estás enfermo y que
puedes morir. Tal vez te deprimas. Te sientes triste, agobiado y sin
esperanzas. Te da miedo salir y hacer las actividades que antes hacías
normalmente.
Ves el mundo de una manera distinta: las luces, los colores, las personas,
todo te parece diferente. Te sientes como atrapado dentro de un mundo
irreal. A veces parece que no te conocieras a ti mismo, que eres un extraño
para ti mismo.
Sabemos lo desagradable y devastador que puede ser. Pero no te preocupes.
Ten en cuenta que todo esto es producto de una mente angustiada y cansada.
Cuando vengan a tu mente preguntas como “¿Y si me vuelvo loco y me
encierran en un manicomio?”, no permitas darte una respuesta caótica.
Aplica el método. Sigue los pasos. Crea una respuesta que derrumbe ese
miedo y esa desesperanza.
Puede ser un chiste sobre tu locura, sobre tu camisa de fuerza o cualquier
otra cosa que le reste importancia al asunto.
Recuerda que también debes emocionarte y correr hacia las sensaciones,
por más molestas que estas sean. Si es necesario, reta a tu ansiedad a
volverte “más loco”. No lo logrará. No perderás el control ni te encerrarán.
Sigue los cuatro pasos y todo esto se irá desvaneciendo.
Igual que en la parte anterior, a continuación vamos a describir algunas de
las sensaciones o alteraciones que más frecuentemente “atacan” la mente
cuando estás en un estado ansioso. Esta información sirve para que
comprendas cuál es su naturaleza y te des cuenta de que no es nada grave y
que todo tiene solución.
Te daremos algunas recomendaciones para cuando se presenten estas
situaciones, pero no lo olvides: si cumples con el método, tu grado de
ansiedad bajará hasta que te normalices y todas estas molestias serán cosa
del pasado.
1. PREOCUPACIÓN ANTICIPADA
Seguramente desde que te encuentras en un estado ansioso, todo el tiempo
estás preocupándote por adelantado y te anticipas a cualquier evento que
pueda ocurrir. Te preocupas de más, porque piensas mucho. Te adelantas a
lo que vas a hacer mañana y sientes temor de imprevistos que no existen y
que probablemente no se presentarán.
Sientes angustia por cada paso que vas a dar y te llenas de dudas. Por
ejemplo, supón que estás fuera de casa, en alguna actividad de trabajo o
social. Todo marcha bien, pero es posible que te lleve un poco más de
tiempo del que habías calculado.
Entonces se desatan las preocupaciones adelantadas. “¿Y si se va el último
autobús? Y si no encuentro taxi, ¿cómo voy a regresar a casa?”. Piensas en
tomar decisiones apresuradas como irte antes de culminar lo que hacías. O
cumples con tu actividad sin ninguna serenidad porque te estás adelantando
a los acontecimientos.
Volvamos al mecanismo de lucha y huida de nuestro amigo prehistórico. Se
supone que algo lo estaba amenazando, por lo que debía estar alerta ante
cualquier eventualidad que pudiera presentarse mientras se ocupaba de
sobrevivir huyendo o luchando.
Lo mismo te ocurre. Tus mecanismos de defensa se encuentran en alerta y
tu mente tiende a anticipar cualquier situación que pueda ocurrir. Pero ya
sabes que no te encuentras bajo amenaza, así que todos esos pensamientos
son infundados. Seguro que ya lo sabes: estos pensamientos no son
perjudiciales, lo único que hacen es sostener tu estado ansioso. Pero a
medida que la ansiedad vaya bajando, la preocupación absurda
desaparecerá.
Mientras tanto, haz frente a estas preocupaciones ofreciéndoles respuestas
que las derrumben. “No puedo preocuparme por todo. Es absurdo”. Búrlate
de las preocupaciones adelantadas con frases absurdas como esta: “¿Y si me
cae un meteorito encima cuando camino a casa?”.
Más temprano que tarde dejarán de perturbarte.
2. MIEDO A PERDER EL CONTROL
Después de haber sufrido ataques de pánico, de haber mantenido tu mente
ocupada con pensamientos de catástrofe y haber experimentado toda clase
de extrañas sensaciones, empiezas a temer lo peor: sientes que puedes
perder el control de tu propia mente.
Tal vez te da miedo terminar cometiendo un acto descabellado, como matar
a alguien o chocar tu auto contra una pared. De repente viene a tu cabeza la
idea de que podrías salir y gritar como loco en la calle o salir corriendo sin
ningún motivo.
Surge la nefasta idea de que tal vez termines en el manicomio y que al final
ni tú mismo sabrás quién eres. Cree lo que vamos a decirte: no vas a perder
el control ni vas a parar en el manicomio. No vas a cometer ningún acto
descabellado.
Cuando te sientas así, debes poner tu mente en reposo. Descansa la mente,
no te atormentes con esos temores. Debes entender la razón de esos miedos.
Tú sientes que tu cuerpo está fuera de control. Gracias a las hormonas de
estrés en tu sistema, has estado sufriendo toda clase de sensaciones. Por
ello, crees que la mente también va a escapar de tu control, así como tu
cuerpo está “descontrolado”.
Una manera clara de que sepas que no perderás el control, es revisar lo que
ha ocurrido hasta ahora. Lo más seguro es que hayas experimentado ataques
de pánico, temblores, miedos y toda clase de achaques estando en público.
Pero en esos momentos, nadie a tu alrededor se dio cuenta de que tenías un
problema. Supiste mantener una conducta social adecuada cuando eso te
ocurría. Tuviste el control de tus actos.
Y así seguirás. Repite siempre en tu cabeza: “Yo estoy en control de mi
mente y de mi vida”. Cuando tus niveles de ansiedad bajen, recordarás esta
fase como un chiste.
3. PENSAMIENTOS CATASTRÓFICOS
Dentro de las crisis de ansiedad es muy común que las personas tengan
pensamientos oscuros, catastróficos, como que algo muy malo está por
pasar. Es común preocuparse de más cuando se presentan situaciones que
antes no merecían siquiera un poquito de angustia.
Por ejemplo, pierdes el contacto con un ser querido por unos minutos y de
inmediato empiezas a pensar que algo muy malo le puede haber pasado.
También pueden llegar a tu cabeza pensamientos macabros en ciertas
situaciones. Supón que estás esperando el metro en el andén y de pronto te
imagines lanzándote a los rieles o contra el vagón en movimiento.
Tal vez estás manejando y sientes que puedes sufrir un mortal accidente. O
estás calentando algo en el microondas y piensas que puede explotar.
No hagas caso a estos pensamientos, quítales importancia, desestímalos. No
sirven de nada y son inofensivos. Lo único que hacen es perpetuar tus
miedos, si es que se los permites.
Túmbalos con una respuesta adecuada. “Ya estoy aburrido de todos estos
pensamientos catastróficos y temerosos. No sirven para nada, son falsos,
son irreales”. O algo como esto: “Ansiedad, eres bienvenida. Si te hace más
feliz enviarme esos pensamientos oscuros y catastróficos, hazlo. Ya sé que
no pueden dañarme”. Con el paso del tiempo y la práctica del método,
dejarán de atacarte estas ideas locas. Lo sabemos porque ya estuvimos allí.
4. DEPRESIÓN
Cuando la ansiedad te desespera tanto que caes en un estado de depresión,
lo importante es que no te paralices frente a la tristeza. El agotamiento
físico y mental de una persona con trastorno de ansiedad la hace más
propensa a perder la animosidad.
Al visualizar un presente y un futuro llenos de preocupación y de
incertidumbre, puedes volverte muy vulnerable a caer en estados
depresivos.
Una vez que empieces a poner en práctica el método que te estamos
enseñando y tus niveles de ansiedad empiecen a bajar, te aseguramos que si
habías caído en depresión, podrás salir de ella. Porque vas a ver una luz al
final del túnel.
Siempre debes aplicar los cuatro pasos, y estos también sirven para
enfrentar los sentimientos depresivos y tristes. No dejes de lanzar respuestas
felices, prácticas ingeniosas que derrumben los pensamientos ansiosos y
depresivos. Repite frases e ideas alegres en tu mente o en voz alta.
“Soy feliz, mi vida es plena, tengo el control de ella y cada vez me siento
mejor”. Da igual si sientes que es una falsa afirmación. Convéncete de que
es cierto, al repetirlo una y otra vez.
Debes tener en cuenta que dentro de la crisis de ansiedad, la depresión suele
ser una tristeza falsa. En verdad no hay un motivo real para que te
encuentres así. Anímate.
5. SENSACIÓN DE IRREALIDAD
Muchos coincidirán en que la sensación de irrealidad, después de los
ataques de pánico, es la molestia más difícil de sobrellevar dentro de las
crisis ansiosas.
Debido a una falta de sincronía generada por el estrés, cambia la forma
como percibimos el mundo. Es como si una niebla distorsionara la manera
como tus sentidos perciben la realidad y cómo te percibes a ti mismo.
Algunos la describen como si estuvieran viendo el mundo a través de un
velo.
Esta sensación puede ser recurrente, persistente e incluso permanente. Hay
quienes han pasado días y hasta semanas sumidos en una sensación de
irrealidad. Sabemos lo angustiante que puede ser. Sientes que algo está
desajustado en tu cerebro y no te permite ver las cosas como realmente son,
como si no formaras parte del mundo exterior.
En algún momento te debe haber pasado que estabas interactuando con una
persona cercana a ti, un familiar o un amigo, y de repente sientes como que
te cambian el canal, como que algo se movió y ya no ves a esta persona
como alguien familiar sino que la percibes como alguien ajeno. Miras tu
entorno y te parece que también es ajeno. Te percibes a ti mismo como algo
extraño y ajeno.
Hay dos elementos que disparan este fenómeno. Primero, que estás ansioso,
angustiado, preocupado. Tu química cerebral está alborotada y la hormona
de estrés permanece en tu sistema. Segundo, que, debido a ese cambio
químico, hay un retraso en la transmisión de la información desde tus
sentidos hacia los neurotransmisores de tu cerebro y de tu cuerpo. Hay un
retraso en este proceso y se genera una falta de sincronía entre las
sensaciones y las percepciones.
Es algo parecido a cuando las personas están ebrias o han consumido
marihuana. Estas sustancias las “ralentizan”. Ven todo más lento, diferente.
Pero en esos casos, ellas no reaccionan con temor porque saben que son
esos estimulantes los que los hacen percibir la realidad distorsionada.
En cambio, cuando te llega la sensación, tú no sabes que hay un ligero e
inofensivo retraso en tu percepción y por eso te preocupas pensando que
tienes algún daño cerebral y te mortificas con la idea de estar así para
siempre. Lo más importante es que sepas que la sensación de irrealidad o
despersonalización no te causa más daño que los temores y las
incomodidades que trae consigo.
Lo peor que puedes hacer es prestarle mucha atención. No te resistas y
acéptalo. Déjalo estar. Aplica los cuatro pasos con paciencia. Cuanto más
trates de comprobar de qué forma estás percibiendo las sensaciones y
señales que vienen del mundo exterior o más verifiques cómo te ves a ti
mismo, más te va a engañar tu ansiedad y más va a permanecer en tu
cerebro este pequeño desajuste.
A medida que bajan los niveles de ansiedad y que tu sistema se libere de las
hormonas del estrés, tus sentidos comenzarán enviar la información con la
sincronía de siempre y empezarás a percibir el mundo como siempre lo
hiciste.
No te esfuerces en tratar de quitarte el “velo” que te nubla los sentidos, pues
esto genera mayor angustia y estrés y termina dándole largas a eso de lo que
te quieres deshacer. Olvídalo, no tiene ninguna importancia. Y así como a
los ebrios se les “pasa el efecto”, a ti también se te pasará, en cuanto hayas
conseguido serenidad. Entonces el velo se disipará.
6. INSOMNIO
Qué fácil es sufrir de insomnio cuando atravesamos las crisis ansiosas. Las
preocupaciones y los malestares físicos producen insomnio, el insomnio
produce preocupación y agotamiento físico. Se trata de un terrible círculo
vicioso. Pero este ciclo se puede romper.
Al padecer de insomnio, el dormir se convierte en una obligación que nos
genera estrés. Por eso la idea principal es no forzar el sueño, no sentir
presión por dormir. Solo tienes que dejar que suceda lo que suceda. Cuando
vayas a la cama considéralo como una nueva oportunidad para dormir, no lo
veas como que estás obligado a dormir. Si te acuestas con esa preocupación,
se dispararán tus niveles de ansiedad y más difícil será conciliar el sueño.
Si te mortificas pensando: ¿Y si no logro dormir esta noche? Estaré muy
cansado por la mañana”. Puedes repetir frases como esta: “Me acostaré. Si
logro dormir sería genial, pero si no lo logro, no será el fin del mundo.
Sobreviviré”. No te frustres ni sientas rabia cuando pases la noche en vela,
porque esto aumentará tu estrés cada noche. Tómalo con calma, nadie sufre
de insomnio para siempre.
Reta a tu insomnio diciendo: “Esta noche me quedaré despierto todo lo que
pueda, gracias, insomnio”. Inténtalo, trata de aguantar lo más que puedas.
Lo más probable es que en algún momento caigas dormido.
Recomendaciones contra el insomnio:
- Cuando vayas a la cama no pienses en las actividades que debes cumplir
al día siguiente, limítate a respirar relajadamente.
- Toma un baño caliente con gotas de lavanda u otro aroma relajante antes
de dormir. Te ayudará a relajar los músculos.
- Toma 300 miligramos de magnesio antes de acostarte. Ayuda a mejorar el
sueño y la salud en general.
- Ajusta la temperatura de tu habitación al nivel que te sea más confortable.
- Si tu mente está muy excitada, trata de leer un rato antes de apagar la luz.
- Utiliza una máscara de dormir para cubrir tus ojos. Los ansiosos son más
sensibles a la luz que el resto de las personas.
- Si despiertas en medio de la noche no abandones la cama, pues le darás a
tu cabeza la señal de que ya terminó la hora de dormir. Permanece allí lo
más relajado posible.
- Si estás muy alterado u obsesionado sobre eventos pendientes del día
siguiente, enciende la luz por un momento y toma nota de tus
preocupaciones. De esta forma liberarás energía mental y estrés.
- Consigue en internet videos tutoriales sobre respiración para relajarse.
Estos ejercicios ayudan a conseguir tranquilidad cuando estás tumbado en
la oscuridad.
PARTE 3. CÓMO ENFRENTAR LAS FOBIAS Y
MIEDOS
Durante la crisis de ansiedad es muy común que desarrolles miedos o fobias
a situaciones y actividades particulares que antes te parecían normales, pero
que ahora te atemorizan, por lo que las evitas a toda costa.
Algunas personas pueden empezar a sentir miedo de manejar, de estar en
lugares muy concurridos, de viajar en avión, etcétera. Estos miedos no
aparecen de la noche a la mañana, pero sí pueden dispararse a partir de un
primer hecho que te produjo mucha ansiedad.
Es posible que hayas sufrido tu primer ataque de pánico mientras conducías
tu auto. Entonces poco a poco empiezas a tenerle miedo al hecho de
manejar. Otras personas pueden haber tenido una experiencia desagradable
en un sitio muy concurrido, y cuando debe volver a estar en lugares con
muchas personas, se sienten sumamente ansiosas. Hay quienes estuvieron
siempre acostumbrados a estar solos, pero desde que sufren ansiedad le
tienen miedo a la soledad.
Son muchas las fobias que pueden desarrollarse cuando estás ansioso, pero
aquí vamos a repasar algunas que son muy comunes y veremos qué técnicas
debes utilizar para volver a emprender esas tareas tan natural y
tranquilamente como lo hacías antes.
El aspecto más importante que debes tomar en cuenta si estás padeciendo
de alguna fobia, es que lo único que debes EVITAR a toda costa es la
EVITACIÓN. Los miedos hay que enfrentarlos. Si evitas realizar esa
actividad o estar en ese sitio que te da tanto miedo, estás reforzando el
miedo. Muchas personas ansiosas buscan las excusas más insólitas para
evadir la situación a la que le tienen tanto temor. Se crean una especie de
zona de confort de la que no quieren salir. Si eres uno de ellos, debes saber
esto: una zona de confort de la que no sales nunca, a la larga se convierte en
una prisión. No seas prisionero de tus fobias.
A continuación te presentamos las técnicas que debes poner en práctica para
dejar de ser prisionero de tus miedos. Sí tu fobia no aparece en este
capítulo, no importa. Recuerda que todas las técnicas, métodos y consejos
que aquí aportamos son aplicables a cualquier situación derivada de la
ansiedad en la que te encuentres. Simplemente adapta nuestros consejos a tu
caso.
1. MIEDO A CONDUCIR
Uno de los miedos más comunes entre las personas ansiosas es al hecho de
manejar. Puede ser temor a quedar atrapado dentro del carro cuando el
tráfico está congestionado o miedo a perder el control mientras se está al
volante y ocasionar un accidente fatal.
Hay personas que han pasado años sin conducir un automóvil por estos
temores. Imaginan que pueden sufrir un ataque de pánico o una crisis
ansiosa y que esto podría distraerlos y hacerlos colisionar.
Lo paradójico es que la mayoría de las personas ansiosas suelen ser más
cautelosas cuando manejan su auto que el resto de los conductores. Esto es
precisamente porque los ansiosos tienen altos niveles de alerta sensorial, es
decir, están mucho más pendientes de lo que ocurre a su alrededor y sus
sentidos tienen mayor capacidad para captar todo mientras están
manejando. Entonces, el primer punto que tienes que entender es que si
siempre fuiste un buen conductor, el hecho de que ahora estés ansioso no te
convierte en un mal conductor, y si alguna vez tuviste un accidente, eso
tampoco significa que vayas a tener otro. Deja de preocuparte por eso.
La otra situación que mencionamos es el terror a quedarse atrapados en
medio del tráfico, a que no haya forma de escapar. En este caso, lo más
importante que debes tener en cuenta es que al fin y al cabo el tráfico va a
terminar fluyendo. No quedará paralizado eternamente y siempre habrá una
salida.
La primera tarea que debes emprender para eliminar para siempre la fobia a
manejar es tomar el volante. Puedes empezar con una ruta muy corta y
tranquila, por ejemplo en un estacionamiento o en una calle poco transitada
un día domingo. Todo va a depender del grado de temor que te produzca la
conducción. Seguramente cuando empieces a manejar aparecerán los
síntomas de ansiedad y de pánico, y a tu cabeza llegarán las consabidas
preguntas ansiosas.
“¿Qué pasaría si sufro un ataque mientras conduzco y me hace chocar?”. O
tal vez... ¿Qué pasaría si hay una avería en mi auto y quedo varado lejos de
casa?”. Podrías responder algo así como: “Y qué. Si sufro un ataque de
pánico, ya sé cómo enfrentarlo”. También puedes decirte: “Si mi auto queda
varado, llamaré a un mecánico o una grúa para que me auxilie”.
Ve lo más lejos que puedas, cada vez. Si sientes señales de pánico, de alerta
o tienes pensamientos ansiosos, igual continúa tu camino. Derrumba esas
ideas fatalistas con respuestas adecuadas. Permite a la ansiedad que te envíe
todas las sensaciones que desee y acéptalas. Si no te resistes a esta
excitación nerviosa mientras estás manejando, la alteración va a ir bajando
sus niveles, porque al fin y al cabo no va a ocurrir nada, no vas a chocar y
tal vez ni siquiera tengas un ataque de pánico. Ya a estas alturas lo sabes
enfrentar. En caso de que te sientas mareado y débil, puedes detener el auto
por unos minutos hasta estabilizarte y luego continuar.
Sigue cumpliendo con los cuatro pasos. Presta atención a todo lo que haces
mientras manejas. Mira a los demás automóviles, toma el control de lo que
estás haciendo y deja de dar importancia a los sentimientos y señales
ansiosas que puedas estar experimentando. Recuerda que el objetivo no es
que elimines esas sensaciones, sino que no les tengas miedo.
Importante: Si no sientes señales de ansiedad mientras estás conduciendo,
es probable que no estés saliendo de tu zona de confort. Trata de ir lo más
lejos que puedas cada vez que practiques. Las primeras veces puedes ir
acompañado de otra persona si así lo deseas, pero después debes intentarlo
tú solo. Rétate a ti mismo llevándote hasta el punto en que empieces a sentir
síntomas de ansiedad, porque el objetivo de esta práctica es que seas capaz
de ir al volante aunque experimentes sensaciones ansiosas. Es la única
forma de superarlo.
Una herramienta que puedes utilizar para ayudarte y hacer más agradable
este proceso es cantar. Añade música al Paso 3, emociónate cantando tus
canciones favoritas para que te sientas más a gusto y liberes energía.
Cumple los cuatro pasos hasta el final. Haz esta práctica hasta que sientas
que puedes manejar sin importar que aparezcan síntomas ansiosos. ¡Tú
puedes!

2. MIEDO A SITUACIONES DE LAS QUE “NO
SE PUEDE ESCAPAR”
En esta parte nos referiremos a la fobia a quedar atrapados. Hay dos tipos
de situaciones: aquellas de las que se puede salir, pero que estaría “mal
visto” socialmente si huyeras (por ejemplo, reuniones de trabajo, misas,
filas para pagar en el supermercado, cines, teatros), y aquellas en las que
obligatoriamente debes esperar para poder salir (subir o bajar en el
ascensor, viajar en el metro o en un autobús, volar en avión).
Ahora vamos a tratar solo el primer caso, es decir, cuando estás
“socialmente atrapado”. El verdadero temor en este tipo de situaciones no
es exactamente el hecho de que quedes atorado, sino la vergüenza o estrés
social que implicaría el “escapar” de ese sitio, ya que realmente no estás
obligado a permanecer allí y nadie te tiene prisionero. Puedes abandonar el
lugar si así lo deseas, pero esto significaría una conducta “reprobable”
socialmente, por lo que sientes presión social y estrés.
Empiezas a hacer preguntas como: “¿Qué pensarán los demás si no aguanto
y me voy de la reunión de repente?”. Debes responder adecuadamente: “¡Y
qué! Si quiero digo cualquier excusa y salgo, pues nadie me tiene
encadenado aquí”. Este tipo de respuestas no están dándote una excusa para
evitar estar en esos aprietos o huir de ellos, sino que evitan generar más
ansiedad y temores sin un motivo justificado.
Para trabajar este problema, pongamos el siguiente ejemplo. Imagina que
estás en el salón de belleza o con el barbero. Sabes que debes permanecer
sentado en esa silla mientras dure el servicio que te están haciendo, y eso te
genera estrés y ansiedad.
Además de responder de manera adecuada a tus preguntas ansiosas, debes
aceptar todas las señales que la adrenalina produzca en tu cuerpo. Aplaca la
angustia diciendo internamente: “Si siento que debo salir de aquí, le diré al
estilista que me disculpe un minuto para estirar las piernas. Qué importa lo
que piense”. Si al cabo de unos minutos la adrenalina empieza a
alborotarse, no te resistas a las sensaciones que produzca. Tampoco debes
mortificarte por si la persona que está arreglando tu cabello se da cuenta de
que algo te pasa. Realmente no tiene importancia. Solo deja que pase el
tiempo mientras aplicas los dos primeros pasos. Si ves que estás agitándote,
entonces es hora de emocionarte y “correr” internamente al ritmo de tu
ansiedad.
Puedes cerrar los ojos y burlarte mentalmente de la situación y de tus
temores, imaginando que te levantas y bailas con todos los que están en el
lugar. O cualquier otra idea divertida que se te ocurra. Mientras va bajando
la intensidad, procura ocuparte en el paso cuatro, leyendo una revista o
conversando con tu estilista. Lo importante es que el proceso siga su curso
sin que te paralices ni escapes. La próxima vez será mucho más fácil.
3. MIEDO A QUEDAR FÍSICAMENTE
ATRAPADO
Pero... ¿Y si en verdad estás físicamente atrapado? Si tienes que volar en
avión, hacer un viaje largo por carretera, subir y bajar en elevador desde
pisos altos, debes esperar al final del trayecto para “salir” de eso. Este es
uno de los mayores temores de los ansiosos.
Enfoquemos esta parte con el ejemplo de viajar en avión. En este caso no es
que puedas dar una excusa y escapar. Obligatoriamente debes esperar para
salir de allí. Debemos aclarar que aquí no nos referimos al miedo a sufrir un
accidente aéreo, sino al ataque de pánico por el hecho de estar atrapado
dentro del avión.
Lo primero que debes hacer es planificar bien tu viaje. Si viajar en avión ya
de por sí te pone nervioso, ansioso y estresado, no agregues más leña al
fuego dejando todo para última hora. Evita correr en el aeropuerto e iniciar
el vuelo con sobresaltos. Además, descansa muy bien y duerme lo
suficiente durante la noche o las horas previas a tu viaje.
De esta forma no estarás fatigado, lo cual sería contraproducente, pues la
fatiga física y mental contribuiría a disparar tu ansiedad durante el vuelo.
Anticipa cómo trasladarte al aeropuerto con tiempo suficiente. Empaca tus
maletas con calma. Los momentos previos al viaje deben ser lo más
relajados posibles.
Una vez que abordes el avión seguramente comenzarán las sensaciones
ansiosas. No te resistas a ellas. Es más, debes viajar esperando y sabiendo
que las alertas se encenderán, no debe ser una sorpresa para ti. El momento
del despegue suele ser el más estresante para la mayoría de los viajeros.
Durante ese momento repite internamente: “Estoy emocionado de viajar en
avión, me siento ilusionado por volar”. Repítelo y en verdad emociónate,
volar es realmente emocionante.
Cuando tu cabeza se inunde de pensamientos angustiantes y te preguntes si
vendrá un ataque de pánico o una intensa crisis de ansiedad mientras estás
“atrapado” en el avión, debes responderte: “Solo va a ser incómodo y
desagradable, pero no me va a matar y al final desaparecerá”.
Si te viene a la mente alguna preocupación por posibles turbulencias,
responde así: “No importa. Si hay una turbulencia, pensaré que voy en una
montaña rusa. Además, los aviones son vehículos muy seguros y los pilotos
están preparados para eso y es algo habitual”.
Al dispararse las sensaciones ansiosas, acéptalas con el conocimiento de
que no pueden hacerte daño. Si la adrenalina sube tanto que te amenaza con
un ataque de pánico, piensa esto: “Allí estás, pánico. Esperaba que te
presentaras durante el vuelo. Bienvenido”. Entonces debes emocionarte,
exigirle más a tu ansiedad, pedir que te mande todas las señales que desee.
Sabemos que no es fácil poner en práctica estas recomendaciones mientras
estás estresado durante un vuelo.
Sabemos que hay muchas hormonas de estrés en tu sistema, pero mientras
más te emociones y más le exijas al pánico en medio del vuelo, más
confiado en ti mismo te sentirás, porque tú tendrás el poder y el control
sobre tu ansiedad.
Si se trata de un viaje largo, las oleadas de adrenalina irán y vendrán varias
veces. A medida que vayas enfrentando los ataques y siguiendo los cuatro
pasos, irás recobrando la confianza, de manera que en el ataque siguiente
tus miedos serán menores que en el anterior.
Cuando bajen los niveles de ansiedad, presta tu atención a algo importante o
interesante, ocúpate con algo. Puedes leer algún libro o revista, ver una
película, escuchar música relajante. La idea es que continúes como si nada
pasara.
Cuando finalice el viaje te sentirás realizado y estarás mejor preparado para
la próxima vez que debas abordar un avión, pues tu cerebro habrá
comprendido que tampoco debe tenerle miedo a los ataques de pánico
durante los vuelos y que aunque hayas de alguna manera estado
“físicamente atrapado”, esto no duró para siempre y llegaste a tu destino.

4. MIEDO A HABLAR EN PÚBLICO
Cuando decimos hablar en público no nos referimos solamente a hablar en
un auditorio ante un gran número de personas, sino a cualquier situación en
la que debas expresar oralmente tus ideas para un grupo.
Puede ser una reunión laboral, la presentación de un proyecto estudiantil,
una entrevista de trabajo. Este tipo de situación puede poner muy nerviosa a
una persona con ansiedad, pues le llena de temor sufrir un ataque durante el
discurso. Puedes estresarte al pensar que tus espectadores noten que estás
nervioso y piensen mal de ti. O que tus nervios entorpezcan tu forma de
hablar.
Seguro te preguntas cómo aplicar los cuatro pasos de nuestro método
mientras estás hablando frente a otras personas, sin tener tiempo ni espacio
para mentalizarte, como en otras situaciones que hemos tratado
anteriormente.
La primera recomendación es que prepares previamente una serie de
preguntas ansiosas que podrían atacarte durante el evento y les des las
respuestas pertinentes. De esta forma, antes del momento del discurso, ya
tendrás en tu cabeza las respuestas que derrumben tus pensamientos
caóticos.
Haz una lista de posibles preguntas y respuestas. Por ejemplo:
“¿Y si me da un ataque de pánico mientras todos me miran?”. “No importa.
No lo notarán porque utilizaré esa energía para darle énfasis a mis
palabras”.
“¿Y si notan que estoy nervioso?”. “Y qué... Ellos alguna vez habrán estado
tan nerviosos como yo y saben cómo es”. “¿Y si me quedo en blanco y
olvido lo que debo decir?”. “Eso no pasará. Mi mente está alerta y muy
despierta y tendrá toda la información a la mano”.
En este caso, la variación en los pasos es que la aceptación debe ser previa
al momento del discurso. Cuando llegues al lugar de tu presentación debes
hacerlo aceptando y sabiendo que vas a estar ansioso. De esta manera no se
disparará la ansiedad justo al momento de iniciar tus palabras, sino que ya
estarás preparado para sentirte nervioso. No trates de mantener la calma y la
compostura. No te resistas. El esfuerzo para tratar de tranquilizarte te hará
sentir aun más excitado y angustiado.
Cuando aparezcan las sensaciones de ansiedad, déjalas fluir. Con el paso de
algunos segundos todo comenzará a calmarse y te sentirás más cómodo. Si
tienes un nudo en la garganta y tú corazón late muy rápido o sientes que se
te puede quebrar la voz, utiliza esa energía de otra forma.
Canaliza las sensaciones para avivar tu discurso. Piensa que si estuvieras
demasiado tranquilo y relajado, podrías parecer aburrido. Si transformas el
nerviosismo y hablas con emoción y con énfasis, te verás más convencido
de lo que estás diciendo y harás más interesante el momento. Gesticula con
los brazos, camina y desplázate, no mires a una misma persona durante
mucho rato.
Muévete. De esa forma liberas energía.
Esta canalización permitirá que tu energía se exteriorice como parte de tu
discurso en vez de quedar atrapada dentro de ti atacando tu estómago o
haciéndote sudar y temblar. Si mientras hablas los niveles de tus señales de
alerta se vuelven demasiado altos, muévete con ellas.
Corre con las sensaciones. Durante las breves pausas entre oración y
oración, aúpate internamente con pensamientos “flash” tipo: “¡Vamos!” o
“¡Sigue así!”. Aunque sientas que no puedes continuar, hazlo. ¡Sí puedes!
Presiona internamente a tu ansiedad, pídele más (internamente) aunque sea
durante fracciones de segundo.
Seguirle el ritmo a la ansiedad y a los temores, continuar hablando, dejar
fluir la energía, desplazarte. Todos estos elementos lograrán, antes de que te
des cuenta, irte relajando poco a poco.
Te debe parecer difícil manejar todas estas herramientas al mismo tiempo
que hablas. Entiende que cada pensamiento interno lo debes manejar en
fracciones de segundo. Siempre hay un momento para hacer esto. Créenos,
tu mente está en capacidad de tener varios pensamientos sobre temas
distintos a la vez que hablas.
Si prestas atención, verás que mientras hablas y miras a alguien, al mismo
tiempo te puedes estar preguntando qué percepción tiene esa persona sobre
ti o haces algún “comentario” mental sobre sus características físicas.
Mientras estás hablando, quizás te preguntas si el compañero de la esquina
se está durmiendo o está distraído. En vez de enfocar tu mente en esos
detalles, piensa en las respuestas que te ayudan a fluir junto a la ansiedad y
a mejorar tu presentación.
No temas olvidar lo que debes decir o a quedar “colgado”. Tu mente
ansiosa está en actividad constante y tendrá siempre una salida o una
conexión a otra idea nueva. Estás en alerta y los pensamientos son más
fluidos, por lo que tienes mayor capacidad de respuesta. Cuando menos lo
pienses, tu mensaje ya habrá acabado y todo quedará atrás. Ten confianza
en ti mismo.
5. MIEDO A LOS MÉDICOS O A TOMARSE
LA PRESIÓN
Los altos niveles de ansiedad hacen que algunas personas se obsesionen
con su corazón. Cuando deben acudir al médico, se sienten muy
angustiados. Si es tu caso, tal vez haya ocurrido que cuando miden tu
presión arterial esta se encuentra elevada. Probablemente sea el llamado
“síndrome de la bata blanca”, y es simplemente eso, presión arterial elevada
debido a la ansiedad por consultar al médico.
La recomendación en estos casos es que le expliques al especialista que
estás pasando por una crisis ansiosa y que necesitas relajarte antes de hacer
la medición.
Generalmente, el simple hecho de compartir esa información con el
especialista te ayuda a liberar energías y a estar más relajado. Incluso,
puedes comentar a tu médico sobre el método de los cuatro pasos. Los
doctores siempre se interesan en estos temas. Al amenizar perderás miedo a
la figura del médico y seguramente logren hacer una lectura precisa de tu
presión arterial.
6. HIPOCONDRÍA Y MIEDO A MORIR
Las personas hipocondriacas suelen sufrir de ansiedad, pero también puede
pasar que una persona ansiosa que experimenta muchos “síntomas
extraños” empiece a parecer hipocondría.
La hipocondría es un trastorno que te lleva a sentir un miedo desmedido a
las enfermedades y a pensar que cualquier mínima sensación o cambio
físico es indicio de una enfermedad. Los hipocondríacos generalmente se
examinan con el médico una y otra vez para comprobar que no tienen nada.
Sin embargo, siguen temiendo que hay algo que los doctores no han podido
diagnosticar.
Es común que si sufres de ansiedad te vuelvas un poco hipocondríaco e
incluso que empieces a temerle a la muerte. Te abruman pensamientos
ansiosos como: “¿Por qué me duele la cabeza y me hormiguean los dedos?
¿Será un tumor en el cerebro?”. Podrías responder: “Si cada vez que siento
algo extraño significa que tengo un tumor, entonces soy el enfermo más
resistente del mundo”.
Pensar tanto en enfermedades y síntomas te puede llevar a tener un miedo
mayor que el natural a morir. “¿Y si me da un infarto mientras duermo y
muero?”. Puedes decirte: “Bueno, al menos no me voy a dar cuenta”. O: “Y
qué, nadie se muere sino el día que le toca. Mientras tanto, disfrutaré de mi
vida”.
Olvida las enfermedades. Todo lo que sientes es producto del exceso de
hormonas de estrés. Deja que las sensaciones vengan y vayan. A medida
que pase el tiempo y veas que no “terminas de enfermar”, acabarás
desestimando esos temores. Respecto al terror a morir, debes saber que la
muerte es algo inevitable. Y tú no puedes controlarlo. Sigue con tu vida sin
preocuparte por algo que no está en tus manos.
Importante: Evita a toda costa buscar en internet información sobre los
diferentes “síntomas” que se presenten. Los resultados te harán asustar más,
porque casi cualquier sensación que aparezca, será parecida al síntoma de
una enfermedad “real”. No alimentes tus temores con material irrelevante
que no te ayuda en nada.
PARTE 4. RECOMENDACIONES PARA
FORTALECER TU RECUPERACIÓN Y
EVITAR RECAÍDAS
Estás cerca de terminar el viaje que emprendiste junto a nosotros. Si has
seguido nuestros pasos y técnicas debes sentirte mucho más aliviado que
cuando iniciaste la lectura del libro. Sabemos que la recuperación no es tan
fácil y que no se dará de un día para el otro y entendemos que cada caso en
particular debe tomarse el tiempo que necesite. Pero también sabemos que
podemos confiar en que tienes la capacidad de recuperarte y que si llegaste
hasta aquí, es seguro que has progresado.
Para seguir trazando tu buen camino, en este capítulo breve te daremos una
serie de recomendaciones y herramientas que debes utilizar para reforzar
todo lo que te hemos enseñado hasta ahora.
RECOMENDACIONES
1. Cumple con los cuatro pasos para cada situación, pero no seas rígido.
Adapta las técnicas a tu propia personalidad y dale un enfoque divertido al
método. Juega con los pasos, imprímele humor a tu sanación.
2. Da “pasos de bebé”. No trates de ir demasiado rápido. No hagas los
cambios bruscamente. Recuerda que siempre el más importante de todos es
el primer paso. Si logras un primer paso, los demás se te harán más fáciles.
3. Busca una persona que te apoye. Si al principio te sientes incapacitado
para enfrentar tu ansiedad por ti mismo o para salir a solas de tu zona de
confort, puedes buscar una persona de tu confianza para que te apoye y te
dé ánimos a seguir adelante. Puede ser tu pareja, un amigo, un terapeuta. De
esta forma te sentirás más cómodo, pero recuerda que no debes
acostumbrarte a tener una muleta todo el tiempo contigo. Más temprano que
tarde debes hacerlo por ti mismo.
4. No te frustres si sientes que no estás obteniendo resultados tan rápido
como quisieras. La práctica continua y repetida del método finalmente te
llevará a la recuperación. No lo fuerces ni te impacientes. La impaciencia
genera ansiedad, debes tomarlo con calma.
5. No seas duro contigo mismo. No te culpes ni te avergüences por
atravesar este difícil momento. Estás demostrando que eres fuerte y que
dentro de ti hay un poder que no sabías que estaba allí. Utiliza esta
experiencia para sentirte fortalecido. Superar la ansiedad no es de débiles.
6. Suelta las muletas. Con esto nos referimos a aquellas acciones, personas
u objetos sin los cuales no te sientes del todo seguro. Por ejemplo: salir
siempre acompañado; llevar calmantes por si te sientes ansioso; llamadas o
mensajes a alguien que te dé sensación de seguridad; salir a toda costa con
tu celular por si hay una emergencia; chequeos médicos repetitivos para
comprobar que no estás enfermo. Al principio son útiles para ir saliendo de
la zona de confort, pero debe llegar un momento en el que renuncies a ellos
y aprendas a aceptar que tú mismo eres suficiente para brindarte la
seguridad que necesitas.
7. Ama, perdona, agradece. Libérate de rencores y culpas. Estos dos
últimos sentimientos pesan mucho y quitan tranquilidad, y tú necesitas
tranquilidad. En cambio, perdonar te quita peso de encima y te ayuda a vivir
más relajadamente.
8. Cuando estés apurado, haz las cosas con más calma de lo habitual. El
apuro te puede hacer torpe, y los resultados de la torpeza generan estrés.
Cuando tengas prisa, haz las cosas con más cuidado y así lo resolverás más
rápido y sin errores. Es una práctica anti estrés muy efectiva.
9. Bebe mucha agua. Aunque no lo creas, el agua impulsa el potencial de
tu recuperación. No solo extingue la sed, beber agua también reduce
significativamente los niveles de ansiedad. La mayoría de las funciones del
cuerpo están relacionadas con el eficiente flujo de agua a través de nuestro
sistema.
Es por medio del agua que se transportan las hormonas, nutrientes y
sustancias químicas a través de nuestro cuerpo para sus funciones vitales.
Está comprobado que si estás mal hidratado, con un leve déficit de solo dos
vasos de agua, se disparan los niveles de cortisol, que es una de las
hormonas del estrés.
Procura consumir 8 vasos de agua diarios, no uno detrás del otro sino
administrados a lo largo del día.
10. Cuida lo que comes. Los síntomas de los ataques de pánico y ansiedad
se parecen a los síntomas de niveles bajos de azúcar en la sangre. Por ello,
para las personas ansiosas es recomendable mantener una dieta de bajo
índice glucémico, es decir, alimentos que mantengan constantes los niveles
de azúcar en la sangre.
Debes eliminar los alimentos altos en azúcar como chocolates, tortas,
dulces, postres, refrescos y helados. No se trata de que te tortures
eliminando todo lo que te gusta, sino tratar de equilibrarte. Incluye muchos
vegetales que ayuden a purificar tu sistema.
11. Evita el café y el licor. La cafeína y el alcohol son sustancias
estimulantes y pueden producir en ti sensaciones similares a las que desatan
tus hormonas del estrés. Evítalos lo más que puedas. Si eres asiduo bebedor
de café, limita su consumo solo para las mañanas. En cuanto al alcohol,
nunca lo ingieras en exceso. El alcohol es más difícil de eliminar de tu
sistema y su abuso puede disparar los niveles de ansiedad.
12. Haz ejercicio. Mueve el cuerpo. No encontrarás una “píldora” anti
depresión y anti ansiedad más efectiva que esta. Ejercitarte no solo es
beneficioso para el cuerpo, sino también curativo para tu mente. Libera
dopamina, serotonina y noradrenalina, que son los neurotransmisores
encargados de regular los estados de ánimo. Está científicamente
comprobado.
Realiza la disciplina que más te guste o que esté más a tu alcance. Recuerda
siempre consultar al médico antes de hacer ejercicios intensos.
13. ¡Ríe! La risa es una herramienta efectiva para romper los estados
ansiosos. También está comprobado científicamente. Reír libera las
hormonas de la “felicidad” y reduce los índices de las hormonas del estrés.
Reduce la presión arterial, aumenta el flujo sanguíneo, te ayuda a resistir el
dolor, oxigena y estimula el corazón, los pulmones y los músculos. Busca
actividades divertidas, júntate con personas alegres y jocosas, mira shows o
películas de comedia.
14. Para complementar el punto anterior, aléjate de los noticieros
estresantes y de las personas pesimistas y negativas que solo ven el lado
oscuro de las cosas. Y si no puedes evitar a ciertas personas con estas
características, no te contagies de su mal genio y sus actitudes derrotistas.
Busca siempre el lado positivo para todo.
16. Impulsa el potencial de tu recuperación de la ansiedad a través de
ejercicios guiados de respiración y relajación. Practícalos a diario. Una
de las principales causas de las señales ansiosas es la mala respiración.
Es muy importante que apliques las técnicas de relajación incluidas en el
material complementario.
Si no lo has visto aun, solo ingresa tus datos en esta página para acceder:
www.alcanzatussuenos.com/ansiedad
Si no tienes el tiempo o la disposición de acudir a sesiones de meditación,
de yoga o cualquier disciplina que te ayude con este punto, siéntete libre de
buscar videos tutoriales en internet. Hay una gran abundancia de material al
respecto.
Escoge los que te parezcan más confiables.
Estos ejercicios proporcionan confort, reducen las tensiones y te relajan. Si
lo haces con disciplina, al cabo de unas semanas tu cuerpo habrá aprendido
a mantenerse en una sintonía diferente.
17. Limpia tu sistema de ansiolíticos. Si has acudido al psiquiatra o al
psicólogo y te han recetado fármacos para sobrellevar la ansiedad, debes
tener en cuenta esto: No existen pastillas mágicas contra las perturbaciones
nerviosas. Si sigues los pasos de este método, todo funcionará mejor si
liberas tu cerebro de esas sustancias que a veces producen más daño que
beneficio y que pueden mantenerte en un estado de letargo. Pero hazlo de la
manera correcta: Pídele a tu médico que reduzca gradualmente las dosis,
hasta eliminar por completo la ingesta de fármacos. Nunca detengas
repentinamente la administración de las pastillas ansiolíticas porque puedes
sufrir síndrome de abstinencia. Esta limpieza es progresiva.
CONCLUSIONES Y MENSAJE FINAL
Luego de recorrer el camino junto a nosotros, ya debes haberte dado cuenta
de algo muy importante: has sido tú, y solamente tú, quien te ha salvado.
Has sido tú quien te ha llevado a la salida del laberinto. El libro solamente
ha sido una guía, pero el poder y el control todo el tiempo han estado allí,
dentro de ti. Nosotros solo te dimos un empujón.
Estar consciente de eso es una revelación de toda la energía liberadora que
llevas contigo. Y esta fuerza interior te ayudará a lo largo de toda tu vida.
Aprovecha esta oportunidad. Fíjate que el último paso del método es la
“ocupación”. Ocúpate de tu vida. La vida continúa, sin importar qué.
Pero ya cumplimos nuestro objetivo: ayudarte a quitarte de encima el temor
y la amenaza bajo los que vivías hasta hace poco. Esa es la finalidad de este
libro. Liberarte, al igual que lo hicimos nosotros.
Queremos que de ahora en adelante tengas una visión de la vida y una
actitud más optimistas. Y que no decaigas si en algún momento sientes que
flaqueas. Ya sabes que cuentas con los cuatro pasos que te liberan
efectivamente de los temores. Sigue confiando en ti, más aún ahora que eres
más fuerte que antes.
Recuerda que tu recuperación no consiste en eliminar esas sensaciones que
tanto terror te infundían, sino que ahora esas sensaciones no representan
ninguna amenaza para ti, por lo que vuelves a vivir la vida estén o no estén
ahí.
Probablemente, cuando leas estas líneas te sientas un poco escéptico, quizás
aún no estés completamente limpio de miedos, pero si continúas
practicando como hasta ahora, todas esas sensaciones pasarán tan
inadvertidas que finalmente se desvanecerán.
Te prometemos que cualquier día de estos despertarás con la sensación de
que el manto de la ansiedad ya no te arropa como antes y que, con el paso
del tiempo, dejará de cubrirte del todo y volverás a ser el mismo de antes,
aunque eso sí, más fuerte.
Ahora tu arma más valiosa es la confianza en ti mismo. Confía en ti. Relee
el libro cuantas veces lo necesites para atar cabos sueltos y comprender con
más serenidad las ideas.
Asimismo me gustaría hacerte una recomendación:
Recientemente he publicado mi nuevo libro titulado “Mindfulness en
Español, Descongestiona tu mente”.
La práctica de Mindfulness ha demostrado clínicamente que reduce la
ansiedad, el estrés y mejora el estado de ánimo. Es un excelente
complemento a este libro si quieres maximizar los resultados o como
terapia de mantenimiento.
También recuerda utilizar el material complementario de este libro entrando
en:
www.alcanzatussuenos.com/ansiedad
Donde tendrás acceso a meditaciones, actualizaciones de este material y
otros recursos para ayudarte a conseguir la paz mental que tanto deseas.
Ayudar a otros siempre es positivo. Si sabes de alguien que necesita de
ayuda porque está sufriendo de ansiedad o ataques de pánico, puedes
recomendarle este libro. Quizás compartir experiencias con este “colega” te
haga sentir mejor y te llene de satisfacción saber que fuiste de utilidad para
alguien que pasa por lo mismo que tú pasaste.
Y algo que no debes olvidar: el tiempo es el recurso más valioso. No lo
desperdicies con la ansiedad.
¡Sé feliz y libre!
Por último, te agradecería mucho si pudieras dejar un comentario positivo
sobre este libro en la plataforma donde lo adquiriste, ya que eso ayudará a
que otras personas lo puedan recibir.
¡Gracias!
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