como si tuvieran un peso o una banda haciendo presión en su pecho. Otros
dicen que sienten como si alguien les estuviera apretando el cuello.
La opresión en el pecho y la garganta son ocasionadas tanto por una
inadecuada respiración como por problemas digestivos derivados del estrés.
Si estás ansioso, los nervios tienden a “agarrarte” por el estómago. El estrés
puede ocasionarte reflujos o malas digestiones. Esto produce el riego de que
haya químicos en tu aparato digestivo.
Estas sustancias tocan los nervios que hay en esa área, y estos a su vez
lanzan señales de dolor o incomodidad, que luego se irradian y se perciben
como “dolor” u opresión en el pecho si ocurre en el estómago, y en caso de
que sea en el esófago, como opresión en la garganta. Cuando te ocurre esto,
tiendes a pensar que te estás ahogando o que hay algo malo con tu corazón.
Pero no es más que el sistema digestivo enviando respuestas a los niveles de
estrés que le inyectas.
Te podrías preguntar...
“¿Y si me da un ataque cardíaco?
¿Y si tengo una enfermedad en el corazón?
¿Qué pasaría si se me cierra tanto la garganta que me ahogo?”.
Respuesta: “Y qué... Nada me ha pasado hasta ahora cuando he tenido esta
sensación. No es mi corazón ni me voy a asfixiar. Solo es mi estómago”.
A continuación, acepta las sensaciones y deja que estén allí... Al fin y al
cabo no te harán nada. Puedes incluso ridiculizar, en el Paso 2, la visión que
tienes de esas sensaciones. Llegará un punto en el que dejen de ser tan
incómodas. Solo búrlate de ellas. Si les restas importancia, dejarás de estar
tan tenso y ellas irán desapareciendo.
No te paralices creyendo que se te cerrará del todo la garganta o que tienes
un infarto. Continúa con tu vida. Mañana seguirás estando allí y lo más
probable es que ya no te sientas así.
QUÉ HACER ANTE LA SENSACIÓN DE
AHOGO E HIPERVENTILACIÓN
Las personas estresadas y ansiosas respiran mal. Su respiración es
superficial. Tal vez no te das cuenta, pero cuando estás ansioso, respiras
más rápido tomando aire con más frecuencia que una persona relajada. Esto
hace que tu cerebro se llene de más oxígeno del que necesita y ocasiona un
desbalance entre el oxígeno y el dióxido de carbono en tu sangre y en tu
cerebro.
Ese desajuste enciende las ya conocidas alarmas y toda clase de sensaciones
empiezan a molestarte. Sientes como que los pulmones no te están
proporcionando el oxígeno que necesitas, aunque es todo lo contrario, estás
llenando tu cerebro de más oxígeno del que necesita.
Este tipo de sensaciones hace que te mantengas comprobando la forma
como respiras. Cuando tienes una respiración ansiosa puedes incluso llegar
a hiperventilar, es decir, que tu respiración sea tan corta y tan rápida que ese
desbalance del que te hablamos es mucho más violento y terminas
estresándote aún más.
Pero insistimos, eso no te va a matar. Solo tienes que aprender a respirar
correctamente.
Mientras tanto aplica el Paso 1 de inmediato cuando lleguen a tu cabeza los
pensamientos. “¿Qué pasaría si... me desmayo por falta de oxígeno o si
llega un punto en el que ya no puedo respirar?”. No dejes que esto te
preocupe. Podrías pasar horas y horas temiendo no poder respirar, pero
créenos, siempre terminarás respirando.
La respuesta correcta debe ser algo así: “¡Y qué! Todas las veces que he
hiperventilado no me he desmayado. Y si me desmayo alguien me recogerá
o simplemente volveré a levantarme”. Además, debes entender lo siguiente:
no importa cuánto lo intentes, no vas a dejar de respirar.
La respiración no es voluntaria, por más que trates de aguantarla, no vas a
lograrlo. Siempre terminarás respirando. La respiración es natural, ocurre
sola, no necesita de ti.
Al convencerte de lo anterior, podrás seguir aplicando los pasos aunque tu
respiración siga agitada, pero tener estos conocimientos te dará cierta
tranquilidad y finalmente tendrás que relajarte o al menos mantener un nivel
que no te lleve a sufrir un ataque de pánico debido a la hiperventilación.
Trata también de restarle importancia a este punto. Olvida la forma como
respiras y continúa con tu vida, con las actividades que estabas haciendo
(Paso 4).
De todas maneras, al final del libro agregamos algunos tips que pueden
ayudarte con este y otros problemas. Pero mientras tanto, recuerda abordar
cada ataque siguiendo los cuatro pasos.
4. DESMAYOS – MAREOS - VÉRTIGO
Los mareos y vértigos que experimentan las personas que tienen altos
niveles de ansiedad o de pánico, generalmente son producidos por sus
problemas de respiración. Es una de las molestias más incómodas porque te
hace sentir vulnerable. Cuando estás mareado y sientes vértigos o
inestabilidad, temes que puedes desmayarte. Te da la sensación de que
puede ocurrir algo malo contigo cuando te encuentras en un lugar público
rodeado de extraños.
La hiperventilación es uno de los principales detonadores de esta especie de
desvanecimiento o inestabilidad. Incluso podrías llegar a querer evitar
enfrentarte a ciertas situaciones porque sientes que algo malo puede pasarte
mientras no estás en un sitio que consideres “seguro”.
Ahora pon atención: es muy raro que una persona ansiosa que sienta estos
mareos y desvanecimientos llegue a desmayarse. Los desmayos son
también mecanismos de defensa para cuando una persona tiene la presión
muy baja. El cuerpo cae al piso para que de esa manera el riego de sangre al
cerebro sea más fácil.
No temas. Los desmayos son eventos extremadamente raros. Dudamos
mucho que tu cerebro necesite más sangre de la que está corriendo por él,
así que no tengas miedo de desmayarte. Esta sensación también se debe a
que hay mucha adrenalina y hormonas de estrés fluyendo por tu torrente
sanguíneo, pues tu cerebro ansioso piensa que hay una amenaza. Pero ya
sabes que no hay tal amenaza.
Volviendo a hablar de nuestro amigo, el hombre prehistórico, imagina que
él se hubiese desmayado cada vez que su sangre corría más rápido o que su
adrenalina estaba a millón porque se sentía amenazado. La historia de la
humanidad hubiese sido distinta. Los humanos no hubiesen sobrevivido
entonces si se desmayaban a cada rato.
QUÉ HACER ANTE EL TEMOR A DESMAYAR
Cuando te sientas mareado, débil, aturdido, vengan los pensamientos
perjudiciales y empieces a asustarte porque crees que te vas a desmayar,
inmediatamente desactívalos con una rotunda respuesta: “Y qué... Si me
desmayo, me desmayo. No lo podría evitar. En un rato volveré a despertar”.
Si la sensación de mareo es muy fuerte, te recomendamos que busques un
sitio donde sentarte para que te estabilices. Si te sientes mareado o con
vértigos mientras estás manejando, siempre es buena idea detenerse un rato
para tratar de estabilizarte y orientarte antes de seguir conduciendo.
Mientras tanto, acepta estas sensaciones diciendo algo como: “Permito a mi
cuerpo sentirse mareado”.
Cuando el temor a desmayarte es persistente y te está llevando a un posible
ataque de pánico, entonces debes emocionarte junto a esa sensación, igual
como te recomendamos antes para los ataques de pánico.
Reta a tu ansiedad. Dile que te haga desmayar. Pídeselo, dile algo así como:
“¿Me vas a hacer más débil? OK. Hazme desmayar ahora. ¡Vamos! Hazme
desmayar”.
En este momento también puedes tenderte en el piso. Por supuesto que no
vas a perder el conocimiento. Entonces sigue retando a tu ansiedad: “¿No
me vas a hacer desmayar? Pues me levantaré y seguiré con mi vida”.
Está claro que tu ansiedad no te va a hacer desmayar, por más que se lo
pidas. El miedo terminará esfumándose al practicarlo varias veces. Luego
de hacer esto debes empezar a ocuparte de nuevo, mantener tu interés en
algo útil, seguir con tu vida aunque te sientas un poco mareado, siempre y
cuando el mareo no represente un riesgo para esa actividad (conducir, por
ejemplo). En estos casos, ya sabes, detente un momento para estabilizarte y
luego sigue.
Atención: Es importante que no evites las situaciones en las que
comúnmente empiezas a sentir mareos o desvanecimiento. Sigue haciendo
esas actividades aunque te dé miedo. No las evites, continúa con tu vida.
5. NÁUSEAS
Ya hemos mencionado que la ansiedad tiene un gran impacto sobre el
sistema digestivo y sobre la región abdominal. En algunas ocasiones, las
personas ansiosas pueden sentir como un nerviosismo en la boca del
estómago, algo así como cuando hablamos de “mariposas en el estómago”.
Muchas veces, esta molestia nos produce miedo a vomitar y el temor
aumenta aún más la sensación de náuseas, haciendo aún más probable que
vomites.
Seguramente este miedo a vomitar y estas náuseas son más intensos cuando
te encuentras lejos de tu casa. En tu casa te sientes más seguro y piensas
que puedes simplemente ir al inodoro y vomitar. Hay menos estrés por este
tema y simplemente no temes. Al no temer, el estómago se relaja. En
cambio, si estás en otros lugares o situaciones tu miedo aumenta porque las
ganas de vomitar representan una molestia mucho más grande e incómoda.
En todo caso, te diremos lo de siempre: vomitar o tener náuseas no es un
peligro. No te va a mata, y si vomitas no es el fin del mundo.
QUÉ HACER ANTE EL MIEDO A VOMITAR
Ya sabes que lo primero es eliminar los pensamientos de “¿Qué pasaría?”.
Quizás te vengan a la mente ideas como... “¿Qué pasaría si vomito?”.
Tumba ese temor con respuestas como esta: “No importa. Aquí tengo una
bolsa en la que puedo vomitar si lo necesito. O iré al lavabo a salir de eso
de una vez. No es gran cosa, a todo el mundo le dan ganas de vomitar”.
Luego de esto, permite que esa sensación fluya en tu estómago de la manera
que desee. No te resistas a la sensación. De esta manera bajará el nivel de
estrés, y es muy probable que tu estómago se relaje y deje de enviar esas
ganas de vomitar a tu cerebro y que los músculos abdominales empiecen a
relajarse y las náuseas disminuyan.
Si aún haciendo esto sigues preocupado por tener ganas de vomitar, utiliza
esta ya conocida y valiosa herramienta: Reta a tu ansiedad. Pídele hacerte
vomitar. Al principio puede ser necesario que lleves contigo una bolsa de
papel en la que puedas vomitar en caso de que sea necesario. Es muy
probable que nunca llegues a utilizarla, pero el hecho de tenerla allí te va a
dar cierta relajación.
Lo cierto es que vomites o no, luego debes continuar con tu vida y retomar
las tareas que estabas haciendo. Recuerda, no le prestes importancia a estos
episodios. A medida que te vayas relajando y perdiendo los temores y las
angustias, esa sensación desaparecerá para siempre.
OTRAS SENSACIONES Y SÍNTOMAS
A continuación te presentaremos otra serie de sensaciones, “síntomas”,
molestias y respuestas que tu cuerpo experimenta cuando sufres de ansiedad
o ataques de pánico. En los puntos anteriores ya pudiste ver cómo debes
aplicar los cuatro pasos cuando se presentan estas molestias. Básicamente
se trata de lo mismo, pero quisimos desglosar las más importantes para que
tengas una idea más clara de cómo hacerlo.
Sin embargo, estas otras molestias de las que hablaremos en adelante solo te
las vamos a explicar para que entiendas por qué te ocurren, aunque
agregaremos breves consejos. Pero a estas alturas ya debes saber
exactamente qué hacer cuando aparezcan estos y otros síntomas.
Simplemente tienes que aplicar los cuatro pasos adecuando las frases, ideas
y respuestas a la molestia que quieras tratar.
Queremos presentar esta explicación adicional para que tu mente lógica
comprenda el mecanismo que te lleva a experimentar esas extrañas
sensaciones. Teniendo más conciencia de ello se relajará la parte emocional
de tu mente e irás perdiendo el temor a sentir cualquier achaque.
TENSIÓN MUSCULAR - TEMBLORES
Cuando tu cuerpo se prepara para luchar o huir, los músculos se ponen
tensos. Sobre todo los del cuello y los de la parte superior de tu cuerpo.
Como finalmente no haces ningún esfuerzo físico, esta tensión queda
atrapada en tus músculos por demasiado tiempo, haciendo que tu cuerpo se
sienta tenso, rígido. Incluso algunas veces los músculos empiezan a
sacudirse o a temblar. Pero tranquilo, ya sabes que solo es una reacción al
exceso de adrenalina.
Puedes tratar de estirarte. Caminar, agitarte un poco para liberar la energía
acumulada. También es positivo realizarte automasajes o pedirle a alguien
que te haga masajes para la relajación muscular. Puedes buscar tutoriales al
respecto en internet.
SUDORACIÓN
La sudoración es un mecanismo para mantener fresco a nuestro cuerpo. En
una situación de lucha o huida, tu cuerpo necesita mantener una
temperatura adecuada para no sobrecalentarse a la hora de escapar o
enfrentar un peligro.
Lo malo es que como se trata de una falsa alarma, empiezas a acumular
sudor innecesariamente y esto incluso puede hacerte pasar cierta vergüenza
social, cuando se hace notorio. Y se puede convertir en un círculo vicioso,
porque la angustia de estar sudando puede hacerte sentir más nervioso y
provocar más sudoración aún. Debes relajarte. Trata de refrescarte y no
pienses mucho en eso.
MUCHAS GANAS DE IR AL BAÑO
Las personas ansiosas sienten con más frecuencia ganas de ir al baño. Puede
parecer muy extraño, pero también es un mecanismo de defensa y de
supervivencia. Cuando una persona, como nuestro amigo prehistórico, tenía
que salir corriendo para huir de una amenaza, necesitaba ir lo más ligero
posible y descargar todo el peso innecesario en su cuerpo.
La respuesta es que se disparan las ganas de hacer pipí o incluso de evacuar.
Es por eso que cuando tenemos miedo o nervios, nos atacan las ganas de ir
al baño. Claro que tú no necesitas descargar nada porque no estás en una
amenaza real. Pero al final también es inofensivo, aunque un poco molesto.
Trata de relajarte y sacudir los miedos para que esto no te pase.
DIFICULTAD PARA TRAGAR
Ya te dijimos que la ansiedad puede ocasionar una sensación de opresión en
la región del cuello. Este nudo en la garganta en muchos casos dificulta la
deglución, es decir, te hace más difícil tragar al tratar de beber o comer.
Dentro de la garganta hay una musculatura, y si estás estresado y tenso,
esos músculos también están estresados y tensos. Por eso tienes esa
sensación como si algo estuviera ahorcándote. Como en todo lo demás, la
clave para esto es relajarte.
Si este nudo en la garganta representa un problema muy molesto para ti a la
hora de comer, prueba a hacer lo siguiente. Mastica, mastica y mastica. Al
final la deglución, es decir, el acto de tragar, es un reflejo natural por lo que
sin duda terminarás tragando. Tu garganta no se va a cerrar hasta el punto
de no dejarte comer.
Recuerda que siempre debes tratar de relajarte. Ya sabes que esa opresión
no es una enfermedad. Un buen ejercicio para soltar la tensión es cantar
mucho. Cantar y cantar para que disminuya la tensión muscular alrededor
del cuello y la garganta.
CEFALEAS (DOLOR DE CABEZA) -
MIGRAÑA
Los niveles altos de ansiedad y estrés provocan dolores de cabeza que
pueden convertirse en migrañas. Cuando decimos migraña nos referimos a
un dolor de cabeza que se siente con mucha más intensidad y que te hace
más sensible a la luz, a los sonidos y a los movimientos.
Por ejemplo, si trabajas frente a la computadora, la migraña se puede
desatar debido a que fijas constantemente la vista en las luces del monitor.
Los dolores de cabeza del tipo tensional son los más comunes. Estos
dolores son ocasionados por el endurecimiento de los músculos de tu
cuello, de tu cabeza y de la parte superior de tu espalda. Las personas con
migraña crónica generalmente también sufren de estrés, ansiedad e incluso
trastornos depresivos.
La ansiedad puede disparar las cefaleas tensionales porque al mantenerte en
estrés y angustia, la tensión muscular siempre está presente.
Aunque es el médico quien debe darte instrucciones sobre qué hacer ante
persistentes dolores de cabeza o ataques de migraña, te recomendamos
probar a hacerte masajes suaves con la yema de los dedos en el cuero
cabelludo y también en la parte posterior de tu cuello para que liberes la
tensión que está irradiando dolor a tu cabeza.
VISIÓN BORROSA
Las situaciones de estrés, miedo, ansiedad y pánico hacen que las pupilas se
dilaten rápidamente. Esto ocasiona la visión borrosa, aunque esta también
puede ser resultado de fatiga visual, en caso de que fuerces la vista por
mucho tiempo o cuando los músculos de los ojos comienzan a perder
elasticidad con la edad.
La ansiedad con frecuencia provoca visión borrosa, pero si esta se presenta
con otros síntomas como lagrimeo o descarga de secreciones, debes hacerte
un examen de la vista con un médico.
Recuerda que cuando vives un estado ansioso tiendes a cansarte más. La
vista también se cansa, por lo que puede producirse la visión borrosa.
Actualmente, muchas personas fuerzan de más su vista debido a sus
trabajos al frente de una computadora.
Si eres una persona ansiosa y trabajas frente a una computadora, es muy
probable que tengas visión borrosa. Te recomendamos que cuando sientas
que estás forzando mucho la vista, trates de relajarte un poco, cierres los
ojos y los dejes descansar por unos pocos minutos y luego continúes con lo
que estabas haciendo.
PIERNAS DÉBILES O TEMBLOROSAS
Otra de las extrañas experiencias que trae consigo la ansiedad es la
sensación de que tus piernas son como de gelatina. Sientes que se vuelven
frágiles, débiles. Te da la sensación de que pueden doblarse y hacerte caer.
Esto se debe a la adrenalina que se libera en tu cuerpo. El exceso de esta
sustancia puede imprimir una sensación de debilidad en los músculos, sobre
todo en los de las piernas. Cuando las personas están nerviosas tienden a
sentir que no pueden levantarse, que sus piernas no tienen la fuerza
suficiente para mantenerlas de pie.
Pero es todo lo contrario. Es una señal de que tus piernas están siendo
preparadas para que se muevan, para que corras, huyas o lo que sea. Por eso
no debes temer al hecho de levantarte y caminar. Si estás caminando y
empiezas a sentir las piernas de gelatina, sigue caminando. Sigue en pie. No
es necesario que busques un lugar para sentarte, porque si lo haces
reforzarás la idea de que tus piernas están débiles.
Tienes que practicar esta parte y seguir caminando. No importa si sientes
que las piernas están débiles o que te fallarán en cualquier momento y te
harán caer.
Cuanto más lo hagas, más se enterará tu cerebro de que en verdad tus
piernas están preparadas para sostenerte todo lo que quieras.
HORMIGUEOS - PINCHAZOS
Los hormigueos suelen presentarse al principio de los ataques de pánico,
aunque también aparecen simplemente cuando estás ansioso. Se trata de una
rara sensación como si pequeñas agujas pincharan por todas partes tu
cuerpo.
En medicina esto se llama parestesia. Debes saber que este fenómeno no es
peligroso y no tiene ningún efecto físico, así que no te alarmes. Es
perfectamente natural, y cuando tus niveles de ansiedad ya estén bajos,
desaparecerá.
SEGUNDO: ALTERACIONES MENTALES
Todas las sensaciones, angustias, pensamientos negativos recurrentes,
estados de zozobra, miedo o amenazas falsas que experimentas cuando
sufres de ansiedad, agotan tu mente.
En esta parte de nuestro libro aprenderás que todas las alteraciones
mentales, esos miedos a perder el control, esos pensamientos negativos y
catastróficos que revolotean por tu mente una y otra vez, no son señales de
una enfermedad psiquiátrica ni nada parecido.
Es simplemente que tu mente se encuentra muy agotada y envía respuestas
y señales equivocadas, al igual que lo hace tu cuerpo ante el estímulo del
miedo.
Pensamientos recurrentes y catastróficos vienen y van. Empiezas a sentir
temor de perder el control, de volverte loco. Empiezas a sentir
desesperación al pensar que estarás así para siempre. Temes que quizás
termines en el manicomio.
Vienen los pensamientos hipocondríacos, crees que estás enfermo y que
puedes morir. Tal vez te deprimas. Te sientes triste, agobiado y sin
esperanzas. Te da miedo salir y hacer las actividades que antes hacías
normalmente.
Ves el mundo de una manera distinta: las luces, los colores, las personas,
todo te parece diferente. Te sientes como atrapado dentro de un mundo
irreal. A veces parece que no te conocieras a ti mismo, que eres un extraño
para ti mismo.
Sabemos lo desagradable y devastador que puede ser. Pero no te preocupes.
Ten en cuenta que todo esto es producto de una mente angustiada y cansada.
Cuando vengan a tu mente preguntas como “¿Y si me vuelvo loco y me
encierran en un manicomio?”, no permitas darte una respuesta caótica.
Aplica el método. Sigue los pasos. Crea una respuesta que derrumbe ese
miedo y esa desesperanza.
Puede ser un chiste sobre tu locura, sobre tu camisa de fuerza o cualquier
otra cosa que le reste importancia al asunto.
Recuerda que también debes emocionarte y correr hacia las sensaciones,
por más molestas que estas sean. Si es necesario, reta a tu ansiedad a
volverte “más loco”. No lo logrará. No perderás el control ni te encerrarán.
Sigue los cuatro pasos y todo esto se irá desvaneciendo.
Igual que en la parte anterior, a continuación vamos a describir algunas de
las sensaciones o alteraciones que más frecuentemente “atacan” la mente
cuando estás en un estado ansioso. Esta información sirve para que
comprendas cuál es su naturaleza y te des cuenta de que no es nada grave y
que todo tiene solución.
Te daremos algunas recomendaciones para cuando se presenten estas
situaciones, pero no lo olvides: si cumples con el método, tu grado de
ansiedad bajará hasta que te normalices y todas estas molestias serán cosa
del pasado.
1. PREOCUPACIÓN ANTICIPADA
Seguramente desde que te encuentras en un estado ansioso, todo el tiempo
estás preocupándote por adelantado y te anticipas a cualquier evento que
pueda ocurrir. Te preocupas de más, porque piensas mucho. Te adelantas a
lo que vas a hacer mañana y sientes temor de imprevistos que no existen y
que probablemente no se presentarán.
Sientes angustia por cada paso que vas a dar y te llenas de dudas. Por
ejemplo, supón que estás fuera de casa, en alguna actividad de trabajo o
social. Todo marcha bien, pero es posible que te lleve un poco más de
tiempo del que habías calculado.
Entonces se desatan las preocupaciones adelantadas. “¿Y si se va el último
autobús? Y si no encuentro taxi, ¿cómo voy a regresar a casa?”. Piensas en
tomar decisiones apresuradas como irte antes de culminar lo que hacías. O
cumples con tu actividad sin ninguna serenidad porque te estás adelantando
a los acontecimientos.
Volvamos al mecanismo de lucha y huida de nuestro amigo prehistórico. Se
supone que algo lo estaba amenazando, por lo que debía estar alerta ante
cualquier eventualidad que pudiera presentarse mientras se ocupaba de
sobrevivir huyendo o luchando.
Lo mismo te ocurre. Tus mecanismos de defensa se encuentran en alerta y
tu mente tiende a anticipar cualquier situación que pueda ocurrir. Pero ya
sabes que no te encuentras bajo amenaza, así que todos esos pensamientos
son infundados. Seguro que ya lo sabes: estos pensamientos no son
perjudiciales, lo único que hacen es sostener tu estado ansioso. Pero a
medida que la ansiedad vaya bajando, la preocupación absurda
desaparecerá.
Mientras tanto, haz frente a estas preocupaciones ofreciéndoles respuestas
que las derrumben. “No puedo preocuparme por todo. Es absurdo”. Búrlate
de las preocupaciones adelantadas con frases absurdas como esta: “¿Y si me
cae un meteorito encima cuando camino a casa?”.
Más temprano que tarde dejarán de perturbarte.
2. MIEDO A PERDER EL CONTROL
Después de haber sufrido ataques de pánico, de haber mantenido tu mente
ocupada con pensamientos de catástrofe y haber experimentado toda clase
de extrañas sensaciones, empiezas a temer lo peor: sientes que puedes
perder el control de tu propia mente.
Tal vez te da miedo terminar cometiendo un acto descabellado, como matar
a alguien o chocar tu auto contra una pared. De repente viene a tu cabeza la
idea de que podrías salir y gritar como loco en la calle o salir corriendo sin
ningún motivo.
Surge la nefasta idea de que tal vez termines en el manicomio y que al final
ni tú mismo sabrás quién eres. Cree lo que vamos a decirte: no vas a perder
el control ni vas a parar en el manicomio. No vas a cometer ningún acto
descabellado.
Cuando te sientas así, debes poner tu mente en reposo. Descansa la mente,
no te atormentes con esos temores. Debes entender la razón de esos miedos.
Tú sientes que tu cuerpo está fuera de control. Gracias a las hormonas de
estrés en tu sistema, has estado sufriendo toda clase de sensaciones. Por
ello, crees que la mente también va a escapar de tu control, así como tu
cuerpo está “descontrolado”.
Una manera clara de que sepas que no perderás el control, es revisar lo que
ha ocurrido hasta ahora. Lo más seguro es que hayas experimentado ataques
de pánico, temblores, miedos y toda clase de achaques estando en público.
Pero en esos momentos, nadie a tu alrededor se dio cuenta de que tenías un
problema. Supiste mantener una conducta social adecuada cuando eso te
ocurría. Tuviste el control de tus actos.
Y así seguirás. Repite siempre en tu cabeza: “Yo estoy en control de mi
mente y de mi vida”. Cuando tus niveles de ansiedad bajen, recordarás esta
fase como un chiste.
3. PENSAMIENTOS CATASTRÓFICOS
Dentro de las crisis de ansiedad es muy común que las personas tengan
pensamientos oscuros, catastróficos, como que algo muy malo está por
pasar. Es común preocuparse de más cuando se presentan situaciones que
antes no merecían siquiera un poquito de angustia.
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