Primer Oscar para un papel no hablado en inglés, además. Las dos mujeres del título, una madre y su hija adolescente, huyen de Roma para evitar el caos que los alemanes han instalado en la capital. Su viaje va a estar lleno de peligros y de momentos tremendos, pero también encontrarán en el camino buenas gentes, comprometidas y valientes que harán que no pierdan la esperanza en que habrá un futuro mejor.
La Loren sobrevuela la película con las alas desplegadas.La historia de “Dos mujeres” se inicia cuando ese genio de la literatura italiana y universal llamado Alberto Moravia consiguió el que sería quizá el mayor éxito de su carrera: “La Ciociaria”. Allí fue evacuado junto con su esposa durante los peligrosos días de la segunda guerra mundial y utilizó las terribles experiencias observadas y vividas, para llenar la vida la historia de una madre y una hija a las que las circunstancias del conflicto obligan a huir de la capital, intentando buscar refugio en la aldea de la que proceden y de la que la mayor salió años antes para abrase un futuro en la capital.
Nada va a ser lo esperado; dormirán hacinadas entre chinches, tendrán que buscar alimento para sobrevivir viéndose obligadas a afrontar situaciones desesperadas. Habrá algún momento para la alegría y la esperanza, pero serán los menos. El peligro y la tragedia tienen a todos en vilo pero a ellas mucho más, por las razones habituales y los causantes pueden ser de un bando o de otro; al final se hace difícil distinguirlos. La película muestra como los ideales se desvanecen ante el frío, el hambre y el miedo.
El productor Carlo Ponti, pareja de Sophia Loren, vio claro que, aparte del interés del proyecto, había un papel excepcional para la actriz con la que compartía su vida: el de la hija de mirada inocente que no sale de su asombro ante la desolación que contempla alrededor. Le ofreció el papel de madre a la gran Anna Magnani, pero no consiguió convencerla. La veterana actriz no se veía al lado de una Loren de 26 años, mucho más alta que ella, mucho más joven que ella y mucho más bella.
Probablemente se equivocó – y espantó a George Cukor con su negativa, al que se le ofreció la dirección -, pero rápidamente se rebajaron las edades de los personajes y Sophia encarnó a la madre y Eleonora Brown una niña de 13 años sin experiencia, a la pequeña: ambas se llevaron tan bien que aun hoy mantienen en el contacto. Y se contrató a Vittorio de Sica para la dirección, teniendo en cuenta su estatus dentro del surrealismo, su compromiso y su capacidad para trabajar con actores noveles. Aunque a veces se le iba la mano. Para hacer llorar a la niña en una toma, le dijo que sun padres habían tenido un accidente y estaban en el hospital.
Como Rosellini, Vittorio de Sica provenía de una familia acomodada, y gracias a su empeño personal, y a su apostura latina, logró hacer carrera actor y director teatral en la Roma de los años treinta, pasando después al cine donde continuó perseverando en ambas facetas. Como cineasta, desde el principio dejó muy claros su intención y su compromiso. Cuando en 1944 rodó “La puerta del cielo” y, con 300 extras judíos que el régimen de Mussolini le había facilitado, alargó la filmación varias semanas con las más absurdas excusas, esperando a que llegaran los aliados para liberar el país. Salvó todas aquellas vidas en medio de un drama humano de auténtico alcance. Su eterna sonrisa y sus buenas maneras eran buenos cortafuegos cuando hacía falta.
Si como director, películas como “Ladrón de bicicletas” o “Dos mujeres” le granjearon un enorme prestigio internacional, como actor siempre fue solvente, aunque quizá algo más peregrino.
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