Yo soy tu candidato: Romántica y apasionante historia de amor parte 05

 



La llevo a mi apartamento. Si se creía que yo la iba dejar en su casa con ese loco que la está

persiguiendo está muy equivocada. Entonces, vuelve ella con su ostracismo.

¿Qué te pasa cielo?

—¿Qué tienes?

—¿Y ahora cómo voy a hacer con ese acosador?

Quedarte conmigo, pues…

—Bueno, aquí puedes quedarte. Conmigo. Digo, hay mucho espacio en mi apartamento…suficiente

comida…yo...—digo como tanteando la zona.

—¡Por supuesto que no!

—¿Por qué no?

—Bueno, porque no te conozco.

Casi me parto de la risa, ahora me vienes con eso bebé.

—¿En serio? Se me ocurren unas cuantas formas en que podrías conocerme mejor.

—Además, no quiero importunarte, Sebasthian. Me refiero: eres un hombre joven, soltero...

¿Qué coño? ¡Otra vez con eso! pensé que le había dejado todo claro.

—¿Sigues pensando lo mismo que te dijo tu padrino verdad? A pesar de que te lo aclaré.

—Me refiero, tú tienes tus necesidades y nosotros...

Ahorita mismo mi necesidad eres tú. No existe nosotros sin ti, Clarissa.

—Por eso, lo mejor es que te quedes aquí, es lo lógico ¿no te parece?...yo voy a estar más

tranquilo. Las huellas que hallamos en tu casa no coincidieron con ninguna, estamos en blanco en

cuanto a quién puede estar acosándote.

—O sea, que la persona que me sigue, no tiene antecedentes

—No.

—Quizá es la primera vez que hace eso—se está enrollando el cabello inconscientemente, de

nuevo.

—Yo no me fío de eso.

—Y podrían tardar en dar con él o ella, quizás semanas, no sé.

Me ilusiona la idea de que mi nena se quede en mi casa indefinidamente.

—Quédate. Por mi está bien—me delata la sonrisa.

Me ve de reojo.

—Yo no podría hacer eso Sebasthian. No me parece correcto—niega con la cabeza y hace un gesto

con las manos que reafirma su negación.

—¿Y exponerte al peligro sí te parece correcto?—no veo cual es el problema si mi casa está a la

disposición de ella.

—Eso disgustaría mucho a mi padrino.

¡No me hagas reír mujer!

—Clarissa, eres una mujer adulta ¿qué te pasa? Por qué le das tantas vueltas, por mí encantado que

estés aquí.

Noto como comienza a tensarse y abrazándose a sí misma es llevada por sus pensamientos.

¿Adónde vas Clarissa?

Eso me pone mal.

—¿Tanto te incomoda la idea de quedarte conmigo?

—Es que estoy acostumbrada a mi independencia, a mis cosas.

—Podrías traerlas—le digo ya que no me resigno.

Me mira ceñuda.

—Eres insistente ¿eh?

—Y muy persuasivo...—intento engatusarla con mi sonrisa, pero no funciona—. Está bien

"Señorita Evasivas" será como quieras. Mañana temprano te llevaré. Pero te mantendré vigilada. Es

una verdadera lástima. En lo que a ti respecta me encantaría tenerte de manera ilimitada... veremos

qué puedo hacer contigo en tan corto tiempo...

La envuelvo en un abrazo. No soporto la idea de alejarme de ella. Comienzo a besarle el cuello y

de buena gana se deja estar.

Campeón se levanta. Quiere salir a jugar.

El corazón me bombea a ritmo acelerado. Estoy tan emocionado como la primera vez que

estuvimos juntos, apenas anoche. Me deleito en la miel de sus labios y le doy un beso interminable

mientras la recorro lentamente con mis manos. Subo y bajo por las suaves sinuosidades de su cuerpo,

especialmente en su hermoso culo y sus firmes tetas.

¡Me he ganado la lotería!

Sin dejar de besarla, la levanto abrazándole debajo de su trasero y ella se enlaza a mí con brazos y

piernas. La subo a la encimera de la cocina, me parece lo apropiado ya que quiero comérmela

completita.

A Campeón le agrada la idea, ella sabe de lo mejor.

Una vez allí me dedico a desnudarle, desabotono su blusa mientras ella me observa, expectante. Su

respiración es agitada. La mía también. Un rubor rosa se expande sobre su prístina piel delatando su

deseo. Eso me enciende más.

—Eres hermosa—su belleza me resulta intoxicante. Esos ojazos ámbar que por veces cambian de

color me tienen alucinado. Y qué decir de su rosada boquita jadeante.

Clarissa es un ángel...

...Esto definitivamente debe ser el cielo

Voy retirándole el vaquero con todo y bragas hasta llevarlos a las rodillas. A Campeón le gusta lo

que ve y a mí también. Le quito con delicadeza las sandalias para poder sacar sus vaqueros, una vez

hecho esto se las vuelvo a calzar.

—¿Qué haces? —me pregunta curiosa.

No le contesto nada porque me cuesta. Estoy a un paso de la locura, mis ideas y palabras se han

fugado de mi consciencia y solo siento esta intensidad que me embriaga y que me arrebata el juicio.

Una vez desnuda ante mí sobre la mesada, usando solo las sandalias puntiagudas, Campeón se

templa. El corazón se me para y me cuesta mantener el aire en el cuerpo. Los pantalones me

estorban, Campeón quiere saludarla.

Sin dejar de devorármela con la mirada, saco el condón y lo coloco en la mesada, mientras bajo

mis pantalones y bóxer y por fin libero a Campeón, lo visto para la ocasión y sin más preámbulo voy

bajándola sobre él.

Exhalo entre dientes a medida que va descendiendo mi niña hermosa y la cabeza se me vuela de las

sensaciones locas que estoy experimentando. Ella hace un gesto de dolor.

—¿Te lastimé?—logro decir.

—No—jadea.

¡Qué bueno, porque voy por todo! Tomo sus pies y hago realidad mi fantasía colocándolos a

ambos lados de mi cabeza.

—Deseaba hacer esto desde que te vi con esas sandalias—digo con voz ronca—. Te siento toda,

bebé.

Ella se lleva una mano a la cabeza evidentemente trastornada por la sensación de tenerme hasta lo

más profundo. La agarro por la nuca para acercarla a mí y la beso como si en su boca estuviese la

fuente de la vida y yo fuese un pobre desahuciado.

Todo lo que hago con ella me parece extraordinario, exquisito y enloquecedor, esta mujer me está

volando la tapa de los sesos.

Comienzo a empujar a Campeón dentro, fuera, dentro, fuera, dentro, fuera... se está luciendo como

nunca. Cuando se trata de Clarissa su entusiasmo es desenfrenado.

—Ay...Ay...Ay—chilla mi niña moviendo la cabeza de un lado al otro.

¡Cómo me gusta verla así!

Ella clava sus uñas en mis brazos mientras continúo poseyéndola, una y otra vez, hasta perder la

cuenta y besándola y besándola y besándola... Cuando al fin nos culminamos ambos estamos:

calientes, jadeantes, exhaustos y bien sudados.

Campeón se merece una medalla de oro por su desempeño. Estuvo a la altura del reto.

Salgo de Clarissa y la bajo con cuidado del mesón. Se ve magnifica. Intercambiamos miradas

pícaras por lo que acaba de ocurrir.

—Me voy a la ducha—dice con voz ronca y se va alejando.

La vista es inigualable.

Mi nena pavoneándose, usando solo esas sandalias de aguja...veo su trasero con añoranza; ya le

extraño. Vuelvo a poner mi cara de bobo.

Clarissa se resbala y evita caerse agarrándose torpemente del sofá.

—¡Patosa!—exclamo burlón y comienzo a reír.

Ella se incorpora sacando pecho y mirándome fijamente.

—Creí que vendrías conmigo a la ducha—me dice sensual.

¡Bebé, eres toda una coqueta!

—¡Claro que sí! —respondo con verdadero entusiasmo, y cuando voy por ella soy yo el que se

tropieza, si no me agarro del mesón caigo de bruces. Me olvidaba que todavía llevaba mis pantalones

enfundados a mis pies.

Clarissa se echa reír.

—¡Patoso!—dice.

—¡Yo te daré lo patoso!—digo juguetón y me subo los pantalones en un plis plas plus para correr

tras de ella.

Ya te enseñaré yo a respetarme...

Al salir de la ducha, después de nuestro segundo revolcón del día, Clarissa termina agotada—como

era de esperar después de tanta actividad—y colocándose las bragas se lanza en la cama con brazos

abiertos, durmiéndose de inmediato.

Está radiante.

La observo como todo un atolondrado. Sacudo mi cabeza para volver en mí, debo trabajar.

Tomando el borde de la sábana que está bajo Clarissa la arropo y salgo en dirección a mi estudio.

Una vez ahí recuerdo con pesar que mi niña se va mañana a su casa. Debo resolver lo de las alarmas

ya. Marco el número de Moncho.

—Diputado, dígame.

—Hola Moncho, necesito que mañana te encargues a primera hora de la instalación del sistema de

seguridad de la Srta. Spillman, antes de las 6 a.m. necesito que tengas todo preparado. ¿Cuento con

eso?

—No lo dude, así será.

—Bien, ese es todo gracias disculpe la hora.

—No se preocupe.

Una vez hecho esto me dedico a revisar mi agenda para mañana. Estaré en la calle fuera de las

paredes del parlamento. Mañana no hay Carreño ni sus insulsos camaradas.

Mañana mi labia será dulce porque es para el pueblo.

Otra razón para estar contento...

Paso dos horas sumido en el trabajo...Cuando me levanto son las de la madrugada ya debo

descansar.

Una vez en la habitación la veo dormida y de nuevo me parece un ángel. Con el índice retiro el

cabello que vela su rostro. Me sorprende la intensidad de lo que siento por ella. Resulta risible

considerando que era yo el que pretendía engatusarla, y tengo la sensación de que a la final, el

engatusado fui yo.

Cazador cazado.

No estaría del todo mal, estar a los pies de esta princesa exquisita.

Recuerdo lo que me dijo durante nuestro paseo por la arboleda. Que ninguno había podido

acercarse a ella. Desde tan joven estuvo a la defensiva ¿por qué?, no le encuentro sentido a eso.

Cuando uno es un chico y está en su entorno familiar generalmente la cosa no es tan difícil ¿o acaso

el problema era su familia? ¿Formó Clarissa parte de una familia disfuncional? Celeste suele hablar

de eso: padres divorciados, alcohólicos, drogadictos, violentos o abusivos. Todos inclusive.

Solo de pensarlo el corazón se me encoje. ¿Por eso no me has hablado de ellos princesa? De

pronto siento la urgencia de conocerlos, de saber de ellos. Quiero respuestas.

Ansío saber de dónde vienes tú, mi princesa, Clarissa...

Jueves 15 de Enero

"Mimos peligrosos"

Muy temprano en la mañana llevo a mi princesa a su casa y allí nos encontramos con los hombres

que instalan el sistema de seguridad en su apartamento. Como siempre Clarissa pensando que no

tengo que tomarme ese tipo de atribuciones con ella. Cómo me hace reír. Está muy equivocada si se

piensa que la voy abandonar a su suerte, a expensas de que le pase cualquier cosa. Ella es valiosa para

mí. Muy valiosa. Y si no lo quiere aceptar ese es su problema, no el mío.

—Diputado, ya fue una patrulla a casa de su novia.

—Gracias Juan.

Como quisiera ver su linda carita cuando lleguen los patrulleros a escoltarla a su trabajo. Pagaría

por eso. Casi escucho su vocecita riñéndome «no tenías que hacer eso Sebasthian... No es lo correcto

Sebasthian... Porqué hiciste eso Sebasthian».

En algún momento Clarissa entenderá que yo hago lo que se me antoja...

—Cierren el cordón sobre el diputado—dice Díaz (uno de los escoltas que contrato

esporádicamente) a los otros dos, al ver al tuerto y su cortejo de malandros acercándose, estamos

subiendo el cerro adentrándonos en un barrio de Antímano. Conviviendo con los habitantes de allí

después de hacer entrega, en un acto público, de varias lavadoras y electrodomésticos.

—Qué te pasa Díaz, ¿no conoces al tuerto?—hemos venido más de una vez a este barrio.

—Ey, llegó el chivo que más mea—dice el tuerto, malhechor peligroso y de cuidado.

—Hola man, qué hay de nuevo—le digo amistoso estrechándole la mano.

—¿Más gorilas?—hace un gesto con la cabeza indicando a mis escoltas—¿Qué le pasa man? sabe

que no nos meteríamos con usted, después de lo que ha hecho por el barrio. Mi vieja me mataría.

Me echo a reír.

—No es por eso, son una gente que andan por ahí rondándome, tú sabes…

—Bueno, cuando quiera que nos encarguemos de ellos solo pegue un grito, usted es nuestro alto

pana.

Cuando el tuerto habla de encargarse de alguien, estoy seguro que se refiere a llevárselo la

morgue. Solo hay que ver tanto su estampa como su historial. Su rostro cruzado por cicatrices, un

tumbao al caminar, y un arsenal en sus pantalones. No puedo evitar sentir un escalofrío cada que lo

veo, pero a ese tipo de gente más vale tenerlos cerca que de enemigos. Mis respetos al tuerto.

—Gracias—digo.

Llego a la casa de Juan Rincón, un patrullero humilde del barrio pero que me ha caído muy bien

así que acepto su invitación de ir a su casa y conocer a su mujer. Ya les han llevado la lavadora y al

verla su señora pega brinquitos de niña de la emoción.

—Gracias, gracias—me cubre de besos, sus labios rojos en mi cara.

—¡Mujer, ya déjale, que es un diputado!

—No lo hice yo solo fue... —intento explicarle que es una labor social que organicé con ayuda de

varias empresas auspiciantes incluida la de mi familia, P&A Venezuela.

—¡Pero el que está aquí es usted! ¿Le gustaría comer algo?

—Sí claro ¿qué tienes de bueno? —mi abuelo me enseñó a nunca despreciar un plato de comida

por muy humilde que sea.

—Solo tenemos arepitas con sardinas—dice un poco apenada.

—Las sardinas están bien para mí. Como decía mi abuelo: son buenas para la mollera—me doy

unos golpecitos en la sien con el dedo índice y anular para recalcar lo dicho.

Nos echamos a reír.

—Gracias, están buenas—digo engulléndome todito.

****

A golpe de las siete de la noche me encuentro en el apartamento de Clarissa. Es modesto y sin

pretensiones, la pequeña sala-cocina-comedor se encuentra amoblada apenas por un sofá caoba algo

desgastado y una pequeña mesa de cuatro puestos. Parece la residencia de un estudiante. Me paseo

curioseando un poco a ver si logro conocer más a mi niña. Pronto me llama la atención un estante

donde reposan pocos retratos, en ellos Clarissa con otros chicos contemporáneos a ella, ¿serán

parientes? ¿Dónde están las fotos de sus padres? Verla con toga y birrete me roba una sonrisa, pero

otra vez me asalta la duda solo está con Cata ¿dónde están sus padres?

—Me gustaría conocer a tu familia. ¿Viven en la zona? No me has hablado de ellos— le digo sin

apartar la mirada de los retratos, pero no obtengo respuesta, así que dirijo mi mirada hacia ella que

está en el fregadero de espaldas a mí.

Está tensa ¿por qué?

—¿Qué pasa?—le pregunto.

—No tengo una familia—dice y se gira para verme.

No la entiendo ¿a qué se refiere?

—Sebasthian, pasé mi vida en un orfanato. Nadie nunca me adoptó—Se encoje de hombros—. Por

ende no tengo familia.

La observo por un momento y veo que su carita está muy seria. Temo que vaya a llorar así que

desvío mi mirada supuestamente hacia el resto del apartamento pero mi mente comienza a trabajar a

toda máquina.

Clarissa sin familia. Nadie que la proteja. Nadie que la quiera.

Entonces recuerdo a Nana y su vaticinio misterioso.

«Ella no conoce el amor». Ahora entiendo.

Pensaba que era el amor carnal de un amante, pero no. Es el amor de una familia.

Me imagino mi vida sin mi familia y el corazón se me pulveriza. Qué hubiera sido de mi vida sin

los consejos sabios de Nana, sin la protección de mis padres, sin la rivalidad jocosa de mis hermanos

y primos, y qué decir de todos esos mimos y arrumacos que recibí desde siempre.

Eso hubiese sido un vacío abismal…

—Ah. ¿Vives aquí sola?

—Sí, la mayoría del tiempo, a veces viene Cata a hacerme compañía.

—Hoy te la hago yo. Tranquila no te pierdes de gran cosa. ¿Puedo poner algo de música?—le digo

obsequioso y sonriente. Aunque por dentro me apiado de mi niña, de pronto su cinismo no me resulta

tan disparatado.

—Claro, me gustaría mucho.

Enciendo el equipo y veo que tiene programada la canción del grupo Camila Bésame, casualmente

también me gusta ese grupo. Le doy play. Le echo un vistazo a Clarissa, que está de espaldas a mí,

continúa cocinando. Me invade el pesar solo de imaginarme lo que habrá vivido, cuanto habrá

sufrido. Entonces, quiero borrar esos pensamientos de mi mente, borrar su tristeza con mis caricias.

Con delicadeza la tomo entre mis brazos y comenzamos a mecernos con la misma cadencia sensual

de la música. La giro hacia mí y bajo mis labios a los suyos sintiendo de nuevo que el origen de la

máxima dulzura reposa en su boquita rosada, que me recibe con todo gusto y se amolda a la mía

perfectamente.

Quisiera pasarme la vida unido a ella, a mi princesa hermosa, besándola infinitamente.

Sin dejar de besarla la voy bajando con sumo cuidado sobre el sofá, colocándome sobre ella.

Siento sus manos en mi espalda atrayéndome más hacia sí. Eso me encanta.

Campeón se despierta.

Comienzo mi roce, mi apriete, mi estruje en su curvilíneo cuerpo... estoy extasiado sintiendo a mi

nenita entregarse a las caricias, escuchar sus jadeos. Todo se va calentando entre nosotros. El sitio

está que arde y ya no puedo contenerme, quiero más...

—Me gusta tocarte—le digo al oído y se lo lamo, sabe muy bien como toda ella. Comienzo a

besarla de nuevo, tal parece que nunca tengo suficiente de mi nena.

Gime.

Desabrocho sus vaqueros y meto mi mano en ellos. Ansío sentirla. Oh Dios mío, está toda

mojadita. Exhalo. Campeón se templa. Me dispongo solícito a acariciarla en su femineidad rozando

delicadamente su clítoris mientras la penetro implacable con mis dedos anular e índice. Como era de

esperar, gime y se retuerce indefensa dándome un buen espectáculo en primera fila. Eso me parece lo

máximo.

Campeón ansía entrar al ruedo está preparado, duro y muy entusiasmado.

—Ay—grita ella y ya no puedo más. Debo hacer realidad otra de mis fantasías con mi chica.

Retiro mi mano de su cuerpo.

—No, por favor—ella suplica.

Tranquila bebé ya te atiendo, pero antes...desabrocho mi vaquero y guio su mano hacia ellos.

—Tócame—le suplico con la mirada «acaríciame cielo, tócame Clarissa» Ella me mira con ojos

de deseo, respirando con dificultad y comienza a rozarme sobre mi bóxer. Campeón está contento,

desea que lo mimen. Yo estoy encantado. Cierro mis ojos para poder disfrutar de su novel caricia.

Esto está bien. Esto definitivamente está muy bien.

Cuando siento que mete su mano dentro de mi bóxer, acunando a Campeón, se me vuelan los

tapones. Me encanta sentir su extrema suavidad apretándolo.

Muy bien pequeña.

De nuevo hago lo mío y la complazco bajando mi mano a su sexo. Su carne tibia, caliente y

palpitante acuna mis dedos; su mano suave, pequeña y traviesa acuna a Campeón con su agarre fuerte

y oscilante.

La vuelvo a besar a profundidad y desespero ambos prodigándonos caricias tan íntimas, profundas,

calientes, húmedas y rítmicas.

¡A la mierda! esta chica es bien caliente, estoy que exploto desde que la conozco, me tiene con la

cabeza turuleca.

—Así... lo haces bien bebé... —alcanzo a decir.

—Ay...Dios—lloriquea porque la acaricio con más vehemencia.

—Si Clarissa sii...ah... —jadeo.

Estoy fuera de mí, jadeando en su oído pero sin amilanar mi intrusión y ella retadora tampoco se

rinde. De pronto su pelvis comienza a moverse hacia mi mano, buscando mi contacto.

¿Te gusta, bebé?

Sé que es el momento. Con total desespero le arranco los vaqueros y las bragas de un tajo, la

levanto y la acomodo de rodillas ante el sofá, con medio cuerpo recostado sobre él. Me acomodo tras

de ella y busco el condón en el bolsillo, lo saco y enfundo a Campeón, que parece una verga de

titanio de lo duro que está, el preludio lo estaba matando. Estaba envidioso de mis dedos.

¡Lúcete Campeón!

Admiro su trasero de melocotón mientras veo a Campeón desaparecer poco a poco dentro de mi

niña. Siento su húmeda tibieza y ese agarre que me enloquece.

Oh God…Oh...Oh...

—Mmm...que delicia...esto es el cielo bebé…—jadeo.

Y comienzo mi ritmo de dentro-fuera primero suave pero rápidamente se vuelve un frenesí salvaje.

La estoy cabalgando cual jinete. Ella comienza a aullar aferrada a los cojines del sofá como si de ello

dependiera su vida.

La tomo de los hombros porque ansío sentirla a profundidad, una y otra vez, pronto la siento

palpitar alrededor de Campeón, culminándose y llevándome con ella al clímax.

Estamos satisfechos y bien sudados, nuestra respiración aún es descontrolada. Fatigados, nos

deslizamos hasta el piso, recostados del sillón. Retiro el condón lo enrollo y lo meto en el bolsillo

del pantalón. Le lanzo un vistazo a mi niña que aún está enrojecida y jadeante.

—Ven acá.

La halo hacia mí para ponerla entre mis brazos y acomodo su pierna desnuda sobre mi cadera. Me

permito un rato disfrutar esa hermosa vista: su bello rostro con su boquita de rubí y ojos como soles,

ese cuerpecito curvilíneo que tiene que me enloquece y el broche de oro es su suave piel. Sí, ella está

de lo mejor.

Insuperable diría yo...

—¿Qué pasa? —me pregunta.

—Tienes unos hermosos ojos y unos labios deliciosos. En verdad, me gusta todo de ti, y tu piel que

suave es… podría pasarme el día acariciándote—le digo sobando la pierna desnuda que reposa sobre

mí.

Ella me sonríe y noto como sus ojitos brillan.

— ¿Quieres comer algo?

— Mmm...Ahora sí.

—Vamos—dice subiéndose sus vaqueros y abrochándolos. Yo también hago lo mismo. Campeón

esta knock out.

Al momento estamos sentados comiendo tostadas con revoltillo de calabacín.

—Está rico ¿Te gusta cocinar? —le pregunto.

—Lo normal—dice indiferente.

Me pregunto qué tipo de comida servirán en esos orfanatos. No creo que las exquisiteces formaran

parte del menú. Y aquí sola, seguramente se preparará cualquier menudencia.

—No te gusta... bueno, yo te cocinaré entonces—ya va siendo hora de que alguien la mime.

—¿A ti te gusta?—dice sorprendida.

Me río.

—Sí y sé hacerlo, pero no para todo el mundo. Cuéntame sobre ese padrino tuyo.

—¿Qué quieres que te diga?

—Bueno, necesito saber que representa para ti. Conocer los detalles de tu relación con él.

Me evalúa con la mirada. ¿Qué es lo difícil Clarissa? ¡Solo habla por dios mujer!

—¿Y entonces?

—No tengo lazos de sangre ni afiliación con él. Me apadrinó porque él quiso y la verdad se lo

agradezco. Si no fuera por él...

Puedo hacerme una idea de lo que me quiere decir, pero lo que en verdad me mantiene expectante

es como su rostro va cambiando adquiriendo un matiz cada vez más sombrío.

—...los abrazos y las palabras de aliento fueron escazas. —Suspira como el que ha perdido las

ganas de vivir—. La vida es muy triste cuando no tienes familia, Sebasthian. Cuando no tienes alguien

que te quiera tal como eres.

¡A la mierda! esto es peor de lo que me imaginé, tiene esa herida en su corazón aún fresca y

punzante. ¿Qué hago ahora?

—Ay nena tener familia tampoco es fácil, créeme. No pienses que todo es miel sobre hojuelas,

hermanos jodedores, madres sobreprotectoras y entrometidas abuelas autoritarios, se manejan

muchas expectativas ajenas, a veces es estresante—lo digo para ver si haya el chiste en mis palabras,

pero fallo en el intento, su carita no podría estar más triste, se me parte el corazón en dos.

—Pero siempre tendrás un hogar al que acudir cuando lo necesites—dice esbozando la máxima

tristeza.

La veo por un momento y de nuevo me parece una niña, esta vez una niña desvalida, lastimada,

inmensamente triste, desesperanzada, con una necesidad infinita de ser amada y de pertenecer...

Nunca has tenido un hogar realmente, cielo. Me abruma una preocupación por ese pasado suyo que

a pesar de todo el dinero y poder que tengo no puedo cambiar.

Quisiera hacerlo bebé... pero no puedo... Realmente odio esa frase sobre todo ahora.

Solo puedo cambiar tu presente mi niña y entonces tomo una resolución…

—Quiero ser tu hogar. Déjame serlo. Yo podría cuidarte y mimarte todo lo que quieras. Serías mi

niña consentida—le sonrío—. Ven siéntate aquí—palmeo mis muslos y ella se sienta a horcajadas

sobre mí, curiosa.

—Vamos a mimarte—susurro invadido de ternura por mi nena.

Comienzo a acariciar su suave melena castaña, a jugar con sus rizos sueltos, a deslizar la palma de

mi mano por ella tomando mechones mientras dejo caer delicados besitos por todo su rostro. Ella

cierra sus ojos arrobada de nuevo por mi contacto y entonces lo entiendo, seguramente nadie nunca

había hecho esto con ella. Mimarla.

Siento que el llanto se me atora en la garganta.

¡A la mierda! No voy a llorar aquí frente a ella, va a pensar que soy un pendejo. Pero cómo no

sentirme así cuando sé que mi princesa tuvo una vida llena de carencias y desamor. Tomo una

respiración profunda para calmarme. Ella no necesita eso ahora. Necesita mi devoción.

—Mi dulce, dulce, Clarissa—continúo haciéndole carantoñas y dándole besitos, pero me doy

cuenta que algo ha cambiado: está llorando. Intenta levantarse seguramente para que no le vea llorar

pero me niego a dejarla ir en ese estado, la tomo de la cintura para retenerla en su lugar sobre mis

piernas.

—No. tranquila—digo suave con la esperanza de calmarla y uno mis labios a los suyos en un beso

largo, suave y delicado. Ella se deja estar.

Con la inspiración del momento le pido:

—Confía en mí por favor, déjate querer.

De inmediato se tensa.

—Por favor suéltame—dice con el terror plasmado en su cara soltándose de mi abrazo—. Me

gustaría que te fueras, por favor—me dice con la vista baja.

Estoy abrumado y no sé qué hacer, esto sí es verdad que me toma por sorpresa. La observo y sé

que está profundamente perturbada, parece que he abierto la caja de pandora dejando salir a todos sus

demonios.

—Nena yo... —por primera vez en veintiocho años no sé qué decir.

—Vete. Quiero estar sola, por favor...por favor—me suplica.

Otra vez el corazón se me parte en dos.

—Está bien...está bien...como quieras—claudico muy a mi pesar.

Vamos en silencio hasta la puerta. Me parece apabullante. Mantengo una distancia respetuosa.

—Lo siento, no quería asustarte—le digo.

No me contesta y eso me está poniendo de los nervios ¿será que ya no querrá verme más?

—¿Nos vemos mañana?

Ella solo asiente con la cabeza sin mirarme y rápidamente abre la puerta, cruzándose de brazos.

Mierda. No quiere que la toque. Salgo de su casa profundamente deprimido y confundido.

Antes de que pueda voltearme si quiera, ella cierra la puerta.

¿Qué coño acaba de pasar?

Alguna parte de mi cerebro me permitió llegar a casa sin estrellar el auto, no sé cuál fue porque mi

ensimismamiento solo me permite pensar en Clarissa. Mi mente y corazón se quedaron allá en su

apartamento, confortándola, mientras mi cuerpo se vino solo cual zombi.

Repaso y repaso en mi mente a ver en que metí la pata y me doy cuenta de que todo fue a raíz de

los benditos mimos. La idea era animarla no convertirla en un mar de lágrimas. Debe de estar muy

dolida cuando es incapaz de recibir un poco de cariño.

Al llegar a casa me da dentera ver el mesón de la cocina y recordar cómo la tenía apenas anoche.

Toda mía.

—¡Mierda!—golpeo mi puño contra al mesón completamente frustrado.

Cuando me dirijo a la ducha la misma historia y qué decir de mi cama. Me parece increíble que esa

mujer se haya metido en mi mente y en mi mundo tan rápido. Estos días con Clarissa me han parecido

gloriosos. El cielo en la tierra.

SEBASTHIAN: espero que estés bien Issa. Lamento haberte incomodado. Me gustaría que

hablemos, por favor contesta.

Pero no lo hace.

Otra vez la idea de que no quiera verme se cuela en mi mente, dejándome un desasosiego que no

me permite pegar un ojo en toda la noche.




Viernes 16 de Enero

"Cabreadísimo"

El agudo timbre del despertador me arranca del sueño. Ahora pesado y pegajoso. Las sábanas

parecen hechas de plomo, apenas pude dormir anoche. Exhalo agotado. ¿Cómo estará Clarissa?

¿Cómo habrá pasado la noche?

Le envío otro mensaje sintiéndome como un mismísimo pendejo. Anoche perdí la cuenta de las

veces que la llamé y le escribí, y ella ni fu ni fa. Lo cual me parece una soberana grosería de su

parte; lo mínimo que podía decirme era que ya se había calmado y que se iba a dormir por lo menos.

SEBASTHIAN: Buenos días bella, por aquí se te extrañó. Espero estés bien. Comunícate conmigo.

Espero de nuevo su respuesta pero no llega... Eso me encabrona más.

Este día ha empezado de lo peor.

—¡Mierda!—mascullo.

Salto de la cama tirando la sabana y afrontando mi día de mierda.

Para colmo la vaina no mejoró para nada en el trabajo, hoy los mierdicas de la tolda roja se

lucieron en su estupidez apoyados por el actual presidente, que—a Dios gracias—tiene los días

contados. Cuando salgo de la Asamblea disparado cual saeta me dirijo al trabajo de Clarissa. Si no

me quiere ver más que me lo diga en mi cara, ya está bueno de tantos rodeos, me ha tenido en vilo

desde que me echó de su casa. Como sea se va a enterar, no pienso quedarme callado.

Llego a su trabajo a las cinco y cuarenta, apago el auto y me bajo para esperarla afuera en la

entrada. Desanudo mi corbata y desabotono los primeros botones de mi camisa para ver si me entra

un poco de aire en los pulmones. Estoy arrecho porque esa mujer me tiene en un hilo, pero en el

fondo de toda esa ira, tengo el dolor de su rechazo.

La veo salir y la intercepto antes de que llegue a su auto.

—¿Por qué coño no contestas mis mensajes Clarissa?—trato de hablar suave para que no corra.

—He estado muy ocupada.

¿Quién coño se cree que es?

—No tenías ni un puto minuto para responder mi llamada. ¿Qué pretendes volverme loco?

—Sebasthian, no me gusta que me hables así.

—¿Y cómo coño quieres que te hable? Me estoy devanando los sesos pensando qué pude haberte

hecho para que salieras corriendo despavorida.

La veo que ya va de nuevo a encerrarse en sí misma y antes de que lo haga le cambio el juego. Seré

zalamero.

—¿Saldrías conmigo esta noche? Tengo un evento.

—No—dice categórica.

¡A la mierda!

—¿Por qué no?

—Quiero estar sola hoy, pero gracias por la invitación. Seguramente encontrarás alguien que te

acompañe.

¿Otra vez Clarissa, es en serio? Cómo coño te hago entender que no quiero a nadie más.

—Si eso quieres—digo de mala gana. Después agrego meloso—. Pero sí vas conmigo a lo de mi

familia, ¿verdad bebé? Me gustaría mucho que fueras. Así te harás una idea de lo consentido que soy

—hago uno de mis mohines.

El mismo surtió el efecto esperado: una sonrisa de Clarissa. Me entra un poquito de aire.

—Creo que se nota—dice ella burlona.

Al verla más accesible la tomo de la cintura y la atraigo hacia mí. Me moría por tocarla.

—Ay Clarissa ¿por qué eres así conmigo?—Le robo un beso fuerte y profundo que le deje en claro

que es mía. Porque eres mía Clarissa—. Me tienes como un veleta. ¿Te gusta jugar conmigo verdad?

Y entonces, contrario a la ira que me tenía preso desde que me dejó en su umbral, me invade la

necesidad de ella, y con una inmensa humildad vuelvo a ponerme a sus pies.

—Por favor, no vuelvas a dejarme colgado. Comunícate conmigo, ya te he dicho como me siento

por ti. Si necesitas tu espacio yo trataré de entenderte pero quiero estar seguro de que estás bien, por

favor bebé—ella asiente y se me escapa un suspiro. Tomo su rostro en mis manos y le hablo con más

suavidad—. Issa, nunca me había sentido así con nadie...me atraes tanto. ¿Segura que no quieres irte

conmigo hoy?

—Sí.

—Te lo juro que me provoca esposarte a mi cama para que te dejes de huir de mí.

—Así que lo que te gusta de mí es mi cuerpo—dice juguetona con su sonrisita traviesa y ese brillo

en sus ojitos.

Nena toda tú me tiene loco como una cabra.

—Entre otras cosas. Pero sí, me encanta tu lindo cuerpecito.

En eso escucho la voz del pendejo de Spillman. Otra vez de inoportuno.

—Diputado, otra vez usted por aquí.

—Dr. Spillman—me volteo y le tiendo la mano recordando mis buenas maneras.

—Diputado ¿a qué debemos el honor de su visita? —dice sardónico.

—Principalmente para ver a Clarissa.

—No sabía que eran amigos.

—No. no somos amigos. Estamos saliendo.

Spillman tuerce el gesto. Ya me está molestando tanta impertinencia de su parte.

—¿Ah si?—Atraviesa con la mirada a Clarissa que no mueve ni un dedo—. ¿Y desde cuándo?

—Desde hace muy poco, la verdad.

—Bueno, seguramente será algo ocasional como usted acostumbra—dice malicioso.

¡A la mierda! ¿En verdad dijo eso? siento como cada músculo de mi espalda se endurece. Este

cabrón qué se cree.

—Me siento obligado a aclararle que no es así. Mis intenciones con Clarissa no las tomo a la ligera

—le aclaro.

Resopla.

—Habrá que verlo—replica y su mirada es retadora.

Tomo a Clarissa por el codo y le digo al oído:

—Busca tus cosas ya.

Ella sale disparada cual saeta, tardando solo unos cuantos segundos durante los cuales Spillman y

yo nos sostuvimos la mirada en un silencio incómodo.

Encabronado, nos dirigimos al coche. Ando encendido todavía con Clarissa por lo de los

mensajes, con los mierdicas por su estupidez, y ahora Spillman le pone el broche de oro a mi día de

mierda. Para colmo, ella quiere que la deje en su casa posiblemente sin derecho a roce. Me molesta el

poder que tiene sobre mí, definitivamente, me estoy comportando como un mismísimo pendejo.

Enciendo el auto y me concentro en el camino, intentando apaciguar mi humor.

—¿Ves?, estas son las cosas que me estresan de ti ¿por qué le dijiste eso a mi padrino?—dice ella

de repente.

¿Y qué coño quería que le dijera? ¿Que yo la estreso? ¡A la mierda!

—Ni que fuera un pendejo, él ya se debe imaginar en lo que andamos.

—Sí, pero ahora no le cabe dudas.

—A mí me importa un carajo lo que él piense, más que nada lo hice por ti. Me gustan las cosas

claras y no me gustó para nada el tonito que usó. Ahora explícate ¿qué te estresa de mí? o piensas

como tu padrino y quieres algo casual ¿Es eso es lo que te pasa? ¿Eso es lo que te agobia?

Contéstame Clarissa—la miro de reojo y noto como empieza con su ansiedad de nuevo.

¿Eso es Clarissa? ¿No quieres nada serio conmigo? Acaso solo fui un tipo apareció en el momento

indicado, te tocó como te gustó y BAM listo que pase el próximo.

—No he pensado acerca de eso. Me refiero...

¿Que no ha pensado en esto? ¿Acaso es una maldita broma?

—¿Te gusto o no te gusto Clarissa? la pregunta es muy simple.

—Ahora estás molesto conmigo.

—En mi vida he tenido que lidiar con una mujer tan evasiva como tú, ¡Nojoda! Realmente pensé

que te gustaba pero parece que estoy equivocado... —agarro el volante con fuerza porque estoy más

encabronado que nunca.

¿En verdad se cree que puede jugar conmigo así?

—No es eso—dice mirándome de reojo.

—¿Ah no? ¿Y qué es entonces?

Escucho el timbre de mi teléfono y veo en la pantalla que es Celeste. Eso me da una idea. Si

Clarissa se piensa que yo soy desechable, entonces le daré lo que desea. Ambos podemos jugar a eso.

—Hola ¿cómo estás, Cielo? ¿Quieres ir hoy a un evento?—miro de reojo a Clarissa que se ha

quedado muy quieta de repente.

—Hola Mica, ¿en serio quieres que vaya contigo?—dice Celeste un tanto sorprendida.

—Sí, te paso buscando en dos horas en cuanto me desocupe.

¿Qué te pasa Clarissa, por qué te pones roja? acaso estás celosa…

—Mica tengo que contarte algo...

—Ok—le digo sonriente y cuelgo.

Apenas llego a su casa ella salta del coche lanzando la puerta con fuerza. Si mis ojos no me

engañan está enfurecida. ¿Quién lo diría? la chica de hielo por fin me muestra una emoción.

Bravo Clarissa.

Me río sardónico.

—¡Clarissa, podrías ser tú!

La veo desaparecer rápidamente dentro de su apartamento. Bueno, eso definitivamente le dará algo

que pensar a la niñita caprichosa a ver si con eso se deja de jueguitos conmigo, yo partiéndome el

seso toda la noche, preocupado por ella, y la misia ni un pensamiento para mí.

Que tal...

¡Por mí que se joda!

****

Llevamos un rato en la Reunión de la Cámara de Comercio pero no me apetece conversar con

nadie; parece que Clarissa me pegó su mutismo.

—Mica estás muy callado—dice Celeste tomando un poco del vino espumoso. Le sonrío. Me

conoce bien, sabe que algo me carcome.

—¿Trabajas con muchos niños huérfanos, verdad?

—Sí, Mica, tú lo sabes, existen bastantes niños de la calle y con familias destructivas que van a

parar a los orfanatos; así que me parece una noble causa—sus ojos café se iluminan, dulces y

cariñosos como siempre. ¿Será que te cuento de Clarissa, Cielo?

—Ah... si por ejemplo, un niño se cría en un orfanato, crees que de adulto presente muchos

problemas para relacionarse, digamos, románticamente hablando.

Celeste me mira como si me hubieran salido dos cabezas más, yo desvío la vista al trago de whisky

que tengo entre mis manos.

—¿Por qué esa pregunta Mica? ¿Te gusta una expósito?

—Es posible.

—Bueno, depende de cual haya sido su experiencia de vida. Para algunos no es algo tan

determinante, para otros puede ser traumático. Depende mucho de su personalidad. Dime, cómo es

ella.

—Bueno, es una chica muy lista, preparada, educada y bella. Me gusta mucho su sentido del humor,

tiene unos ojitos ámbar muy lindos...

Celeste me lanza una mirada que me dice claramente:

«Mica estás muy liado.»

Sonríe.

—...Pero lo que me preocupa es cuando le quiero conocer mejor, preguntarle algo más personal

veo que se encierra en sí misma, le cuesta confiar y se altera cuando me vuelvo mimoso con ella...

—¿Mimoso? —dice levantando la ceja.

—No es lo que estás pensando, me refiero a mimos inocentes. Nosotros no tenemos ese tipo de

problemas, créeme.

—Posiblemente no esté acostumbrada a eso, Mica. Lo más difícil de satisfacer en los humanos es el

ansia de cariño. Te imaginas sentir que estás solo y que nadie te quiere durante tanto tiempo. Debe ser

muy difícil.

—Sí, me imagino.

—Bueno, pero tú eres experto en mimos... Yo diría que tienes un PHD en mimos y arrumacos.

Quizá sea eso lo que ella necesita, claro, si quieres tener una relación con esa chica.

—El problema es que no sé lo que siente por mí.

—¿Y te da miedo?

Miro la cara de mi hermana mayor, posiblemente la única persona en que realmente he confiado y

le aprieto la mano dejando la pregunta en el aire.

—Debo ir hablar con esa gente, derrochar un poco de encanto; disfruta el banquete por mí.

—Claro bebé, ¿y cómo se llama mi cuñada?

—Clarissa.

Sábad0 17 de Enero

"Reunión prometedora"

Esta mañana me encuentro más centrado después de mi conversación con Cielo. Recostado en la

cama, vista al techo y cabeza en mis manos, veo todo un mundo de posibilidades con Clarissa. Estoy

seguro que todavía está molesta y eso me complace. Al parecer es una niña celosa y posesiva. Eso

significa que siente algo por mí...

SEBASTHIAN: Buenos días bella, espero hayas dormido bien anoche ¿Qué harás hoy?

NIÑA BELLA: Diputado, en vista de lo de anoche le agradezco que deje de molestarme.

SEBASTHIAN: Me temo que eso no será posible señorita. ¿Estás en tu casa?

NIÑA BELLA: No para ti.

Sonrío por el intercambio de mensajes, me encantaría irla a acosar a su casa pero el trabajo me

llama. Eso le dará más tiempo para extrañarme. Tengo una importante reunión con el partido acerca

de mi candidatura que no puedo dilatar por nada ni por nadie. Además de luchar por Clarissa también

debo hacerlo por mi otro amor: mi país.

Antes de salir recuerdo que la nena está sola, espero que no olvide las armas defensivas que le di.

SEBASTHIAN: bebé, si vas a salir sola por favor lleva la pistola de descargas o el spray. Ten

cuidado. Te extrañé en el evento.

No puedo hacer más nada por ella solo encomendarme al cielo que proteja a mi nena.

López me conduce a la casa del partido donde me encontraré con García. En la parte de atrás del

Acura reflexiono acerca del paso tan importante que voy a dar y lo que implica. Esto no es cualquier

cosa, oponerse a un gobierno tan poderoso y absolutista como el que ha estado, sin embargo confío

en mis recursos, en mi equipo que he elegido con sumo cuidado y en la gente que ya está harta de que

le timen.

Durante dos periodos presidenciales los de la tolda roja han hecho y deshecho a su antojo con total

impunidad e indecencia casi hasta llevar el país a la quiebra y a la vergüenza nacional e internacional.

La ignorancia de la gente común permitió a esa gente tomar el poder y un desespero por refrescarse

de los mismos partidos de siempre que se turnaban el poder por veces.

Grave error.

Ahora con un referendo revocatorio que le dice al presidente claramente que tiene que colgar la

toalla, su idiotez se exacerba.

—Petroni nuestros sondeos son positivos, tanto en barrios, como en urbanizaciones de la clase

media. Ve los números. He estado hablando con Ramírez de la tolda azul y le gustaría hacer una

alianza con nosotros—me dice García apenas llego a la casa del partido. Es un hombre de treinta y

tantos, moreno, activo y muy astuto. Por algo es mi mano derecha.

Veo los documentos que me entrega, que no son más que análisis de encuestas hechas casa por casa

en una pequeña parte de la población. La cosa se ve prometedora.

—¿Qué me recomiendas?—le pregunto a García porque sé que es una tralla en cuanto a estrategias

políticas e imagen se refiere.

—Podríamos considerarlo sin darle demasiado énfasis. No queremos que la gente piense que es

más de lo mismo, aunque sus adeptos nos vendrían bien

—Otra cosa, aunque la gente no se mostró especialmente molesta por tu imagen de chico malo, me

parece que lo mejor es optar por algo más tradicional. Deberás comportarte Petroni. Sería

beneficioso que no te vieran con un cortejo de señoritas cada vez que te presentas.

—Eso no va a pasar más—digo sonriente.

—Bueno, porque sabes que los que han asumido el poder han sido casados, viudos o divorciados.

Ningún soltero hasta ahora. Es una lástima que ni siquiera tengas una noviecita.

—¿Noviecita? Estoy seguro que puedo arreglar eso.

Se echa a reír.

—No lo dudo, pero no puedes estarla cambiando cada vez ¿eh?

Me echo a reír.

—Nada que ver. Además, en un mes pueden pasar muchas cosas quien quita y llegue a Miraflores

con todo y primera dama.

—¡Ojalá!

Domingo 18 de Enero

"Triste princesita"

Por enésima vez le envío un mensaje a Clarissa...Sin respuestas.

Hoy definitivamente la voy a ver. Usaré todos mis recursos y mi maña para lograr que esa mujer se

quede conmigo. Estoy fresco, bien afeitado, bien duchado, listo para derrochar mi encanto con ella

como nunca antes, y eso ya es mucho decir. Como es domingo me pongo algo casual, unos vaqueros

y un jersey de punto gris estarán bien. Sí, me veo bien. Sonrío ante el espejo y mi reflejo me guiña un

ojo.

¡Vamos Petroni!

Cuando voy llegando a su casa la veo salir en un corsa rojo modelo viejo, así que la sigo. ¿Adónde

irá? La llamo por enésima vez pero no me contesta. Entonces se me ocurre una idea.

Marco el número de Juan, el policía.

—Hola Juan, ¿por dónde andas?

—Diputado estoy por la Madariaga, ¿en qué le puedo ayudar?

Está cerca.

—Digamos que necesito que me ayuden a atrapar a mi novia, está manejando un corsa rojo,

modelo viejo, su placa es VBG265 y estamos por la Av. José Antonio Páez.

—¿Problemas de faldas?—se ríe—. Seguro. Cuente con ello—Dice Juan. Cuelgo y sigo a la nena.

Al rato aparece una patrulla y se pega al Corsa. Llamo a mi nena otra vez y me contesta ¡Aleluya!

—Hola linda, al fin me contestaste—le digo con mi voz de Play boy.

—Sí, solo para decirte, Sebasthian: ¡que me dejes en paz! Por favor ya deja de perseguirme. No me

gustan para nada tus juegos—me grita y cuelga de inmediato.

Oigo el parlante y Clarissa se detiene. Yo aparco al otro lado de la acera y observo como se baja

un policía y conversa con mi niña. De la patrulla sale Juan que ya se dio cuenta de mi presencia y se

dirige a mí con una sonrisa cómplice.

—Diputado—me tiende la mano.

—Hola Juan.

—Tome, para que no se le vuelva a escapar—dice dándome unas esposas con su llave.

Al verlas me echo a reír. Esto va a estar bueno.

—Síganos unas cuadras, le hare cambio de luces.

—Ok.

Va raudo y se monta en la patrulla, luego veo como Clarissa ingresa a regañadientes. Se ve tan

linda con ese vestido dominguero, resalta su curvilíneo cuerpecito. Me parto de la risa al ver que

Juan enciende las luces de la patrulla. Clarissa debe estar muy enojada. Los sigo unas cuantas cuadras

y allí está: el cambio de luces. Como bólido bajo de mi auto y me dirijo a hacia ellos.

Al entrar veo a mi niña.

—Hola—le digo encantado de verla e inmediatamente cierro una esposa en su muñeca y también

en la mía. Ahora estamos esposados.

Clarissa queda boquiabierta.

—¡Sebasthian! —grita con los ojos desorbitados.

—Hola diputado—me saluda Juan jugando.

Yo le sigo la pista.

—Hola Juan ¿cómo está tu esposa?

—Muy agradecida por la lavadora, Señor.

—Que bueno, me alegra mucho.

Vuelvo la mirada hacia mi bella. Está tan linda, sí que la extrañé.

—Hola bebé, ¿cómo estás?—digo zalamero apretándole suavemente la mano esposada. Me lanza

una mirada de desprecio.

—¡¡Sebasthian no puedo creer que me estés haciendo esto!!—me grita y luego a los policías—¡¡y

francamente señores cómo se prestan para hacer algo tan poco profesional!!

—Lo sentimos señorita pero le debemos unas cuantas al diputado—ellos se carcajean.

—¿Estás enojada?—le digo arrimándome más a ella, la nena se aleja de mí y estoy muy contento

de que pronto se hallará con la puerta, así que sigo arrimándome.

—Estás muy linda, te queda muy bien ese color—le acaricio el hombro semidesnudo con mi nariz

y disfruto de su aroma. Ella me esquiva—. No seas así, fue la única manera en que podía verte.

Además te dije que te esposaría si seguías huyendo de mí.

Escucho las risas de los oficiales pero no aparto mis ojos de su lindo rostro enojado, las orejas se

le pusieron rojas.

Otra vez me resulta muy graciosa y adorable.

—Eres increíble ¿cómo pretendes que salga contigo después de lo que hiciste? No te lo mereces.

Eres un descarado.

—¿Y ahora qué hice, Issa?

—Tú sabes a lo que me refiero.

—No—en verdad trato de no reírme.

—Bueno, dime: ¿cómo te fue con tu Barbie? ¿Tuviste suerte?

—No es lo que piensas, bebé.

—¿En serio?, definitivamente mi padrino siempre tuvo razón.

Tomo su mano y se la voy besando lentamente. Que suave es...

—¿Estás celosa? no tienes por qué, tú eres mucho más linda y me gustas más.

Ahora llevo mi nariz a su mejilla y se la voy acariciando. Me encanta su olor.

—Eres insoportable.

—Te he extrañado mucho bebé, ¿tú no me extrañaste?

—Ya Sebasthian, déjate de tus jueguecitos conmigo.

—Te prometo que te quitaré las esposas después de que conozcas a mi familia, y si no me quieres

ver más así será señorita, ¿Le parece?

—Si no hay más remedio.

—Te ves tan linda enojada, Issa ¡Cómo me encantas!

****

Juan y compañía nos dejan en la mansión de mi familia, en Prados del Este. Clarissa observa—aún

ceñuda—la imponente entrada de la propiedad. Una mansión de cinco niveles al más puro estilo de

las del siglo XIX, pero modernizada y con uno de los mejores sistemas de seguridad que existen.

Nos abre la puerta Camucha,—una señora que ha trabajado para mi familia desde que era un

chiquillo y es como una segunda madre para mí—y su rostro moreno y regordete esboza una amplia

sonrisa.

—Bienvenidos.

—Hola Carmen ¿cómo estás?—la abrazo solo con el brazo izquierdo porque el derecho lo tengo

esposado al de Clarissa.

—Bien Mica. Todos están reunidos en el jardín.

—Clarissa, Carmen ha trabajado con nosotros desde que tengo uso de razón. Carmen, conoce a mi

novia, Clarissa.

Me lanza una mirada fulminante.

—¿Sebasthian, por qué dijiste eso?—me dice cuando nos separamos de Camucha.

—Solo se mi novia por hoy bebé, por favor. No te puedo presentar como una amiga a mi familia.

Tú sabes… expectativas—le digo engatusador.

Aparece mamá y yo escondo bien nuestras manos esposadas detrás de nosotros, quien sabe qué

diría si supiera que tuve traer a la nena así para que no corriera. Estoy seguro que eso no le gustaría.

En el amor y en la guerra todo se vale.

—Hola bebé, ¿me presentas a tu novia?

—Claro. Clarissa, mi mamá Marcia.

—Buenos días.

—Hola princesa, bienvenida a mi casa—Es evidente que le gusta Clarissa—. Tu hermana está por

allá lidiando con los mellizos.

A lo lejos veo a Cielo que está en el jardín exterior de espaldas a nosotros. Siempre me gustó este

jardín es casi paradisíaco y posee una de las imponentes vistas de la Capital. Llevo a mi nena allá que

observa todo en silencio. Aún está molesta, y me pregunto: cuándo se le pasará el enojo. Estoy loco

por besarla.

Pongo la mano en la espalda a cielo y ella se voltea.

—Hola Cielo—beso su mejilla.

—¡¡Mica llegaste!!—se fija en mi nena—Hola ¿tú eres Clarissa, verdad?

—Sí.

—Mica me dijo que eres psicóloga.

—Sí, me estoy estrenando esta semana.

—¿Quieres tomar algo?

—Claro.

—Ya te lo busco.

Escucho a los mellizos que me se lanzan a los brazos como dos balines.

—¡Tío!—dice Brayan, el más moreno de los dos

—¡Tío Mica!

—¡Hola enanos! ¿En que andan?

—¡¡Buscando sapos!!—gritan al unísono

—Yo vi uno pequeñito—le digo para distraerlos—y se fue por allí—señalo a un matorral un poco

lejano, ellos van raudos a confirmar la información—. Eso los mantendrá ocupados—le lanzo una

mirada a mi nena que está sonriente—¿Ya me perdonaste?

Niega con la cabeza sonriendo de oreja a oreja.

—Eres...terrible—susurra.

¿Será que ya no va a escapar?

—¿Te puedo quitar las esposas o vas a salir corriendo otra vez?

—No voy a correr—ríe.

Esa es música para mis oídos. Al fin ha caído esa muralla que había levantado ante mí.

—¿Te puedo besar?—digo ilusionado ante la idea.

—¿Ahora me pides permiso?—está juguetona.

—He de hacerlo si es lo que quieres de mí—le muestro la llave de las esposas. Estoy supercontento

—. No me has contestado.

—Bueno, si somos novios—dice como quien no quiere la cosa, ruborizándose.

Oh lovely girl

—¡Así me gusta!—la tomo de la cintura y le doy un beso duro pero breve, no quiero dar mala

impresión a mi familia.

—¡Ey, váyanse a un cuarto! Por aquí hay menores—al escuchar la voz de Bruno suelto a Issa—.

Hola ¿cómo está el partido?

—Bien ¿y cómo están los negocios?

—Prosperando.

—Clarissa, este es mi hermano Bruno: el mega ejecutivo.

—Mucho gusto.

—Es un placer señorita.

—¡¡Papi!!—los mellizos se lanzan sobre Bruno.

A veces pienso en lo duro que debe ser para él criar dos niños solo. Debe ser muy difícil ser viudo

tan joven porque tan solo me lleva 5 años. Afortunadamente nos tiene a nosotros, pero el hueco que

le dejó la partida de su mujer por poco lo mata. La adoraba. Dudo que pueda amar de nuevo.

Aprovecho la distracción de los mellizos para quitarnos las esposas. Mi nena me mira divertida.

—Me gustaron, quizá me piense lo de esposarte a mi cama—le susurro al oído.

Me pienso guardar esas esposas Clarissa por si acaso se te da por huir de nuevo…

Celeste le trae una limonada a mi nena y se la lleva del codo con la intención de mostrarle los

alrededores.

—Linda la niña—me dice Bruno observando a Clarissa—aunque un poco joven para ti, no creí que

ahora te dedicarías a asaltar cunas.

—Es mayor de edad, tiene 22 años. No la estoy corrompiendo ni nada.

—¿En serio? no sé por qué me cuesta creerlo…

Me echo a reír.

—Quizá sí la esté corrompiendo un poco. Lo necesario…

—No lo dudo. Se ve buena y decente ¿qué hace contigo? ¿Sabe que estás jugando?

Mi sonrisa desaparece.

—No es un juego Bruno.

Mi hermano me evalúa con sus profundos ojos café.

—Eso espero, ella me recuerda mucho a Pati. Tiene su mirada—dice con tristeza—. Más te vale no

hacerle daño o te las verás conmigo.

Bruno se aleja ya apesadumbrado por el recuerdo de mi ex cuñada, Patricia. Era una linda chica

que le robó el corazón al mega empresario rápidamente. Nunca le había visto tan feliz como con

ella. Se casaron al poco tiempo y cuando se enteraron que tendrían mellizos se pusieron como locos,

era la máxima felicidad. Lamentablemente un giro del destino le arrebató la vida a la niña. Al parecer

tenía una falla cardíaca que desconocíamos y una mañana se desvaneció. Fue una época macabra la

que vivimos. Nos costó sacar a Bruno de esa oscuridad. Asistió a terapia durante un tiempo con

Spillman. Eso le ayudó mucho debo reconocerlo. Aunque Spillman nunca fue santo de mi devoción,

siempre le he creído un snob. Bueno, por lo menos ayudó a Clarissa, eso me hace verlo con otros

ojos.

—Ey, vamos a atizar las brasas—me dice Bruno preparando la parrillera.

Me quito la chaqueta para llevarla a una silla cercana.

—Lo sé, lo sé, necesitas al experto. Papaíto, dame un espacio para enseñarte cómo se hace. Esta no

es una de tus reunioncitas de negocios. Es sobre ser el macho.

Se echa a reír.

—Sabes cómo prender la llama, pero ¿sabrás mantenerla? Para eso se necesita un hombre.

—Ándale, estamos hablando de las brasas, ¿o no?

—Papaíto, la vida no hace distinciones, así que échale coco.

—Estás muy filosófico.

—Sabes que siempre he sido el cerebro de la familia.

—¡A la mierda! ¿En serio? ¿Por qué siempre te ganaba en todos los juegos, pues?

—Ah… porque soy un alma noble.

—O un pendejo que no es lo mismo.

—Ah...ya desde pequeño asomabas lo corrupto.

Nos echamos a reír después de nuestro intercambio de bromas.

****

Al rato nos encontramos en la mesa compartiendo la famosa parrillada familiar. Clarissa a mi lado

está muy atenta a todo, yo detallo su perfil mientras ella habla con Cielo. Como lo imaginé, encaja a

la perfección con mi familia. Justo como anillo al dedo. Hoy ha estado muy risueña y a Dios gracia

los mellizos no le hicieron tantas travesuras.

—¿Quieres que te lleve a refrescarte un poco cielo? —le digo al oído cuando ya ha terminado de

comer. Aprieto su muslo bajo de la mesa.

—Sí, por favor—dice atropelladamente.

La llevo de la mano hasta un baño en el segundo piso. Caballerosamente le abro la puerta y le hago

gesto con la mano para que entre, yo le sigo y paso el seguro.

Apenas entramos comienzo a besarla con vehemencia. Estoy como loco. Siento que hubiese

pasado una eternidad desde la última vez que la besé—bien besada me refiero con harta ganas—como

debe ser. Me gusta todo de ella. Absolutamente todo. Y viéndola hoy con mi familia, muchísimo más.

—No Sebasthian no—susurra entre jadeos.

—Si Sebasthian si—digo yo sin dejar de asaltar su cuerpo con mis manos, el vestidito es una pobre

barrera entre nosotros, ya siento su firme trasero en mis manos.

—No. Por favor, Sebasthian.

¿No? me separo de ella para verle el rostro. ¿Mi Clarissa me ha dicho que no? ¿Tres veces? Me cae

un balde de agua fría.

—¿Por qué?

—Tú familia está abajo.

—¿Y?

—No es correcto, sabrán lo que hemos hecho.

Su cara es un poema de ruborizada castidad (ya en ella perdida del todo desde que se topó

conmigo). Que graciosa.

—Solo si bajas así de roja, hasta un ciego se daría cuenta—acaricio su linda naricita con la mía.

—No podría verles la cara.

Me echo a reír.

—Está bien, lo dejaremos para después.

—Entonces... ¿podrías soltar mi trasero?

Me echo a reír de nuevo.

—Eres toda una niña exploradora ¿sabes? pero eso forma parte de tu encanto. Mi bella damita,—voy depositando húmedos besitos en su cuello—mi princesa,—otro besito—mi adorable niña... —otro besito...y otro...

—Por favor, Sebasthian, es en serio—dice con un deje de angustia.

—Tranquila te he dicho que no te obligaría nunca a hacer nada que no quisieras...

Pero puedo hacer que quieras...

—Eres un pillo…—entorna los ojos suspicaz, sin duda ha leído mis pensamientos.

—Me atrevería a apostar a que eso es lo que más te gusta de mí—aprieto más mi agarre sobre sus

glúteos estrechándola contra mí.

Atrévete a decirme que no te gusta Clarissa... Por favor, acepta el reto...

****

Un rato después estamos abrazados en el jardín, disfrutando de la hermosa vista.

—Estas más relajada.

—Me gusta mucho tu familia, Sebasthian.

—Que bueno.

Estoy emocionado de que haya conocido a mi familia. Mi Clarissa es como una joya en un

hermoso engarce. Todos la quisieron apenas la vieron. Cielo, Bruno, mami, Camucha todos cayeron

a sus pies rápidamente. Me muero por que conozca a Nana, pero eso no podrá ser todavía ya que anda

de viaje con mis primos. Ah, viejita tan consentida.

De pronto algo rompe el hilo de mis pensamientos la noto tensa. ¿Ahora qué?

—¿Clarissa qué te pasa?

—Yo no soy como tú... No tengo nada más que dar simplemente...yo—dice suspirando y emanando

de nuevo esa sombría tristeza que le vi antes en su apartamento.

¿Otra vez bebé?

Por favor no llores.

—Cómo dices eso... eres muy valiosa—le digo con suavidad acariciando su barbilla y dándole

besitos dulces en su rostro.

Pronto sucede lo que me temía—a diferencia de la otra vez—ella dejó caer sus barreras conmigo y

comenzó a llorar como lo haría una niña. Bañada en lágrimas la acuno entre mis brazos. El corazón

se me arruga como una pasa. Estoy profundamente conmovido. Verla así tan desvalida me parte el

alma, quisiera poderle evitar tanto sufrimiento, volver en el tiempo y cambiar su mundo, convertirlo

en un mundo mágico, hermoso, dulce y abundante, digno de su presencia...

Lástima que no se puede, solo puedo estar así con ella.

Oh bebé, si pudiera compartir contigo aunque sea la mitad del amor y el cariño que me han dado

no lo dudaría, con una daga partiría mi corazón en dos, si eso te ahorrara una lágrima.

Comienzo a acariciar su suave melena a ritmo acompasado.

Oh Bebé, bebé, bebé me importas tanto... Me importas mucho...

—Lo siento, no sé qué me pasa—dice ella de repente.

—No te disculpes princesa. Estoy aquí para ti—digo sin apartar mis manos de su pelo.

—¿Te molestaría llevarme a mi casa?

No me apartes de nuevo Clarissa por favor...

—Preferiría que te quedaras conmigo. No quiero dejarte sola. Puedes dormir en el cuarto de

huéspedes, yo no te molestaría, si es lo que quieres.

—Por favor, llévame a mi casa—suplica

No quiero dejarla sola. Nunca le había visto así tan devastada.

—Bebé me tienes preocupado, por favor, quédate conmigo—le ruego.

—No puedo yo... —escucho el desespero en su voz.

—Tranquila, haré lo que quieras.

La llevo a su casa con el corazón en los pies. Mi triste princesa está más taciturna que nunca,

suspirando y manteniendo la vista fija en la ventana del coche. Es una vista tan fúnebre que quisiera

borrarla de mi memoria. De nuevo el locuaz e inteligentísimo diputado Petroni se queda sin palabras.

Estoy en blanco. En mi vida me he hallado yo en una situación similar. Antes de bajarse del coche me

ve con sus ojitos tristes y esboza una lastimera sonrisa.

—Estoy bien—me dice y pareciera que trata de consolarme.

Que irónico.

Le beso la mano y la dejo ir.

Siento que parte de mi corazón se va con ella dejándome un hueco profundo.

A los pocos minutos me llega un mensaje:

NIÑA BELLA: Gracias por este día. Me gustó tu familia. Por favor no te preocupes.

SEBASTHIAN: Cuídate cielo. Por favor descansa.

Cómo no me voy a preocupar... Tal parece que ella no entiende cómo me siento con ella. No me

permito dudarlo, ella tiene parte de mi corazón.

Para mí es evidente: simplemente... Le quiero…

Lunes 19 de Enero

"Enamorado"

El día ha transcurrido con normalidad en la Asamblea los mismos dimes y diretes de siempre. Ya

en la tarde saliendo del Parlamento me dirijo a mi casa para echarme un baño tengo una reunión

importante con los del partido, para coordinar lo de mi candidatura. Mañana será el anuncio y hay

que afinar detalles. En el Acura repica el teléfono.

Es Juan el policía. Pongo el manos libres.

—Hola Juan, dime.

—Diputado, se ha encendido la alarma de su novia. Una patrulla ya salió de volada para allá.

—Gracias—cuelgo.

Tres palabras llegan a mí: Clarissa/peligro/acosador.

Siento que la adrenalina se apodera de mi cuerpo, y mi mente—en extremo lúcida—busca la vía

alterna para llegar al Paraíso, donde está la residencia de ella. Evado los carros con una agilidad

pasmosa y peligrosa a la vez. Me importa una mierda. Quiero llegar de una vez por todas y verla.

Verla bien. Aprieto el volante y el acelerador como todo un degenerado y por poco me llevo por

delante unos transeúntes. No me voy a frenar por nadie.

Cuando llego a su casa, salto del coche y apenas está entrando la policía. Me tranquilizo un poco al

ver a Clarissa en una pieza aunque con Cata es otra historia. Alguien se atrevió a golpearla.

Pronto salta a la vista el causante de tanto alboroto. Un tipejo de lo peor, sucio, descuidado y

maloliente. ¿De dónde mierda habrá salido? Los policías lo esposan y se le ve aturdido. Estoy seguro

de que Clarissa le dio con el teaser. Gracias a Dios que tomé tantas previsiones con mi nena. Se me

revuelve el estómago solo de pensar que lograra hacerle daño.

Veo con horror a un policía tomar un cuchillo del piso. Esto pudo haber sido una tragedia.

Estrecho a Clarissa más a mí. Está muy fría igual que Cata. Las ayudo a sentarse ya que quieren

interrogarlas y busco algo en la nevera que le sirva a Cata para paliar lo de su golpe. Una bolsa de

guisantes congelados. Eso servirá. Me mantengo un poco alejado mientras ellas narran la historia.

Ha sido un paciente de Clarissa. Eso me cabrea. Ella no debería de exponerse a tantos peligros. No

quiero que vuelva a pasar por una experiencia así de traumática. Si en mis manos estuviera no

volvería a pisar ese bendito consultorio nunca más.

Asqueado ya con su relato me dirijo a su habitación donde busco tres cambios de ropa, ropa

interior, zapatillas y los meto en un bolso que tenía en el armario.

—Vamos a casa.

Les digo a las chicas cuando ya la policía va saliendo, las tomo de la mano para guiarlas. Sin duda,

todavía conmocionadas por el ataque. Están sumamente pálidas y muy frías. Ninguna dice una

palabra.

Pronto llegamos a mi casa.

—¿Quieren tomar algo?

Ellas asienten. Busco mi mejor botella de ron, la vacío en tres vasos de cristal y se los doy a las

niñas. Ellas comienzan a tomarlo lentamente, yo me halo todo el trago de una sola toma. Necesito

algo que me saque el frío que llevo dentro, desde que recibí esa llamada de la policía temía lo peor, y

ahora que veo a mi princesa ante mí, temblorosa y pálida, pero finalmente segura, me entra un

segundo aire.

—Estás muy callado.

Cómo te explico Clarissa que me he enamorado de ti.

Suena el teléfono y sé que son los del partido. Me están esperando pero definitivamente no voy a

dejar a mi nena hoy y menos en ese estado. Que resuelvan.

—Vengo en un momento—me alejo de las chicas para hablar con más privacidad—. Aló.

—Petroni, ¿qué sucede? te estamos esperando, aquí está Rodríguez—dice García.

—Sí, hoy no voy.

—¿Qué sucede, le pasó algo a tu familia?

—No.

—Espero que sea algo de vida o muerte porque sabes que nos queda poco tiempo para

prepararnos.

—Tengo un asunto personal muy importante.

—Bueno, entonces vamos a arreglar lo de mañana y estaremos en contacto.

—Ajá—cuelgo y de inmediato marco a Camucha.

—Hola.

—Hola mijo ¿estás bien?, ¿quieres que vaya a limpiar?

Le contesto afirmativamente. Necesito que deje todo organizado donde Clarissa. Si pudiera

borrarle de la memoria la experiencia también lo haría pero por lo pronto. Esto.

Recuerdo que tengo una crema para golpes y torceduras en el baño, la busco y me dirijo donde las

nenas. Están cuchicheando. Parece que ya volvieron en sí. Estoy muy cerca de ellas cuando escucho

que Cata le pregunta a Clarissa.

—¿Y tú que sientes por él?

Antes de que pueda dar su respuesta interrumpo. Lo que tenga que decir que me lo diga a la cara.

No admito segundas.

—Ven, vamos a echarte esta pomada. ¿Estás bien?—le coloco con suavidad a la pomada en el golpe

a Cata.

Ella asiente.

—Muchas gracias—dice educada.

—Bueno, me temo que tendrás que maquillarte tu lindo rostro por unos días—la tomo por la

barbilla para ver bien los daños.

Cata ríe.

—Gracias por dejarme quedar.

—¿Estas bromeando? Yo soy el que está agradecido contigo, considérame tu amigo y cuando

necesites algo, llámame sin dudar. —si no fuera por ti, Cata, mi nena ni siquiera me hubiese visto.

Tomo la mano de Clarissa y le echo un vistazo.

—¡Hecho!—contesta.

Después de un rato de conversa y un poco más color en sus mejillas, acomodo a Cata en el cuarto

de huéspedes. Se le ve agotada seguramente por la impresión.

Llevo de la mano a Clarissa hasta llegar a la puerta de mi cuarto.

—Hoy dormirás conmigo si no te importa.

—Ok.

Observo su hermosa faz, y me asalta la idea de nuevo de que ella pudo haber muerto. Si hubiese

pasado eso seguramente hubiera quedado como Bruno. Devastado. Muerto en vida. Esa idea me

perturba demasiado para expresarla.

—¿Qué te pasa?—me pregunta ella.

—Por Dios Clarissa he pasado el susto de mi vida. Pensé...—...que morirías—¿estás bien?

—Sí, gracias a ti—clava sus ojos ámbar en los míos azules mientras acaricia las solapas de mi

saco. Eso me calma un poco—,si no fuera por ti no estaría aquí. No sé cómo pagártelo.

Que tierna.

—No tienes porqué cielo. Lo único que me interesa es tu bienestar—le doy un besito y la abrazo

muy fuerte—. No sabes el infierno que viví...esos minutos fueron los más largos de mi vida.

—¿Y cómo te enteraste? llegaste muy rápido.

—¿Te dije que te mantendría vigilada. La policía tenía órdenes de llamarme si sonaba la alarma.

No podía estar tranquilo con ese loco suelto por ahí, apenas he podido conciliar el sueño en estos

días. Eres una niña muy terca. Si tan solo te hubieras quedado conmigo —suspiro—. En fin no podía

obligarte tampoco.

—Lo siento, no sabía...

Que tontita es… Me río de su ceguera emocional…

—Te cuesta ver lo obvio, verdad. Ven, vamos a ducharnos.

La llevo al baño donde me permito regar su rostro de tiernos besitos mientras la desvisto. Cuando

al fin termino estoy embelesado y de rodillas ante ella. Ante mi diosa en ropa interior. Soy el esclavo

de su belleza.

—Sigues muy callado—dice mientras desanudo mis zapatos.

—No quiero hablar—me quito la ropa sin dejar de embeberme en su hermosura.

—Ah…

Estoy completamente desnudo ante ella, y es evidente que Campeón está contento. Ella lo ve y se

ruboriza. Sí Clarissa tú me haces eso. Yo soy el lobo y tú eres mi dulce caperucita y no me canso…de comerte...

Me acerco a mi nena, le desabrocho el brasier y lo deslizo acariciando sus hombros, y no puedo

resistirme a besar su suave piel. Riego besitos imitando el recorrido de mis manos. El brasier cae.

Sus pechos se presentan ante mí orgullosos y me convierto de nuevo en su esclavo, me invade el

deseo de adorarlos con mi boca. De lobo a esclavo de mi caperucita seductora...

La dulzura de sus pechos me tiene embobado, miel es poco para describir su sabor.

Me invade una oleada de calidez y sentimientos hermosos hacia Clarissa... Tenerla aquí conmigo

finalmente es un momento glorioso para mí. Estoy en mi lugar soñado con mi princesa soñada.

De pronto me doy cuenta de algo...

Me encuentro anonadado de toda la cursilería con que mi mente arropa el pensamiento de

Clarissa...

¿Cuándo en mi vida he sido yo así? Jamás. Esa es la respuesta.

Clarissa, mi princesa... Clarissa, mi caperucita... Clarisa, mi damita...

Clarissa... Clarissa... Clarissa...

¡Bien, le daré su lobo feroz!

Deslizo mis manos dentro de sus bragas acunando su firme trasero y aprieto a la nena más a mí,

frotando nuestros sexos. Lo hago una y otra vez para volverla loca. Y entonces, comienzo a besarla

duro, fuerte, profundo y su boquita rápidamente comienza a jadear.

Voy a hacer que me desees tanto Clarissa. Voy a volverte tan adicta a mí que nunca querrás

marcharte...

Retiro sus bragas y rebusco un condón en el bolsillo del pantalón que yace en el piso. Lo abro y lo

pongo en Campeón que lleva rato endurecido. La llevo de la mano a la ducha y sin más preámbulo la

levanto y la comienzo a bajar poco a poco sobre Campeón. Ella va gritando a medida que va

descendiendo.

Oh God... Oh baby... Oh... oh...

De nuevo me encuentro alucinado por su agarre tan prieto y es como si fuera la primera vez, como

si fuera virgen de nuevo. En verdad trato de mantener el control, pero es todo un reto considerando

que me resulta extremadamente placentero. Ella se abraza a mí para no caerse, la tengo en el aire.

Fijo mi mirada en ella. Su rostro enrojecido y su gesto frágil me cautivan por completo. Me invade

de nuevo esa sensación de calidez, y llegan a mí, sentimientos y pensamientos hermosos sobre

Clarissa.

Quien diría que cuando al fin me enamorara me daría tan fuerte.

—Extrañé estar así contigo cielo. Eres una mujer muy linda ¿sabes? sobre todo ahora—parece una

diosa de ojos verdes—. ¿Estás bien?—. Acaricio su barbilla dándole tiempo de acostumbrarse a mi

intrusión. Sigo dentro de ella.

—Sí—dice suspirando.

Me regala una sonrisita entre tímida y pícara que me divierte. Luego acerca sus labios a los míos

fundiéndolos en un suave beso. Cierro los ojos y me entrego. Siento su lengua tierna y grácil

explorándome.

¿Por qué me resulta tan dulce? ¿Es ella o son mis sentimientos?

¡Como sea voy a gozármela!

Comienzo a penetrarla lentamente apoyándola de la pared, ella se aferra del pomo de la ducha.

Ahogo sus quejidos con un beso galante, profundo y acariciante que le permita olvidar ese dolor que

debe estar sintiendo. Poco a poco el rocío tibio comienza a cubrir nuestros cuerpos, no aplacando

para nada nuestro ardor. Continúo con mi posesión, lenta rítmica y profunda. Noto que ya mi nena el

dolor ha olvidado, y solo veo en su linda carita, el éxtasis. Sus jadeos suaves se han acompasado a la

cadencia de mi intrusión.

—¿Te gusta bebé? —mi voz es ronca.

—Sí... me encanta—gime.

¿Encanta? es una buena palabra…

Sin embargo, no quiero arrullarle así que le robo un beso duro, fuerte, profundo, bien caliente y

comienzo a acelerar mi ritmo de penetración implacable, y es como gasolina pura suficiente para

prenderle candela a toda la bendita ciudad.

Clarissa gime enloquecida.

Como me gusta verla así…

No voy a parar. Voy a darle duro, hasta que el cuerpo aguante. Hasta que ella no pueda más y me

ruegue que pare. Y así continúo poseyéndola una y otra vez hasta que alcanza orgasmos encadenados.

Luego la bajo, la enjabono a consciencia, y una vez así la vuelvo a poseer robándole otro orgasmo.

La práctica hace al maestro bebé…

Apiadándome de ella al fin me permito llegar al Clímax. Estamos jadeantes, satisfechos, frente a

frente cubiertos por un velo de rocío. Entonces, la intensidad de mis sentimientos hacia ella me aliena

por completo.

Clarissa te amo...

Te amo. Te amo. Te amo.

—Me he enamorado de ti, Clarissa. Te quiero—le confieso al oído a ojos cerrados.

Los abro y noto que ella me estaba observando pero con su taciturnidad ya característica, toma la

toalla y parte al cuarto dejándome solo en la ducha con la vista fija en la estela de agua que dejó a su

paso.

¿Qué le pasa?

Le he declarado mi amor. Mi cariño. Y esa es su respuesta. Silencio. Por un momento me invade la

duda ¿será que ella no siente nada por mí? Solo lujuria. El pensamiento me lastima. Anhelo mucho

más de ella que solo una buena cama. Pero pronto llegan a mi mente las palabras de Nana:

«Si quieres algo con ella vas a tener que armarte de paciencia...es diferente a ti...no conoce el

amor»

Y de Celeste:

«No está acostumbrada a eso...Te imaginas sentir que estás solo y que nadie te quiere durante tanto

tiempo.»

Supongo que eso explicaría sus reacciones. Solo ella puede afrontar a sus demonios a su ritmo y a

su tiempo, y yo no puedo forzarla a nada. Pego mi frente de los azulejos para que el chorro caiga

directamente en mi cabeza, sintiéndome por primera vez en la vida, embargado de desesperanza.

Esto es algo nuevo para mí. Nunca he peleado batallas perdidas. Siempre he mantenido una mente

clara y fija en mis metas, poseyendo desde temprana edad, una capacidad para lograr el éxito en mis

empresas sin mayor preámbulo.

Hasta ahora...

Sin embargo, esto es diferente. Esto definitivamente es un riesgo. Estoy caminando en una cuerda

floja tambaleante a merced de sentimientos inconclusos, terrores infantiles y silencios agónicos.

A pesar de eso, mi corazón me lo dice: No puedo no arriesgarme.

Ya se lo dije. Ya lo sabe. Ella deberá asumirlo, para bien o para mal. Sé que a pesar de su fragilidad

también es bastante fuerte. Ha logrado tantas cosas ella sola. Lo que todavía me mantiene un poco

esperanzado es que sé que tiene buen corazón, y quizá algún día, ella pueda sentir lo mismo que

siento yo.

Bueno, el amor es paciente… Me atrevo a tener esperanza…

Un poco más animado procedo a enjabonarme diligentemente, sin prisa, dándole tiempo a solas.

Salgo del baño con el propósito de limpiar el desastre de agua que dejó mi niña pero me paro en

seco. Está sentada en la cama con la mirada perdida y aún chorreante.

De nuevo se me presenta como una niña desamparada.

El corazón me da un vuelco.

—¿Y mi ropa? —dice sin dirigirme la mirada.

—Le dejé tu bolso a Cata. No la necesitas ahora. Quiero que durmamos desnudos. Piel con piel.

—Ah…

—¿Qué sucede?

—Es que tengo frío.

Cómo no vas a tener frio mi vida.

Me dirijo al armario para buscar una toalla con el corazón repleto de amor por esta mujer.

—Si no te secaste cielo, casi saliste corriendo del baño—sonriente saco la toalla—. Vamos a

secarte—se la coloco en la cabeza y la estrujo. Luego la coloco en sus hombros y hago lo propio.

—Tienes que secarte bien si no quieres resfriarte—seco sus torneadas piernas. Lo último que

quiero es que mi niña se me enferme—. ¿Mejor?—sus ojitos ámbar inquisitivos y profundos me

estudian, cuestionándome quizá, no lo sé.

—Sí—dice muy bajito.

—¿Se te antoja comer algo? ¿O tomar un jugo?—niega con la cabeza—¿quieres descansar un

poco? Debes estar conmocionada por lo que pasó.

—Sí—susurra.

Retiro la colcha.

—Recuéstate—digo tomando su toalla la cual dispongo con la mía sobre la silla. Enciendo una

lámpara y apago las luces de la habitación, arropándola y acostándome detrás de ella. Clarissa se

duerme de inmediato. Está agotada.

Yo no tengo sueño. Me ataca el hambre, seguramente a raíz de tanto sexo. Además debo buscar la

mopa para secar el desastre de agua que dejó mi niñita desordenada. Le doy un beso en el hombro,

me enfundo un pijama. Y me dirijo a la cocina.

Me sorprende ver a Cata sentada en un banquito.

—¿Cómo está mi nueva mejor amiga?—digo esbozando la mejor de mi sonrisas.

—No puedo dormir—dice haciendo un mohín. Parece que no soy el único que sabe usarlos.

—Yo tampoco, ¿tienes hambre?

—Sí, mucha.

—Era de esperar después de tu knock out linda. ¿Panqueques?

—Solo si yo te ayudo.

—Dale, pues.

Sacos los ingredientes y ella los va echando en la licuadora.

—¿Y conoces a Clarissa desde hace un rato?

—Desde los nueve años.

—¿Y cómo era?

—Peleonera.

Le paso una cuchara metálica mientras enciendo la plancha.

—¿Y tenía muchos pretendientes?

—Sí claro. Ella es linda. Pero siempre ha sido muy reservada. Nunca le he conocido un novio. Solo

tú. Creo que jamás había salido en una cita. Tú le gustas mucho.

—¿Te parece?

—Si no te ha dado un codazo…—se encoge de hombros.

—Bueno, me botó de su casa, si eso cuenta.

Cata se pone las manos en la cabeza.

—¡Ay Dios! No desistas con ella Sebas. Yo no sé por qué a ella le ha dado por ahí. Siempre

alejando a las personas. ¿Sabías que yo era su única amiga?

Tomo una espátula y voy volteando los panqueques que Cata va echando.

»—Y cómo no serlo, si desde que la conocí me le pegué como una lapa, siguiéndole y hablándole

hasta por los codos. A la final me agarró cariño. Supongo, que no me rendí con ella. Yo sabía que era

una buena persona—se encoge de hombros—, además es una amiga muy leal.

Me gusta que sea leal.

»—No le gusta que la toquen, sabes. Sobre todo los chicos. Siempre fue muy desconfiada. Nunca

les creía nada ni la o por lo redondo. El único que pudo con ella fue el Dr. Spillman, le hablaba y le

aconsejaba. La metió en cursos de todo tipo canto, etiqueta y otros que no recuerdo. Eso la aplacó un

poco. A ella le gusta mucho aprender. Pero si alguno se encaprichaba de ella… pobre de él. Los

trataba malísimo…

Frunzo el ceño.

»—A patadas, codazos y groserías. Así que siéntete afortunado. Algo tienes tú que a ella le atrae. Y

cómo no iba a ser así. ¡Si eres tan lindo!—me aprieta las mejillas como Celeste lo hace.

Yo sonrío.

»—Cuando ella me dijo que se habían besado en el baño. ¡Quedé en una pieza!

Mierda le contó eso. Qué pena.

»—Así que cuando te vi el lunes en su consultorio me dije: ¡Cata es ahora o nunca! Tenía que hacer

que saliera contigo y parece que tú tienes tus mañas porque ve donde la tienes. Estoy sorprendidísima.

Nunca le había visto así con nadie. Espero que no le hagas daño porque me molestaría muchísimo

contigo.

—Yo no haría eso.

Me escudriña con sus vivaces ojos café.

—¿Estás enamorado de ella, verdad?

—Me temo que sí.

—¡Ay, que lindo!, entonces eres mi cuñado porque Issa es mi hermana.

—¡Mejor que eso, considérame tu hermano mayor, muchachita! —le rasco la cabeza

juguetonamente como lo hago con mis sobrinos, después de todo, es solo un niñita—Así que

cuéntame más sobre esa amiguita tuya ¿qué consejo me darías tú que eres la experta?

—Bueno para empezar...

Martes 20 de Enero

"Novia complaciente"

A primera hora de la mañana me dirijo a la empresa de mi familia, P&A Venezuela. Resulta

imperioso para mí buscar una solución a la situación de mi niña hermosa. Entro sin mucho protocolo

porque ya todos me conocen y como siempre las chicas se muestran muy amables conmigo.

—Hola mamá—le beso la frente como acostumbro. Está impecable como siempre, con su cabello

castaño recogido en un elegante moño, maquillaje sobrio, y vestido de sastre muy favorecedor.

—Hola bebé, pensé que estarías ocupado con lo de tu candidatura.

—En eso ando.

—Y tu novia ¿cómo está? me quedé muy preocupada el domingo ¿qué tenía ella?

—Mamá, Clarissa es huérfana, y eso le ha afectado mucho. Más de lo que quiere aceptar.

—¿Y eso te preocupa?

—Claro mamá. Yo le quiero mucho.

Sonríe

—Que bueno mi vida, ¿qué necesitas?

—Habrá alguna vacante en el departamento de Bienestar social de la empresa. Sabes que Clarissa

es psicóloga y es una chica muy inteligente, se graduó de Summa Cum Laude en la Universidad

Central de Venezuela.

—Igual que tú, bebé.

—Anoche pasamos un susto con un acosador. No me parece que deba exponerse así al peligro. Así

que estaba pensando que podría trabajar con nosotros en la empresa, estaría más segura y nosotros

obtendremos un activo muy valioso ¿no te parece?

Mamá me observa seguramente sorprendida por mi petición. Nunca había hecho esto por ninguna

mujer.

—Me gustaría, sabes, que se sintiera en familia.

—Está bien, bebé. Hablaré con Cielo. No te preocupes por nada. Considéralo hecho.

****

A golpe de siete de la noche vamos en el coche. Yo, profundamente emocionado. Hoy es el día. El

día para el que me estado preparando todos estos años en mi carrera política. Asumiré ante Venezuela

el compromiso de protegerla, de cuidarla, de al fin mimarla como a la niña de mis ojos. A ella, mi

primer amor, mi Patria amada. A mi lado tomada de manos mi segundo amor, mi princesa Clarissa.

Se ve tan linda con ese vestido y su cabello liso y brillante. Está impecable. Definitivamente es

perfecta para mí. Acerco mi nariz a su cuello para disfrutar de su aroma.

Estoy feliz.

Llegando a la plaza veo el obelisco que la caracteriza y la tarima que han dispuesto para la rueda

de prensa. La presencia de los medios resulta masiva. Gente curiosa y adeptos del partido

acercándose y echando un ojo. De soslayo miro a Clarissa que observa curiosa a través de la ventana.

Trato de no reírme. Seguramente se creía que la llevaría a un bingo, una función de caridad o a un

cóctel.

Que equivocada está.

Cuando nos bajamos enlazo muy bien su manita a la mía con la sensación de que pronto querrá

huir de mí. Después de todo, es toda una niñita cobarde.

Se acerca a nosotros un periodista.

Primer round:

—Diputado Petroni lo acompaña la Srta…

—La Dra. Clarissa Spillman...— la veo de reojo—mi novia.

Ella se tensa de inmediato.

—¿Por qué dijiste eso?—dice entre dientes con su típica carita de susto.

—Bebé, solo por hoy. Recuerda: expectativas. Solo expectativas.—susurro para calmarla mientras

le beso su manita procurando quedar bien posicionado ante las cámaras.

Definitivamente quiero una foto.

Saludo con un movimiento de cabeza a mis pares que vienen subiendo por el otro lado de la tarima.

Clarissa y yo vamos de la mano hasta ocupar nuestros puestos en la mesa. A mi lado derecho se sienta

Edward Salas—es lo indicado como presidente del partido—y al lado de mi nena se acomoda Juan

Ramírez, miembro de la tolda azul. Detrás de nosotros, de pie, parte de mi equipo y Benito Estévez de

la tolda amarilla. Han decidido unirse a nosotros formando una coalición: Blanco, azul y amarillo.

Le lanzo un vistazo a mi niña que ve ansiosa a los reporteros, tomo su mano y la coloco sobre mi

rodilla.

—Que comience el show, bebé—le digo al oído y le doy un besito allí.

Edward Salas inicia la rueda de prensa:

—Nosotros, los representante del partido "Un Nuevo Rumbo" queremos hacer de dominio público

que apoyamos la candidatura de Sebasthian Petroni Agresti para la presidencia de la República...

A medida que escucho sus palabras mi mente se agudiza y comienzo a sentir la adrenalina del

momento. Estoy preparado, listo para afrontar este reto. Veo con claridad mis fortalezas, vislumbro

mis debilidades, las cuales he de asumir y minimizar ante el pueblo.

Yo puedo con esto.

Nací para esto.

Salas habla sobre mi preparación e inmediatamente me transporto a Harvard. En ese tiempo ya mi

familia se había hecho a la idea, de que lo que me impulsaba de verdad, era la política. Esos años

fueron los más reveladores para mí, conocer lo más innovador de lo que es el quehacer público y el

diseño y análisis de mega proyectos para el bienestar de una comunidad me volaron la mente.

Devoraba esos libros con hambre de conocimientos, participaba activamente en los proyectos y

prácticas, posicionándome rápidamente como uno de los alumnos más destacados. En el top de los

mejores. Para mí no implicaba ningún esfuerzo ni el idioma, ni la entrega que requerían de mí. Ese

era mi sueño, convertirme en un líder, alguien que pudiera cambiar y mejorar mi país.

Y cuando sigues tu sueño nada es imposible...

Toma la palabra Ramírez de la tolda azul y dice algunas verdades acerca del atroz gobierno actual,

adornadas por supuesto con el lenguaje rimbombante que le caracteriza. Ya no hay vuelta de hoja. Mi

corazón emocionado bombea con fuerza. Y más temprano que tarde se hace mi turno para hablar.

Completamente inmerso en mi discurso comienzo a derrochar mi carisma en las palabras siendo

dulces para enamorar y potentes para convencer:

—Estoy muy agradecido por la confianza embestida en mí por mis colegas y seguidores, y solo

puedo asegurarle al pueblo venezolano que no escatimaré en mis esfuerzos por garantizar el

bienestar de cada uno de los habitantes de esta bella nación. Muchos han dicho que soy un burgués,

pero la verdad es, que nunca me he alejado de la realidad que vive el venezolano común. Yo soy el

venezolano común. El venezolano que se para temprano a echarle ganas a este país tan bello y que

merece ser próspero...

Observo con fascinación que va llegando más gente y están entusiasmados con mis palabras, me

siento lleno de efervescencia y energía. Hay esperanza.

—Por ello apostemos a un cambio. Apostemos a una nueva estructura, una nueva dinámica que nos

permita encaminar nuestro país en la dirección correcta. Todos podemos ser el cambio—. Los

aplausos y las consignas se hacen escuchar.

Veo a mi chica y está contenta, lo cual es algo completamente desconcertante porque realmente

pensé que cuando supiese mis pretensiones de ser presidente pondría pies en polvorosa.

Eufórico recibo de mis colegas, abrazos y apretones de mano, dando por terminada la rueda de

prensa. Se los presento a mi niña, y nos divertimos sacándonos fotos graciosas para mi twitter que

cómo le explico a Clarissa es una forma efectiva de mantener una comunicación activa con la gente y

una excelente estrategia de promoción también.

—Quizá, debería seguirte—me dice mi niña seductiva.

—Adonde quieras cariño...—la estrecho más contra mí. Aún con tanta gente alrededor ansío su

calor.

La respuesta de la gente al anuncio de mi candidatura no se hace esperar. A través de los tweets

recibo felicitaciones, buenos deseos, aleluyas, (mentadas de madres para el presidente actual) o una

combinación de las mismas. Rápidamente la noticia se convierte viral y no me alcanzan los dedos

para contestar. Completamente inmerso en mi celular nos dirigimos al auto e ingresamos en él. Hay

esperanza en la gente, se siente la efervescencia. Hay esperanza y yo soy esa esperanza soy el camb...

¡Mierda! ¡Clarisa se ha montado sobre mí!

Campeón se levanta de inmediato. Le gusta mucho Clarissa y aunque estoy de acuerdo con él no es

el momento ni el lugar para que salga a jugar.

Abro mi boca para protestar pero me toma por sorpresa de nuevo e introduce su lengua insistente

y tenaz, poseyéndome por completo. Me siento prisionero. Sus uñas clavándose en mi nuca van

acomodando mi cabeza a los caprichos de la ella.

¡Jesús, María y José ¡

¿Qué coño se le metió?

¡Nunca se me había lanzado así! Y me pregunto ¿qué la puso tan caliente?

Me está costando una barbaridad conservar mi compostura. Más sintiendo en mis manos su

redondo y firme trasero. Lo que aún me mantiene en mis cabales es la idea insistente de que López

está con nosotros, manejando y que seguramente le estamos dando un buen espectáculo en primera

fila.

Además de un encabezado del periódico «Escandalizados ciudadanos consiguen a candidato a la

presidencia y su novia follando en un coche.»

¡Mierda!

—Clarissa...—le advierto pero ella ni caso, me está mordisqueando el mentón. Y vuelve a

apoderarse de mi boca. Santo Cristo ¿qué le pasa a esta mujer? Pronto siento a Clarissa estrujándose

sobre Campeón y decido que ya es suficiente.

—Ahh—gime ella abandonada a sus más bajos deseos.

¡Ya basta mujer, piensas matarme!

La tomo por los hombros separándola de mí. Parece dopada.

—Clarissa, No. Para, ya—Le indico con la cabeza que López está con nosotros. Ella toma varias

respiraciones para calmarse, solo un poco.

—Lo siento—alcanza a decir completamente enrojecida.

Es una verdadera lástima que ese ataque suyo de lascivia no haya ocurrido en un sitio más

oportuno porque tanto Campeón como yo estamos bien dispuestos...

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CELEPHI 200 MG, Gélule

أخطر أنواع المخدرات فى العالم و الشرق الاوسط

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