El juguete del jefe parte 01

 


Capítulo 1

No pude dejar de llorar hasta el lunes. Y cuando digo que no pude dejar de

llorar, me refiero exactamente a eso, a que mis ojos solo dejaron de verter

lágrimas en las pocas horas que logré conciliar el sueño.

El despertador sonó y con ello, la vuelta a la realidad fue un hecho; tenía

que enfrentarme a la crudeza de ver en el día a día a la parejita, haciendo

planes de boda.

Que me aspen si lo comprendía. Por el amor del cielo, a él se le veía tan

feliz cuando estaba conmigo y tan amargado cuando aparecía ella, ¿qué

clase de hombre era Héctor que se dejaba comprar de tal forma con tal de

guardar las apariencias y no dar un escándalo en su elitista círculo?

No lo sabía, pero sí tenía algo claro; desde luego que no era el hombre que

yo quería como padre para mi bebé, esa criatura que crecía en mi vientre y

que yo podía tomar como un regalo de la vida o como un dardo envenado

del destino, que se había dedicado a jugar conmigo.

Me quedaba con lo primero, por muy difíciles que se pusieran las cosas, por

mucho que la sombra de la traición tratara de oscurecer mi vida, esa criatura

que crecía en mi interior era lo mejor que me había pasado nunca.

Hablo de traición y es que, pese a todo, hubo un momento en el que

albergué esperanzas. Fue la noche de Halloween, cuando apareció en mi

casa. Nunca me quedó claro, porque Héctor no hablaba de sus cosas, cómo

logró zafarse de esa otra fiesta a la que debía ir con Paloma para asistir a la

mía, como si fuera un mago, por arte de magia.

En ese instante, cuando apareció aquel cazavampiros (que me había

chupado las energías como si más que cazarlos fuera uno de ellos), fui tan

tonta que pensé que igual las cosas habían cambiado y su corazón imperaba

por fin sobre una razón que inclinaba la balanza hacia el lado de la infame

de Paloma.

Tonta es quedarse corta, fui una ilusa, una idiota que pensó que los cuentos

de príncipes y princesas pueden hacerse realidad, como si la suerte hubiera

estado alguna vez de mi lado, como si no fuera una pobre chica de barrio en

la que él solo se fijó para tener una aventura sexual que llenara el hueco que

su fría relación dejaba en su persona.

Ahora tocaba pagar el precio, Héctor había perdido su oportunidad de saber

y, en contraposición, yo me sentía con el derecho de callar…De callar una

verdad que, de saberla, quizás cambiara el curso de las cosas, pero no. No

estaba dispuesta a tener que hablar para que él reaccionara de algún modo.

Él debió apostar por mí sin presiones y no lo hizo, que le fuera bonito.

No sabía lo que me depararía el futuro, pero de momento mis labios estarían

sellados. Aún tenía margen de maniobra, porque estaba tan solo de una falta

y tardaría en notárseme. Más incluso si partíamos de la base de que el

uniforme de trabajo era muy holgado.

Quizás pudiera trabajar un par de meses o tres más y después pedir la

cuenta, sin dar más explicaciones, como él había hecho conmigo. El

problema sería dónde ir después, cómo mantenerme y dar de comer al fruto

de mi vientre.

Tiempo al tiempo, no podía pensar tantas cosas de golpe. Y menos con

aquella hambre atroz que, pese al sufrimiento, no dejaba de acompañarme.

—¿Ya has tomado una decisión? —me preguntó Marta cuando entró en la

cocina, dándome un beso en la mejilla y un abrazo.

—Sí, cariño, no le pienso decir nada.

—¿Le vas a ocultar el embarazo? Niña, pero eso no es viable.

—Durante un tiempo sí. Luego me tendré que marchar con una mano

delante y otra detrás, pero ya encontraré el modo de subsistir.

—No es justo, yo solo te digo que no es justo, ¿por qué tendrás tú que pasar

calamidades cuando el padre de tu bebé está forrado?

—Porque él tendrá mucho dinero, cielo, pero yo tengo mucho orgullo.

—No sé yo, ¿eh? Todo esto va a ser muy complicado y lo sabes.

—Nadie dijo que la vida fuera fácil. Me tengo que ir, Martita.

—Suerte, mi niña, mucha suerte.

Llegué a la oficina y ese día sí que puse cara de póker, no por mandato de

Héctor, como en aquella otra ocasión con su novia, sino porque me salió del

alma.

La primera en la frente. Fue llegar y encontrarme a Paloma con una pava

que no era la recepcionista de siempre.

—Mira, tú, que sepas que esta es Linda, la nueva recepcionista. Y mi mejor

amiga, por cierto.

—¿Pero tú tienes amigas? No era consciente de ello, qué sorpresas le da a

una la vida.

—Muy graciosa. Es que, ya sabes, me caso—la miró con total complicidad.

—¿Con Héctor o con Linda? No entiendo muy bien lo que me quieres decir.

—Con Héctor, con Héctor, qué más quisieras tú que te lo hubiera dejado

libre. Y Linda está aquí porque voy a necesitar mucha ayuda con la boda.

Es que ya lo imaginarás, va a ser el gran acontecimiento social del año,

hasta prensa habrá.

—¿Que te vamos a ver en el “Sálvame”? Pues avisaré a Gertrudis, la dueña

de mi piso, que le encanta ese sarao.

—No, en el “Sálvame” no, pero en las crónicas de sociedad sí. Le daremos

al evento toda la publicidad que merece.

—¿Y a mí qué me cuentas? No sé, es que de repente me vas a hacer tu

confidente o qué, ¿me lo puedes explicar?

—¿Tú mi confidente? Antes escojo al chaval que suele hacer de payaso en

la esquina. No, bonita, lo único que quería era ponerte al día de todo, por si

te quedaba alguna duda. Es que no te vi en la fiesta después del anuncio de

nuestro compromiso.

—¿No? Ah, pues no sé, yo andaba por allí, ¿te has revisado la vista

últimamente? Igual ya vas necesitando gafas, que tú eres mayor que yo.

—Cierto, yo no soy ninguna niñata. Y mi vista sigue fenomenal, creo que

cogiste las de Villadiego porque no lo pudiste soportar.

—¿Has terminado ya de decir tonterías o ahora me pagan por escucharte?

—No, te sigo pagando porque limpies a base de bien. Y aprovecha que, por

poco tiempo, ya me encargaré yo…

Nueva amenaza al canto, aunque no sabía ella que yo cogería el pescante

antes de que fuera jefa, como ella misma decía.

—Anda que no ha llegado hoy tempranito esta—me comentó Eva en los

vestuarios.

—Es verdad, ella no se suele dejar caer por aquí tan pronto.

—No, pero es que como comienza hoy su amiguita, pues habrá querido

ponerla al día, es muy considerada ella.

—Sí, lo que yo considero es que ahora vamos a estar doblemente espiadas

con estas dos, ¡vaya telita! —Patri estaba un tanto preocupada.

—Oye, Vania, ¿a qué hora te fuiste tú de la fiesta? No te vimos el pelo

más…—Se interesó Ana.

—Es que estaba indispuesta y me fui para casa, gracias.

—Pues te perdiste el derroche de amor de los tortolitos. Mejor dicho, el de

Paloma, que estaba exultante tras el anuncio del compromiso.

—Mejor, porque igual me da un subidón de azúcar con tanto dulce—

ironicé.

—Dicen que va a ser una boda de esas de cuento, Doña Amelia ya lo dejó

caer, estaba que no cabía en sí de gozo—suspiró Ana—, ¡quién tuviera una

así!

—¿Una suegra? —le preguntó de lo más extrañada Eva.

—No, mujer, una boda. Es que será preciosa y como no es el novio guapo

ni nada…

—Sí que lo es, el jefe está para hacerle un favor—añadió Eva.

—Y más de uno y encima a mí me da que el tío debe ser estilo empotrador

—Patri también dejó volar su imaginación.

Poco lo sabía ella, eso quien lo había probado era mi menda lerenda, pero

los días de sexo con Héctor habían tocado a su fin.

Me fui a limpiar, con mis cascos, conteniendo mi rabia, pero sin llorar

más… Pude controlar mis lágrimas por suerte, porque no era plan de ir

como una Magdalena por los pasillos. Y entonces lo vi venir.

Héctor apareció ante mí guapísimo como era, pero con el rictus más serio

que le había visto hasta el momento, y vino flechado a hablarme.

—Necesito que pases por mi despacho, Vania, por favor.

—Espera que me sitúe que ando un poco desubicada, ¿quieres hincar con la

pobre para quitarte las tensiones que te producen la boda con la rica? Es que

me voy a tronchar aquí mismo y no sé si estaría bonito.

—Vania, entiendo perfectamente tu dolor, pero es que tú no lo comprendes.

—Mira Héctor, el que no lo comprende eres tú. A mí me sobra inteligencia,

por poco que haya estudiado, para saber que has jugado conmigo, como

siempre sospeché. Ahora no me vayas a pedir también que te dé la

enhorabuena por tu compromiso con la Barbie porque a ella no la he podido

ver nunca, pero es que a ti ya tampoco. Y si me quieres despedir, me

despides y terminas de demostrarme lo ciega que he estado contigo. Y si no

vas a hacerlo, quítate de mi vista y no me vuelvas a dirigir la palabra nunca.

—Tú misma dijiste una vez que nunca es una palabra muy grande, ¿no fue

así?

—Sí, una de esas palabras que se reservan para las ocasiones especiales

como estas. Y ahora, si no te importa, tengo mucho que limpiar.

Capítulo 2

Llegaba a casa al mediodía cuando me topé con mi padre, que también

volvía del trabajo. Para eso seguíamos viviendo en el mismo barrio.

—Mi niña, ¿cómo estás? —Me abrazó y me dio un beso en la frente. No

sospechaba él lo mucho que yo necesitaba sus abrazos.

—Bien, papá, ¿y tú? ¿Qué tal en el trabajo?

—Muy bien, cariño. Me ha caído del cielo, se ve que las malas rachas no

duran eternamente.

Él seguía sin atar cabos de por dónde vino su oferta, claro.

—No sabes lo que me alegro por ti, papá, me alegro tanto…—Tontona de

mí, comencé a llorar porque la sensibilidad la tenía a flor de piel y no lo

podía remediar.

—Ya, ya, hija mía, lo supongo, ¿tú estás bien, Vania?

—Bien, bien, papá, ¿y tú?

—Yo muy bien, hija, pero ¿a qué vienen estas lágrimas?

—No me eches cuenta, papá, que tendré un día tonto, solo es eso.

—Vania, yo te conozco muy bien, quién te va a conocer mejor y tú tienes

algo metido ahí en el corazón.

—Qué cosas dices, papá—En el corazón no tenía yo nada metido, pero en

el vientre…

—Pues la verdad, cariño, ¿te ha hecho daño algún chico? Porque si es así tú

me lo dices, que le parto el alma.

—No, no es eso, papá.

—Y entonces, ¿qué es? Porque a mí no me la das, Vania, suelta lo que sea.

No pensaba yo hacerlo tan pronto, esa es la realidad, pero mi padre insistió

e insistió y al final lo logró.

—Papá, si te cuento una cosa, ¿tú me guardas el secreto?

—Cariño, ¿soy yo de ir pregonando por ahí tus cosas?

—Ya sé que no, pero es muy delicado y no quiero que se sepa todavía.

—Hija, ¿estás embarazada?

No me hizo falta pronunciar a mí unas palabras que me impresionaban

bastante.

Afirmé con la cabeza y entonces sí que me abrazó fuerte. Entre nosotros se

hizo un silencio que terminé yo.

—Papá, pero que esto no cambia nada, yo estoy bien.

—¿Y el padre de la criatura? ¿Lo conozco? —la pregunta estaba cantada.

—No, papi, ni lo conoces tú ni lo conocía yo, porque ese no es ya nadie en

mi vida.

—¿Te ha engañado, cariño? Ay, mi pobre niña. Si yo lo cojo, no sé lo que le

hago.

—No, papá, no me ha engañado él, me he engañado yo solita, que nací

tonta y me voy a morir tonta.

—Tú no eres tonta, hija mía. Tú eres muy lista y vas a ser la mejor madre

del mundo.

—Papá, no sabes lo que dices, yo meto la pata como la que más, esa es la

verdad.

—No, ¿eh? No voy a consentirte que hablas así de ti. Yo no puedo estar más

orgulloso de la hija que tengo y te voy a decir una cosa.

—¿Qué, papá? —Me borré las lágrimas con el dorso de la mano.

—Que yo sé que tu ilusión es tener tu propio piso, pero que, si tienes que

volver a casa, las cosas no serían como antes. Hija, parece que me he

despertado de un largo letargo de esos que llaman, porque me he llevado

toda la vida agilipollado, acobardado con tu madre, pero eso pasó a la

historia. Ahora, en cuanto le tengo que plantar cara, se la planto.

—Pues no te envidio el puesto, papá, porque eso será a cada momento.

—No creas que tanto, que ella también está más suave, con eso que sabe

que ahora no me callo ni una.

—Papá, me alegro mucho por ti. Ahora ya solo te falta colocar a Tony,

aunque eso ya es más difícil.

—No creas, hija, que le he dado un ultimátum también.

—¿Qué dices, papá? Mira, que al final me vas a alegrar el día de mierda

que llevo.

—¿Sí, cariño? Pues le he dicho que, si en un par de meses no tiene algún

currillo con el que pagarse la moto, que la pongo a la venta y punto.

—¡Ole y ole! ¡Ese es mi padre!

—Pues que no se te olvide, cariño, que ahí estaré también para mi nieto.

—Gracias, papá, para mí es muy importante que me lo digas. Pero eso sí, a

este niño lo tengo que sacar adelante yo…

—Y no te digo que no, pero que su abuelo va a estar ahí para todo lo que

pueda hacer falta, que mientras tenga estas dos manos para seguir

trabajando…

Me enseñó las palmas y volvieron a caérseme dos lagrimones. Mi padre ya

tenía una edad y los callos de sus manos indicaban lo mucho que había

trabajado y lo que seguía haciéndolo.

—Gracias, papá. Lo que sí admitiré es ayuda para llevarlo al parque y esas

cosas, de eso no te vas a librar.

—Es que, si me libro de eso, me muero de pena, Vania.

Capítulo 3

Cada día era vivir en el trabajo la misma pesadilla…

Paloma y Linda se pasaban media mañana cuchicheando y mirando por

Internet todo tipo de cuestiones relacionadas con la boda. Y, a poco que una

de nosotras apareciera por allí para preguntar cualquier cosa, se llevaba un

buen grito.

—A mí es que la pamplinosa esta me tiene hasta el moño. Ya lo único que

le faltaba era su amiguita—se quejó Eva.

—Y que lo digas, las dos cortadas por la misma tijera—añadió Patri.

—Eso será porque compartan el mismo cirujano, qué asco de dos—

murmuró Ana.

Yo empujaba mi carrito y lo cierto es que ni ganas tuve de decir nada al

respecto. Lo mío en aquella empresa eran habas contadas y prefería dejar

correr un tupido velo ante tanta anormalidad como allí se acumulaba.

Aquella mañana se nos cruzó Héctor en el pasillo con paso acelerado.

—Chicas, voy a necesitar que hagáis un esfuerzo extra, los de la productora

han terminado un trabajo antes de tiempo y me acaban de anunciar que se

pasarán por aquí en un rato.

—¿En un rato? Pues vamos a darle entre todas una buena pasada al hall,

chicas—nos instó Patri.

—Perdona, Vania, ¿estás bien? —me preguntó Héctor porque me eché

mano a la cintura.

—Perfectamente, gracias—le contesté en el más seco de los tonos. —

Chicas, vamos que tenemos faena.

Resoplé y seguí andando porque no sabría decir si me dolió más el hablar

con él o la cintura, ya que tenía una lumbalgia considerable.

Me había levantado con un dolor que para qué y es que estuve leyendo que

era muy propio de las embarazadas.

—¡Venga, venga! ¿Ya os habéis enterado? A fregar todas, que aquí cada una

tiene que cumplir con su cometido—nos ordenó Paloma en cuanto

aparecimos por el hall.

En otro momento le habría contestado, pero en ese no tenía ganas ni de

mirarme, por lo que pasé de ella como de oler mierda.

—Oye, las he visto más ágiles, ¿eh? —me increpó en cuanto vio que tenía

dificultades.

—Y yo he visto bajas médicas por mucho menos de lo que me duele a mí,

de manera que ahora mismo me quito el uniforme y ya estoy en la mutua.

—Ah, perdona, no lo sabía. Es que, chica, está una tan ocupada con la boda

y ahora también con lo del spot… Es que no sé cómo voy a ser protagonista

de tantas cosas a la vez, por mucho que yo esté acostumbrada a estar en el

candelero, tú ya me entiendes.

—No, yo no te entiendo porque no tengo nada que ver contigo, a Dios

gracias, y ahora si te quitas… que la carne de burro no es transparente.

—Qué ganas te tengo, niña, qué ganas… El día que te ponga de patitas en la

calle me voy a pillar una borrachera para celebrarlo.

—Lo mismo te doy esa satisfacción y me voy yo antes, ¿quién sabe?

—¿Tú antes? Ojalá, pero no lo creo, ¿dónde se supone que irías? O es que

has encontrado por fin a un tonto que te mantenga.

—No, perdona, yo no soy así, yo me mantengo solita. En la vida me

escudaría detrás de nadie como tú para cobrar un sueldo, iba a decir por tu

cara bonita, pero sería un chiste, porque de bonita tienes tú lo que yo de

alemana.

Capítulo 4

Con el enganchón que habíamos tenido el día anterior, ya sabía yo que me

estaría esperando para dármela mortal ese día.

—Tú, ¿no podrías repasar los cristales? Porque no los veo del todo limpios.

—Pero eso es por tus problemas de vista, ya lo hemos hablado alguna vez.

Si no quieres ponerte gafas tampoco hace falta, existen unas cosas llamadas

lentillas que te pueden solucionar la papeleta la mar de bien.

—Chitón, que hoy no quiero gresca, hoy vuelven los de la productora y

tengo que estar muy tranquila y relajada, para que se me refleje en el rostro.

—¿Te traigo una infusión, preciosa? —le preguntó la pelotera de Linda, que

esa tampoco hacía honor a su nombre, pues era más fea que un pie.

—Sí, por favor, tráeme una de lavanda, que necesito relajarme.

Lo que había que oír, con los polvazos que echaba su novio y que la chalada

aquella tuviera que relajarse con lavanda, qué mal repartido estaba el

mundo.

En cuanto a mí, la lumbalgia había por suerte remitido un poco, aunque

todavía se negaba a abandonarme por completo. Se veía que me había

cogido cariño.

Me volví a cruzar con Héctor y él aprovechó para preguntarme.

—Vania, ¿estás bien? Sé que me vas a decir que sí, pero creo que no.

—Pues si sabes que te voy a decir que sí, ¿para qué me preguntas? Estoy

estupendamente, muchas gracias.

Volví a poner esa cara de póker que ahora tanto le desconcertaba a él y

seguí con mi carro, yéndome con la música a otra parte. Y nunca mejor

dicho.

Había que joderse con la sensibilidad. La cosa no podía quedar en que me

doliera la cintura y tuviera ganas de devorar chocolatinas a todas las horas

del día, no. También tenía la sensibilidad a flor de piel y cualquier letra un

poco intensa me hacía llorar a moco tendido.

A media mañana llegaron los de la productora, haciendo un despliegue de

medios tremendo, pues llenaron el hall con tal cantidad de cachivaches que

parecía que allí fueran a rodar una nueva entrega de Harry Potter.

Lo único es que no había varitas mágicas con las que hacer desaparecer a

aquellas dos, pero las cosas siempre pueden empeorar y yo estaba a un tris

de comprobarlo.

—Palomita, cielo, ya estoy aquí para brindarte mi apoyo en un día tan

importante.

—Amelia, qué ganas tenía de verte aparecer, ya sabes que te necesito en

todos los momentos especiales de mi vida.

Pues nada, que se la llevaran de luna de miel y la metieran en la cama entre

ambos. Total, que para la marcha que debían tener esos dos juntos, mejor.

—Pues ya estoy aquí, cariño, deseando ver cómo te quiere la cámara.

Y yo también estaba deseando verlo, más que nada porque despertaba mi

curiosidad saber si alguien más aparte de ella la quería. Amelia era la única

que parecía adorar a aquella bruja, pero es que entre ellas debían

entenderse.

—Es que me hace tantísima ilusión, ains, voy a salir por la tele, en Internet,

¡si hasta estaré en las marquesinas de los autobuses!

—Y guapísima, estarás guapísima. No han podido escoger una carita mejor

para eso, vas a triunfar.

—Sí, como la Coca-Cola, no te fastidia—murmuré, no lo pude evitar, no

había lumbalgia que pudiera contener mi lengua.

—Paloma, ¿es posible que esta siga trabajando aquí? Corazón, ya es hora de

hacer limpieza en esta empresa.

—Y para eso estoy yo aquí, señora, para hacer limpieza. Si quiere le doy un

fregonazo en los morros, lo que pasa es que le quitaría los dos kilos de gloss

labial que lleva en ellos.

—¿Un fregonazo tú a mí? Las cosas están llegando muy lejos, pero ya está

más cerca el día en que te perdamos de vista definitivamente. Si mi hijo no

fuera tan tonto, qué poquito tiene que ver conmigo…

Carraspeé con guasa, porque era más que lógico que su hijo y ella se

parecieran como un huevo a una castaña, puesto que no lo era.

—Normal—le solté después del sospechoso carraspeo.

Un tanto azorada, miró para otro lado y soltó una de las suyas.

—Tú no te preocupes, Palomita, no sabes lo afortunadas que somos al no

tener nada que ver con esta chusma.

La primera puede que no, pero ella, que oficialmente era la madre de

Héctor, tenía más que ver conmigo de lo que pensaba, algo que me callé,

por supuesto. Si le hubiera soltado la bomba allí mismo, le habría dado un

infarto de miocardio.

Los de la productora llegaron y eso fue el colmo de los colmos, porque ella

se mostró todavía mucho más tonta de lo que era, que ya es decir,

pavoneándose allí como si fuera una especie de Natalie Portman de la vida

y debiendo pensar eso, que había nacido para que los focos la quisieran,

cuando lo cierto es que daba en cámara como un tiro de mierda.

—Lo siento, pero no lo veo, Paloma, es que no lo veo—le dijo Daniel, el

director.

—¿Qué es lo que no ves? Porque no lo entiendo, lo estoy haciendo lo más

natural posible.

—Ya, pero no. Tú lo llamas naturalidad y no te digo que no te estés

esforzando, pero yo lo veo como metido con un calzador. No me gusta.

—¿Qué dices? Pero si he venido peinada así como de un modo más

desenfadado y con un aire casual en mi look.

Eso diría ella, pero el aire casual no se veía por ningún lado, ni por

casualidad, haciendo un juego de palabras.

—Paloma, no lo voy a discutir. No sé qué es exactamente lo que falla, pero

alga falla. Y yo, cuando no veo las cosas, no las veo y punto.

—Muy bonito, ¿y ahora qué hacemos? Porque tú no lo ves y yo tendré que

ponerme a ensayar, cambiar mi estilo… esto no es lo hablado.

—No, no, no lo es. Tú te empeñaste en protagonizar este spot y yo te dije

que veríamos qué tal dabas en cámara, pero siento comunicarte que no das

bien.

—Amelia, ¿tú lo estás escuchando? Dile algo, por favor, dile algo.

—Es que yo me estoy quedando alucinada, como decís ahora, con lo bien

que te veo. Es que, si a mí me intenta vender un piso una chica como tú, me

compro tres y el ático, pero si este señor no lo ve, pues qué le hago—

resopló.

—¡No puede ser y no puede ser! El spot lo tengo que protagonizar yo y

punto.

—Lo siento, Paloma, no voy a discutir este tema contigo y mucho menos

con la actitud infantil que estás tomando.

—¿Qué yo estoy tomando una actitud infantil? Amelia, ¿tú lo estás

escuchando?

—Sí, bonita, se creerá Spielberg.

—No, señora, no soy Spielberg, pero tampoco el Santo Jobs para tener tanta

paciencia, así que le agradecería que respetara mi criterio.

—¿Se puede saber qué está pasando aquí? —nos preguntó Héctor cuando

apareció, pues el jaleo debía escucharse hasta en su despacho.

—El director este de pacotilla, que dice que yo no doy bien en cámara,

amor.

—Mira, Paloma, no voy a consentirte que hables así a nadie más en esta

empresa, creí que te había quedado claro.

—Y a mí lo que me ha quedado claro es que cojo los bártulos y me voy con

mi equipo, que aquí no me siento valorado. Gracias, Héctor, ya hablaremos.

—Lo siento, Daniel, te pediría que te quedaras, esto no volverá a suceder.

—Ya lo supongo, solo faltaba que me pusieran más a caldo, pero es que no

veo la solución. No quiero a Paloma en el spot y no sé quién…

Yo miraba la escena desde lejos, que ganas me daban de ir a por un buen

paquetón de pipas, cuando Daniel se fijó en mí.

—Oye, guapa, ¿podrías acercarte?

—¿Yo? —le pregunté un tanto extrañada porque no veía en qué podría

ayudarle.

—Sí, sí, tú, ¿cómo te llamas?

—Vania, me llamo Vania.

—Vania, qué nombre tan bonito. Bueno, como lo eres tú, ¿te importaría si te

hiciera una prueba?

—¿Una prueba a mí? Pero si estoy aquí con el mocho y con el uniforme de

trabajo.

—¡Lo que me faltaba! —resopló Paloma y Amelia le cogió la mano para

intentar tranquilizarla.

—Eso da igual, solo es una prueba. Si sale bien, ya tengo pensado un

estilismo perfecto para ti y ese sí que será casual y le llegará a la gente.

Vamos a ver lo que sabes hacer.

—Eso digo yo, ¿qué tengo que hacer?

—Pues mira, tú vienes andando desde allí y haces como que miras un

cartel. La idea es que muestres la imagen de una mujer moderna e

independiente a quien le llama la atención un complejo residencial así,

fresco y dinámico.

—Vale, vale, yo hago lo que tú me digas, pero que no tengo ni idea de estas

cosas.

—Ni falta que te hace, la cámara te quiere, lo veo claro. Yo de esto

entiendo.

—Ya, ya, supongo. Si no entiendes tú…

Daniel se volvió hacia Héctor y le preguntó.

—Estás de acuerdo, ¿verdad? Confía en mí, tengo un pálpito, ella lo va a

bordar.

—Claro, me parece una elección estupenda, adelante.

Si las miradas mataran, Héctor se habría caído fulminado en ese instante,

porque la que le dedicó Paloma fue de lo más significativa. Él la esquivó,

como si tal cosa, y siguió hablando con nosotros.

—¿A ti te parece bien, Vania?

—A mí plin, pero que si este hombre lo quiere intentar.

—Ok, haz la prueba y, si sale bien, hablaremos de las condiciones.

—¿Cómo de las condiciones? Que yo esto lo hago por ayudar a la empresa.

—No, no, esto es un trabajo que se remunera aparte, faltaría más.

Me eché una cremallerita en la boca porque entendí que, si la Barbie

ensiliconada iba a cobrar por aquello, yo no era menos.

—Bueno, bueno, primero vamos a intentarlo.

Salí andando como si tal cosa.

—Vania, muy bien, así como si estuvieras paseando por tu barrio y de

repente vieras un cartel…—apuntó Daniel.

—Este no sabe lo que dice, Amelia, si esta paseara por su barrio, tendría

que cogerse fuerte el bolso, que allí los tirones deben estar a la orden del

día.

—Paloma, no sé qué parte de que estamos trabajando no has entendido. Si

vas a seguir hablando, te rogaría que te marcharas—Daniel estaba ya más

que harto de ella.

—No, no, yo me quedo.

—Pues entonces te callas, por favor.

Comencé a andar de nuevo como si nada, evadiéndome e ignorando que

todos los ojos estaban puestos en mí…

—¡Perfecto! Tú sí que vales, niña, eres justo lo que estaba buscando—me

aseguró Daniel.

—¿Qué dices? ¿En serio? Pero si es muy fácil, yo no he tenido que hacer

nada especial.

—Ni falta que ha hecho, guapa. Eres justo lo que estaba buscando, qué

andares tan naturales, que desparpajo, qué salero…

El rostro de Paloma se descompuso y mucho más todavía cuando vio que

Héctor se dirigía a mí.

—Enhorabuena, Vania, habemus rostro de la empresa.

—¿Habemus le has dicho? Vamos, Héctor, no esperarás que esta ignorante

conozca ese tipo de expresión tan culta.

—Pues va a ser que sí, que es un latinajo de esos que se dicen cuando hay

nuevo Papa. Y, por cierto, hablando de papas, yo me sacaría la que tienes en

la boca. Solo es una recomendación, ¿eh? Que tú puedes hacer lo que

quieras—le aclaré.

Daniel, sin más, se carcajeó y Héctor, un tanto contagiado, casi se echa a

reír también, pero pudo evitarlo en el último momento.

—Vania, rodamos la semana que viene, ¿estarás preparada? —me preguntó.

—Claro que sí, Daniel, el día que me digas.

—Entonces solo falta que revisemos las condiciones del contrato.

Acompáñame a mi despacho, Vania, por favor.

—¿Te vas con esta a tu despacho? Pues yo también voy, Héctor.

—No, Paloma, ya tengo bastante dolor de cabeza por hoy, ¿por qué no te

vas con mi madre y te tomas algo que te relaje un poquito?

Se quedó, como suele decirse, con toda la cara partida. Sin duda que se lo

merecía, por lo que le acompañé a su despacho disfrutando el que

chinchara.

—¿Cómo estás, Vania? Pero ¿cómo estás de verdad? —me preguntó en

cuanto cerró la puerta y nos quedamos solos.

—Ah, no, no, esto sí que no te lo voy a consentir. Vamos, que aprovechando

que el Pisuerga pasa por Valladolid quieras entrar en temas personales,

como que no me da la gana. Vaya, es que no tienes ningún derecho.

—Lo sé, lo sé. Perdóname, solo es que echo mucho de menos hablar

contigo.

—Ya, será, eso y no otras cosas las que eches de menos.

—También, sería un hipócrita si lo negase. Pero, lo creas o no, lo que más

echo de menos es eso, charlar, que nos riamos juntos…

—No me hagas hablar, Héctor, que después la bocazas soy yo. ¿Me vas a

contar lo del contrato ese o giro sobre mis talones y me esfumo?

—No, por favor, no te vayas.

Ya estaba yo echando cuentas mentalmente. Si se estiraban y me pagaban

unos mil eurillos, me daría para comprar el carrito del bebé y otras muchas

cositas de primera puesta que necesitaría.

Qué extraño se me hacía estar delante de él, pensando en todo lo

concerniente a nuestro hijo y sin que tuviera pajolera idea.

—Pues dime, ¿en qué consiste el tema?

—Te cuento; tendrías que grabar el spot y también posar para toda la

publicidad que insertemos en Internet, así como en espacios físicos del tipo

de las marquesinas de los autobuses o vallas publicitarias.

—¿Qué dices? ¿Así que voy a estar sentada esperando el bus y me voy a

ver ahí todo el careto, igual que los buenorros de los anuncios de colonias?

—Eso parece. El presupuesto inicial para pagar a la persona que prestara su

imagen a la campaña es de veinte mil euros, pero si lo ves poco, siempre

podríamos negociarlo al alza.

Tragué saliva con tantas ganas que terminó yéndoseme por mal camino y

empecé a toser como una loca.

—¿Estás bien, Vania? Espera, que te traigo un poco de agua.

Enseguida vino con un vaso, porque ya se había instalado en el antiguo

despacho de su padre y allí es que no faltaba un detalle.

—¿Veinte mil euros has dicho?

—Sí, eso he dicho, ¿te parece poco? No hay problema, lo entiendo. Mira…

—¿Qué dices de poco? Me parece una fortuna. Oye, que estas cosas no se

dicen así, por las buenas, esto hay que ir soltándolo poco a poco.

—Vania, a mí me alegra que estés tan contenta, pero no es una fortuna, es

una tarifa normal por este tipo de trabajo.

—Pues se ve que, de eso, de trabajo, me he equivocado yo, porque anda que

no tengo que fregar nada para ganar veinte mil euros. Y eso ahora, que

antes me salía mucho menos a cuenta la hora.

—Entonces, ¿lo vas a firmar o quieres que lo vea un abogado?

—¿Un abogado? ¿Tú te crees que yo soy como tú y que tengo un abogado

al otro del teléfono cada vez que lo levante? No, mira, yo abogado solo

conozco a un primo de Marta, que es de la parte pijilla de su familia, y pare

usted de contar. No hay más abogados que valgan.

—Pues entonces, si confías en mí, te garantizo que es un buen contrato.

—Lo firmaré, también me lo parece y tonta del todo no soy. Pero…

—Dime el “pero”, anda, que lo estás deseando soltar.

—Pero no confío en ti, no te confundas, que me dan mucho coraje las

confusiones…

—Vania, yo nunca pretendí hacerte daño, eso te lo puedo prometer.

—Y yo te puedo prometer que me lo has hecho. Y ahora, si no tienes nada

más que decirme sobre este tema y únicamente sobre este tema, me voy.

—Espera, que te explico cómo va lo del pago y demás…

Capítulo 5

—¿Diez mil euros ahora y diez mil a la finalización del contrato? Yo es que

te juro que me caigo muerta, pero muerta—Marta no daba crédito.

—Sí, ¿es o no es una pasada? Es como si me hubiese tocado la lotería, es

una jodida lotería, ¿no?

—Claro, cariño, va a ser eso que dicen de que los niños traen un pan debajo

del brazo. Pues yo creo que el tuyo trae una telera de esas de pan de campo

completo. Puñetas qué bien lo cobra alguna gente.

—Sí, para mí que tú y yo hemos sido unas pringadas, ya podíamos haber

picado más alto.

—Visto así, desde luego. Pero bueno, que yo lo doy todo por bien empleado

con tal de haber conocido a mi Agustín.

—Ay, mi niña, que está loca con su feíto.

—Tú, ríete, pero loca, loca…

—Oye, a ver si se quiere casar en dos días y me deja sin compañera de piso.

—No, tonti, que tampoco es eso. Agustín es de los que piensa que las cosas

de palacio van despacio, no tenemos prisa.

—Menos mal, porque ahora te voy a necesitar más que nunca.

—Y aquí me tendrás, la tita Marta estará para todo, ya lo verás.

—La tita Marta y la madrina Marta, porque tú sabrás que vas a ser la

madrina de mi bebé.

—Ay, ¿qué dices? Boba, que me vas a hacer llorar, ¿eso lo has pensado

bien?

—Pues claro que no lo he pensado bien, es que no me hace falta. Eso es

algo que está de cajón, madrina Marta, ¿quién mejor?

—Ay, que te voy a comer hasta las entretelas…A ese niño no le va a faltar

de nada, eso tenlo por seguro.

—Lo sé, cariño. Además, esa cuestión me preocupa ahora menos, que voy a

tener un buen colchoncito de dinero.

—Y dicen que no da la felicidad, vale, pero ayuda a comprarla, qué alegría,

¿qué piensas hacer con él?

—Pues comprarle a mi niño todo lo que necesite y respirar tranquila cuando

me quiera marchar de la empresa, porque yo me largo de allí antes de que

Héctor se entere.

—¿Sigues en tus trece de no decirle nada?

—¿A Héctor? Antes me enrollo la lengua como un caracol que decirle nada,

no se lo ha creído ni él.

—Mira que eres burra. ¿Y no has pensado en que podrías jugar tus cartas?

—No y no, no vayas por ahí que trepo.

—Tú trepa todo lo que quieras, pero que, si fuera Paloma la que tuviera un

as en la manga como tú, segurito que no lo haría valer ni nada, que a veces

pienso que eres más tonta…

—Más tonta que Pichote, ¿no?

—Pues sí, canija, sí, ¿qué quieres que te diga?

—Pues mira, nada, no me digas nada. Prefiero que me acompañes a ver

tiendas un día de estos.

—¿Tiendas? Es verdad, que hace un tiempecito que no vamos a comprarnos

trapitos.

—No, esas tiendas. Bueno tú, sí, que estás en plena efervescencia con tu

Agustín, pero yo lo que quiero son ver tiendas de puericultura.

—¿Sí? ¿Vamos a mirar ya cosas para la niña?

—¿Cómo que para la niña? ¿Y quién te ha dicho a ti que va a ser una niña?

—Nadie, ni falta que me hace. Yo es que te miro y tienes cara de mami de

niña, eso es todo.

—¿Eso es todo? Ole ahí la catedrática de ginecología.

—Ríete, pero va a ser una niña. Ya lo estoy viendo, cuando crezca un poco

y sea igual de coqueta que su mami y le pida a su madrina que le pinte las

uñas…

—No le vayas a pintar las uñas a la niña, ¿eh? Que todavía la tendremos tú

y yo.

—¿Y eso por qué? Que su madrina le va a dar todos los caprichos y te

callarás, o no me hubieras escogido a mí.

—Ay, madre, ¡qué cruz!

—Sí, mucha cruz, pero estarás encantada. Oye, la tendrás que poner contigo

en tu dormitorio, porque más no hay.

—Ya, jodida, que a ti se te dieron siempre mejor las matemáticas, pero hasta

ahí sé contar.

—Ah, bueno, yo por si las moscas, ¿qué quieres ir a ver?

—Muchas cositas, pero, sobre todo, un moisés precioso que le voy a

comprar, de esos de revista.

—¿Un moisés? No sé, Vania, yo tengo entendido que son poco prácticos,

porque enseguida se les quedan pequeños y hay que comprar también una

cuna, ¿no lo has pensado?

—Sí, ¿y? Mira, Marta, para un capricho que me quiero dar en la vida, pues

eso… Verás, yo siempre me imaginé siendo madre con el hombre de mis

sueños al lado, mimándome, queriéndome, haciendo juntos los planes… ¿Y

qué tengo? Un mojón pinchado en un palo, eso es lo que tengo. Pues al

menos, dado que ahora voy a tener un colchoncito, me daré el capricho de

comprarme el moisés, ¿o es que no tengo derecho? —Ya empezaron las

lágrimas a rodar otra vez por mis mejillas, ¡qué manía habían cogido!

Capítulo 6

Fue la misma Marta quien me acompañó aquella tarde a la primera revisión

del ginecólogo.

—Pues bien, mira, ya tiene latido, ¿lo escuchas, Vania?

Claudia, la joven ginecóloga que me atendería durante todo el embarazo,

era una de esas personas entusiastas que hizo la ecografía de lo más amena.

En su consulta viví momentos muy emotivos y, aunque pasara de

reconocerlo, eché una barbaridad de menos que estuviera Héctor. En su

lugar, fue Marta quien me dio la mano y todos los ánimos del mundo.

—Es una preciosidad, mira qué cosita, Vania, es tu hija

—me dijo mi amiga.

—Perdona, pero todavía no puedo afirmar cuál es el sexo del bebé, para eso

tenemos que esperar a los tres meses—le aclaró Claudia.

—Ah, ni falta que hace, yo sé que es una niña.

—¿De veras? Pues mira que yo soy ginecóloga y todavía no podría decir

nada al respecto, ¿sois pareja? —nos preguntó.

—¿Pareja esta petarda y yo? No, qué va, bastante tengo con aguantarla todo

el día en casa, somos amigas y compañeras de piso.

—Ah, vale, es que he visto padres menos entusiasmados que tú…

—Ya, es que yo voy a ser la madrina y no puedo estar más contenta.

—Me alegro mucho.

—¿Podré acompañarla también a las clases de preparación al parto? —le

preguntó y, entre eso, y los latidos del corazón del bebé que acababa de

escuchar, abrí de nuevo las compuertas de mis ojos y, ¡barra libre!

—Claro que sí, mujer, y tú no llores, ¿por qué lloras?

—Por un montón de cosas, Claudia, por un montón de cosas…

Estaba viviendo sentimientos de lo más encontrados y no sabría lo que

hacer sin mi amiga del alma, que no me soltaba de la mano en ningún

momento.

—Quiero merendar porras con chocolate, eso es lo que quiero—le pedí al

salir.

—¿Porras con chocolate? Madre mía, ¿no se te ocurre nada más pesado ni

indigesto? Vania, que te pueden entrar ardentías…

—Ardentías me van a entrar si no me las como, que no sabes lo que me

apetecen.

—Menos mal que tienes una constitución inmejorable porque otra se habría

puesto como una foca con lo que tú te estás zampando.

—Una foca me comía yo después de las porras, con el hambre que tengo.

—Sí, sí, el clásico potaje de foca. Madre mía, que se te está yendo la chota.

Oye, ¿y cuándo empiezas con las fotos y la grabación?

—El lunes ya. Este fin de semana tengo que ensayar poses y eso, ¿me

ayudarás?

—Claro que sí, mujer, que me hace ilusión tener a una actriz en casa.

—Sí, sí, lo siguiente será que me llame Almodóvar.

—Entonces sí que se muere mi madre, porque ya sabes que está loquita por

Antonio Banderas.

—Oye, ¿y cómo lleva tu madre lo del síndrome ese del nido vacío?

—Anda, mujer, que ha adoptado a un gato chiquitito. Se llama Nico y ahora

es a él a quien le pone hora de acostarse, ¿es o no un cachondeo?

—Lo es, lo es…

—Oye, ¿y qué sabes de tu hermano Tony?

—Pues no te lo vas a creer, que ayer me llamó mi padre por teléfono y me

dijo que Rafa, el de la hamburguesería, lo ha cogido para los repartos.

—¿Tu padre ha logrado que Tony mueva el culo? Es como un milagro, te

digo que como un milagro.

—Yo también lo pienso y encima dice que mi madre está más calladita que

en misa.

Comments

Search This Blog

Archive

Show more

Popular posts from this blog

TRIPASS XR تري باس

CELEPHI 200 MG, Gélule

ZENOXIA 15 MG, Comprimé

VOXCIB 200 MG, Gélule

Kana Brax Laberax

فومي كايند

بعض الادويه نجد رموز عليها مثل IR ، MR, XR, CR, SR , DS ماذا تعني هذه الرموز

NIFLURIL 700 MG, Suppositoire adulte

Antifongiques مضادات الفطريات

Popular posts from this blog

علاقة البيبي بالفراولة بالالفا فيتو بروتين

التغيرات الخمس التي تحدث للجسم عند المشي

إحصائيات سنة 2020 | تعداد سكَان دول إفريقيا تنازليا :

ما هو الليمونير للأسنان ؟

ACUPAN 20 MG, Solution injectable

CELEPHI 200 MG, Gélule

الام الظهر

VOXCIB 200 MG, Gélule

ميبستان

Popular posts from this blog

TRIPASS XR تري باس

CELEPHI 200 MG, Gélule

Popular posts from this blog

TRIPASS XR تري باس

CELEPHI 200 MG, Gélule

ZENOXIA 15 MG, Comprimé

VOXCIB 200 MG, Gélule

Kana Brax Laberax

فومي كايند

بعض الادويه نجد رموز عليها مثل IR ، MR, XR, CR, SR , DS ماذا تعني هذه الرموز

NIFLURIL 700 MG, Suppositoire adulte

Antifongiques مضادات الفطريات

Popular posts from this blog

Kana Brax Laberax

TRIPASS XR تري باس

PARANTAL 100 MG, Suppositoire بارانتال 100 مجم تحاميل

الكبد الدهني Fatty Liver

الم اسفل الظهر (الحاد) الذي يظهر بشكل مفاجئ bal-agrisi

SEDALGIC 37.5 MG / 325 MG, Comprimé pelliculé [P] سيدالجيك 37.5 مجم / 325 مجم ، قرص مغلف [P]

نمـو الدمـاغ والتطـور العقـلي لـدى الطفـل

CELEPHI 200 MG, Gélule

أخطر أنواع المخدرات فى العالم و الشرق الاوسط

Archive

Show more