Reseña
Tiempo presente: Ellie es una chica feliz con la vida que lleva. Está agradecida por
lo mucho que ha logrado hasta ahora, ya que esto le permite tener cierta estabilidad
económica y ayudar a pagar los estudios de su hermana menor. No está interesada
en el amor porque desde pequeña vio lo que la entrega de un corazón puede hacer a
una mujer. Su madre fue una mujer infeliz por culpa de su padre, un hombre al que
amó con todo su corazón y terminó destruyéndola. Pero el destino le tiene
preparada una sorpresa y cuando menos lo espera, llega a una época que no es la
suya, a casa de un hombre que jamás ha visto en su vida con un genio tosco y
mandón. Ella solo lleva una carta en la mano que está dirigida a él, donde le
informan, que ella es la novia que hace unos meses había solicitado por correo.
1880: Philip es un hombre responsable, trabajador y muy apuesto, que vive solo y
siente que necesita una esposa. Una mujer que cuide de la casa y de él, que sea
obediente y que haga todo lo que le diga. Alguien fuerte, que pueda darle hijos
sanos y no salga corriendo a la primera dificultad. Cuando se da cuenta de que esa
mujer flaca y con ropas vulgares, es la novia que le han enviado, se enfurece y
quiere echarla de la casa, de regreso a su ciudad, pero algo en ella, toca su corazón
y lo hace cambiar de opinión. Tal vez con un poco de instrucción ella pueda llegar a
ser el tipo de mujer que busca, pero lo que más le preocupa es que parece estar mal
de la cabeza, porque se la pasa diciendo que viene del futuro.
Ellie solo desea irse de allí y Philip solo desea una esposa obediente. ¿Cuál será el
final de este enredo?
Capítulo 1
Tiempo Presente
—Tierra llamando a Ellie—dijo alguien a su lado.
Era su hermana, que estaba ese día acompañándola en la floristería.
— ¿En qué pensabas?
—Solo agradecía lo que tengo—le dijo sonriendo.
— ¿No te gustaría ser la dueña de este sitio?—le preguntó señalando con su
mano todo a su alrededor.
Ellie se rió—Claro que si tontica, pero ahora me conformo con estar
administrándolo.
—No veo la hora de que podamos trabajar juntas en la floristería.
— ¿De verdad te gustaría?—no se imaginaba a su hermanita en una floristería, la
veía más con un salón de belleza o una tienda de ropa. Siempre la veía pendiente
de su atuendo, comprando cosas de maquillaje y mirando canales y revistas de
moda.
— ¡Claro!—habló emocionada—siempre he querido trabajar contigo en un sitio
que sea de las dos.
—Pero si estás estudiando Peluquería, ¿cómo vas a tener una floristería?
—Podemos tener algo que incluya las dos cosas ¿No te parece?
—Umm, no lo sé…ya veremos, primero necesito que termines esa carrera.
—No falta mucho y mientras te sigo ayudando aquí—se acercó a ella—hablando
de otra cosa, tengo algo que decirte.
— ¿Qué será?—la miró con ojos entrecerrados. Conocía bien a su hermana y
sabía que había hecho alguna travesura.
—Es que ayer estaba con mi amiga Wendy en el mall y vimos un local, donde
hay una agencia de novias.
— ¿Si?—he escuchado de esos sitios, que locura que haya gente que se presta
para eso.
—No me parece nada malo, de hecho hay gente que no tiene mucha vida social y
es por eso que van allí. De hecho… yo entré.
— ¿Que tú hiciste qué?
—Lissi, tu no necesitas estar en un sitio así, eres una chica joven, tienes amigos y
Dios sabe que tienes una agitada vida social.
—Sí, es verdad, pero es que yo no fui allí por mí, fui por ti.
Un silencio sepulcral se hizo en el local. Luego de un minuto Ellie le preguntó con
cierto temor—: Era para ayudar a alguien, me imagino.
—Sí, era para ayudarte a ti.
— ¿Pero es que te has vuelto loca? Yo nunca he dicho que necesite un esposo o
novio.
—No lo dices, pero sé que necesitas una vida amorosa. Estás muy sola hermana y
no quiero verte así.
—Pues da la casualidad de que no necesito nada de eso y me haces el favor y vas
a ese sitio y sacas de allí todo lo que tenga que ver conmigo.
—Pero Ellie.
—Ya te lo dije, no quiero saber nada más de eso—se alejó furiosa de allí y entró
a la bodega.
Lissi, se dio la vuelta y salió furiosa también por haberle dicho a su hermana, mejor
se hubiera quedado callada y no se habrían peleado, ahora tendría que ir a ese sitio a
cancelar todo.
Días después…
—Ellie, tienes una llamada—le dijo una de las trabajadoras del lugar.
—Ya la tomo—estaba terminando de atender una clienta.
Un momento después llegó a la oficina— ¿Bueno?—contestó la llamada.
—Buenas tardes, hablo con la señorita Ellie Drum.
—Sí, con ella habla. ¿En qué puedo ayudarla?
—Habla con Madeleine Crawford. Hemos recibido su perfil hace unos días en
nuestra agencia matrimonial y tenemos algunos buenos prospectos para usted, de
hecho hay varios caballeros interesados.
—Disculpe—interrumpió a la mujer, antes de que siguiera hablando. Yo no he
dado permiso para que mi perfil esté en su agencia.
— ¿Perdone? Creo que no entiendo.
—Sí, es que mi hermana fue la que llevó mis datos y me inscribió allí, pero yo
no he dado mi consentimiento para eso.
—Me apena mucho escuchar eso. Somos una agencia muy seria y no estanos
acostumbrados a este tipo de incidentes. No sé cómo pudo pasar, ya que por lo
general necesitamos la firma de la persona para que podamos hacer todo esto. Le
pido disculpas por el inconveniente.
—No sé preocupe, solo necesito que quiten mi perfil de su agencia, de hecho le
dije a mi hermana que lo hiciera, pero veo que no me hizo caso.
—No se preocupe, lo haremos inmediatamente. De todas formas, le pido el favor
de que pase por la oficina de la agencia para que la conozca y de paso pueda ver
con sus ojos que eliminamos su nombre de nuestra base de datos.
—Pues no lo sé…la verdad estoy algo ocupada.
La mujer insistió—será solo un momento, le aseguro que no tardará nada y en
cambio podrá quedar tranquila sabiendo que usted misma vio como sus datos se
eliminan y quedan seguros.
—Bien, trataré de pasar esta misma tarde un momento. ¿Podría por favor
enviarme su dirección en un mensaje de voz a mi celular?
— Muy bien, así lo haré. La estaremos esperando. Que tenga un buen día.
En la noche, Ellie, fue a la dichosa agencia, que estaba bastante lejos de donde
trabajaba, todo estaba oscuro y pensó que no había nadie. Seguramente ya era muy
tarde y no se iban a quedar esperando hasta que ella fuera. Cuando se daba la vuelta
para irse, escuchó un ruido desde adentro y vio una luz, que venía de una oficina.
Qué raro, pensó haber visto que esa oficina estaba oscura. Una mujer sonriendo se
asomó—Buenas noches.
—Buenas noches, soy Ellie.
— ¿Cómo estás querida? Soy Madeleine. Estamos en obras y parece que se ha
quemado un fusible y nos ha dejado a oscuras. Sigue por aquí—le dijo
enseñándole el camino. Llegaron a una oficina bastante bonita con fotos de
varias parejas en la pared. Había algunas vestidas con ropas como del oeste e
incluso había unas vestidas con ropas de la edad media. Qué extraño—pensó.
—Esas son fotos de parejas que se han conocido en la agencia—dijo emocionada
—No me canso de mirarlas y pensar en que esta agencia ha ayudado a tantos a
conocer el amor de su vida.
—Me imagino que eso la hace feliz—dijo tratando de disimular si incomodidad
ante el hecho de que ella no quería estar allí, ni tenía intención de aparecer en una
de esas fotos con cara de pastel.
—Bueno, linda. Vamos a ponernos manos a la obra, quiero que llenes este papel
y me des tu firma. Míralo detenidamente para que veas lo que dice, allí estás
dando consentimiento para eliminar tus datos de nuestra agencia. Ella lo leyó y
estuvo de acuerdo. Luego de firmar, la mujer la dejó sola un momento y le dijo
que ya volvía.
Ella se quedó viendo nuevamente las fotos un rato, hasta que se oyó un estruendo y
la oficina quedó totalmente a oscuras. ¡Grandioso! ¿Ahora cómo diablos saldría de
allí?
— ¿Hola? ¿Hay alguien allí? Señora Crawford—llamó. Nadie le contestó.
Comenzó a sentir frío y decidió salir de allí para ver qué pasaba. Abrió la puerta
y se encontró con que afuera si había luz y había una especie de cuarto antiguo.
Dio unos pasos por curiosidad y la puerta detrás de ella se cerró y ante sus ojos
aterrados, desapareció sin dejar evidencia alguna, de haber estado allí. Donde
antes estaba la manera de salir de allí, había una sólida pared y la puerta de esa
habitación, ahora estaba del otro lado.
—Pero… ¿Qué diablos sucede aquí? Madeleine, esto no es gracioso. Señora
hágame el favor de dejarme salir de aquí—gritó alto—Oh Dios, y ahora ¿Que
podía hacer? ¿Esa mujer era una loca? Miró hacia todos lados y se asomó a la
ventana. Había mucha vegetación, pero más adelante el terreno se veía árido.
Había una especie de carreta vieja y un caballo pastando muy cerca. Salió de allí,
para encontrarse con una enorme bestia que se le tiró encima haciéndola gritar.
— ¡Auxilio! ¡Esta cosa va a matarme, alguien que me ayude!
De repente, la cosa encima de ella se retiró y un hombre apareció frente a ella—
¿Qué demonios hace usted en mi casa?
— ¿Quién es usted? ¿Donde está la señora Madeleine?—miró para todos lados,
encontrándose con un perro enorme, que parecía un lobo y que la miraba con
curiosidad.
— ¿Quien es Madeleine?
—La señora dueña de la agencia, estábamos hablando y se fue la luz. Todo quedó
a oscuras. Lo siguiente que supe es que estaba aquí—volvió a mirar al perro—
Esa bestia debería estar amarrada, puede matar a alguien.
—Mire, señorita—le dijo de una forma como si lo dudara—No sé quién es usted
y que quiere, pero le agradezco que salga de mi casa, antes de que deje de
portarme como un caballero. Además esta bestia es mi perro, se llama Goliat y
lo único que hacía era saludarla, porque afortunadamente le cayó bien. No quiero
decirle lo que puede hacer con un extraño en la casa.
Ella se sintió tonta—Muy bien, entonces debo agradecer a Goliat que no me haya
matado—dijo mirando al perro con ojos entrecerrados—. En cuanto a irme, no
puedo hacerlo. ¿Qué quiere que le diga? la agencia matrimonial estaba aquí hace
un momento.
— ¿Agencia?
—Si—lo miró como si fuera idiota.
— ¿De novias?
—Es lo que le he estado diciendo.
Fue entonces, cuando él vio, la carta que ella llevaba en la mano— ¿Qué tiene allí?
Ella se miró la mano y vio la carta—No lo sé, parece una carta, pero yo no tenía
estos en mis manos hace un momento—la miró bien—Está dirigida a un tal Philip
Wade.
—Ese es mi nombre—le arrebató la carta.
— ¡Oiga! Maleducado—le dijo molesta.
Philip, comenzó a leerla y después de un momento, la miró de piés a cabeza, como
si fuera un extraterrestre.
—Yo jamás pedí a alguien como usted.
— ¡No me diga! —Exclamó furiosa ¿y qué le hace pensar que yo sí?
—Se supone que usted es la novia por correo que hace unos días pedí, pero es
usted totalmente distinta a lo que me imaginé y además nadie me dijo que vendría
tan pronto y sin avisar.
—Yo no soy ninguna…—Lo pensó mejor y se quedó callada. Si le decía a ese
hombre que no era quien él pensaba, la sacaría de su casa y ella no conocía a
nadie allí. Eso parecía un mundo distinto, algo sacado de la dimensión
desconocida.
— ¿Puedo usar su baño?
—Puede—le contestó, con un tono algo distinto del que había usado antes con
ella.
Ellie vio la puerta que él le señaló y entonces notó con sorpresa que estaba fuera de
la casa.
— ¿Es, es…eso que está allá?—le mostró la pequeña cabina de madera, que se veía
un poco alejada de la casa.
—Sí, señorita. Allá está la letrina.
— ¿Le…letrina?
—Si ¿No pregunta por el baño? Pues eso es lo que hay.
— ¿Podría decirme en que sitio estamos?
—Esto es Virginia City, Montana—la miró extrañado.
—Bueno, eso era raro. Montana no era un sitio tan alejado, como para no tener
las cosas más normales, como un baño, pero se imagino que tal vez, el hombre
no tenía dinero y era muy pobre.
Al salir hacia la letrina, vio que todo se veía extraño y cuando entró, casi le da algo.
Era un sitio horrible con olor a orines y en el que solo un contorsionista, podría
hacer todo tipo de peripecias para mantenerse en pie.
— ¿Qué era esto? Pensó encontrar un sitio donde lavarse las manos, pero solo
encontró un hueco donde hacer pis.
Al salir él la estaba esperando— ¿Se siente bien?
—Sí, claro, lo único que necesito es un teléfono. ¿Tiene uno que pueda
prestarme?
—Dice usted muchas cosas raras, señorita. Es un poco extraña. Creo que lo
mejor será llevarla de vuelta al pueblo, si quiere le daré lo la noche en el hotel.
Ellie pensaba que el tipo hablaba locuras y no le prestó atención.
—Eso no es una opción—casi gritó—Yo no tengo a nadie y tampoco estoy aquí
por gusto.
—Nadie la está obligando a nada, mujer—dijo molesto. La carta dice que es
usted la persona que solicité para ser mi esposa, pero en ningún momento dije
que tenían que obligarla. Solo diga lo que quiere que hagamos y la dejo tranquila
o vamos al sacerdote.
Dios, que podía hacer. Si se quedaba allí, tendría que casarse o de lo contrario
estaría en la calle. Casi como si la estuvieran llevando al cadalso, lo miró un
momento y terminó diciendo—: sí, me casaré con usted.
—Muy bien, necesitamos ir a ver al sacerdote para casarnos. Voy a ir al pueblo
enseguida, de paso podremos comprar ropa para usted, eso que tiene puesto es
algo vulgar, se pega a su cuerpo y no la verán con respeto. No quiero que mi
mujer se vaya paseando por todo el pueblo casi desnuda—la miró molesto,
aunque no podía negar que era una mujer hermosa, de curvas abundantes y
caderas amplias, que podían darle muchos hijos. Su rostro era precioso,
delicado, con unos ojos verdes como esmeraldas, mejillas sonrosadas, se
imagino que por el calor que hacía, una pequeña nariz que se veía algo cómica y
una boca de labios llenos, que incitaba a besarlos. Podía imaginársela en su
cama, en las noches calurosas, los dos desnudos haciendo el amor…—sacudió la
cabeza—tenía que cambiar el rumbo de sus pensamientos.
—Esto no es estar casi desnuda. Esto se llama jean y esto es una blusa con
transparencia, pero si mira bien, vera que hay un top por debajo.
—No importa, para mí está desnuda, así que iremos a comprar ropa y luego a
ver al sacerdote.
Ella lo dejó hablar, necesitaba ir al dichoso pueblo, ganar tiempo mientras este loco
pensaba que se casaban y llamar a alguien para que fuera a buscarla.
Una hora después, cuando casi pensó que perdería sus riñones por los saltos que
daba la horrible carreta, llegaron al pueblo. Ellie casi se desmaya al ver que todo el
mundo vestía como en la época victoriana y estaban en un pueblo que parecía del
viejo oeste. Pasaron frente a una cantina donde salían unas mujeres con vestidos de
colores vivos que dejaban ver sus botas y hombres borrachos detrás de ellas
proclamaban lo que querían hacerles.
Luego pasaron por una tienda y unos cuantos edificios de horribles fachadas, nada
del otro mundo, había una oficina de correos o algo parecido y una iglesia. No
veía nada más que eso, a menos que el pueblo siguiera por la parte de atrás de un
aserradero en el que habían varios hombres trabajando.
—Paremos aquí, señaló la oficina de correos, de seguro habría algo.
— ¡Dije que no!—le habló tajante—primero iremos a la tienda de los Miller, allí
venden telas, pero tal vez, ella tenga algo para ti.
Ella se dejó llevar con tal de que el hombre la dejara hacer su llamada. Entraron al
sitio y ella pudo ver una tienda cualquiera, totalmente mugrienta y llena de cosas de
la época de su abuela.
—Buenas tardes—Philip se quitó el sombrero.
—Buenas tardes, la pareja la miró a ella enseguida.
—Señores, ¿ustedes tendrán un teléfono que puedan prestarme?
La miraron extrañados— ¿Un qué?
—Un tele…—se interrumpió al ver una especie de revista impresa de manera
burda que estaba en el aparador. Lo que le llamó la atención fue la fecha, decía
Marzo 15 de 1880.
— ¿Qué sucede?—le pregunto Philip, al verla tan pálida.
— ¿Esta revista de cuando es?
—Es el periódico—le dijo la mujer. Tiene fecha de hoy.
— ¿Esa es la fecha? Este es el año de 1880?—se sentía mareada.
—Sí, señorita—le contestó el esposo de la señora Miller.
Ellie, fue sintiendo que sus piernas fallaban y era extraño porque también estaba
perdiendo la visión.
Capítulo 2
Se despertó sobresaltada. Miró a todos lados y no vio nada conocido. ¿Dónde
estaba? Se levantó todavía mareada y sintió una mano que tocaba su brazo.
—No se levante tan rápido.
Necesito salir de aquí, quiero ir a mi casa—comenzó a recordar que le habían dicho
la fecha y supo que no podría volver a su hogar, no volvería a ver a su hermana.
Todavía no sabía cómo había pasado todo eso, esperaba que fuera un mal sueño y
que despertara en cualquier momento.
Vio que Philip, tocaba su rostro y fue cuando notó que estaba llorando.
—No entiendo porque se pone así, parece que viniera de otro mundo. ¿Cómo
puede alterarle tanto vivir en este año?
—Yo no soy de este tiempo—le dijo mirándolo a los ojos.
Philip dudó de su cordura. Ellie, era una hermosa mujer, pero lo que menos quería
era casarse con una loca.
—Creo que está cansada, seguro que si descansa mejor, verá todo con otros ojos.
—No creo que eso pase—dijo llorando—Estoy atrapada aquí y no sé como
volver a mi hogar.
—No es así, Ellie. Si usted quiere, puedo enviar un telegrama a su familia, a
quién usted quiera—su tonó fue serio cuando le habló esta vez—No quiero
obligar a nadie a quedarse aquí.
Ella lo observó un momento, no lo había detallado bien la primera vez, pero ahora
podía notar que era un hombre guapo. Era alto, de contextura fuerte, se imaginaba
que porque le tocaba trabajar duro en sus tareas diarias. Sus ojos eran de un azul
claro, hermoso, le recordaban el hermoso cielo de su pueblo natal en días de
verano. Tal vez lo único que recordaba con amor de aquel lugar. Su nariz recta y
barbilla fuerte le hablaban de un carácter fuerte y hasta ahora le había mostrada una
buena parte de él.
—Yo no tengo a nadie en este…—optó por quedarse callada.
—La dejaré sola—se levantó y escuchó cuando ella empezaba a llorar. Philip no
sabía qué hacer, quería abrazarla, porque se veía muy desamparada, pero en
realidad no tenía ni idea, de cómo comportarse con las mujeres. Era por eso que
había pedido en la carta una mujer tranquila, que no fuera dada a los mimos y
esas cosas. Una mujer obediente, dispuesta a cuidar de él y de su casa. Una buena
cocinera que tuviera salud. A cambio él le daría un techo, comida, ropa y todo lo
que necesitara.
Ellie, era una mujer hermosa, eso no podía negarlo, pero su comportamiento era el
de una mujer algo tocada de la cabeza.
La vio recostarse en la cama de nuevo y pensó que lo mejor era dejarla con sus
pensamientos.
—Le traeré algo de comer.
—No tengo hambre, pero gracias.
—No puede estar sin probar bocado. Es tarde y desde esta mañana no ha comido
nada. No quiero gente enferma aquí—dijo toscamente.
—No se preocupe, no me voy a morir en su casa, jamás le haría una cosa tan
terrible—dijo en tono sarcástico. Lo único que quiero hacer ahora es olvidarme
de todo esto que me pasa. Quiero pensar que es un mal sueño y que me
despertaré en unos minutos.
—Lo siento mucho, pero quiero recordarle que si se queda en esta casa será
como mi esposa o como una empleada para que se encargue de los quehaceres.
No necesito cargas en mi casa y no soy hotel para tener huéspedes.
—Quisiera poder demostrarle que vengo de otro tiempo.
—Es algo imposible.
—Le juro que no lo es. Yo vengo del futuro, del año 2016, vivo sola en un
pequeño apartamento y trabajo en una floristería. Me encargo de mi hermana
pequeña que está terminando sus estudios de Peluquería.
— ¿Qué es peluquería?
—Es como lo que hacen los barberos en este tiempo, pero para señoras.
Él la miró todavía más extrañado.
Ella trató de explicarle como si fuera un niño—Las señoras, necesitan verse bien,
arreglarse el cabello, las manos y verse bonitas para ellas, pero también para sus
esposos. Mi hermana las ayuda para que se vean bien y le pagan por eso.
—Es un oficio extraño—dijo poco convencido.
Ellie rió—si, lo es, para este tiempo, pero se usa mucho en el mío.
—Ya veo. ¿Cómo se llama su hermana?
—Lissi. Es muy curiosa y se mete en problemas por eso, aunque en nada serio—
No pudo contener las lágrimas y comenzó a llorar de nuevo.
—Calma—le dio unas palmaditas en la mano, no tenía idea de que hacer para
tranquilizar a una mujer
—Ojalá tuviera una fotografía…—dejó de hablar y se paró de un salto.
— ¿Qué sucede?
—Tengo una foto de ella—gritó feliz—Sacó de sus pantalones una foto que tenía
de ella y su hermana. Precisamente la había guardado ese día porque la había
encontrado en el escritorio de su oficina y se le había ocurrido llevarla a la
tienda de fotos para que le dijeran si había forma de volverla más pequeña para
que cupiera en su relicario. Se la mostró y él la miró detenidamente.
—Esto no es una fotografía—dijo muy seguro.
—Claro que lo es, lo que sucede es que no se deben parecer a las de su tiempo.
—Las he visto, de hecho tengo una y no se parece en nada.
—Ya dije que es de otro tiempo, las cosas que hoy son imposibles, en mi tiempo
ya están hechas o son avanzadas a comparación de cómo son ahora. Por ejemplo
—le señaló un punto en la fotografía— esto detrás de nosotras, se llama auto. Es
una versión más avanzada de esa carreta suya halada por caballos.
— ¿Qué tiene de malo mi carreta?
—Nada—sonrió—pero un auto es mucho más rápido, transporta en una hora, la
misma distancia que esa carreta lo haría en un día.
—Eso es difícil de creer—se mostró escéptico.
—Le prometo que es así.
Él no dijo nada más sobre el asunto, pero miró sus pantalones—Esa ropa es
extraña, es otra cosa que me llama la atención además de su forma de hablar.
Ella comenzó a reírse por las cosas que él decía y un poco de tensión comenzó a
desaparecer.
—Venga—tomó su mano y ella sintió un sobresalto en su corazón—prepararé
algo de comer mientras estabas en la cama. No soy un excelente cocinero, pero
algo puedo hacer. Y en caso de que no le guste, se quedará sin comer, porque no
haré nada más.
—Sí, señor—ella se tocó la cabeza, como si fuera un soldado recibiendo
órdenes. Los dos salieron y él le mostró el comedor. No había visto bien la casa,
pero era bonita, a su manera, pues era antigua y quedaba en un sitio agreste.
Estaban en la mitad del bosque y era para un hombre de ese tiempo, lo más
seguro es que la prioridad fuera sobrevivir, no la decoración.
—No es una casa enorme, me imagino que la suya si lo es.
—Mi casa es pequeña, de hecho como ya te dije no es casa, vivo en un tercer piso
y no es muy grande. La casa tal vez sea pequeña, pero es acogedora.
Philip asintió—Era la casa de mi madre. Se suponía que mi hermana se quedaría
aquí, junto a su marido y yo construiría una para mi propia familia, pero mi
hermana se casó con un yanqui.
— ¿Y no está de acuerdo?—se sentó en la silla más cercana al fuego.
—Hay muchas heridas abiertas entre la gente del norte y los del sur, debido a la
guerra. Yo tengo mis propias heridas y una de ellas no me dejará olvida r esa
época, así quiera hacerlo—le señaló su pierna.
Ahora ella entendía su cojera leve, al caminar.
— ¿Usted peleó para el sur?
—Mi madre era de aquí, pero se enamoró de un sureño y mi hermana y yo
nacimos en Georgia, allí crecimos y luego mi padre murió, yo ya estaba en el
ejército y mi madre y mi hermana no estaban de acuerdo con muchas cosas de la
esclavitud. Cuando la guerra estalló, solo ellas estaban viviendo aquí, que era la
casa de los padres de mi madre, y yo estaba recibiendo órdenes en el ejército.
Fue duro, hubo constantes peleas entre mi hermana y yo por eso. Al final resulté
gravemente herido, casi pierdo la pierna y me dieron de baja honorablemente.
No tenía más que hacer, el sur estaba prácticamente destruido y sumido en la
pobreza y no estaba tan bien como ahora, mi pierna no me dejaba hacer mucho.
Tuve que venir aquí y me encontré con que la gente no me rechazó, ni me juzgó.
— Creo que todo ese odio, es algo que con el tiempo cambiará, pero ahora
mismo, es difícil para la mayoría. De todas formas mi hermana se enamoró y su
esposo no es un mal hombre, pero decidieron irse a vivir a Canadá, porque
parece que había un buen trabajo para él, por esas tierras. Lo que me tranquiliza
es que es territorio neutral por así decirlo.
—Sí, entiendo, allá nadie los hará sentir mal por ser del norte o del Sur.
—Así es—estuvo de acuerdo con ella—Ahora, voy a servirle un poco de mi
potaje especial.
—Suena bien.
—Es una especie de sopa, con un poco de todo—puso un plato lleno frente a ella
y una cuchara. Luego se sirvió el de él y puso una bandeja con pan.
Ellie, tomó su primer bocado y quedó sorprendida. Además de guapo, sabía
cocinar. Ese potaje estaba delicioso, era de una consistencia parecida a una cazuela
de mariscos, pero en lugar de estos, tenía una deliciosa mezcla de guisantes y carne.
—Es carne de jabalí, espero que le guste.
— ¿Jabalí? Creí que era cerdo, se parece mucho.
—Son bastante parecidos, el jabalí es cerdo salvaje.
—El pan también está delicioso
Philip se echó a reír—mis habilidades, no llegan tan lejos. El pan lo compro en la
tienda de abarrotes o a la señora Murray, que hace el mejor pan de por aquí. Lo sé
hacer pero no me queda jamás igual que a ella.
—No importa, este potaje está delicioso, muchas gracias.
Terminaron de comer en silencio y ella se ofreció a ayudarlo para lavar los platos.
Mientras lo hacían hablaron un poco más y a ella se le olvidó su ansiedad por no
saber qué hacer. Pensó que lo mejor era dejarlo todo para el día siguiente. Tal vez
mañana se despertaría y todo sería un mal sueño.
*****
Esa noche no pudo dormir muy bien, pensando cuanto tiempo tendría que pasar en
ese sitio, pero al final pudo conciliar el sueño.
Alguien tocó la puerta y ella se sobresaltó— ¿Si?
—Soy yo, Philip. Voy a salir y espero que cuando vuelva, sepa lo que va a hacer.
Le dejé algo para desayunar en la mesa.
Ellie, lo escuchaba y seguía mirando a su alrededor. Entonces recordó que estaba
en otro casa que no era la de ella y tuvo ganas de llorar.
Podía ver que el carácter osco del hombre había vuelto. —Está bien, Philip,
muchas gracias.
—Bien—solo dijo eso y se fue.
Más tarde, cuando ya estaba cansada de estar allí en la cama sin nada que hacer, se
levantó y se asomó por la ventana. Vio que era un hermoso día soleado, hacía un
poco de frío, pero daban ganar de salir a pasear. Quería darse un baño, pero según
le había dicho Philip, le tocaba calentar agua y usar un cubo de madera enorme que
había afuera y que de solo pensar en cargarlo, prefería quedarse sin bañar. Lo que si
haría sería lavarse los dientes, así fuera con los dedos y un pedazo de tela, pero el
desaseo no era algo que permitiera en su vida. Fue al comedor y encontró un vaso
de leche y un plato con un gran pedazo de pan untado de mantequilla y jamón. Se le
hizo agua la boca, por lo general cuando estaba preocupada comía bastante. Se
sentó a comer y luego salió a conocer el lugar. El día anterior había conocido la
casa, solo tenía dos habitaciones, en una dormía él y la otra era en la que estaba ella,
estaba el comedor, que constaba de 4 puestos y estaba cerca de una chimenea algo
rústica, pero grande, como para calentar la casa entera. También estaba una pequeña
área apartada donde estaba la estufa y dos estantes grandes, en donde tenía calderos,
ollas, unas de metal y otras de barro, además de platos y vasos. Salió para ver que
había más allá y encontró en la parte de atrás de la casa, un pequeño abrevadero y lo
que parecía ser el sitio donde lavaban, porque estaba lleno de cubos de madera y
uno de ellos tenía algo parecido a un restregador para la ropa sucia. Recordaba
haberlos visto en libros. Encontró un granero y al lado un pequeño galpón con 4
gallinas, que comían desaforadamente. Pensó que a pesar de que no era un rancho
enorme, era un sitio organizado y bien cuidado. Eso le gustó.
Volvió a entrar y vio que había leña recién puesta en un balde de metal al lado de la
estufa. Se puso a lavar los platos y luego miró por todos lados a ver si encontraba
algo que hacer.
Más tarde se encontró con unos gaticos en el granero.
—Hola lindos—los acarició, su mamá no se veía por ningún lado. Jugó con ellos
un rato y luego se fue a caminar. Encontró un pequeño arroyo que pasaba muy
cerca de la casa. Era precioso allí, se podían ver los grandes árboles hacer
sombra por un lado y entre sus ramas dejaban pasar los rayos del sol que
calentaban su piel, mientras conocía los alrededores. Había varias matas con
pequeñas frutas, parecían bayas, pero no estaba segura, le dieron ganar de
comerlas, pero lo pensó mejor y prefirió preguntarle a Philip cuando lo viera.
Siguió caminado y un conejo saltó de la nada, pero cuando trató de agarrarlo
salió casi volando—se echó a reír —Dios, la vida allí era bastante aburrida. No
había televisión, no había internet y ni siquiera tenía sus flores para entretenerse
con ellas. De repente, ya no era aburrimiento lo que sentía. ¿Qué estaría
pensando su hermana al ver que no aparecía? Estaría asustada, la pobre. Tenía
que encontrar la forma de volver—se dijo con cierta desesperación.
Volvió corriendo a la casa y fue directo a la habitación donde había aparecido,
cuando llegó a ese tiempo. Comenzó a buscar por todos lados, en las paredes,
trataba de ver donde había una ranura o algo que indicara que había una forma de
regresar, una salida de ese sitio. Así la encontró Philip cuando llegó a casa. Ella
estaba tocando las paredes y lloraba.
— ¿Qué sucede?—preguntó preocupado.
Ellie, lo miró avergonzada —Estaba buscando alguna salida.
— ¿Por aquí?
—Es que esta fue la forma en la que entré y quería ver si…—se tapó la cara con
las manos—solo quiero irme de aquí—comenzó a llorar.
— ¡Por Dios! ¿Es que se la va a pasar llorando todo el tiempo?
— ¿Qué voy a hacer si no encuentro una salida?—gritó ella.
—La encontrará, si eso es lo que debe pasar —tenía que mentirle, porque sabía
que solo eran ideas en su cabeza. Aunque eso de la fotografía, era bastante
inquietante. Parecía muy real.
—Porque no intenta calmarse y toma un poco de agua—fue un momento hacia
una jarra y tomó un poco de agua en un vaso, luego se lo llevo.
—Tiene razón—dijo entre sollozos—tal vez puedo mirar cada día y en algún
momento, la puerta vuelve a aparecer. ¿Verdad?—le preguntó esperanzada.
—Claro, pero mientras, no puede seguir así, triste— ¿Qué le parece si te muestro
los alrededores? Si va a quedarse aquí trabajando para mí, lo mejor que puede
hacer es conocer todo y acostumbrarse.
Ella asintió—Bien, aunque más temprano estuve caminando un poco.
—Eso está bien, pero seguro que hay cosas que todavía no conoce. Voy a
lavarme un poco y vamos un rato a que conozca el rancho. No es que sea
gigante, pero para mí, es el mejor.
Ellie sonrió, de lo orgulloso que estaba de su rancho, también le presentaré a dos
chicos que trabajan conmigo para esta época de siembra y luego para la cosecha—
la llevó hasta la mesa y se fue a lavar, luego apareció con otro pantalón y una
camisa limpia.
Pasado un rato, salieron y el la llevó a una especie de ático al que llegaban por unas
escaleras bastante empinadas, que se ponían y se quitaban cuando era necesario.
Cuando estaban arriba, él le mostró un baúl, le dijo que tenía cosas de su hermana y
que había vestidos allí, que tal vez podrían quedarle bien.
—No esperará que la presente en esas fachas, ¿verdad?
—No, por supuesto que no—ella vio que tenía que vestirse como las mujeres del
pueblo, pues su ropa se veía vulgar para ellos. Aunque eran solo unos jeans y una
blusa casi sin escote. Vio varios que eran bonitos, pero demasiado serios o
recatados. Supuso que era eso o nada, porque ella no tenía ni idea de coser y parecía
que todo lo que vendían en el pueblo eran telas para que las mismas mujeres
confeccionaran la ropa de ellas, de sus esposos y hasta las de los niños.
Bajó las escaleras con tres vestidos y una ropa interior horrible. Por Dios, no
quería pensar en que las partes íntimas de la hermana de él, pudieron estar en
directo contacto con la tela, que era lo más seguro. Dudaba de que la gente de ese
tiempo, supiera lo que era bañarse al menos una vez al día y ella lo hacía dos. Se le
ocurrió que lo mejor sería ponerse su ropa interior, debajo de esa ropa interior.
—De seguro le quedarán bien.
—Eso espero—le dijo no muy convencida.
Entró a la habitación y se cambió la ropa. Al llegar el momento de ponerse el corsé
tuvo que llamar a Philip para que la ayudara a amarrárselo.
—Umm…—no sabía cómo pedirle el favor, seguramente se escandalizaría—.
Philip solo la miraba aterrado.
— ¿Podrías ayudarme con el…corsé?
Philip seguía mirándola, sin hacer nada, hasta que pareció salir de su estupor y se
acercó a ella—date la vuelta, por favor. Con las manos temblando, fue cerrando el
corsé lentamente mientras tocaba su piel sedosa. Ellie, ajena a lo que pasaba, trató
de voltear, para ver porque se demoraba tanto—Oye guapo, es para hoy.
Eso hizo que Philip se apresurara y de forma un poco brusca, le avisara que ya
había terminado—No tengo todo el día, por favor, dese prisa—le dijo y se alejó.
Ella lo miró como si estuviera loco y entró a la habitación para terminar de
vestirse. Cuando lo hizo, sintió que tenía más capas que una cebolla y se moría de
calor. Los zapatos si eran los suyos, le gustaban sus botas de tacón alto y le daban
un toque moderno a ese vestido tipo Amish. No podía negar, que a su manera, era
un bonito vestido de un tono azul cielo, con diminutas flores, en tela de algodón.
Las mangas eran largas y no había escote por ningún lado, por dentro la horrible
ropa larga que la hacía sentir un calor, como si pasara la menopausia.
Salió de la habitación y lo encontró esperando afuera en el porche.
—Bueno—le dijo dando una vuelta—espero haberlo hecho bien. Es la primera
vez, que me pongo uno de estos.
Philip, la miró como si no lo creyera mucho, pero no dijo nada al respecto.
— ¿Le gusta?—le preguntó con una sonrisa que deslumbraba. Philip no fue
capaz de decir nada malo y se encontró sonriendo también. Eso lo sorprendió, el
no era de los que reía a menudo
—Se ve muy bien, señorita Drum—la recorrió entera con la vista—toda una
chica local—luego le hizo señas de que lo esperara un momento y fue a un
pequeño baúl que había cerca de la estantería donde tenía algunos platos, sacó
algo de la parte de atrás—toma—se lo entregó—era de mi hermana también,
pero tenía varios, seguro no le importaría que le diera este.
— ¿Qué es?
—Es algo para que no ensucie su ropa.
Ellie observó la prenda. Era un delantal, de un color crema sin ningún adorno tan
largo como los vestidos, tal vez dos centímetros más arriba, pero definitivamente,
era otra capa más para la cebolla—pensó.
—No se ve mal, ya parece que llevara mucho tiempo aquí y apenas lleva dos días
—Le señaló la puerta—ahora vamos a caminar un rato.
—Bien, me parece una buena idea.
Esa tarde Ellie estuvo bastante distraída, conociendo a Erick y Jonás, dos
trabajadores de Philip, que parecían muy educados y buenas personas.
—Señorita Drum, el Domingo, después del servicio, celebraré el cumpleaños de
mi Rose. Si gusta puede ir con Philip y así la conoce.
—Claro, Jonás, muchas gracias por la invitación.
—No es nada grande, es solo una pequeña reunión con los más cercanos. Mi
suegra, el hermano de mi esposa, nuestros dos niños, Erik, con su esposa y
ustedes dos. No seremos más de diez personas y de paso puede probar la comida
de mi suegra. No es por nada, pero es la mejor.
—Que no te oiga tu mujer o te deja sin piel—dijo Erick riendo.
—Ella sabe que su comida es fantástica, por supuesto se lo aprendió a su madre,
pero yo no tuve corazón para decirle que cocinara para todos el día de su
cumpleaños, por eso será mi suegra la que lo haga.
—Mi esposa llevará polenta y pan de maíz.
—Nosotros llevaremos algo también—dijo Philip. Ellie lo miró como si
estuviera loco, ella no tenía idea de cocina, ella hacía arreglos de flores y hasta
las cultivaba, pero la comida la compraba en restaurantes o en el súper.
—Muchas gracias, sé que no se arrepentirán, estoy seguro de que la pasaran bien
y mi Rose se alegrará de tener una nueva amiga. Estas tierras pueden ser un poco
solitarias para las mujeres.
—Entiendo—asintió de acuerdo con lo que decía— Bueno entonces todo está
dicho, nos veremos en unos días allí.
— ¿Irán a conocer el sembradío?
—Sí, quiero mostrárselo a la señorita Drum—respondió Philip.
—Muy bien, nosotros ya nos vamos, se hace tarde. Nos vemos mañana—les dijo
Erick, luego se tocó el sombrero en señal de respeto, algo que había visto en
películas. Se le hizo gracioso, pero muy galante.
Siguieron caminando, eran como las cinco de la tarde y se veía el sol descendiendo,
sin embargo no estaba oscuro, ni cerca de estarlo. Las aves todavía cantaban y había
un hermoso prado, lleno de flores y al fondo se veían enormes montañas.
—Es tan hermoso aquí.
—Lo es. Nunca me cansó de ver el paisaje todas las mañanas. Cuando amanece,
es uno de mis mejores momentos. Debe ser realmente hermoso—le dijo
convencida de que era un lugar del cual uno podía enamorarse.
— ¿Qué es lo que cultiva aquí?—le preguntó al ver un montón de surcos.
—Por ahora solo he hecho el arado de la tierra para sembrar trigo y del otro
lado cerca al río sembraré cebada. Tengo que aprovechar la primavera para
hacerlo.
—No parece primavera—miró a su alrededor. Todavía notaba algo de frío,
aunque muy poco.
—Pasa en esta época, en realidad a partir del día 20, ya no sentirá ese frío, más
bien una brisa fresca y todo comenzará a nacer.
—Es una hermosa época, las flores más hermosas, los pajaritos recién nacidos…
—Las crías de osos saliendo de sus cuevas donde estaban hibernando.
Ellie se quedó fría— ¿Osos?
—Los osos grizzli son típicos de la región y dónde van los oseznos, allí van sus
madres. Por eso hay que ser cuidadosos.
— ¿No habrá peligro de toparnos con alguno en esto momento?—preguntó
alarmada.
—No lo creo, de hecho no se la pasan mucho por aquí, están más cerca de las
montañas, pero siempre hay que ser precavidos. Cuando tienen mucha hambre
pueden acercarse bastante a las áreas habitadas.
Siguieron caminando y fueron al arroyo cercano a la casa.
—Este es el pozo de la casa, aquí podrá sacar agua cuando quiera y yo no esté.
También suelo dejar la leche colgada con una cuerda hasta bien adentro del pozo,
de esa manera no se pone agria tan rápido, sobre todo cuando hace mucho calor.
—No sabía que eso se pudiera hacer. En mi tiempo tenemos las neveras y allí
metemos todo lo que no queremos que se dañe. La carne, la leche, la mantequilla
y más cosas.
—Bueno…aquí la cosa es diferente, no tenemos ese aparato y así como los
inviernos son duros, los días de mucho calor, pueden hacerle sentir en el
infierno. Él siguió mostrándole los alrededores y luego cuando ya el sol estaba
casi inexistente, entraron en la casa.
Esa noche estuvieron hablando hasta tarde al pié de la chimenea y luego de
mostrarle su reloj, cosa con la quedó fascinado, se fue a la cama, más tranquila,
pensando que tal vez, Philip estaba llegando a creerle.
*****
Al despuntar el nuevo día, Philip ya se había ido y no la despertó. Ellie se levantó
bastante tarde, eran las 10 de la mañana y fue a encontrar algo de comer. Po lo
menos ya sabía donde guardaba la mantequilla y la leche, pero nuevamente Philip se
había tomado la molestia de hacerle el desayuno antes de partir. Esta vez era huevos
con jamón y pan con mucha miel, junto con un buen vaso de leche.
Las cosas no podían seguir así, él trabajaba de sol a sol y lo que menos necesitaba
era una carga en su casa y ella era como una invitada allí, que solo hacía peso.
Había sido muy gentil de su parte no decirle nada el día anterior después de que la
vio tan mal, pero estaba segura que esa tarde llegaría molesto a decirle que pensara
de una vez en lo que haría. Tenía que encontrar la manera de agradecerle por
tenerla allí en su casa, por la ropa y la comida, aunque no sabía cómo hacerlo. No
era buena en nada más que en su trabajo con las flores y dudaba mucho que él
agradeciera un ramo de flores cada día.
Lo mejor sería tratar de cocinar algo, pero no tenía idea donde estaba todo. Se dio
cuenta de que no tenía idea, de cómo funcionaba la estufa en aquellos tiempos y
mucho menos sabía dónde encontrar los alimentos. Lo poco que veía era cosas
enlatadas y unos sacos en los que pensaba habría harina y esas cosas. No veía
verduras o arroz. ¿Qué se suponía que comían las personas de ese tiempo? Quería
hacerle algo de comer como agradecimiento, pero no veía nada. Buscó en todo lado
y no vio nada, pero cuando ya estaba a punto de abandonar la idea, vio que detrás de
unos frascos de vidrio con lo que parecía eran conservas, había un libro. Lo abrió y
estaba escrito con muchas recetas que parecían ser de la madre de Philip. Las
páginas estaban amarillas, pero se entendía perfectamente lo que decían. Leyó sobre
la receta del pan de maíz, pan de leche, sobre las galletas fermentadas, estofado de
cordero, jamón con salsa de ciruela, como hacer mantequilla, conservas y un
montón de cosas más. Se sentó un buen rato a mirarlo y al final se decidió por
frijoles con tocino y pan de mantequilla. Se puso a hacer los frijoles siguiendo paso
a paso la receta, y luego se quedó allí sin hacer nada más. No tenía idea de cómo se
encendía la bendita estufa y mucho menos sabía cómo prender el horno en caso de
que pudiera hacer el dichoso pan.
Philip llegó nuevamente, sobre las cinco de la tarde. Él había pasado todo el día
trabajando en su plantación de trigo y llegó sudoroso y cansado. Cuando la vio
cerca de la estufa, con cara de pocos amigos, la miró extrañado.
—Buenas tardes—se tocó el sombrero.
—Buenas tardes—le respondió sonriendo—espero que no le importe, pero
quería hacer algo de comer a manera de agradecimiento, aunque no encontré la
forma de encender la estufa, ni el horno—lo miró apenada—lo siento mucho.
—No tenía que hacerlo, señorita—se quedó pensativo y luego volvió a hablar—a
menos que haya decidido quedarse trabajando para mí.
—Tal vez, no debí, pero quería sentirme útil y agradecerle por tenerme aquí.
Usted se va y vuelve cansado y lo menos que puedo hacer es cocinarle, aunque le
advierto que puedo envenenarlo. No se freír un huevo.
El se rió—Aquí aprenderá, si eso es lo que quiere.
— ¿No le parece que deberíamos llamarnos por nuestros nombres?
—Si quiere, puede decirme Ellie, no señorita.
—Como guste, Ellie.
—Gracias Philip—respondió a gusto con que al menos ya tuvieran cierta
familiaridad— No sé cuando volveré a mi tiempo, pero mientras, quiero
sentirme útil—le mostró un libro— Tomé esto de una estantería.
Él se veía molesto—ya veo que estuvo ocupada.
El rostro de Ellie se tornó rojo de la vergüenza—lo siento, yo no quería ser
imprudente, solo estaba buscando donde guardaba la comida, porque quería hacer
algo especial, pero no encontraba nada y buscando la mantequilla, vi este libro.
Philip se acercó y lo tomó con cuidado—era de mi madre—lo abrió de forma
delicada—todavía puedo verla escribiendo recetas aquí. Decía que le serviría
mucho a mi hermana, pero ella jamás lo leyó siquiera. No le hacía falta tampoco,
pues heredó lo buena cocinera que es, de ella.
— ¿No quiere que lo tome prestado?
—No, para nada. Si lo quiere leer y aprender a cocinar como ella, yo no tengo
inconveniente. Sería el más beneficiado—sonrió—estoy seguro que a ella le
habría gustado.
—Gracias, aunque me gustaría mucho que me ayudara a conocer mejor su
cocina y donde guarda ciertas cosas. No espere milagros, pero definitivamente
me sentiré mucho mejor haciendo algo.
— ¿Ha pensado en que si no puede volver, podría quedarse aquí?
— ¿Aquí? ¿Con usted?
—Sí, yo le daría todo lo que necesita, no le faltaría nada.
—Solo amor—pensó ella. Se notaba que Philip solo quería un contrato. Proveía
todo a su esposa y ella a cambio le cuidaba, se encargaba de la casa y le daba
hijos. No era la idea que ella tenía de una vida con alguien. Ella quería un
hombre que la amara. Ya había pasado por demasiadas personas que la hicieron
sentir que no merecía amor en su vida, como para terminar en una relación de
mutua conveniencia, como la que él le proponía—Creo que lo mejor es esperar.
—Bien—solo contestó eso y ella supo que se había molestado—trató de cambiar
el tema para distraerlo, tampoco quería que se enojara y entonces la echara de
allí, porque no conocía a nadie más.
— ¿Podría decirme donde está el resto de las cosas de comida? Es decir, las
verduras, la carne y esas cosas.
—Mañana le mostraré donde se guardan. La carne si la guardo por lo general
aquí en la casa. La pongo en ganchos a colgar cerca de la estufa, aunque primero
trato de salar todo lo que puedo y de ahumar el resto, de esa manera no se dañan.
Es más fácil en invierno, pero para el resto del año toca así.
—Es sorprendente lo que me cuenta, todavía no puedo creer que esté tiempo no
se usa la nevera—dijo sonriendo.
—Huelen bien esos frijoles ¿Le parece si termino esto que estaba cocinando?
—Por supuesto—dijo ella sorprendida de que se lo preguntara—Es su cocina.
Hice la masa para el pan, según el libro. Pude encontrar mantequilla, levadura y
harina de trigo, pero ni idea de cómo usar el horno.
—Venga—tomó su mano—le enseñaré. Le mostró bien la estufa y parte por
parte, le fue explicando todo lo que debía hacer, con la mayor paciencia. Resulta
que la cosa, no era a gas, era con leña y por eso la pila de madera que siempre
estaba junto a la estufa. La dejó terminar de hacer el pan, darle forma y luego
estuvo a su lado todo el tiempo indicándole como meterlo al horno, cuando
sacarlo y cómo manejarse para no quemarse.
—Ya veo, como funciona, no es tan difícil—dijo ella, emocionada por haber
aprendido
—No me lo tome a mal, pero me parece increíble, conocer a una mujer que
jamás en su vida ha visto una estufa o ha cocinado.
—No he visto estufas como esta—le señaló la de él— pero claro que he visto
estufas y las he manejado, aunque son a gas o eléctricas. Y en cuanto a la cocina,
reconozco que no soy buena. Hago una excelente carne asada con tomillo y los
huevos no me quedan mal, pero del resto, todo lo como ya preparado o listo para
meter en microondas.
Ellie vio su rostro y sabía que le iba a preguntar por el microondas. No quería
enredarse con explicaciones que tal vez, ni entendería, así que solo le tocó el
hombro—No pregunte—le dijo riendo.
—Muy bien, no lo haré, pero ahora tengo mucha hambre.
—Oh seguro, voy a servir.
Cuando se sentaron, el volvió a preguntarle — ¿Qué hará entonces?
Definitivamente se queda trabajando para mí. No quiero asustarla, pero usted no
parece acostumbrada a la dura vida en Montana y aquí en los ranchos hay que
hacer mucho y levantarse antes de que salga el sol.
—No importa, sé que no estoy preparada, pero puedo aprender.
—Muy bien, entonces así será—estuvo de acuerdo.
A la mañana siguiente lo primero que Ellie quiso hacer fue arreglar esa caseta
llamada baño, la que también él le decía letrina. Era la cosa más horrible que
había visto en su vida. Tenía en la mitad una taza de porcelana blanca con un
asiento de madera encima, que le pareció totalmente antihigiénico. ¡Por Dios!
¿Madera para el asiento de un inodoro? La cosa parecía estar conectada a una
cadena que al halarla, bajaba la cisterna., pero todo estaba dentro de una caseta de
madera totalmente sombría. Se dijo que le daría vida al lugar. Después de todo,
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