Yo soy tu candidato
Romántica y apasionante historia de amor
Miranda Wess
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s. 1ª edición
Dedicatoria
“Dedico esta novela a todo aquel que crea en el romance con muchísimo amor desde lo más
profundo de mi corazón. Es picante y dulce como la buena comida. Ha sido escrita en dos partes: la
versión de Clarissa y la de Sebasthian, son dos caras de una misma historia contada directamente
desde la piel, la boca y el aliento de estos apasionados personajes.
Conócelos y enamórate…
Miranda Wess
Agradecimientos:
A Dios por darme la vida.
A mi bebé por existir y elegirme como madre.
A mi esposo: por tenerme paciencia mientras me quemaba las pestañas frente a la computadora.
A mis amigas: Naza, Abril y Andre que me apoyaron durante el proceso con buenos deseos y
consejos.
A ustedes por leerme. Mil gracias.
Índice
Viernes 09 de Enero del 2015
Sábado 10 de Enero
Domingo 11 de Enero
Lunes 12 de Enero
Martes 13 de Enero
Miércoles 14 de Enero
Jueves 15 de Enero
Viernes 16 de Enero
Sábado 17 de Enero
Domingo 18 de Enero
Lunes 19 de Enero
Martes 20 de Enero
Miércoles 21 de Enero
Jueves 22 de Enero
Viernes 23 de Enero
Sábado 24 de Enero
El chantajista
SEBASTHIAN
Viernes 09 de Enero
Sábado 10 de Enero
Lunes 12 de Enero
Martes 13 de Enero
Miércoles 14 de Enero
Jueves 15 de Enero
Viernes 16 de Enero
Sábad0 17 de Enero
Domingo 18 de Enero
Lunes 19 de Enero
Martes 20 de Enero
Miércoles 21 de Enero
Jueves 22 de Enero
Viernes 23 de Enero
Sábado 24 de Enero
La innombrable
Enemigos ocultos
Escribe una reseña:
Viernes 09 de Enero del 2015
“Revoloteos de mariposas"
A través de la ventana del consultorio observo mi reflejo desvaído, casi fantasmagórico, flotando
sobre el Ávila. Mi rostro pálido, una mata de cabello castaño recogido en una coleta, y grandes ojos
ámbar que me miran cuestionándome sin descanso. Suspiro. Parece mentira que pronto comenzaré a
ejercer como Psicóloga. Sí, en este momento estoy de espaldas a lo que será mi consultorio, cortesía
del buen Doctor.
—¿Qué te parece?
Me pregunta el hombre mayor con mirada de cariño. Su nombre es Víctor Spillman. Dr. Víctor
Spillman. Alto, macizo como un toro, con cabello canoso y ojos inquisitivos. A quien conozco desde
hace varios años. Se podría decir que él sería mi única familia, solo que no nos unen lazos de sangre.
Bueno yo no tengo lazos de sangre con nadie, que yo sepa...
Observo con detenimiento el espacio. Sí, me gusta, es todo lo que se necesita para trabajar. Un
saloncito amoblado parcamente con dos sillones orejones cómodos, una mesita y un escritorio. Todo
muy sencillo.
—Es perfecto, gracias—sonrío de oreja a oreja agradecida.
Es curioso pero estoy comenzando una etapa nueva de mi vida. Sí, se podría decir que tener mi
propio consultorio sería una nueva etapa. He trabajado tanto para lograr mis metas casi hasta el
punto del desmayo; después de todo si estás sola tienes que luchar.
—Entonces podrás comenzar el lunes, ahora solo hay que darte a conocer—pones sus manos en
mis hombros—. Vendrás conmigo más tarde a un cóctel de beneficencia. Allí habrá gente importante,
quiero que te regodees con lo mejor de lo mejor de Caracas.
Suspiro.
—Sí, padrino—digo casi en un tono infantil.
El Dr. Spillman siempre ha tenido mucha fe en mí. Quizá más de la que merezca. En parte gracias a
él he logrado ser quien soy, Clarissa Spillman, y no solo una niñita anónima y perdida que pudo
haber acabado en las drogas o algo peor. En la nada.
Me estremezco solo de pensarlo...
Más tarde me encuentro recorriendo tiendas en búsqueda de un vestido de cóctel, tengo un dinerito
ahorrado que me servirá, debo causar buena impresión "a la gente bonita de Caracas".
****
El Hotel Pestana Caracas se me presenta imponente y hermoso, por supuesto nunca había venido y
rápidamente me quedo maravillada. Al entrar al salón de fiesta me deleita el aroma de las flores que
lo adornan y la suave música de fondo que invita a la tertulia. El Dr. Spillman se mueve confiado y
me lleva del codo como su joven acompañante. Presentándome a tantas personas de renombre como
puede. Doctores, empresarios, magnates y figuras de la farándula. Habla con ellos con soltura
elogiando mis logros como si yo fuera la panacea de la psicología moderna.
¡Uf...joven inexperta eso es lo que eres!
Por lo menos parezco que encajo en ese ambiente dado a mi bello vestido corte A, zapatos y
accesorios a juego. He puesto especial cuidado en mi cabello que cae lacio y brillante por mi
espalda.
Me permito Saborear el vino que me han servido... Mmm... delicioso. Se desliza dulce y frío por mi
garganta, y me relaja un poco de esta procesión de nombres y caras nuevas. Aprovecho un momento
en el que mi padrino se encontró con otro colega, y comenzaron a hablar de golf y Country Club,
para escapármele un rato, me siento mareada y francamente incómoda, necesito algo de aire fresco.
Al salir a la enorme terraza estoy más aliviada por la suave brisa que acaricia mi faz. La verdad, es
que me he sentido tensa en este ambiente tan nuevo para mí, muy a pesar de estar bajo la tutela de mi
padrino. Camino lentamente admirando la vista que se abre ante mí. Es espectacular. El atardecer
comienza a teñir la cúpula celeste y nubes arreboladas de hermosos tonos anaranjados y violáceos
flotan etéreamente sobre el Ávila. Me apoyo en el borde extasiada.
De repente siento unos ojos sobre mí.
—Hermosa—dice un adonis de ojos azules que me observa aparentemente fascinado, estará como
a poco más de un metro, apoyando un codo sobre la terraza. Es curioso no lo había visto, estaba tan
absorta con el paisaje.
Es alto, mucho más alto que yo y elegante hasta más no poder. Me siento tímida de repente.
—¿Le gusta? Tengo una vista parecida desde mi apartamento...—susurra insinuante.
¿Ah, sí? Pero que atrevido.
Acorta la distancia entre los dos. Ahora está a mi lado, casi siento su calidez. Lo miro de reojo,
intentando permanecer impasible ante ese extraño y perturbadoramente atractivo hombre. Elijo no
decir nada para no caer en su provocación.
—Sabe, pero disfruto más los amaneceres son más...excitantes.
Giro mi cabeza atónita y me encuentro con ese magnífico espécimen masculino. Dudo haber visto
un hombre tan hermoso en mi vida. Cabello oscuro liso y grueso un poco revuelto que nace desde un
muy sexy pico de viuda, ojos de un azul profundo y unos labios definitivamente besables...
¡Dios que papacito!
Una sonrisa juguetea traviesa en esos bellos labios y yo siento que mis mejillas comienzan a arder.
—Hola—ladea su cabeza encantador.
—Hola—contesto por cortesía. Me invade la ansiedad.
—Sebasthian—se presenta tendiéndome la mano.
—Clarissa Spillman—le doy un fuerte apretón como de costumbre.
Sus ojos recorren mi cuerpo de arriba a abajo. Aún no me suelta la mano. Me carcome la idea de
que pueda oír mi corazón desbocado.
—Clarissa...un verdadero placer conocerte—se me seca la boca, mi nombre ha sonado de lo más
sensual en sus labios. Su mirada prendada de la mía.
En eso llega mi padrino y frunce el ceño al verme de manos con Sebasthian.
—Clarissa, veo que conociste al diputado Petroni, ten cuidado tiene fama de ser gigoló—me
advierte mi padrino, supuestamente en broma, pero yo sé que no es así—. Diputado—le dice a
manera de saludo.
El tremendamente apuesto Diputado parece divertido por el comentario de mi padrino.
—Dr. Spillman, no sabía que tenía una hermosa hija—le provoca.
—Ahijada—le corrige—. Si me disculpa—me toma del codo y me lleva adentro—Issa, no quiero
que tengas nada que ver con ese hombre...—masculla.
Es como ponerle a un niño al frente un tarro de caramelos y pretender que no se los coma.
Estoy intrigada y ahora sí es verdad que me ha picado el gusanito de la curiosidad. Continuamos
con las tediosas presentaciones y francamente me cuesta concentrarme ya que de tanto en tanto me
cruzo con esos sexys ojos azules que me observan. Ignorando todo lo demás (especialmente la
advertencia de mi padrino) le sostengo la mirada. Me hundo en ese mar azul profundo, enigmático y
magnético.
¿Por qué no puedo dejar de mirarle?....No tengo idea.
—Vengo en un momento—me dirijo al tocador pasando entre la gente consciente de esa mirada
azul clavada en mi espalda.
Una vez en el baño rectifico mi maquillaje, cabello, vestido y apoyo ambas manos en el lavabo. Me
observo detenidamente en el espejo. Sí, me veo muy bien. Labios rosa, ojos ámbar con una fina línea
negra perfilándolos, algo de rubor. Me acomodo el lindo vestido pasándome las manos. Estoy lista.
Cuando abro la puerta me encuentro a Sebasthian-diputado-gigoló entrando al baño y con su mano
en mi vientre muy suavemente me conduce hacia adentro de nuevo, sin dejar de mirarme le pasa el
pestillo a la puerta.
Tengo las pupilas dilatadas. Estoy a la expectativa. Se me acelera la respiración.
El ambiente se ha vuelto denso, intenso, sensual.
Sin mediar palabra me lleva suavemente contra la pared y yo no opongo ni pizca de resistencia.
Sus ojos se oscurecen. Arden sobre mí. Se inclina y siento besos como aleteos de mariposas sobre
mis labios. Cierro los ojos y me entrego a la deliciosa sensación. Delicadamente introduce su lengua
de seda por mi boca entreabierta y comienza el más lento y sensual de los besos. Me encuentro
respondiéndole, mi lengua bailando su mismo ritmo agónicamente lento y cadencioso. Siento el sutil
revoloteo de las yemas de sus dedos por mis brazos ascendiendo hasta mi barbilla y repitiendo el
mismo camino una y otra vez. Me siento volar entre nubes de seda, girando, girando y cayendo en
caída libre abandonada a esta exquisita sensación.
Separa sus labios de los míos y yo aún estoy en trance, embebida de su sensualidad. Cuando abro
los ojos me encuentro con sus dos océanos azul profundo observándome. Acaricia mi nariz con la
suya. En su boca una sonrisa.
Suspiro.
—Que delicia—susurra con voz ronca.
Coincido con él. Fue una verdadera delicia...
Toma mi cintura, me aprieta contra sí y luego sin más, se marcha. Me quedo parada con la mente
completamente en blanco y los labios henchidos.
¿Cuándo en mi puta vida había hecho algo así?
Sábado 10 de Enero
“Amigas y birras"
El sábado a media tarde tengo la visita de Cata. Catalina Expósito, mi mejor amiga, casi mi
hermana. Aún tan joven, a sus diecinueve años a veces resulta divertida con sus comentarios jocosos
y un tanto ingenuos, la verdad. Hemos compartido tantas cosas.
— ¿Unas birras?—estoy hurgando en la nevera.
—¡¡Va!!—menea afirmativamente su linda melenita negra hasta la base del cuello decorada con
ganchitos coloridos. Usa jeans apretados, una camiseta y unas zapatillas como toda típica estudiante
universitaria.
Estamos sentadas Cata y yo, en el sillón de mi apartamento, compartiendo una bolsa de papas fritas
y hablando tonterías. Podríamos pasarnos horas en eso.
—No deberías seguir viendo esas novelas, te crees todo lo que sale allí—le sermoneo, a pesar de
su corta edad tiene vasta experiencia con los chicos. Suelta una risita.
Hago zapping.
—Y tú, deberías ver más—Come unas papas y aún con la boca llena suelta—. No te haría daño,
créeme—sus brillantes ojos café me regalan un guiño.
—Me alegra que estés aquí—extiendo mi abrazo sobre sus delgados hombros.
La quiero mucho.
—Me gustaría que te mudaras conmigo. La casa hogar no es lugar para ti, necesitas tu espacio—mi
mirada es de cariño.
— ¿Estás segura que tu padrino no se va a molestar por eso?—inquiere un poco inquieta. A veces
mi padrino es un bruto de primera.
Espero que no. No se lo he dicho.
—No que va. No te preocupes por eso—comento indiferente.
Pero en ese momento pienso en mi padrino. El Dr. Spillman y en todas las oportunidades que me
ha brindado. Un apartamento, un carro, fideicomiso para manutención y ahora mi propio despacho.
A veces me pregunto ¿por qué? ¿Qué habrá impulsado a ese hombre poderoso a acogerme como su
protegida de esa manera? ¿Por qué yo? esa pregunta siempre ha flotado entre nosotros, sin embargo,
nunca me he permitido expresarla. Solo puedo expresar una inmensa gratitud por su infinita
generosidad.
Cata ríe.
—Rosario me mataría, necesita mucha ayuda, sabes.
No quiero pensar en Rosario y la casa hogar, francamente, cada día trato de borrarlos de mi
sistema.
—Anoche fui a un cóctel—Comento despreocupada—. Mi padrino me llevó.
—Y ¿qué tal?
—Interesante—arqueo una ceja.
Muy interesante.
—Desembucha—sabe que no le estoy contando todo. Que bien me conoce.
—Conocí a alguien.
Me mira a la expectativa.
—A un político sexy. Nos besamos en el baño—digo pícaramente mientras me como un puñado de
papitas.
Me mira boquiabierta, con ojos como platos. No se lo puede creer. Vale, no es mi estilo usual pero
tampoco será para tanto.
Me río de su expresión.
— ¿Y qué tal?
—Fabuloso. Pero no va a volver a pasar—eso es un hecho.
—¿Y por qué?
Me encojo de hombros.
—Porque es un mujeriego
Levanta la botella ceremoniosamente haciendo un brindis.
—¡Por los encuentros casuales con políticos sexys!
—¡Salud!—nos carcajeamos.
Y así pasamos la tarde del sábado. Es refrescante conversar con Cata. Me contó que ahora está
saliendo con un tipo que se llama Leo. Le gusta mucho (como siempre). Veremos cuanto le va a durar
la fiebre con este. ¿Por qué será tan enamoradiza? Ya le he dicho infinidad de veces que no puede
entregarse con tanta facilidad a los hombres pero ni pizca de caso que me hace. No que va. Solo me
queda escuchar sus fantasías amorosas y luego consolarla cuando la realidad la golpea en el rostro.
Yo siempre he sido la más contenida de las dos. Sí, hasta ayer que te besaste en el baño con un
completo extraño de reputación dudosa. ¿Qué demonios se me habrá metido en el cuerpo? ¡Al
carajo!, no le voy a dar más vueltas a eso. Soy una mujer adulta y puedo hacer lo que a mí me dé la
gana.
Punto.
Cuando me voy a dormir mi subconsciente se burla de mí. Me veo envuelta entre sábanas de seda,
revoloteos de mariposas y unos ojos azul petróleo que me miran fijamente. El sueño es de lo más
gratificante.
Domingo 11 de Enero
"El que busca a veces no quiere encontrar"
El domingo nos quedamos en casa. Sentadas en la mesa del comedor, yo con la laptop y ella con
sus libros. Cata estudiando un poco—va por el tercer semestre de educación— y yo navegando en
internet. Inicialmente quería buscar algunos formatos de entrevistas indirectas y directas que me serán
útiles para iniciar mi trabajo de psicóloga. Lo más importante es poder tener una referencia que me
permita perfeccionar mi capacidad de guiar las sesiones a través de preguntas asertivas, así que tengo
que hacer mi tarea y prepararme. En mi trabajo no sabes con qué te puedes topar hasta que estás ahí.
Sin embargo después de un rato me encuentro vagando por la red y en la pestaña del buscador mis
dedos teclean ociosos: Diputado Sebasthian Petroni. Aparecen imágenes del encantador político con
una procesión de mujeres diferentes, por cada evento o acto público en que se ha presentado va
acompañado de una Barbie.
Mierda. Mierda. Mierda.
— ¡Carajo!—mascullo malhumorada.
— ¿Qué pasa Issa?
—Este hombre tiene más mujeres que un desfile en la semana de Fashion New York, ¡y todas
parecen modelos! —meneo la cabeza sin creérmelo.
¿Pero qué coño?
— ¿Quién? ¿El político?
—Sí, el político corrupto—digo entre fastidiada y anonadada.
—El político corrupto y sexy ¿no?—me mira con aire divertido.
—Ajá.
Claro, quien más.
—A ver—se acerca a la pantalla de mi laptop—¡lo googleaste!—me dice asombrada.
Sí, lo googleé, quería verlo.
Me encojo de hombros.
¡¡Carajo!!
—Vaya que está como le da la gana…—silba con admiración— ¡Tal vez le gusta mucho darle y
darle!—hace gestos con las manos en puños refiriéndose claramente a sexo.
Pongo los ojos en blanco.
Por Dios y dale con lo mismo. Todo con ella tiene que ver con sexo.
—Deberías salir con él— no doy crédito a lo que oigo—. Seguramente es un buen maestro, podría
enseñarte una que otra cosa—su sonrisa le parte la cara en dos.
Oh no, eso no pasará. No. No. No.
— ¡Eres terrible!—resoplo cruzándome de brazos.
Lunes 12 de Enero
“Digo... Se vale repetir"
Conduciendo por la Av. José Antonio Páez termino, como de costumbre, en un embotellamiento.
En la radio suena Nelly Furtado con "Say It Right" y aligera mi viaje. Luego, comienza el locutor a
hablar sobre la situación del país. En pocas palabras, el país está jodido. El barril de petróleo está en
descenso desde hace un año a un precio muy muy bajo y como era de esperar eso empeora la
situación en Venezuela. Es inevitable escuchar las quejas de la gente común en la calle, resuenan día a
día, como un panal de abejas a punto de estallar. Ahora mismo entrevistan a un hombre con voz
ronca, y su queja llega a mis oídos:
«Antes con mi sueldo yo hacía un buen mercado ahora apenas alcanza »
Luego una mujer de voz chillona espeta:
«Para poder comprar leche eso es cola y cola, en el mercado Centenario no se consigue nada
tampoco»—el mercado Centenario es un mercado pro gobierno y según las malas lenguas es de un
ministro de dudosa reputación.—Bueno, no puedo decir que sea experta en los asuntos del país.
Se vuelve a escuchar la voz del locutor «y en la Asamblea están discutiendo el nuevo plan
económico, el diputado Sebasthian Petroni declaró:
» La situación en Venezuela requiere de un cambio de estrategia, la gente común necesita la
seguridad alimentaria por eso nosotros estamos enfocados en garantizar al pueblo que los rubros
correspondientes a la cesta básica lleguen a su mesa. Y no nos referimos a la actitud paternalista del
estado ... » La voz de Sebasthian es resuelta, ruda y muy altiva. No se parece en nada al susurro
erótico que me dedicó después de nuestro íntimo beso en un baño de hotel. Que delicia... solo de
pensarlo.
«El diputado Sebasthian Petroni—continúa el locutor—conocido como el chico malo de la política
representante del partido Un Nuevo Rumbo ha declarado que pronto abandonará el palco de la
Asamblea ya que está interesado en lanzar su candidatura a otro cargo público sin embargo no entró
en detalles. »
Quien diría que la voz de Sebasthian me acompañaría en mi trayecto. Ahora que caigo en cuenta,
me han acompañado sus ojos magnéticos, su delicioso tacto y su voz acariciante… desde aquel día,
desde aquel encuentro, solo me parece curioso que mi mundo interior y exterior coincidan… en él.
****
Hoy es el día. Mi primer día como psicóloga y sorprendentemente tengo pacientes, al parecer la
influencia de mi padrino no tiene límites. Bueno, ha hecho de todo para darme a conocer en tan poco
tiempo. Creo que hasta aparezco en el directorio médico. Cuando algo se le mete en la cabeza no hay
quien lo pare...He aprendido eso de él, por lo menos he tratado.
—Clarissa, tienes dos citas hoy: el Sr. Mario Flores a las 9 am y la señora Alina Márquez a las dos
de la tarde—dice Dora la asistente de mi padrino. Una dama mayor y amigable que tiene todos los
años del mundo trabajando para él.
—Estoy emocionada—admito con complicidad a Dora y ella me regala una sonrisa.
—Tienes qué. Aquí están los datos: el Sr. Flores ha sido referido por la empresa MIRAL y la Sra.
Márquez es particular.
—Gracias— tomo las carpetas y me dirijo a mi despacho.
Hoy he optado por los vaqueros de corte recto, una blusa de seda verde agua y una chaqueta
estampada, de flores verde y blanco. Mi cabello trenzado hermosamente al lado izquierdo. Soy una
experta trenzándome el cabello, me da una apariencia más profesional.
Cuando se hacen las nueve tengo a mi primer paciente. Mario Flores. Es un hombre alto, moreno,
fornido, con una mirada confundida y por momentos perdida. La mujer lo dejó hace unos meses y ha
venido a terapia para sobrellevar la perdida.
A veces el amor es ingrato pienso para mí misma. Por eso trato de estar al margen de cualquier
emoción.
Lo observo con mirada cálida invitándole a continuar.
—No me puedo creer que no quiera verme…—dice sollozando—Ella me quería y ahora…¡Seguro tiene a otro!—sus ojos centellean
Qué sé yo de pérdidas amorosas, a nivel personal, mi experiencia es casi nula.
—¿Y eso cómo te hace sentir?—pregunto en mi pose más profesional.
Me mira confundido y con ¿ira?
—¡Encabronado!—golpea sus puños contra la firme tela del sillón.
Sus labios son una línea fina. Su furia es palpable.
—Entiendo—Asiento y sigo impasible.
—Ella me prometió fidelidad y cuánto le duró. A los pocos años se cansó de mí…—la furia
abandona su cara y es remplazada por el ¿miedo? ¿Dolor?—¿Qué voy a hacer sin ella?…Odio
sentirme tan vacío—su voz se va apagando.
Necesito que continúe solo así podré ayudarle. Haciéndole reconocer y palpar su realidad, su
percepción, su sentir. El mejor punto de vista para entender su conducta es el suyo.
Le doy unos minutos para recomponerse.
—Cuéntame aquello que creas que debo saber para poder ayudarte—mi voz es suave e invitadora.
Quiero que se relaje, Que se sienta cómodo.
Me observa con ojos perdidos y parpadea.
—A veces decía que era muy brusco… A veces me decía que parara, sabe...—habla como para sí—eso me ponía de mal humor—comenta quizá asqueado.—de muy mal humor…
****
Se pone la tarde y ya hace un rato que se retiraron mis pacientes. Hago una nota mental de
investigar un poco acerca de los procesos de ansiedad sobre la separación y de algunos tips para
preguntas abiertas e indirectas que me ayuden a llevar a Mario a un estado reflexivo y motivarlo al
cambio. Jugueteo con mi trenza como suelo hacer cuando estoy muy concentrada. Miro el reloj son
la cinco y media, Cata se ha tardado. Bueno, la puntualidad no es su fuerte sin duda, hemos quedado
en vernos hoy ¿por qué no habrá llegado?
Levanto la vista hacia la puerta y mis ojos no dan crédito a lo que ven. Recostado ahí en el umbral
está el diputado Sebasthian Petroni.
Doy un respingo.
—Es curioso, no la imaginé como una doctora.
— ¿Cómo?— balbuceo.
Él se acerca y por un momento creo que va a besarme. No lo hace. Se sienta en uno de los sillones
con un brazo sobre el respaldo.
—Bonito despacho—dice evaluando el consultorio—He venido a que me dé una cita.
Parpadeo.
Cuando por fin mi cerebro se conecta con mi boca Cata irrumpe en el consultorio aparatosamente
cual vendaval.
—¡Issa, no vas a creer lo que me pasó!—Sebasthian y yo volteamos al mismo tiempo.—Hola—saluda despreocupadamente, pero de pronto sus ojos se agrandan, lo ve mejor y bate las pestañas
frenéticamente—. Pero si eres tú ¡¡ el político sexy!!—sacude la cabeza. No acaba de creérselo.
¡Carajo! trágame tierra.
Inmediatamente me pongo como un tomate.
—Hola—sonríe divertido mientras observa a la pueril criatura que acaba de llegar—. Sebasthian—le tiende la mano a modo de presentación Cata se la da alegremente.
—Me preguntaba si le gustaría acompañarme en la cena—se dirige a mí.
—¡¡Claro que irá!!—contesta Cata en mi lugar con un entusiasmo francamente exagerado.
Estoy entre la espada y la pared. De repente solo quiero salir corriendo.
—No puedo, ahora mismo tengo un compromiso ineludible—tomo mi bolso y llaves con ademan
de "me voy ahora mismo". Miro el reloj—. De hecho voy retrasada.
—Pero Issa, si me acabas de decir que estas libre, que no tienes nada que hacer y que estás muuy
aburrida.
Me quedo con la boca abierta.
¡Traidora! ¡Traidora!
Quiero darle un puntapié en la espinilla. A veces realmente la odio.
****
En el auto Sebasthian toma mi mano se la lleva a los labios y la coloca sobre su muslo. Quisiera
deslizarla por sus largas piernas.... Me la acaricia con el pulgar y siento deliciosos corrientazos
recorriendo mi entrepierna.
—Necesito algo de usted Dra. Quiero su opinión profesional—dice con absoluta seriedad.
Frunzo el ceño. ¿Y ahora qué querrá?
—Quiero que me analice a profundidad. —me echa un vistazo con una sonrisa juguetona
revoloteando en sus bellos labios.
¿Se burla de mí?
—Para eso debía pedir una cita con mi secretaria—digo cortante .Trato de retirar mi mano pero
no la suelta.
—Prefiero una cita con la doctora, así descubro el mal que me aqueja—vuelve a besar mi mano
con suavidad mientras me observa detenidamente.
El corazón se desboca en mi pecho.
—No le entiendo—desvío mi mirada hacia la ventana tratando de calmarme un poco. Los carros
pasan volando como bólidos, es curioso lo ligero que es el tráfico por las noches en Caracas, de día
esta avenida es un infierno. De pronto siento un hormigueo en mis pezones y estoy consciente de que
es porque Sebasthian sigue acariciando mi mano. ¡Ay, Dios! ¿Cuándo en mi vida he salido yo sola
con un hombre en una cita? Todo gracias a la Srta. Catalina Expósito y su bocota. Mira que ponerme
en esta situación. Sebasthian ha insistido en llevarla y la hemos dejado en la casa hogar. La muy
traidora le sonreía con complicidad como si se conocieran desde hace años. A veces envidio esa
habilidad que tiene de confiar en todos.
Estamos ante la entrada del restaurant y Sebasthian ha rodeado el carro para abrirme la puerta.
Estoy gratamente sorprendida.
Vaya, es todo un caballero.
Me tiende la mano y me hala hacia él apenas me incorporo se pega a mí dejándome anclada entre
la puerta abierta del carro y su cálido cuerpo, sus manos descansan sobre el auto. Estamos tan cerca
sin tocarnos. De la nada ese electricidad. Subo la mirada y me topo con sus ojos azul intenso,
dilatados, fijos en mí. Me cuesta respirar y como si fuera un imán mi boca se atrae a la suya. Nos
fundimos en un beso largo y delicioso, sus manos tomando mi cabeza enredándose en los rizos
sueltos de mi trenza, guiándome a su antojo. Explorándome. Seduciéndome.
Mmm...Sabe tan bien como lo recordaba...
—Me gusta besarte—susurra juntando su frente contra la mía en un extraño momento de intimidad.
Los dos apeados entre la puerta del coche en pleno estacionamiento.
Gracias a Dios está oscuro.
Todavía no puedo respirar. Así que sigo muda mientras Sebasthian cierra la puerta. Y me lleva de
la mano al restaurante.
¡¡Caballero mis polainas!!
— ¿Qué te gustaría tomar?
Sopeso las opciones, no tengo mucha experiencia con las bebidas alcohólicas. Salvo las cervezas y
un poco de ron barato en mis tiempos de estudiante universitaria. Miro a Sebasthian por encima de la
carta. Quizá debería pedir algo sin alcohol. Sí, he de tener la cabeza fría con este hombre pero de
inmediato abandono la idea. Definitivamente necesito algo que me relaje, la ansiedad me está
consumiendo. Sin darme cuenta acaricio un mechón de mi cabello como un reflejo.
—Está muy callada Dra.
Y dale con el chistecito de Doctora.
Abro la boca para contestar pero justo en ese momento una rubia despampanante,—sospecho que
para nada natural—se acerca a nosotros.
—Sebasthian, que gusto verte—ronronea y sin esperar a que él se levante le planta un beso en cada
mejilla, inclinándose y dándome una visión de sus operadas tetas. Y a mí se me para el pulso.
Es una de sus modelitos de seguro. Alta, rubia, con una servilleta como vestido.
¡Carajo!
Se me revuelve el estómago.
—Olivia que sorpresa.
—Tiempo sin verte querido......—le acaricia el hombro con sus largas uñas—He venido con unos
amigos pero ya estoy de salida. Deberíamos quedar un día de estos...—sonríe demasiado encantadora
para mi gusto mientras bate sus largas pestañas—. Llámame... —se retira pavoneándose.
—Un Long Island Thea, por favor—le digo al mesonero que acaba de llegar. Sí, quiero algo
fuerte, definitivamente quiero borrar el sabor amargo de esa rubia visión.
—A mí un vodka tonic—el mesonero que se retira con prontitud.
Sebasthian me mira pensativo.
—Olivia es amiga de la familia—aclara
—¿De verdad?...parece que te tiene mucha confianza—trato de parecer indiferente, no lográndolo
por cierto.
Se inclina toma mi mano y la aprieta con suavidad.
—De verdad—me dice muy serio mirándome directamente a los ojos.
Como no pienso pasarme la noche viéndole las marcas de sus rubios labios me estiro y las borro
con la servilleta. No aparta su mirada de mi cara.
— ¿Mejor?—pregunta divertido.
Me encojo de hombros.
Nos traen las bebidas. Ante mí la gran copa de Long Island. Bebo un poco. Mmm… justo lo que
necesitaba, la refrescante mezcla acaricia mis papilas gustativas.
—Hábleme de usted. —me pide
— ¿Qué puedo decir?
—Además de ser inteligente y guapa ¿por qué escogió la psicología?
— ¿Y usted por qué la política?
—Ah porque soy muy hablador—se mofa.
¡Ay que bellos dientes!
—Y yo porque soy muy preguntona—reflejo su sonrisa.
—Y en serio.
—Bueno, mi padrino es un psiquiatra reconocido y siempre le he admirado mucho...—sorbo otro
poco de Long Island, está muy bueno, siento que voy relajándome—Además, es muy interesante,
todas esas teorías tratando de explicar cómo actuamos, pensamos y sentimos.
—Le gusta ayudar a la gente—afirma
—Es parte de mi trabajo—sacudo la cabeza como restándole importancia—. ¿Y a usted qué lo
motiva?
—Ahorita... usted—tomo un trago mientras me observa a través de sus largas pestañas—. Estoy
deseando que me analice más a fondo...—por poco escupo la bebida.
Resoplo.
—Eso sería transferencia—le regaño—y es francamente inmoral.
—Como todo político voy al margen de la moralidad—bromea
—Si fuera mi paciente no estaríamos aquí sentados.
—Qué lástima... me ilusionaba mucho la idea de estar en un espacio reducido, usted, yo y un diván.
— ¡Eres terrible!—estoy roja y no es por el alcohol.
Ríe
—¿Te parece si pido algo de comer?—le hace señas al camarero.
—Ok.
Bueno, parece que eso de las citas sí es divertido. O quizá sea la compañía, no cabe duda de que
Sebasthian es realmente encantador. Sí. Suspiro. Vaya que es encantador, y divertido, y sexy, y
magnético y muy atractivo... De repente me siento más benevolente con mi indiscreta amiga.
¡Sí Cata, en este momento te quiero mucho amiga!
Ya terminada la cena y la conversa regresamos al carro, hemos de irnos temprano porque es lunes
y mañana hay que trabajar. Sebasthian se ladea en su asiento y me mira intensamente. Tiene la espalda
contra la puerta, un codo descansando sobre el volante y su mano acariciando el mentón. De repente
me parece que el espacio se vuelve más pequeño y más caliente. Le miro hipnotizada, tiene unos
dedos largos. Los deseo sobre mi cuerpo. Jadeo ante esa imagen.
Ladea la cabeza
—Me siento tentado a llevarte a mi apartamento. —él es la tentación personificada.
Mi corazón late con fuerza.
—No me lo parece—bajo la mirada a mi regazo en un esfuerzo de escapar de su magnetismo.
— ¿En serio?
—Sí—no quiero ser otra de su lista.
—Sé preparar muy buenos desayunos—se muerde el labio en un esfuerzo evidente por no reírse.
Parece que soy un chiste constante para él. Estoy segura de que le sobran catadoras. Me irrita la
idea.
—Está bien—Asiente, sospecho que se debe a mi ceño fruncido.
Enciende el auto y nos desplazamos. Pone algo de música muy baja. Reconozco la voz dulce de
Bárbara Streisand en "I Finally Found Come".
—Eres muy joven verdad—comenta sin apartar sus ojos de la vía.
—Tengo 22
—Te graduaste muy joven.
—Salí a los 15 de la prepa, me salté unos cuantos años.
Me esforcé en los estudios para evitar caer en las drogas, sexo y todo tipo de conductas violentas.
Después de todo mi padrino solo me exigía lo máximo. No podía decepcionarle. No podía
decepcionar a la única persona que había confiado en mí.
—Así que no solo eres una cara bonita.
Me encojo de hombros. Ahora suena Juanes con Nelly Furtado "Te busqué".
—Te escuché en la radio. Algo sobre un plan de alimentación, creo. ¿De qué trata?
—Bueno, en pocas palabras se trata de reincorporar a la empresa privada y disminuir las
importaciones. Así se disminuye el gasto público. Bueno, a grandes rasgos. ¿Y Cata es tu hermana?
—Casi—no quiero ahondar en ese tema— ¿y tú tienes hermanos?
—Sí, un hermano, una hermana, sobrinos, abuelos, padres; todo el combo—hace un ademán
exagerado con el brazo lo cual me resulta cómico. Me derrite con esa sonrisa perfecta. —. Tenemos
una parrillada el domingo—me mira de reojo mientras se mordisquea el pulgar—. ¿Te gustaría
venir?
¿Qué QUEEÉ?
Estoy impactada. ¿Quiere presentarme con su familia? pero si apenas nos conocemos.
—Será divertido— me asegura. Parece nervioso. ¿Por qué será?
De repente la imagen del Sebasthian gigoló perseguido por rubias pechugonas y este Sebasthian
que insiste en llevarme con sus padres me resultan incompatibles. ¿Deseo conocer a su familia? No lo
sé, la verdad.
—No me has contestado—inquiere. Parece que desea que vaya.
—Bueno—por lo menos será interesante.
—Entonces necesito tu número para quedar—dice rápidamente como para que no me arrepienta.
Mmm.... darle a Sebasthian mi número…
Me repica. El tono de mi teléfono invade el auto es "Here with me" de Dido.
—Guarda el mío Clarissa—dice satisfecho mientras cierra su celular—. Puedes poner político
sexy, si quieres—que gracioso...
De hecho no es mala idea.
Cuando estoy sola en el apartamento descanso un rato mi cabeza sobre la puerta y cierro los ojos
rememorando lo que acaba de pasar. He tenido una cita con el endiabladamente sexy diputado
Sebasthian Petroni, y ha sido de lo más divertido y excitante. Me parece que no podré dormir hoy, a
menos que me dé una ducha fría. Ese hombre sí que sabe besar, por Dios. Rozo mis labios hinchados
con los dedos. Me parece curioso que haya despertado en la mañana de un lunes pensando que lo más
emocionante que me pasaría sería estrenarme como psicóloga, y ahora me encuentro turbada por un
hermoso hombre de ojos azul profundo.
¿Me llamará?
¿Cuándo?
Ya estoy en pijamas y cubriéndome con el cobertor cuando me llega un mensaje. El corazón me da
un vuelco. ¿Será él? Cuando veo la pantalla suspiro triste. No, es de mi indiscreta amiga celestina.
CATA: Hola, ¿cómo te fue con el papacito? ¿Puedes contestar o tienes las manos ocupadas?
CLARISSA: Fue interesante... ¿cómo que si tengo las manos ocupadas? x Dios. Y por cierto estoy
muy enojada contigo por lo que hiciste >:[
CATA: ja, ja, no te creo. Cuéntamelo.
CLARISSA: Cena. Besos. Todo salió a pedir de boca, la verdad.
CATA:¿Y entonces?
CLARISSA: Entonces qué.
CATA: No te hagas. ¿Lo volverás a ver?
Sí
CLARISSA: Supongo.
CATA: ¿Cuando?
En eso me llega otro mensaje, pero esta vez sí es de Sebasthian. Vaya, eso fue rápido.
POLÍTICO SEXY: Gracias por tan deliciosa velada. Ansío repetirla. ¿Le parece mañana?
Oh sí, yo también.
CLARISSA: Bueno:)
POLÍTICO SEXY: La paso buscando por su consultorio ¿Le parece?
CLARISSA: Ok.
POLÍTICO SEXY: Dulces sueños...
Que lindo.
Le escribo a mi amiga.
CLARISSA:- Mañana:]
CATA: Vaya, entonces mañana ni me aparezco por tu casa. No quiero arruinar la fiesta.
Martes 13 de Enero
“Mmm...Siéntelo bebé"
El día del martes transcurre tranquilo mis citas todas son una serie de pruebas psicotécnicas para
los trabajadores que van ingresar en la misma empresa de Mario Flores, (otro paquete que me
consiguió mi padrino). Estoy organizando las carpetas con los expedientes de los trabajadores
entrevistados sentada en mi escritorio cuando me llega un mensaje.
POLÍTICO SEXY: Voy saliendo, bella.
CLARISSA: Ok.
Anoche soñé con él y casi sentí sus besos abrasadores, y sus caricias en mi piel. Fue tan vívido.
Esos dulces corrientazos, recorriéndome, y esos ojos, anulando todo mi autocontrol. Siento que algo
que había estado dormido dentro de mí se ha despertado desde que le conozco. Sus ojos, sus labios,
su sabor se cuelan en mi mente en cada oportunidad, en cada segundo ocioso del día. Y ahora lo voy
a ver de nuevo, lo voy a sentir de nuevo. Me he sorprendido a mí misma añorando algo que apenas
conozco durante las horas que llevo sin verle. Hoy he puesto especial cuidado en mi apariencia llevo
mi flequillo bien peinado y una trenza lateral de cola de pescado cuidadosamente tejida. Uso unos
jeans ajustados, una delicada y suave camisa color turquesa y una chaqueta de cuero color caramelo
que favorece mi silueta, rematado con unas botas del mismo color.
Cuando me estoy levantando de la silla entra mi padrino al despacho, no le había visto en todo el
día.
—Así que anoche saliste con el diputado a pesar de que expresamente te pedí que no lo hicieras—carajo, ¿cómo se enteró?—.Cuando te digo algo, Clarissa, espero que lo tomes en cuenta; te estás
enredando con un hombre inestable y peligroso. Solo quiero evitarte malos ratos.
—Padrino,—trato de controlar mi tono pero me irrita que me trate como una niñita—gracias, pero
soy perfectamente capaz de cuidarme sola.
—Además está relacionado con un narco, Issa, es un hombre de cuidado— le fulmino con la
mirada y aprieto mis labios con terquedad. ¿Pero qué coño se cree? ¿Qué coño sabe de él?
Seguramente ese es un chisme de su refinado círculo de amigos snobs. Como se atreve a difamar su
nombre así sin más.
Tuerzo el gesto asqueada.
— ¿Qué carajos te pasa? Estás muy rebelde. Tú no eres así—increpa el Dr.
¿Que no soy rebelde? Le sorprendería lo rebelde que puedo ser. Bueno, tal vez no lo sepa ya que
siempre evité enfrentármele esperando su aprobación, y es que estaba tan asustada de que me
abandonara que me aterraba ser yo misma. Pero ahorita mismo, me importa una mierda lo que diga.
Suena el teléfono y contesto
—Hola.
—Hola. Estoy afuera. ¿Estás bien?—dice Sebasthian evidentemente preocupado por mi tono.
—Sí. Espérame afuera, enseguida salgo—cuelgo.
—¿Es ese majadero?—exclama mi padrino.
¿Por qué siente esa animadversión por él?
— ¿Sí, por qué?—levanto mi barbilla desafiante.
Se queda un momento atónito por mi respuesta pero luego explota.
—¿Te gusta ese imbécil? ¡Dios, Clarissa usa la cabeza!— levanta los brazos al aire en señal de
frustración.
—Bueno, tengo un compromiso—salgo recogiendo mi bolso con mi padrino pisándome los
talones—. Podemos continuar esta conversación luego... —veo su semblante está tan furibundo como
yo —...o tal vez no.
Mi padrino me observa perplejo.
Al salir a la calle no veo su auto. Una moto esta aparcada frente a mí y el piloto se quita el casco, es
Sebasthian. Ahora más que nunca parece un chico malo con esa chaqueta de cuero negra, la camiseta
blanca, jeans y esa sonrisa ladeada. Instantáneamente la ira que sentía es reemplazada por una
sensación mucho más que agradable.
—Hola—me dice.
Le sonrío como una niña.
Como una niña abrazada a su tarro de caramelos.
Y se los quiere comer...
—Hola—me acerco a él, deslizo mis dedos por la potente máquina, estoy curiosa, nunca había
visto de cerca una moto así y menos montarla. Además, no me lo imaginé con una de estas, se ve que
es muy costosa. Chico malo-narco-mujeriego. Sacudo la cabeza alejando esos perturbadores
pensamientos. Más que nada he anhelado verlo y esa necesidad tan imperiosa se sobrepone a todo lo
demás.
—Nunca me he montado en una de estas—admito.
—Bueno, solo tienes que agarrarte fuerte, y confiar en mí—su mirada es significativa, como si
estuviera hablando de algo más. Tomo el casco que me tiende y me monto tras de él, haciendo
exactamente lo que me pidió.
La imagen de mi padrino me fulmina desde el umbral empequeñeciéndose mientras nos alejamos.
****
Ya en el bar, sentada frente a Sebasthian, las palabras de mi padrino hacen eco en mi cabeza.
—¿Estás relacionado con un narco?—rompo de repente sin ton ni son.
Parece realmente sorprendido.
—Sí, pero no como piensas—admite con recelo.
Me incorporo en el asiento. Ha captado mi atención
—Era el esposo de una prima. Hace dos años, más o menos, tuvimos que engrasarle la mano para
que le dejara tranquila y se fuera del país—Se encoge de hombros como si sobornar a un narco fuera
cosa de todos los días—. De alguna forma se coló la noticia, y bueno, los medios de comunicación la
han tergiversado. Seguramente también apoyados por mis oponentes. Gajes del oficio, tú sabes.
No, no sé
Así que mi padrino sí tenía razón después de todo. Está relacionado. Mis dedos juguetean con mi
trenza mientras sopeso mis sentimientos acerca de lo que me acaba de decir.
—En mi línea de trabajo es necesario conocer todo tipo de gente, no sabes en qué momento puedes
necesitarle. Además, tengo todo tipo de contactos. Te sorprenderías. Conozco gente, es lo que hago.
La vida política no es blanco y negro, Clarissa. No quiero que te involucres en eso, solo concéntrate
en mí. Lo demás es irrelevante. —su tono cada vez más seco.
— ¿Y crees que yo puedo obviar ese detalle?—levanto una ceja.
—Sí, me gustaría que lo hicieras—dice muy serio.
—Eres bastante cínico.
—A la medida tuya.
—No estoy jugando; es en serio.
Suspira
Se soba el entrecejo en señal de frustración.
—¿Sabes? Es atosigante que la gente siempre se haga ideas absurdas sobre mí. Me animaría mucho
que tú no lo hicieras. Hoy fue un día bastante difícil, la verdad—se le ve agobiado.
Bueno si estaba tan agobiado para qué me invitó a salir en primer lugar.
—Bueno.
Mis ojos vagan por el local. El bar es un ambiente joven y casual decorado con letreros vintage de
los años 50 y 60, lámparas Tiffany y mesas de madera. La iluminación es suave, a media luz.
—Bienvenidos a nuestra noche de karaoke —dice un chico que trabaja en el local, está hablando
por un micrófono, desde una pequeña tarima—. Invitamos a todos aquellos cantantes de corazón que
vengan a deleitarnos con sus voces. Tenemos una variada selección de canciones para todos los
gustos—casi inmediatamente se levanta una chica muerta de la risa y trastabillando un poco, debe
haber bebido mucho. Comienza a cantar “La vida loca” de Ricky Martin, de manera muy desentonada
y exagerada. Sus amigos la aúpan.
Miro a Sebasthian de reojo mientras tomo un trago de mi perfecta y helada cerveza. Quizá debería
animarle un poco. Yo también puedo ser encantadora cuando quiero.
— ¿Te gusta el karaoke?—le pregunto a Sebasthian para cambiar la atmosfera
—No. Tengo dos oídos izquierdos ¿y a ti?
—Bueno, podría intentarlo—finjo inocencia y me deslizo coquetamente del asiento.
Su mirada oscura sobre mí mientras se muerde el labio.
Esto va a ser divertido.
Se reclina en su silla, con los brazos cruzados y una sonrisa bufona. Y yo ya estoy en el pequeño
escenario escogiendo la melodía que me va acompañar. Elijo una canción divertida para animar al
acongojado diputado.
—Demos un aplauso a la encantadora Laura—se escuchan unos pocos aplausos para despedir a la
desatinada intérprete de la "vida loca".
Acto siguiente tengo el micrófono en mi mano y comienzo a interpretar “Solo se vive una vez” de
Azúcar Moreno, como es una canción que conozco bien no es necesario ver la letras flotantes en la
pantalla y puedo inyectarle más sentimiento y ánimo, mientras disfruto de ver la hermosa faz de
Sebasthian entre sorprendido y fascinado.
¡Caíste!
La gente me acompaña con las palmas, y al finalizar—como era de esperar—me da una ovación de
pie; hago una reverencia exageradamente ceremoniosa para poner la nota cómica.
Sebasthian sale a mi encuentro llevándome de la mano a nuestra mesa, cuando llegamos allá, me
toma en sus brazos.
—Estoy impresionado.
—Tomé clases de canto. ¿Estás más animado?
—Claro que sí—sonríe.
Luego me besa tomando mi cara con sus grandes manos.
—Estaba encantado viéndote. Eres la más bella sirena—susurra en mis labios.
Nos sentamos y de inmediato nos traen las entradas. Nunca antes había probado los deditos de
mozarela. Son muy ricos, solo que dejan los dedos grasosos. Justo cuando pienso que sería buena
idea ir al tocador a lavarme bien las manos, Sebasthian toma mi mano derecha y comienza a chupar
mis dedos uno a uno sin dejar de mirarme, con ardor. Llevándose la grasa con su tibia boca y
francamente también mi raciocinio.
¡Dios!... Llamen a los bomberos
—Este... me dijiste que tenías hermanos—comento como para evitar la combustión espontánea.
Estamos en un lugar público, por Dios.
—Sí,—me sonríe con los ojos. Enlaza su mano a la mía depositándola en la mesa—dos hermanos
mayores, soy el más chico—hace un mohín que me hace reír.
Que adorable.
—Así, que eres el consentido.
—Me temo que sí.
—¿Y tú?
—No, no soy la consentida—...de nadie—cuéntame de ellos.
—Bruno lleva las empresas de la familia. Celeste mi hermana, es trabajadora social. Está muy
inmersa en eso, sobre todo en lo que se refiere a los niños huérfanos. Se encarga del departamento
social de nuestra empresa y es muy buena en eso. Además están mis sobrinos los mellizos: Bryan y
Benji. Tienen 5 años.
—Y tú no trabajas en la empresa.
—No, no me llama la atención la vida empresarial. Aunque sí tengo mis acciones e inversiones. Sé
cómo se trabaja. La verdad es, que me gusta más la política. Me gusta más la refriega, la gente. Creo
que se puede hacer una gran diferencia en un cargo público. Mi familia siempre quiso que me
interesara en las empresas pero creo que soy más de calle que de oficina—dice con un brillo en sus
ojos, se nota que le apasiona lo que hace.
—Escuché que vas a postularte a otro cargo.
—Puede—dice y por su lenguaje corporal sé que no quiere hablar de eso.
—Me tienes intrigada. Dímelo
Niega con la cabeza
—No bebé. Las paredes tienen oídos. Nunca se sabe quién está viendo y escuchando.
****
Más tarde me encuentro buscando las llaves en mi bolso. Hemos llegado a mi apartamento después
de nuestra maravillosa segunda cita. Entre risas y chistes llegamos al umbral. Cuando voy a insertar
la llave en la cerradura algo me sobresalta.
La puerta está abierta. Han forzado la entrada.
Quedo paralizada.
—¿Qué pasa?
—Está... abierto—susurro.
Rápidamente se pone delante de mí y saca un arma. ¿Cómo?
—Quédate aquí—ordena mientras se va adentrando sigilosamente en mi apartamento.
Al cabo de unos minutos sale y se enfunda el arma atrás, por la espalda.
—Te vienes conmigo a mi apartamento—me dice sin preguntar—coge lo que necesites.
—Ok—la verdad no podría quedarme sola hoy. No después de lo que ha pasado.
Entro a mi cuarto, rebusco en la ropa y la meto toda rápidamente en mi bolso. Me dirijo al baño en
búsqueda del cepillo de dientes. Quedo tiesa. Escrito con labial en el espejo hay un mensaje; la letra
profundamente perturbada, rota, desquebrajada. La delineo automáticamente en el aire, con mis dedos
temblorosos sigo el camino carmín.
"NO PIENSES DEJARME"
Un escalofrío recorre mi cuerpo. Alguien va por mí. Un acosador se ha antojado de mí. ¿Quién
será? Deberé ponerme a analizar muy bien quien lo haría de las personas que conozco o será un
desconocido que anda merodeando por allí, vigilándome, siguiéndome. Tiemblo. Le saco una foto
con mi celular. (En un momento de absoluta lucidez) Luego podré analizar la retorcida caligrafía...
Luego... cuando tenga la cabeza fría.
Salgo como una bala del cuarto.
Cuando vamos saliendo viene llegando un hombre macizo, moreno, corte muy bajo tipo militar.
Lleva un maletín. No sé por qué pero me parece como un perro de ataque.
—Gracias por venir.
—Seguro, Sr. Petroni
—Clarissa, él es López, de mi seguridad personal .Él va a ayudarnos a averiguar qué pasó, y no te
preocupes por tus cosas ya he llamado para que vengan a arreglar la cerradura.
—Oh.
—Quiero que hagas un informe completo y me lo envíes esta noche—dirigiéndose al tipo, que
ahora se agacha observando detenidamente la cerradura, abre el maletín, saca una pequeña brocha
con un polvo blanco y empieza a empolvarla.
—Haz tu magia—le dice, pero el tipo esta absorto en su trabajo—.Vámonos—entrelaza sus dedos
con los míos y me lleva dando largas zancadas.
****
El viaje en moto ha sido rápido y emocionante. Ya estamos en el este de Caracas, en una serie de
apartamentos de la High ubicados en San Bernardino. Me mareo solo de ver el edificio. Vamos en
silencio en el ascensor hasta llegar al Penthouse, que por supuesto, es donde vive el sexy diputado.
—Bienvenida—dice Sebasthian al abrirme las puertas de su casa.
Es muy masculina y formal. Lo primero que impacta es el gran sofá en forma de L con tapizado de
cuero negro. Lo segundo que impacta es la vista panorámica de Caracas.
—Esta es la habitación de huéspedes, te puedes quedar aquí el tiempo que quieras. Hay toallas
limpias y sábanas.
Asiento sin poder articular palabra alguna la ansiedad me está consumiendo desde que llegué a su
casa.
—Puedes poner tus cosas aquí—dice señalándome una mesita auxiliar—. Estás muy nerviosa—toma mi rostro entre sus manos para que le mire—. Aquí no va a pasar nada que tú no quieras...lo
sabes ¿verdad?
—Si—musito encontrándome de inmediato en el dilema.
Coloco el bolso sobre la mesa y mientras me inclino él se acerca por detrás y clava sus grandes
manos en mis caderas adhiriéndose a mí. Su sexo en mi trasero.
Susurra en mi oído:
—La verdad Issa...me muero por hacerte el amor...pero solo si tú lo deseas—un cosquilleo me
recorre el cuerpo.
Doy un respingo.
¡Ay Dios!
Siento que mi corazón se desboca contra el pecho.
Me suelta y cuando me volteo ya está en la puerta.
—Te dejo para que te acomodes. Estás en tu casa—me regala una amplia sonrisa. Cierra la puerta
al salir.
Me quedo un rato digiriendo lo que acaba de pasar.
Cuando me estoy duchando es que caigo en cuenta de que estoy en el apartamento de Sebasthian.
Un hombre al que apenas conozco pero que me atrae endemoniadamente. Me he metido en la boca del
lobo yo solita y por mi propio pie. ¡Al carajo!, ¿Adónde más iba a ir? Me enjabono diligentemente el
cuerpo y trato de relajarme bajo el chorro. Mmm, el agua está deliciosa. Salgo, me seco bien el
cabello y lo peino. Es una larga cascada castaña que llega hasta mi busto. Me gusta mucho
cepillármelo, lo abrillanta, lo alisa y me permite pensar; he decidido dejármelo crecer hasta la
cintura. Rebusco en el bolso la crema, y me embadurno el cuerpo y el rostro con la misma. Me
encanta untarme de crema antes de dormir, me relaja y también es como una especie de terapia
propia, ya que mi cuerpo no está para nada acostumbrado a las caricias. Hago una nota mental de
inscribirme en una sesión de masajes relajantes, será un paso más para la aceptación del mismo.
Decido llamar a Cata para decirle lo del apartamento pero me coge la contestadora; le dejo un
mensaje advirtiéndole de que no se acerque por allá y que yo le avisaré. Hoy se quedó en la casa
hogar, le encantan los niños y siempre ayuda. A diferencia de mí que no podía esperar para salir de
allá cual corcho disparado de una botella. Sonrío al pensar en mi dulce amiga es toda una tontita
romántica, pareciera que hubiera vivido rodeada de toda clase de mimos. Como engañan las
apariencias. Ella como yo sabe lo que es el abandono, pero su temperamento afable la lleva a buscar
siempre el lado alegre de la vida. Bueno, aparentemente. Aunque sospecho para mis adentros que su
subconsciente le traiciona, sobre todo cuando se trata de hombres. Sí, insiste en buscar relaciones
amorosas caprichosamente, pasando de un hombre equivocado a otro. He pensado—sin decírselo por
supuesto—que anda en busca de esa figura paterna etérea, sin conseguirlo, después de todo, con qué
lo compararía. Me enfundo en mis bragas y pijama azul cielo. Me gusta el azul (como a la mayoría
de la gente) resulta relajante.
Bueno, estoy lista. Recojo mis cosas, las meto en el bolso y decido guardarlo dentro del armario.
Tocan la puerta. Al abrirla me encuentro con un Sebasthian recién duchado y también en pijamas.
Tienes unos brazos musculosos y largos e inmediatamente me imagino envuelta en ellos.
—Hola—sonríe con timidez. Se ve absolutamente adorable—. Pensé que te apetecería comer algo
—trae una bandeja con palmitos, aceitunas negras y cuadritos de queso —y un poco de vino. ¿Qué me
dices?—su voz una caricia.
—Menudo anfitrión—sonrío burlona imaginándome que puede estar motivando tantas atenciones
por su parte. Tomo una copa. Bueno… ya que estoy aquí...Le hago un gesto de que pase. El vino está
buenísimo.
Coloca la bandeja en la mesa auxiliar pequeña donde antes estaba mi bolso y me hace un ademán de
que me siente, él hace lo mismo.
— ¿Cómo te sientes Issa?—me toma la mano.
—Bien.
—Lo digo por lo de tu apartamento, bebé.
Me encanta que me hable así.
—Un poco nerviosa.
—No quiero que vuelvas hasta que averigüemos qué pasó.
Me desconcierta su preocupación.
Me llevo una aceituna a la boca.
—No veo por qué tienes que preocuparte por mí, Sebasthian.
—¿Es que no es obvio?—parece algo irritado.
Me encojo de hombros indiferente. Tal vez sea tan paternalista con todas sus conquistas.
Sí, eso debe ser.
Se levanta. Sin mediar palabra tira de mí y me pega a él. Con una mano en mi cabeza y otra en mi
espalda se apodera de mi boca. Saboreo el vino que el saboreó ahondado en un beso más y más
profundo. Sus manos incendiarias suben y bajan por mi cuerpo explorándolo y encendiéndolo a su
paso.
—Me tienes fascinado bebé…Oh...me gustas tanto...Clarissa—me susurra.
Sus labios comienzan a pasearse ociosos desde mi boca hasta la oreja donde chupan el lóbulo.
Ronroneo. Me abrazo a su cuello abandonada a sus atenciones. Acaricia mis pechos sobre la fina tela
de mi blusa, acunándolos con sus grandes manos, y apretando dulcemente mis pezones. Mi cuerpo se
atrae más al suyo. Estoy jadeando.
—He soñado con hacer esto...—va desabotonando mi blusa. Nos miramos embriagados de deseo.
Suspira al ver mi pechos erguidos y desliza mi blusa por los hombros. Ahora estoy desnuda de la
cintura para arriba y húmeda de la cintura para abajo.
—Hermosos—dice fascinado mientras baja y toma un pezón con su boca. Aagg...Que delicia.
Relámpagos de placer llegan a mi entrepierna. La sangre hierve en mis venas. Juguetea con mis
pezones y su húmedo y tibio aliento me trastoca.
—Ah.
Gimo.
—Siéntelo, bebé—muerde suavemente un pezón. Grito.
—Tienes una piel muy suave—desliza sus nudillos desde la hendidura del cuello, mis pechos, hasta
llegar a la cinturilla de mi pantalones. Lo miro extasiada mientras desliza dos dedos a ambos lados
del borde de los pantalones y los va bajando con todo y bragas, mientras besa, lame y mordisquea mi
piel. Me siento en llamas.
De rodillas acaricia mi clítoris suavemente con su lengua retorciéndola y retorciéndola a su antojo,
mientras agarra mi trasero abriéndome más para ahondar en ese beso tan íntimo, erótico y
enloquecedor. Eso se siente...Guau...tiemblo.
—Eres deliciosa.
—Ahggg—me arqueo.
—¿Te gusta, bebé?—mis caderas comienzan a contonearse por cuenta propia.
—Oh sí.
—Dímelo.
—Me encanta—apenas reconozco mi voz poseída por el deseo.
Continúa su asalto lascivo y yo me siento en una montaña rusa, estoy a punto de caer y... y
caigo...caigo...Oh...oh... caigo en un abismo cegador. De inmediato me toma y me deposita en la cama.
Aun temblando me abre las piernas se desliza entre ellas.
Cuando abro los ojos me está observando, embelesado suspendido sobre mí, apoyado en sus
codos. Sus pulgares acarician mis mejillas.
—Eres hermosa—jadea.
Se incorpora, se coloca un condón con la rapidez de un rayo y comienza a penetrarme lentamente.
Algo se desgarra en mi interior. Cierro los ojos y me abro más, disfrutando la sensación de tenerle
dentro de mí.
—Estás muy apretada... me gusta, me gusta mucho—susurra jadeando, luego establece un ritmo
dentro-fuera-dentro-fuera. Estoy colmada como nunca. Se va acelerando. Somos puro jadeos y
gemidos acelerados. Más y más rápido. ...Oh... Otra vez me invade esa sensación tensa y
desgarradora. Sebasthian se estremece y cae sobre mí...
Estamos recostados en la cama, uno al lado del otro, aún desnudos. Él me observa pensativo,
parece que está rumiando una idea desagradable. Creo que nunca le había visto tan serio.
— ¿Qué pasa?—le pregunto abrazando la almohada, estoy boca abajo y él está de lado apoyado
sobre su codo.
—No me dijiste que eras virgen—su tono es acusatorio.
Niego con la cabeza. No pensé que se daría cuenta.
—Creo que a estas alturas puedo darme cuenta cuando me cojo a una virgen—masculle.
Suspiro.
—¿Qué diferencia hace?—me encojo de hombros.
—Mucha
—Para mí, no.
—¿Ah sí? Eres bastante cínica, la verdad—sacude la cabeza entre perplejo e irritado.
—Bueno, ya no puedes hacer nada—me mofo.
—Dímelo.
—Que.
— ¿Por qué me lo ocultaste Clarissa?
—Por qué tanta ceremonia. Tampoco me estaba guardando para el altar ni mucho menos. Yo...—de
repente me intimida, su mirada es muy intensa—no estoy segura de creerme toda esa basura
romántica.—termino un tanto cortada.
El hace una mueca y tensa la mandíbula. Sus ojos brillan con furia.
—Así que esto es solo sexo—pronuncia lentamente y con cuidado cada palabra haciendo énfasis en
la última.
¿Por qué se ve tan molesto?
Sin preámbulo se levanta, se pone su pijama y sale como una bala, azotando la puerta al salir.
¿Pero qué coño acaba de pasar?
Me quedo mirando la puerta con el corazón en la boca, y sin comprender, que demonios se le
habrá metido a Sebasthian para que reaccionara así...
Estoy intranquila, no puedo dormir, ya hace una hora que salió Sebasthian como una fiera y
todavía me confunde su reacción. Me he comido algunos quesitos, aceitunas y palmitos. He probado
el vino, pero principalmente tengo mucha sed. Mi boca está seca. Quiero agua. Con mucho cuidado
de no hacer ruido abro la puerta para aventurarme a la cocina en su busca. Voy prácticamente de
puntillas y hago el recorrido pero me percato de que él sigue despierto y está en lo que creo que es su
estudio leyendo unos papeles, absorto. Llego a la nevera y busco el agua. Lleno el vaso y cuando me
dispongo a beberlo me pego el susto de mi vida, Sebasthian está al frente mío.
¿Cómo?
—Hola, tenía sed— digo a modo de explicación por estar rondando a estas horas por su casa.
—Estás en tu casa, toma lo que quieras ¿quieres comer algo?—dice el perfecto anfitrión.
—Solo agua.
Intimidada por su presencia, vacío el contenido en mi boca y coloco el vaso en el mostrador,
ansiosa por irme al cuarto.
Me observa pensativo y toma mis manos anudándolas a mi espalda y acercándome más a él.
—Lo siento—susurra. Sus ojos anclados en los míos.
—¿Por qué?—mi voz tan suave como la suya.
—Por mi arrebato. Es solo que de haber sabido que... Bueno, me tomó por sorpresa.
Se refiere a mi virginidad seguramente.
—Entiendo...
¡Estamos en el 2015, por Dios! Además, nunca he sido partidaria del romanticismo victoriano. En
líneas generales, no soy una fanática del romanticismo, francamente quién tiene tiempo para perder
en esas pendejadas.
— ¿Estabas trabajando?
—Sí, debo analizar algunas propuestas de leyes, he de leer mucho, a veces suelo hacerlo por las
noches.
—Ah.
Resigue con su dedo índice la línea de mi labio.
—Y... ¿cómo te sientes?
¿Se refiere a lo de mi apartamento?...Por la mirada creo que no.
—Bien.
Rueda sus nudillos suavemente por el contorno de mi barbilla. Cierro los ojos ante esa sedosa
caricia. Mi rostro busca su contacto, invitándole a más. Con la otra mano me tiene anudada a él
todavía, mis manos prisioneras tras mi espalda.
Abro los ojos y le observo fascinada mientras con sutileza explora con sus dedos mis labios y
mejillas. Estoy bajo su encantamiento. Frota el lóbulo de mi oreja. Sus ojos obscurecidos. Sus labios
descienden sobre los míos, anhelantes y entreabiertos. Comienza a besarme profundamente
poseyendo mi boca por completo. Me dejo estar en ese beso. Se detiene mi mente y mi mundo y solo
estoy inmersa en ese beso. Podría vivir en él.
Sebasthian comienza a acariciar mi sexo con el suyo presionando con suavidad, siento el roce de la
telas y su duro miembro pugnando por atravesarlas. Una tormenta eléctrica en mi entrepierna.
Estoy caliente y anhelante ese contacto es.... me estoy mareando...
Gimo.
—¿Otra vez Clarissa?... ¿Te gustaría hacerlo otra vez?— su voz es ronca y seductora.
—Sí—confieso en un jadeo.
Me voltea.
—Agárrate del mesón.
Pasea sus manos por mi cuerpo y metiéndolas por debajo de mi pijama, acuna mis senos. Ellos le
dan la bienvenida irguiéndose. Él jadea, satisfecho. Siento su aliento y calor tras de mí. Juguetea con
mis pezones a su antojo provocándome toda clase de hormigueos y corrientazos. Mmm...No tenía
idea...
Baja sus hábiles manos y hace círculos sobre mi sexo mientras mordisquea y besa mi cuello.
—Ahh...
Está pegado detrás de mí. Siento su calor abrasador. Con una lentitud pasmosa baja mis pantalones
y bragas besando mi trasero en su descenso. Su boca es tibia y húmeda y ese contacto le echa más
leña al fuego que arde en mi vientre.
—Esto lo voy a saborear... voy a saborearte toda, Clarissa—sus manos paseándose por mis muslos
y trasero —muy lentamente...—Siento que entra en mí con suavidad y lentitud.
Soy yo quien lo saboreo por completo, cada milímetro de su virilidad, acariciándome hasta lo más
dulce de mi ser. Y seguimos en ese ritmo agónicamente lento, profundo y delicioso. Una mano en mi
cadera y la otra rozando mi clítoris inflamado. Me aferro con fuerza al mesón.
—Eres el cielo nena—jadea.
—Sebasthian—su nombre es un largo gemido que escapa de mis labios —Oh...Sebasthian…
—Clarissa.
Y al oírlo jadear mi nombre me culmino y siento su palpitante miembro dentro de mi llenándome
toda.
— ¿Te gustó?
—Mmm… eso fue...—me faltan las palabras.
—Bien—me desabrocha la blusa y la desliza hasta que cae al suelo. Admira mi busto—. Mejor así
—me da un besito en cada pezón—. Ven vamos a la cama.
Me lleva de la mano hasta su habitación, ambos completamente desnudos.
—Quiero que duermas conmigo—señala la cama.
Nunca he dormido con un hombre antes. Obviamente. Bueno, tampoco había tenido sexo así que...
—¿Te parece bien?
—Bueno.
—Hace tanto que no comparto mi cama con nadie, Clarissa—me dice al oído y deposita un beso
justo ahí.
¿Qué significa eso? ¿Por qué me miente ahora que consiguió lo que quería? ¡Que disparate! Ni que
fuera célibe. Seguramente habrá traído a más de una de sus modelos pechugonas a retozar en su
cama. ¿Por quién me toma?
Aparta las sábanas.
—Recuéstate—lo hago y él se acuesta al frente mío arropándonos a ambos. Apaga la luz de la
lámpara y me hala hacia él tomándome de la cintura, mete su pierna entre las mías, mi cabeza
descansa sobre su brazo mientras con la otra mano se dedica a acariciar mi melena y de vez en
cuando se entretiene enrollando mechones de mi cabello llevándoselos a la cara e inhalándolos. Es
curioso, resulta muy tranquilizante, y me voy sintiendo adormecida. Parece que compartir la cama
con un hombre resulta agradable...
Realmente agradable... ¿o acaso será dormir con Sebasthian?
—Me gusta tu olor...me gustas toda...me gusta tenerte aquí... toda mía—susurra y es como un
arrullo que me va llevando a los brazos de Morfeo.
Miércoles 14 de Enero
“Quiero pero no quiero"
—¿Siempre llevas un arma?—Le pregunto a Sebasthian ya dispuesta en el sitio donde debo
empuñar el arma, ha insistido en traerme a un polígono de tiros en las afueras de Caracas.
—Solo cuando no tengo escolta. Mi trabajo es peligroso.
—Ah...Sebasthian, no creo que esto sea necesario.
—Lo es, cariño, quiero que estés segura. Además será divertido.
¿De dónde voy a sacar yo un arma? y acaso ¿sería capaz de disparar dado el caso? No creo tener
estómago para eso, la verdad. Pero cuando recuerdo mi apartamento y el jodido mensaje, me recorre
un escalofrío.
— ¿Qué pasa?
—Pensaba en quién me estará acosando.
—Issa, a veces es quien menos te imaginas.
—¿Te ha pasado?
—Un par de veces.
Claro, se referirá al acoso de modelos pechugonas, por supuesto. ¿O no?
—En mi carrera eso es el pan de cada día. Toma.
Coloca el arma en mis manos, es pesada, dura y fría. Estoy nerviosa. Temo que se me dispare solo
con tomarla.
—Tranquila, esta arma tiene el seguro puesto, ¿ves?—señala el mismo—. Debes tomarla con
seguridad así, a esta altura—toma posición tras de mí guiando mi brazo para apuntar al blanco.
—Necesitas practicar mucho... me encantaría traerte cada tanto...lo pondré en mi agenda, si te
parece—susurra en mi oído pegado a mí y siento un escalofrío recorrerme entera.
—Ok— ¿cómo podría negarme?
Caminamos de la mano, después de la práctica de tiro, y se siente muy bien. Sus dedos largos
enlazados con los míos encajan a la perfección, me agrada su calidez. La brisa fresca de la noche se
cuela por las ramas de los árboles arrullándonos en nuestro trayecto. Estoy muy cómoda.
—Te googleé—le confieso.
—¿Ah sí? Bueno, soy una figura pública, Clarissa. De mí se dicen muchas cosas, no todas son
ciertas. Además, me he dado cuenta que no le caigo bien a tu padrino.
—Dice que no debo confiar en ti—le dedico una mirada significativa.
—¿Y qué crees tú?
—Si el río suena piedras trae—tarareo provocándole.
Resopla.
—Me molesta que me digas eso. No creo darte razones para desconfiar.
—...Todo un conquistador—susurro sarcástica.
—¿En serio? ¿Piensas eso de mí? No creí que sacaras conclusiones a priori.
—A priori no, en base, a la experiencia. Es evidente que te gusta mucho la compañía femenina.
Resopla.
—Soy un hombre soltero, sin ningún tipo de compromiso hasta ahora, ¿qué esperabas?—espeta
irritado.
—Nada—bajo la mirada, sometida.
Suspiro.
—¿Nada?...—dice pensativo—nada—repite—fíjate yo sí espero mucho de ti nena, ¿qué me dices a
eso?—aparto mi mirada—. ¿Cuándo confiarás en mí? me das tu cuerpo de buena gana, pero en lo
demás, te cierras completamente. No logro descifrarte. Me tienes desconcertado.
¿Cómo le explico que no tengo control de mi cuerpo cuando estoy con él? es como si mi carne
tuviera hambre de su tacto, de sus caricias. Un hambre que solo él puede saciar, y tan solo, no puedo
dominarme. La idea me irrita demasiado.
Y además ¿qué carajos quiere de mí?
Detiene la caminata y me toma suavemente por los codos, acercándose más a mí, instintivamente
doy un paso atrás.
—Dime Clarissa ¿qué debo hacer para ganarme tu confianza?
Otra vez me mira con sus ojos profundos e inquisitivos como queriendo llegar a lo más profundo
de mi alma. Me está entrando el nervio. Doy otro paso atrás y él me sigue.
—No sé a qué te refieres—me voy por las ramas.
—Quiero que te entregues a mí sin reservas ¿me explico?
—¿Y eso como para qué Sebasthian?—Rompo—. Tú no me conoces, ni sabes remotamente de
dónde vengo.
Me sonríe con los ojos.
—Quiero conocerte, cariño. Háblame—dice con suavidad mientras acaricia dulcemente un mechón
de mi cabello (como yo suelo hacerlo). Me derrito de inmediato—. ¿Estás asustada? ¿Es eso?—su
voz y sus ojos son hipnóticos—No temas, bebé. Me gustas demasiado. ¿Es que no lo entiendes?, me
tienes completamente seducido como nunca antes. No sería capaz de lastimarte. Dime corazón ¿qué
te asusta?
No, no estoy asustada.
Estoy aterrada.
Los sentimientos y sensaciones que estoy experimentando desde que le conocí están haciendo mella
en mí. Mi cabeza es un lío, ¿qué quiero de él? ¿qué quiere de mí?, ¿por qué carajos no puedo
controlarme? Nunca antes había estado tan expuesta emocionalmente y la verdad es, que quiero salir
corriendo. Pero él me tiene prisionera entre su cuerpo y la inmensa ceiba que está a mis espaldas.
¿Por qué coño no me deja en paz?
Estoy como marea revuelta.
—No me gusta que me presionen, Sebasthian. No estoy acostumbrada a esto. Nunca había tenido
una relación con un hombre. Cuando era chica era muy arisca y nadie logró acercarse a mí, y en la
universidad me aboqué a mi carrera por completo. No podía perder mi tiempo. Así que, yo no sé lo
que es eso.
Sonríe encantado
—Yo puedo enseñarte… lo deseo con ansia—me da un pequeño beso en la punta de la nariz—.
Vamos a comer y me sigues contando de ti.
****
Sebasthian me llevó a un sencillo bistró, ubicado en las afueras de Caracas, cerca del polígono de
tiros. Conversamos mientras comemos. Me doy cuenta de lo bien que la he pasado con él desde que
nos conocemos y estos tres días han sido como un sueño para mí.
—Estás muy risueño—digo.
—Y por qué no iba a estarlo, por fin te estás abriendo a mí.
Levanto una ceja.
—Creí que eso ya había pasado—digo sarcástica.
—Tú sabes a lo que me refiero.
—Háblame de ti—inquiero.
—¿Qué quieres saber?
—Lo que me quieras contar—encojo los hombros.
—Creo que para empezar me gustaría aclararte que siempre le pido a una agencia de modelaje una
acompañante para mis eventos, con la salvedad de que sea siempre una distinta.
—¿Ah, sí?—estoy sorprendida. Eso si no me lo esperaba para nada.
—Sí.
—¿Y eso por qué?
—Me gusta ir acompañado, y así es más práctico. Menos expectativas—se encoje de hombros—.
Soy un hombre ocupado. No te voy a negar que en algún momento haya tenido sexo con alguna de
ellas. Siempre consentido por supuesto.
—¿Así que te las tiraste?—la idea no me agrada en absoluto.
—No Clarissa, no soy un conquistador como cree tu padrino. A la única que he acosado es a ti
—Ah.
—De todas maneras ya llamé a la agencia para cerrar ese contrato, ya no será necesario.
—¿Y eso por qué?
—Porque ahora me acompañarás tú. Te lo dije: me gustas mucho. Demasiado. De hecho me tienes
como loco y quiero que confíes en mí. ¿Me explico?
Me siento un poco abrumada por su confesión.
—Pero, cuando te conocí ibas solo.
—No. Apenas te vi, la despedí. Tenía que conocerte, estabas tan adorable. Y después en el baño...—cierra los ojos como recreándose—quedé alucinado. Tuve que hacer acopio de todo mi autocontrol
para no hacerte el amor allí mismo. La verdad no quería asustarte y tampoco quería cargos por
acoso.
No sé qué decir.
—Y luego, cuando te pedí que salieras conmigo, estabas muy reacia. Creo que si no hubiera
llegado tu amiga ni siquiera me hubieras dado una oportunidad.
Continúa.
—Sabes, aún sigues siendo arisca—comenta reflexivo, pero luego, sonríe como un niño—. Que
bueno que tu amiga te obligó, con eso se ganó el cielo conmigo, sin duda.
—Te gusta hablar, verdad.
—Soy político, bebé.
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