Le desabrocho los vaqueros y el levanta las caderas para que se los baje. Ahora está en bóxer,
sentado y yo de rodillas. Sé que he sucumbido a él.
Se inclina hacia mí y toma mi cabeza besándome. Siento su sabor y me encanta. Me entrego
completamente a su boca. Me besa la frente y se reincorpora. Fija su mirada oscura y lasciva sobre
mí, y lo sé, quiere que le toque. Deslizo mis manos por sus muslos definidos y velludos hasta llegar a
su dura entrepierna. Le acaricio sin dejar de mirarle. Noto su respiración alterada.
Le retiro los bóxers y su miembro erecto aparece irresistible y erguido. Se me seca la boca. Quiero
besarlo, conocer su sabor. Sebasthian me mira expectante y deseoso. Como nunca, ansío complacerle,
me reclino y comienzo a saborear toda su virilidad.
El cierra sus ojos y comienza a jadear entregado por completo a mis caricias.
Cierro los ojos y me deleito en su sabor salado, su tacto en mi boca empujando suavemente y subo
y bajo la cabeza, besándole, absorbiéndole, adorando esa parte de su anatomía que aún no había
saboreado...
—Oh...bebé...Mmm—dice él y acaricia mi cabello con sutileza.
Estoy entregada a ese delicioso beso, siento mi propia humedad empaparme. Esto me está
calentado. Me están encendiendo sus jadeos y gemidos, sus palabras vacilantes. Adoro complacerle.
Me encanta seducirlo y enloquecerlo, como él lo hace conmigo. Me siento Afrodita.
Mi boca toma el control. Disfruto. Realmente disfruto lo que estoy haciendo hasta el punto de que
podría venirme allí mismo de rodillas ante él.
—Oh...me vengo...—Sebasthian trata de apartarme pero yo quiero mi premio, quiero su esencia en
mí, ansío probarla. Le aprieto el trasero atrayéndole a mí, y en lo profundo siento su húmeda y salada
tibieza dentro de mi boca. Lo logré tengo mi premio.
Cuando levanto mi mirada, está jadeante, sudoroso y muy agradecido.
—Uff... eso fue...—no se lo cree.
Sonrío y me humedezco los labios.
—Ven acá—me hala hacia él hasta recostarme a su lado, él desnudo y yo con mi vestido.
Une sus labios a los míos y compartimos su esencia en la danza de nuestras lenguas—parece
gustarle porque me estrecha aún más contra su pecho—siento su mano acariciando mis muslos y
llegar hasta mi mojada entrepierna.
—Mmm...Cómo que te gustó.
—Sabes muy bien.
Desliza dos dedos dentro de mí sin dejar de verme, está a mi lado descansando su cabeza en una
mano mientras la otra...
—Tú sabes mejor. Prueba—chupo los mismos dedos que tenía en otra parte de mi anatomía, los
saca y los pasea por mis labios empapándoles de mi esencia. Con prontitud siento sus labios
posesivos de nuevo en los míos, arrebatándome mi sabor, y sus dedos otra vez entrando en mí, en mi
sexo. Establece un ritmo de penetración manual. Y yo simplemente... Siento... Y siento...siento...
Ansiaba su contacto.
—Me encanta que estés toda mojadita.
Ahora soy yo la que está perdida, sudorosa y jadeante. Abro los ojos aún sumergida en ese
remolino de lujuria y con ojos velados veo a Sebasthian verme. Su mirada quema. Sus manos son la
pólvora y yo la mecha...Pronto explotaré, lo sé, aunque quisiera estar así en esa tortura erótica mucho
más, si es pecado estoy perdida...
Miércoles 21 de Enero
“Con el látigo del desprecio"
Me encuentro con Cata en mi apartamento viendo la tele, pero mi cabeza está en otra parte, con mi
sexy político. Estoy realmente extrañada del silencio de Sebasthian, generalmente es muy insistente
pero hoy no me ha enviado ni un mísero mensaje siquiera... Y eso no me está gustando. Después de
confesarme su amor y que me le ofrecí en bandeja de plata ayer. Silencio. Son las siete y treinta de la
noche y mi celular nada que me da noticias de él.
—Sabes que él te quiere ¿no?—me dice Cata.
Obvio que notó que algo me pasa.
—Así me dijo.
— ¿Qué? ¿No le crees?
—No sé, no quiero pensar en eso ¿sí?
—Por favor Issa, ¿por qué te haces esto? si no arriesgas lo puedes perder todo. Mira, siempre me
estás dando consejos de que me cuide y yo sé que hemos pasado por momentos difíciles y todo eso, y
es duro confiar y entregarse. Pero solo siendo vulnerable, mostrándote como eres puedes disfrutar
del amor. Sino quedas vacía y hueca.
»Sinceramente no cambiaría ninguno de mis momentos románticos, así hayan sido fugaces, me he
sentido feliz—Me regala su linda sonrisa y sus ojos café poseen un brillo—. Tú tienes algo real,
créeme. Te conozco. No lo pierdas. Los hombres parecen fuertes pero no lo son. Solo son niños que
necesitan cariño. Así que te pregunto ¿qué vas a hacer ahora?
Ahora mismo la cabeza me da vueltas con todo lo que ella me acaba de contar.
—Estoy asustada—admito
—Lo sé y él también.
—¿Cómo?
—Hablé con él. Tenía que ayudarte, no quería que lo estropearas todo.
—¿Cuándo hiciste eso? ¿Estás loca? ¿Qué le dijiste?
— ¿Por qué no le preguntas tú? no me mires así. Tienes a ese hombre herido ¿no te das cuenta?
—Lo sé—murmuro mientras me muerdo la uña del pulgar y mi mente comienza a cavilar.
¿Herir a Sebasthian? la sola idea me provoca una punzada en el corazón. A ese hombre tan
maravilloso, dulce y apasionado. ¿Eso es lo que le provoca a él mi alejamiento emocional o físico?
No cabe duda de que Sebasthian es un hombre tremendamente tenaz, persuasivo e inteligente y
condenadamente perseverante, de no ser así no hubiera llegado tan lejos conmigo. Le admiro
profundamente. Nunca me había permitido acercarme a alguien, pero él ha empujado mis barreras
una a una.
De repente solo quiero correr a sus brazos, escuchar su voz, atarlo a mí. Marco su número
mientras me dirijo al cuarto para hablar con más privacidad, al segundo repique contesta.
—Hola, ¿qué pasa? ¿Estás bien?—evidentemente lo he sorprendido con mi llamada.
—Sí. ¿Estás ocupado?—susurro un poco entre
—Sí. ¿Estás ocupado?—susurro un poco entrecortada.
Te quiero ver… ¡Ahora!
Siento que mi corazón late a toda prisa.
—Sí. Espera un momento…—creo que tapa la bocina del teléfono porque no se oye nada por unos
segundos. Jugueteo con mi cabello—. Lo siento estoy reunido…
—Ven a buscarme—digo impulsiva. Me importa un carajo si está ocupado.
—¿Por qué? ¿Te ha pasado algo?—ahora suena preocupado.
—No, Sebasthian.
— ¿Y entonces?
Las palabras salen disparadas de mi boca.
—Entonces qué. Quiero verte.
Se queda mudo en lo que me ha parecido una eternidad. ¿Será que se le cortó la llamada?
— ¿Ah sí?—al fin contesta.
—Sí.
Suspira.
—Clarissa, no creo que pueda desocuparme temprano…
Ahora soy yo la muda ¿será que no fue buena idea llamarlo? Las dudas mis eternas compañeras me
hacen muecas de burla. Ahora es él el que no te quiere ver. Tonta le has cansado… Humillada le
cuelgo. De inmediato repica una, dos y tres veces. Me niego a contestarle. Estoy apenada.
Me llega un mensaje:
POLÍTICO SEXY: CONTESTA CLARISSA.
Vuelve a repicar y decido contestarle con cierto recelo.
—Aló.
—Cielo, estoy reunido con los miembros del partido, pero si te parece puedo ir en dos horas. ¿Aún
querrás verme? Porque yo siempre quiero hacerlo—me quedo callada—. Dime.
—Discúlpame. No debí importunarte. Olvídalo.
—Oh no Clarissa, no te vas a echar para atrás. Te paso buscando en dos horas y te haces una buena
maleta de tus cosas. Ya está bueno de tantos rodeos. ¿Entendido?
¡Sí Señor!
—Está bien.
—Y que sea la última vez, Clarissa, que me cuelgas el teléfono. Eso me saca de quicio.
Por algún loco motivo me encanta cuando me pone en los palitos. Lo hace ver como todo un
macho... Mmm…sexy...
—Sí—susurro sintiéndome de repente una frágil y delicada flor del desierto.
Suspira.
—Me va costar un mundo concentrarme ahora... Nos vemos al rato…
****
El trayecto en coche se hace de lo más silencioso, Sebasthian está envía que te envía mensajes, me
imagino que a sus colegas. Lleva la corbata desanudada y los dos botones de la camisa sueltos y lo
hace ver más arrebatador de ser posible eso. Como ha estado distraído me lo meriendo con los ojos.
****
—Déjame darme una ducha para quitarme todo el peso del día...—dice él. Ambos de pie en la sala
de su apartamento.
—¿Tienes hambre?—le tomo de la corbata y lo halo hacia mí con suavidad, ansío su cercanía.
Pone sus manos en mis caderas.
—Sí, mucha. En el refrigerador hay comida congelada, Carmen me trae algunos platillos, cocina
realmente bien—me da un besito en la boca.
—Puedo calentarte algo—y no estoy pensando precisamente en comida. Ladeo la cabeza ondeando
mi melena con un sutil flirteo.
Entorna los ojos y su mirada cambia. Creo que va a tomarme de nuevo sobre el mesón de la
cocina. Sacude la cabeza negando. Toma su corbata retirándola de mi agarre con una media sonrisa.
—Calienta algo para los dos. Estás en tu casa, ya vuelvo.
¡Carajo! tenía ganas de que me lo hiciera en el mesón...
Preparo la comida mientras Sebasthian se refresca. Tiene varios envases de comida casera
congelada pero también algo de frutas, vegetales y verduras, un refrigerador bastante decente para
ser el de un soltero. Pronto llega y se sienta a mi lado y comemos en silencio. Me cuesta apartar mis
ojos de él, así como está, usando solo el pantalón del pijama, me apetece muchísimo. Sin embargo lo
noto distraído y bastante parco al hablar. Lo que sea no me lo quiere contar, eso es evidente. Luego
nos dirigimos a su habitación y él apaga las luces principales y estira el cobertor.
—¿Qué haces?—que no me estás acariciando ahora.
—Nada, vamos a dormir.
¿En serio Sebasthian, me trajiste para eso?
—Ah...—…vaya perdí mi viaje
—¿Qué?—pregunta.
Me acerco y poso mis manos en su torso velludo… ¡Ay Dios! ¡Eres todo un papacito!
—Quiero que me mimes. Te dejaré hacerlo. Solo te pido paciencia—me atrevo a pedirle por lo
bajo.
Resopla y sonríe irónico.
—Creo que la he tenido. Te diré qué, Clarissa. Ahorita mismo no estoy de ánimos para cursilerías
—me tiene tomada de la cintura, con ambas manos. Aprieta su agarre.
Se le ve muy serio.
Trago saliva.
¿A qué se refiere? ¿Está enojado conmigo? ¿Por qué? por eso ha estado extraño y un poco
distante…
—¿A qué te refieres?
Tiene una mirada que no le había visto, una mirada nueva, muy lasciva.
¿Por qué estoy tan nerviosa?
Otra vez me siento como la delicada flor del desierto.
—Me refiero—susurra lamiéndome desde la quijada hasta el lóbulo de la oreja y mordisqueándolo
—, a que te voy a coger bien duro a ver si te dejas de jugar conmigo—doy un respingo.
Mierda. Está enojado.
Sin darme chance a replica me devora con un beso implacable, invasivo y doblegador. Me tiemblan
las piernas. Me empuja contra la pared y me embiste violentamente, ambos aún con ropa. Con sus
manos aferradas a mis caderas controla sus sacudidas salvajes y enardecidas. Este ataque me está
poniendo a mil. Nunca había sido así de rudo conmigo. Hinca sus dientes en mi cuello.
— ¡Ay!
—Sí quiero que grites—su voz plagada de deseo.
Sus manos suben y bajan por mi cuerpo, clavándose en mí. Siento oleadas de un deseo oscuro en
mi vientre. Gimo. Jadeo y sacudo mi cabeza alterada por su ataque sexual. Vuelve a devorarme con la
boca y mi lengua grácil lo recibe, él muerde y lame mis labios con un desespero desquiciante. Baja
sus manos y prácticamente me arranca las bragas y las tira con desprecio. Luego me hala y me tira en
la cama con igual desprecio. Me devora con la mirada, estoy tumbada en la cama con el vestido en las
caderas mostrando mi sexo claramente. Estoy lista para recibirle. Todo esto me ha resultado
tremendamente sexy...
—Voltéate—ordena y obedezco de inmediato.
Me toma fuerte de la cintura, tira de mí hasta que quedo casi al borde de la cama. Me arranca el
vestido. Levanta mis caderas y empuja suavemente mi espalda hasta que mi cabeza reposa en la cama.
Pasea su mano por mi espalda desnuda.
—Quédate así—susurra en mi oído y comienza a lamerme desde allí hasta llegar a la abertura de
mi trasero...me retuerzo cual contorsionista. Toma mis tobillos y abre bien mis piernas. Acto seguido
me penetra bruscamente.
—Ah—grito sorprendida.
Comienza su contoneo haciendo círculos con sus caderas, saliendo y entrado en mí. Llenándome
hasta lo más profundo. Sus dedos enterrados en mis caderas, los míos, enterrados en las sábanas.
—Quiero que me digas que te gusto—me exige. Pero tengo la mente nublada por esas locas
sensaciones que me ha provocado su ataque—. Dímelo—y vuelve a acometerme con brusquedad.
—Ay...—chillo
—Dímelo Clarissa—su voz suena ronca e impregnada de desespero, con una mano me hala el
cabello mientras la otra mantiene el ritmo de mis caderas. Vuelve hacer círculos dilatando el húmedo
y tibio vértice de mi femineidad, sale y me embiste de nuevo con violencia, siento como si me
atravesara una lanza ardiente e implacable
—Oh...si… sí me gustas...muucho—no puedo controlar lo que digo estoy tan inflamada que creo
que voy a explotar en cualquier momento. El corazón se me va a salir por la boca.
Me suelta el cabello. Y siento su dedo acariciándome ahí. En la hendidura de mi trasero sin aplacar
sus embestidas salvajes.
—Qué...no— logro quejarme entre jadeos.
Aprieta su agarre sobre mi cadera para evitar que me mueva.
—Quédate quieta—desliza el pulgar lentamente dentro mío. Justo ahí, poco a poco, haciendo
círculos y metiéndolo y sacándolo con suavidad. Y yo siento...siento...siento…
—Oohh...oooohh...—ronroneo como loca y brota directamente del foco de mi deseo.
—Síii—continúa desquiciándome con sus toscas acometidas y su íntima intrusión con su dedo.
Estoy colmada, caliente y húmeda como nunca. Veo luces con mis ojos cerrados y mi cuerpo toma el
control de mí sacudiendo mi pelvis frenéticamente a su encuentro. Me lo estoy devorando todo con
igual desespero.
—¿Me extrañaste verdad?—dice entre gruñidos.
Lloriqueo.
—¿Me extrañaste Clarissa?—su respiración trabajosa como la mía.
—Sí—digo con un hilo de voz
—¡Que me lo digas!
—Te extrañe... ¡Ay!... te extrañé—chillo desesperada culminándome finalmente y vibrando en mi
interior, inmediatamente siento su liberación.
Yacemos en la cama, cubiertos a medias por las sabanas, me rodea con sus brazos mientras mi
cabeza descansa sobre su hermoso torso.
—¿Estás enojado?...fuiste muy rudo conmigo—digo con suavidad.
Estoy realmente adolorida.
—Te lo dije, no me gusta que jueguen conmigo. Vas y me llamas, me incitas, diciéndome que
quieres verme y luego me cuelgas y no me contestas. No sé con qué clase de tipejos salías antes pero
a mí me respetas. Yo soy un hombre no un carajito. Si quieres verme, quieres verme, y si no, no me
llames. Yo no estoy para perder mi tiempo.
—Lo siento.
—Espero que sí y que no vuelvas a hacer esa mierda.
Aún está molesto. Mierda. Cualquiera diría que con todo ese sexo salvaje hubiera sacado su ira.
Vagamente me pregunto si no estará preocupado por algo más que una chiquilla caprichosa que no
sabe lo que quiere.
— ¿Solo estás molesto conmigo o te preocupa algo más?
—Algo más—contesta sin vacilar
—¿Te gustaría contármelo?— jugueteo con el vello de su pecho.
Me mira extrañado. Como si le hubiese hablado en chino.
—¿Qué?
—Estás muy complaciente hoy.
—Oh, no te gusta.
Me observa pensativo.
—Mi equipo y yo estamos buscando recursos para mi campaña. Y han estado rodando rumores de
que yo obtengo fondos del narcotráfico. Esa es una campaña de desprestigio y hoy me enteré quien la
está orquestando—acaricia mi pierna desnuda.
Se me encoge el corazón su candidatura podría estar en peligro solo por ese rumor.
—Continúa.
—Ahora no solo debo lidiar con la creencia de que soy un burgués sino que también debo limpiar
mi nombre. Como quisiera darle una paliza a ese huevón. Sé que solo lo hace por el poder y el
dinero, quizá, deba devolverle la pelota—dice como para sí.
—¿Y eso que implicaría?
—Bueno, devolverle su mierda. Voltear las cámaras hacia él. Podría hacerlo. Sin exponerme, claro.
Sí, tengo unas cuantas pruebas de sus desfalcos, creo que es el momento de hacerlo público—la
malicia brilla en sus ojos. Le acaricio la mejilla encantada, me gusta mucho su perfil.
—Pero lo que realmente me preocupa es que la gente común me asocie con el narco, eso pondría
en tela de juicio mi integridad y por ende mi popularidad. Y si te soy sincero no me agrada para nada
la competencia, si llegasen a ganar este país se iría a la mierda.
Continúa hablando sin dejarme de acariciar y es como una catarsis para él.
—Para algunos este es un juego de poder. Que lo es por supuesto. Pero también es una oportunidad
de brindar oportunidades. Me duele mucho todo lo que ha pasado estos últimos años con nuestros
recursos, Clarissa, no tienes ni idea del caldero de corrupción que existe. Es una vulgaridad. Tienes
que ser muy astuto para estar en el ruedo. Así que en eso estoy Clarissa eso es lo que me pasa.
Lo observo embrujada. Este hombre es tremendamente interesante. Tiene un lado muy humano y
colectivo y a la vez es astuto como un zorro. No puedo resistirme a él. Mi mano traviesa ha vagado
por su cuerpo y casi ha llegado a la entrepierna cuando la retiene con la suya, con fuerza.
—No—dice y subo mi mirada hacia él. Está muy serio—. Sé que te he lastimado. Fui muy bruto
contigo. Debemos abstenernos mientras te recuperas.
A pesar de lo que dice está claro que no se arrepiente de ello. Así que Sebasthian también puede ser
un salvaje y un vengativo. Entonces ¿por qué me siento tan cómoda con él? ¿Por qué no me quiero
ir?
—Eres una persona autoritaria, lo sabías— le regalo una media sonrisa parecida a las suya
mientras le rasco el mentón con las uñas. Estoy hipnotizada con él. Me gusta tocarlo.
—No es así. Sé lo que quiero y voy por ello.
Acaricia en detalle mi rostro con sus hermosos ojos profundos. Suspiro. En mi vida me había
sentido tan femenina como ahora, en su cama, en sus brazos, en su mirada.
—Por cierto, estoy encantado de que estés aquí—suspira—. No me lo creo, me parece que estoy en
un sueño.
Me arropa con su cuerpo descansando sobre sus codos y se le ve de un humor genial. Me besa
largo y tendido con una delicadeza que contrasta drásticamente con nuestro encuentro carnal anterior.
—Te quiero—susurra.
Le miro y me parece dulce y vulnerable. Enlazados mis ojos a los suyos, sinceros y embrujantes, le
acaricio la mejilla y lo beso. Quizá pueda expresarle lo que siento con mi boca como él lo hace con
sus palabras. Sebasthian siento...siento...tengo su rostro tomado entre mis manos y muevo mis labios
entregándole toma mi dulzura… todo lo que soy...
Oh...querido...
Nos separamos.
—Voy a empezar a creer que me estás tomando cariño—dice juguetón.
—Sí—susurro y es casi inaudible mi voz.
Noto un brillo de esperanza en su mirada.
Jueves 22 de Enero
“Todo queda en familia...Pero si te vas pierdes bebé"
—Buenos días, soy Clarissa Spillman, vengo en solicitud de la Señora Celeste de Agostini.
—Un momento por favor—me dice la chica rubia de labios rosa mientras anuncia mi llegada por
el intercomunicador.
Estoy en la recepción de las empresas de la familia de Sebasthian P&A Venezuela
—Hola Clarissa, que bueno que pudiste venir.
Me sorprende con un cálido abrazo.
—Hola Celeste, gracias por la invitación, aunque estoy un poco intrigada.
Sonríe y se le hacen unos lindos hoyuelos en sus mejillas.
—Tranquila, queríamos invitarte a que conocieras nuestra empresa. Como sabes, toda la familia
trabaja aquí. Vamos, te llevaré a mi departamento. Por cierto, me gusta tu vestido y llámame Cielo
como todos.
—Gracias.
—Estoy encantada de que estés con Mica. Está prendado a ti, sabes. Hacía tiempo que no le veía tan
entusiasmado.
— ¿Ni con ninguna de sus otras novias?—digo sin pensar mientras mi vista se pasea por los
alrededores de la empresa. Celeste se para en seco y me mira como si yo fuera un extraterrestre.
—Mica solo tuvo una novia antes de ti...y eso fue hace mucho.
¿En serio? ¿Una?
—Ah… ¿y qué pasó?
—No le fue bien. Lleva 5 años sin presentarnos a otra novia. Habrá tenido sus travesuras por ahí, tú
sabes, las mujeres lo persiguen y no es para menos. Mi hermano es todo un bombón ¿verdad?
—Sí—admito un poco avergonzada. Es todo un bombón…y está para comérselo.
—Imagínate nuestra alegría cuando te conocimos. Además nos caíste bien a todos.
—Gracias.
—Seguro ya sabes que Mica es un hombre serio y si te presenta como su novia es que está
enamorado de ti.
Oh vaya…
—Bueno, este es el departamento de bienestar Social, pasa, aquí trabajamos para apoyar proyectos
que puedan ayudar a la gente de la comunidad. También apoyamos con jornadas de salud en los
barrios más pobres, y contamos con nuestro proyecto "un techo una esperanza"—Dice Celeste
evidentemente orgullosa.
—Vaya, tienen bastantes proyectos sociales—observo las fotos en el panel de obras realizadas, en
esta muchos rostros sonrientes.
—Queremos hacer la diferencia, Issa, es muy gratificante ayudar a otros. Seguro que eso ya lo
sabes. Ven, que mi mami te está esperando.
—¿La Sra. Petroni?
Celeste ríe.
—Estoy segura de que le gusta que le digan Marcia.
****
—Hola Clarissa—me abraza también—que bueno verte ¿te gustaría un café o un té?
—Un café, por favor—me hace un gesto para que me siente haciendo ella lo mismo.
—Tráenos dos cafés, Beca—se dirige a su secretaria, ella asiente y sale.
La Sra. Marcia Agresti de Petroni es realmente elegante y atractiva, tendrá los cincuenta y tantos
años pero muy bien llevados. Viste un conjunto de falda y chaqueta color nuez, con una pañoleta
estampada en su cuello.
Nos traen los cafés.
—Te hemos invitado principalmente para darte la bienvenida a la familia—me regala una bella
sonrisa, y me recuerda las que me dedica su también bello hijo menor—. Quiero ser clara, Sebasthian
nos ha dicho que te preocupa lo que podamos pensar de tu pasado y quiero tranquilizarte diciéndote
que nosotros confiamos en el juicio de Sebasthian: si él piensa que eres digna de su cariño y atención,
entonces, nosotros también—toma un sorbo de café mirándome con ojos inquisidores escudriñando
mi rostro discretamente. Estoy agradablemente asombrada.
»—Clarissa, nuestras raíces también fueron humildes. Mi abuelo comenzó hace unos cuantos años
con un pequeño negocio y después fue emergiendo, por eso para nosotros son importantes las
personas. Sean quienes sean y provengan de donde provengan. Sé que tu historia de vida ha sido
desafortunada. Así que esperamos que te sientas a gusto con nosotros, Clarissa. Esta también es tu
empresa y nuestra casa es tu casa. Considéranos tu familia. Así lo quiere Mica y si él lo quiere
nosotros también.
Estoy sin palabras.
»—Pero nuestra invitación también tiene otra finalidad y es que además de tener el gusto de
compartir contigo queremos hacerte una propuesta. Sebasthian ha hablado muy bien de ti. Que fuiste
una alumna destacada y evidentemente has logrado mucho. Por eso queremos proponerte que vengas
a trabajar con nosotros aquí en nuestra empresa.
Estoy al borde de las lágrimas.
—Yo... —me sonríe y aprieta la mano con suavidad tiene la misma calidez que me hace sentir
Sebasthian—...no sé qué decir.
—Nos gustaría que te encargaras personalmente del proyecto de casa hogar. Debido a tu
experiencia personal serás de gran ayuda... todo está detallado aquí en esta carpeta. Piénsatelo.
Estúdiala y luego hablamos—me tiende una carpeta manila—Bueno querida, he de seguir dirigiendo
una empresa—se levanta y yo igual—. Cuida a mi niño, quieres.—dice tomando mi codo con
suavidad. Sí, ese niñito es realmente consentido...
—Sí señora, gracias por todo—ahora soy yo la que la abrazo sintiéndome completamente en casa
y bienvenida.
-Te esperamos el domingo para una salida familiar.
-Ok.
-Chao querida, hasta pronto.
Conduzco a casa embargada de una sensación desconocida para mí. Una inconmensurable calidez,
seguridad y un cariño sin par viene conmigo desde mi reunión con la familia de Sebasthian. Así que
eso se siente tener familia. No puedo evitar comparar a la familia Petroni Agresti con los Spillman;
son completamente diferentes, sus valores son diferentes. Los Spillman nunca me hicieron sentir
realmente uno de ellos siempre ostentaron su opulencia como un bastión, y yo en comparación no
podía evitar sentirme menos que ellos. En cambio los Petroni son justo como yo, personas normales
sin miramientos ni remilgos. Con razón Sebasthian es como es. Seguro de sí, franco, asertivo,
comunicativo y amoroso, un líder nato y todo eso se lo debe a su familia; y él ha hablado de mí con
ellos. Sebasthian se ha enamorado de mí dicen ellos. Tenía 5 años sin amar a una mujer ¿por qué?
¿Tendrá que ver con su antigua novia? y en el instante que me hago la pregunta sé que no quiero
saberlo, no quiero saber nada de ella. Me viene al pairo la muy condenada. Así que Sebasthian es un
hombre que se entrega por completo al amor y justamente ahora yo soy el objeto de su amor. Me
fascina la idea. No puedo evitar sonreír como una boba.
Me llega un mensaje:
POLÍTICO SEXY: Hola bebé, ¿hablaste con mi mamá? ¿Te gustó la idea? Dime.
CLARISSA: Cuando dijiste que eras el consentido realmente no estabas exagerando. Estoy
pensando su propuesta. Fue muy dulce. Gracias:)
POLÍTICO SEXY: Y tú eres mi consentida... y también eres muy dulce, que lo sé yo…
Me ruborizo recordando la noche anterior.
POLÍTICO SEXY: bebé, quiero que me esperes en mi casa. Toma la llave debajo del extintor. Es la
que Carmen usa cuando va. Voy a tardar un rato. Ya te extraño.
Que lindo.
Pero claro que lo voy a esperar allá, lo que mande el Señor Consentido.
****
Al insertar la llave en la cerradura me sorprende notar que no tiene el seguro. Bueno quizá llegó
Carmen a limpiar o algo. Entro, dejo mi bolso en la mesa del vestíbulo y me encamino a la cocina
por un poco de jugo o agua.
Me quedo tiesa.
Sentada sobre la encimera de la cocina de piernas cruzadas una mujer y a su lado una botella de
vino dentro de una hielera. ¿Qué coño es esto? ¿Acaso es una broma?
—Hola, ¿eres una amiguita de Sebasthian?—me mira de arriba abajo con aires de superioridad.
Debo admitir que es hermosa. Cabello negro largo y vaporoso que cae sobre sus hombros, piel
blanca inmaculada y más con ese vestido azul que moldea su cuerpo. Estoy consciente de que mis
ojos se van a salir de sus órbitas. Los suyos, azules, me observan con displicencia.
—Si es así, te pido por favor que nos des privacidad. Llevo tiempo sin verle y seguro nos
pondremos cariñosos—dice mientras acaricia su pierna.
Se me sube la bilis y quiero sacar a esa fulana por los pelos.
—Yo no soy ninguna de sus amiguitas—mascullo entre dientes.
Ella se sorprende y se baja, mirándome, parece una gatita sensual.
—¿Ah no? ¿Y quién eres?
—Su novia—digo secamente.
Se para en seco.
—¿En serio?
—Sí, ahora te agradecería que te fueras y que no lo busques más.
Hace caso omiso de mi petición.
—Y… ¿cuánto tiempo tienes con él? No será mucho, ya que nadie me comentó nada.
—Eso no me interesa, solo quiero que te vayas.
Abren la puerta y Sebasthian entra. Su mirada se pasea estupefacta de la Srta. Gatita sexy a mí.
Inmediatamente la ira lo invade.
—¡Tú! ¿Qué coño haces aquí?—se dirige a ella.
—Mica, esa no es manera de recibirme—contesta sorprendida.
¿Mica? ¿Por qué lo llama así con esa familiaridad?
—Tampoco es manera el aparecerte aquí, en mi apartamento sin invitación ¿qué pretendías?—está
furioso casi fuera de sí.
Y entonces lo entiendo, es ella la famosa novia... su única ex...
¿Por qué está aquí? ¿Qué quiere con él? ¿una reconquista? seguramente. No soporto verlos juntos.
Me quiero ir.
—¡Ni se te ocurra irte de aquí, Clarissa!—me señala amenazante adivinando mi intención—¡La
única que se va es esa mujer, y ahora!—la señala con desprecio.
—Sebasthian yo...—dice ella tratando de explicarse.
—¡¡Que te vayas, Nojoda!!—gruñe.
Palidece y sale corriendo. El azota la puerta tras de ella.
Estoy mortalmente pálida.
Se frota el entrecejo y toma una respiración profunda, imagino que para volver en sí. Toma su
llave y asegura la puerta. Sospecho que lo hace para que no escape.
—¿Quieres tomar algo?
—No. Solo quiero irme—me abrazo a mí misma.
—Clarissa, mereces una explicación. Por favor siéntate y permíteme explicarme. Te aseguro que
no es lo que piensas.
Me siento más que todo porque no quiero ser el motivo de su ira. Nunca le había visto así de
furioso. Dudo haber visto en mi vida alguien en ese estado de furia. Él se dirige al bar se sirve un
trago y se sienta a mi lado. Vacía medio trago de una tomada.
—¿Qué te dijo ella?—aún sigue tenso.
—Que había venido a verte.
—Clarissa, yo no suelo traer mujeres a mi casa, por favor no pienses eso. Como te he dicho soy
una figura pública y además guardo papeles comprometedores aquí. Así que no creas que esta es una
pasarela—dice sentado con sus codos en sus rodillas y el vaso en ambas manos, inclinado hacia mí.
—¿Por qué se cree con derecho de estar aquí entonces?
—Cielo, la única que tiene derechos conmigo eres tú, nadie más. Te lo garantizo.
—Eso no contesta mi pregunta, Sebasthian, ¿quién es ella?—se toma el resto del trago de un tirón.
Coloca el vaso sobre la mesita al lado del sofá.
Exhala como si le cayeran 10 años encima.
—Ella fue mi novia...estuvimos comprometidos—evalúa mi reacción.
—¿Y tiene las llaves de tu apartamento?—exclamo alarmada.
Me observa sin entender.
—Ella estaba aquí cuando llegué—le explico.
—¡¡Joder!!—palmea su muslo otra vez molesto—. Me imagino tu sorpresa. Habrá usado la llave de
repuesto.
—¿Así que ella vivió aquí contigo?—pregunto vacilante ¿en verdad quiero saberlo?
Asiente receloso.
—Sí.
—¿Cuánto tiempo?
—Casi dos años.
Dos años vaya... y se iban a casar.
—Compartió con tu familia y todo eso, me imagino.
—Algo.
—Ah…—siento una punzada de dolor justo en medio del corazón.
—Cielo, eso pasó hace mucho—dice tomando mi mano, parece que se nota que estoy triste—. No
quiero que te preocupes por eso. Es ridículo que se aparezca por aquí. Que bueno que pude salir
temprano, me hubiera vuelto loco si te hubieras ido por culpa de esa mujer.
—Sebasthian, si ella vino es porque tiene asuntos inconclusos contigo y no creo querer estar en
medio de ustedes dos.
—¿Qué disparate dices? tú eres mi centro y ella no tiene nada que ver conmigo. Además me
importa un carajo lo que tenga o no tenga que decir. Al pasado pisado.
—¿Estás seguro? porque a mí me pareció tu reacción excesiva.
—¿Y cómo quería que reaccionara Dra.? Veo a mi novia (una chica que me ha apartado de su lado
en varias oportunidades sin ninguna razón) en la sala de mi casa, con mi ex. Perdóname, pero no
pienso darte ningún motivo para que me dejes.
—Ah... ¿era por eso?
—Claro cielo, quiero que estés feliz, que estés tranquila.
De pronto me asalta una duda insana si él no traía a sus Barbies pechugonas aquí, entonces ¿a
dónde las llevaba?
—Y ¿cómo hacías con tus conquistas? tú sabes.
—Curiosa ¿no?—se pasa las manos por los muslos en un gesto de ansiedad—. Bueno... nos íbamos
a un hotel...o... a mi otro apartamento.
—¿Otro?
—Uno que no habito, solo tengo lo básico.
—¿Una cama? ¿Un sofá? y ¿un mesón tal vez?—digo sardónica recordando los sitios donde lo
hemos hecho nosotros.
—Tal vez— sonríe pícaro—. Cuando quieras te llevo.
—No gracias.
Se me quitan las ganas solo de imaginar la cantidad de mujeres que habrá llevado allá.
—Oye, no soy un santo tampoco.
—Se nota.
—Aunque por ti me beatifico, si quieres—bromea.
—Lo dudo mucho.
Exhala y deja caer sus hombros.
—No empieces Clarissa, tú preguntaste. No me condenes por decirte la verdad.
Suspiro. Tiene razón: le busqué las cinco patas al gato y hallé ocho.
En resumen me ha tocado la lotería. Tengo un novio de lo más regalado, con una ex novia que lo
acosa en su propia casa y con un apartamento listo para que despliegue sus dotes sexuales de Don
Juan con la que se le antoje.
¡Mierda, estoy jodida!
—Para ti—me tiende una llave—.La del otro apartamento. Así sabrás que no lo uso.
—¡Ay por favor, Sebasthian, que ridiculez!
Por Dios ¿qué pretende? ¿Pedírmela cuando lo vaya usar con otra?
—Por favor cielo, tómala—me suplica colocando la llave en mi mano y cerrándola—. No le des
tantas vueltas al asunto, te quiero aquí conmigo. Solo a ti—se arrodilla entre mis piernas paseando
sus manos por ellas debajo del vestido—. ¿Quieres... que te mime ahora?—lo veo juguetón.
—No, la verdad—digo cortante.
—No seas así, bebé. Anoche me lo pediste. Déjame consentirte ¿sí?—hace un mohín de lo más
adorable mientras continúa su caricia, siento sus pulgares haciendo círculos sobre mis muslos.
Me río.
—¿Eres terrible verdad? ...realmente eres un pillo, con razón todas te aman—entorno los ojos.
Bueno sinceramente, ¿quién podría resistírsele?
—Todas menos tú, bebé—va depositando tiernos besos sobre mis piernas.
De repente recuerdo lo que me dijo su hermana <<...es un hombre serio...está enamorado de ti...>> y
Cata <<tienes a ese hombre herido...>> oh... coño...
¿Soy yo la que está jugando con él?
—No digas eso Sebasthian— sintiéndome culpable.
—Tranquila nena, a mí me encantan los retos y si vienen en un vestidito así… mmm… mucho
más...—de nuevo me deslumbra con esa sonrisa suya que me para el corazón. Luego coloca sus
manos abiertas sobre mi trasero inclinándose hacia mí y encadena su mirada a la mía—Entonces...
¿lista para los mimos? Si te incomodan solo dímelo por favor y me detengo ¿ok?
Sí, cielo.
—Ok—me hala con suavidad hasta caer justo en sus piernas. Él está sentado sobre sus talones, y
ahora yo, sobre él. Mis brazos descansan sobre sus hombros.
—Que rico estar así contigo. Por cierto estás muy linda—me derrite su mirada me dice tantas
cosas. Me aparta el cabello con suavidad acariciando mi hombro. Riega tiernos besitos sobre el
mismo. Cierro los ojos entregándome a su contacto. No quiero resistirme a él.
—Tienes una piel muy suave, como me gusta—acaricia su nariz con la mía y yo sonrío, nunca
había hecho eso con nadie. Un besito de esquimal. Es un gesto de lo más tierno. Luego la pasea por
mis mejillas en una caricia sutil y juguetona. Mientras sus manos se deslizan desde mi nuca a mi
espalda en un ritmo lento y repetitivo. Suspiro. Me encuentro realmente relajada.
—¿Te gusta cielo... te gusta estar así conmigo, verdad?— su voz sedosa e invitadora.
—Sí—digo como un suspiro.
—Y a mí, mi vida, podría estar así contigo por siempre.
Luego que Sebasthian me dio una buena dosis de mimos, arrumacos y palabras tiernas, —suficientes para saldar una buena parte de mi carencia afectiva—decidimos salir de paseo. No tenía ni
idea de que los hombres pudieran ser seres tan cariñosos y tiernos, esto en verdad me ha tomado por
sorpresa. Si me lo hubieran dicho cuando conocí a Sebasthian, de traje y corbata, no me lo hubiera
creído. Parece que es un ser completamente kinestésico y al parecer yo también. Resulta todo un
descubrimiento porque siempre me catalogué como una persona primariamente visual. Pero, desde
que le conocí, el tacto se ha convertido en mi sentido predominante, y por supuesto, en mi favorito
también.
Sebasthian me espera en la sala mientras me retoco un poco, cuando vuelvo tiene la mirada fija en
el piso, justo donde estábamos hace un momento, abrazándonos. Es la llave. Se me había caído.
Rápidamente la tomo lanzándole una mirada altiva. Me diste la llave ¿no? Bueno, la acepto y olvídate
de ella. Olvídate de tu vida antes de mí, Sebasthian. Ninguna mujer va a volver a estar en tus brazos,
ni tu jodida ex, ni ningún modelito nuevo. ¡Ninguna! De solo pensarlo me hierve la sangre.
Él sonríe encantado.
—¿Y la de repuesto?—le hago un gesto con la mano de que me la de. Su sonrisa se amplía aún más
hasta casi partirle el rostro en dos.
—Como me excita cuando te pones en plan de cuaima— dice mordiéndose el labio y meneando la
cabeza divertido. Abre su cartera y saca otra llave—. Aquí está ¿Quieres revisar mi teléfono también?
—sugiere burlón.
—No gracias diputado, me conformo con esto por ahora.
—Ándale, me salió posesiva la niña.
Me encojo de hombros.
No tenía idea de que fuera tan celosa, pero bueno, cómo iba a saberlo...
Viernes 23 de Enero
“Un día de mierda y sinsabores"
Cata ha tenido una emergencia de moda—como siempre que conoce a un chico—y ha terminado
aquí en mi apartamento hurgando mis cosas, somos casi de la misma talla, aunque yo tengo más
busto.
—¿Cómo crees que me quede esto?—dice colocándose el vestido sobre su pecho.
—Bien— no estoy muy entusiasmada ya que lleva rato en la misma tónica.
—Ayúdame ami— me hace uno de sus mohines.
Tuerzo los ojos cuando no me ve. Ya quiero que llegue Sebasthian. Como puedo me escabullo de
mi insistente amiga y me paro en el umbral de la puerta del apartamento—con bolso y todo—a
esperar a mi novio. Sonrío ante la idea. Yo con un novio y no cualquier novio. Es el más bello y
terriblemente sexy diputado que pueda existir. ¡Ay Dios!
—Hola—me dice un hombre alto, delgado y de tez morena. Nunca lo había visto—. La vida te ha
tratado muy bien por lo que veo.
Frunzo el ceño.
—¿Te conozco?
—Yo sí, has cambiado mucho, pero aún conservas la misma carita.
Frunzo aún más el ceño. ¿De dónde me conoce?
—Toma, a ver si te refrescas la memoria—me pasa una foto, que tomo con cierto recelo. Está muy
vieja, amarillenta y desgastada, y en ella hay un grupito de niños sucios y harapientos. Delante de
ellos, la única niña, con terribles nudos en su cabello, ojos tristes, ropa roída y rota, toda ella llena de
mugre de pies a cabeza. No puede ser. La niña… ¡Soy yo!
—¿De dónde sacaste la foto?—exclamo terriblemente confundida.
—Ah te reconoces... ¿no lo recuerdas?, tú robaste la cámara.
¿Qué?
—Eras una niña de la calle hurtabas billeteras y cosas así. Tenías unas manitos muy traviesas.
¡Mierda!, ahora temo preguntar. Pero la curiosidad me está matando…
—¿Y qué pretendes con esto?—pregunto recelosa.
—Ver si puedo tener una tajada de tu vida. Sabes que la vaina esta dura y cuando te vi en el
periódico junto a ese tío con real, bueno. La cosa es así: yo te doy información de tu vida anterior y
tú me sueltas plata—dice con desenfado.
—¿Por qué haría eso?
—Bueno, si no estás interesada en esa mierda, me puedo ir. Pero te diré: las cosas que recuerdo
podrían ayudarte con tu problema de memoria Malambú.
¿Cómo me ha dicho? eso me suena. Un recuerdo fugaz viene a mi mente, un niño de diez años
mugroso, arisco y corriendo, llamándome, y ese es mi nombre. ¿Ese sonido es acaso un nombre o un
alias? Miro mis manos y son pequeñas y tengo las uñas llenas de mugre, me atenaza un olor
nauseabundo que penetra mis entrañas. Tengo ganas de vomitar.
—¿Qué pasa, te estás acordando verdad? Yo sé de donde saliste tú, soy el único que lo sabe. Toda
esa pantomima que estás haciendo es una farsa, tú saliste de la mierda, tal como yo.
Me enfurece que me compare con él.
—Te agradezco que te largues de mi casa.
—¿Qué, ahora eres delicada?—ríe—Quizá no me supe explicar; quiero ayudarte. Yo también dejé
esa vida atrás… Ahora soy una persona decente que medio se gana la vida. Aquí te dejo mi tarjeta,
llámame y yo te ayudaré con tus lagunas. Piénsalo como un trueque Malambú.
Tomo la tarjeta.
—Ese no es mi nombre.
—¿En serio?, yo creo que ese es justamente tu nombre…
Cuando estoy a punto de soltarle una mala palabra Cata aparece.
—¡Leo cielo, llegaste!—se lanza a sus brazos besándole—. Issa, este es mi novio, Leo—quedo con
la boca abierta. Este chantajista es el adorable Leo de Cata. ¡Mierda! eso es un problema—. Voy por
mi bolso.
—Qué te traes entre manos. Eres un sucio.
Ríe
—Hola cielo—Sebasthian ha llegado, nos ve a ambos e imagino la cara que debo tener. Frunce el
ceño—¿nos vamos?
—Sí, vamos.
El silencio en el auto nos arropa por completo. Leo me ha dado mucho en que pensar. Que odioso
sujeto ¿qué le habrá visto Cata?
—¿Quién es ese tipo?—me suelta Sebasthian sin apartar sus ojos del camino.
—Alguien que conozco.
—¿Ah, sí? ¿De dónde?
—De la casa hogar—le miento, quiero que se olvide de él.
—Mmm. ¿cómo se llama?
¡Oh no! Ya va a empezar con la preguntadera.
—Leonardo.
—¿Y su apellido?
—¿Para qué Sebasthian?
—Digamos que por curiosidad.
—No lo sé.
Me lanza una mirada de soslayo.
—No me mientas, Clarissa—su tono es de advertencia.
¿Cómo?
Vale, en serio no lo sé sobre todo porque no he visto su tarjeta todavía. La tengo segura en mi
bolso.
—Te he dicho que no lo sé—insisto y en verdad trato de no sonar ansiosa.
—Sabes que puedo averiguarlo, verdad.
—Adelante—me encojo de hombros.
Exhala.
—Sé que me estas ocultando algo. Muy a pesar de ti te conozco muy bien y además soy experto en
mentiras, puedo leer a las personas. Ay Clarissa no me gusta para nada lo que estoy viendo en ti. ¿Por
qué cubres a ese pelmazo?
—Sebasthian por Dios ¿estás celoso?
—Sí y no ¿Tuviste algo con él?
—¿Qué? ¡No!
Me río.
— ¿O es que quieres tenerlo?
Río de nuevo.
—No le veo lo divertido—aprieta el volante con fuerza.
—¿Cómo crees que me puede gustar teniéndote a ti?—coqueteo.
Se le ve complacido
—Ah, sí. No lo sé, me confundes. Hay algo que no me cuentas, eso está claro.
****
Ya en el restaurante me encuentro inmersa en mis pensamientos tratando de encontrar recuerdos
viejos, amarillentos y desgastados de mi infancia. Pero estos se escabullen. El truhán de Leo va a
salirse con la suya porque necesito recordar…Conocer de dónde vengo… Comemos en silencio, el
apuesto diputado no tiene nada que decir ¿qué le pasará?
— ¿Cómo estuvo todo en la Asamblea?
—Como siempre, hay mucha gente falsa en esa mierda.
—Ah... ¿estás enojado?
—Bueno, si hay algo que me molesta son las falsedades. Esa vaina me cabrea en verdad.
Está de un humor de perros hoy. Justo lo que me faltaba…
Le llega un mensaje a Sebasthian y frunciendo el ceño pide la cuenta. Antes de poder saber si
quiera qué le pasa, paga, se levanta y se dirige a la puerta. Tomo mi bolso y me apresuro a seguirle.
—¿Qué pasa?—pregunto ya intrigada por su reacción, al parecer no me escucha porque sigue
caminando ¿adónde va?
De pronto se voltea y me toma fuerte del brazo.
—¿Qué significa esto Clarissa?—me muestra la tarjeta de Leo ¿Cómo carajos?... Claro cuando fui
al baño…—¿Hay algo que me quieras decir?—su mirada es intensa.
Me siento en el banquillo de los acusados. ¡Ay Dios!
— ¿Revisaste mis cosas?—exclamo atónita.
—Si me mientes lo voy a hacer y desde que lo viste andas rara—dice categórico sin la menor
culpa por invadir mi privacidad.
—No es lo que crees—no puedo sostenerle la mirada.
— ¿Y qué es entonces?—dice exasperado.
—Por favor, Sebasthian, es privado—me siento cada vez más cohibida.
—¿Qué carajos significa eso? no debe existir nada privado entre nosotros.
Me avergüenzo de mi pasado
—Es que no te lo puedo decir.
—Dímelo—me exige amenazador—. Mira, ese hombre está metido en líos con drogas y esas
cosas. Se asocia a malandrines. No es de fiar, no quiero que tengas nada que ver con él.
—¿Y cómo sabes eso?
—Lo mandé a investigar te dije que lo haría—admite enfático.
Dios mío, este hombre no respeta la privacidad de nadie.
—Ay por favor Sebasthian, créeme puedo lidiar con eso—estoy exasperada por su intrusión.
—¿Qué pasa Clarissa, que mierda te pasa con ese tipo? No me gustan los secretos te sugiero que no
me hagas perder la paciencia, sabes cómo me pongo.
—¿Me estás amenazando?
—Solo quiero que me digas que te pasa... me estás volviendo loco...no sé qué pensar...
Lo cierto es que la única persona que podría ayudarme a deshacerme de Leo es Sebasthian, pero sé
que si le cuento lo que ha pasado nunca podré averiguar lo que él sabe de mi vida anterior. Además,
es degradable tener que hablar de eso con Sebasthian. Hasta a mí que cuesta aceptarlo.
—Prefiero no hacerlo.
Su cuerpo se tensa aún más.
—¡Basta!... hasta aquí llegamos tú y yo. Te niegas a confiar en mí y yo no pienso suplicarte más—dice furioso.
Me quedo en silencio. Estoy impactada ¿está diciendo que esto se acabó? ¿Es en serio? ¿Acaso él
también me está abandonando? ¿Sebasthian me está abandonando? Una ola de miedo, desesperación e
ira arremete contra mí anulándome a su paso.
—¿No piensas decirme nada?—espeta—a pesar de lo que siento por ti debo reconocer que eres una
pared. No puedo contigo. Me rindo. Ya no más. No pienso buscarte más—se pasa las manos por la
cabeza y me mira—. Di algo.
Me cuesta articular palabra con ese nudo que se aprieta más y más en la garganta. Siento un terror
indescriptible y en las penumbras de mi memoria me resulta conocido. De repente, me siento como la
niña mugrienta y piojosa que nadie quiso.
Hay algo muy malo conmigo…
—Entonces...adiós—logro musitar y no puedo ocultar el desespero en mi voz. Él me toma del
brazo.
—No puedo estar con alguien que no confía en mi Clarissa, ya estoy cansado de esa mierda—dice
con más suavidad.
—¡¡Entonces por qué coño no me sueltas!!—rompo colérica y el queda con los ojos muy abiertos
—¿crees que me da miedo estar sola? ¡Te doy una noticia: Esa ha sido mi puta Vida! ¡¡A la mierda
contigo!!—me zafo de su agarre y prácticamente salgo corriendo.
No puedo soportar su rechazo.
****
Otra vez vuelvo a tener a la soledad como mi compañera. La conozco bien, es pálida y desencajada
y me mira con ojos huecos oscuros y abismales, con su gesto torcido pero familiar. Le has tenido y
le has perdido, me dice y lo repite una y otra vez para atormentarme la muy perra. Realmente lo has
jodido. Me siento tan vacía, tan agotada, tan anulada; seguramente de tanto llorar, no sé cuántas horas
llevo en eso. Ni sé que hora es. Está recostada a mi lado y me muestra su horrible sonrisa que parece
más una mueca. Tiene infinitos dientes afilados y los hinca en mi piel doliente y anhelante de caricias.
Me dice eres mía, así como él me lo decía, pero solo me deja una fea cicatriz sangrante. No tengo
alma. Soy un recipiente vacío y roto. Inservible, nadie me extraña. Lloro amargamente abrazando la
almohada y quisiera transportarme al mundo de Morfeo a ver si hallo algo de paz. Pero este también
me evade. Toda esta angustia ¿por qué la siento? ¿Qué me ha pasado? Dijo que ya no me buscaría,
que le cansé con mis jueguitos de corre a ver si me alcanzas. Pero ¿qué puedo hacer? no sé cómo
amar, como confiar…Y entonces, después de enloquecerme con su tacto, con su tremendo poder de
seducción, de prometerme su cariño, de declarar su amor, de mostrarme cómo se siente la ternura, el
amor, la seguridad, me quita todo porque se cansó… Se cansó de mí… ¡Joder! como le odio.
Realmente le odio tanto. Quisiera...Quisiera...su boca en mi boca. ¡Ay Dios! ¿Por qué no dejo de
llorar?... ¿En verdad no me va a buscar más? Quisiera que no fuera cierto. Que solo hubiese sido un
arrebato, a veces tiene un carácter del demonio y le queda tan bien, lo hace verse más varonil, más
fuerte... ¡Ay! ¡Cómo le extraño!
No puedo evitar sentirme desvalida. Huérfana. Sin familia. Sin nada. Sin corazón ni alma...
Precisamente por eso nunca me había entregado antes y entonces apareció él y me tomó por
completo sin siquiera preguntar, ni pedir permiso. Lo que quiere él lo toma, se apodera y ya. Pero
también se entrega, da y da y no se cansa de dar. Es tan fácil para él, ser él. Le envidio, no se amilana
con nada. Bueno, hasta que llegué yo y le colmé la paciencia. Me quiso rápidamente y más rápido
dejó de quererme; justo cuando por fin le estaba creyendo. Quisiera no ser como soy, no estar tan
jodida. Ser solo una chica más con algo que ofrecer además de su cuerpo. ¿A quién pretendo
engañar? Es curioso extraño hasta a su familia. Los mellizos y sus ocurrencias divertidas y él
jugando con ellos, como un niño... ¡Ay, que lindo! Ahorita mismo me cuesta verle algún defecto solo
que no me quiere. Si ese es su defecto que ya no me quiere.
Suspiro agotada y por fin Morfeo se apiada de mí...
Sábado 24 de Enero
“Suplicas saladas, horrendos sustos, flores olorosas y bombones tentadores"
Un pitido agudo me despierta. Rebusco el celular, entre las sábanas revueltas, con la esperanza de
que sea un mensaje de Sebasthian.
No lo es.
Miro el teléfono con una tristeza sobrecogedora.
CATA: Ami necesito que me prestes tu bolso verde, lo paso buscando.
CLARISSA: Ok.
Prefería no verla pero no puedo negarme. Me levanto, me aseo un poco y tomo el susodicho bolso.
Cuando abro la puerta está Leonardo con ella. Me dedica una sonrisa maliciosa que Cata no alcanza
ver.
—Hola ami ¿qué te pasa?—pregunta ella al ver mis ojos hinchados. Le hago un gesto negativo con
la cabeza—. Hablamos luego ¿sí?
—¿Y tienes los zapatos nena?—le dice Leo.
—Buena idea—exclama contenta—. ¿Dónde están?
—En el armario— respondo en automático.
Cata desaparece en el apartamento. Apenas se va, Leonardo se acerca a mí.
—Esperé tu llamada, pero no llegó, si quieres saber más de tu vida te espero a la una de la tarde
por el rio Guaire a la altura de Plaza Venezuela. Lleva un dinerito tú sabes lo necesito para llevar de
paseo a tu amiga
—Déjale tranquila.
—¿Por qué haría eso? Ella me gusta y es muy complaciente.
— ¿Por qué haces esto?—digo hastiada.
— ¿Y por qué no? Se usa lo que se sabe—comenta con desenfado.
Cata aparece de nuevo.
—Listo. Gracias Issa, nos vemos luego—me estampa un beso y prácticamente se lanza a los brazos
de ese truhán.
La tomo del codo, quisiera decirle que su noviecito es un sucio chantajista pero veo sus ojos
ilusionados y decido que no es el momento, además me siento débil y vulnerable ahora.
—Ten cuidado.
...de Leo
—Tranquila, Leo me cuidará.
Quedo con un mal sabor de boca. Leo y Cata. Otra mala elección de mi amiga. Una bala perdida.
Un huérfano indeseable que logró escapar de las calles a medias. ¿Así sería yo de no haber conocido
al Doctor Spillman? No lo sé, pero solo de pensarlo se me sube la bilis. En la comodidad de mi
apartamento busco mi diario y comienzo a escribir como un rayo todos esos sentimientos que me
están atenazando. La preocupación por mi amiga, el chantaje, mi pasado y no menos importante
Sebasthian. No me ha llamado, ni me ha enviado un mensaje. Así que hablaba en serio con eso de
separarnos, y todo porque el imbécil de Leo se le ocurrió aparecer y darme un vistazo de mi pasado,
algo a lo que no me puedo resistir. Es difícil vivir sin saber de dónde vienes.
Pasado. Cata. Leo. Sebasthian. En eso me paso el día ¿cómo lograré resolver todos estos líos?
Resulta increíble que todo iba tan bien hasta hace poco, casi como un sueño y ahora estoy inmersa en
esta pesadilla. El estómago me ruge. Voy a la cocina y todo me parece un asco.
A las doce y media estoy en camino a mi encuentro con el rufián descarado. Llego a una zona que
francamente es bastante peligrosa, casa de pordioseros y vagabundos. Estoy zafada de un tornillo por
estar haciendo esto. Verifico mi bolso y solo tengo el gas pimienta. Olvidé la pistola de descargas en
mi casa. Sebasthian me mataría si supiera lo que hago. Aseguro mi coche y camino aferrando mi
bolso como si mi vida dependiera de ello. Lo cual es cierto.
Cerca del desfiladero veo a Leo, que me hace un gesto con la cabeza.
—¿Entonces?—me muestra la mano quiere su dinero. Le doy un cheque que ya hice por una
cantidad considerable por su servicio.
—¿Qué diablos es esto, acaso parezco un maldito banco? Quiero plata.
—Es lo que tengo.
—Será—se guarda el cheque en el bolsillo haciendo un gesto de desagrado.
—¿Entonces?
Me observa de arriba a abajo como si fuera la mismísima mierda. Un escalofrío me recorre.
—¿Qué? ¿Incomoda? ¿Te quieres ir?—hace una mueca despectiva—. Pero si esta era tu casa—abre
los brazos como mostrando el entorno que nos rodea.
¿Vivía bajo un puente sobre el Guaire? paseo mis ojos. No sé qué es peor la basura o el olor
nauseabundo de las aguas negras.
—Éramos como 7 niños y el "Tuerto" nos administraba, tú sabes, nos lanzaba un hueso de vez en
cuando, nos golpeaba otras. Bueno, a ti no tanto porque no quería estropearte la cara. Tenía otros
planes para ti...
Tuerzo el gesto asqueada por la situación. Así que era una vagabunda, carterista que vivía bajo un
puente con opción a prostituirse. Esto se pone mejor y mejor.
—Pero no le dio chance, alguien te encontró y desapareciste del mapa. Nosotros pensábamos que
habías muerto. Así que imagínate mi sorpresa cuando veo tu cara en el periódico. No has cambiado
mucho.
— ¿Pero cómo llegué aquí?
—No sé, como todos.
—Así que no sabes nada más.
Se encoje de hombros.
—¿Y el tuerto?
—Murió hace años. Por drogas, creo.
Así que estoy en una encrucijada. Vuelvo a notar ese brillo malicioso en su mirada mientras su
boca se tuerce levemente en una sonrisa. Me entra el pánico. Estoy sola con un tipo peligroso y
taimado en un lugar solitario.
Mierda.
—Si eso es todo me marcho—apresuro el paso hasta mi coche, con rapidez saco las llaves y abro
la puerta. Cuando siento unas manos en mis hombros suelto las llaves y con la agilidad que me da la
adrenalina cojo el spray y se lo vacío en los ojos al tipo que me ha tocado.
— ¡Ay!—exclama soltándome y frotándose los ojos. Tiene un pasamontañas que le tapa el rostro.
De pronto otro hombre que no había visto golpea mi mano tumbándome el spray y dejándome
indefensa, me empuja dentro del auto violentamente y caigo del lado del conductor. Dentro del coche
lucho con él a patadas y puños para que no entre, pero tras de mí, otro se monta y me agarra de la
cintura halándome al asiento del pasajero y tomando como puede mis manos. El segundo
encapuchado se monta y antes de que cierre la puerta lo intercepta un hombre vestido de militar con
traje verde de campaña.
—Bájese del auto ahora—ordena el militar apuntándole a la cabeza. Inmediatamente nos apuntan
dos militares más a través de las ventanas. Los hombres enmascarados levantan los brazos y yo salgo
disparada del coche.
Veo a Sebasthian.
—¡Sebasthian!—me lanzo a sus brazos y encojo mi cabeza en su cuello. De pronto recuerdo que ya
no estamos juntos, que no me quiere y me aparto de su abrazo con pesar. Anhelo más que nunca su
calor pero cómo obligarlo.
—Lo siento.
—Ah cariño—me abraza más fuerte y durante un rato me permito disfrutar de su calidez
imaginándome que no me ha dejado, que aún soy suya—. ¿Estás bien?
—No—tengo hambre, demasiada sed, me arden los ojos, la cabeza me palpita, las piernas como
flanes. Siento como si me hubieran dado una paliza. Pierdo mi centro y me tambaleo. Sebasthian me
toma en sus brazos y me siento ligera y segura. Justamente ahí deseaba estar. Descanso mi cabeza en
su hombro mientras inhalo su deliciosa fragancia amaderada.
****
Abro los ojos y me encuentro en la habitación de Sebasthian. Me siento adolorida. Él está sentado
al frente mío con sus manos enlazadas, codos sobre sus rodillas, viéndome fijamente.
—Clarissa, no quiero que vuelvas a hacer una idiotez como esa—me regaña.
Se sienta a mi lado, en la cama.
—¿Cómo estás? ¿Cómo te sientes?—dice con suavidad mientras acaricia mi barbilla.
Al sentir su contacto me invade unas tremendas ganas de llorar. Bajo la cara.
—No entiendo por qué me trajiste aquí. Preferiría que me hubieras llevado a mi casa—digo con un
hilo de voz.
—Mi intención no era incomodarte... mira, ayer nos dijimos cosas, por favor, vamos a hablar ¿sí?
—murmura mientras toma mi mano.
—¿Hablar? ¿Hablar? ¿Cómo crees que me puedo sentir, Sebasthian? Primero, me pides que te deje
ser mi hogar, y luego vas y me dejas. Me dejas tú también—digo amargamente y no puedo detener las
cataratas que brotan de mis ojos— ¿Por qué me hiciste eso? ¿Es que acaso ya no me quieres? ¿Tu
amor duró tan poco? ¿Es eso? Nunca nadie me había lastimado tanto—estoy inconsolable.
—Perdóname... perdóname bebé... es que tú no demuestras nada, te guardas tus sentimientos ¿Cómo
podría saber? ...—tiene los ojos muy abiertos.
—Cómo podrías saber qué ¿Por qué tengo que decírtelo? ¿Es que no lo demuestro? No te das
cuenta que a nadie le había entregado mi cuerpo. Estaba completamente negada a sentir cualquier tipo
de emoción que me dejara vulnerable, y vienes tú y te metes en mi vida, como un huracán... y después
me dejas... desolada. No sabes la angustia que sentí solo de imaginarme que tú ya no me quisieras...
Que ya no me quieres...—escondo el rostro en mis manos.
—No digas eso, no es así, no es posible que te deje de querer—dice angustiado
—Si es posible... yo soy menos que nada... ¿Por qué me querrías? Eso es lo que no comprendo.
—Lo siento cielo, no tenía idea.
—¿Cómo puedes tener idea tú? Si has tenido una vida completamente diferente. Somos polos
opuestos. Nunca podrías entender de dónde vengo.
—Tienes razón, he sido tan tonto. Nunca debí dejarte. Me arrepentí desde el primer momento que
lo hice y me he estado lamentando desde entonces. Solo que te vi tan molesta que no creí que me
perdonaras.
Hablo con el corazón. Como nunca antes le dejo a mi alma guiar mis palabras.
—Has sido muy cruel, me lastimaste tanto que no he parado de llorar. Me diste algo que nadie
nunca había compartido conmigo. Algo muy valioso para mí y luego me lo arrancas de la nada. Yo...
no sé si pueda perdonarte.
El traga saliva. Está muy pálido.
—Por favor cielo, nunca quise lastimarte. Yo sigo sintiendo lo mismo por ti y verte así me pone
muy mal. Soy yo el que no se perdonará nunca el haberte lastimado. No llores más cielo—enjuga mis
lágrimas con sus pulgares.
Pero la presa se ha abierto no puedo parar mis palabras que salen tan raudas como mis lágrimas.
—Sebasthian, yo no sé cómo amar. Estoy seca por dentro. Tengo tanto miedo. ¿Cómo podría darte
algo que no sé cómo dar? Tienes razón en apartarte de mí, solo saldrás herido.
—No. Estaba equivocado. Fui un idiota. Perdóname cielo, no te dejaré nunca.
—No juegues más conmigo, por favor. Deja de prometer imposibles has dicho que te cansé. Que
agoté tu paciencia—niego con la cabeza desconsolada.
—Olvida eso ya. Por favor. Yo te quiero mucho y quiero que estemos juntos. ¡Ay, Clarissa! no me
bastará el mundo para darte si con eso me perdonas. Perdóname... perdóname bebé...
Me abraza y sus brazos son cálidos y acogedores. Sus palabras son un bálsamo para mi alma
dolida. ¿He de creerle a Sebasthian? Ansío hacerlo y borrar las últimas doce horas de mi vida para
siempre. Como nunca, quiero entregarme a él. Tomo su rostro y le beso, vaciando en el mismo toda
la desesperación y angustia que he sentido desde que lo dejé, él responde de igual forma.
—Ámame...—le pido en un susurro. Mi rostro lleno de lágrimas que no paran de correr.
—No cielo, estás muy alterada. Por favor descansa—trata de tranquilizarme acariciándome el
cabello, acunando mi cabeza—. Te acaban de atacar, necesitas calmarte un poco, yo me recuesto
contigo.
—No me dejes.
—No cielo, estoy aquí, tranquila, ¿sí?—se acuesta tras de mí y me cubre con sus brazos mientras
sigo con mi ataque de llanto—. Tranquila bebé—se le quiebra la voz.
—Se mi hogar—murmuro acomodándome en su abrazo.
—Seré lo que tú quieras, cuando tú quieras, mi cielo—su voz es tranquilizadora y plagada de
cariño.
Al rato ya han cesado mis lágrimas. Mi respiración se ha acompasado a la suya normalizándose.
Aún me siento desgastada. Me sorprende ver un arreglo floral. Es un exquisito arreglo de rosas
blancas en la mesita al lado de la cama. De allí emanaba ese aroma.
—¿Esas flores?
—Son para ti, cielo—me dice él con suavidad— ¿Recuerdas cómo te liberaste de tus captores?
—Me ayudaron unos militares...y tú estabas con ellos ¿verdad?
—Claro que sí. Por un lado mandé a seguir a ese imbécil que te estaba chantajeando, y por el otro,
te estaba siguiendo a ti.
Me giro para verle la cara porque no doy crédito a lo que dijo.
—No me mires así. Yo fui a tu casa a hablar contigo en persona. Sabía que si te llamaba o te
enviaba un mensaje te ibas a alejar de mí, pero cuando llegué ya estabas en el coche, así que decidí
seguirte. No podía soportar otra noche sin ti, anoche fue una pesadilla. Solo veía tu linda carita
mandándome a la mierda.
Río por lo último que dijo.
— ¿Creíste que te desharías de mí tan fácil?—me dice.
—Tú me dejaste—susurro con pesar.
Suspira.
—Lo dije aunque no lo sentí—sonríe tristemente—, solo quería presionarte para que me dijeras lo
que te traías con ese fulano pero agarraste rápido la carrerilla—suspira—. No entiendo por qué no
terminas de confiar en mí. Eso me ha dolido en lo más profundo, Clarissa…
Continúa y su mirada azulada expresa la misma congoja de sus palabras...
—Lo peor es que sé que me mentiste y eso me estaba desquiciando...Yo no soporto las mentiras,
por eso he pasado tanto tiempo sin una relación seria. No doy mi confianza a cualquiera, pero cuando
lo hago, espero lo mismo. La misma entrega.
Otra vez me encuentro sorprendida por la intensidad de sus sentimientos y su capacidad para
expresarlos. Lo hace parecer tan fácil. Y entonces por enésima vez desde que lo conozco debo
concederle la razón. Así que comienzo mi confesión culposa...
Entierro la cabeza en su cuello, no quiero ver su reacción a mis palabras.
—Ese hombre me dijo cosas perturbadoras de mi pasado, antes de estar en la casa hogar.
—¿Qué te dijo?—me dice con suavidad mientras aprieta levemente su abrazo.
—Que vivía bajo un puente, que era una vagabunda que hurtaba carteras y que si no me hubieran
encontrado los de la casa hogar posiblemente fuera una prostituta drogadicta—digo amargamente y
entonces soy yo la que le abrazo más a él.
—¿Y esa vaina te sirvió de algo?
—No—mi voz casi inaudible.
—¿Para que querías saber esas cosas? ¿Tú crees que importa? ahora vas a tener eso taladrándote la
cabeza ¿qué esperabas, encontrarte con tus padres biológicos?
—No sabía qué esperar, pero me sorprende la verdad.
Más que eso tengo un profundo hueco en mi corazón. Ahora hay otro sombrío recuerdo de mi
niñez, en mi aún más gris y deprimente colección de recuerdos.
—No es para menos. Pero el que busca encuentra, ya lo sabes—Toma mi barbilla y la sube para
verme el rostro—. Ya no insistas en tu pasado. Si haces eso pierdes el poder que tienes sobre ti
misma. Debes sentirte orgullosa de lo que has alcanzado a pesar de todo, con ayuda de tu padrino o
no, lo has hecho tú. Porque aceptaste salir de ese mundillo. Aceptaste la ayuda que él te brindó—dice
ladeando su cabeza. Su tono es dulce— ¿Te crees acaso esa niñita desvalida y triste? Esa no eres tú.
Eres una mujer fuerte, luchadora, orientada al logro, agradecida y muchos otros atributos que te
hacen extremadamente adorable.
¡Ay, que hermosas palabras! Estoy sin aliento. En mi vida nadie me había dicho cosas así de lindas.
Solo él. Solo Sebasthian.
—¿Además qué es lo que te aflige, no haber tenido familia? pues ahora la tienes—Le observo sin
entender—. Mi familia te quiere y yo también. Ahora ellos son tu familia.
Sonrío como una niña. Me gusta su familia.
—Ves, ahora eres una niñita consentida y muy querida—me da dulces besitos en la comisura de la
boca.
¡Qué lindo!
Me ruge el estómago.
—Tengo hambre—digo con pesar por que quiero que me siga mimando.
—Vamos a comer, pues—dice levantándose.
Antes de salir me deleito en el hermoso arreglo floral. Las rosas son grandes y con el borde rosa
pálido su aroma es envolvente.
Tomo la pequeña tarjeta:
Perdóname. Te extraño demasiado.
Sebasthian
—¿Te gusta?
—Me encantan. Nunca me habían regalado flores.
Sonríe orgulloso mientras le abrazo. Luego me lleva de la mano a la sala.
—También son para ti—señala con la cabeza el sofá, sobre él reposan un gran arreglo de globos
blanco y plata con golosinas, y un peluchote de lo más tierno.
Ciertamente este hombre me va a malcriar.
—¿Flores, peluches y globos? ¿Acaso te vaciaste toda la tienda?—río incrédula mientras abrazo el
peluche disfrutando de su suavidad. Es un inmenso oso panda.
Él sonríe al verme.
—Es que no sabía qué te gustaba, aún nos falta conocernos—se encoje de hombros.
—¡Que exagerado eres!
Me mira con expresión culpable.
—¿Qué?
—Hay más—dice mordiéndose el labio para evitar reírse.
—¿Más?
—Sí—pone sobre la encimera de la cocina una gran caja de bombones con forma de corazón.
Rompo en carcajadas casi hasta el llanto.
—¿Qué? ¿Tampoco te habían regalado peluches y chocolates? es lo clásico—está sorprendido.
—No—digo limpiándome una pequeña lagrima de mi sonriente rostro.
Toma su barbilla reflexiva. Sus ojos tienen un brillo de triunfo.
—Es que nunca te habías topado con un hombre de verdad, Clarissa; con razón nadie te había
desvirgado—asegura mordaz.
Paro la risa. Pero que pesado ¿por qué ha dicho eso?
—Ya rompiste el encanto.
—¿Qué? Es la verdad.
Tiene razón pero no pienso dársela. Está claro que jamás me había topado con un verdadero
hombre. Así como lo es él, entero de pies a cabeza. Un hombre que puede ser duro y tierno, franco y
astuto, gracioso y exigente, sexy y pueril. Suspiro. Si le hubiera conocido antes seguramente hubiera
caído redondita en sus brazos. Justo como ahora.
Dejo a mi lindo panda de nuevo en el sofá y me siento en uno de los banquillos de la cocina a
curiosear que hace Sebasthian. Él saca una bandeja del aluminio del horno y la coloca sobre el
mesón.
—No me digas que estás molesta por mi comentario. Parece que no soportas la verdad.
Comienza a repartir las porciones en los platos. Parece carne roja con verduras asadas y está muy
jugoso. Ya estoy babeando tanto por el plato como por el que me lo está sirviendo.
—Eres un grosero—hurgo en la caja de bombones.
Ríe
—¿Por decir que te desvirgué?... desflorarte, mancillarte y deshonrarte ha sido para mí un placer.
¿Cuál termino te gusta más Clarissa?—comenta con humor mordaz—. Oh no, nada de postre hasta
después de comer—me quita de la mano el bombón que estaba camino a mi boca y se lo come él.
¡Qué odioso!
—Oye—me quejo.
Coloca en la encimera los platillos ya recalentados en el microondas. Huelen divino, muy a
especias.
—Es cordero, espero que te guste.
—Está delicioso ¿Otro platillo de Carmen?—está tan rico que prácticamente devoro la comida.
Niega con la cabeza
—¿Lo hiciste tú?—asienta con la cabeza altivo—¡Entonces quiero más!
Sonríe complacido. Se ve tan feliz en estos momentos y yo también, al parecer la llantera me sentó
bien. Estoy completamente relajada. Quizá eso era lo que necesitaba, drenar de una vez por todas esa
tristeza de mi interior. Así que después de toda esa locura del rompimiento, el chantajista, la
preocupación por Cata y el rudo forcejeo con encapuchados misteriosos solo queda… tranquilidad.
En mi vida me había sentido así de relajada o como diría Cata con todos mis chacras alineados ¿será
porqué de una vez por todas le abrí mi corazón y expresé mis sentimientos y dudas a Sebasthian?
Seguramente…
—Deja eso ya y ven acá...—dice él aún sentado en el banquillo y yo tan facilona suelto los platos
sucios en el fregadero. En verdad tenía la intención de lavarlos, pero si él insiste… Me le paro al
frente entre sus piernas, toma mis manos y de nuevo me encuentro ante el mar azul intenso de su
mirada—. Te eché en falta anoche. No sabes lo fría que estaba mi cama sin ti. Me parece que ya no
podré volver a dormir solo. Por tu culpa.
Me tiemblan las piernas.
—Que cosas dices.
—No te estoy mintiendo Clarissa. Nunca me había pasado algo así. Extrañé hasta tus patadas de
medianoche. Creo que deberías entregarle el apartamento a tu padrino y venirte a vivir acá.
¿Irme a vivir con Sebasthian? esto está pasando demasiado… demasiado… demasiado rápido.
—No pongas esa cara de susto. Mira, es lo natural. Yo no quiero que te vayas y tú tampoco te
quieres ir ¿verdad? Lo sé, estoy comenzando a comprender tus reacciones y hace un rato cuando
llorabas todo eso que me dijiste me demuestra que en realidad quieres estar conmigo; que no es solo
sexo. ¿Entonces para qué dilatar el asunto? si sabes que tarde o temprano va a pasar.
¡Coño!, ¿por qué tiene que ser tan bueno para persuadir? justamente me tenía que encaprichar de un
experto en el arte del convencimiento.
Madre mía…
Otra vez estoy acorralada.
—No, Sebasthian, no insistas.
Me hace un mohín. Como me enloquece cuando hace eso.
Suena su teléfono con un timbre genérico. Contesta de inmediato tomándolo con una mano pero
sin soltarme la otra.
—Petroni... ¿qué averiguaste?...ajá...rómpelo... ¿y los otros?... ¿qué dijo el huevón?... ¿estaban
implicados?.. Entonces... ¿Qué coño?... ¿Ah sí?... Sabes que hacer—mientras hablaba me he quedado
hipnotizada, su rostro iba de la sorpresa a la firmeza y finalmente a la ira. Cuelga.
—¿Qué pasó?—me atrevo a preguntarle porque se ha quedado muy quieto de repente como
inmerso en su intensa actividad mental.
—¿Qué te dijo Leonardo?
—Lo que te comenté.
— ¿Te dijo por qué te estaba chantajeando?
—Bueno, dijo que era algo que él sabía hacer. Que era su costumbre o algo así—Sebasthian se
rasca la nuca—. ¿Por qué? ¿Qué pasa?
—Parece que tu amiguito trabaja para alguien... Alguien que conozco.
—¿Te refieres a que esto que pasó hoy tiene que ver contigo?
—Sí...—se ve decaído—me temo que ese susto que pasamos se debe a mí al fin de cuentas.
—¿Por qué te pones así? No es tu culpa—Coloco mis manos en sus hombros y le digo dulcemente
—. Además me salvaste y también lo hiciste cuando me atacó el acosador, y ese no tenía nada que ver
contigo.
—Sí cielo, pero no será la última vez que te veas en peligro por mi causa. Me temo que mi
candidatura le ha dado la espina a más de uno. Te he puesto en peligro...—dice cabizbajo.
—¿No pensarás dejarme otra vez?—me observa como si eso fuese justo lo que estaba pensando.
Me entra el pánico.
—¿Vas a dejarme?—mi voz sube unas octavas.
No… no… no… ¡Sebasthian no lo hagas!
—Pues no te dejaré hacerlo. Ahora no me voy de aquí—digo obstinada cruzándome de brazos.
—Clarissa, entiende, esto es muy peligroso… yo... lo mejor es que te alejes de mí.
—¿Y qué te garantiza que no vuelvan a intentar raptarme?—él cierra los ojos como para apartar
esa odiosa idea—. Ya no puedes dar marcha atrás. Además, me prometiste que no me dejarías nunca
¿o es que tú no tienes palabra?
No me contesta. ¡Como todo político promete cosas que después no puede cumplir! ¡Maldición!
¡No le voy a permitir dejarme!
—¡Juro por Dios Petroni que si te vuelvo a mandar a la mierda no te voy a perdonar así me
compres todos los putos peluches, flores y chocolates del país!—me mira triste y confundido como si
soportara un enorme peso sobre sus hombros. No parece el Petroni que conozco. No soporto mirarlo
—. Es más me voy al cuarto. No quiero verte más así de deprimido. No te reconozco—cojo la caja de
bombones y en el trayecto el peluche.
****
Llevo un rato recostada sobre los brazos de mi inmenso panda, en la cama de Sebasthian,
saboreando los deliciosos bombones. Estoy entregada a este pequeño placer. Sebasthian es, sin duda,
un hombre muy romántico. Todavía no me la creo...
Así que me piensa dejar por miedo a mi seguridad... Rápidamente me quito los pantalones y la
blusa colocándolos en la silla, quedándome solo en un lindo bóxer de algodón. Bueno, veremos si
me va a echar a la calle en bragas... vuelvo a recostarme con dos de mis regalos favoritos.
Entra a la habitación y se para de sopetón. Yo me meto a la boca un bombón de manera sugerente.
Así que piensas dejarme... Suerte con eso querido...
Se acerca a la cama y se sienta en una esquina de la misma observándome muy bien...
—Tienes una boquita muy sucia me parece que te has ganado unas cuantas nalgadas—mira mi
trasero con anhelo pero pronto desvía su mirada a mi rostro y continúa con más seriedad—.
Francamente me disgusta que te dirijas a mí en ese tono. No es propio de una dama.
Ay, pero que seriedad.
—¿Qué Petroni me vas a castigar?— le digo juguetona.
—No en este momento...—dice pensativo—Estaba pensando que podríamos seguir juntos, pero
tendrías que hacer unas cuantas cosas...—se pasa ambas manos por los muslos un poco ansioso creo
—. Vamos a inscribirte en un curso de defensa personal y en otro de tiro defensivo—me mira
expectante, no hago gesto alguno porque la idea no me sorprende, él ya me había dicho que quería
entrenarme en tiro al blanco antes, y lo de defensa no me parece mal. De hecho me parece muy útil y
acertado dada la situación—Clarissa tu vida va a cambiar.
—Ya cambió—...desde el día que le conocí dio un giro de 180 grados.
—Además deberás llevar un escolta. Nunca podrás salir sola ¿Estás segura de que quieres esto?—evalúa mi rostro buscando señales de duda, transpira nerviosismo.
En segundos coloco en un lado de la balanza imaginaria: defensa-tiro-escolta y del otro lado a
Sebasthian. La balanza se precipita abruptamente hacia un lado. Sebasthian. Esa es mi única opción.
Asiento con mi cabeza.
—¿Sabes que debes entregarle el apartamento a tu padrino, verdad? ¿Quieres que te acompañe?
Sebasthian y mi padrino otra vez enfrentados. Caray, otra vez los dos leones van a pelear por su
territorio.
—Este... podemos esperar para hacer eso... No tenemos que hacerlo justo ahora—Podría postergar
ese encuentro eternamente.
—Estas dudando ¿verdad? ¡Lo sabía!—niega con la cabeza, consternado—. No tienes porqué pasar
por esto.
—Bueno, hubieses pensado eso antes de arrinconarme en un baño de hotel, me parece que ya es
tarde ¿o eres tú el de la dudas?—digo con el rostro apoyado entre mis manos.
—Temo que te pase algo por mi culpa—me ve con ojos tiernos.
Me parece tan vulnerable que no puedo resistirme y me pongo de pie frente a él tomo su cabeza en
mis manos.
—Si me dejas sola y me pasa algo, entonces será tu culpa.
Le abrazo colocándole el rostro en mi generoso busto, siento su sonrisa en mi piel.
—Acepto tus condiciones así que ya cambia la cara—le acaricio el cabello para calmarlo—. Tienes
3 remolinos, dicen que los niños que tienen remolinos son tremendos, seguramente fuiste el triple de
tremendo.
—No lo sé, nunca me castigaron—dice ahora más tranquilo.
—Me parece que la Sra. Agresti te malcrió de más.
Ríe
—Fui el último de mis hermanos, así que sí, todos me malcriaron.
Otra vez esos hermosos ojos azules me sonríen.
—¡Ay!... ¿quieres que te consienta bebé?—le susurro provocativa.
—¿Me vas a consentir mami?—contesta con picardía.
—Solo si te portas bien—le doy un beso dulce y consentidor.
Sin previo aviso me toma de las piernas y en un rápido movimiento terminamos en la cama, él al
lado mío. Ahora su mirada es oscura e intensa.
Pasea una mano por mi vientre...
—¿Y si...—...desliza esa mano dentro de mis bragas—...me porto mal?—jadeo al sentir sus dedos
dentro de mí.
—Mmm...Ya veremos.
—Eres una niña traviesa...quien lo diría...
Y así me posee de nuevo, varias veces, como solo él sabe hacerlo. Con su boca, con sus manos,
con su potencia, con sus palabras. Hablamos. Nos besamos, nos entregamos por entero
prometiéndonos tantas cosas…Oh Sebasthian como me haces sentir… Soy tuya… completamente
tuya… Lento. Suave. Rápido. Duro… Estamos calientes, jadeantes pero seguimos, no podemos parar
de tocarnos, de besarnos y sentirnos como si de eso dependerá nuestras vidas…Quédate conmigo
Sebasthian… Ámame…Ámame… ¡Ay!
—Te amo—me dice inmediatamente después que hemos alcanzado el clímax juntos. Me tiene
abrazada con sus manos enredadas en mi cabello. Escuchar esas palabras de su boca me produce una
inmensa felicidad, mi corazón baila en mi pecho. Le sonrío y estrecho nuestra unión. Así nos
quedamos un rato…
Voy a quedarme contigo Sebasthian… No pienso irme a ningún lado… Voy a dejarme querer por
ti…
Sí.
Ya no dudaré… Ya no huiré…
Porque sé lo que quiero:
A ti.
El chantajista
¡Qué mierda!
Tengo todas las todas botas llenas de lodo. ¡Ando arrecho! Llevo días caminando sin rumbo en este
infierno plagado de humedad, calor asfixiante y más lodo. Esos malditos militares me lanzaron aquí,
en medio de la selva, a modo de advertencia. Mi risa irónica solo llega a mis oídos. Estoy solo. Hace
días me ilusionaba la idea de salir de Venezuela con los bolsillos llenos de dinero. Esa gente de
cuello blanco me iba dar una buena pasta por la mujercita esa, la Malambú. Pero no sé cómo la
jugada se me cayó tan rápido... No tengo idea.
Ni tiempo me dio de cobrar la plata. Sin embargo, aunque no pueda volver a Caracas (porque me
tienen sentenciado esos militares con su jefecito) puedo todavía ganarme una platica con lo que tengo
de su pasado. Parece que ahora se ha vuelto famosa, gracias al noviecito ese que tiene.
¡Este calor de mierda!
La plaga me está matando. Mis pasos se hacen cada vez más pesados debido la capa de lodo que los
cubre y todavía ni rastro de gente.
¿Qué voy a hacer ahora?
Me jodieron la maldita Malambú con su noviecito, ya no puedo ni dar clases, ni vender mi poquito
de coca ni marihuana, porque no puedo acercarme a la Capital. Se me cayó el negocito...
Y qué decir del culito que dejé... Catalina Expósito...
Tenía muchas ganas de follármela, pero ni chance me dio. Quería que nos conociéramos mejor.
Lástima. Lástima. Lástima.
A pesar de todo no estoy dispuesto a dejar caer el negocio con esos chivos grandes, estoy seguro
que pueden protegerme del noviecito de Malambú. Apenas sepa donde carajos me dejaron y halle un
teléfono me comunicaré con ellos. Sí señor. Ellos arruinaron mi fiesta… Entonces, también les
arruinaré la suya.
No en balde me llaman Leo, el escurridizo…
SEBASTHIAN
Viernes 09 de Enero
"Adorable damita"
Otra vez aquí, acompañado de una modelito. Más de lo mismo. Mientras la observo de reojo me
debato si llevármela o no a la cama, para desahogarme un poco; sé que no sería tan difícil una que
otra palabra bien dicha y está la jugada. Exhalo. En este momento mi mente no está para eso, ha sido
un día largo. Hoy por poco me voy a las manos con el idiota de Carreño. Un verdadero mierdica sin
duda. Hemos estado discutiendo una ley para favorecer la producción nacional en el sector agrícola y
el muy pendejo salió con más de la misma perorata con que han salido los del gobierno; cuando
intervine me tildó—como suelen hacerlo para desestimarme—de oligarca y burgués. El adjetivo me
parece de lo más gracioso viniendo de ellos que lo único pobre que tienen es el vocabulario.
—¿Quieres tomar algo?—le pregunto a la modelito de turno.
—Sí, gracias—aletea sus pestañas y más que deseo lo que siento es hastío, esa es una escena
repetitiva en mi vida, solo cambia la actriz.
—Vuelvo en un momento—me dirijo a la mesa de bebidas.
Mi mente comienza a trabajar en otra intervención que podría hacer el lunes con respecto a esa ley.
Me parece odiosa y fantástica dada la situación de nuestras arcas, la fantasía revolucionaria se está
llevando el buen juicio del Parlamento por los cachos; sin duda, estoy agradecido que el presidente
de la Asamblea no sea un adepto al gobierno como lo era el anterior. Con el anterior el país se fue a
la mierda en cuanto a las leyes se refiere.
Tomo la copa de vino espumoso y me dirijo a la modelito que me acompaña hoy. Pero me paro en
seco cuando veo entrar a una dama tomada del brazo del Dr. Spillman. Ella sin duda es una dama,
muy joven por cierto, pero se ve bien educada.
—¿Eso es para mí?—asiento distraído y le doy su copa sin quitar la mirada de esa joven mujer.
¿Por qué nunca le había visto en ningún evento? ¿Será hija de ese Dr.? Nada en su conducta me da
pistas de qué tipo de relación tienen ellos, lo que si noto es cierta ansiedad de su parte. Sonrío. Cada
vez que la detallo se me parece más a una niña. No sé por qué, pero no puedo dejar de mirarla, es
curioso creo que eso no me había pasado nunca. Y eso que me he cansado de ver mujeres hermosas y
emperifolladas. Ella tiene algo que me cautiva. Definitivamente quiero conocerla.
—Gracias por acompañarme pero será todo por hoy, mi chofer te llevará a donde necesites— le
digo para deshacerme de la modelito, lo menos que quiero es darle mala impresión a mi joven dama
misteriosa.
—Gracias diputado cuando quiera—dice educada aunque sospecho que no he estado a la altura de
sus expectativas. Bueno, lo lamento, pero hoy no estoy de humor para sus implantes de silicona.
Cuando vuelvo la mirada me sobresalto, no veo a mi damita. Espero que no se haya ido. Eso sería
catastrófico. Con un poco de impaciencia recorro el lugar tratando de evitar a la gente que me saluda
e intenta entablar conversación. No estoy de humor para eso. Necesito verla ¿dónde estás princesa?
Me entra el alma al cuerpo cuando la veo en la terraza tomando fresco. Incluso por detrás me parece
que el vestido no le puede calzar mejor en ese cuerpecito.
Me escabullo con el sigilo de un gato hasta quedar casi a su lado separados por unos pocos metros.
Quiero verla bien. Mis ojos bailan por su perfil, pestañas largas, naricita perfilada y unos labios
carnosos. Me gusta esa larga y abundante melena castaña que roza su busto.
En definitiva, es la criatura más adorable que he visto en mi vida. Esto es gracioso, casi hilarante,
¿cuándo carajos he pensado yo que una mujer es adorable? Cogible sí, atractiva quizá, buen culo
seguramente, buena cama o traviesa. Pero adorable ¿es en serio? me rasco la cabeza un poco
confundido ¿qué me atrae tanto de esta jovencita? quizá este fantaseando, colocándola en un pedestal
cuando segura...
Mierda.
Exhala hipnotizada con el atardecer, y su rostro me parece el de una princesa en un cuento de
hadas. Quiero tocarla a ver si es real o solo imaginaciones mías, de pronto me siento en un sueño.
—Hermosa—verbalizo sin darme cuenta y ella dirige su mirada hacia mí por primera vez.
Se me escapa el aliento, esos ojos son hermosos.
Su lenguaje corporal me dice que la he pillado desprevenida. Me echa un vistazo. ¿Te gusta lo que
ves princesa? Sonrío perfectamente consciente del efecto que causo en las chicas. Vamos a ver qué tan
dama eres pequeña.
—¿Le gusta? tengo una vista parecida desde mi apartamento—rápidamente me esquiva la mirada y
se centra en el paisaje, y estoy consciente de que lo hace para evitarme, así que...
—Sabe pero disfruto más los amaneceres son más...excitantes—insisto en mi insinuación.
Ella se gira, boquiabierta y sus ojos bailan en mí. Creo que hasta ahora no me había visto bien. Su
cara es una oda a la indignación virginal, me resulta divertida.
Que linda.
—Hola—le digo.
—Hola—contesta recelosa y su voz también me resulta adorable ¿quién lo diría?
—Sebasthian—le tiendo la mano ya que me muero por tocarla.
—Clarissa Spillman.
Apenas siento su contacto me invade una efervescencia jamás sentida antes. Su mano es
increíblemente suave y me pregunto si toda ella es así de acariciable. Me niego a soltársela.
—Clarissa...un verdadero placer conocerte—mi voz me delata, estoy cachondo. Como si mi mano
estuviera adherida a la suya me resulta imposible soltarla y para colmo mis ojos se clavan en los
suyos. Es demasiado evidente. No puedo disimular lo mucho que me ha impactado.
—Clarissa veo que conociste al diputado Petroni, ten cuidado, tiene fama de ser gigoló—dice el
Dr. Spillman, ese pendejo se tenía que aparecer justo ahora—Diputado—me tiende la mano y reacio
debo soltársela a Clarissa.
Así que soy un gigoló ¿eh?
—Dr. Spillman no sabía que tenía una hermosa hija—le digo a manera de juego, después de todo
nos pilló tomados de manos.
—Ahijada—dice en un tono displicente—. Si me disculpa—la toma del codo arrancándola de mi
lado; a lo lejos lo veo murmurándole algo al oído, que no alcanzo escuchar pero puedo imaginar.
Pasa un mesonero y tomo un vaso con whisky helado, vacío un trago. Ese encuentro me ha dejado
picado. Me gusta Clarissa.
Estoy un rato en la terraza tratando de aclarar mis ideas. Cómo podría acercarme de nuevo a esta
chica. Aunque parezca increíble estoy nervioso. Si me rechazara sería un fuerte golpe a mi ego,
generalmente las mujeres se me lanzan a los brazos, difícilmente hallo resistencia. Pero esta
princesita pareciera que me ha volteado la tortilla y el pendejo de Spillman ni me ha dado tiempo de
averiguar si por lo menos le intereso.
Como nunca me he considerado ni cobarde ni pelele me armo de valor y me adentro en el salón
para ver a Clarissa. Sondeo el espacio y la encuentro con Spillman y otros conversando. Se le nota
que está un poco perdida, como que no está en lo suyo. Sin embargo me parece que tiene gestos muy
propios, sin duda ha sido bien educada. «Clarissa...Clarissa mírame bebé» repito una y otra vez en mi
mente a ver si por telepatía me alcanza a escuchar. Necesito un indicio de que te gusto. Como una
suerte de sortilegio surte el efecto y ella me ve. Su mirada ambarina se encuentra con la mía y no la
rehúye, quizá la distancia le da el valor de retarme. Bebé si supieras no me retaras así. Un cosquilleo
sabroso sube y baja por mi espalda a medida que recorro el salón y nuestros ojos se encuentran.
—Diputado—me dice el gobernador que habla hasta por los codos.
Sorry man estoy en algo más estimulante.
—En un momento— le digo y me doy la vuelta ¿dónde está mi nena?
Ella me sonríe picara y ahora más que nunca me parece una niña traviesa... esa idea me resulta
extremadamente estimulante. Se da la vuelta y voy detrás de ella como vaca al matadero solo para
descubrir que ha entrado al tocador. ¿Está jugando conmigo o es una invitación? No lo sé, pero me
quedo plantado en la puerta, de aquí no me mueve nadie. No sé cuánto tiempo pasa cuando se abre la
puerta y la veo. Es más impresionante de cerca. Hipnotizado por su presencia la voy empujando con
muchísima suavidad dentro del tocador de nuevo, mi mano en su vientre. Le paso pestillo a la puerta
sin dejar de mirarla...
Clarissa... Clarissa... te salvarás de cualquier cosa menos de mí.
La voy llevando muy suavemente hasta adherirla a la pared. Estoy esperando que diga algo,
cualquier cosa, que me detenga. Pero no. Ella también ansía mi contacto puedo verlo en su mirada
anhelante. En mi vida había deseado tanto tocar a una mujer. Quisiera...quisiera...tengo la respiración
alterada y debo recordarme que ella es una dama...una muy bella dama por cierto.
Me inclino sin apartar mi ojos de ella y con toda la sutileza que me es posible comienzo a besarla,
primero besitos sutiles dulces en sus labios. Ella cierra los ojos y se deja besar, sus brazos cuelgan a
cada lado de su cuerpo. Jadea y mi lengua busca explorar su dulce boca. Oh mi Dios esto debe ser el
Cielo. Me deleito lentamente en su sabor y descubro que su lengua sigue mi ritmo bailando una danza
extremadamente sensual. Me ha hechizado su vulnerabilidad. Deseo tocarla pero no quiero
violentarla tan solo me permito pequeños y fugaces roces por su barbilla y sus brazos. Ella es tan
suave. La piel más suave que he tocado. Quisiera...Quisiera más.
Retiro mis labios de los suyos en un intento por lograr algo de autocontrol. Y me descubro
observándola fascinado como la que está en una ensoñación. Tiene el rostro de un ángel. Abre los
ojos y me ve. Acerco mi nariz a la suya y le sonrío. Me gustas mucho niña.
Se le escapa un suspiro y esa es música para mis oídos.
—Delicioso—acierto a decir con voz ronca.
La aprieto contra mí para grabar su calor en mi cuerpo y me retiro. Temo que si no salgo ahora de
este baño, mañana apareceré en los periódicos como el diputado violador de jovencitas en baños de
hotel. Antes de irme le lanzo una última mirada y me sorprende ver que la chica no ha movido ni un
dedo desde que me separé de ella.
Eso es Clarissa recuérdame...
Porque te salvarás de cualquier cosa menos de ser mía...
Sábado 10 de Enero
“Vaticinio”
En la cocina de la mansión Petroni, estamos sentados conversando después de una comida, mis
hermanos y yo. Solemos reunirnos los fines de semana y ponernos al día.
—¿Y hasta cuando vas a seguir viviendo esa vida loca que llevas? Hombre, ya deberías enseriarte
—dice mi hermano Bruno sermoneándome por enésima vez a raíz de ver mi foto en el periódico con
la modelito de anoche—. No hay manera de seguirte la pista.
Me echo a reír.
—Y por qué habría de hacerlo si me la paso tan bien.
Mentira, hace rato que ando aburrido.
Un paño de cocina vuela hasta mi cara, cuando cae veo a mi hermana Celeste con mirada de
reprobación.
—Mica, estas pasado de sinvergüenza, tú no eras así ¿qué pasó con mi hermanito sentimental?
—Querrás decir llorón—le sigue la pista Bruno.
—Ni lo uno ni lo otro, ahora soy duro como el acero—hago un gesto con el brazo y a Bruno no se
le escapa el doble sentido.
—Sobre todo con las señoritas—dice Bruno socarrón.
—Mica, ya está bueno, a mi tú no me engañas, hace años que estás en automático. Tienes que
buscarte una chica que te despabile. Ya han pasado 5 años...Tienes que seguir con tu vida.
¡A la mierda! acaso Celeste ha sacado el tema a colación. El tema del que le prohibí hablar después
de confesarme con ella.
—Por mí que pasen 5 más—mascullo alejándome de la traidora de mi hermana, sintiendo el filo
del puñal en mi espalda.
Cómo se atreve a recordarme a esa puta. Todavía siento la ira hervir mi sangre como si fuera ayer.
El chico sentimental, el tonto Mikael, se fue, ya no está. Ahora solo está Sebasthian Petroni, el
poderoso, el manipulador, el conquistador.
Siento una mano en mi brazo.
—Perdóname Mica, no lo dije a propósito—dice Celeste con cara de preocupación y acto seguido
me da un abrazo, lo cual no me sorprende para nada. Por algo le dicen Cielo.
—Solo no te portes muy mal ¿sí? —me aprieta las mejillas y me siento de nuevo un crío, escondo
mi rostro en su cuello, ella rasca mi cabello con las uñas. Eso me relaja. Ya la he perdonado.
—Lo intentaré—le prometo en vano porque sé que el mal está hecho.
Esa puta me dejó hecho polvo hace años, cuando tan solo era un chico. Me le fui con todo como un
caballo desbocado confiando en su amistad y en el renombre de su familia. Cuál no sería mi sorpresa
al descubrir, que la fulana, era una loba disfrazada de oveja. Su hermosura y candidez aparente me
tenían encandilado.
—Ay, consintiendo al bebé— se burla Bruno al vernos.
—Y tu envidioso—digo con cara de niño.
¿Qué hay de malo en que me consientan de vez en cuando?
Nada, nada en absoluto.
Escuchamos que se abre la puerta principal y un tropel de pasos y sé que han llegado. Nos
dirigimos a su encuentro y primeramente como dos balines se me lanzan los mellizos.
—Tío, tío—al ver sus rostros sonrientes recuerdo a Clarissa y me permito pellizcarles la nariz—¡Au, tío, no! — se quejan ellos, este es uno de los mimos que ellos odian luego les hago el siguiente
mimo que ellos aborrecen: apretarles sus cachetotes como lo hizo Celeste conmigo.
—Hola enanos—
—Tío— chillan y se van sobándose las mejillas.
Levanto la vista y veo a mi mami con Nana. La lleva con cuidado del codo como el precioso tesoro
que es. Al verlas a ellas vuelvo a pensar en Clarissa y en la palabra adorable. Sin duda mi mami y
Nana son adorables para mí. Más que adorarlas las venero, todos mis valores y enseñanzas provienen
de ellas. Me les acerco y tomando por la cabeza a mami le dejo un besito en la frente y deslizo un
brazo de apoyo a mi querida Nana. Ella me sonríe arrugando su cara y a pesar que los años le han
surcado el rostro es como la sonrisa de un niño. Le sonrío también invadido de ternura.
—Hola Sebas, estás muy guapo hijo y fuerte.
—Porque hago ejercicios Nana.
—Ah...—me observa con esos ojos escrutadores que tiene—. ¿Conociste a la niña?—La miro
extrañado—. La niña que te dije, la de los ojitos color miel.
¿Quién Clarissa? ¿Nana ya había vaticinado nuestro encuentro? Espero que su tercer ojo no nos
haya espiado cuando nos besábamos en el baño. Eso sería incómodo.
Entorna sus ojitos que ahora parecen dos alfileres.
—¡Ajo, nana, no te cansas de un chisme!
—Te noto diferente hijo...Pero te doy un consejo, si quieres algo con ella vas a tener que armarte
de paciencia...—¿Por qué me dice eso? ahora la curiosidad me mata.
—¿Y eso por qué Nana? —pregunto ya que no puedo disimular mi interés.
—Bueno, porque ella es diferente a ti.
—¿Diferente cómo?
Me ve y estoy consciente de que está divertida a mi costa, ya sabe que estoy pillado con Clarissa.
—Ella no conoce el amor—dice solemne y ahora quedé aun con más dudas que desde el principio.
—No te entiendo nana.
—Ya lo entenderás.
Mierda. Ya no me va a decir más nada, lo sé, se acabó la lectura del futuro.
La deposito en una silla y me quedo parado a su lado, a ver si se apiada de mí y me dice algo sobre
la bella damita de ayer. Pero no, ella descansa su cabeza en el respaldo de la silla y no tarda en
dormirse. No sé por qué me sorprendo, le encanta el suspenso, suele soltar sentencias futurísticas y
dejarte en ascuas. Dice que solo orienta que a nosotros nos toca elegir nuestro destino. Es astuta la
condenada, ya sé de donde me salió lo taimado.
Saco mi celular y marco el número de López.
—López, necesito que me averigües todo sobre la Srta. Clarissa Spillman.
— ¿Clarisa con una s?
—No lo sé, pero Spillman con dos l, dame lo que consigas.
—No problem.
—Y ¿qué has averiguado de los rumores del narco?
—Todavía no sé quién los inició, pero estoy en eso.
—Bien te dejo esos encargos, el de Clarissa lo antes posible.
—Seguro.
Lunes 12 de Enero
"Soberano lío"
Ya está. Estoy aquí, de pie en el umbral de mi bella damita misteriosa. He estado en vilo desde que
nos dimos ese delicioso beso en el baño. Solo de recordarlo se me eriza el vello del cuerpo. Me da
risa, esa niñita es una psicóloga. La observo y está sentada en su escritorio escribiendo no sé qué cosa
de algún paciente loco seguramente. Mis recuerdos no le hacen justicia. Es demasiado adorable. Me
parto de la risa pensando en el significado de esa palabra y porqué mi mente ha decidido elegirla
para describir a esa criatura. Es difícil decir que yo haya adorado a una mujer en mi vida, querido
seguramente una vez. Pero en estos últimos años he optado por solo vivir el momento y eso no es
secreto para nadie. Para colmo tiene el tic de juguetear con su cabello, lo lleva trenzado lo cual me
parece original, las chicas no lo suelen llevar así. Mira su reloj y levanta su mirada hacia mí.
Hola bebé.
Se sobresalta.
—Es curioso, no la imaginé como una Dra.
—¿Cómo?—no puede ocultar su sorpresa.
Acorto la distancia entre nosotros y aunque deseo besarla de nuevo me contengo y elijo sentarme
en uno de los sillones.
—Bonito despacho—lo digo como para romper el hielo, el despacho no tiene nada de especial. Me
atrevo a apostar que no lo decoró ella—. He venido a que me dé una cita.
Ella abre y cierra la boca aunque no alcanza a decir nada. Parece que se sorprende con facilidad.
¿O será que la pongo nerviosa? La idea me agrada.
—¡Issa, no vas a creer lo que me pasó!... —escucho una voz chillona a mis espaldas y es otra niña
ataviada con vaqueros y camiseta—. Hola—me dice y luego sus ojos marrones y vivarachos se
convierten en dos naranjas redonditas—. Pero si eres tú ¡¡ el político sexy!!—chilla sacudiendo su
cabeza con entusiasmo.
Político sexy ¿eh?
Observo a Clarissa que rápidamente se ruboriza y fulmina con la mirada a su amiguita, la cual me
ha caído bien instantáneamente.
—Hola—le digo sonriente y le tiendo la mano ¿serías mi secuaz?—. Sebasthian.
Ella acepta mi saludo con entusiasmo. Ahora al grano mi niña.
—Me preguntaba si le gustaría acompañarme en la cena—«con derecho a desayuno» le digo a
Clarissa pero antes de tener respuesta de ella chilla su amiga.
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