—Anoche me dijiste que estabas resuelto a conocerme. Sé honesto. ¿Esa…
resolución… influyó en tu decisión de retener a Jonathan en Transilvania y sumirlo
en la ignorancia sobre mi paradero a fin de poder llegar a Whitby antes que él?
Una súbita cólera tiñó sus ojos de un brillante rojo al tiempo que aplastaba el
puño contra una pequeña mesa, con tal fuerza que la superficie se hizo astillas.
—¡No! —bramó.
Su reacción hizo que me pusiera en pie de un salto y gritara alarmada y
aterrorizada, volcando la silla al hacerlo. Por primera vez desde que llegara me
pregunté si iba a necesitar el vial de agua bendita que había traído conmigo
escondido.
Un pavoroso silencio llenó la habitación. El corazón me latía preso del temor
mientras él, inmóvil, luchaba por recuperar el control con una expresión distante en
sus, nuevamente, ojos azules. Por último, sus facciones se suavizaron y se enfrentó de
nuevo a mi mirada.
—Perdóname. Tal vez haya cierto atisbo de verdad en lo que dices, aun cuando en
su momento ni siquiera quise reconocerlo ante mí mismo —dijo un tanto
avergonzado. Su voz destilaba una sensación de calma y un manifiesto afecto.
«Al menos es lo bastante hombre para reconocerlo», pensé. Odiaba lo que había
hecho. Me perturbaba profundamente pensar que Jonathan había sufrido por mi
causa. Y, sin embargo…
Drácula se acercó, recogió la silla y me tendió la mano; su expresión era tan
contrita y suplicante que quise perdonarle. Me llevó hasta una cómoda butaca frente a
la chimenea y allí me senté.
www.lectulandia.com - Página 208
—Sé sincero en esto también. Con el mismo motivo, ¿intentaste volver loco a
Jonathan? —pregunté luchando por recobrar la calma.
—No. —Drácula sacudió la cabeza y respondió con profunda honestidad—:
Fuera cual fuese el motivo que se ocultase tras mi deseo de retrasar la marcha del
señor Harker, no amenacé su cordura de forma intencionada. De hecho, traté de
protegerle. Fue por entonces cuando entró por la fuerza en un ala del castillo a pesar
de que le había advertido expresamente contra ello. Mis malditas hermanas lo
encontraron y trataron de seducirlo. Lo rescaté… justo a tiempo, creo. Naturalmente,
él nunca me dio las gracias. Temo que, a partir de ahí, su mente se trastornó.
Parecía dudar de su propio sentido de la realidad.
—¡Y con motivo, teniendo en cuenta lo que había presenciado! ¡Vio a tus
hermanas desvanecerse en el aire ante sus ojos y, en dos ocasiones, te vio a ti
descender por la pared del castillo como una lagartija!
Drácula me miró perplejo.
—¿Como una lagartija?
—Te vio salir por una ventana y arrastrarte cabeza abajo por la escarpada pared
del castillo antes de desaparecer por un agujero. ¡La segunda vez ibas vestido con sus
propias ropas!
—¿Con sus ropas?
—¡Sí! ¿Por qué lo hiciste?
Él guardó silencio por un instante frunciendo el ceño.
—¿Dijo que iba cabeza abajo? Así que, en realidad, no me vio la cara.
—Supongo que no.
Drácula asintió.
—Debió de ser una de mis hermanas haciéndole una jugarreta maliciosa. De
todos es sabido que me roban la ropa, se la ponen y alteran su aspecto cuando salen a
buscar comida para asustar a los lugareños.
† † †
Aquella explicación me cogió por sorpresa.
—Si fue una de tus hermanas, lo aterrorizó por completo.
—Pero yo no sabía nada. —Drácula sacudió la cabeza, frustrado—. Supongo que,
al percibir sus miedos, debí esforzarme más por disiparlos, pero en aquel estado de
pánico autoinducido y con el odio cada vez mayor que me tenía, dudo que me
hubiese escuchado. Cuando finalmente me informó de su deseo de partir, me
preocupó que recorriese aquel largo y solitario camino en la oscuridad, pero no tenía
intención de impedírselo.
—¡Llamaste a los lobos a tu puerta!
—Yo no llamé a los lobos, pero sentí que estaban allí. Mi idea era calmarlos y
www.lectulandia.com - Página 209
persuadirlos para que acompañasen al señor Harker en su viaje, pero él retrocedió
aterrorizado y huyó. A la mañana siguiente me encontró en trance, probando una de
mis cajas con tierra antes del viaje… ¡y trató de matarme! No es que el golpe de una
pala pudiera haber tenido un efecto fatal. Podría haberme levantado y acabado con él
en un instante, pero preferí no hacerlo.
Le miré consternada. ¡Tenía respuesta para todo!
—Durante la última noche de Jonathan en el castillo, ¿por qué les dijiste a esas
mujeres que tuvieran paciencia, que a la noche siguiente sería suyo?
—Se lo dije para que le dejaran tranquilo. Sabía que el señor Harker se marchaba
a la mañana siguiente. Había dispuesto que los szgany lo llevaran la primera parte del
viaje de regreso. Créeme, Mina, si hubiese tenido un perverso deseo de ofrecerles al
señor Harker en una bandeja, lo habría hecho mucho antes. Y si hubiese querido
beber su sangre, podría haberlo hecho en cualquier momento… pero no lo hice.
No podía negar la lógica de sus argumentos.
—¿Qué me dices de aquel espantoso saco?
—¿Qué saco?
—Jonathan decía en su diario que entregaste un saco a tus tres hermanas… ¡un
saco que contenía un niño medio asfixiado que se retorcía! ¡Un niño inocente para
satisfacer su sed de sangre!
—¿Un niño? ¿Creyó que era un niño? —Drácula prorrumpió en una súbita
carcajada—. No es de extrañar que se desmayara del susto. Dentro del saco no había
ningún niño, Mina. Era un cordero.
—¿Un cordero?
—El regalo de un granjero para darme las gracias por erradicar una devastadora
plaga que asolaba sus cultivos. La sangre de cordero no es, ni remotamente, tan
satisfactoria como la de los humanos pero, a veces, debemos arreglárnoslas con eso.
Con un animal bastó para los cuatro y tuvo un beneficio añadido: después de beber
toda su sangre, lo cociné y preparé una cena magnífica para nuestro invitado humano.
Me puse en pie y me alejé, dividida entre el alivio, la incredulidad y la
consternación ante aquella revelación.
—¿Y la mujer que fue devorada por los lobos? —pregunté con voz queda—.
¿Qué tienes que decir a eso?
—¿Qué mujer?
—Jonathan la vio llamando a las puertas del castillo, sollozando y exigiendo que
le devolvieras a su hijo desaparecido. Entonces la rodeó una manada de lobos y la
mataron.
—Santo Dios. ¿Fue eso lo que Harker creyó entender? Cada vez comprendo
mejor por qué se apartaba de mí totalmente aterrado. —Sacudiendo la cabeza,
prosiguió—: ¿Por qué pensó que había muerto? ¿Acaso vio su cadáver?
www.lectulandia.com - Página 210
—No. Decía que desapareció.
—¿Habla tu esposo mi lengua nativa?
—No.
—Entonces ¿cómo podía saber qué había dicho la mujer? Aquel diccionario
políglota que llevaba consigo parece que le hizo más mal que bien. Los lugareños me
conocen, Mina. Comprenden y temen mis poderes y, por lo general, me evitan. Pero
en ocasiones, en momentos de desesperación, como sucedió con el granjero, acuden a
mí para que los ayude. Aquella mujer no me estaba acusando de nada. Vino a
pedirme ayuda para encontrar a su hijo que había desaparecido. Yo envié a aquellos
lobos a buscarlo. Condujeron al muchacho de regreso al patio, donde ella lo tomó en
brazos y se marchó sin demora a su casa… espero que para reñirlo por causar tantos
problemas. No cabe duda de que el señor Harker malinterpretó lo que vio. Ojalá me
hubiera hablado de esos miedos. Le habría sacado de sus errores, pero era, y sigue
siendo, muy inglés. Nunca dijo ninguna palabra.
Me aferré a la butaca mirándole atónita y en silencio. No sabía qué pensar. De
pronto se me ocurrió que —exceptuando que había provocado deliberadamente el
retraso de Jonathan, manteniéndolo en Transilvania por mi causa— prácticamente
todas las maldades vinculadas a Drácula me habían llegado por parte de segundas
personas. Todo lo que otros habían presenciado, explicado o descrito podría haberse
malinterpretado o estar basado en una información defectuosa… ¿no era así?
¿Tan mal habíamos juzgado a aquel hombre? No era alguien que pudiera ser
considerado bueno del todo pero, tal vez, tampoco fuera malo.
Drácula se acercó hasta mí y me acarició la mejilla con una mano mientras me
miraba fijamente a los ojos.
—Mina —dijo con ternura—, te juro por mi honor que el único perjuicio que he
causado a tu marido, y reconozco que es grave, es el de codiciar a la mujer a la que
ama.
El aliento se me atascó en la garganta. Lo tenía tan cerca… tan, tan cerca… Podía
leer el ferviente deseo en sus ojos azules y sentí cómo nacía la misma necesidad
dentro de mí. Toda la ira, los temores y las dudas que había albergado se disiparon de
inmediato. No me importaba si estaba mintiendo o no. Ni que fuera bueno o malo. Lo
único que me importaba era que los brazos de aquel hombre me rodearan, que su
cuerpo se apretara contra el mío y que sus labios buscaran mi boca.
—Todos están empeñados en destruirte —susurré—. ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo
puedo ayudarte?
—No creo que puedas ayudarme, cariño. Pero no temas, sé cuidarme solo.
Me atrajo contra él y me beso larga y apasionadamente. El deseo me dominó y,
cuando sus labios abandonaron mi boca y descendieron hasta mi garganta, me
estremecí esperando, sabiendo, lo que iba a ocurrir a continuación y deseando que
www.lectulandia.com - Página 211
sucediera. «Prometió que estaría a salvo —me recordé a mí misma—. Prometió que
no me haría daño». Me desabrochó la cinta de terciopelo que llevaba al cuello y la
arrojó a un lado. Sus ojos, ahora rojos, se enfrentaron a los míos; me ofrecí a él en
silencio, esperando con intenso éxtasis mientras inclinaba la cabeza hacia atrás.
Entonces sentí el pinchazo de sus dientes al perforarme la carne y una exquisita
dicha mientras mi sangre caliente abandonaba mi cuerpo para unirse al suyo.
www.lectulandia.com - Página 212
D
15
esperté muy tarde la mañana siguiente. El sol ya había anunciado su
presencia a pesar de la protección que ofrecían los gruesos postigos
amarillos de las ventanas. Me incorporé aturdida y vi que estaba sola en
mi dormitorio, tendida sobre la cama, totalmente vestida y con la cinta de
terciopelo y diamantes abrochada, una vez más, alrededor de mi cuello. ¿Cómo había
llegado allí?
Lo último que recordaba era que Drácula me estaba besando… mordiéndome.
Debí de perder la consciencia y él, aun corriendo un gran riesgo, me había traído. No
recordaba que Jonathan hubiera venido a acostarse, pero vi que la almohada y las
sábanas estaban revueltas a mi lado.
Me tumbé, sintiéndome mareada, débil y confusa pero, al mismo tiempo,
extrañamente feliz, como si una profunda sensación de satisfacción impregnara todo
mi ser. Las dos pequeñas marcas de colmillos de mi cuello, ocultas bajo la negra cinta
de terciopelo, me molestaban ligeramente.
Mientras recordaba lo sucedido la noche anterior y todo lo que había visto y
averiguado, no pude dejar de sacudir la cabeza con mudo asombro. Tenía las mejillas
encendidas. Durante muchos años había llevado una vida ordenada e intachable.
Jamás había mirado o pensado en otro hombre desde que me había prometido con
Jonathan. Pero desde el preciso instante en que puse los ojos en el señor Wagner —en
Drácula—, había estado manteniendo un idilio secreto en mi mente y en mi corazón,
y durante las dos últimas noches me había comportado de un modo inmoral y
primitivo.
Amaba a mi esposo. Le amaba mucho y había traicionado su confianza.
Voluntaria y licenciosamente, había dejado que Drácula me estrechara entre sus
brazos y me había entregado a sus besos. «¡Eres mala, Mina, mala! ¡Mujer inmoral!».
Y, sin embargo, sabía que si Drácula apareciera en mi dormitorio en ese preciso
momento, correría de nuevo a sus brazos.
Todo lo que Drácula me había contado en su defensa parecía lógico y verídico.
Parecía que era realmente inocente de cualquier maldad. Era un hombre fascinante y
www.lectulandia.com - Página 213
complicado. Yo le amaba y creía que él me amaba a mí. Sí, era un no muerto. Sí,
poseía raros poderes y habilidades que hacían que la cabeza me diera vueltas. Pero
ahora comprendía que no era nuestro enemigo ni el enemigo de nadie. Y aun así…
¡era la criatura que mi esposo, el profesor Van Helsing y los demás estaban decididos
a exterminar!
Ojalá pudiera compartir con ellos todo cuanto había averiguado. ¡Ojalá pudiera
limpiar el nombre de Nicolae! Pero eso era imposible. Si reconocía saber lo que
sabía, se produciría un escándalo… y ¿con qué fin? Esos hombres jamás creerían en
su inocencia. Todos tenían una idea preconcebida en sus mentes de lo que era un
vampiro. Habían visto el horror de la muerte y la resurrección de Lucy y habían sido
los instrumentos de su verdadero fin; después de eso era improbable que aceptaran
nada de lo que yo dijera, por muy prudente que fuera o por muy bien que lo
presentara.
No, tendría que dejar el asunto en manos de Drácula y rogar porque él pudiera
hallar un modo de salvarse sin causar daño alguno a nadie que yo amara. Y
entonces… entonces… no era capaz de pensar más allá de ese entonces. El futuro era
un misterio para mí. «Por favor, Señor —imploré—, ayúdame a encontrar la manera
de aclarar mis confusos sentimientos. Muéstrame lo que debo hacer».
Una vez que el mareo pasó finalmente, me levanté, me aseé y me puse un vestido
de día. Mientras me recogía con esmero el largo cabello, el rostro que me miraba en
el espejo parecía ligeramente más pálido que el día anterior. Me pellizqué las mejillas
tratando de infundirles algo de color, aunque fue en vano.
Los hombres habían ido de nuevo a ocuparse de sus misteriosos recados. Después
del almuerzo, un ayudante me dijo que el señor Renfield había preguntado si era
posible verme. Aquella petición me preocupó un poco. No podía olvidar su
comportamiento errático durante mi visita previa ni las advertencias que el doctor
Seward y Drácula me habían hecho. Pero le estaba extrañamente agradecida al
hombre —pues gracias a él Drácula había sido capaz de entrar en la casa para verme
—, por lo que sentía que no podía negarme. No obstante, insistí en que el ayudante
me acompañara.
Encontramos al señor Renfield acuclillado en el suelo, en un rincón del cuarto,
mascullando y mordiéndose las uñas con nerviosismo. Pareció no ser consciente de
que habíamos entrado en el cuarto hasta que hablé.
—Buenas tardes, señor Renfield. ¿Cómo está?
Él alzó la vista y su boca se ensanchó en una sonrisa pausada.
—Señora Harker. Qué amable es viniendo a verme. ¿No quiere sentarse?
Algo en su tono de voz y en la expresión de sus ojos me provocó un escalofrío,
pese a que hablaba como un perfecto caballero.
—Prefiero quedarme de pie, gracias.
www.lectulandia.com - Página 214
—Entonces yo también me pondré en pie. —Se levantó y se acercó a mí
reparando de pronto en el ayudante situado a mi lado—. ¿Qué hace él aquí? Solicité
una entrevista privada. Dígale que se marche.
—Me gustaría que se quedara. ¿Para qué quería verme?
—Ah, para nada en particular, señora Harker. Solo deseaba verla y escuchar su
voz. Tiene una voz muy agradable. Y es la cosa más bonita que ha entrado en estas
cuatro paredes en mucho tiempo. Mirarla me proporciona un inmenso placer. Pero…
—Me miró ceñudo—. Algo anda mal. No es usted la misma mujer.
—¿Que no soy la misma mujer? ¿A qué se refiere?
—A su rostro. Es como el té después de que la tetera haya sido llenada de agua.
No me gusta la gente pálida, me gusta la gente con mucha sangre corriendo por sus
venas. La suya parece haberse agotado.
Sentí que me sonrojaba ante su perspicaz comentario y esperaba que el rubor
bastara para devolverme el color cuya ausencia tanto parecía ofenderle.
—Hoy me encuentro un poco cansada, eso es todo —alegué apresuradamente.
—Bien, ahora parece estar un poco mejor… pero hay algo distinto en usted. Ojalá
pudiera decir qué es. —Sacudió la cabeza y añadió con aire solemne—: «No hay arte
capaz de descubrir por el rostro lo que encierra el alma humana».
—Macbeth —dije.
—Es mi obra favorita. —Mirándome de manera penetrante, con una sonrisa
maliciosa, continuó con las citas—: «¡Estrellas, ocultad vuestro fulgor; que la luz no
revele mis profundos y sombríos deseos!».
Me ruboricé de nuevo. ¿Citaba simplemente el señor Renfield una frase al azar de
la obra? ¿Se refería a sus propios y oscuros deseos? O… ¿era de algún modo
consciente de mi secreto culpable?
—Macbeth era un hombre de gran ambición.
—Era un héroe —replicó.
—Discrepo. Yo le creo un asesino impenitente y un villano del más alto nivel.
—Bueno, ahí está equivocada.
Discutimos sobre Shakespeare unos minutos más, y al mantener esa conversación
el señor Renfield parecía tan inteligente, culto y completamente cuerdo que era difícil
creer que fuera un lunático retenido en una celda.
Al final le dije que debía marcharme.
—Ha sido un placer verle, señor Renfield.
Él suspiró y, con suma delicadeza, extendió el brazo y me cogió la mano,
llevándosela seguidamente a los labios y depositando un beso en ella.
—Qué Dios la bendiga por venir, señora. Y que pase usted una tarde y una noche
agradables. Le deseo únicamente lo mejor.
—Gracias, señor Renfield.
www.lectulandia.com - Página 215
Me volví para marcharme, pero él retuvo mi mano con firmeza.
—Una cosa más, señora Harker —añadió—. Me estaba preguntando si se deja
puesto el corsé con el camisón cuando duerme o bajo la prenda está desnuda.
Retiré la mano bruscamente, boquiabierta por la sorpresa y el bochorno
provocados por una pregunta tan impertinente. Él se carcajeó de forma estentórea con
una expresión triunfal en los ojos.
—¡Así! ¡Así me gusta! ¡Ahora veo algo de color auténtico en esas mejillas! —
exclamó.
—¡Ya basta, Renfield! —gritó el ayudante mientras me conducía
apresuradamente hacia la puerta.
—¡Preséntate como inocente flor, pero sé la serpiente que se esconde dentro! —oí
citar al señor Renfield con regocijo cuando el ayudante cerró de un portazo después
de que saliéramos y echó la llave.
Regresé a mi dormitorio extremadamente turbada por el extraño encuentro pero,
aunque el señor Renfield me había hecho sentir incómoda, no podía evitar
experimentar lástima por aquel hombre.
Él no tenía la culpa de haberse vuelto loco… ¡Qué terrible destino sería estar
encerrado en una institución de por vida!
Jonathan y los demás estuvieron fuera hasta la hora de la cena y, cuando llegaron,
se sentían muy cansados. Hice cuanto pude por animarlos, inquieta porque pudieran
sospechar, tal como había hecho el señor Renfield, que había algo distinto en mí, pero
parecían demasiado preocupados por sus asuntos secretos para prestarme mucha
atención. Jonathan mencionó que me había quedado dormida completamente vestida
en nuestra cama la noche anterior, pero no pareció extrañado.
Cenamos, una vez más sumidos en un incómodo silencio, mientras los hombres
evitaban hablar acerca de sus actividades de la jornada. Se me ocurrió que si podía
averiguar algo sobre sus planes, podría advertir a Drácula sobre ellos.
—Sé que desean protegerme de todo cuanto hacen en relación al conde… pero
estoy muy preocupada por ustedes. Me tranquilizaría mucho que al menos me
contaran si tienen o no planes de salir esta noche.
Jonathan desvió la mirada hacia el profesor Van Helsing, que asintió dando su
consentimiento.
—Esta noche no vamos a salir, cariño. Tenemos mucho que discutir después de la
cena.
—Sepa, señora Mina —añadió el profesor—, que hemos averiguado mucho los
últimos días. Muy pronto nos enfrentaremos a ese monstruo.
—¡Atraparemos al demonio y lo mataremos! —apostilló el doctor Seward con
entusiasmo.
El corazón se me disparó por la alarma.
www.lectulandia.com - Página 216
—¿Cómo… pretenden atraparlo?
Los hombres intercambiaron miradas una vez más.
—Señora Harker —intervino lord Godalming—, hemos acordado no decir nada
sobre nuestros planes. Es mejor que esté usted al margen.
—Pero… ¿correrán peligro?
—No se inquiete, jovencita —repuso el señor Morris—. No nos pasará nada.
Asentí en silencio tratando de disimular la angustia.
—Cariño —dijo Jonathan—, pareces terriblemente preocupada. No es necesario.
Somos hombres y sabemos lo que hacemos. Nosotros nos ocuparemos de esto y
cuidaremos de ti. —Me dio un pequeño apretón en la mano, tras lo cual se volvió
hacia el doctor Seward y añadió—: Jack, ¿te importaría preparar un remedio para que
Mina pueda descansar plácidamente esta noche?
—No hay problema —respondió el doctor.
Estuve a punto de quedarme boquiabierta por la consternación. ¡No quería que me
hicieran dormir con drogas! Ignoraba si Nicolae tenía planeado visitarme aquella
noche pero, que Dios me perdonase, quería que lo hiciera y deseaba estar consciente.
—No es necesario —me apresuré a decir—. Estoy muy cansada, de modo que
seguro que me quedaré dormida sin necesidad de ningún remedio.
—De todos modos, creo que deberías tomar algo —insistió Jonathan mientras se
levantaban de la mesa. El doctor Seward se mostró de acuerdo con él.
Seward me entregó más tarde una diminuta caja de medicinas que contenía algún
tipo de opiáceo.
—Es muy suave y no le hará daño, señora Harker, pero le ayudará a dormir.
Diluya el polvo en un vaso de agua.
Le di las gracias. Jonathan me contó que podrían trabajar hasta muy tarde, pero
que me echaría un vistazo al cabo de un ratito para asegurarse de que estaba bien.
—No es necesario. Disfruta de la reunión, cariño. Estoy segura de que dormiré
como un bebé.
—Buenas noches, entonces. —Se despidió con un beso—. Te veré por la mañana.
Me despedí de todos y subí arriba. En cuanto llegué a mi cuarto abrí la caja con el
polvo, saqué el pequeño envoltorio de papel y lo llevé al balcón, donde dejé que el
viento se llevara su contenido.
Luego volví adentro y me senté a esperar.
Y esperé… y esperé…
El reloj marcaba las horas. Las nueve en punto… las diez en punto… las once…
Me levanté y paseé por la habitación solo para volver a sentarme de nuevo. Luego
miré por la ventana el cielo nocturno, esperando ver un atisbo de niebla blanca
cruzando la hierba o partículas de polvo danzando en un rayo de luna. Para decepción
mía, no había nada. El ladrido de un perro hizo que me levantara sobresaltada con
www.lectulandia.com - Página 217
súbita esperanza, pero cesó enseguida.
El reloj dio las doce. Pensé que seguro que Nicolae no iba a venir esa noche, pero
de pronto me sentí como una tonta. ¿Qué clase de mujer era yo, que esperaba, con el
corazón en un puño, a que mi amante me hiciera una visita clandestina? Tenía un
buen marido al que quería mucho… ¿y cómo pagaba yo ese amor y devoción? ¡Con
desvergüenza y traición! En un arrebato de culpa, cerré las ventanas, me puse el
camisón, me solté el cabello, lo cepillé y me acosté.
Los reproches y las dudas me mantuvieron dando vueltas en la cama durante un
rato. Cuando al fin concilié el sueño, tuve una pesadilla.
En ella me encontraba en un paisaje boscoso desconocido, junto al saliente rocoso
de una escarpada ladera, rodeada de infinita naturaleza hasta donde alcanzaba la
vista. Por debajo de mí había un tortuoso tramo de camino sucio. Había restos de
nieve pegados a la tierra y hacía un frío de mil demonios. Una carreta tirada por
caballos, cargada con una gran caja de madera abierta, del tamaño de un ataúd,
apareció al doblar la curva. Dentro yacía el cuerpo de un hombre, aunque no podía
determinar de quién se trataba. La carreta iba escoltada por un numeroso grupo de
robustos hombres de piel oscura y cabello largo, ataviados con sombreros amplios,
pesados cinturones de cuero y sucios bombachos blancos. Debido a su pintoresca
vestimenta y aspecto, imaginé que se trataba de gitanos; la clase de gitanos que
Jonathan había descrito en su diario.
Mientras veía aproximarse el cortejo me sobrevino una terrible sensación de
peligro inminente. La carreta estaba ahora más cerca y podía ver claramente el rostro
del hombre muerto de la caja. ¡Era Drácula! Para mi horror, ¡estaba muerto,
realmente muerto!
Súbitamente, de entre los árboles surgieron cuatro hombres a caballo: ¡Jonathan,
el doctor Seward, lord Godalming y el señor Morris! El grupo atacó la carreta y a sus
escoltas, disparando con rifles.
Los gitanos dieron la voz de alarma, desenfundando puñales y otras armas
mientras los jinetes desmontaban. A continuación se libró una feroz batalla. Presencié
el caos que estaba teniendo lugar, horrorizada e impotente, estremeciéndome con la
detonación de los disparos y el destello de cada puñal. De repente un gitano apuñaló
con saña a uno de los hombre del grupo, que se desplomó sangrando en el suelo.
¿Quién era? ¡No podía verle la cara! ¿Cuál de mis amigos había muerto? ¿Era
Jonathan?
—¡No! —grité agonizando, pero mi voz no era más que un susurro—. ¡No!
Desperté en un estado de pánico, bañada en sudor, con el corazón desbocado,
expulsada de aquella aterradora ilusión al silencio del presente. Sentí que me tocaban
el brazo y grité con todas mis fuerzas al tiempo que abría los ojos.
—¡Mina! Mina… —oí la tierna voz de Jonathan.
www.lectulandia.com - Página 218
A pesar de que la lámpara se había apagado, la luz de la luna era tan brillante que
aún con los postigos cerrados bastaba para poder ver. Sentí cómo Jonathan se
acurrucaba a mi espalda y, medio dormido, me rodeaba con un brazo.
—Estabas teniendo una pesadilla, cariño.
—Oh, Jonathan. —Me di la vuelta y enterré mi rostro en su cuello mientras
luchaba por calmarme—. Estoy muy asustada.
—No pasa nada. —Su voz sonaba soñolienta—. No ha sido más que un sueño.
—Ha sido más que eso. Tengo el presentimiento de que algo terrible va a suceder.
—No te sucederá nada, cariño.
—No es por mí por quien estoy preocupada. Es por uno de vosotros. Estoy
convencida de que si seguís adelante con vuestros planes contra Drácula, alguien…
un miembro de nuestro grupo… ¡va a morir!
—Chist, Mina. Todavía estás medio dormida. Es por el preparado que tomaste.
—¡No me tomé el preparado! Estoy totalmente despierta y sé de lo que hablo. ¡Ha
sido una premonición, Jonathan!
Él se separó lentamente para mirarme fijamente mientras me acariciaba el pelo
con afecto.
—Mina, conozco bien tus sueños y premoniciones. Los he escuchado durante
toda la vida, pero…
—¡A menudo se hacen realidad! ¿Recuerdas aquella vez que decidiste subir a ese
árbol del jardín que había detrás del orfanato? Tenías diez años, creo. Te dije que no
lo hicieras. Había tenido un sueño en el que intentabas subir al árbol y se rompía una
rama, entonces tú caías y sufrías una grave herida. Pero no me hiciste caso.
Años más tarde, te dije que ibas a ganar el premio de literatura de la academia.
Había visto a un hombre de cabello canoso entregándote un libro encuadernado en
piel roja con tu nombre grabado en él. ¡Y eso fue exactamente lo que pasó!
—Pero tus sueños no siempre se cumplen, cariño. ¿Recuerdas cuando, hace
algunos años, ibas a irte de vacaciones con los Westenra y estabas totalmente
aterrorizada porque iba a haber un accidente de ferrocarril y Lucy y tú ibais a morir?
Suspiré con impaciencia.
—Sí, pero…
—Este sueño es como aquel. Está únicamente basado en el miedo… no en la
intuición. Debes dejar de preocuparte. No nos pasará nada.
—¡Eso no puedes saberlo! ¡Oh, Jonathan, podrías ser tú! ¡No podría soportar que
algo te sucediera! —«Tampoco podría soportar que algo le pasara a Nicolae,
pensé»—. Por favor, marchémonos de aquí.
—¿Qué quieres decir con que nos marchemos?
—Quiero ir a casa… ahora mismo. Hagamos las maletas y vayamos al pueblo
para tomar el primer tren que salga. Podríamos estar en Exeter a tiempo para
www.lectulandia.com - Página 219
desayunar.
—Mina, no podemos marcharnos. Tenemos una tarea que llevar a cabo. Estamos
a punto de conseguir la victoria. ¡La hora de la verdad se acerca!
—¡No! Todo este asunto es un grave error. ¡Debes decirle al profesor que lo
suspenda!
—Comprendo que estés inquieta. Últimamente todos hemos estado sometidos a
una gran tensión, pero te prometo que derrotaremos a este letal enemigo…
—¡No es un enemigo! Escúchame, el conde Drácula es inocente. ¡Inocente!
Existe una explicación para todo cuanto ha hecho. ¡Se le ha juzgado mal!
—Estás diciendo tonterías.
—¡De ningún modo!
—Cálmate. Has tenido una pesadilla y eso te ha puesto histérica. Todo irá bien,
Mina. Estamos haciendo algo bueno y valiente. Estamos construyendo un mundo
seguro para nuestros hijos.
—Son esos mismos niños en los que pienso. —Busqué su mano bajo las sábanas,
me la llevé a los labios y la besé—. Quiero el futuro que habíamos planeado para
nosotros, Jonathan. Quiero hijos… muchos hijos.
—También yo, cariño. Y los tendremos. —Me besó en la frente—. Ahora, vuelve
a dormir. Es tarde y estoy muy cansado. Mañana será un gran día.
Jonathan se dio la vuelta hacia la pared y no tardó en quedarse dormido. Me
invadió la decepción mientras colocaba de nuevo la cabeza sobre la almohada.
Exhalando un profundo suspiro, me volví de cara a la estancia… y me encontré con
algo que hizo que me incorporase con un violento sobresalto.
Drácula se encontraba de pie junto a mi cama, apenas a treinta centímetros de
distancia, mirándome.
Sofoqué un grito de sorpresa y alarma mientras, con inquietud, echaba un rápido
vistazo a Jonathan, que se encontraba a mi lado. Drácula se limitó a agitar rápida y
deliberadamente la mano señalando el cuerpo inerte de Jonathan.
—No despertará —me dijo—. ¿Estás bien?
Demasiado atónita para pensar en una respuesta coherente, me limité a asentir.
Bajo aquella tenue iluminación percibí que Drácula vestía unos pantalones negros,
botas altas del mismo color y una holgada camisa blanca. Estaba tan apuesto como
siempre —se parecía más a un pirata que a un vampiro— y creí detectar cierta cólera
en sus ojos que luchaba por ocultar. Me tendió una mano.
—Ven.
Yo negué con la cabeza echando otro significativo vistazo a Jonathan.
—No puedo. ¿Sucede algo? —susurré.
Él titubeó.
—Enseguida te lo cuento. Perdona por haber llegado tarde. He estado muy
www.lectulandia.com - Página 220
ocupado con los preparativos para mi defensa. Tus hombres pretenden destruir todos
mis lugares de reposo mañana… o, debería decir, hoy.
—¿Qué vas a hacer? —pregunté inquieta.
—Me aseguraré de que eso no suceda.
Me tomó de las manos y me instó a que me levantara. Me estremecí cuando mis
pies descalzos tocaron el frío suelo de madera.
—Amor mío —exclamó suavemente mientras alzaba una mano para acariciarme
el rostro—, ¿no me tendrás miedo todavía?
—No. —Mi voz parecía llegar desde un lugar muy lejano—. Pero no puedo… mi
esposo… yo…
—Te aseguro que permanecerá inconsciente. Nunca sabrá que he estado aquí.
Me atrajo hacia él y me encontré fundida en su abrazo. Era como si la voluntad
me hubiera abandonado; no podría haberlo apartado de mí más de lo que podía dejar
de respirar. Cuando me besó sentí que todas mis intenciones de resistirme se
desvanecían y eran sustituidas por un creciente deseo. ¡Oh! ¿Cómo podía una mujer
rechazar los avances de semejante hombre? ¡Le deseaba! ¡Cómo le deseaba!
Su boca se apartó de la mía y me miró con los ojos como dos llamas candentes,
haciendo que mi corazón martilleara dentro de mi pecho. Sabía lo que necesitaba. Me
desabroché el cuello del camisón y él separó los dos bordes para dejar mi garganta al
descubierto. Mientras inclinaba la cabeza y se apoderaba de mi garganta, suspiré,
regodeándome en aquella placentera sensación.
«Sí. Sí. Un éxtasis ardiente, líquido. El nirvana».
Muy a mi pesar, no se entretuvo demasiado. Se detuvo con un esfuerzo
sobrehumano y retrocedió ligeramente mientras un hilillo de sangre resbalaba por su
boca.
—No deseo debilitarte más. La noche pasada tomé más sangre de la que debía.
—¿A qué te refieres? —pregunté con súbito temor—. ¿Estoy… corro peligro de
convertirme en un…?
—¿Que si corres peligro de convertirte en un vampiro? —Al ver que asentía
preocupada, respondió—: Aún no. Pero si las cosas siguen así, en algún momento,
te… —Su voz se fue apagando.
Nos mantuvimos en silencio durante largo rato mirándonos mientras luchábamos
por recobrar el dominio de nosotros mismos. Supongo que se trató de una
imprudencia por mi parte pero, hasta ese momento, no había contemplado la
posibilidad de que sus mordiscos de vampiro pudieran convertirme en un ser como él.
Al fin y al cabo Lucy había sido mordida numerosas veces sin sufrir un daño
permanente… hasta el final, cuando según él la había convertido por petición propia.
Amaba a Drácula desesperadamente, contra todo sentido del decoro y a pesar de
lo que me dictaba la razón. Pero le creía un ser único en su especie, totalmente
www.lectulandia.com - Página 221
alejado de la forma de ser del resto de los de su raza. Incluso él había descrito a sus
hermanas como criaturas lujuriosas sin conciencia o autocontrol, y lo mismo había
sucedido con Lucy cuando se convirtió en una no muerta. No deseaba ser como ellos.
¡No quería ni podía convertirme en vampiro, y mucho menos deseaba morir! Drácula
debía de saberlo. Creía con todo mi corazón que jamás haría nada que perjudicase mi
bienestar.
—Nicolae, ¿me prometes algo?
—Lo que quieras, amor mío.
—Pase lo que pase a partir de hoy, ¿me prometes que no harás daño a mi esposo o
a los demás?
Tardó un momento en responder y la respuesta pareció costarle un gran esfuerzo.
—Te doy mi palabra. Pero, Mina, pese a todo cuanto hago por protegerte, si tus
hombres no cejan en sus intenciones y yo no hago nada por detenerlos, puede que
muy pronto llegue el día en que me vea obligado a abandonar Inglaterra o perecer.
—¡Oh! —exclamé totalmente abatida solo de pensarlo.
—No puedo soportar marcharme sin ti después de haberte encontrado de nuevo.
¡No puedo perderte! Si cesa toda comunicación entre tú y yo, si no soy capaz de saber
cómo y dónde te encuentras, me volveré loco.
—Yo siento lo mismo.
Guardó silencio durante un breve instante.
—Hay algo que puedes hacer, un modo de que podamos crear un vínculo entre
nosotros… un vínculo telepático… para que yo pueda leer tus pensamientos y tú los
míos. De esta forma podremos estar juntos y volver a encontrarnos de nuevo.
—¿Cómo crearíamos tal vínculo?
—Debes beber mi sangre.
Se me aceleró el pulso.
—¿Beber tu sangre?
—Sí. ¿Lo harás?
No vacilé ni por un momento.
—Dime cómo.
Pensé que podría enseñarme cómo morderle la garganta, tal como él había hecho
conmigo. En vez de eso, me levantó y me depositó de rodillas sobre la cama, frente a
él. Entonces se desabrochó la camisa y se la abrió revelando su hermoso torso
cincelado. La uña de su dedo índice se alargó y se afiló en un instante y se perforó la
carne, haciendo que un chorro de sangre brotara de su pecho.
—Bebe —me dijo.
Yo posé la boca sobre la herida, lamiendo primero la sangre mientras brotaba y,
después, succionando con fuerza. Solo en una ocasión había saboreado el rojo
líquido, cuando me había chupado una herida en la yema de un dedo. La sangre que
www.lectulandia.com - Página 222
estaba ingiriendo no se parecía en nada al templado y ligeramente salado fluido que
corría por mis venas. La de Drácula era deliciosa. Sabía igual que un intenso vino con
mucho cuerpo y con un sabor oscuro y exquisito. Era ambrosía pura.
Me sentía como si no pudiera saciarme. Mientras bebía le oí gemir de placer.
Ahuecó la mano apoyándose en la parte posterior de mi cabeza y no la movió de ahí,
instándome a continuar, mientras que con la otra buscaba las mías y las tomaba con
ternura.
Sentí que una febril sensación de calor se extendía por todo mi ser, más potente
incluso que aquella otra maravillosa y palpitante sensación que había experimentado
cuando él había bebido de mí. Los oídos comenzaron a pitarme, un extraño y
maravilloso zumbido que iba aumentando paulatinamente en intensidad y volumen.
Pronto me encontré envuelta en un mundo de sonidos y sensaciones que ahogaba
todo aquello que no fuera él o yo y el asombroso intercambio de su magnífica sangre.
Poco a poco fui tomando conciencia de nuevos y diferentes sonidos en los
márgenes de mi consciencia: el nítido murmullo de una conversación; un fuerte
estrépito; el resonar de pesados pasos; voces masculinas exclamando con horror y
consternación. Pero estaba tan absorta que percibí todo aquello solo como una
molestia inoportuna… y, al parecer, Drácula estaba sumido en el mismo trance. De
pronto oí y también sentí que Drácula profería un rugido colérico. Me tumbó en la
cama de un empujón y, entonces, me limpié la sangre de la boca y pude contemplar la
escena que tenía ante mí con turbación y espanto.
El doctor Seward, lord Godalming y el señor Morris estaban a ese lado de la
puerta, cuyo marco estaba roto, en tanto que el profesor Van Helsing, que debía de
haberse caído a causa del esfuerzo, se encontraba a cuatro patas al lado de ellos.
Todos nos miraban con miedo, sorpresa y asco. Cuando Drácula se volvió como un
rayo hacia ellos, ya no era el hombre que conocía y amaba, sino que, para mi horror,
su piel y su cabello carecían ahora de todo rastro de color y habían adquirido un tono
blanco lechoso. Su rostro, deformado por la ira, era una arrugada máscara cérea de
muerte y sus ojos, como los de un demonio salido del Infierno, eran dos malévolas
llamas rojas.
En un abrir y cerrar de ojos, el espantoso Drácula se abalanzó sobre los intrusos
profiriendo otro rugido, pero se detuvo y retrocedió tambaleándose cuando el
profesor Van Helsing avanzó hacia él sosteniendo un sobre cuyo contenido yo
ignoraba. El grupo al completo sostenía pequeños crucifijos en alto y avanzaban
hacia él. De pronto se hizo la oscuridad, como si una gran nube negra hubiera
cubierto la luna, pero enseguida el señor Morris prendió una cerilla y encendió una
lámpara de gas. Drácula había desaparecido envuelto en una espiral de vapor.
Expresé todo el terror y la culpa, la vergüenza y la desesperación que me
embargaban con un grito ensordecedor. Terror, porque mi amado acababa de
www.lectulandia.com - Página 223
transformarse en una bestia horrenda ante mis propios ojos; culpa, por mi
comportamiento inmoral; vergüenza, por haber sido descubierta por aquellos
hombres en una posición tan comprometida, y desesperación, por lo que iba a
suceder.
¿Habrían percibido que estaba bebiendo la sangre de Drácula por propia
voluntad? ¿Sabían algo sobre nuestros encuentros amorosos previos? ¿Aumentaría el
odio que le tenían haciendo que él, y ellos mismos, corrieran un peligro aún mayor?
Y… ¿qué iba a ser de mí?
www.lectulandia.com - Página 224
M
16
e tapé la cara con las manos, me tendí en la cama y sollocé como
si el corazón fuera a rompérseme.
—Dios Bendito —oí decir al señor Morris—. Esa bestia es el
mismísimo Demonio. ¡Veamos adónde ha ido!
Oí pasos que se alejaban y sentí que me tapaban con las sábanas mientras unos
dedos me retiraban con suavidad el cabello del cuello, dejando a la vista las marcas
de una mordedura. El profesor Van Helsing contuvo un grito.
—Hasta dentro de unos momentos, cuando la pobre Mina se recupere, nada
podemos hacer por ella —susurró—. Jonathan está sumido en el letargo que puede
producir el vampiro. Debo despertarle.
Al cabo de un rato oí la exclamación de sorpresa de Jonathan cuando despertó y
se dispuso a levantarse. Me volví hacia él de manera instintiva para consolarlo, pero
entonces reparé en la sangre que manchaba la pechera y las mangas de mi camisón
blanco y retiré las manos dejando escapar un sollozo tan profundo que la cama se
sacudió.
—En nombre de Dios, ¿qué significa esto? —gritó Jonathan—. Señores, ¿de qué
se trata? ¿Qué ha sucedido? Mina, cariño, ¿qué ocurre? ¿Qué significa esa sangre?
—Lo lamento enormemente, amigo mío —respondió el profesor con voz agónica
—. Nuestro enemigo ha venido y se ha ido después de tomar de la pobre Mina lo que
deseaba.
—¡Santo Dios, Santo Dios! ¿Adónde vamos a llegar? —gritó Jonathan
horrorizado.
—Creemos que no es la primera vez —declaró Van Helsing con angustia—.
Temo que la ha atacado antes, mientras dormía.
—¿Cómo lo sabe? —exigió saber Jonathan.
—Nos lo dijo el señor Renfield —respondió el señor Seward—. Fue él quien le
invitó a entrar y quien nos acaba de advertir que estaba en peligro. ¡Hemos sido unos
estúpidos al dejarla desprotegida! Solo el señor Renfield reparó en la palidez de su
esposa y adivinó la causa… y lo ha pagado muy caro.
www.lectulandia.com - Página 225
Con cierta sorpresa y confusión, comprendí que mi secreto estaba a salvo. La
sensación de culpabilidad de los hombres por haberme dejado sin protección les
impedía percibir lo culpable que yo me sentía. En ese momento reparé en las últimas
palabras del profesor Van Helsing: «Lo ha pagado muy caro». Antes de que pudiera
preguntar qué significaban aquellas palabras, Jonathan gritó horrorizado, se levantó
corriendo de la cama y se vistió.
—¡Que Dios nos ayude! Profesor Van Helsing, usted que aprecia a Mina, haga
algo para salvarla. Ese demonio no puede haber ido muy lejos. ¡Protéjala mientras
voy a buscarlo!
Me aferré a Jonathan con frenesí, no fuera a ser que, llevado por su ataque de
cólera, encontrara y matara a Drácula, o más bien lo intentase.
—¡No! —grité—. No, Jonathan. No puedes dejarme. No podría soportar que algo
te pasara. —Tiré de él para sentarlo en la cama a mi lado y comencé a sollozar de
nuevo.
—Cálmese y no tenga miedo, mi querida señora Mina —me tranquilizó Van
Helsing mientras se acuclillaba ante nosotros sosteniendo en alto su pequeño crucifijo
de oro—. Nosotros estamos aquí y, aunque esto le afecta, nada malo le sucederá.
Estará a salvo esta noche.
Mientras trataba de recuperar el dominio sobre mis emociones, el doctor Seward
le contó en voz baja a Jonathan lo que había visto al entrar en el dormitorio. El señor
Morris y lord Godalming regresaron unos minutos más tarde explicando que no
habían visto ni rastro del intruso, pero que habían avistado un murciélago volando
hacia el oeste.
—Registramos el cuarto de Renfield —añadió lord Godalming—. El pobre tipo
está muerto.
—¿Que está muerto? —exclamé—. ¿El señor Renfield? Pero ¿cómo?
—El conde lo atacó brutalmente en su cuarto de camino hacia aquí —respondió
furioso el doctor.
Espantada, me puse en pie de golpe.
—¿Cómo saben que fue Drácula quien le atacó?
—Renfield nos los contó mientras se moría, cuando nos advirtió que veláramos
por usted —repuso Seward—. Ese monstruo lo dejó destrozado y mutilado en medio
de un charco de su propia sangre. Intentamos ayudarle, pero era imposible salvarlo.
—¡Quiero verlo! —grité.
Clavé la mirada en la puerta, pero lord Godalming se interpuso.
—No, señora Harker. No es una visión agradable, y menos para una dama.
Sacudí la cabeza atónita y consternada. ¿Cómo podría Drácula haber asesinado a
sangre fría a un hombre momentos antes de tomarme entre sus brazos? Y, sin
embargo, recordaba lo furioso y distraído que me había parecido cuando llegó a mi
www.lectulandia.com - Página 226
dormitorio. ¿Era posible que…?
—Un acto tan cruel e inhumano no me sorprende —adujo Van Helsing—. Mi
amigo de la Universidad de Budapest cree que, en vida, Drácula no fue otro que Vlad
Drácula, o Vlad el Empalador, el sádico soberano de Valaquia que torturó y asesinó a
decenas de miles de personas en el siglo quince.
Una sensación de terror y de náuseas se apoderó de mí aun cuando mi mente
rechazaba aquella idea. Drácula, aquel a quien conocía y amaba, ¿podría haber sido
un sádico monstruo en su anterior vida? No; era imposible.
—¿Qué va a sucederle ahora a Mina? —preguntó Jonathan con voz ronca—.
¿Se… Dios no lo quiera… se convertirá en un… en un…?
—No va a convertirse en vampiro porque la haya sangrado unas pocas veces —
repuso el profesor, y Jonathan se sintió aliviado hasta que Van Helsing tuvo que
reprimir un profundo sollozo que trataba de escapar de su garganta. A continuación,
sacudió la cabeza y prosiguió—: Pero, desgraciadamente, ¡hemos de temer otras
cosas! El conde Drácula obligó a la señora Mina a beber su sangre. ¡Es el bautismo
del vampiro! Mediante ese acto, él crea un lazo espiritual entre ellos para controlarla.
¡Ahora está tan infectada que se convertirá cuando muera!
Todos los hombres se quedaron pasmados. Jonathan gimió y comenzó a llorar.
Miré al profesor, incapaz de procesar lo que acababa de comunicarnos. Sí, había
bebido la sangre de Drácula, pero solo porque él me había dicho que crearía un
vínculo telepático entre los dos. No había mencionado nada acerca de una conexión
para controlarme, ni tampoco había explicado que este hecho conllevaba unas
consecuencias mucho más terribles.
—¿Está diciendo que al beber la sangre de Drácula estoy condenada a
convertirme en un vampiro a mi muerte? —susurré con lentitud.
—¡Por desgracia, así es! —gritó furioso el profesor, aplastando el puño contra
una mesa.
Me senté en la cama mientras un grito desgarrado surgía de lo más profundo de
mi ser. ¡Oh! ¡Horror de los horrores! ¿Qué había hecho? ¿Qué había hecho? Todo lo
que había sucedido durante las tres últimas noches… los abrazos apasionados que
Drácula y yo habíamos compartido, todo lo que había averiguado, cada maravilloso
sentimiento que me había inspirado… todo se rompió en mil pedazos en vista de
aquella horrenda y nueva realidad.
Había confiado en Drácula. ¡Le amaba! Pero ¿a qué clase de ser amaba? ¿Acaso
no era más que un asesino y un embustero que ocultaba sus verdaderos propósitos
tras su apuesto semblante?
¡No, no! No podía creer eso. Y, sin embargo… de forma deliberada, sabiendo lo
que hacía y sin mi consentimiento, me había convencido para que cometiera un acto
que podía convertirme en una no muerta igual que él. ¿Cómo podía haber hecho algo
www.lectulandia.com - Página 227
así?
¿Había estado relacionándome con el Diablo?
De pronto comprendí, por primera vez, lo que Jonathan debió de haber sentido a
su regreso a Exeter cuando me dijo «¡Tú no puedes entender lo que es dudar de todo,
incluso de uno mismo!».
¿Sería posible que todo cuanto Drácula había dicho y hecho, desde el día que nos
conocimos, no fuera más que una especie de cortejo sádico con el único propósito,
egoísta y vil, de lograr controlarme y convertirme en su secuaz o en su compañera
cuando muriese? ¿Era yo el premio de una venganza diabólica contra Jonathan por
haber intentado matarle y haber escapado del castillo?
¿Tenía Drácula algún otro motivo ruin para elegirme? ¿O de verdad creía que me
amaba y que yo aceptaría la vida eterna a su lado? En cualquier caso, ahora lo veía
claro: había caído en sus garras. ¡Me había engañado! ¡Me había contaminado! Igual
que la Leda de la mitología, había dejado que Zeus me sedujera en forma de cisne. ¡Y
ahora estaba condenada al Infierno para siempre!
—¡Estoy sucia! ¡Sucia! —grité.
Jonathan me tomó en sus brazos.
—Disparates, Mina —me dijo con voz entrecortada—. No quiero volver a oírte
decir esas palabras.
Sollocé durante un rato apoyada en su pecho mientras los demás se mantenían al
margen, pesarosos y angustiados. Cuando recuperé cierto control sobre mí misma, el
profesor Van Helsing se arrodilló a mi lado y me tomó las manos con suma ternura.
—Señora Mina, no tema. Hay un modo de que pueda escapar a este terrible
destino.
—¿Cuál es, profesor? —pregunté con lágrimas en los ojos.
—Si ese otro ser que ha contaminado su dulce vida muere primero, no se
convertirá en lo mismo que él.
—¿De veras? —preguntó Jonathan esperanzando.
—De veras —aseguró Van Helsing—. Y desde ahora le juro, señora Mina, que
acabaremos con este malvado monstruo mientras usted siga viva, y que la
liberaremos.
Jonathan me atrajo hacia él llorando de alivio.
«Bien —pensé mientras me secaba las lágrimas—. ¡Que busquen y maten a
Drácula si pueden y me liberen de esta terrible maldición!». Y en silencio rogué:
«Querido Dios, concédeme una segunda oportunidad. Seré fiel a mi esposo y nunca
me descarriaré de nuevo».
—Bien sabe Dios que ya ha sufrido suficiente, señora Mina, y no deseo que pase
por más, pero es necesario que lo sepamos todo. ¿Querrá contarnos lo que ha
sucedido esta noche?
www.lectulandia.com - Página 228
Yo así lo hice.
No me atrevía a revelar lo que había pasado de verdad, naturalmente. ¡No! ¡Jamás
podría decir una palabra sobre eso! Presa de la ira y el espanto, inventé una terrible
historia en la que yo me describía como una víctima inocente y acosada y al conde
Drácula como al monstruo que todos esperaban y que, finalmente, sabía que era.
Les narré su llegada a mi dormitorio como si fuera la de aquella primera noche,
cuando surgió de un banco de niebla. Luego les conté que me había quedado
paralizada por el terror, que Drácula me había amenazado con capturar a Jonathan si
hacía ruido y con sacarle los sesos por los ojos.
También les dije que había bebido mi sangre y me había hablado con voz
maléfica, que se había burlado de los esfuerzos de todos ellos por frustrarlo y había
amenazado con castigarme por ayudarlos. A continuación afirmé que me había
obligado a tomar su sangre bajo la amenaza de asfixiarme si no hacía lo que me
pedía.
Los hombres escucharon mi historia boquiabiertos, en silencio y con creciente ira.
Cuando hube terminado, los primeros rayos rojizos del alba asomaban ya por el este.
—¡Dios mío! —grité desolada y desesperada—. ¿Qué he hecho para merecer tal
destino?
Pero, en el fondo de mi corazón, sabía perfectamente lo que había hecho; en
contra de lo que dictaba la moralidad, me había entregado voluntariamente al
enemigo.
—¡Borraré a ese maldito de la faz de la tierra y le enviaré derecho al Infierno! —
declaró Jonathan con los dientes apretados.
—Hoy llevaremos a cabo la hazaña —prometió el profesor de manera solemne.
Jonathan me abrazó de nuevo.
—No desesperes, cariño —me dijo acongojado—. Debemos continuar confiando
en que Dios nos ayudará hasta el final.
—¿Cuál será el final? —susurré.
—Lo desconozco, pero pase lo que pase, soy tu esposo. Estoy aquí.
Nadie se volvió a acostar. Los hombres convinieron que, de ahí en adelante, me lo
confiarían todo; que nada me sería ocultado por doloroso que pudiera resultar. Nos
reunimos en el estudio, donde me explicaron todo lo que habían descubierto durante
sus investigaciones de los pasados días.
—Que sepamos, el conde Drácula tiene otras tres casas, además de Carfax, en
sitios distintos de la ciudad —anunció el profesor para mi sorpresa—. Adquirió estos
edificios bajo identidades falsas, una de las cuales es la de conde de Ville… un
solapado guiño al Diablo.
—Una casa se encuentra en Bermondsey, otra en Mile End y otra está ubicada en
la céntrica Piccadilly —continuó Jonathan—. Puede que tenga más. En la vieja
www.lectulandia.com - Página 229
mansión solo contamos veintinueve cajas de las cincuenta antes de que nos viéramos
obligados a marcharnos por culpa de una plaga de ratas. Tenemos pruebas de que el
resto de las cajas han sido trasladadas a sus otros refugios.
—Las cajas que encontraron en la mansión de al lado… ¿estaban llenas de tierra?
—pregunté recordando que Drácula había utilizado muchas de ellas para transportar
sus libros y otros enseres.
—Todas y cada una de ellas —dijo el doctor Seward—. Tierra originaria de
Transilvania.
Sabía que eso era incierto. Drácula debía de haber llenado las cajas vacías con
tierra local para engañarlos, pero eso ya no importaba.
—¿Qué creen que pretende hacer con esas otras residencias? —inquirí.
—Salvaguardar su vida —repuso el profesor—. Si uno de sus lugares de reposo
es descubierto y destruido, siempre tendrá otro.
—Y le proporcionan un rápido acceso a víctimas en todas partes de Londres —
adujo Seward con indignación.
—Profesor, ¿ha dicho usted que este monstruo fue en otros tiempos un tal Vlad…
que torturaba y asesinaba a personas? —intervino Jonathan.
—Sí.
—¿Qué más sabemos de él? —preguntó mi esposo—. Cualquier cosa que pueda
contarnos podría sernos de utilidad cuando nos enfrentemos a él.
—Creemos que su padre era Vlad segundo, que en el siglo quince fue soberano de
Valaquia, una zona de los Balcanes conocida en la actualidad como Rumanía,
próxima a Transilvania. Su nombre, Drácula, procede de la Orden del Dragón, una
hermandad secreta de caballeros a la que pertenecía Vlad. Fue fundada para defender
el cristianismo de los turcos otomanos.
El profesor Van Helsing sacó un antiguo libro y lo hojeó. Luego nos mostró una
página con una magnífica ilustración de un caballero con armadura, cuyo escudo y
cota portaban el emblema de un dragón con las alas desplegadas, colgando de una
cruz.
—La palabra en rumano para dragón es drac, y ul es el artículo. Por tanto a Vlad
segundo se le conocía como Vlad Dracul, o Vlad el Dragón. Incluso sus monedas
llevaban el símbolo del dragón. La terminación «ulea» significa «hijo de»; y de ese
modo a sus hijos se los conocía como Drácula, o hijo del dragón. Pero Dracul
también significa Demonio en rumano… un doble sentido que adquirió gran
significación a ojos de los enemigos de Drácula.
—De modo que el Drácula al que nos enfrentamos… ¿era el hijo de Vlad
segundo? —preguntó lord Godalming.
—Eso parece. Tuvo muchos nombres: Vlad tercero, Vlad Tepes, Vlad Drácula y
Vlad el Empalador. Cuando subió al trono, fue un gobernante cruel y sanguinario que
www.lectulandia.com - Página 230
durante años torturó y asesinó a decenas de miles de personas con los métodos más
inhumanos y atroces que puedan imaginarse. Se dice que murió en el campo de
batalla, pero creemos que no fue así. De algún modo parece que ha encontrado la
forma de burlar a la muerte y convertirse en vampiro.
El señor Morris profirió un silbido y sacudió la cabeza con una expresión de
desasosiego.
—¿Conque ese es el demonio al que nos enfrentamos? Reconozco que me
infunde algo más que un poco de miedo.
—Hombre prevenido vale por dos —apostilló Van Helsing con firmeza—, y hoy
será nuestro. Hasta que el sol se ponga esta noche, el monstruo debe mantener la
forma que ahora tiene. Está confinado dentro de las limitaciones de su envoltorio
terrenal. No puede desvanecerse ni desaparecer entre las grietas, rendijas o fisuras.
Para cruzar un umbral ha de abrir la puerta, como todo mortal. Por ello tenemos todo
el día para encontrar y esterilizar sus guaridas con hostias consagradas… y si lo
encontramos durmiendo dentro de una de ellas, lo mataremos.
A continuación mantuvieron una breve discusión mientras el grupo hacía sus
planes, decidiendo qué herramientas y equipamiento serían necesarios para abrir
todas las pesadas cajas de madera y esterilizarlas, así como las armas requeridas para
acabar con el vampiro. El profesor Van Helsing sugirió que comenzaran la búsqueda
por la casa más cercana y que de ahí pasaran a Piccadilly donde, con un poco de
suerte, podrían encontrar documentos relativos a la adquisición de otras residencias.
Suspiré mientras miraba por la ventana. Había empezado a llover y el plomizo
aguacero que repicaba sobre los aleros y los cristales de las ventanas solo servía para
deprimirme y afirmar, cada vez más, mi profunda melancolía. Me sentía abrumada
por la culpa respecto a mis acciones de las noches anteriores. Me mortificaba guardar
aún semejante secreto y, al mismo tiempo, la desesperación me dominaba, pues había
creído estar realmente enamorada de un hombre extraordinario. «He estado viviendo
no un sueño —me dije—, sino una pesadilla. Debo olvidarme de todo y entregarme
en cuerpo y alma a la tarea que tenemos entre manos».
—Tendrán que ir sin mí —oí que decía Jonathan con la voz colmada de
preocupación—. Quiero atrapar a este demonio, pero no puedo dejar a Mina. Debo
quedarme para protegerla.
—No, Jonathan —respondí—. Debes ir. La unión hace la fuerza. El conde posee
poderes extraordinarios y vais a necesitar toda la ayuda posible para derrotarlo.
Los demás estuvieron de acuerdo.
—Además, en caso de que haya que buscar documentos legales, su experiencia
puede resultar inestimable —dijo lord Godalming.
—Pero ¿cómo vamos a dejarla sola? —repuso mi marido, apelando al profesor
Van Helsing—. ¿Estará a salvo?
www.lectulandia.com - Página 231
—Lo peor ya ha pasado, amigo mío —repuso el profesor frunciendo el ceño.
—Es cierto —dije—. La cosas ya están todo lo mal que podían estar. Por favor,
no te preocupes por mí. Lo importante es encontrar a ese demonio y acabar hoy con
él.
—¡Marchémonos, pues, no hay tiempo que perder! —gritó Jonathan.
—En absoluto —medió Van Helsing—. ¿Acaso lo olvida? Esta noche nuestro
enemigo se ha dado un buen festín y dormirá hasta tarde.
Se me demudó el rostro al escuchar aquello y los hombres se quedaron
boquiabiertos ante tan desconsiderado comentario a mis expensas. Al profesor le
cambió la cara cuando se dio cuenta de lo que había dicho y me tomó de las manos.
—¡Oh, mi queridísima señora Mina! ¡Cómo es posible que alguien como yo, que
tanto la reverencia, haya dicho algo tan estúpido y poco considerado! Usted no
merece algo así. ¿Tendrá la bondad de perdonarme por mis palabras?
—Sí —respondí con voz queda.
Se hizo un breve silencio tras el cual el profesor frunció los labios y dijo:
—Solo hay una cosa que me preocupa. Señora Mina, ¿ha recibido algún
pensamiento de esa criatura?
—¿Un pensamiento? —repetí.
—Tal como ya he apuntado, creo que gracias al intercambio de sangre ahora están
conectados. Él puede enviar pensamientos a su mente en un intento de influir en sus
actos.
—¡Oh! —Me estremecí solo de considerar algo tan aterrador—. No, no he
recibido nada hasta ahora.
—Entonces, estaba en lo cierto —declaró Van Helsing asintiendo—. Con la luz
del sol, pierde todo su poder. Estará usted a salvo de él hasta que oscurezca… y para
entonces nosotros habremos regresado.
Mientras ellos llevaban a término su campaña, yo me devané los sesos intentando
recordar algo de lo que había averiguado que pudiera resultarles de utilidad, pero
Drácula no me había explicado nada acerca de cuáles eran sus intenciones. En
realidad, el único secreto que conocía era que Drácula tenía una guarida en la planta
superior de Carfax, repleta de libros y artículos de arte, pero ninguna caja. En
cualquier caso, no se me ocurría un modo de comentar aquello sin incriminarme… y
me resistía a ello.
El profesor Van Helsing insistió en que todos necesitábamos alimentarnos si
queríamos dar lo mejor de nosotros mismos. El desayuno supuso un momento
incómodo. Tratamos de mostrarnos ufanos y de animarnos unos a otros, pero parecía
una farsa. Cuando terminamos, el profesor se levantó para dirigirse a todos nosotros.
—Bien, amigos míos, pongámonos manos a la obra. ¿Estamos armados contra un
ataque tanto espectral como físico?
www.lectulandia.com - Página 232
Los hombres le aseguraron que así era.
Van Helsing se volvió hacia mí.
—Señora Mina, aquí estará usted a salvo hasta la puesta del sol. He preparado su
dormitorio colocando algunas cosas que sabemos que impedirán que él pueda entrar.
Ahora permita que la proteja a usted. —De un sobre sacó una pequeña oblea—. Unjo
su frente con esta sagrada hostia, en el nombre del Padre, del Hijo y del…
Sentí un dolor abrasador cuando la hostia consagrada tocó mi frente, como si me
hubieran marcado con un hierro candente. Grité en dolor y el profesor dejó la oblea y
retrocedió asustado. Los hombres quedaron petrificados con idénticas expresiones de
horror. Aquel insoportable dolor no desaparecía, por lo que me llevé la mano a la
zona dolorida y con la punta de los dedos palpé el verdugón que se había formado
allí.
—¡Que Dios me ayude! —grité hincándome de rodillas en el suelo y echándome
el pelo hacia la cara para ocultarlo.
—Esto es obra del Diablo —susurró horrorizado el profesor Van Helsing.
Por si necesitaba más pruebas de que me había aliado con Satanás, aquello era la
confirmación.
—Incluso el Todopoderoso rehúye mi carne corrupta —grité sollozando—.
¿Tendré que llevar esta marca de vergüenza en la frente hasta el día del Juicio Final?
Jonathan se arrojó a mi lado sumido en la agonía, sintiéndose impotente y
abrumado por el dolor.
Durante unos tristes minutos nos abrazamos mientras nuestros amigos se volvían
de espaldas para ocultar las lágrimas que empañaban sus ojos. Finalmente Van
Helsing habló con gravedad:
—Querida señora Mina, tan seguro como que estamos vivos, esa mancha
desaparecerá cuando Dios decida librarnos de la pesada carga que soportamos.
Roguemos para que hoy podamos levantar ese velo de dolor de su cabeza.
Sus palabras eran un rayo de esperanza y de consuelo. A continuación todos nos
tomamos de la mano y rezamos pidiendo ayuda y guía, al tiempo que nos jurábamos
lealtad unos a otros.
Poco después nos reunimos todos en el vestíbulo, adonde los hombres habían
bajado sus bolsas cargadas de herramientas y equipamiento, preparándose para partir.
Afuera, el borrascoso cielo continuaba vertiendo agua, inundando el paisaje con un
violento chaparrón con truenos y relámpagos al fondo.
—¿Cree que el conde ha conjurado esta tormenta para intentar desbaratar nuestros
planes? —preguntó con inquietud el doctor Seward mientras miraba hacia fuera.
—No tiene poder para controlar el tiempo durante el día —respondió Van Helsing
—. Solo en la oscuridad puede atormentarnos de este modo.
—Un poco de lluvia no va a interponerse en nuestro camino —insistió Jonathan
www.lectulandia.com - Página 233
dándome un beso de despedida junto a la puerta—. Venceremos.
Jonathan apartó la mirada al ver la roja cicatriz en carne viva de mi frente.
—Ten cuidado, ¿quieres? —le dije.
Él me aseguró que lo haría. Luego los hombres abrieron sus paraguas y se
enfrentaron a los elementos. Yo regresé a mi dormitorio y estuve un buen rato
paseándome de un lado a otro, muerta de preocupación, y mirando continuamente por
la ventana esperando su regreso. El estallido de los relámpagos hacía que me
sobresaltase alarmada como si fuera el presagio de una inminente fatalidad.
Mi preocupación comenzó a aumentar cuando, casi una hora después, seguía sin
encontrar rastro de ellos. Tal vez debería haberles hablado acerca de la habitación
secreta del piso superior, pensé… ¡por mucho que eso dañase mi imagen y mi
reputación! ¿Y si Drácula se escondía allí? ¿Y si había bajado a la cripta y los había
atacado? ¡Por lo que sabía, los cinco podrían estar muertos en esos momentos!
Por fin divisé desde mi ventaba cinco paraguas negros cruzando el césped uno
tras otro y exhalé un suspiro de alivio. Bajo uno de ellos, Jonathan me saludó con la
mano e inclinó la cabeza para indicarme que su trabajo en la casa de al lado había
concluido de forma satisfactoria. Le devolví el saludo mientras contemplaba a
aquellas cinco figuras desapareciendo de la vista, camino del pueblo, para tomar un
tren a la ciudad.
Fue entonces cuando comenzaron los mensajes.
¡Mina!, escuché la voz de Drácula dentro de mi cabeza. He de verte.
La voz me dio tal susto que me puse en pie de un salto. El profesor Van Helsing
había dicho con seguridad que el vampiro no tenía capacidad para ponerse en
contacto conmigo durante el día.
¡Qué equivocado estaba!
Van Helsing se equivoca en muchas cosas.
¡Oh! ¡Aquel demonio estaba leyendo mis pensamientos!
¡Márchate, monstruo!, pensé con todas mis fuerzas. Déjame tranquila. No quiero
volver a verte.
Debes escucharme. Debes dejar que me explique.
¡No! ¡Estoy cansada de tus excusas y tus explicaciones! ¡Eres la reencarnación
del Demonio! ¡Márchate! ¡Vete!
No soy un demonio. Te amo.
¡No puedes amarme! ¡Nunca me has amado! ¡Eres un asesino y un embustero!
¡Te odio! ¡Te odio!
Sus mensajes siguieron llegando y traté de hacer que resultaran ininteligibles
recitando frenéticamente un poema en voz alta. Luego comencé a cantar. Pese a todo,
sus pensamientos continuaron resonando como un fuerte ruido incesante dentro de mi
cabeza.
www.lectulandia.com - Página 234
Incapaz de soportarlo por más tiempo, abandoné corriendo la habitación y bajé la
escalera. Una ráfaga de frío aire húmedo me recibió cuando abrí la puerta principal de
par en par y me aventuré bajo la lluvia sin sombrero. Recorrí a toda velocidad el
camino de entrada y el sendero bordeado por numerosos árboles, sin prestar atención
al frío y a los elementos que me empapaban o al barro que se pegaba a mis zapatos y
salpicaba mis faldas. Lo único en lo que pensaba era en poner toda la distancia
posible entre Carfax y yo, como si así pudiera hacer que acabara el incesante asalto
verbal que amenazaba mi cordura.
Cuando doblé una curva de la carretera, un rayo rasgó el oscuro cielo
iluminándolo como si fuera de día. De repente oí un estrepitoso chasquido y vi una
explosión de chispas por encima de mi cabeza.
Alcé la mirada y me encontré, horrorizada, con que la inmensa rama de un
gigantesco e imponente roble, tan grande como un árbol adulto, se había roto y… se
precipitaba, con letal velocidad, directamente hacia mí.
www.lectulandia.com - Página 235
N
17
o tenía tiempo de gritar, ni forma de escapar de la mortífera caída de la
rama.
De pronto, Drácula estaba ahí, con la larga capa negra ondeando a su
alrededor. Me tomó en sus brazos y, en un abrir y cerrar de ojos, me
encontré fuera de peligro, transportada hasta el amparo de la densa arboleda. Mi
corazón latía desbocado por el miedo, no solo por el lance con la muerte, sino
también por encontrarme de nuevo a solas en brazos de aquel monstruo, lejos de
cualquiera que pudiera ayudarme. Y, para mi sorpresa, presa también de la excitación.
—¡Bájame! —grité golpeándole con los puños.
Él me dejó en el suelo, pero continuó estrechándome entre sus brazos mientras
me miraba fijamente. Sus ojos se posaron en la roja cicatriz de mi frente y adoptaron
una expresión de lo que parecía ser sincero arrepentimiento. Por un instante creo que
Nicolae fue incapaz de hablar.
Aunque los tupidos robles nos guarecían del impacto del violento aguacero, la
lluvia rociaba nuestros cuerpos empapados a través de las frondosas ramas y caía
sobre la densa maleza a nuestros pies.
—¡Has hecho que esa rama se quebrara a propósito para poder rescatarme! —le
acusé mientras forcejeaba en vano para zafarme de sus fuertes brazos.
—No es verdad.
—¡Suéltame, demonio, asesino! —espeté—. ¿O debería llamarte Vlad?
En su rostro apareció una expresión sombría mientras me miraba.
—¿Cómo puedes pensar eso de mí? Yo no era Vlad el Empalador. Le despreciaba
a él y todo cuanto hizo.
—El profesor dijo…
—El profesor se equivoca.
—Estás mintiendo. ¡Eres un monstruo!
—¿Lo soy? —preguntó con suavidad.
—¡Sí! Anoche vi cómo eres realmente. ¡El semblante perfecto que me muestras
no es más que una máscara para ocultar al demonio que habita dentro de ti!
www.lectulandia.com - Página 236
—Tienes ante ti a mi verdadero yo: el ser que fui antes de que el Demonio me
cambiara. La cólera tiende a hacerme cometer actos que escapan a mi control. En mi
interior surge algo oscuro que se apodera de mí… como la noche pasada con
Renfield.
—¡Le asesinaste!
—Para protegerte.
—¡Otra mentira!
Drácula continuó sin soltarme.
—Renfield, al igual que Lucy, tenía pensamientos tan vívidos que podía leerlos
siempre que lo deseaba. La noche pasada le oí decir que deseaba tu sangre. Tenía un
plan para escapar: desgarrarte la garganta y beber hasta la última gota de tu cuerpo.
Aquellas palabras me hicieron dudar. ¿Era posible que fueran ciertas? Me habían
advertido de que el señor Renfield era un maníaco homicida. Recordaba que se había
escapado en numerosas ocasiones y que una vez había apuñalado con saña al doctor
Seward. Y tampoco podía olvidar la forma en que me había mirado en mi última
visita o el desfachatado y grosero comentario que había hecho.
—De ser así, oíste los desvaríos de un hombre muy enfermo. No tenías por qué
matarle.
—¿Qué habrías preferido? ¿Que dejara una nota al doctor Seward sobre sus
perturbados propósitos? Mina, iba a matarte… si no anoche, sí pronto. No podía
arriesgarme.
Sentí que mi resolución flaqueaba ligeramente y luché por mantenerme firme
mientras trataba de zafarme de él.
—Asesinar a un hombre por mí no es un acto honorable. Matar es pecado… y no
es el único que has cometido. ¡Me has engañado!
—¿Cómo?
—¡Hiciste que bebiera de tu sangre! ¿Qué clase de criatura depravada eres para
seducirme estando mi marido dormido a mi lado en la cama? ¿Me embrujaste?
—No. Embrujé a Jonathan, pero no a ti. Bebiste mi sangre por tu propia voluntad.
—¡No me advertiste de las consecuencias! —Las lágrimas me empañaban los
ojos y se mezclaban con la lluvia—. ¡Me has condenado a convertirme en un vampiro
cuando muera!
—No te he condenado.
Me quedé paralizada, atónita.
—¿No?
—No. Ya te dije lo que ocurriría: cuando bebiste mi sangre creaste una conexión
telepática entre nosotros. Eso es todo.
—Pero entonces… ¿por qué Van Helsing dice…?
—Van Helsing es un pomposo y un engreído que se cree experto en asuntos de
www.lectulandia.com - Página 237
los que poco sabe. Para convertirte en vampiro tendrías que haber bebido mucha más
sangre mía. O yo habría tenido que beber una cantidad de sangre tuya lo bastante
importante para que mi esencia dominara y te transformara. Me he cuidado de no
hacerlo. Sigues siendo humana, Mina… tan mortal como lo eras antes.
Guardé silencio mientras me enjugaba las lágrimas, confusa, insegura y llena de
una repentina esperanza. ¿Podría ser cierto? ¿De verdad no estaba condenada?
Entonces se me ocurrió algo y sacudí la cabeza.
—No. Tanto si bebiste suficiente de mí para convertirme en un vampiro como si
no… tu sangre me ha infectado. ¿Acaso no ves la marca de mi frente? ¡Tú la pusiste
ahí! ¡Demuestra que soy impura, que el Todopoderoso me ha rechazado y que estás
aliado con el mismísimo Demonio!
—Solo demuestra que el malvado monstruo que me convirtió, el animal con el
que lucho todos los días por vencer, aún vive en mi sangre. Lamento habértelo
transmitido, pero no fue suficiente para infectarte de forma permanente. A diferencia
de la mía, tu sangre humana lo reparará y se regenerará con el tiempo, y esta clase de
marca jamás volverá a aparecer.
Lloré aliviada por su declaración.
—¡Oh, ojalá sea cierto! Pero ¿quién más va a creerlo? ¡Durante el resto de mi
vida, todo aquel que me mire sabrá que fui marcada, señalada para siempre, por un
trozo de hostia consagrada!
Drácula se estremeció de nuevo.
—Podría eliminar esa marca, pero si lo hago, temo que solo conseguiré que Van
Helsing sospeche que nosotros estamos conchabados.
—¿Conchabados? ¿Nosotros? ¡No existe un nosotros!
—Existe, Mina, y lo sabes tan bien como yo. —Me taladró con sus ojos azules—.
No he ocultado que te amo. Eres todo lo que deseo. No te quiero para un día, una
década o una vida. Quiero estar contigo toda la eternidad. Pero quiero que vengas a
mí libremente o que no lo hagas. La decisión sigue estando en tus manos. Vive
plenamente tu vida mortal si así lo quieres, ten cuantos hijos desees y envejece con el
esposo al que amas. No me interpondré en tu camino. Pero cuando llegue la hora de
tu muerte, si deseas renacer a otra vida… una vida de poder e inmortalidad
conmigo… solo tienes que pedirlo. Y entonces tú y yo podremos estar juntos para
siempre.
—No. ¡No, no! —grité decidida a aferrarme a la ira que sentía a pesar de la
profunda emoción que expresaba el rostro que tenía ante mí—. No voy a escuchar tus
incesantes y taimados intentos por persuadirme. ¿No lo entiendes? ¡Jamás podría ser
un vampiro! ¡No tengo deseos de ser inmortal! ¡Ni tampoco quiero estar contigo para
siempre… jamás! Te odio. ¡Te odio!
Asombrada, vi cómo mis palabras parecieron hacer flaquear su resolución y una
www.lectulandia.com - Página 238
expresión torturada apareció en su rostro. Drácula me soltó y se dio la vuelta. Me
quedé inmóvil durante un momento, tras el cual retrocedí unos pasos. ¿Era libre para
marcharme? Al parecer no había ningún escudo invisible que me impidiera huir. Y,
sin embargo… si él no me retenía con sus poderes… ¿por qué de pronto no tenía
valor para marcharme?
—Así pues, esta es tu postura. Había abrigado la esperanza de que, si podía
contener mis deseos y cortejarte a la antigua usanza, podría… —Hizo una pausa—.
Pero eso ya no importa. —Se volvió hacia mí con una sonrisa desgarrada y me dijo
—: No tienes de qué preocuparte, Mina. No te molestaré más con mi presencia.
—¿Qué quieres decir? —pregunté desconfiada.
—He vivido mucho tiempo y esperado durante toda mi existencia encontrarte.
Eres mi razón de ser. No tengo deseos de continuar si no estás conmigo. Tus hombres
están resueltos a matarme. Simplemente dejaré que lo hagan. Solo tienes que decir
una palabra.
Le miré fijamente, plenamente consciente de que era un astuto demonio y un ser
sumamente poderoso. ¡Era imposible que tuviera intención de morir a manos de
nadie! Pero, mientras le miraba a los ojos, de pronto fue como contemplar la mente y
el corazón de Drácula a través de una ventana. Inmediatamente, sin necesidad de
palabras, sentí el peso de los siglos de la soledad que había vivido; la dicha que había
experimentado durante nuestros encuentros; la intensidad de su amor por mí, y la
angustia y desesperación que ahora atormentaban su corazón. Aquella amalgama de
sentimientos era tan poderosa que proferí un grito ahogado.
Intenté recordarme a mí misma que él me enviaba esos pensamientos a propósito,
que me había escogido para que fuera su compañera eterna y que no dudaría en decir
cualquier cosa para conseguir lo que quería. Pero, aun cuando eso fuera así, no podía
seguir negando la verdad.
Todavía lo amaba.
Nunca había dejado de amarle.
No podía soportar la idea de vivir sin él o que muriera por el motivo que fuera, y
mucho menos por mi causa. Contuve un sollozo. Drácula debió de leer mis
pensamientos, pues al instante avanzó hacia mí y me tomó en sus brazos.
—Mina, Mina. Te amo tanto.
—Yo también te amo.
Me besó profundamente. Le rodeé con mis brazos y le devolví el beso expresando
con fervor todas las enmarañadas emociones que se habían acumulado en mi interior
durante meses. Cuando el beso terminó, su boca acarició mis mejillas secando mis
lágrimas y la lluvia; luego trazó un sendero de besos por mi garganta. Se detuvo de
repente, como si librara una encarnizada lucha interna, y con un entrecortado gemido
me apartó de él y se dio la vuelta.
www.lectulandia.com - Página 239
—¿Qué sucede? —pregunté.
—No puedo beber de tu sangre.
—¿Por qué no?
—Ya lo he hecho en tres ocasiones. Cada humano presenta una tolerancia e
inmunidad diferentes, pero si bebo más de ti podrías convertirte en lo que yo soy…
Pero no en el lejano día de tu muerte, como piensa Van Helsing. El cambio podría
producirse… y acabar con tu vida… mucho antes de lo que tú deseas.
—Ah —respondí con un hilo de voz mientras trataba de controlar el miedo.
Drácula suspiró y sacudió la cabeza con amargura.
—Desde que nos conocimos, ha sido una prueba de fortaleza y voluntad mantener
las manos y los colmillos apartados de ti, pero esto debe acabar. Por ahora, estar en tu
compañía, aun cuando no pueda saborear de nuevo tu sangre o hacerte el amor…
aún… es recompensa suficiente para mí.
Mis mejillas enrojecieron al oírle hablar de hacerme el amor. En realidad, había
fantaseado muchas veces con aquel mismo tema, desde que le conocía como el señor
Wagner, cuando era una mujer soltera. La idea me había resultado totalmente
escandalosa incluso entonces; pero ahora estaba casada. Jamás podría… era
inconcebible.
Nicolae me miró con dureza leyendo, aparentemente, mis pensamientos, lo cual
me hizo enrojecer aún más. Me cogió las manos, se las llevó a los labios y las besó.
—Relájate, Mina. Comprendo que tus deseos están en conflicto con tu curioso
sentido del decoro y la moralidad. Si tu corazón fuera mío…
—Es tuyo.
—Entonces estoy dispuesto a olvidar el resto en este momento.
La lluvia continuaba filtrándose entre los árboles. Estaba calada hasta los huesos
y tiritaba. Drácula me miró, como si de pronto fuera consciente del frío que yo tenía.
Luego alzó la vista y lentamente agitó la mano con una profunda concentración, que
pude sentir en mi cabeza con un leve estremecimiento. De repente una cúpula
protectora invisible pareció formarse sobre nosotros.
Aunque continuaba diluviando, la lluvia cesó a nuestro alrededor y el aire se
tornó cálido. En cuestión de segundos, los dos estábamos secos de pies a cabeza.
Nicolae señaló hacia la rama caída y nos sentamos uno junto al otro; yo me sentía
demasiado abrumada para responder en esos momentos.
—¿Qué vamos a hacer? —pregunté al cabo de un rato—. No puedo abandonar a
mi esposo, pero tampoco puedo renunciar a ti. Lo he intentado y es algo de lo que no
soy capaz. Tampoco puedo quedarme sentada mientras veo cómo los demás te
destruyen.
—Eso no sucederá.
—Pero están visitando tus casas mientras hablamos. Pretenden hacer inservibles
www.lectulandia.com - Página 240
tus cajas con tierra.
—Lo sé. Debería haberme quedado para proteger mi propiedad… pero eso podría
haber significado tener que matar a uno o a todos ellos y te había prometido que no lo
haría.
—Gracias.
—Por fortuna, no soy tan vulnerable como ellos creen. Muchas de las cajas que
encontrarán son señuelos. Tengo otros lugares de reposo que no han descubierto, a los
que he transferido mi querida tierra transilvana.
—¿Qué sucedería si los encontrasen?
—No deben hacerlo. —Me cogió la mano y prosiguió—: Es la guerra, Mina. Y
para ganar la guerra uno debe conocer y comprender los puntos débiles del enemigo.
Con tal fin, he pasado numerosas horas en la sala de lectura bajo la cúpula de cobre
del Museo Británico, estudiando al profesor Van Helsing. Ha publicado multitud de
artículos sobre diversos temas. Me quedé fascinado al reparar en que se autoproclama
maestro del hipnotismo. Utilicémoslo en nuestro provecho.
—¿Cómo?
—Tengo un plan. Una forma de convencer a tus hombres para que abandonen la
caza. La manera de que puedas estar con tu esposo, si lo deseas, y que yo esté a salvo.
Debemos engañarlos para que piensen que he huido del país.
—¿Que has huido del país?
Drácula me contó los detalles del plan que había concebido, un ardid sencillo
pero muy ingenioso que, entre otras cosas, suponía que yo le pidiese al profesor que
utilizase sus poderes hipnóticos para ponerme en trance.
—¿No será peligroso? —dije con ciertas reservas—. Si permito que el profesor
Van Helsing me hipnotice, podría revelarle mis verdaderos sentimientos hacia ti, así
como nuestro plan.
—Podrías… si de verdad Van Helsing resultara ser un hipnotizador competente,
cosa que es muy improbable. Tengo mucha experiencia en este arte, Mina, y puedo
enseñarte algunos trucos. En cualquier caso, yo estaré contigo dentro de tu mente
todo el tiempo por si hubiera el menor peligro de que cayeras bajo su poder… y te
diré lo que debes decir.
—Tengo poca experiencia actuando, aparte de en las obras del colegio.
—Tengo fe en ti. Escuché tus dotes interpretativas anoche, después de abandonar
el dormitorio, cuando inventaste esa extraordinaria historia sobre nuestro encuentro.
—Con los ojos llenos de chispas repitió la imitación de él que yo había hecho como
monstruo repulsivo—: «Has sido mi lagar copioso durante un tiempo y serás después
mi compañera y mi ayudante. Cuando mi cerebro te diga “¡Ven!”, tú cruzarás tierra y
mar para hacer mi voluntad».
Me cubrí la cara con las manos.
www.lectulandia.com - Página 241
—¡Oh! Me sonrojo al recordar lo que les dije. Creo que esa historia solo ha
aumentado su sed de venganza.
—Fue muy imaginativa… aunque un tanto melodramática.
Aparté la mirada pensando en lo que me había propuesto. ¿Podría, debía,…
intentar ayudarle? ¿Cómo podría no hacerlo?
Sabía cuánto le temían y despreciaban Jonathan y los demás. Si no luchaba por
salvar a Nicolae, podría perecer. Eso me rompería el corazón y, además, ¿quién sabía
cuántos de ellos saldrían con vida después de semejante pelea? Me sentía como
Helena de Troya, atrapada entre dos amantes al borde de la guerra. Amaba a
Jonathan, quería tener una vida agradable y con la familia que habíamos imaginado.
Pero también amaba a Nicolae. No podía ser fiel a los dos al mismo tiempo.
Solo podía ser fiel a mí misma y seguir los dictados de mi corazón… y mi
corazón me decía que hiciera cuanto fuese necesario para mantenerlos a ambos a
salvo. Tal vez estuviera ciega; tal vez estuviera demasiado enamorada para pensar
con claridad, pero no me veía capaz de actuar de otro modo.
—Nicolae, haré todo lo que pueda para ayudarte. Pero los demás están
convencidos de que estoy condenada a convertirme en vampiro cuando muera.
Aunque crean que has abandonado Inglaterra, temo que te sigan y que nunca dejen de
buscarte mientras piensen que estás vivo.
—Debes persuadirlos de que nunca regresaré, que deben dejarte vivir tu vida
mortal y que, cuando mueras, no representarás una amenaza para nadie.
—¿Cómo voy a convencerlos de eso?
—Pidiéndoles que te claven una estaca si revives.
—¡No puedes hablar en serio!
—Ese grupo no tendrá reparos en prometerte que lo hará; lo hicieron de buena
gana por Lucy. Pero esa promesa no reporta peligros, pues no revivirás… a menos
que lo desees. A menos que decidas ser mía por propia voluntad. Y si eso sucede, te
prometo que, tanto si pasan nueve años como noventa y nueve, vendré a buscarte,
Mina. Te llevaré lejos en cuanto te depositen en tu tumba.
Me maravillé ante la idea; todo aquello aún me parecía totalmente fantástico.
¿Acaso era cierto?
¿Tendría la oportunidad de ser fiel a los dos hombres a los que amaba? ¿Podía
vivir una vida y luego otra?
¿Qué otra solución había a la encrucijada en que me encontraba?
Entonces la imagen de mi sueño me vino a la mente —la grotesca visión de Lucy
volviéndose hacia mí como un horrible y sibilante vampiro— y recordé la voz
angustiada del doctor Seward en su diario fonográfico mientras narraba la historia de
aquella cosa espeluznante en que se había convertido. Me fue imposible no
estremecerme. ¿De verdad deseaba convertirme en vampiro, aun cuando eso
www.lectulandia.com - Página 242
significara pasar toda la eternidad en brazos de Drácula?
—Será una eternidad colmada de dicha —dijo, aunque yo no había hablado en
voz alta—. No te mentiré. Conlleva un alto precio. Pero te daría un don, Mina, un don
que muy pocas personas sueñan con poseer.
—¿Es un don? —dije con incertidumbre.
—Sí. La inmortalidad trae consigo un gran poder. Tú adoras aprender, Mina.
Piensa en las posibilidades. Piensa en todo lo que puedes estudiar y hacer teniendo
todo el tiempo del mundo.
—Lo reconozco, la idea de que el tiempo no tenga fin resulta emocionante. Podría
leerme todos los libros de tu biblioteca. ¡Todos los que hay en el Museo Británico!
—Puedes convertirte en una pianista consumada como Beethoven, Mozart o
Chopin.
—Podría vivir para ver todas las maravillas que se inventarán en el futuro. Podría
conocer a mis tataratataranietos.
—Y puedes elegir tu forma. Puedes ser esa tataratatarabuela o ser tan joven y
hermosa como lo eres ahora. Nunca enfermarás ni morirás.
—Pero eso no es cierto. Tú estás muerto.
—No muerto —insistió—. No muerto. Es algo muy diferente. Aquí funciona la
teoría de la evolución de Darwin: solo los mejores sobreviven y forman nuevas
especies.
Le miré fijamente.
—Una nueva especie que no muere.
—Exactamente.
—Pero… me dijiste que habías estado solo durante siglos.
—Ya no estaría solo si te tuviera a ti.
—Eres temido y perseguido.
—Viviremos donde nadie nos conozca.
—¿Y si me convierto en alguien como Lucy y tus hermanas? No deseo hacerle
daño a nadie.
—No lo harás. Serás el vampiro más dulce, bonito y bondadoso que jamás haya
pisado la faz de la tierra.
—¿Cómo puedes saberlo?
—Porque yo guiaré tus pasos, cariño mío, y te enseñaré todo lo que sé. Con el
tiempo serás tan poderosa como yo.
Estudié su rostro, tan bello, tan perfecto en todos sus detalles. Hasta hacía una
semana ni siquiera creía en la existencia de los vampiros. Ahora comprendía que no
solo eran reales, sino que no todos eran las criaturas viles, malvadas y despiadadas
que el profesor había descrito. Drácula tenía un lado maligno en su interior, pero
luchaba contra él; tenía corazón y conciencia. ¿De verdad era tan diferente de los
www.lectulandia.com - Página 243
humanos que conocía? Necesitaba sangre para existir, pero había encontrado el modo
de tomar su alimento sin matar a nadie… y, en la mayoría de los casos, sin que la
persona en cuestión recordase nada. ¿Acaso sería tan malo vivir para siempre de ese
modo? ¿Sobre todo teniendo a semejante hombre a mi lado?
—¿De veras me esperarías noventa y nueve largos años? —pregunté.
—¿Qué son diez décadas cuando tienes una eternidad?
—Si muero de vieja… ¿me seguirás deseando?
—Olvidas que yo soy un hombre anciano. Siempre te desearé.
—Si me convierto en una no muerta, ¿sería seguro compartir nuestra sangre
mutuamente?
—Totalmente seguro. Podríamos deleitarnos cuando quisiéramos, solo por placer.
Aquello era un incentivo que no podía ignorar.
—Antes me dijiste que el Demonio te cambió. ¿A qué te referías? ¿Cuántos años
tienes? ¿Quién eras antes de convertirte en vampiro?
—Ah. Esa es una larga historia que voy a reservarme para otro momento. —Me
besó y me dijo de mala gana—: Debo irme. Tengo cosas que hacer.
Luego me ayudó a levantarme y, agitando la mano, retiró la cúpula invisible que
nos había estado protegiendo. Había dejado de llover, aunque la humedad de los
numerosos árboles nos salpicaba mientras atravesábamos con rapidez el bosque
tomando un atajo que, según dijo Nicolae, conducía directamente al pueblo. Sabiendo
que planeaba aparecerse ante los hombres aquella misma tarde, expresé mi
preocupación por su seguridad y por la de mi esposo y los demás. Él me aseguró que
nada les sucedería.
—¿Te verán los demás tal como yo te veo? —pregunté.
—No. Es vital que reconozcan al anciano que vieron anoche y que tu marido
conoció en Transilvania.
—Jonathan ya te ha visto de más joven… aunque no tanto como estás ahora. Una
vez en la capilla de tu castillo, cuando tenías el cabello canoso y no blanco. Y, de
nuevo, hace dos semanas, en Piccadilly. Te vimos delante de una joyería.
—¿Qué hacía yo?
—Tenías la vista clavada en una hermosa mujer sentada en un carruaje
descubierto, que llevaba un sombrero de ala ancha.
—Ah… sí. La mujer del sombrero. Era muy hermosa, en efecto. Pero de haber
sabido que tú estabas allí, habría sido a ti a quien mirara.
—No pensé que fueras tú. Parecías tener cincuenta años como mínimo. Y tu
rostro… me dio miedo.
—Aquel día no me preocupaba demasiado qué forma tomaba. Estaba sumido en
la amargura, pues creía que te había perdido para siempre.
Ya habíamos llegado al límite del bosque. Nicolae me acarició la cara mientras
www.lectulandia.com - Página 244
me miraba con tal afecto que me era imposible imaginar que pudiera llegar a ser
cruel.
—À tout à l’heure, amor mío. Debo regresar a Carfax para preparar mi viaje en
tren a Londres. —Me dio un beso de despedida—. Te veré tan pronto como sea
seguro. Siempre estaremos en contacto telepático.
En la oficina de telégrafos del pueblo envié el telegrama que Drácula me había
pedido, dirigido al profesor Van Helsing a la casa de Piccadilly, donde sabía que
estaría el grupo.
CUIDADO CON D. ACABA DE SALIR APRESURADAMENTE DE CARFAX EN ESTE
MOMENTO, A LAS 12.45, Y SE DIRIGE VELOZMENTE HACIA EL SUR. PARECE ESTAR
HACIENDO LA RONDA.
MINA
Luego regresé al sanatorio. Sabía que debía mantenerme ocupada o me volvería
loca de preocupación. Durante toda la tarde me afané transcribiendo las últimas
entradas de los diarios de Jonathan y del doctor Seward, que resultaron ser extensas.
Hice una pausa para escuchar la espantosa interpretación fonográfica de los
sucesos de la noche previa, cuando los hombres irrumpieron en mi cámara y me
sorprendieron con Drácula. Palidecí, consternada, mientras él narraba mi historia
sobre lo ocurrido entre Nicolae y yo, describiéndolo como un horrendo monstruo.
Todo era mentira, pero no había tenido más alternativa que mecanografiarlo para
tener constancia de los hechos.
Antes de darme cuenta, el reloj del vestíbulo dio las cuatro. Los hombres habían
prometido regresar antes de la puesta de sol, que tendría lugar dentro de una o dos
horas. Me levanté y comencé a pasearme con ansiedad, preguntándome qué habría
sucedido. Justo entonces oí la voz de Drácula en mi cabeza.
Mantén la calma, Mina. La fase uno ha salido tal como estaba previsto.
¿Están todos bien?, respondí con mi mente.
Nadie ha sufrido ni un solo arañazo. Tu telegrama funcionó. El grupo estaba
esperándome en mi casa de Piccadilly. ¡Ojalá siempre me encuentre con enemigos
tan inexpertos! Me aparecí fugazmente ante ellos antes de huir.
¿Dónde estás ahora?
Voy a ocuparme de la fase dos. Cuídate. Te quiero.
Los hombres desfilaron de nuevo dentro de la casa, justo cuando el sol estaba
poniéndose. Al salir a recibirlos a la puerta principal vi en sus rostros una mezcla de
emociones. El profesor Van Helsing parecía el más optimista de todos, pero Jonathan
tenía aspecto de estar desolado. La noche anterior había sido un hombre feliz, con un
www.lectulandia.com - Página 245
rostro fuerte, joven y optimista. Hoy Jonathan parecía demacrado, viejo y pálido, con
los ojos hundidos y una profunda pena en el rostro. No obstante, su energía seguía
intacta; me recordaba a un chisquero o a un cañón, que contenía su fuerza interior a
duras penas, listo para explotar ante la más mínima provocación.
—¿Qué ha pasado? —pregunté. La sincera preocupación que sentía por él se
impuso al candor que pretendía transmitir.
—Drácula ha venido, pero ha escapado —respondió Jonathan derrotado y con el
ceño fruncido.
Apartó la vista rápidamente cuando vio la roja cicatriz de mi frente. Comprendía
por qué: era un recordatorio visible de lo que él consideraba mi impureza y su fracaso
en protegerme.
—El villano ha huido, sí —dijo Van Helsing—, pero hemos aprendido mucho hoy
y ha sido un gran éxito; hemos encontrado y destruido todas sus cajas salvo una.
—Deben contármelo todo —aduje.
Durante la cena los hombres me entretuvieron con su aventura de esa tarde.
—Nos hemos encargado de todas las cajas de la capilla de Carfax —contó
Seward—. Ahora están llenas de hostias consagradas y son inservibles para él.
—He utilizado un cerrajero para entrar en la casa del conde en Piccadilly —
explicó lord Godalming—, fingiendo que era mía y que había perdido la llave.
Hemos encontrado ocho cajas de tierra allí. Quincey y yo hemos hallado otras seis
más en cada una de sus propiedades en Mile End y en Bermondsey y las hemos
destruido todas. Es decir… las hemos dejado inservibles.
—Luego hemos vuelto corriendo a Piccadilly y nos hemos enterado del telegrama
que le había enviado al señor Harker —intervino el señor Morris.
—Decía que el conde se dirigía al sur desde Carfax —explicó el profesor—, de
modo que hemos pensado que visitaría primero sus otras casas para comprobar su
estado. Nos hemos quedado a la espera y por fin ha venido.
—El conde Drácula parecía estar preparado para una sorpresa… al menos temía
recibirla —dijo Jonathan—. Ha sido una lástima no haber organizado un plan de
ataque mejor… pero me he abalanzado sobre él con mi machete kukri.
—¡Oh! —grité alarmada.
Había visto esa navaja que había heredado de su padre. Un arma de guerra
temible, con una hoja larga y curva que podía utilizarse como navaja o hacha.
—Tan solo la diabólica velocidad del conde le ha salvado —declaró el doctor
Seward—. Un segundo más y esa efectiva hoja le habría atravesado el corazón.
—Fuera como fuese, le ha rajado el bolsillo de la chaqueta —intervino el señor
Morris— haciendo que un montón de billetes y monedas de oro se desperdigaran por
el suelo.
—Hemos avanzado hacia él con crucifijos y hostias consagradas —explicó lord
www.lectulandia.com - Página 246
Godalming—. El conde ha retrocedido y se ha arrojado por una ventana, luego nos ha
enviado algunas palabras desde abajo.
—Hemos ido tras él, pero le hemos perdido de vista —gritó Jonathan furioso,
ensartando la carne del plato con el tenedor—. Ha desaparecido. ¡Se ha esfumado! Y
no tenemos todas las cajas de tierra. Aún queda una en alguna parte. ¡Si el conde opta
por esconderse, puede frustrar nuestros esfuerzos durante años!
—No lo hará, amigo mío —repuso Van Helsing con firmeza—. Encontraremos la
caja que falta y todo saldrá bien. Os digo que este es un buen día. Hemos hecho que
todas las guaridas del conde resulten inhabitables, salvo una, y hemos aprendido
algo… ¡Mucho, en realidad! ¡Nos teme! Ahora queda esperar y ver qué hace.
Aquella noche, el profesor preparó mi cuarto con ajo para —como decía él—
«protegerme de la aparición del vampiro», y me aseguró que podría disfrutar de un
plácido sueño. Puso también una campana a mi disposición, que debía hacer sonar en
caso de emergencia. Como última precaución, lord Godalming, el señor Morris y el
doctor Seward se turnaron para montar vigilancia en la puerta de nuestro dormitorio,
a pesar de que insistí en que me parecía innecesario.
Nada más apoyar la cabeza sobre la almohada, oí la voz de Nicolae:
¿Y bien? ¿Qué les ha parecido a todos ellos mi pequeña representación?
Has hecho un trabajo excelente, respondí con una sonrisa.
Siento que sonríes. Ojalá estuviera allí para verlo.
Sofoqué un jadeo.
¿Cómo funciona este vínculo entre nosotros? ¿Puedes leer mis pensamientos en
cualquier momento o solo si yo te los envío?
Puedo leerte la mente siempre que quiera, cariño.
Aquello me tomó por sorpresa. ¿En serio deseaba que otra persona pudiera
conocer todo lo que pensaba? Y, sin embargo… ¿tenía otra alternativa?
¿Por qué yo no oigo nada de lo que tú piensas?
Eres novata en esto. Requiere tiempo. Me oirás cuando lo necesites, te lo
prometo. He de irme ahora. Tengo mucho de que ocuparme. ¿Sabes qué has de
hacer?
Sí.
Hasta luego pues. Que tengas dulces sueños. Te despertaré cuando llegue el
momento.
Bien entrada la madrugada, los pensamientos de Nicolae me despertaron de un
profundo sueño.
Me incorporé en la cama y me froté los ojos para despejarme mientras recordaba
la misión que tenía entre manos. Con el corazón latiéndome expectante, apoyé la
mano en el hombro de mi marido y le susurré apremiante al oído:
—Jonathan, despierta.
www.lectulandia.com - Página 247
—¿Qué sucede? —Se incorporó, medio dormido pero alarmado—. ¿Ocurre algo?
—No. Pero necesito que llames al profesor. Tengo una idea. Quiero verle de
inmediato.
Jonathan dio el mensaje al doctor Seward, que estaba sentado haciendo guardia.
Unos minutos más tarde, Seward regresó con todo el grupo vestido con batas.
—¿Qué puedo hacer por usted, señora Mina? —preguntó el profesor mientras los
hombres esperaban en la puerta, llenos de curiosidad.
—Dijo usted que tengo una conexión mental con el conde Drácula.
Comprobemos si es así. Quiero que me hipnotice.
www.lectulandia.com - Página 248
–¿Q
18
ue te hipnotice? —repitió Jonathan con preocupación.
—Sí. Quizá pueda ayudarlos averiguando algo acerca de su
paradero.
Al profesor Van Helsing se le iluminó la cara.
—Excelente idea, señora Mina. Excelente idea.
Indicó a Jonathan y a los demás que se quedaran atrás y a mí que me sentara
erguida en el borde de la cama. Sin pronunciar ni una palabra más, clavó la mirada en
mí y comenzó a pasar lentamente las manos por delante de mis ojos. Tenía un aspecto
tan cómico, allí de pie, con su bata de satén púrpura, agitando las manos como si
fuera un médium chiflado, que tuve que esforzarme por no echarme a reír. Me
recordé a mí misma la gravedad de mi misión y le miré fijamente mientras escuchaba
los pensamientos tranquilizadores de Drácula. Entonces cerré los ojos y me quedé
muy quieta fingiendo estar bajo la influencia del profesor.
—Ya puede abrir los ojos, señora Mina —oí que me decía con suavidad.
Así lo hice, fingiendo tener la mirada perdida y esperando que resultara creíble.
El profesor Van Helsing indicó a los demás que pasaran, tras lo cual todos se
congregaron en torno a los pies de la cama.
—¿Dónde se encuentra? —preguntó el profesor con tono grave.
—No lo sé —respondí con la voz tan serena como me fue posible—. Todo me
resulta extraño.
—¿Qué es lo que ve?
—No veo nada. Todo está oscuro.
El profesor Van Helsing indicó a Jonathan con la cabeza que abriera los postigos.
El día acababa de despuntar y una difusa luz rosada se filtró en la habitación.
—¿Qué oye? —inquirió Van Helsing con paciencia.
—El sonido del agua. Un débil gorgoteo y pequeñas olas que chocan. Puedo oírlo
en el exterior.
—¿Está en un barco? —dijo sorprendido.
—¡Oh, sí!
www.lectulandia.com - Página 249
Los hombres se quedaron boquiabiertos. Incluso con la vista fija al frente, con los
ojos vidriosos y expresión perdida, podía ver las miradas que intercambiaron.
—¿Qué más oye? —insistió el profesor.
—Pasos de hombres, arriba, afanándose de un lado a otro —respondí
rememorando mi reciente viaje por mar al continente—. También oigo chirriar una
cadena y un fuerte tintineo, como cuando la rueda dentada del cabrestante encaja en
el trinquete.
—¿Qué está haciendo?
—Estoy inmóvil… totalmente inmóvil. ¡Es como estar muerta!
Reparé en que el sol ya había salido —momento en el que el profesor Van
Helsing suponía que mi conexión mental con Drácula terminaba— y guardé silencio,
cerré los ojos y comencé a respirar suave y profundamente, como si estuviera
dormida.
El profesor me puso las manos sobre los hombros y, con suavidad, me tendió
sobre la cama depositando mi cabeza en la almohada. Fingí dormir durante unos
momentos y, a continuación, exhalando un prolongado suspiro, me desperecé y me
incorporé, como si me sorprendiera despertar y encontrarlos a todos reunidos en torno
a mí.
—¿He estado hablando mientras dormía? —pregunté con candor.
—Estabas hipnotizada, cariño —dijo Jonathan—, tal como tú misma sugeriste. Y
ha funcionado a las mil maravillas.
—¡Ah! ¿Qué he dicho?
El profesor se apresuró a repetir la conversación y, cuando concluyó, los hombres
comenzaron a hablar animadamente a la vez.
—¡Está en un barco! —exclamó el señor Morris.
—¡Se escapa! —agregó lord Godalming.
Morris y lord Godalming se encaminaron inmediatamente hacia la puerta, pero la
voz serena del profesor los hizo regresar.
—Quédense, amigos míos. Ese barco, dondequiera que esté, está levando anclas
mientras hablamos. Hay muchos buques levando anclas en el gran puerto de Londres
y todavía ignoramos cuál buscamos. ¡Pero ahora tenemos un indicio, gracias a Dios!
Es lo que sospechaba. ¡Pretendía escapar! Con solo una caja y un grupo de hombres
siguiéndole como sabuesos tras un zorro, comprendió que Londres no era lugar para
él y abandona el país. De algún modo se había preparado para ello y la última caja de
tierra estaba lista para ser transportada a alguna parte. ¡Por eso cogió todo aquel
dinero que vimos caer de su bolsillo! ¡Por eso tenía tanta prisa la última vez que le
vimos, por miedo a que le atrapáramos en su momento de debilidad antes de que el
sol se pusiera! Nuestro enemigo regresa a su castillo en Transilvania. ¡Estoy tan
seguro como si una gran mano de fuego lo hubiera grabado en la pared!
www.lectulandia.com - Página 250
Disimulé una sonrisita satisfecha al escuchar aquello, pues eso era, justamente, lo
que Nicolae y yo queríamos que pensaran.
—¡No puedo dejar que escape! —gritó Jonathan de inmediato—. ¡Debemos ir
tras él!
—Desde luego —convino Van Helsing—, pero el viejo zorro es astuto y debemos
seguirlo con astucia. No hay prisa en estos momentos. Hay agua de por medio que,
según creo, no puede cruzar aunque quisiera, a menos que el barco atracase en
tierra… pues un vampiro no puede cruzar las aguas en movimiento por sus propios
medios, o eso dicen. Por tanto, permanecerá en ese barco hasta que llegue a puerto
seguro. Esto nos proporciona tiempo para averiguar el nombre del barco y la ruta que
lleva. Luego podremos urdir nuestro plan y seguirlo.
Había previsto esa reacción y había preparado mi ruego.
—Pero ¿qué necesidad hay de seguir buscándolo cuando se ha alejado de
nosotros? —dije con dulzura—. Ha huido al continente. Se ha marchado. ¿No
podemos dejarle ir?
—¡Jamás! —respondió Van Helsing.
—¿Por qué no? Él ha terminado aquí. Ya no hay nada que temer.
—Hay mucho que temer, mi querida señora Mina. ¿No ve la marca en su frente?
Él la ha marcado. Ahora debemos temer al tiempo, pues usted ha bebido su sangre.
Yo sabía que aquello no era cierto. Alcé la mano de forma inconsciente para tocar
la cicatriz, que todavía estaba enrojecida y tierna.
—Puede que la teoría sea errónea, profesor.
—No lo es.
Tenía más cosas que decir, pero Van Helsing me interrumpió cuando tocó la
campanilla pidiendo que se sirviera el desayuno y, acto seguido, se enfrascó en una
discusión con los hombres en relación al mejor medio de buscar información sobre el
barco de Drácula, que pretendía confirmar esa misma mañana. Me di cuenta de que
tendría que esperar y buscar la oportunidad de comentar el tema más ampliamente.
Después de desayunar, el profesor salió hacia el puerto de Londres acompañado
por los demás… por todos excepto Jonathan, que insistió en quedarse para cuidarme
y hacerme compañía. Al principio me sentí un tanto incómoda en presencia de mi
marido, preocupada porque pudiera hacer algún comentario que delatara mi
complicidad con Drácula en aquel asunto. Pero, al mismo tiempo, me sentía
sumamente agradecida por tener la oportunidad de estar juntos. Era la primera vez,
sin contar los pocos momentos de intimidad de nuestro dormitorio, que estábamos a
solas para hablar desde el día en que nos marchamos de Exeter.
Pasamos la mañana revisando los documentos. Mientras yo mecanografiaba las
entradas e informes más recientes, Jonathan ordenaba y repasaba todo para
asegurarse de que no nos habíamos dejado nada. Una vez concluida la tarea
www.lectulandia.com - Página 251
acordamos que necesitábamos algo de diversión, de modo que decidimos dar un
paseo hasta el pueblo.
El fresco aire otoñal pareció reanimarnos mientras caminábamos por el sendero
arbolado. Con los pájaros cantando en los árboles y los balidos lejanos de las ovejas,
casi resultaba imposible creer que estábamos inmersos en un extraño drama
sobrenatural que había alterado nuestras vidas. Por el paso tranquilo de Jonathan y su
expresión relajada supe que también él agradecía aquel respiro fuera de la ansiedad
colectiva en que vivíamos.
—La marcha del conde nos ha proporcionado algo de tiempo —dijo con una
pequeña sonrisa—. Saber que ese horrible peligro ya no puede acecharnos en el
momento más inesperado resulta… consolador.
—Sí.
Posó la mirada en mi frente y su sonrisa desapareció.
—Lamento mucho lo que te ha pasado, Mina. Si alguna vez ha existido una mujer
perfecta, esa eres tú, mi pobre y ultrajada Mina.
Me sonrojé.
—No soy una santa, Jonathan. Estoy tan lejos de la perfección como cualquier
mujer.
—Disparates. Eres un ángel. Seguro que Dios no permitirá que el mundo pierda a
alguien tan justo y bueno como tú. Esa es mi esperanza y me aferro a ella para
sobrellevar los aciagos días que nos esperan. —Alargó el brazo y me cogió la mano
—. Al menos ahora tenemos un propósito que nos guíe. Tal vez seamos instrumentos
de un Bien Supremo.
El rubor de mis mejillas se hizo más intenso ante aquellas palabras. ¡Oh! Si
Jonathan supiese lo que había hecho y lo que tenía intención de hacer, sabría los
sentimientos que anidaban en mi pecho hacia su rival y, sin duda, se apartaría de mí
lleno de horror y asco, y despreciaría el suelo que pisase. «Díselo —me gritaba mi
cabeza—. Cuéntaselo todo. Es tu esposo y merece saber la verdad». Pero,
desesperada, sabía que no podía hacerlo. En caso contrario, todo estaría perdido, pues
se iniciaría una guerra y uno de mis dos amores, si no ambos, acabaría muriendo.
Dejé que la culpa remitiera, encerrándola en una cajita diminuta dentro de mi cabeza,
decidida a no pensar en ello, a concentrarme en el presente y a disfrutar de Jonathan
ese día.
Cuando llegamos a la calle principal del pueblo, nos asaltó el aroma del pescado
fresco cocinándose en el Royal Hotel y no pudimos resistirnos a su llamada.
Tomamos asiento a una acogedora mesa junto a la chimenea y disfrutamos del mejor
plato de pescado y patatas fritas que jamás habíamos degustado.
—Nunca debí dejar que vinieras a Londres sabiendo que esa criatura estaba aquí
—dijo Jonathan mientras comíamos.
www.lectulandia.com - Página 252
—No podías saber lo que sucedería. Y me alegro de haber venido.
—¿Cómo puedes alegrarte?
—De haberme quedado en Exeter, la preocupación me habría matado. Al menos
de este modo puedo intentar ser de ayuda. Pero hay otro motivo. Hay algo que he
querido contarte desde hace días, pero no he tenido la oportunidad de hacerlo. He
encontrado a mi madre y a mi padre.
Jonathan me miró atónito.
—¿Los has encontrado? ¿Dónde? ¿Cómo?
Le hablé sobre mi excursión de aquel primer día en la ciudad, informándole de
todo lo que había visto y aprendido… exceptuando, naturalmente, cualquier mención
al hombre que me había acompañado.
—¡Vaya, es asombroso! —exclamó Jonathan riendo cuando terminé de contarle
mi historia—. Qué excepcional e interesante legado. Siempre decías que eras una
descendiente real, Mina. Parece que estabas muy cerca, pues eres hija de un lord.
¿Tienes intención de ponerte en contacto con él?
—No. Solo saber quién soy y de dónde vengo ha dado respuesta a tantas
preguntas que me conformo con eso.
—Es una lástima que tu madre y tu padre no pudieran casarse y es muy triste que
ella muriera. Habría sido maravilloso conocerla.
—Conocerla y que formara parte de mi vida habría sido más que un sueño.
—¡Una madre gitana! ¡Imagínate! Me pregunto quién sería su gente.
No comments:
Post a Comment
اكتب تعليق حول الموضوع