Yo soy tu candidato: Romántica y apasionante historia de amor parte 02

 


****

Más tarde en su apartamento.

—¿Y ahora cómo voy a hacer con ese acosador?—digo preocupada.

—Bueno, aquí puedes quedarte. Conmigo. Digo, hay mucho espacio en mi apartamento, suficiente

comida… yo...—dice como quien no quiere la cosa.

—¡Por supuesto que no!—salto ¿cómo se le ocurre?

—¿Por qué no?

Si... ¿por qué no?

—Bueno, porque no te conozco.

—¿En serio?—otra vez divertido a mi costa—. Se me ocurren unas cuantas formas en que podrías

conocerme mejor.

—Además, no quiero importunarte, Sebasthian. Me refiero: eres un hombre joven, soltero...

—¿Sigues pensando lo mismo que te dijo tu padrino verdad? A pesar de que te lo aclaré.

—Me refiero, tú tienes tus necesidades y nosotros...

Nosotros ¿qué somos nosotros? Me inquieta la pregunta. Ni siquiera me atrevo a cuestionarme a

mí misma. Estoy un tanto superada por los acontecimientos de los últimos días y mi lógica habitual…bueno ¿adónde carajos se habrá ido?

—Por eso lo mejor es que te quedes aquí, es lo lógico ¿no te parece?

¿Lógico? Me despedí de la lógica desde que le conocí. Eso seguro.

—Yo voy a estar más tranquilo. Las huellas que hallamos en tu casa no coincidieron con ninguna,

estamos en blanco en cuanto a quién puede estar acosándote.

—O sea, que la persona que me sigue, no tiene antecedentes.

—No.

—Quizá es la primera vez que hace eso—reflexiono para mí misma.

—Yo no me fío de eso.

—Y podrían tardar en dar con él o ella, quizás semanas, no sé.

—Quédate. Por mi está bien—sonríe de oreja a oreja.

—Yo no podría hacer eso Sebasthian. No me parece correcto.

—¿Y exponerte al peligro sí te parece correcto? No veo cual es el problema.

—Eso disgustaría mucho a mi padrino—me excuso. La verdad, me vale lo que piense él. Después

de todo, su refrán siempre ha sido: <<piensa mal y acertarás>>... y por lo general acierta.

—Clarissa, eres una mujer adulta ¿qué te pasa? ¿Por qué le das tantas vueltas? Por mí encantado

que estés aquí.

Pero sé que yo sí estaría expuesta, como nunca antes. Como nunca lo he estado. Ya le entregué

gustosa la llave de mi cuerpo, pero nada más ¿verdad? Necesito mi espacio.

—¿Tanto te incomoda la idea de quedarte conmigo?—está consternado.

—Es que estoy acostumbrada a mi independencia, a mis cosas.

—Podrías traerlas.

Le miro ceñuda.

—Eres insistente ¿eh?

—Y muy persuasivo—me obsequia una sonrisa lobuna pero como sigo ceñuda él claudica—. Está

bien "Srta. Evasivas" será como quieras. Mañana temprano te llevaré. Pero te mantendré vigilada. Es

una verdadera lástima. En lo que a ti respecta me encantaría tenerte de manera ilimitada... veremos

qué puedo hacer contigo en tan corto tiempo...

Me atrae hacia él envolviéndome en su abrazo, besándome el cuello...y yo caigo de nuevo en su

erótico hechizo...

Jueves 15 de Enero

“De patitas en la calle"

Los hombres que trajo Sebasthian son todos unos manitas, rápidamente montan el sistema de

alarma e inspeccionan las entradas, colocando unos pestillos especiales.

—Sebasthian, no es necesario que te tomes tantas molestias por mí.

No estoy acostumbrada a tanta atención, creo que hasta me incomoda.

— ¿Quién dijo que eran molestias? Lo hago encantado de la vida.

—Hemos asegurado puertas y ventanas, el sistema de alarma avisará si se fuerza alguna entrada—dice uno de los hombres que trajo Sebasthian mientras se retiran.

—Toma, esto es para ti—me entrega una bolsa y yo frunzo el ceño al ver el contenido—. Gas

pimienta y una pistola de descargas eléctricas— me explica.

—¿No tienes una granada? podría necesitarla—añado sardónica.

—Espero que no tengas que usarlas, pero necesito saber que puedes defenderte. Clarissa, creo que

no puedo ser lo suficiente enfático para decirte, que necesito que lleves esto a todas partes y estés

atenta, muy atenta. No se te ocurra apartarte del teléfono—en un tono más dulce ladea la cabeza—. Si

quieres me quedo contigo hoy.

Seguro lo hace solo por mi seguridad.

—Bueno—digo un poco tímida pero encantada.

Me estampa un beso.

—Bien. Entonces nos vemos más tarde, he de ir a trabajar.

****

Decido cambiarme la ropa y opto por una blusa suave de estampado de hojas otoñales sobre fondo

blanco, de cuello Mao y mangas cortas, un vaquero y sandalias altas con tacones de aguja. Cojo mi

bolso e introduzco las dos armas defensivas—que me dio cierto diputado sobreprotector que

conozco íntimamente—no sin antes examinarlas. ¿Por qué se sentirá obligado Sebasthian ocuparse

así de mí? Bueno, debo admitir que es halagador.

Suena el timbre ¿quién será?

—Srta. Spillman, venimos a escoltarla a su trabajo—dos efectivos de la fuerza policial parados

ante mí.

Escolta policial ¿pero qué diablos? ¿Ni que yo fuera qué?

«Clarissa yo conozco, gente es lo que hago» Las palabras de Sebasthian se cuelan en mi mente y se

ríen de mí. Bueno, pues claro que el sobreprotector diputado conoce a la policía y hace uso

indiscriminado de ella. La verdad, si lo pienso bien, no me molesta, me divierte, y el hecho es que me

evitan pasar dos horas dentro del tráfico infernal. Podría acostumbrarme a esto...

****

Son la siete y media, ya se ha levantado la noche en Caracas y aún la vida pulula, y continúa

enérgica en las afueras de mi apartamento. Sebasthian examina mis escasos retratos dispuestos en la

mesita de la sala. Mientras yo termino de finiquitar lo que vendría siendo nuestra cena.

—Me gustaría conocer a tu familia. ¿Viven en la zona? No me has hablado de ellos—comenta en

tono despreocupado.

Inmediatamente me pongo tensa. Me quedo en silencio un buen rato, minutos que parecen eternos.

Esto es un tema escabroso para mí. Yo no tengo una familia, como él la tiene; soy una tabla en

blanco. Como siempre que pienso en eso hago una mueca de dolor. Bajo la cabeza.

— ¿Qué pasa?

—No tengo una familia—le suelto de repente un poco avergonzada, me volteo para mirarle.

Me mira perplejo. No se esperaba eso.

Me explico.

—Sebasthian, pasé mi vida en un orfanato. Nadie nunca me adoptó—me encojo de hombros—. Por

ende no tengo familia.

Ya está, lo dije, algún día iba a saberlo. Me resulta imposible seguir evadiendo ese tema con él,

considerando, lo lejos que hemos llegado.

—Ah. ¿Vives aquí sola?—continúa inspeccionando mi apartamento como si nada, su reacción me

destensa un poco.

—Sí, la mayoría del tiempo, a veces viene Cata a hacerme compañía.

—Hoy te la hago yo—dice satisfecho—. Tranquila, no te pierdes de gran cosa. ¿Puedo poner algo

de música?

—Claro,—me contenta que cambie de tema—me gustaría mucho.

Enciende el equipo y coloca la lista de reproducción automática, pronto suena la canción del grupo

Camila "Bésame", se me acerca por detrás y nos mecemos al ritmo de la canción. Me voltea y me

besa larga e intensamente mientras nos lleva al sofá, donde me tiende con cuidado, él sobre mí.

Bésame así sin compasión dice la canción y así lo hace él. Yo respondo en forma. Nuestras lenguas se

reclaman y yo le aprieto contra mí colocando las manos abiertas en su espalda. Me gusta su calidez.

Sus manos me recorren estrujándome y apretándome...Se siente tan bien su cuerpo contra el mío, sus

manos, su boca...muero lento.

—Me gusta tocarte—susurra en mi oreja mientras la lame. Gimo. Sin dejar de asaltar mi boca

desabrocha mi vaquero, e introduce la mano, y comienza a acariciarme justo ahí, en mi sexo...me

siento indefensa emparedada, entre él y el sofá, poseyéndome despiadadamente con su lengua y sus

dedos... Soy pura contorsiones y gemidos...

—¡Ay!—grito.

Retira la mano de su asalto lascivo.

—No,—me quejo—por favor.

Él se desabrocha el vaquero y se baja el cierre.

—Tócame—lleva mi mano a su sexo sobre sus pantalones.

Entiendo, quiere que le corresponda. Bueno... comienzo acariciarlo al principio un poco vacilante,

pero me tiene tan jodidamente caliente, y esa mirada...

Sebasthian cierra los ojos disfrutando de mi contacto. Y estoy alucinada viéndole, es tan sensual, su

boca entreabierta. Ahora quiero volverle loco. Me vuelvo más osada y meto mi mano dentro de su

bóxer y siento su miembro duro, carnoso y caliente. Lo tomo con fuerza y subo y bajo a mi antojo. El

comienza de nuevo a penetrarme con sus dedos, mientras nos besamos. Y esto es jodidamente erótico.

Estamos vestidos, follándonos con las manos, como unos putos adolescentes.

—Así... Lo haces bien bebé...—dice él con respiración alterada.

—Ay... Dios—gimo y lloriqueo ante su implacable ritmo.

—Si Clarissa sii...ah...—jadea descontrolado.

Toda la sangre arde caliente en mi entrepierna. Siento que todo razonamiento y juicio se escapa de

mi mente, dejándome completamente en blanco. Mi pelvis busca con vehemencia su íntimo contacto

manual. Igualmente mantengo mi agarre en su miembro caliente, sus jadeos en mi oído me están

enloqueciendo. Adoro excitarle tanto...

Sin previo aviso retira su mano de mí y hala mis vaqueros y bragas con premura, estos quedan

colgando de uno de mis tobillos. Me posiciona con cuidado hasta que quedo de rodillas, con mi torso

reposando sobre el sofá. A los pocos segundos lo siento detrás, entrando en mí. Cierro los ojos ante

esa tan anhelada intrusión, mi sexo le aprieta dándole la bienvenida, deseo grabar en mi cuerpo esa

deliciosa sensación.

—Mmm...Que delicia...esto es el cielo, bebé...—exclama él con voz alterada.

Sus embistes, al principio suaves y considerados, pronto se vuelven, salvajes y desenfrenados,

despertando mi lado primitivo que aúlla ante los mullidos cojines del sofá. Aprieta su agarre en mis

hombros y lo siento a profundidad. Pronto llego a mi liberación y termino anulada y temblorosa. Él

se deja ir...

Estamos en el piso con la espalda recostada en el sofá, apretujados los dos, después de nuestro

encuentro carnal. El me saborea con sus penetrantes ojos azules.

—¿Qué pasa?

—Tienes unos hermosos ojos y unos labios deliciosos. En verdad me gusta todo de ti…—acaricia

mi pierna que descansa en su cadera—y tu piel que suave es, podría pasarme el día acariciándote.

No sé qué se dice en estos casos, pero me encanta gustarle. Lo cierto es, que nunca me había

sentido tan cómoda con un hombre, hasta ahora. Realmente estoy sor-prendida de mí misma.

—¿Quieres comer algo?—le pregunto.

—Mmm...Ahora sí—dice pícaro.

—Vamos—me acomodo los vaqueros y le guío a la mesa.

He preparado tostadas con un revoltillo de calabacines.

—Está rico ¿te gusta cocinar?

—Lo normal.

—No te gusta... bueno, yo te cocinaré, entonces.

—¿A ti te gusta?—estoy sorprendida, un hombre como él, ¿cocinando?…

Ríe.

—Sí y sé hacerlo, pero no para todo el mundo. Cuéntame sobre ese padrino tuyo.

— ¿Qué quieres que te diga?

—Bueno, necesito saber que representa para ti. Conocer los detalles de tu relación con él.

No le entiendo que quiere.

—¿Y entonces ?

—No tengo lazos de sangre ni afiliación con él. Me apadrinó porque él quiso, y la verdad, se lo

agradezco. Si no fuera por él... pero la gran diferencia Sebasthian es que, él no era mi padre. Me dio

lo que necesitaba para mi educación: ropa, libros, comida. Solo le veía esporádicamente para darle

cuentas de mis notas y comportamiento y era, es, bastante exigente y un tanto arisco a veces. En fin.

Los abrazos y las palabras de aliento fueron escazas—Suspiro embargada por esa sensación de

soledad tan conocida—. La vida es muy triste cuando no tienes familia, Sebasthian. Cuando no tienes

alguien que te quiera tal como eres.

Me observa atentamente y si no me equivoco conmovido por mi confesión.

—Ay nena, tener familia tampoco es fácil, créeme. No pienses que todo es miel sobre hojuelas:

hermanos jodedores, madres sobreprotectoras y entrometidas abuelas autoritarios. Se manejan

muchas expectativas ajenas, a veces es estresante.

—Pero siempre tendrás un hogar al que acudir cuando lo necesites—estoy afligida.

Me observa un rato y luego agrega apasionado.

—Quiero ser tu hogar. Déjame serlo. Yo podría cuidarte y mimarte todo lo que quieras. Serías mi

niña consentida—me regala su sonrisa ladeada que le hace ver tan sexy—. Ven, siéntate aquí—palmea

sus muslos, y yo divertida y curiosa me siento a horcajadas sobre él, quedando frente a frente.

Y ahora con qué me saldrá ese hombre...

—Vamos a mimarte—susurra como si su voz fuera miel tibia sobre mi piel. Toma mi cabeza y

juguetea con mis rizos sueltos, mientras esparce pequeños besos en mi cara. Cierro los ojos y me

derrito. ¡Ay dios, esto realmente se siente bien!...

—Mi dulce… dulce Clarissa. —la forma en que pronunció esas palabras...con tanto sentimiento y

su tierno contacto, despiertan algo en mí, que sale de lo más profundo de mi oscuridad.

Trago saliva.

De repente me invade una tristeza muy grande y las lágrimas contenidas comienzan a salir

suavemente. No puedo verlo. Hago gesto de levantarme pero me toma de la cintura más fuerte.

—No. Tranquila—dice bajito.

Me besa suave y largo y es como una droga embriagadora que barre mi sensación de angustia. Me

pierdo en el beso.

—Confía en mí, por favor, déjate querer.

¿Dejarme querer por Sebasthian? ¿Podría hacerlo? Querer, amar, esas palabras me resultan

extrañas e inquietantes. Conozco el cariño fraternal, cómplice y antagónico de otros chicos como yo.

El cariño lastimero y comedido de los cuidadores de la casa hogar. Pero siento, que esto que él me

pide y reclama, no se parece ni remotamente a lo que he conocido, y como nunca, me encuentro fuera

de mi centro. Fuera de mi zona de confort.

Me falta el aire.

—Por favor, suéltame—necesito respirar.

Me zafo de él como puedo.

—Me gustaría que te fueras, por favor—le suplico con la vista baja.

Me suelta consternado. Necesito digerir lo que me está pasando. Dentro de mí, un huracán se ha

desatado de repente, y no sé cómo manejarme, como sentirme. ¿Qué me está pasando?

—Nena yo...—me mira con ojos muy abiertos y cejas levantadas.

—Vete. Quiero estar sola, por favor—no quiero que me vea así. —. Por favor—sueno desesperada.

—Está bien...está bien...como quieras—su tono es de enorme preocupación.

El silencio nos envuelve. Ni se atreve a tocarme mientras nos dirigimos a la puerta.

—Lo siento, no quería asustarte—murmura.

No le contesto. Tengo un nudo en la garganta que me asfixia. Me mira esperando una respuesta,

pero rehúyo.

—¿Nos vemos mañana?—me pregunta con ansiedad en su voz.

Asiento sin verle, y antes de que pueda tocarme, le abro la puerta y cruzo los brazos. Siento frío

pero viene de dentro.

¿De qué estoy huyendo exactamente?

Viernes 16 de Enero

“Escapo y escapo aún más"

Hoy es viernes. Ya ha pasado una semana desde que comencé mi trabajo como psicóloga. Eso ha

sido algo a lo que me adaptado bien, creo. He tenido algunos pacientes gracias al buen Dr. Spillman.

Mario Flores, La Sra. Esther con sus ataques de ansiedad, Pablo Ramírez entre otros... Pero hoy soy

yo la que está perturbada. ¿Porqué habré reaccionado así anoche? no es propio de mí llorar como

Magdalena. Ese es más bien el estilo de Cata. Qué pena con Sebasthian. Habrá pensado que se me zafó

un tornillo. Una loca psicóloga (no sería la primera). ¡Santo dios!, y para colmo, ¡lo eché de mi casa!

Creo que debería alejarme un poco de él; mantener la distancia por lo menos por hoy, mientras

pongo orden en mis emociones y pensamientos. Desde que le conozco, estoy en una montaña rusa

emocional. Sí, necesito orden y tranquilidad. Observo mi celular. ¡Mierda!, ya me ha enviado tres

mensajes hoy. Estará preocupado. No sé qué decirle. Pongo mi celular en vibrador y me dispongo a

trabajar.

Paso el día tranquila. Escuchar los problemas de otros y ayudarles a componer sus vidas, me

resulta mucho más sencillo, que adentrarme en mis propios líos.

****

Como a las seis de la tarde me encamino a mi auto y me sorprende ver a Sebasthian, de traje y

corbata desanudada, que se dirige a mí con paso decidido y si no me equivoco molesto.

Vino a buscarme.

—¿Por qué coño no contestas mis mensajes, Clarissa?—dice en un tono de voz engañosamente

suave cuando nos encontramos.

—He estado muy ocupada.

—¿No tenías ni un puto minuto para responder mi llamada? ¿Qué pretendes, volverme loco?

—Sebasthian, no me gusta que me hables así— ¿quién se cree que es?

—¿Y cómo coño quieres que te hable? Me estoy devanando los sesos pensando que pude haberte

hecho para que salieras corriendo despavorida.

Toma una respiración como contando hasta diez. Luego agrega más calmado.

— ¿Saldrías conmigo esta noche? Tengo un evento.

—No

— ¿Por qué no?

—Quiero estar sola hoy, pero gracias por la invitación. Seguramente, encontrarás alguien que te

acompañe.

Me fulmina con la mirada y tiene los labios muy prietos.

—Si eso quieres—masculla

Esto no se trata de lo que quiero Sebasthian. Se trata de que tengo mis límites y ya los sobrepasé

contigo. Necesito, como nunca, refugiarme en lo que mejor conozco: mi soledad.

Sí eso es lo que pasa.

Luego agrega meloso.

—Pero sí vas conmigo a lo de mi familia, ¿verdad bebé? Me gustaría mucho que fueras. Así te

harás una idea de lo consentido que soy—hace un mohín.

Sonrío.

—Creo que se nota.

Me toma por la cintura

—Ay Clarissa ¿por qué eres así conmigo?—me besa posesivo y me siento flaquear.

No. ¡Ya basta!, él no puede tener poder sobre mí. Yo soy dueña de mi cuerpo.

Punto.

—Me tienes como un veleta. ¿Te gusta jugar conmigo verdad?—dice él.

Frunzo el ceño. ¿Jugar con él?, ¿Yo?, ¡qué disparate!

—Por favor, no vuelvas a dejarme colgado. Comunícate conmigo, ya te he dicho como me siento

por ti. Si necesitas tu espacio yo trataré de entenderte pero quiero estar seguro de que estás bien, por

favor bebé—yo asiento y el suspira. Toma mi cabeza entre sus manos para que lo vea—. Issa, nunca

me había sentido así con nadie...me atraes tanto. ¿Segura que no quieres irte conmigo hoy?

—Sí.

—Te lo juro que me provoca esposarte a mi cama para que te dejes de huir de mí.

—Así que lo que te gusta de mí es mi cuerpo—bromeo.

Se muerde el labio y levanta las cejas divertido.

—Entre otras cosas. Pero sí, me encanta tu lindo cuerpecito.

—Diputado, otra vez usted por aquí.

Carajo, es la voz exasperada de mi padrino. No le vi venir. ¿Qué habrá escuchado? Siento mis

mejilla arder.

—Dr. Spillman—Sebasthian se voltea y le tiende la mano a forma de saludo.

—Diputado—toma su mano por cortesía arraigada, apretándole más de lo necesario, aunque creo

que estaría más a gusto si pudiera estrellarla contra el rostro de Sebasthian—. ¿A qué debemos el

honor de su visita?—dice sardónico.

—Principalmente para ver a Clarissa.

Yo tiesa cual estatua no digo ni mu.

—No sabía que eran amigos

—No. no somos amigos. Estamos saliendo—dice Sebasthian categórico.

Mi padrino tuerce el gesto.

—¿Ah, sí?—me fulmina con la mirada—¿y desde cuándo?

—Desde hace muy poco, la verdad—aclara Sebasthian.

—Bueno, seguramente será algo ocasional, como usted acostumbra—dice malicioso.

Sebasthian se tensa.

—Me siento obligado a aclararle, que no es así. Mis intenciones con Clarissa no las tomo a la

ligera—está realmente serio.

Resopla.

—Habrá que verlo.

Sebasthian toma mi codo y me susurra al oído:

—Busca tus cosas ya—salgo disparada, más que todo para huir de esa escena: dos leones a punto

de echarse el diente, y yo cual gacela, huyo despavorida.

Tomo mi bolso.

Cuando al fin nos refugiamos en el auto, Sebasthian lo pone en marcha enrumbándonos a mi casa.

El sigue muy metido en sus pensamientos.

—¿Ves? Estas son las cosas que me estresan de ti, ¿por qué le dijiste eso a mi padrino?

—Ni que fuera un pendejo, él ya se debe imaginar en lo que andamos.

—Sí, pero ahora no le cabe dudas.

—A mí me importa un carajo lo que él piense, más que nada lo hice por ti. Me gustan las cosas

claras y no me gustó para nada el tonito que usó. Ahora explícate, ¿qué te estresa de mí?, o piensas

como tu padrino y quieres algo casual, ¿es eso es lo que te pasa?, ¿eso es lo que te agobia?

Contéstame Clarissa—me mira de soslayo con la mandíbula tensa y el ceño fruncido.

Ni yo sé que carajos me pasa.

—No he pensado acerca de eso. Me refiero...— ¡Ay dios!, ya me está entrando la ansiedad de nuevo.

No sé qué decir.

— ¿Te gusto o no te gusto Clarissa? la pregunta es muy simple—dice cortante.

—Ahora estás molesto conmigo.

—En mi vida he tenido que lidiar con una mujer tan evasiva como tú, ¡Nojoda! Realmente pensé

que te gustaba, pero parece que estoy equivocado...—toma el volante con fuerza.

—No es eso.

—¿Ah no? ¿Y qué es entonces?—en eso suena el teléfono y yo suspiro aliviada—. Hola ¿cómo

estas, Cielo?—me mira de reojo—¿Quieres ir hoy a un evento?...Sí, te paso buscando en dos horas,

en cuanto me desocupe...ok...—cuelga.

¿Qué coño? ¿Acaso acaba de llamar una de sus mises pechugonas para quedar, y él la invitado al

frente mío?

¡Mierda!

Siento que la ira me invade de pies a cabeza. Estoy realmente enfurecida. Cómo se atreve. Es un

puto mujeriego descarado. Qué bueno que he llegado a mi casa. Azoto la puerta del auto con toda la

fuerza que puedo y salgo dando zancadas.

¡¡A la mierda con él!!

Escucho su voz divertida a lo lejos.

—Clarissa, podrías ser tú.

¿Se burla de mí otra vez?

****

Cuando estoy en mi casa a puerta cerrada siento que la ira me abandona y me aflora una inmensa

tristeza. Como si algo se hubiera roto en mi pecho. Comienzo a llorar desconsolada mientras me

abrazo a mí misma en el piso de mi apartamento. Estoy encaprichada de alguien que evidentemente

solo está jugando conmigo y que tiene una fila de Barbies ansiosas que quieren salir con él, estar con

él. Bueno, ¿y quién no?, un hombre poderoso, sexy, adinerado. ¿Quién no lo querría?

Lloro amargamente mientras maldigo mi pasado. ¿Por qué he de tener tantas reservas con él? ha

dicho que le gusto y que no me toma a la ligera, que espera mucho de mí, que quiere que conozca a

su familia. Es él el que me desconcierta. Le preocupa que esté bien y es tan tierno,—realmente tierno

—conmigo a veces, tan empalagoso. Pero a la vez está esa odiosa reputación suya y lo que acaba de

hacer. ¿Realmente cuadró con una tipa al frente mío? debo estar demente si me gusta él. Loca como

una cabra ¿o es acaso que tengo graves problemas de autoestima? ¿Será eso?; que busco una relación

con alguien, que no puede dármela, porque solo está pasando el rato. ¿Estoy buscando un tipo de

relación con él?, ni siquiera he permitido preguntarme acerca de la naturaleza de mis sentimientos

hacia Sebasthian. Ha dicho que soy muy evasiva. ¿Qué estoy evadiendo realmente? ¿A quién estoy

evadiendo? A él o a mí.

¿Qué siento por Sebasthian?

Y en cuanto formulo la pregunta, siento una inmensa sed, me levanto y tomo un poco de jugo de

naranja. Está muy frío. Tengo algo de hambre y creo que me provoca un sándwich. Me lo preparo

ceremoniosamente hogazas de pan integral, mostaza dulce, un poco de mayonesa, 2 rodajas de

tomate, lechuga, jamón, queso. Mmm... Va estar bueno. Lo engullo y luego me voy a la cama. Cuando

estoy cerrando los ojos adormecida me doy cuenta de que aún no me he contestado la pregunta. No

me lo he permitido. Parece que tengo un mecanismo de defensa bastante desarrollado: el de la

evasión.

Mierda...Sebasthian tenía razón.

Ahora... ¿qué voy a hacer con eso?

Sábado 17 de Enero

“¡¡Jódete!!"

La luz de la mañana entra en la habitación. Me estiro en la cama, con nada de ganas de salir de ella.

Anoche tuve sueños entrecortados y confusos, la mayoría con Sebasthian. Me siento agotada a pesar

de que dormí lo suficiente. Algo me está desgastando y creo que es la idea de que yo misma me he

estado ocultando cosas. Con pereza estiro el brazo para ver el despertador, van a ser las nueve. Hoy

realmente desperté con ganas de no hacer nada. Miro el techo y dejo ir mis pensamientos, he de

resolver eso de la evasión, no quiero pasarme la vida así. Cojo mi celular, lo enciendo y sin

pensármelo mucho le envió un mensaje a mi antiguo profesor de psicología en la universidad. Yo

asistí a terapia con él, durante mis estudios y me ayudó mucho a gestionar mis sentimientos, a

orientarme al logro de mis metas académicas. Como ya me conoce no será necesario tanto protocolo.

Inmediatamente me contesta que tiene espacio para atenderme el lunes. Bueno paso uno completado.

Me llegan 3 mensajes:

PADRINO: Buenos días, Clarissa, te comunico que el lunes debemos ir a MIRAL para presentarte

con recursos humanos. La cita es a las nueve am. Estaremos en contacto.

CATA: Hola ami. ¿Qué vas a hacer hoy? ¿Quieres que pase por allá o estas empiernada con el

papacito?

¡Uy no la soporto!

POLÍTICO SEXY: Buenos días bella, espero hayas dormido bien anoche ¿Qué harás hoy?

No me puedo creer su descaro. Me lo imagino enviándome el mensaje con una rubia adormilada y

satisfecha sobre su torso. Me hierve la sangre. ¡Que le den!

Me dispongo a contestar mis mensajes:

CLARISSA: Ok, padrino, gracias. Nos vemos el lunes.

CLARISSA: Hola ami. Otro día cuadramos estoy ocupada, pero no como piensas. Besos.

CLARISSA: Diputado, en vista de lo de anoche le agradezco que deje de molestarme.

POLÍTICO SEXY: Me temo que eso no será posible señorita ¿Estás en tu casa?

CLARISSA: No para ti.

¡Ay no Sebasthian! Hoy no te quiero ver. Me levanto, me doy una rápida ducha y me alisto para

salir a hacer las diligencias del sábado. No me pienso quedar esperando a que el Señor demasiadoencantador-pero-definitivamente-descarado me pille en casa.

POLÍTICO SEXY: Bebé, si vas a salir sola, por favor, lleva la pistola de descargas o el spray. Ten

cuidado. Te extrañé en el evento.

¡Sí, como no!

Y otro al rato.

POLÍTICO SEXY: Debo asistir a una reunión pero te tengo en mi mente, mi adorable doctora.

¡Sí, como no!

No me acordaba del acosador. Reviso el bolso. He llevado esos dos artefactos desde el miércoles

conmigo. Desde que me lo dio el burócrata descarado. Reviso la nevera, he de comprar provisiones.

Sí, eso es lo que voy a hacer hoy. Voy a poner orden en mi mundo, últimamente ando muy distraída,

tengo que concentrarme y adueñarme de mi cuerpo y mente, ambos rebeldes y traicioneros.

Conduzco por las calles de Caracas absorta en mis pensamientos y así mismo hago las compras, las

llevo a casa y las ordeno.

Preparo un arroz con pollo, mientras se cuece lentamente, me ducho, me coloco una camiseta y

unos shorts cortos. Como tranquilamente con la compañía de la televisión y de mi mente revuelta.

Aparto el plato y apoyo la cara en mis manos, ¿qué voy a hacer con ese hombre?, me está costando

una barbaridad usar mi buen juicio últimamente. ¿Será que mi padrino tiene razón y Sebasthian solo

me llevará por un camino espinoso? Suspiro. Me resulta difícil resistirme a él. A veces quisiera

hacerlo y otras solo quiero caer en su seductor embrujo. Como sea tengo el día de hoy para

reponerme. Tomo el periódico que compré en el Super, para leer un poco, empaparme de la realidad

del país. El dólar sube, el Bolívar baja, la gente se queja. Ganamos medallas en el exterior, leo unas

columnas de opinión, una pro gobierno paternalista y otra evidentemente opositora. Ambas parecen

lógicas. La cesta básica ha superado el sueldo mínimo. Bueno, eso no me sorprende, de hecho es una

realidad cotidiana. Ahorita mismo me he gastado una buena suma de dinero y solo con tres bolsas de

alimentos. Si no fuera por el generoso fideicomiso que tengo, ¡uff!, me vería en aprietos. Vagamente

me pregunto si no habrá alguna buena noticia en este país. Paso la página y me quedo de una pieza.

Un Sebasthian me sonríe ampliamente, burlándose de mí, agarrado del brazo de otra mujer. Otra vez

esa ola de ira me invade y siento que me pongo roja.

¡Estúpido burócrata de mierda!

Reunión de la Cámara de Comercio, reza al pie de la foto, Diputado Sebasthian Petroni Agresti

acompañado de Celeste De Agostini. Detallo a la infame acompañante de Sebasthian. Debo admitir

que es atractiva y elegante. La odio. ¿Por qué coño no fui al evento?, yo y mis miedos irracionales.

No quiero ni verlo. Y pensar que pude haberlo evitado yo misma. ¿Pero por qué coño tengo que

hacer lo que él diga? Estoy frustrada. Odio que haya ido con otra mujer. Me dijo que no lo haría más,

por mí, y aunque me sorprendió, me gustó la idea. Me gustó mucho la idea. Lo quiero para mí sola.

Él es mío.

POLÍTICO SEXY: Te quiero ver... ¿estás en tu casa?

Apago el celular.

¡Que se joda!

Domingo 18 de Enero

“Persígueme, átame y llévame a casa"

Con mis manos sobre el volante doy vuelta en la intersección y apenas puedo dar cuenta de la

imponente India del Paraíso, estoy acostumbrada a su presencia ya que todos los días la veo—impasible, hermosa, altiva—allí sobre la palmera, curioseando a los caraqueños, que acelerados

luchan por sortear el tráfico. Se ha de reír de nosotros ya que eso es imposible. Seguramente su

oscura cabeza metálica nunca se imaginó que acabaría allí impregnada del smog de nuestros coches.

La voz de Dido suena insistente por enésima vez diciéndome que el taimado diputado Petroni me está

llamando. Me ha enviado todos los mensajes del mundo, y me ha llamado hasta el cansancio.

¡Dios, que insistente es este hombre!

—Hola linda al fin me contestaste—intenta seducirme con su voz.

—Sí, solo para decirte, Sebasthian: ¡que me dejes en paz! Por favor, ya deja de perseguirme. No me

gustan para nada tus juegos—le grito y cuelgo sin dejar que me diga ni pío.

La voz del parlante de una patrulla detrás de mí.

—Ciudadana por favor detenga el vehículo.

¿Qué es conmigo?

Detengo el coche.

—Buenos días ciudadana.

—Buen día—mascullo. Lo que me faltaba era esto, mi celular vuelve a repicar y yo cuelgo sin

contestar, ¿qué sucede oficial?—digo exasperada.

—Por favor, registro y licencia—masculla el policía.

—Discúlpeme, pero ¿por qué?

—Porque usted estaba hablando por teléfono mientras conducía—dice.

¿Qué? ¿Me pararon por eso aquí, en Venezuela? No me la creo, ¿es que no todo el mundo hace eso

aquí?

—Mi novio es un diputado, estoy segura de podemos obviar todo esto—digo mientras le entrego

los papeles.

—¿Ahora me está amenazando, señorita? Porque eso también es un delito.

—No, yo...—oh mierda...

—Por favor, bájese del vehículo.

—Bueno.

Escanea los papeles

—Están vencidos—los dobla y los mete en los bolsillo posterior de su pantalón.

—Claro que no—me cruzo de brazos, estoy casi segura que no es así, ¿o no?

—Sí señorita, deme las llaves del vehículo.

—Esto es una tontería, ¡por Dios!

Le entrego las llaves, a regañadientes.

—Por favor, acompáñeme, no puede seguir conduciendo.

—Pero qué… ¡claro que no están vencidos!—me exaspero.

—Sabe, resistirse a un arresto, también es un crimen—entorna los ojos.

Pongo los ojos en blanco.

Quizá deba llamar a cierto político que conozco íntimamente. Seguramente el arreglaría esta

situación. En cuanto lo pienso lo descarto. El oficial me dirige a su auto y me siento en la parte de

atrás. Enciende la sirena. Me siento toda una delincuente detrás de la rejilla solo faltarían las esposas.

Como a dos cuadras nos detenemos. ¿Ahora qué?

Se abre la puerta a mi lado es Sebasthian ¿pero qué demonios?

—Hola—me dice.

Estoy boquiabierta y antes de que me dé cuenta siento algo frío y metálico en mi muñeca

izquierda.

¡¡Me ha esposado a él!!

—¡Sebasthian!—grito horrorizada por lo que acaba de hacer.

—Hola diputado—dice el oficial en tono amistoso.

—Hola Juan, ¿cómo está tu esposa?—Sebasthian usando el mismo tono.

—Muy agradecida por la lavadora Sr.

—Que bueno, me alegra mucho.

No puedo creer que esté haciéndome esto. Sucio burócrata. No tiene límites.

—Hola bebé—le fulmino con la mirada. Me aprieta la mano suavemente. Sí, la esposada— ¿cómo

estás?

—¡¡Sebasthian, no puedo creer que me estés haciendo esto!!—Le grito y luego me descargo con

los policías—¡¡y francamente señores, como se prestan para hacer algo tan poco profesional!!—

—Lo sentimos señorita pero le debemos unas cuantas al diputado—se ríen con desparpajo mientras

avanza la patrulla.

—¿Estás enojada?—se acerca más a mí y yo me arrimo más hacia la puerta hasta quedar casi

pegada a esta—. Estás muy linda, te queda muy bien ese color—dice zalamero, mientras, me acaricia

el hombro con la nariz. Yo le esquivo—. No seas así, fue la única manera en que pude verte. Además,

te dije que te esposaría, si seguías huyendo de mí.

Los oficiales ríen, como que les parece chistosa lasituación, obvio que nos escuchan.

—Eres increíble—le miro atónita— ¿cómo pretendes que salga contigo después de lo que hiciste?

No te lo mereces. Eres un descarado.

— ¿Y ahora qué hice, Issa?—dice con dulzura fingida.

—Tú sabes a lo que me refiero.

—No—está realmente divertido.

—Bueno, dime: ¿cómo te fue con tu Barbie? ¿Tuviste suerte?

—No es lo que piensas, bebé.

—¿En serio?, definitivamente mi padrino siempre tuvo razón—toma mi mano y me la va besando

con suavidad.

—¿Estás celosa? No tienes por qué, tú eres mucho más linda y me gustas más—me acaricia la

mejilla con su nariz.

—Eres insoportable—le miro, parece un niño, sus ojos brillan y me sonríe encantado.

—Te he extrañado mucho bebé, ¿tú no me extrañaste?

—Ya Sebasthian, déjate de tus jueguecitos conmigo.

—Te prometo que te quitaré las esposas después de que conozcas a mi familia, y si no me quieres

ver más así será señorita, ¿Le parece?

—Si no hay más remedio.

—Te ves tan linda enojada, Issa. ¡Cómo me encantas!

La patrulla nos ha dejado en una fastuosa mansión. Caray, ahora es que caigo en cuenta de que el

descarado diputado viene de noble cuna, no en vano lo tildan de burgués.

Cuando entramos nos recibe el servicio.

—Bienvenidos—nos dice una señora morena, regordeta y sonriente.

—Hola Carmen, ¿cómo estás?—Sebasthian le da un fuerte abrazo.

Esa imagen me descoloca, para ser un burgués, es muy cariñoso con el servicio.

—Bien Mica. Todos están reunidos en el jardín.

—Clarissa, Carmen ha trabajado con nosotros desde que tengo uso de razón. Carmen, conoce a mi

novia, Clarissa.

¿Que mierda? ¿Me presentó como su novia? ¡Qué abuso! Le atravieso con la mirada. Si no

estuviese esposada a él, francamente me hubiese ido.

—¿Sebasthian, por qué dijiste eso?

—Solo se mi novia por hoy bebé, por favor. No te puedo presentar como una amiga a mi familia.

Tú sabes… expectativas.

Me lleva tomada de la mano esposada, con cuidado de ocultarla detrás de nuestros cuerpos.

—Hola bebé,—una mujer muy bella y elegante le abraza efusivamente— ¿me presentas a tu novia?

—Claro. Clarissa, mi mamá Marcia.

—Buenos días—digo educada.

—Hola princesa, bienvenida a mi casa—Ya veo de donde Sebasthian sacó esa perfecta sonrisa—.

Tu hermana está por allá, lidiando con los mellizos—señala hacia el inmenso jardín.

Nos acercamos a su hermana que está de espaldas a nosotros. Él le coloca la mano en el hombro, y

ella se voltea. ¡Por Dios!, pero si es la chica que apareció en el periódico. Ella fue la que le acompañó

durante el evento.

Estoy impactada. ¿Por qué no me lo dijo?

—Hola Cielo— le dice cariñoso mientras besa su mejilla.

—¡Mica llegaste!—luego se dirige hacia mí—. Hola, ¿tú eres Clarissa, verdad?

—Sí— ¿él habló de mí? Me ilusiona mucho que lo haya hecho.

—Mica me dijo que eres psicóloga.

—Sí, me estoy estrenando esta semana.

— ¿Quieres tomar algo?

—Claro.

—Ya te lo busco.

En eso, aparecen dos niñitos de lo más bello y se les lanzan a los brazos a Sebasthian.

—¡Tío!

—¡Tío Mica!

— ¡Hola enanos!, ¿En qué andan?

—¡¡Buscando sapos!!—gritan al unísono.

—Yo vi uno pequeñito—hace una seña con los dedos índice y pulgar entornando los ojos, se ve

adorable—. Y se fue por allí—señala un matorral un poco lejano—. Eso los mantendrá ocupados—me ve—. ¿Ya me perdonaste?

Niego con la cabeza pero mi sonrisa me delata.

—Eres...terrible—susurro un poco divertida.

—¿Te puedo quitar las esposas o vas a salir corriendo otra vez?

—No voy a correr—me río.

—¿Te puedo besar?

—¿Ahora me pides permiso?

—He de hacerlo si es lo que quieres de mí—saca la pequeña llavecita y me la muestra. Está muy

contento—. No me has contestado.

—Bueno… si somos novios—me encojo de hombros.

—¡Así me gusta!—me atrae a él y me da un beso duro, aunque breve, seguramente porque estamos

con su familia.

Una voz masculina resuena a mis espaldas.

—¡Ey, váyanse a un cuarto! Por aquí hay menores—dice un hombre de brazos cruzados pero

risueño. Es tan alto y apuesto como Sebasthian, de cabello negro y ojos café. Aunque tiene un aire

más formal—hola ¿cómo está el partido?

—Bien, ¿cómo están los negocios?

—Prosperando.

—Clarissa, este es mi hermano Bruno: el mega ejecutivo.

—Mucho gusto

—Es un placer señorita.

—¡¡Papi!!—los mellizos han vuelto y se le abalanzan al hombre.

En ese momento Sebasthian aprovecha para quitarme las esposas, mientras me susurra al oído:

—Me gustaron, quizá me piense lo de esposarte a mi cama.

Eso sería...Interesante.

Celeste me ha traído la bebida, una fresca limonada, perfecta para una mañana de domingo. Es ella

la que me lleva del codo a darme un recorrido por los jardines. Me parece una mujer joven y muy

cariñosa. Para nada presuntuosa y eso me sorprende.

—Aquí está la piscina. ¿Te gustaría darte un chapuzón? Estoy segura de que tengo un bañador de

tu talla—sus lindos ojos café también me sonríen y se le marcan unos hoyuelos de lo más lindo en

sus rosados cachetes. Celeste es tan encantadora como su bello hermano menor.

—No gracias.

—Bueno, si te provoca solo pega un grito. Y ¿cómo te ha ido en tu primera semana de psicóloga?

—Muy bien gracias, ha sido entretenido y variado, se escucha de todo en este campo.

—¿Y no te llama la atención trabajar con niños?

¿Yo trabajar con niños? ¿Está bromeando?

—Este...nop—me mira con curiosidad divertida.

—¿En serio? Para mí es muy gratificante trabajar con ellos. Hacemos labor social permanente con

niños con cáncer y niños huérfanos.

—Sebasthian me dijo algo de eso.

—Que bueno porque espero que nos apoyes, así les pierdes el miedo.

Me encojo de hombros, no soy fanática de los niños. Gracias a la malasombra de mi infancia, tener

un niño al frente me resulta penoso cuando mucho.

Me paso el día con los Petroni y debo admitir que todo ha estado genial. Ver a Sebasthian en su

entorno familiar resulta esclarecedor, parece muy unido a su familia. Entonces, me resulta tonto

pensar en él como un gigoló. Trata a su madre con respeto y cierta adoración, si se podría decir, y

verlo jugar así con sus sobrinitos, (eso en verdad me ha volado la tapa de los sesos) es todo un niño

grande. Cuando terminamos de comer me lleva al baño solícito, solo para arrinconarme y robarme

el aliento, con sus besos y caricias calientes. A duras penas logro contenerle. Ese hombre es

insaciable y además es todo un pillo. De no serlo dudo mucho que hubiera logrado algo conmigo,

siendo yo tan escurridiza, no en balde mis antiguos pretendientes no hallaban manera de interesarme.

Y para qué iba a perder yo mí tiempo con un hombre, qué podía ganar con eso. Sin embargo

Sebasthian ni tiempo me da para pensar. Él simplemente, me agarra y me reclama. Así de simple.

****

—Estás más relajada—dice mientras me abraza en los amplios jardines de la mansión Petroni.

—Me gusta mucho tu familia, Sebasthian

—Que bueno.

De la nada un dolor me atenaza. Un dolor que conozco desde que tengo consciencia. Es esa

oscuridad envolvente que viene de mi pasado ¿quién soy? me pregunta con voz de ultratumba y ella

misma se contesta: NADIE. Trato de apartar el pensamiento inquietante pero se ha desplegado en mi

consciencia. He emergido de las sombras sin familia, sin hogar, sin recuerdos, como una hoja

arrojada al viento al antojo del destino. Sin raíces. Perdida. Sin nadie.

Ni mi nombre me pertenece

¿Tenía una madre?, ¿Cómo era?, ¿Cómo me llamaría?, acaso me habrá puesto un nombre. Si fue

así ¿me gustaría? ¿Me querría? Seguramente no, de ser así no habría acabado en un albergue bajo el

amparo del Estado. ¿Tendría familia, tíos, abuelos y toda esa mierda? Supongo que sí. Pero nunca

nadie me buscó. Pasé toda mi vida en hogares de cuidado del Estado y bueno cuando por fin encontré

a alguien que se preocupaba por mí resulta que no me adoptó. Sí, el Dr., Spillman me apadrinó y me

ha seguido protegiéndo durante años pero ¿por qué no me adoptó? ¿Acaso hay algo malo en mí?

Bueno, quizá no me quería lo suficiente, quizá solo fue lástima.

—¿Clarissa, qué te pasa?—pregunta Sebasthian alarmado.

—Yo no soy como tú...—suspiro.

Se me anuda la garganta por la emoción. Estoy a un paso de las lágrimas.

—No tengo nada más que dar, simplemente...yo—de repente me siento tan cansada, como si todo el

peso del mundo cayera sobre mis hombros.

—Cómo dices eso—acaricia mi barbilla, su mirada se enternece, su voz es suave—. Eres muy

valiosa—deposita pequeños besitos en mi boca, mejilla y párpados, siento una calidez en mi pecho

desconocida y abrumadora.

¿Por qué carajos tiene que ser tan dulce?

Sin poder evitarlo las lágrimas recorren mis mejillas a raudales. Él me acuna y acaricia el cabello

pacientemente mientras desahogo esa tristeza que ha aprisionado mi pecho desde que era una niña.

Desde que tenía 6 años. Nunca me había permitido llorarla quizá porque me faltaba el abrazo cálido

de alguien que me quisiera.

Alguien...Que... Me...Quisiera.

¿Sebasthian me quiere?

La idea me resulta absurda dado el poco tiempo que nos conocemos ¿cuánto ha pasado? ¿Una

semana? Eso, sería una locura, ¿verdad?

—Lo siento, no sé qué me pasa.

—No te disculpes princesa. Estoy aquí para ti—dice sin dejar de acariciar mi cabello.

—¿Te molestaría llevarme a mi casa?

Se tensa.

—Preferiría que te quedaras conmigo. No quiero dejarte sola. Puedes dormir en el cuarto de

huéspedes, yo no te molestaría, si es lo que quieres.

—Por favor, llévame a mi casa.

Me siento desgastada.

—Bebé, me tienes preocupado, por favor, quédate conmigo—me suplica.

—No puedo yo...—estoy a punto de volver a llorar otra vez.

—Tranquila, haré lo que quieras…

Lunes 19 de Enero

“De acoso y confesiones está lleno el día"

—Así que ¿estás saliendo con el diputado Petroni?

Observo de reojo al Dr. Víctor Spillman, mi padrino. Que conduce por la Av. Principal de Los

Cortijos hacia las empresas MIRAL.

¿A dónde quiere llegar con esa pregunta? No quiero discutir con él por Sebasthian.

—Sí.

—No puedo obligarte a que no lo hagas, Clarissa, pero sí puedo decirte que tengas mucho cuidado.

¿Otra vez la misma canción?

— ¿Acaso le conoces?—Rompo.

—No, pero he oído...

—No es justo que lo juzgues sin conocerle. La verdad no me ayuda nada. Debo poder confiar en

alguien más—digo exasperada.

Queda en silencio evidentemente sorprendido por mi reacción.

—Entiendo. ¿Confías en él?—dice con suavidad.

—Sí.

Me observa por un rato como evaluándome.

—Bueno, me gustó lo que dijo de ti.

—Me llevó a conocer su familia.

Se queda pensativo un rato.

—Parece que va en serio entonces.

—Sí, eso parece.

Después de la entrevista en la empresa MIRAL con Juana Delgado, Gerente de recursos humanos.

Me encuentro en el despacho de mi psicólogo había estado un rato alejada de las terapias pero en

vista de los últimos acontecimientos...

—¿De qué quieres hablar Clarissa?—me dice Dr. Gustavo Larez. Y me fijo en sus cándidos ojos

marrones, que me observan, inquisitivos e inteligentes. Como siempre, usa su típica guayabera de

color azul pálido, jean y zapatos casuales. Es partidario de la comodidad primero.

—Principalmente me he dado cuenta de que me he estado evadiendo—contesto enlazando mis

dedos. Estoy sentada en uno de sus cómodos sillones de cuero.

—Ok, ¿cómo te diste cuenta?

—Bueno, me lo dijo alguien que conocí recientemente. Un hombre

—¿Un amigo?

¡Sí, como no!

—Mmm. Más que eso

— ¿Por qué él dice eso?

Principalmente porque me alejo de él.

—¿Cuándo te alejas?

—No te sabría decir.

—¿Cómo te sientes cuando estás con él?

—Me gusta estar con él. Nunca me había sentido así con un hombre. Pero a la vez es muy intenso y

todo ha sido tan rápido...

—Clarissa, es natural que tengas tus reservas dada tu historia de vida. Abrir su mundo emocional a

una persona con la que mantienes intimidad puede ser abrumador para muchos. ¿Le has dicho lo que

sientes por él?

—No.

— ¿Él te ha dicho lo que siente por ti?

—Sí, varias veces.

—¿Cómo te hace sentir eso?

—Es raro.

—No estás acostumbrada a expresar tus sentimientos. Pero parece que él sí.

—Bueno, es muy comunicativo—sonrío

—En una relación es importante que ambas partes expresen sus sentimientos, límites y expectativas.

¿Quieres tener una relación con él?

Carajo. No sé. Quiero pero no quiero. Una relación equivale tantas cosas. Un nivel de compromiso

al que no estoy para nada acostumbrada y aunado a esa ola de pasión y desenfreno que conlleva estar

con Sebasthian.

—Bueno... apenas lo conozco...—soy vagamente consciente de que estoy enrolla que te enrolla un

rizo suelto de mi cabello.

Sonríe.

—Me parece que sería muy beneficioso para ti llevar un diario y cuando te sientas abrumada por

cualquier emoción, especialmente relacionada con él, anótala y luego las podemos analizar más a

fondo.

****

Al caer la tarde llego a mi apartamento y Cata me está esperando.

—Traje una película—dice mostrándome un Dvd—tú pones la chatarra.

Se refiere a comida chatarra.

—¡Bien, voy por ellas!

Me dirijo a la tienda de la esquina y compro unas bolsas de papitas, una coca cola grande y una

libreta que me servirá como diario. Me sorprende que una gaseosa esté tan costosa. Vaya. Pero más

que todo la compro para complacer a Cata. Cuando llego a casa noto que ella ha dejado la puerta de

par en par. ¡Qué descuido!, coloco la bolsa en el suelo un momento mientras cierro la puerta. Cuando

me volteo, una Cata me ve, sentada con la cara blanca como un papel y ojos desorbitados, ¿qué pasa?,

tardo un nanosegundo en entender que algo no está bien, ruedo mi mirada por el apartamento y ahí

parado, en el umbral de la sala, lo veo. Es Mario Flores aquí en mi casa, con una mirada ida, pero, lo

que en verdad me aterra, es verle un gran cuchillo de cocina aferrado en su mano. Y el cuchillo tiene

sangre. El corazón comienza latir con fuerza en mi pecho.

Horrorizada, inspecciono con la vista a Cata, que no se ha movido. Parece que no le hirió a ella.

Vuelvo mi vista hacia él de nuevo, tiene una camisa manga larga por fuera de sus pantalones de

vestir, iguales de sucios y arrugados, los zapatos llenos de lodo seco, barba de tres día, sus ojos rojos

y ojerosos.

—Marina—habla con voz hueca mientras me ve sin verme realmente—te he visto con ese hombre.

Él se cree que yo soy su mujer.

—Manuel, soy la Dra. Spillman, no tu esposa—digo con voz suave mirándole directamente a los

ojos y mostrándole mis manos.

No me escucha.

—Esposa infiel...—hace una mueca grotesca.

Mi mente va a mil por segundo. He dejado el bolso sobre la mesa, debo encontrar la manera de

tomar la pistola de descargas sin que él se dé cuenta. Poco a poco me voy acercando a la mesa sin

apartar mis ojos de él.

—Vamos a conversar, quiero entenderte.

—Tú no me dejaras también.

—No quiero hacerlo—digo con suavidad.

—¿No?

—No.

—¡Mientes. Te vi con ese cabrón, le voy a rebanar el cuello a él también!

¿También? Todo el aire sale de mi cuerpo. Y en ese momento lo entiendo: él ya ha atacado a su

esposa y a su amante seguramente. Algo debió disparar su psicosis. Su cuerpo va cambiado

sutilmente; sé que me va atacar, empuña el cuchillo con fuerza. Debo moverme rápido. Se abalanza

hacia a mí y yo salgo disparada hacia la mesa y cojo el bolso, pero ya me ha alcanzado y me ha

tomado del brazo izquierdo. El bolso cae vaciando su contenido, a poca distancia, veo el arma que

necesito, pero estoy perdida. Me ha agarrado y muy fuerte, levanta el cuchillo como si estuviera en

un trance y yo cierro los ojos esperando el golpe. Pero no llega. Cuando los abro, un hilo de sangre

recorre su frente, ha soltado el arma que tintinea en el piso y me mira confundido ladeando su cabeza.

Lo entiendo, rápidamente Cata le ha roto la lámpara en la cabeza, tardo milisegundos en soltarme de

su agarre y me lanzo al piso en busca del arma. La tomo y cuando me volteo él le esta propinando un

sonoro puñetazo a Cata tumbándola al piso. Luego gira hacia mí como un animal salvaje, su

respiración trabajosa. Sigo en el piso pero aprieto la pistola de descarga en mi mano derecha

esperando su ataque que no tarda en llegar. Cuando está sobre mí le propino la descarga. Su cuerpo se

retuerce frenéticamente sobre el mío y pierde la consciencia. Con dificultad le aparto.

—¡¡Enciende la alarma, ya!!—le grito a Cata que se está levantando, ella salta rápidamente

obedeciendo mi orden.

****

Cata tiene un cardenal en la mejilla. Me hace un mohín triste y nuestros ojos se anegan de lágrimas,

acto seguido, estamos abrazadas sollozando en la puerta de la casa. Rápidamente llega la policía y

detrás de ellos Sebasthian.

En lo que parece una eternidad nos interrogan. Sentadas en el sofá, ambas seguimos mortalmente

pálidas y temblorosas, Cata aprieta una bolsa fría de guisantes (que le ha dado Sebasthian) sobre su

cardenal adolorido. Ya se han llevado a Mario Flores esposado y aturdido.

—Vamos a casa—dice Sebasthian. Lleva mi bolso viajero en el hombro izquierdo. Nos toma de la

mano y ambas vamos como dos niñas desvalidas.

****

Sebasthian nos ha llevado a su casa.

—¿Quieren tomar algo?

Asentimos aún tenemos frío. Le seguimos a la encimera de la cocina, toma tres vasos de cristal y

hecha dos dedos de una bebida ambarina, nos las acerca. Tomo un sorbo y noto que es ron pero de

una notable delicadeza, es cálido y delicioso. Nada que ver a lo que bebía en la universidad. Cuando

abro los ojos, él me está observando, con mirada inescrutable, se ha bebido su trago.

—Estás muy callado—digo

Repica su teléfono.

—Vengo en un momento—parece que va a su cuarto—. Aló... Sí hoy no voy. No...Tengo un asunto

personal muy importante...Ajá—luego marca otro número—. Hola...sí, necesito que vayas hoy o

mañana temprano. Te daré la dirección...A primera hora. Gracias—cuelga.

Me vuelvo hacia Cata que está sentada a mi lado en una banqueta.

—¿Cómo estás, ami?—Cata sonríe tristemente y yo le correspondo.

—Bien ¿y tú?

—También—le tomo la mano. Ambas las tenemos frías.

—Ese hombre estaba muy perturbado, me asusté mucho—me confiesa con los ojos muy abiertos.

—Creo que le hizo daño a su mujer. Bueno, ya lo sabremos después.

—¿En serio? debes estar muy agradecida con Sebasthian, yo que tú, le monto en un altar.

Reímos y siento que el alma me vuelve al cuerpo

—Sí.

—Le debemos la vida, ami. Eso que él hizo no lo hace cualquiera. Issa, creo que él te quiere.

¿Tan rápido es eso posible?

—¿Tú crees?

—Se le nota. Estaba muy preocupado—me observa detenidamente— y tú, ¿qué sientes por él?

Sebasthian está al lado de la encimera de la cocina.

—Ven, vamos a echarte esta pomada—dice él mientras le unta a Cata con delicadeza la crema, ahí,

donde tiene el golpe—¿Estás bien?—le mira con ojos tiernos y a mí se me ablandan las piernas. Es

tan lindo.

Ella asiente

—Muchas gracias—dice educada.

—Bueno, me temo que tendrás que maquillarte tu lindo rostro por unos días—dice tomándole la

barbilla con suavidad y examinándole.

Ella suelta una de sus risitas de niña.

—Gracias por dejarme quedar.

—¿Estas bromeando? Yo soy el que está agradecido contigo—me toma de la mano y me lanza una

mirada—. Considérame tu amigo y cuando necesites algo, llámame sin dudar.

¿Podría ser más adorable ese hombre?

— ¡Hecho!

****

Al rato llevamos a Cata al cuarto de huéspedes y Sebasthian se cerciora de que esté cómoda.

—Hoy dormirás conmigo, si no te importa—me dice él cuando al fin estamos solos.

—Ok.

Clava sus ojos en mí. ¿Qué estará pensando?

—¿Qué te pasa?—le pregunto

—¡Por Dios, Clarissa! He pasado el susto de mi vida. Pensé... ¿estás bien?

—Sí, gracias a ti—fijo mis ojos en su mirada azul. Acaricio suavemente las solapas de su traje gris

humo. Le estoy muy agradecida. —. Si no fuera por ti, no estaría aquí. No sé cómo pagártelo.

Ladea su cabeza.

—No tienes qué, cielo. Lo único que me interesa es tu bienestar—me da un beso casto y me abraza

muy fuerte—. No sabes el infierno que viví...esos minutos fueron los más largos de mi vida.

—¿Y cómo te enteraste? Llegaste muy rápido.

—Te dije que te mantendría vigilada. La policía tenía órdenes de llamarme si sonaba la alarma. No

podía estar tranquilo con ese loco suelto por ahí, apenas he podido conciliar el sueño en estos días.

Eres una niña muy terca. Si tan solo te hubieras quedado conmigo—suspira—. En fin, no podía

obligarte tampoco.

—Lo siento, no sabía...

...que te quitaría el sueño…

—Te cuesta ver lo obvio, verdad—ríe—. Ven, vamos a ducharnos.

Apenas llegamos al baño toma mi cara y me da besitos sueltos por la boca, barbilla, pómulos. Me

desabrocha la blusa y los vaqueros y desliza la ropa por mi cuerpo, se agacha y me quita los zapatos.

Ahora estoy en ropa interior, me come con los ojos, sin levantarse. Luego comienza a quitarse sus

zapatos.

—Sigues muy callado.

Continúa desvistiéndose, sin apartar sus ojos de mí.

—No quiero hablar.

—Ah.

Queda completamente desnudo ante mí. Bajo mis ojos y veo su glorioso miembro erecto. De

repente me siento tan tímida. Subo mi mirada y me está sonriendo. Se acerca más y desabrocha con

agilidad mi brasier. Desliza lentamente los tirantes acariciándome los hombros con el torso de las

manos y encadenando tiernos besos por el mismo recorrido. Lo deja caer.

Baja su cabeza hacia mis senos y es como el que ha caído en un hechizo, posa su boca en ellos y se

deleita en el sabor de mis rozados pezones. Su trato es tan delicado como el beso más dulce.

Baja sus manos y las mete por mis bragas tomando con ellas mi trasero y apretándome con fuerza

contra su erección...Ah...Siento un hormigueo en todos mis puntos erógenos, a la vez que su lengua

comienza a acariciar mi húmeda y tibia boca jadeante. Se contonea restregando su firme miembro

contra mi sexo excitándome más y más.

Nuestras respiraciones alteradas y jadeantes. Y yo me siento en trance, como siempre que me toca,

mi mente se ha fugado. Por unos segundos no le siento y cuando abro los ojos me toma de la mano y

me lleva a la ducha. Me levanta y yo me abrazo a él con brazos y piernas. Poco a poco va entrando

mí. ¡Ay Dios!, ¡como me encanta sentirle!...Esto es…Oh…oh…

Sebasthian me mira de una manera que me para el pulso y ya finalmente, enterrado en mí, me

mantiene en el aire.

—Extrañé estar así contigo, cielo. Eres una mujer muy linda, sabes. Sobre todo ahora— ¡Oh, Dios

mío, qué bello!, escoge unos momentos para decir unas cosas que… Suspiro—. ¿Estás bien?—pregunta acariciando suavemente mi barbilla.

—Sí—de nuevo me encuentro con esa mirada azul que me somete e hipnotiza y no puedo evitar

besarlo, uno mis labios a los suyos tiernamente y se siente maravilloso, él se queda quieto por un

momento y me deja saborear su deliciosa boca experta, su sabor es inigualable. Pronto siento el frío

de los azulejos en mi espalda y el calor de su posesión moverse dentro de mí a un ritmo lento y

exquisito. Me dejo tomar por él aferrándome al pomo de la ducha. El rocío nos envuelve.

Ahhh…Sí…Sí, Sebasthian…

Jadeo sin cesar.

— ¿Te gusta bebé?

¡¡Me encanta, Sebasthian!!

—Sí... me encanta—gimo.

De pronto comienza devorarme con un beso exigente y posesivo—menos mal que me tiene bien

cargada porque me siento como gelatina en sus manos—¡Ay Dios!… ¡Ay Dios!, este hombre me está

volviendo loca. Siento sus embestidas fuertes y rápidas y eso me está inflamando de una manera tal

que temo explotar aquí en sus brazos. Gimo como loca y él está en serio concentrado en su labor. No

sé cuánto tiempo pasamos, así calientes y jadeantes, bajo del chorro de agua.

Me encuentro en el nirvana y siento que tiemblo…tiemblo…y vuelvo a temblar y termino en

blanco. Solo soy ardor, placer, jadeos y tacto. No tengo idea de cuantas veces me arqueo y chillo, lo

que sí sé, es que he llegado al clímax y no solo una vez. ¡Dios mío, estoy ante un Dios del sexo!,

nunca me había sentido tan satisfecha y agotada al mismo tiempo. Pongo mi cabeza casi desmayada

en el hombro de Sebasthian, mi corazón está como a un millón de latidos por segundo y mi

temperatura como a un millón de grados Centígrados también.

—Te voy a bajar—me dice él saliendo de mí y colocándome en el piso, me apoyo en la pared para

no caerme—. ¿Estás bien?— ¿está burlándose de mí?, esboza una sonrisa que claramente dice «viste

Clarissa lo que puedo hacerte. » Por mí que se ría lo que quiera.

Asiento.

Sin mediar palabra comienza a enjabonarme el cuerpo y yo me relajo (aún más).Suspiro. Esto es la

gloria. Cierro mis ojos y sus manos me estrujan y se deslizan por todo mi cuerpo, me limpia a

profundidad.

—Voltéate— lo hago y sigue con su labor, cuando me tiene toda enjabonada comienza excitarme

de nuevo, acariciando mi sexo y mis pezones. Rápidamente me enciende como dinamita. Siento su

boca mordisqueando mi oreja sin dejar de excitarme. Tomando mis caderas me hala hacia él y me

abre las piernas. Apoyo mis palmas en los azulejos ansiando ya tenerle dentro. Nunca había deseado

tanto a un hombre. Solo a él. Solo Sebasthian.

No se hace esperar e implacable me penetra una y otra vez y otra vez y otra vez…Hasta que vuelvo

a temblar indefensa ante él, culminándome. Me sigue lanzando un fuerte gruñido.

¡Carajo este hombre tiene unas baterías infinitas!

Me voltea y se abraza a mí. Nos quedamos los dos así bajo el agua durante un rato.

—Me he enamorado de ti, Clarissa. Te quiero—me susurra al oído aún con los ojos cerrados.

Estoy en shock.

Nadie nunca me había dicho eso en mi vida. A mis veintidós años, era la primera vez, que alguien

que no fuera mi amiga Cata (que quiere a Raymundo y todo el mundo) me dijera eso. Salgo de la

ducha sufriendo de un mutismo ensordecedor. El parece sincero, y más que eso, sé que lo es. Me

envuelvo en la toalla y me siento en la cama completamente ida. No sé ni por cuánto tiempo.

—¿Y mi ropa?—no puedo verle la cara.

—Le dejé tu bolso a Cata. No la necesitas ahora. Quiero que durmamos desnudos. Piel con piel.

—Ah.

— ¿Que sucede?

Va a sonar muy raro, si le digo que nadie me había dicho antes que me quería, casi como de

fenómeno de circo.

—Es que tengo frío.

—Si no te secaste cielo, casi saliste corriendo del baño—dice sonriente y saca otra toalla del

armario—. Vamos a secarte—me la coloca en la cabeza y me la frota enérgicamente.

Cuando hace esos gestos tiernos se me vuela la tapa de los sesos, ¿por qué tiene que ser así de

dulce?

Luego coloca la toalla sobre mis hombros y siento sus grandes manos apretándola para secarlos.

Es agradable.

—Tienes que secarte bien si no quieres resfriarte—ahora seca mis piernas y me mira satisfecho —.

¿Mejor?

—Sí—musito.

—¿Se te antoja comer algo? ¿O tomar un jugo?—niego con la cabeza—¿quieres descansar un

poco? Debes estar conmocionada por lo que pasó.

—Sí—musito de nuevo.

Curiosamente, los últimos minutos contigo me hicieron olvidar mi encuentro mortal.

Retira la colcha de su cama.

—Recuéstate.

Enciende una de las lámparas anexas a la cama. Apaga la luz principal y se acuesta conmigo de

cucharita, arropándonos. Su cálido cuerpo me envuelve y me dejo llevar por Morfeo.

Martes 20 de Enero

“Hambre de ti"

Decidí ir con Sebasthian al evento, me dice que no es nada formal. Bueno, puedo ser su

acompañante después de todo he ido a unos cuantos eventos con mi padrino. No será para tanto. Nos

detenemos en una plaza y en ella veo una tarima adornada con panfletos de su partido político, sobre

ella, una mesa larga envuelta en un mantel blanco y arriba varios micrófonos. No era para nada lo

que me esperaba. Sebasthian me mira y pareciera que está tratando de no reírse de mí. ¿Ahora qué

será lo que le divierte?

—Diputado Petroni lo acompaña la señorita…— pregunta un reportero cuando vamos llegando.

—La Dra. Clarissa Spillman...mi novia— Sebasthian dice, haciendo énfasis en las últimas dos

palabras.

¿Me ha presentado como su novia de nuevo? Pero esta vez para que se entere toda Venezuela. ¡Ay,

lo quiero matar! ¡Por Dios! Ahora voy a ser la comidilla de la gente. La novia del "chico malo de la

Asamblea".

¿Por qué coño hizo eso?

—¿Por qué dijiste eso?—digo entre dientes; no puedo evitar sentirme aterrorizada. Trato de

soltarme de su mano pero no me deja.

—Bebé, solo por hoy. Recuerda: expectativas. Solo expectativas.—susurra, me aprieta la mano y

luego la lleva a sus labios en una muestra pública de cariño. Los flashes de las cámaras me

enceguecen.

¡Cabrón!

A mi padrino no le va a gustar para nada la noticia.

Sebasthian me hace sentar al lado suyo y otros colegas de él—me imagino—se incorporan a

nuestro alrededor. Creo que en mi vida me había sentido tan intimidada e incómoda. Los reporteros

rapaces frente nosotros, apuntándonos con toda cantidad de cámaras, micrófonos de todos los

tamaños y formas; hambrientos por información y sacando todo tipo de conclusiones. A Sebasthian

se le ve muy cómodo y diría que hasta divertido. Toma mi mano y la lleva a su rodilla.

—Que comience el show, bebé—me susurra cerca de la oreja y deposita un beso casto justo ahí,

como si no hubiese nadie alrededor o le importara un comino. Me da cosquillas.

Inicia su parloteo un señor mayor que está del lado izquierdo de Sebasthian, con actitud

ceremoniosa:

—Nosotros, los representante del partido Un Nuevo Rumbo queremos hacer de dominio público

que apoyamos la candidatura de Sebasthian Petroni Agresti para la presidencia de la República...

¿Que qué? ¿Sebasthian Presidente ?... La cabeza me da vueltas.

—A pesar de ser el miembro más joven de la tolda blanca, ha demostrado en su trayectoria política

que es una persona tenaz y capacitada para llevar adelante esta gran nación, ahora inmersa, en el caos

y la corrupción. Solo una persona con su temple e inteligencia puede sacarnos de este oscurantismo y

llevarnos a un ¡nuevo rumbo...!—termina empuñando la mano por encima de su cabeza con gran

entusiasmo.

Así intervienen otros personajes políticos—que en realidad ni los conozco—no solo de la tolda

blanca sino de otras toldas, la azul y la amarilla apoyan su candidatura. Hablan maravillas de

Sebasthian y pestes de este actual gobierno (como los venezolanos a diario).

¿Sebasthian presidente? ¿Una persona tan joven puede ser presidente de este país? No tenía ni idea.

Argumentan de la preparación que ha tenido. Estudió Obras Públicas en una prestigiosa universidad

del exterior. Vaya. Bueno, el Gocho—Carlos Andrés Pérez—apenas cursó sexto grado y fue

presidente; creo que Sebasthian podría hacerlo mejor.

Sebasthian toma la palabra:

—Estoy muy agradecido por la confianza embestida en mí por mis colegas y seguidores y solo

puedo asegurarle al pueblo venezolano que no escatimaré en mis esfuerzos por garantizar el

bienestar de cada uno de los habitantes de esta bella nación. Muchos han dicho que soy un burgués,

pero la verdad es que nunca me he alejado de la realidad que vive el venezolano común…

¡Oh, mi Dios! ¿Podría verse más sexy? Se ve tan seguro de sí mismo, apasionado, inteligente,

carismático. Y esa sonrisa perfecta ¿de dónde la sacará? No puedo evitar comérmelo con los ojos.

Quisiera brincarle encima y comérmelo con la boca.

—…Yo soy el venezolano común. El venezolano que se para temprano a echarle ganas a este país

tan bello y que merece ser próspero. Por ello apostemos a un cambio. Apostemos a una nueva

estructura, una nueva dinámica que nos permita encaminar nuestro país en la dirección correcta.

Todos podemos ser el cambio— aplausos y vítores a nuestro alrededor.

¡Carajo, tiene mi voto!

Luego de la rueda de prensa Sebasthian me lleva de la mano a conocer a algunos de sus colegas y

hablan animadamente acerca del evento. Nos sacamos unas cuantas selfies y las sube en su cuenta en

twitter. Me explica que las redes sociales les permite acercarse más a la gente tener un trato más

próximo.

—Quizá, debería seguirte—bromeo sobre el twitter.

—A donde quieras cariño...—susurra sensual mientras aprieta más su brazo en mi cintura estrecha.

Cuando al fin nos montamos en el auto, él está concentrado enviando mensajes con el celular,

mientras que con la otra mano tiene tomada la mía sobre su pierna. En la tranquilidad del coche me

permito detallar su perfil. Qué bello es. Suspiro. Ese cabello le queda tan bien, un tanto revuelto,

dándole un aire de niño travieso, la nariz perfilada y esos labios maravillosos. Con esos labios

perfectamente capaces ha recorrido mi cuerpo arrancándome jadeos descontrolados. Aún absorto en

sus mensajes humedece sus labios y eso es el detonante de mi deseo contenido. Estoy encendida.

Desde que le vi dar ese discurso tengo ganas de brincarle encima y ahora que estamos relativamente

solos...

Ante su asombro me acomodo a horcajadas sobre él. Jadea y en eso le asalto la boca con mi lengua

invasiva, posesiva, mientras le abrazo con fuerza. Muerdo su labio inferior y continúo el asalto.

Tomo su cabeza como él suele hacerlo y lo muevo a mi antojo. ¡Qué rico sabe! no quiero parar.

Siento sus manos abiertas sobre mi trasero y debajo de mí, su erección. Nuestras respiraciones están

alteradas pero él no mueve sus manos, está muy quieto.

—Clarissa...— dice mientras mordisqueo su mentón. Su voz, aunque ronca, tiene un deje de

advertencia, pero estoy tan embriagada de deseo que continúo. Le entierro los dedos en su cabello y

lo hago callar con mi boca, mientras mis caderas empiezan a contonearse estrujándome contra su

duro miembro buscando algo de fricción.

¡Lo quiero dentro de mí, ahora!...

—Ahh—gimo.

El toma mis hombros y me separa de él.

—¡Clarissa, no!—abro los ojos—. Para ¡ya!—mueve la cabeza señalándome a López que está

conduciendo, ignorando estoicamente lo que sucede en la parte trasera del vehículo.

¡Oh, Dios! me había olvidado de él

—Lo siento—digo recuperando un poco de mi buen juicio pero me niego a bajarme de él.

Sonríe

—Entiendo. Pero hemos de tener cuidado, cielo—me acaricia el cabello con una mano.

—Es que...me encantó tu discurso—digo provocativa mientras jugueteo con mi índice sobre el

cuello de su camisa. Todavía quiero comérmelo. Me muerdo el labio, frustrada.

—Me encanta que te haya encantado. ¿Te parece si esperamos a llegar a casa? ¿Podrás aguantar?—levanta la ceja y reconozco esa sonrisita traviesa.

—Acaso te burlas de mí

—Ya te lo dije estoy encantado. He de llevarte a todos mis actos públicos.

Hablando de actos públicos...

—Y se puede saber por qué dijiste que soy tu novia—me aparto un poco para ver su rostro, que

como siempre, se muestra divertido por mi causa (no tenía ni idea de que era tan chistosa)—.

Nosotros no habíamos quedado en eso. Ahora voy a estar en primera plana gracias a ti. Pensé que

harías como con tus Barbies anónimas.

—Tú no eres como ellas. Además, Clarissa, si piensas que te voy a dejar la vía libre para que un

imbécil te saque a pasear, te equivocas. Eres mía. Y quiero que todos lo sepan. Así que acostúmbrate.

Me quedo boquiabierta, ahora soy de su propiedad.

—Y nada de escaparte, por ti iría hasta la Conchinchina—me río de su ocurrencia.

Se pone serio, sus ojos brillan.

—Es en serio, ¿sabes que te encontraría verdad, bebé?—susurra seductor mientras me aparta un

mechón de cabello

Trago saliva.

¿Por qué él es así? Soy el ratón con el que juguetea el gato antes de comérselo. Definitivamente,

me tiene agarrada por la cola...

****

Estamos en su apartamento. Sebasthian calienta unos platillos en el microondas, huelen muy bien.

Mientras, yo le observo sentada en uno de los banquillos de la encimera de la cocina. Tiene la camisa

azul clara con las mangas arremangadas y el jean negro. Se ve fabuloso. Me atrapa mientras le echo

una mirada lasciva. Sonríe pícaro.

—Sabes, me tienes intrigado Clarissa hasta ahora no me has dicho que esperas de mí, por lo

general las mujeres hablan de esas cosas—hace un gesto casual con su mano mientras coloca un plato

frente mí. Luego planta sus dos palmas en la encimera y se inclina hacia mí. Su mirada profunda de

nuevo en mi rostro—. Así que me gustaría saber ¿Qué quieres conmigo? ¿Cuáles son tus

expectativas?

¡Oh no! se va a poner de nuevo en plan de investigador.

—Bueno, no me he dedicado a pensarlo bien—ya me está entrando la ansiedad de nuevo. Se va

enojar mucho si le digo que estoy pasando el rato sin querer darle vueltas a eso que tenemos los dos.

—Vaya, es decepcionante oír eso... Así que no has pensado en mí... ¿Podría sentirme más ofendido

señorita?... Pero sabes, me gustaría una respuesta justo ahora—da pequeños golpecitos sobre la

encimera con su dedo índice, en señal de inmediatez—. Creo que ya me has tenido en ascuas bastante

rato—me observa detenidamente como si quisiera leerme la mente. Luego, sacude la cabeza divertido

—. ¿Qué tal un juego? tú me dices lo que no quieres conmigo y así por lo menos sabré a qué

atenerme—va en busca de su platillo y se sienta a mi lado.

Oh vaya

—¿Ahora me haces terapia? pareces tú el psicólogo—está muy rica la comida.

—Dime: ¿te gustaría que saliera con otras, como las llamas tú? ¿Barbies?—dice

despreocupadamente llevándose la comida a la boca.

De inmediato me cambia la cara. Entorno los ojos y presiono mis labios.

¡Que ni se le ocurra!

—Por tu cara, creo que no—ríe con ojos burlones—. Así que quieres una relación exclusiva. Me

alegra mucho, porque a mí no me gusta para nada compartirte señorita—. Entonces, te recomiendo

que me acompañes cuando te lo indique. Para un hombre soltero y carismático como yo es peligroso

ir a eventos públicos sin compañía. Sabes, las mujeres tienden a seguirte y son bastante insistentes...

Lo miro con la misma cara de palo anterior ¿qué pretende echándome en cara sus correrías?

Mastico de mala gana.

—Además, si apareces como mi novia me harías ver como un hombre decente— dice alegremente

llevándose otro bocado a la boca.

—Ah... ¿me utilizas para ganar votos?—suelto sin pensar.

¿Es por eso que insiste en presentarme como su novia para desmancillar su reputación?

Ríe.

—Si quieres verlo así—dice con la sonrisa ladeada—. La verdad es que me tienes muy liado

señorita Evasivas—bromea, pero no me causa gracia, mi mente sigue atada a la idea anterior.

—Oye, tómalo como una etiqueta más. No te mates la cabeza por eso Clarissa, por favor—me dice

bajito está preocupado—. Pero ya sabes: a todos los eventos conmigo ¿ok? Sin excusas. No quiero

que terminemos antes de empezar—comenta señalándome con el tenedor vacío.

Le miro y quisiera tener las respuestas. Pero no. Me sumerjo en el mar de su mirada azul. ¿Qué me

pasa contigo? ¿Qué has hecho de mí? Necesito mi diario. Tengo que escribir lo que siento así no me

atreva a mirarlo siquiera, es catártico. Me aterra la idea de hacer consciente esas emociones, de

adueñarme de mis anhelos. Mejor solo me dejo estar sin darle tantas vueltas, después de todo se siente

tan bien estar con él, sobre todo cuando no me tiene bajo su lupa.

—Gracias por la comida. Ahora vuelvo. Si me disculpas un momento.— me levanto dejando a

medias mi cena.

—¿Adónde vas?

A escribir en mi diario sobre ti.

—Al baño.

Cuando salgo de baño él está entrando al cuarto. Se fija en mi diario.

—¿Qué es eso?

—Anotaciones—lo guardo en el bolso. No quiero que se fije en él.

—¿Tuviste la urgencia de escribir sobre tus pacientes mientras comíamos?

Está extrañado.

Me encojo de hombros.

—Por cierto, estaba muy rica la comida ¿la hiciste tú? Que buen cocinero—le digo encantadora

mientras coloco mis manos en sus hombros. Me siento mejor después de desahogar mis dudas y le

deseo como loca.

—Aun así la dejaste—lleva mi cabello a mi espalda acariciándome los hombros—. Pero no. Fue

Camucha, Carmen, quien la hizo—sus manos en mi cintura. Sus ojos bajan a mi busto parcialmente

expuesto.

—¿Te gusta?

—Me encanta. Quisiera comérmelo.

—Soy yo la que quiero comerte—le susurro al oído inhalando su perfume.

—Soy todo tuyo preciosa—está encantado.

Le empujo suavemente a la cama y comienzo a desabrocharle la camisa. Se muerde el labio otra

vez para evitar reírse ¿ahora qué?

—¿Qué pasa?—ahora estoy desabrochando su cinturón.

—Eso es lo que te pregunto yo—me dice divertido mientras le quito sus zapatos y medias.

—Lo que pasa es que mi novio que me quiere es tremendamente bueno dando discursos—no tenía

idea de que era tan coqueta. Soy toda una lolita. Cata estaría orgullosa de mí.

— ¿Y eso te pone?

—Me parece que sí.

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