Voy a prepararme, espérame.
—Aquí estaré —le digo con una sonrisa.
La vemos alejarse. Apenas ha probado bocado, veo el dolor y la pena en
los ojos de Brianna.
—Creí que sería más fácil —susurra derrotada.
—Y será mucho más difícil cuando le digas la verdad —eso es algo que
me preocupa aún más, que descubra que salió del convento por una mentira.
—Bueno, creo que no voy a tener que decirle nada —parece nerviosa.
—¿Como que no? Dentro de nada se dará cuenta que no engordas…
—James, creo que vuelvo a estar embarazada —susurra asustada.
—¿Crees? ¿Estás loca? Sabes lo que te dijo la partera cuando nacieron lo
gemelos, ¿en qué demonios piensa Alexander? —estoy asustado y furioso.
Brianna sabe que sus partos son difíciles.
—Estoy feliz James, pero también asustada, ya no tengo dieciocho años,
aún no se lo he dicho a nadie —me cuenta. Veo felicidad y temor en su mirada.
—Esto es una maldita locura, ¡dile a mi hermano que mantenga su tartán
en el sitio! ¡Maldita sea! —me levanto y salgo hacia las caballerizas, espero que
Sarah me busqué allí, aunque ahora mismo no soy muy buena compañía.
Odio los partos, les temo. Helen y mi hijo murieron luchando, Helen por
darle la vida y mi pequeño por salir al mundo.
Aún recuerdo sus gritos de dolor, la sangre y su mirada de derrota cuando
el niño nació muerto, eso acabó con las pocas fuerzas que le quedaban en su
pequeño cuerpo. La sostuve contra mí durante horas, mientras se desangraba
lentamente… verla morir fue lo más doloroso que he presenciado nunca. Los
enterré juntos en mis tierras y siempre me aseguro de que tengan flores frescas.
A Helen le encantaba la primavera, decía que el olor de las flores era lo más
hermoso que había olido nunca.
Era una joven sencilla, pero valiente a la vez. Su muerte me devastó y
ahora puedo enfrentarme a perder a otra mujer importante en mi vida, amo a
Brianna, la hermana que nunca tuve, y estos meses van a ser un maldito infierno.
—¿James? —escucho que me llama Sarah —Brianna me dijo que te
encontraría aquí.
—Sí… los caballos me tranquilizan desde que soy un muchacho. Ven,
acércate —le pido intentando espantar los fantasmas del pasado.
Ella lo hace, asegurándose de dejar suficiente espacio entre ambos.
—Sarah, necesito que hables conmigo… los recuerdos te están
destrozando, no hace falta que me cuentes todo, ni los detalles, ¡por amor de
Dios! No soy un depravado, pero todos estamos preocupados y sabes que para tu
hermana eso no es bueno —intento que me dé su confianza.
Ella se queda en silencio, mira sin ver al frente, acaricia a mi yegua
preferida sin saberlo. Pasan los minutos y creo que es una causa perdida cuando
de repente empieza a hablar.
—La primera vez que me golpeó fue en la noche de bodas, quería que le
hiciera cosas asquerosas y que su hijo mirara.
Malcom no era capaz de acostarse con una mujer sin infligir dolor, le
encantaba ver cómo William me violaba y me azotaba.
Esa noche Malcom no me tocó más que para darme una gran paliza. Fue
William quien se encargó de consumar el matrimonio como ellos dijeron.
Nunca he sentido un dolor más atroz en mi vida, sentía que me estaba
partiendo en dos, estuve casi una semana sin poder siquiera andar. Esa primera
vez me quedé embarazada, cuando estaba en el cuarto mes de embarazo,
Malcom me tiró por las escaleras, perdí el niño y que Dios me perdone, pero no
lo sentí.
—Basta Sarah, desahógate poco a poco —le ordeno que se calle, porque
no puedo seguir escuchando sin vomitar y no quiero que piense que ella me da
asco.
Su maldita noche de bodas fue tan diferente a la mía con Helen. Yo, por
supuesto que no era virgen, pero Helen sí y fui paciente con ella, ya que la
primera vez duele, no puedo imaginar cómo sufriría esta muchacha en manos de
esos miserables.
—No pienses que por contarte todo esto desaparecerán los recuerdos,
nunca lo harán, me atormentaran hasta mi muerte —dice intentando contener el
llanto.
—No tiene por qué ser así. Eres fuerte, debes luchar por enterrar todo eso
en el fondo de tu mente, deja de atormentarte por tu pasado —le ordeno
impotente. Sé que no es su culpa, pero no poder hacer nada por borrar esos
recuerdos me producen más sentimiento de culpa.
—Eso es muy fácil de decir James Mackencie —escupe furiosa. —¡Deja
de mirarme con lástima! ¡No necesito tu maldita lastima, ni tus malditos
consejos! Tú no has sido violado de mil formas distintas, no tienes cicatrices que
jamás desaparecerán, no has gritado mil veces mi nombre clamando por ayuda
—grita y creo que no es consciente de todo lo que ha confesado, pero a mí sus
últimas palabras me han atravesado el corazón.
—¿Me llamabas? —pregunto casi sin poder hablar.
—Si, lo hice muchas veces, pero al final solo aguantaba sin hacer el menor
sonido. Cuanto más chillaba o más te llamará, más violentos eran ellos —
contesta avergonzada.
—Si me hubieras escrito por ayuda, yo hubiera ido a tu rescate.
—¿Crees que quería verte, James? —pregunta —¿Crees que quería ver al
hombre que amaba, el hombre que ya estaba casado con la mujer que le había
robado el corazón?
—Entonces a Alexander, ¡no te merecías nada de todo eso! ¡Eras una niña!
—grito ya fuera de mí.
—Deje de ser una niña en el momento que me arrebataron lo más preciado
a la fuerza, deje de ser una niña el día que mi marido permitió que su hijo me
violara mientras él miraba con una sonrisa en el rostro —me contesta con
violencia.
—¡Basta! —le ordeno derrotado, a mi mente llegan imágenes horribles —
Por favor no te hagas esto, por favor lucha por superar esto, hazlo por tu familia,
hazlo por ti.
—James deja de intentar algo que no tiene arreglo, ¡déjame en paz! Y
sigue con tu vida, lo has hecho durante seis años, que siga siendo así —ella se
dispone a marcharse, pero se lo impido.
—No entiendes nada, ¡maldita sea! —exclamo frustrado, pero no puedo
explicar algo que ni yo mismo entiendo.
—¡Suéltame! —ordena —Sabes que odio que me toquen —lo hago
porque no quiero hacerla sentir peor y ella aprovecha para irse lo más rápido
posible, dejándome solo con los caballos.
Solo… solo… solo.
Como siempre he estado, como lo estoy desde que Helen murió.
(Sarah MacFerson)
¡Lo odio!
Odio lo que me hace sentir, odio que me haga recordar mis peores
pesadillas, odio que sea el único que puede tocarme sin producir en mí esa
sensación de asco que puede llegar a hacerme vomitar.
¡Odio a James Mackencie!
Después de una noche tranquila gracias a mis sobrinos, en el desayuno
estaba avergonzada y un poco atrapada en mis recuerdos, pero James, como si en
cada momento supiera como rescatarme, me ofrece salir a ver los caballos. Me
encantan, así que aprovecho la ocasión para escapar de la mirada dolida e
interrogante de mi hermana.
No sé que ha podido ocurrir en mi ausencia, solo sé que Brianna aún tiene
más aspecto preocupado y que James no está en su asiento. Ella me informa
dónde puedo encontrarlo y por su voz apagada sé que han debido discutir, no es
el motivo, solo espero que no sea por mi causa, no parece que este ayudando
mucho desde que llegué y ese no es mi propósito.
Pensé que su oferta no tenía nada que ver con lo de practicar su idea de
contarle mi infierno, pero me equivoqué, y él también lo hace, no siento ningún
alivio hablando de mi pasado, no siento que mis recuerdos desaparezcan por arte
de brujería solo porque los expreso en voz alta.
Ahora me alejo lo más rauda posible de él, de su cercanía, de su tacto, de
su mirada compasiva, no quiero nada de él.
Un día quise todo de ese hombre, pero el destino tenía sus cartas puestas
ya sobre la mesa, ahora no quiero saber nada sobre el amor, y mucho menos
sobre los hombres.
Voy tan rápido que no veo a mi cuñado y choco contra su fuerte cuerpo.
Me aparto como si me quemará y él intenta sujetarme para que no caiga de
bruces al suelo.
—¡Sarah! ¡Tranquilízate! – ordena. Me quedo quieta y él me suelta.
—Lo siento Alexander, no te vi —me disculpo intentando seguir mi
camino.
—Detente Sarah, conmigo no te servirá huir, yo no soy James —su
potente voz me detiene. Lo miro y él me hace un gesto para que lo siga.
Lo hago, quedando unos pasos detrás de él. Alex no dice nada, solo
camina y yo estoy cada vez más nerviosa.
Al fin se detiene. Estamos algo alejados de la entrada principal, parece que
estamos ante una ¿capilla? Lo miro extrañada.
—La hice construir cuando Brianna volvió del clan de los MacFerson. Yo
no sabía que había ocurrido, solo la veía rezar noche y día. Perdió peso y casi
enfermó. Me enfurecí con ella, como siempre hago cuando algo se escapa de mi
control, le pregunté qué demonios podía hacer para que volviera a ser la mujer
de la que me había enamorado, ¿y sabes lo que me pidió? – me pregunta. — Una
capilla, una pequeña capilla donde poder rezar, no la entendí.
—Ahora lo hago, rezaba por su alma, ella había asesinado a un maldito
bastardo por salvarte, rezaba por ti, porque algún día volvieras junto a ella —
dice sin mirarme. Yo estoy llorando, la culpa me corroe el alma y me deja en
carne viva
—Lo siento tanto Alexander —digo casi sin voz.
—No tienes porque disculparte, ¡maldita sea, muchacha! ¡No es culpa
tuya! —espeta furioso. Sé que intenta controlarse para no asustarme.
—Siento todo lo que Brianna ha tenido que pasar para salvarme —y lo
digo de corazón, yo hubiera preferido seguir en ese infierno con tal de que mi
hermana estuviera tranquila y feliz.
—Yo viole a tu hermana, Sarah —confiesa mirándome a los ojos. En ellos
veo el arrepentimiento y la vergüenza.
—¿Qué? —pregunto sin poder creer tal barbaridad.
—Fue en las primeras semanas de nuestro matrimonio, yo estaba
convencido de que la odiaba, de que me había arrebatado la oportunidad de ser
feliz con Isabella, y, en medio de una discusión por celos y reproches, la violé.
Me arrepiento cada día, me arrepentí incluso en el mismo momento, pero
la deseaba, me hacía sentir cosas que incluso mi amante, a la que yo creía amar
no era capaz de despertar en mí.
Ella me perdonó hace años, yo nunca podré perdonármelo a mí mismo. Te
cuento esto para que entiendas que cada uno de nosotros tenemos demonios,
cosas que queremos olvidar. Por ello, luchamos para superarlas, escondernos del
mundo no nos hace cambiar el pasado.
—Entiendo lo que dices Alex, y comprenderás que esto que me has
confesado es algo que jamás podré perdonarte. Hiciste daño a la persona que
más amo, incluso más que a mi propia madre.
Yo que se lo que es una violación, no puedo perdonarte esa acción contra
Brianna.
Pero para mí sigues siendo el mismo hombre, que ama a su familia, un
gran Laird, un gran guerrero.
—Gracias Sarah, entiendo tu postura. —dice algo avergonzado. —Y
créeme que nadie me odia más que yo mismo.
—Creo en tu arrepentimiento, en tu dolor, lo veo en tus ojos, pero para una
mujer violada eso no repara el daño, ¿cómo hicisteis para volver a compartir el
lecho? —pregunto sin entender.
—Simplemente pasó, tu hermana me ha repetido hasta la saciedad que no
se siente violada. En esos momentos si sintió así, pero pasado un tiempo
entendió que yo no le causaba repulsión, lo que la hirió es que la tomará por la
fuerza, sin preocuparme por su dolor o por su placer, más aún después de nuestra
noche de bodas, ya que fue mágica.
—Entiendo. Debería hablar con ella sobre eso, tal vez me ayude, ¿no
crees? —pregunto sin muchas esperanzas. El caso de mi hermana y el mío son
completamente distintos.
—Tal vez, habla con ella, lo necesita y tú también —sonríe y mira a la
capilla. —Sé que te gustaría venir aquí a rezar, hazlo siempre que quieras, este es
tu hogar pequeña Sarah.
—¡No soy pequeña! —respondo ofendida.
—Para mí lo eres, aún te recuerdo como la primera vez que te vi. Sigues
siendo esa niña inocente, pero sin su hermosa sonrisa —dice triste.
—Ya no soy esa niña inocente, Alexander —estoy harta de que me
comparen con la persona que fui hace años.
—Sigues siendo inocente, ya que la inocencia te la arrebataron, no la diste
a alguien digno de ella. Aún sigue en ti, por mucha depravación que hayas
vivido, ahora, si me permites, debo entrenar a mis hombres —se despide y me
deja frente a esta pequeña, pero hermosa, capilla. Entro dispuesta a rezar un poco
antes de ir en busca de mi hermana.
Rezo durante mucho tiempo, pidiendo perdón por muchas cosas, y
rezando por nuestras almas. Después de mi ritual, me siento un poco mejor,
dispuesta a empezar una nueva vida, a luchar y dejar a los demonios enterrados,
donde deben estar.
Capítulo VI
Corte de Edimburgo, Escocia 1467.
—Mi señor, solicito la mano de Lady Sarah MacFerson, la viuda de mi
amado padre —William MacFerson reza para que el Rey dé la orden que sabe
que Sarah no podrá negarse a cumplir.
—¿Porque deseas casarte con la que fue mujer de tu difunto padre? —
pregunta mientras bebe de su cerveza.
—La amo, mi señor —miento, miento porque sé que de esa forma no se
negará, soy uno de sus mejores guerreros.
—De acuerdo, William MacFerson. Te concedo la mano de Lady Sarah,
hoy mismo enviaré la orden, ¿dónde vive ahora mismo?
—Con los Mackencie, mi señor —respondo con toda la humildad que soy
capaz. Él no debe saber cuáles son mis planes para esa zorra.
—Sea…. hoy mismo enviaré a mis hombres y dentro de tres semanas te
casarás con ella.
—Gracias, mi señor —le hago una reverencia que no merece y me retiro a
mis aposentos, donde Sebastien me espera. Maldito muchacho, aún no he
conseguido doblegarlo.
—Sebastien, dentro de tres semanas volverás a ver a Lady Sarah. ¿No te
alegra, pequeño bastardo? —pregunto cuando entro a mis habitaciones y
encuentro a mi hijo en un rincón, protegiendo entre sus brazos a mi hija Marian.
Ambos son bastardos, su madre una puta gitana que los abandonó pensando que
yo les daría mejor trato, que equivocada estaba Elda, así se llamaba.
Una gitana irlandesa que llegó a Escocia con la esperanza de una vida
mejor y acabó siendo solamente una puta que se vendía al mejor postor.
No obtengo respuesta de él, el miserable tiene una fortaleza digna de un
guerrero escocés. Tan solo tiene doce años, pero se defiende como un animal
salvaje, y la pequeña Marian, con tan solo nueve años, es un bocadito muy dulce
que quiero probar, pero su protector hermano y yo hicimos un trato, yo dejo en
paz a la mocosa y él hace todo lo que yo quiero, aunque hasta el momento no lo
ha cumplido, y creo que es hora de reclamar lo que me pertenece.
—Deja a la mocosa en la otra habitación y ven aquí —Le ordeno mientras
siento que mi miembro despierta.
Él no se mueve, solo abraza más fuerte a su hermana, pero sé
perfectamente cómo puedo hacerlo reaccionar.
—Si no obedeces, tendré que divertirme con Marian, sabes que es un
bocado más apetecible que tú —digo acercándome a ellos.
La reacción no se hace esperar, se levanta rápido y deja a su hermana en la
otra habitación…
—Cierra la puerta, no quiero interrupciones —digo brusco.
Él duda, pero finalmente hace lo que le pido y sonrió complacido.
Voy disfrutar de este maldito bastardo, voy a disfrutar arrebatándole todo.
Tendré que disfrutar de Sebastien mientras espero a tener a la dulce Sarah
en mi poder de nuevo. Voy a hacerle pagar por la muerte de mi padre y por los
años que me ha privado de su delicioso cuerpo.
Voy a destrozarla… y cuando ya no me sirva, la mataré lentamente…
Eilean Donan, Escocia 1467.
—Brianna —llamo a mi hermana, que está en el huerto junto a algunas
mujeres del clan ——¿Podemos hablar?
—Claro Sarah. Señoras, discúlpenme —se despide de ellas y ambas
emprendemos el camino de vuelta al castillo.
—Me acaba de contar Alexander que al principio de vuestro te violó —le
digo directamente porque no sé cómo sacar el tema.
Ella se queda en silencio, mirándome fijamente.
—¿Como ha sido capaz? Sabiendo por lo que has pasado, ¡voy a matarlo!
—grita histérica.
—¡Brianna! —grito yo a su vez para que me escuche, para que se calme
—Él me lo contó para que ambas habláramos, no debes culparlo.
—Sarah, esto es difícil para mí, yo me sentí violada en ese momento, pero
lo que me dolió más fue que el destrozara el recuerdo de nuestra primera noche
juntos, yo aún no sabía que lo amaba y mi cuerpo ya le pertenecía. Sus caricias
me encendían, su cuerpo me llamaba, pero ese día solo se preocupó por su
placer, por castigarme y eso fue lo que me dolió. Mi marido no me violó no en el
sentido de la palabra, pero él aún carga con esa culpa, y nada de lo que yo diga o
haga borrará eso.
—No puedo entender lo que dices, porque nunca he sentido más que asco
y dolor cuando un hombre me ha tocado —le digo sorprendida por sus palabras.
—Y no sabes cuánto lo siento. Ojalá llegue el hombre que haga que tu
cuerpo tiemble por sus caricias, que haga que te consumas de placer y tú lo
hagas sentir igual.
—No lo creo posible, solo de pensar que un hombre puede tocarme siento
nauseas —el solo pensamiento me enferma.
—¿Nunca me contarás qué te hicieron? —pregunta triste.
—Hay dolores tan grandes que no son posibles describir con palabras, y
yo no quiero que tú sufras más de lo que ya lo has hecho —respondo firme.
—Ojalá hubiera ido antes a visitarte, pero el embarazo y parto de los
gemelos me lo impidió durante mucho tiempo —sé que se siente culpable.
—Tú no tomaste la decisión de casarte con un hombre que podría ser tu
padre, del que no sabías nada, yo buscaba huir del dolor por un amor no
correspondido y encontré uno mucho peor.
—No sé cómo ayudarte —susurra impotente, con lágrimas en sus ojos
verdes.
—Solo sé feliz, vive la vida que yo no podré vivir —sonrió y la abrazo
porque durante todos estos años separadas eché de menos refugiarme en sus
brazos, donde desde pequeña encontraba consuelo.
—Prométeme que serás fuerte, que nunca te rendirás sin importar lo que
ocurra —me súplica.
—Lo prometo —no muy convencida, pero por hacerla feliz soy capaz de
todo.
—Vamos a buscar a los niños y vamos al lago, es precioso, podemos
bañarnos allí. Siempre que podemos, Alex y yo vamos, es nuestro lugar
preferido —sonríe contenta.
—De acuerdo, vamos, enséñame ese lago de ensueño —corremos como
niñas riendo, buscando a los más pequeños de la familia.
Los encontramos jugando subidos a un árbol enorme. Yo me asusto
mucho, pero mi hermana parece que está acostumbrada ya que solo les grita
como loca y ellos obedecen una vez han oído que vamos al lago a nadar. Los
cinco nos dirigimos acompañados por dos hombres Mackencie, uno es Ian, pero
el otro no lo conozco y me pone nerviosa su mirada. Es joven, tal vez más que
yo, y sé distinguir la lujuria cuando la veo, lo quiero lo más lejos posible de mí.
—Brianna ¿quién es el joven que acompaña a Ian? —pregunto asqueada.
—Es Artur, es un jovencito al que ya están entrenando, creo que es primo
o algo así de Ian —responde —¿Por qué? ¿Te gusta? —pregunta esperanzada.
—¡No! —respondo demasiado alto —Es solo que me incomoda su mirada
—le confieso.
—¿Su mirada? —pregunta sin entender
—Me mira con lujuria Brianna, y siento escalofríos solo de verlo —ella
debe darse cuenta de mi temor, porque se detiene y mira a ambos hombres.
—¿Algún problema Brianna? —pregunta Ian alerta.
—Sí, dile a tu primo que no mire a mi hermana, no lo quiero cerca de ella
—ordena furiosa. El joven enrojece de golpe e Ian lo mira enfadado.
—Descuiden bellas damas, Artur vuelve ahora mismo a la fortaleza —
ordena y el muchacho se marcha, no sin antes dirigirme una mirada asesina.
—Lo siento, no quiero causar problemas, pero me sentía muy incómoda
—me disculpo avergonzada.
—Nada de eso hermana, no voy a permitir que nadie te haga sentir mal en
mi propio hogar —me tranquiliza. —Sigamos, vamos a disfrutar de tan bello día.
Cuando llegamos a nuestro destino, la belleza del lugar me deja atónita,
parece el paraíso.
Los niños sin pensárselo se lanzan al agua, con Ian vigilando y Brianna y
yo nos sentamos en la orilla, el agua baña mis pies y esta deliciosa.
—Es hermosa tu patria, Brianna —le digo feliz de estar aquí.
—Sí, no echo de menos Inglaterra, echo de menos a mama y a las demás,
pero desde que papa murió ya no considero Inglaterra mi patria.
El recuerdo de mi padre me entristece, lo echo de menos cada día, amo a
mi madre, pero para mí, mi padre era mi todo.
Al irse el algo de mí se fue con él, la poca cordura que me quedaba
desapareció el día que recibí la noticia de que mi amado padre había muerto.
Recuerdo que pasé días enteros llorando, casi sin comer, y esa fue la última vez
que salí del convento hasta ahora. Su muerte fue el motivo que me decidió a
ordenarme monja.
—Lo echo de menos, Brianna —susurro mirando al cielo, porque sé que
es allí donde se encuentra.
—Eras la luz de sus ojos, nos adoraba —ella también mira hacia el azul
del cielo.
—Él era mi todo, el hombre al que más he amado, ojalá todos fueran como
él —digo pensando en todos los miserables que aún siguen con vida.
—Madre ya no es la misma, papa era su pilar, su gran amor —dice
preocupada.
—Supongo que cuando pasas toda una vida con el mismo hombre, su
partida debe dejarte perdida. Ellos se amaban, desafiaron al mismísimo Rey y se
casaron, me encantaba cuando nos contaban su propia historia como si fuera un
cuento de hadas —sonrío al recordar mi infancia.
—Sí, no me imagino mi vida sin Alexander, no quiero ser quien le entierre
primero —dice seria.
—No pienses en tonterías hermana, aún quedan muchos años por delante,
no vais a morir ninguno de los dos.
Ella sólo asiente, pero noto en su mirada la preocupación, aún no hemos
hablado sobre su embarazo, sobre el peligro que corre.
Las horas pasan volando y sin darnos cuenta está oscureciendo.
Regresamos al castillo con los gemelos dormidos: Kaylan en mis brazos y su
hermano en los brazos de Brianna, Valentina ha seguido el ejemplo de sus
hermanos y duerme en brazos de Ian. Los pobres no quieren ni cenar, mi
hermana me tranquiliza diciendo que Marie les llevará leche un poco más tarde.
Nuestra cena trascurre más o menos como la noche anterior. James es el
más silencioso de todos, pero yo estoy dispuesta a integrarme más en esta
maravillosa familia y no quiero pasarme la noche pendiente de él. Él libra sus
propias batallas con sus demonios y yo las mías, pero ya que me han dado una
tregua quiero disfrutarla.
Brianna está cansada y es la primera en retirarse. Alex se marcha con ella,
de modo que solo quedamos Ian, Marie, James y yo.
—Ian ¿cómo conseguiste que Marie se casara contigo? —pregunto riendo,
ya que me encanta ver los felices que son.
—Bueno Sarah, me costó bastante, mi mujercita es testaruda, y yo le había
roto el corazón —dice con dolor en sus ojos. —Por ello me esfuerzo cada día por
hacerla feliz.
—Lo estás haciendo muy bien guerrero —dice ella riendo, mientras lo
besa. —Creo que es mejor que vayamos a dormir, mañana debemos madrugar.
—Buenas noches —me despido de ellos, dispuesta a marcharme yo
también.
—No te vayas —su voz me sobresalta, ya que casi no ha hablado en toda
la noche. —Echas de menos lo que tienen ellos, ¿verdad? —me pregunta sin
mirarme.
—No puedo echar de menos lo que nunca he conocido —contesto obvia
—¿Y tú?
—Si, lo echo de menos, a veces verlos juntos me mata, pero me alegro por
ellos —escucharle decir que echa de menos a Helen me duele, y me enfado
conmigo misma por sentir tal sentimiento.
—Lo siento, siento que Helen muriera y siento lo de tu hijo también —lo
digo sinceramente —Ojalá hubiera muerto yo, yo no dejaba nada atrás, nadie a
quien yo le importará.
—¡No vuelvas a decir eso! —se levanta furioso y yo retrocedo asustada —
¿Crees que Brianna y tu familia no hubieran llorado tu muerte? —pregunta
acercándose a mí.
—Sí, pero el tiempo hubiera calmado el dolor, más sin embargo yo no
hubiera dejado ningún marido destrozado atrás, ¿o crees que Malcom hubiera
llorado mi muerte? —Pregunto burlona.
—No seas estúpida —réplica alejándose por fin de mí. Siento alivio y a la
vez desilusión.
—¡No me insultes! —le ordeno —Me marcho a dormir, no tengo porque
soportarte —dispuesta a marcharme empiezo a caminar, pero su voz vuelve a
detenerme.
—¿Sarah, puedo besarte? —pregunta y yo por un momento dejo de
respirar.
—¿Que? —pregunto sin poder creer lo que he escuchado. —¿Porque
querrías besarme?
—Porque llevo muchos años queriendo hacerlo, queriendo saber que se
siente —me explica mientras vuelve a acercarse a mí. Yo retrocedo por instinto,
aunque no quiero hacerlo.
Él está muy cerca, nuestros cuerpos se rozan. Siento su mano en mi
mejilla, acariciándome. Tiemblo, pero no de miedo.
—No tengas miedo, nunca te obligaría a hacer nada que no quisieras, no
voy a hacerte daño —me dice con sus labios rozando los míos. Mi corazón
quiere salirse de mi pecho, mi piel se eriza con su contacto y finalmente me
besa, suave y tranquilo, sé que no quiere asustarme, pero no siento miedo, quiero
más……
Yo correspondo a su beso sin saber muy bien que hacer, paso mis brazos
por su cuello y él me abraza fuertemente contra su cuerpo. Me pierdo en las
sensaciones que me provoca, siento que estoy flotando, nunca había sentido esto
ni sabía que era posible, y las palabras de Brianna llegan a mi cabeza… ¿se
refería a esto?
Cuando James se mueve para rozarse contra mí es cuando vuelvo a la
realidad, siento su dureza contra mí y eso me asusta, me hace recordar cosas que
deseo olvidar y me aparto como si quemará.
Los dos jadeamos por falta de aire, nos miramos casi sin reconocernos, sin
entender que es lo que ha pasado.
—Sarah… yo —sé lo que va a decir, que ha sido un error y no quiero
escucharlo.
—No quiero escuchar nada James, buenas noches —salgo corriendo como
la cobarde que soy.
Llego a mis habitaciones y en trance me desnudo y preparo para irme a
dormir, pero solo doy vueltas y más vueltas en la cama.
¿Cómo he dejado que me besara? ¿Porque no me ha producido asco? ¿Él
estaría pensando en Helen? Ese pensamiento me duele, ha sido el único hombre
que me ha pedido permiso para tocarme, el único que no me ha dado asco su
cercanía, al contrario, yo he sido la que lo ha abrazado buscando su contacto, su
calor.
No sé qué hacer, no sé qué sentir….
Solo quiero dormir… y casi al amanecer lo consigo, sin pesadillas.
Han pasado varios días en los que he evitado a James, no ha sido muy
difícil porque él tampoco se ha esforzado mucho en intentar hablar conmigo.
Si Brianna o Alex han notado algo, no han querido meterse por el medio.
Yo disfruto de mis sobrinos y de mi hermana. Me siento libre, llevo
noches sin despertar atemorizada y eso no me ocurría en años. Tal vez esto era lo
que necesitaba, dejar de esconderme.
Estoy planeando ir a visitar a mi madre, ya que le envié una carta
informándole de mi decisión de salir del convento y de que estaba con Brianna.
Espero su contestación y mi deseo es verlos a todos pronto.
—Alexander, ha llegado carta de la corte —informa Ian. Mi cuñado nos
mira confuso, pero se levanta de la mesa donde estamos desayunando y se
marcha hacia donde está su segundo al mando.
No sé lo que contiene esa carta, pero sea lo que sea es malo. Mira hacia
nosotros y con un gesto llama a James, él se levanta deprisa y acude a su
encuentro. Sea lo que sea que pone en la carta hace que brame furioso y golpee
su puño contra la pared.
—¡Hijo de puta! —grita colérico. Nunca lo había visto así.
—¿Qué es lo que ocurre Alexander? —pregunta preocupada mi hermana.
Yo no sé por qué, empiezo a temblar, es como un mal presentimiento.
Estoy asustada, el corazón amenaza con estallarme en el pecho, ¿qué es lo que
puede hacer que James reaccione así?
—Esto no lo pensamos cuando decidimos ir por ella, Alexander —
exclama frustrado mientras se pasa las manos por su cabello castaño.
¿Ella? ¿Se refiere a mí? Un escalofrió recorre mi espalda y Brianna coge
fuerte mi mano. Nos miramos asustadas aún sin comprender muy bien que es lo
que ocurre.
Los dos hombres se acercan, puedo ver y sentir su furia apenas controlada.
Alexander me mira con verdadera lástima y es cuando entiendo que tiene que
ver conmigo, que la carta de la corte es sobre mí y empiezo a sentir náuseas.
—Brianna, es una carta de nuestro Rey, en ella nos explica que un
guerrero ha solicitado la mano de Sarah —explica mi cuñado.
—¿Cómo es eso posible? Ella es inglesa —pregunta nerviosa.
—Al casarse con MacFerson, el Rey la considera súbdita escocesa —
habla ahora James entre dientes, con puños apretados.
—¿Quién es el caballero? —pregunto yo casi sin voz, ya que el nudo que
tengo no me permite casi ni respirar.
—William MacFerson —Dice de golpe —El Rey ordena que debes casarte
con él en menos de tres semanas.
De repente se crea el caos, mi hermana grita como loca que no permitirá
que ese cerdo vuelva a tocarme, Alex intenta calmarla, James amenaza con
matarlo, Ian lo apoya, Marie se acerca a mi esperando mi reacción.
Mi reacción es… desmayarme.
Todo es negro, no escucho nada, pero alguien está zarandeándome para
que despierte. Yo solo sé que no quiero hacerlo, si lo hago me obligarán a volver
con William y no podría soportar ni un día más con ese miserable.
—¿Sarah? —abro los ojos y veo a todos a mi alrededor —¡Gracias a Dios!
—es mi hermana quien me estaba llamando.
Estoy en mi habitación y ni siquiera sé cómo he llegado aquí.
—Llevas casi dos horas inconsciente, me has asustado mucho —explica.
—Estoy bien —intento calmarla —No ha sido una pesadilla, ¿verdad?
Nadie responde, pero por sus caras sé la respuesta.
No puedo, no podré soportarlo, no debí salir del convento, allí estaba a
salvo.
—No te casarás con ese bastardo, iré a Edimburgo y hablaré con el rey —
dice Alexander.
—Sabes que eso es inútil. William cuenta con el favor de Jacobo —
responde Ian.
—Entonces tendremos que matarlo —habla James, tan mortalmente serio,
que sé que lo dice enserio.
—¿Estás loco? ¿Acaso no me has escuchado? Es uno de los favoritos del
Rey.
Pelean entre sí y yo no deseo causar problemas en el clan con su propio
monarca.
—¡Basta! —grito —Nadie va a matar a William, ahora dejadme sola —
ordeno.
Todos me miran como si estuviera loca, pero obedecen, al última en salir
es mi hermana.
—Encontraremos una solución, no voy a permitir que te lleven —me
promete. —Si tengo que matarlo igual que hice con su padre, lo haré —Sé que lo
dice enserio. ——Descansa un poco.
Sale, dejándome al fin sola, y rompo a llorar de terror. No quiero volver a
vivir ese infierno, sé que William quiere hacerme pagar por la muerte de su
padre y lo hará de mil formas distintas. No soy capaz de soportarlo, de solo
pensarlo quiero morir.
La muerte sería una salvación…
Capítulo VII
Castillo Eilean Donan, Escocia 1467.
(James Mackencie)
¡Esto es una maldita locura!
Jacobo ha ordenado que Sarah se casé con ese bastardo en menos de tres
semanas, y me niego a pensar que no podemos hacer algo.
—No lo voy a permitir. Lo siento Alex, pero nunca permitiré que mi
hermana vuelva al clan de los MacFerson —dice Brianna con la voz rota por las
lágrimas.
—Mujer, ¿crees que yo permitiré tal cosa? —pregunta enfadado mi
hermano —Hoy mismo salgo para Edimburgo, hablaré con Jacobo, que no
olvide que soy uno de los Lairds que controla las fronteras.
—No servirá de nada, igual que no sirvió cuando os ordenaron casaros —
respondo yo como en trance.
—¡Debemos hacer algo! Si mi hermana vuelve allí, ¡no lo resistirá! —
grita —¿Crees que voy a dejar que se marche con él, sabiendo todo lo que le va a
hacer? —pregunta acercándose a mi furiosa.
—¡Basta! —ordena Alexander a los gritos —¡Yo arreglaré esto! Si debo
pagar a Jacobo lo haré, Sarah no volverá con los MacFerson —sentencia.
Se marcha a preparar todo para su viaje. Brianna parece esperanzada, pero
yo conozco a Jacobo, me he pasado media vida en la corte. Él no va a dar su
brazo a torcer.
Sarah se casará con William si alguien no lo mata antes.
Brianna rompe a llorar y yo intento consolarla, pero no sé qué decirle. Soy
consciente que Alex no logrará nada. Entonces, ¿qué podemos hacer? Incumplir
una orden real se paga muy caro, aunque me atrevo a decir que Brianna sería
capaz de todo por Sarah, al igual que yo.
—No puedo permitir que ella vuelva con él, ¡no puedo! —me mira a los
ojos impotente, asustada, enfadada —Debí matarlo igual que al bastardo de su
padre —maldice furiosa.
—No permitiré que se lleven a Sarah, Brianna, te lo juro —y lo digo muy
enserio.
—¿Pero qué podemos hacer? —pregunta angustiada
—Primero esperaremos a ver si Alexander consigue convencer a Jacobo,
si no, encontraremos otra solución, Sarah no abandonará Eilean Donan —
sentencio.
—Júralo James Mackencie —me suplica con sus hermosos ojos rojos de
tanto llorar, se me parte el corazón verla así.
—Lo juro Brianna, Sarah no saldrá de Eilean Donan, no se casará con
William MacFerson —y eso es una promesa.
Dejo que Brianna se marche a sus habitaciones para tranquilizarse y me
marcho para hablar con mi hermano. Esto es serio y estoy muy preocupado.
Lo encuentro en el patio de armas, dando órdenes a sus hombres y dejando
al mando a Ian.
—Alexander, debemos hablar —le digo serio. —Sabes que ir a Edimburgo
es una pérdida de tiempo, tiempo con el que no contamos.
—Hablaré con Jacobo, le contaré todo lo que Sarah sufrió en manos de
William —responde casi sin mirarme.
—¡Eso no funcionará! —exclamo perdiendo la paciencia. —William no
muestra su verdadera cara en la corte, no va a creerte.
—¿Y qué propones? —pregunta cansado.
—Matarlo —digo mortalmente enserio.
—¿A Jacobo? —pregunta extrañado.
—¡No imbécil! —estoy a punto de golpearlo —A William.
—Sabes que eso desatará una guerra entre los clanes, no podemos hacer
eso —la voz de la razón ha hablado.
—No nos queda otra maldita opción. Si salimos ahora, podemos llegar allí
al amanecer —estoy totalmente convencido.
—¡No voy a matarlo! —grita —No por ahora…
—¿Qué harías si fuera Valentina la que debe volver a las garras del
bastardo que la destruyó? —pregunto sabiendo ya la respuesta.
Él no contesta, sabe tan bien como yo que, si ese fuera el caso, ese
bastardo ya no estaría respirando.
—¿Porque te importa tanto? —pregunta.
—Le hice una promesa a Brianna —aparto la mirada…
—Creo que no es solo por eso. Voy a ir a Edimburgo, si Jacobo no me
escucha, me veré obligado a empezar una guerra —se aleja y yo pego una patada
a una piedra furioso.
Ian ha escuchado todo en silencio, me mira y yo solo siento ganas de
molerlo a golpes.
—¿Qué demonios miras Ian? —espeto rabioso.
—Tu estupidez —sonríe cuando paro de andar en círculos, para asesinarlo
con mi mirada.
—¿Quieres que te parta la cara? —pregunto molesto.
—Quiero ver cómo lo intentas niño —se burla —¿Cómo no te das cuenta
de que esa niña siempre te importó?
—Deja de decir estupideces, solo me preocupo por Brianna, nadie se
merece lo que Sarah ha sufrido —le digo intentando encontrar una forma de
marcharme, odio que me mire como estúpido.
—Sigue mintiéndote a ti mismo, pero yo estuve a tu lado la primera vez
que la viste —dice sonriendo.
—¡Amaba a Helen! – grito.
—No digo que no amaras a tu mujer, solo que Sarah siempre estuvo dentro
de ti, quieras reconocerlo o no —y se marcha sin decir nada más.
¡Maldito idiota! Solo sabe decir estupideces, no sé cómo se atreve a
insinuar que yo no amaba a Helen totalmente.
La amaba, su muerte casi me mato, fue el amor de mi vida y punto. Me
niego a que sus tonterías me llenen la cabeza de pensamientos estúpidos.
Necesito tranquilizarme así que voy en busca de mi caballo y cuando lo
preparo, salgo a galope de allí, necesito correr lejos, sentir el viento golpear mi
rostro, necesito sentir la libertad.
Corremos largo tiempo, casi hasta salir de las tierras de los Mackencie.
Estoy más relajado, pero el temor no desaparece y siento como un mal
presentimiento, así que me dirijo de nuevo hacia Eilean Donan.
Cuando llego, veo a Brianna corriendo por el patio de armas, preguntando
a todos los hombres algo que no logro escuchar, me acerco raudo hacia ella para
que me explique qué ocurre.
—Brianna ¿qué pasa? —pregunto.
—¡Es Sarah! ¡No la encuentro! —grita histérica.
—¿Cómo que no la encuentras? —¿Dónde estará esa maldita chiquilla?
—No, no está en su habitación, ni en ningún lugar de la casa, y nadie la ha
visto salir de la fortaleza —me explica nerviosa.
—Entonces no ha podido ir muy lejos —intento tranquilizarla. —Vamos a
por un caballo para ti y te acompaño a buscarla, seguro habrá ido a pasear o al
lago.
Ella asiente no muy convencida, se dirige deprisa hacia las caballerizas y
yo ordeno a varios hombres que empiecen a buscar a Sarah, hasta que escucho
sus gritos llamándome.
—¡Jameeeees! —grita fuertemente —¡Jameeess, ayuda!
Corro con Ian y otros detrás de mí, con sus armas preparadas, pero cuando
entro y veo la escena el corazón se me paraliza.
¿Qué hiciste Sarah?
(Sarah Mackencie)
Otra vez no…
No voy a resistir ese infierno otra vez.
Lloro durante horas, recuerdo cada una de las cosas que sufrí allí.
El simple hecho de pensar en que William puede tenerme en su poder de
nuevo me revuelve el estómago, vomito todo lo que comí en el desayuno. Me
siento enferma.
Se que, si no consiguen detener mi boda con él, me matará.
Pero primero me hará sufrir, me golpeará, tendré que sentir sus manos y
labios sobre mi cuerpo, tendré que soportar ser violada por él de mil maneras
horribles.
¿Qué habrá sido de Sebastien y Marian? Pobres niños, son los bastardos
de William. Su madre, una gitana que fue amante de él, malvada y egoísta, dejó
a sus hijos atrás cuando se dio cuenta que William nunca se casaría con ella.
Miles de veces intenté ayudarlos a escapar, aunque solo eran niños muy
pequeños, vivir solos era mejor que hacerlo con su padre y con su abuelo, pero
por desgracia jamás lo conseguí.
William estaba obsesionado con Marian y sé que Sebastien la protegía. Yo,
muchas veces, ocupé su lugar, no estaba dispuesta que arruinara otra vida, yo ya
estaba acabada y por ello siempre que podía me entrometía entre William y
Marian o entre William y Sebastien.
El día que logré escapar gracias a mi hermana, estaba tan mal herida y tan
asustada que ni pensé en ellos, otro pecado que cargo sobre mi conciencia.
aquella última noche, la violación por parte de William fue más brutal que de
costumbre porque impedí que violará a Marian. ¡Por amor de Dios! Solo era una
niña, Sebastien estaba tendido en el suelo casi muerto por una paliza que había
recibido por intentar salvar a su pequeña hermana, así que yo saqué el valor que
no sabía que aún conservaba y no le permití cometer semejante barbaridad. Él se
enfureció y, después de golpearme, me violó desgarrándome el cuerpo. Yo solo
pensaba que al menos no era Marian la que estaba en mi lugar, lo que más me
avergüenza no es que solo mi hermana viera mi situación, si no que Sebastien
fue testigo de todo, su abuelo lo obligó a mirar, y si no lo hacía, lo golpeaban
más. Él solo lloraba y me miraba pidiendo perdón, por no poder ayudarme, yo en
medio del dolor y la vergüenza con la mirada solo podía trasmitirle coraje. Solo
tenía siete u ocho años cuando pasó y Marian cuatro. No volví a verlos.
Pero no por ello dejé de pensar en ellos, de rezar porque les vaya bien,
porque estén vivos y hayan podido escapar de su padre.
Mientras yo he estado escondida del mundo, ellos han debido enfrentar al
mismo demonio, pobres criaturas, pero ni por ellos puedo volver allí. Que Dios
me perdone, pero soy una egoísta que no tiene el valor suficiente para volver a
esa casa, por ello llevo horas con un loco pensamiento.
Prefiero morir antes que volver al clan de los MacFerson…
Prefiero morir antes de volver a estar bajo el yugo de William.
Debo acabar con mi vida……
Pero no puedo hacerlo sin despedirme, así que me dirijo hacia el cuarto de
juegos de mis sobrinos y los encuentro jugando ajenos a todo mal.
—¡Hola niños! —exclamo feliz de verlos —¿A qué jugáis? —pregunto.
—A princesas y guerreros, tía Sarah —responde Valentina.
—¡Qué bien niños! —aplaudo —Estoy feliz de verlos tan bien y felices,
debéis estar siempre unidos, debéis amaros y cuidaros ¿de acuerdo?
—Claro tía Sarah, nosotros seremos los guerreros más temidos de toda
Escocia, protegeremos a Valentina con nuestra vida —responde el valiente
Kaylan.
—Sé que lo seréis, sois Mackencie, los guerreros más feroces de las
Tierras Altas.
Ellos asienten orgullosos, me besan y salen corriendo, yo contengo las
lágrimas ya que será la última vez que los vea.
Valentina se acerca a mí y me acaricia la mejilla…
—¿Qué te ocurre tía Sarah? ¿Por qué siempre estás triste? ¿Es porque
extrañas al abuelo? —pregunta con sus hermosos ojos mirándome fijamente.
—Sí extraño al abuelo, pero él siempre está conmigo, con todos nosotros
—le digo abrazándola, rompiendo a llorar.
—Tía Sarah, no me gusta verte triste, tío James también llora a veces —
dice en mi oído. —Echa de menos a tía Helen, ella también está en el cielo con
el abuelo.
—Lo sé, la gente que está en el cielo no nos abandona completamente
Valentina, no lo olvides —le digo, porque no es como decirle que yo también me
iré pronto, aunque dudo que sea a al cielo.
—Te quiero tía Sarah —me abraza y yo a ella. Por un momento dudo de lo
que voy a hacer, pero solo es un segundo.
—Y yo a ti Valentina, recuérdame siempre con amor, ¿vale? Yo siempre
estaré contigo, cuida de tu madre y de tu padre y cuando veas al tío James llorar,
dale un abrazo como este —sonrío y ella frunce sus cejas sin entender muy bien
por qué le digo todo esto.
—Lo prometo tía Sarah —yo sonrió y la dejo seguir jugando…
Salgo del cuarto y me dirijo al mío para escribir una nota simple, sé que si
veo a mi hermana o a James se darán cuenta de mis intenciones y eso es algo que
no me puedo permitir.
Querida hermana, sé que probablemente no podrás perdonarme lo que voy
a hacer,
pero no soy lo suficientemente valiente para volver a aquel infierno. Sé
que tanto tú como Alexander harán lo posible por evitar lo inevitable.
Y yo no quiero luchar más, llevo muchos años luchando con los demonios
que me atormentan, y estoy cansada.
Soy feliz de haber pasado estos días en vuestra compañía, dile a nuestras
hermanas y a madre que las quiero y que lo siento mucho.
Dile a James que se perdone por todo el pasado y que deje descansar a
Helen y a su hijo, el señor los llamó a su lado, donde ya no sufren dolor ni pena.
Espero que tengas una larga y perfecta vida, te deseo toda la felicidad del
mundo, no me recuerdes con tristeza, no te culpes.
No te pido que no llores porque sé que lo harás, pero piensa que donde
voy es un lugar mejor, incluso si ese sitio es el infierno.
Perdóname por favor…
Hasta que volvamos a vernos querida Brianna
Te quiero
Sarah
Estoy temblando y estoy asustada, pero decidida.
Me encamino hacia las caballerizas, donde el otro día vi unas vigas de
madera fuertes, suficiente para soportar mi peso.
Tengo suerte y encuentro una cuerda lo bastante larga para mi propósito,
lo preparo todo y en pocos minutos estoy lista para acabar con este calvario.
Busco una caja o taburete donde poder subirme y lo encuentro. Me subo
sobre él y me coloco la soga al cuello. Rezo una última vez por mi alma,
pidiéndole al señor que me perdone y logré entender por qué prefiero suicidarme
antes que volver y casarme con William MacFerson.
Sé que no tengo mucho tiempo, ya escucho a Brianna llamarme y
preguntar a los hombres si me han visto. He sido cuidadosa y sé que ellos no
podrán ayudarla, pero debo darme prisa, seguramente el primer lugar donde
busquen sea aquí.
Respiro aire por última vez, cierro los ojos y…
Salto…
La cuerda se cierra alrededor de mi cuello impidiendo que el aire entre en
mis pulmones, siento la necesidad de levantar mis manos y luchar por conseguir
respirar, pero me contengo. Mis pies se retuercen buscando el punto de apoyo
que antes tenía, las lágrimas caen por mis mejillas porque estoy asustada, morir
no es tan fácil como creía, duele…
Escucho a lo lejos como alguien se acerca, veo borroso, pero distingo a mi
hermana. Cuando ella me ve, se paraliza por varios segundos, pero enseguida se
recupera y corre hacia mí, siento como me levanta cogiéndome de las piernas y
la cuerda deja de ejercer tanta presión sobre mi cuello.
—¡Jameees!——grita mientras lucha contra mi peso —¡James, ayúdame!
—vuelve a gritar llorando.
Me duele causarle este dolor y más estando embarazada.
Escucho como James acude al llamado de auxilio, con varios hombres
detrás con sus espadas en mano, pensando que alguien estaba atacando a la
mujer de su Laird.
—¡Cortad la cuerda! —dice mientras es él quien sostiene mi peso —
¡vamos! —grita, es Ian quien corta la cuerda que me ahoga.
Caigo al suelo casi encima de James, que me sostiene como si quisiera
retenerme a su lado. Brianna cae de rodillas a nuestro lado y me da una fuerte
bofetada que me gira la cara contra el pecho de James.
—¿Como se te ocurre? —me grita —¿En qué demonios pensabas? —dice
zarandeándome.
Yo solo lloro, lloro porque siento alivio de que hayan podido salvarme,
lloro porque lo han hecho.
Ella se marcha corriendo, los hombres la siguen por orden de Ian y James
también ordena que él se marche quedando nosotros solos.
—No puedes vigilarme siempre, si lo he intentado dos veces, puedo
hacerlo una tercera —susurro escondida contra el fuerte pecho de James.
—¿Porque lo has hecho, pequeña? —siento el miedo en su voz, lo noto
temblar.
—Prefiero condenarme al fuego eterno, antes de permitir que William me
ponga las manos encima.
No dice nada, solo me aprieta más junto a él y yo levanto mis ojos hacia
su bello rostro. Él me mira, veo el susto en sus ojos, me mira los labios y sé que
quiere besarme, pero también sé que él no lo hará, no sin pedirme permiso.
Así que sacando el valor que me queda, me acerco a él y lo beso, despacio,
acariciando sus labios gruesos. Él por un momento no responde, pero finalmente
comienza a responderme, acaricia con su lengua mi labio inferior pidiendo
permiso para adentrarse en mi boca y sin pensarlo se lo doy, no siento asco ni
deseos de apartarme de su lado, me quedaría así para siempre.
Por desgracia debemos parar para respirar y nos quedamos mirando
anonadados, hace unos minutos estaba a punto de suicidarme y ahora estoy en
brazos del único hombre que he amado.
—No vuelvas a intentar suicidarte —me ordena, pero veo la súplica en sus
ojos.
Cierro los míos, porque es una promesa que no puedo hacer.
—No me casaré con William —aseguro.
—No, ya te dije que no tendrías que hacerlo, debes confiar en mi —me
dice mientras me ayuda a levantarme. —Empieza a ponerse morado tu cuello —
me acaricia la zona donde mi piel está en carne viva.
Aunque ya estamos de pie, aún no me ha soltado y yo no quiero que lo
haga.
—Si otro hombre pidiera tu mano, ¿lo aceptarías? —pregunta de golpe.
—¿Otro hombre? Lo dudo, aunque si ese hombre promete no obligarme a
cumplir su derecho en el lecho…
—Si ese hombre prometiera tal desatino, ¿lo harías? —vuelve a preguntar.
—Sí, sí lo haría… a cambio de que él no me molestará jamás, yo no me
opondría a que tuviera amantes.
—¿Te da igual que tu marido tenga amantes? —pregunta sin poder
creérselo.
—Sí, yo no quiero acostarme con él, pero entiendo que para un hombre es
necesario el sexo.
—¿Y el amor? —pregunta.
—Bien sabes que solo he amado una vez en la vida, no quiero saber nada
del amor, mi marido tendrá de mi respeto, fidelidad y compañía, nada más.
Me mira como si tuviera algo importante que decidir, y finalmente asiente.
—Así sea, debo hablar con Alexander antes que marche hacia Edimburgo
—se marcha dejándome sola. Yo miro la cuerda que me ahogaba hace un rato,
yace cortada casi a mis pies.
Mi posibilidad de suicidarme ha sido anulada por completo, sé que ahora
estaré vigilada a todas horas.
Sólo me queda esperar y rezar.
Rezar por un milagro.
Señor ayúdame…
Capítulo VIII
Castillo de Eilean Donan, Escocia. 1467
(James Mackencie)
Cuando escucho los gritos de ayuda de Brianna lo primero que pienso es
que nos están atacando, pero ver el cuerpo de Sarah colgar de una de las vigas de
las caballerizas. Casi está inconsciente y Brianna la intenta sostener por las
piernas para que la cuerda deje de asfixiarla.
Corro y aparto a Brianna un poco más brusco de lo que me gustaría y soy
yo quien levanta el peso de Sarah. Ordeno a alguno de los hombres que corten la
maldita cuerda, Ian es rápido y obedece enseguida.
Sarah cae sobre mi como un peso muerto. Brianna la golpea presa del
miedo y el horror que hemos presenciado ante su intento de suicidio, ella solo
llora, no sé si de alivio o de pena por no haber conseguido su cometido.
Brianna sale corriendo después de decirle que no va a permitir cometer
semejante cobardía y sin darme cuenta estamos solos. Ella solo habla para decir
que si lo ha intentado dos veces puede hacerlo una tercera y eso me hiela la
sangre; verla como la he visto hace unos minutos me ha destrozado, saber que
esta tan desesperada que no ha encontrado otra salida, más que acabar con su
vida.
Si hubiéramos llegado un minuto más tarde ella estaría muerta, nunca más
abriría sus hermosos ojos, ni podría verla sonrojarse ante mi mirada, ni siquiera
podría escucharla hablar, aunque solo fuera para alejarme de ella, y tal
pensamiento me deja helado. El haber estado tan cerca de perderla me ha hecho
reaccionar, me ha hecho darme valor y hacer lo que tengo que hacer. Puedo
ayudarla y sé cómo.
Voy a casarme con ella.
Cuando le pregunto si estaría dispuesta a casarse con otro hombre que no
fuera William me sorprende su respuesta: ¿no le importará que su marido tenga
amantes?
Ciertamente a Helen le hubiera roto el corazón si yo hubiera tenido una o
varias amantes, pero entiendo que Sarah desee verse libre del deber de
complacer a su esposo, ya que ella asocia el sexo con dolor.
Pero yo puedo demostrarle que no es así. Ella aun no lo sabe, pero va a ser
mi mujer, solo espero que no se oponga, es la única forma de que Jacob no la
obligue a casarse con MacFerson.
La cojo en brazos a pesar de sus protestas y la dejo en su habitación con
Marie. Alguien debe vigilarla, no confío en ella.
Busco a Alexander, que debe estar consolando a su mujer, y no me
equivoco. En el gran salón, un Alexander con una cara de pesar absoluto abraza
fuerte a su mujer, que entre sus brazos haya el consuelo que necesita.
—Voy a casarme con Sarah —les digo nada más entrar.
Ellos me miran como si me hubiera vuelto loco, pero la primera en
reaccionar es Brianna. Se levanta del regazo de mi hermano y viene hacia mí, y
hace lo que no hacía en mucho tiempo.
Me abraza y solloza de alivio en mis brazos. Yo le devuelvo el gesto,
apretándola contra mí y oliendo su aroma a violetas, el olor que siempre asocio a
ella.
—Gracias —dice mirándome con una paz increíble —Muchas gracias —
sonríe y eso me llena el corazón.
—¿Sarah lo sabe? —rompe el momento la voz de mi hermano.
—No, aún no —respondo mirándolo —La he dejado en su cuarto
descansando, lo necesita.
—¿Las has dejado sola? —pregunta asustada Brianna, dispuesta a salir
corriendo.
—Tranquila, está con Marie —la detengo. Ella asiente más calmada.
—Sabes que esto significa la guerra con los MacFerson, ¿verdad? —
pregunta serio mi hermano.
—Lo sé, y posiblemente Jacobo me quite incluso mis tierras, pero no voy
a permitir que Sarah se case con ese monstruo —respondo firme.
—Sea… —asiente Alexander. —Tienes mi apoyo. Si MacFerson quiere
guerra, entonces los Mackencie iremos a la guerra.
—Debemos buscar el mejor momento para hablar con ella, ahora mismo
es inestable —temo que mi propuesta la asuste aún más.
—Hablaré con ella más tarde, ahora yo también debo calmarme o soy
capaz de matarla por cometer semejante estupidez —dice Brianna enfadada. —
Claro que tú deberás proponérselo.
—Por supuesto —eso me pone de los nervios.
—No accederá tan fácilmente —argumenta mi hermano.
—Lo sé —suspiro —, pero ella debe entender que es la única solución
posible. Además, yo accederé a sus absurdas normas.
—¿Normas? —pregunta extrañada Brianna.
—Si, antes le pregunté que, si se estaría dispuesta a casarse con alguien
que no fuera William, y dijo que sí, siempre y cuando su marido tuviera una
amante que le diera la libertad de no tener que compartir el lecho conyugal.
—¡Tú no tendrás una maldita amante! —me apunta furiosa con el dedo.
—No la tendré, ¿por quién me tomas? Nunca engañé a Helen y no
engañare a Sarah.
—A Helen la amabas, James —dice mi hermano.
—¿Acoso osas Alexander Mackencie, intentar convencer a tu hermano
para que sea infiel a la mía? —pregunta mi cuñada echando fuego por sus ojos.
—¡No! —exclama Alex —No me refería a eso, ¡maldita sea! Pero es un
hombre, Sarah no será capaz de compartir su lecho con él.
—Puede que con el tiempo… —dice ella no muy convencida.
—Alexander, mi matrimonio será cosa mía, igual que yo no cuestionó el
tuyo. Respetaré a mi mujer, y espero lograr que ella algún día me acepte.
—De acuerdo, Sarah es cosa tuya, pero te advierto que este matrimonio
será un infierno —contesta serio.
—¿Igual que lo fue el nuestro, Alexander? —pregunta ahora Brianna
—Deja de sacar conclusiones erróneas, ¡maldita sea mujer! —grita ya
exasperado.
—Ni tú ni yo nos amábamos, Sarah siempre amó a James, eso es un
comienzo, yo creo que pueden ayudarse mutuamente —responde ella sin
inmutarse por los gritos de Alex.
—Pero nos enamoramos, James aun ama el fantasma de su mujer y Sarah
tiene miles de demonios que combate cada día, ¿crees que va a ser fácil? –
pregunta—Además que todo esto, desatará una guerra, y James puede perderlo
todo en el proceso. Entiendo que quieras proteger a tu hermana, entonces
entiéndeme a mí, si yo hago lo mismo por el mío —dice enfadado y sale dando
un sonoro portazo.
Nos quedamos en silencio, sabiendo que las palabras de Alexander son
muy ciertas. Yo puedo perder los poco que tengo si Jacobo decide que es el pago
por desobedecer una orden real.
Además de que estaremos condenando a los Mackencie a una cruda
batalla contra los MacFerson. No son unos temibles guerreros, pero son
tramposos y nada nobles en la lucha, no atacarán por delante, sino que lo harán a
la espalda, donde más nos duele, y entiendo la preocupación de Alexander, ante
todo es Laird, y debe proteger a su gente, pero a la vez es cabeza de familia y
debe cuidar de Sarah, por no hablar que no quiere que su mujer sufra.
—Alex tiene razón, creo que no debes casarte con ella, podemos encontrar
algún otro hombre.
—¿Que esté dispuesto a no acostarse con su mujer? —pregunto con burla.
—Dios santo, esto es mi culpa, seguramente William ha estado esperando
todos estos años para reclamar a Sarah, si yo no hubiera sido tan egoísta como
para sacarla del convento….. —dice sentándose cansada en una de las sillas.
—No es tu culpa Brianna, ese bastardo debe estar obsesionado con tu
hermana, con la idea de vengar a su padre, y sabe que haciéndole daño a ella
mata dos pájaros de un tiro.
—No sé qué hacer ¿y si la llevamos a Inglaterra? —pregunta esperanzada.
—Entonces involucrarás a tus hermanas, incluso a tu Rey —intento que
entienda.
—Entonces estamos condenados, lo siento James, siento que te veas
envuelto en este lío.
—Quiero casarme con Sarah, de alguna manera se lo debo, conmigo no
tendrá nada que temer —quiero que entienda que no quiero causarle más daño.
—Rezaré todos los días porque encontréis lo que yo encontré con
Alexander, recuerda nuestros comienzos James, recuerda eso cuando todo te
parezca perdido —me dice abrazándome. —Voy a hablar con ella, luego deberás
hacerlo tú.
Asiento y veo como ella también se marcha, dejándome solo.
Ahora llega el momento de la verdad, solo espero que ella no me rechace,
no sé por qué el simple pensamiento de esa posibilidad me asusta.
Sarah, después de tantos años, tu y yo seremos marido y mujer, parece que
el destino nos quiere juntos.
(Sarah MacFerson)
Marie no se marcha, no me deja sola, sé que James le ha ordenado no
hacerlo.
No confían en mí y lo entiendo.
Me siento agotada, el cuello me duele horrible, ya que la cuerda ha dejado
una marca que ya está empezando a volverse morada.
Alguien llama a la puerta y aparece mi hermana. Veo que aún está
enfadada conmigo y trae algo entre las manos.
—Te traigo un ungüento para el cuello, se te va a poner morado —me
explica, mientras con un gesto me pide que me siente.
Empieza a aplicarlo despacio sobre la zona dañada, me duele, pero
aguanto sin hacer ningún gesto que demuestre lo incómoda que me siento ahora
mismo.
—Lo siento…—susurro sin mirarla, no quiero ver en sus ojos la
decepción.
—¿Por qué Sarah? —pregunta dolida —¿No pensaste en mí, en tus
sobrinos? ¿En nuestra madre? ¿Crees que sería capaz de soportar la muerte de
una de sus hijas?
—No pensé en eso, solo sentía miedo, terror al pensar que volvería a estar
a merced de William —confieso.
—¿Pensaste que sería capaz de dejarte ir? Maté al miserable de Malcom y
soy capaz de matar a su hijo —me dice sinceramente.
—¿Y crees que yo permitiría que Jacobo ordenara tu muerte por asesinar a
uno de sus Laird preferidos? —es mi turno ahora de preguntar.
Ambas nos miramos con miles de sentimientos entre las dos: el miedo, la
decepción, la tristeza.
—No debemos preocuparnos por algo que no pasará —afirma ella.
Yo no sé porque está tan convencida, pero entonces recuerdo las palabras
de James y renace en mí las esperanzas Tal vez sí deba casarme para evitar el
acoso del Rey y así evitar verme obligada a volver al clan MacFerson,
seguramente ningún hombre es peor que William.
Alguien llama a la puerta y, sin esperar respuesta, la gran puerta se abre
dejando paso a James. Lo veo un poco nervioso, pero cuando veo que mi
hermana se levanta dispuesta a marcharse soy yo la que empieza a temblar, ella
le sonríe y se marcha cerrando suavemente la puerta dejándonos solos, y eso no
me gusta.
—Espero que estés más calmada —dice dirigiéndose a la ventana.
—Un poco, ¿a qué se debe esta visita James? —pregunto nerviosa.
Él no me responde inmediatamente, y siento deseos de acercarme a él y
zarandearlo, pero claro, no lo hago.
—Hace un rato te pregunté si estarías dispuesta a considerar el matrimonio
con otro hombre que no fuera ese bastardo —dice sin mirarme.
—Sí y yo te dije mis condiciones —respondo aun sin saber dónde quiere
llegar.
—Alguien está interesado en pedir tu mano, incluso ya habló con
Alexander —me explica mirándome por fin.
Yo no puedo evitar levantarme de la cama, donde hasta ahora estaba
sentada. El miedo vuelve a invadirme.
—Y ¿ese hombre está dispuesto a aceptar mis condiciones? —pregunto
preocupada.
—Tal vez… —dice el acercándose más a mí.
—Tal vez no es una maldita respuesta, si ese hombre no jura que jamás me
tocará, no consentiré en casarme —exclamo enfadada.
Mi enfado nace del terror más absoluto al hecho de tener que entregarme a
otra persona de nuevo, a tener que soportar el dolor y el asco.
——Sarah MacFerson, ¿quieres casarte conmigo? —me pregunta
cogiendo suavemente mi mano temblorosa.
Yo no puedo asimilar su pregunta, no puedo creer que finalmente escucho
las palabras que tanto deseé escuchar años atrás, pero ahora no producen en mí
el mismo efecto. Siempre soñé con este momento, pero en mis sueños yo saltaba
de felicidad a sus brazos, besándolo con ardor, deseosa de amarlo y que él me
amará.
Ahora todo es distinto, ahora esto es por obligación, él no me ama y jamás
lo hizo, y yo ya no soy capaz de sentir algo tan puro y hermoso como es el
sentimiento de amar.
Cierto que el aún tiene el poder de estremecerme, tiene el poder de
calmarme y desear que entre sus brazos todo desaparezca, pero eso no es amor,
¿verdad? Ese sentimiento murió poco a poco cuando acabaron conmigo entre los
muros del castillo MacFerson.
—¿Es una broma, James Mackencie? —pregunto temblorosa.
—¿Crees que es el momento de hacer bromas? —me responde serio.
No, ciertamente no lo es.
—¿Por qué James? —pregunto —¿Por qué tú?
—Porque no tenemos tiempo que perder, porque no soporto la idea de que
William pueda ponerte las manos encima, porque te lo debo.
Oír sus palabras me duele, es una respuesta fría, nacida del sentimiento
equivocado de culpa que siente James.
—No me debes nada Mckencie, yo decidí casarme, yo solita me metí en la
cueva del lobo —respondo enfadada.
—Yo fue demasiado brusco expresando mis sentimientos sobre tu
enamoramiento por mí, tal vez si….
—¡Deja los tal vez! —le grito sin dejarle acabar sus estupideces. —Tú
amabas a Helen, y mi destino fue enamorarme de ti, al igual que fue vivir el
infierno en la Tierra. El pasado no vuelve, ni se puede cambiar, así que por favor
te pido que dejes ese maldito sentimiento de culpa —cuando acabo estoy casi sin
aliento. James me mira con sus hermosos ojos abiertos de par en par.
—No lo entenderías Sarah, y yo aún no me siento preparado para contarte,
ni para analizar a fondo viejos sentimientos, pero la única solución es que nos
casemos.
—¿Estás dispuesto a cumplir mis exigencias? —pregunto dudosa. Él
seguramente ya tenga una amante, incluso más de una.
Él me mira en silencio, como si estuviera decidiendo que decir o hacer.
—No tengo ninguna amante Sarah…. —dice serio, como si le ofendiera
tal cosa.
—Todos los hombres las tenéis, si no es así, búscala, seguro que no será
un problema —respondo convencida.
—Dejé esa etapa de mi vida incluso antes de casarme con Helen, le
hubiera partido el corazón que le fuera infiel y tú, mi futura esposa, me exige lo
contrario —suelta una risotada.
—No me resulta gracioso Mackencie, es la única forma que consentiré en
casarme contigo, debes jurar que no compartirás el lecho conmigo —respondo
asustada, compartir el lecho con él sería difícil para mí.
—Me pides que no toque a mi esposa Sarah, que no duerma con ella, que
no le haga el amor, que no tenga hijos, me pides un imposible, ¿no deseas hijos?
—pregunta esperanzado.
Hijos… claro que deseo hijos, pero pasar por el doloroso proceso de
crearlos me aterra.
—Me gustan los niños, pero no me gusta lo que debo soportar para
crearlos —respondo avergonzada.
—Te propongo una cosa, no te tocaré, pero intentaré cada día de mi vida
que superes tus temores y me permitas mostrarte lo hermoso que puede ser. Aún
tenemos años por delante para tener hijos.
¿Puedo confiar en su palabra? ¿Puedo aceptar su propuesta?
No sé qué pensar, no sé qué hacer, lo único que sé es que no puedo
regresar con William y muy en el fondo de mi corazón sé que James no me
dañaría nunca.
—Acepto —digo en un susurro. Incluso creo que James no me ha
escuchado, pero cuando lo veo sonreír y acercarse a mí, me doy cuenta de que si
lo ha hecho.
—No te arrepentirás Sarah, te protegeré, nunca te dañaría —en sus ojos
veo sinceridad y un alivio enorme.
—Dios quiera que sea así James, no me decepciones —le suplico.
—Nunca pequeña, nunca —y me abraza, y por primera vez no me aparto,
no siento la necesidad de poner distancia entre un hombre y yo.
Pero no es un hombre cualquiera, es James, el único hombre al que he
amado.
Aún no puedo creerme que vaya a casarme con él, con James Mackencie.
Que Dios me ayude…
Capítulo IV
Hogar de los Mckencie, 1467.
(James Mackencie)
Escuchar a Sarah como acepta mi propuesta me hace soltar un suspiro de
alivio, sin darme cuenta estaba conteniendo el aliento, no estaba seguro de poder
convencerla, ya que no puedo darle mi palabra de nunca la tocaré.
Pero de algo puede estar segura, nunca la obligaré a nada que no quiera
hacer, nunca le haré daño y siempre la protegeré de todo mal. Para mí es muy
importante ayudarla a encontrar un poco de paz, y juro por Dios que me dejaré la
vida en ello, quiero, no, necesito verla sonreír como lo hacía la primera vez que
la vi.
Ahora debemos darnos prisa en organizar la boda, a pesar de las
circunstancias, deseo darle una boda bonita, que ella pueda recordar con alegría,
y sé que Brianna y Marie se encargarán de eso, pero debemos darnos prisa, a
estas horas el mensajero que Alexander ha enviado a Edimburgo debe estar a
mitad de camino para informar tanto al Rey como a William. Sé que me juego
mucho, Jacobo puede quitarme incluso mis tierras, pero debo arriesgarme y
tengo por seguro que William no se quedará de brazos cruzados, pero eso me
dará un motivo para acabar con su miserable vida.
Después de hablar con Sarah, voy en busca de mi hermano para darle la
noticia de que no me costó tanto convencerla come el afirmaba, sé que él está
preocupado por esta decisión, no porque no quiera a Sarah, sino porque soy su
hermano y su lealtad es para conmigo.
—Alex, Eilean Donan tendrá una nueva boda —digo entrando a los
establos, donde está cepillando a su caballo.
—Entonces que Dios se apiade de nosotros —dice suspirando. —Parece
que se avecina una guerra.
—Tal vez no sea así —intento tranquilizarlo.
—¿Crees que William MacFerson va a quedarse tranquilo cuando se
enteré que no podrá ponerle las manos encima a Sarah? —pregunta riendo.
—Sé que no y eso me dará el motivo perfecto para atravesarle ese negro
corazón —sentencio.
—James, amo a Sarah, ¿cómo no hacerlo? Y me duele en el alma todo lo
que ha pasado, pero eres mi hermano, me preocupo por ti, igual que Brianna se
preocupa por su hermana.
—Pues deja de hacerlo Alexander, yo protegeré a Sarah —le digo
enfadado, ofendido por su temor a que no sea capaz de defender lo que es mío.
Marcho del establo furioso, sé que no soy un guerrero tan formidable y
temido como mi hermano, pero estos últimos años aprendí mucho de él y sus
hombres, incluso he luchado batallas junto a ellos, después de perder a Helen.
Fui temerario buscando la muerte en el campo de batalla, sin embargo quitando
de algunas heridas, nunca tuve a la muerte detrás de mí.
No sé dónde dirigirme y siento la imperiosa necesidad de visitar la tumba
de Helen y mi hijo, pero para ello debo partir hacia mis tierras. Sarah estará
segura aquí y yo volveré en un par de días. Informo a Brianna de mi decisión y
algo en su mirada me dice que me comprende. Le pido que informe a Sarah, no
soy capaz de despedirme de ella, no solo visitar la tumba de Helen es lo que me
impulsa a visitar mi hogar, quiero dejar todo bien dispuesto, a mis hombres
preparados para cualquier cosa que pueda ocurrir. Tampoco me despido de Alex
ni permito que nadie me acompañe, necesito soledad, necesito despedirme del
pasado para poder luchar por el futuro.
Me marcho veloz, con el aire golpeándome la cara y agitando mi pelo
largo.
Mis tierras dejaron de ser un hogar la noche que Helen murió, por eso he
pasado casi todo el tiempo entre Eilean Donan y las batallas, evitando volver
donde aún tengo tantos recuerdos con mi difunta mujer, pero ahora ha llegado el
momento de enfrentar los temores y las penas. Sarah merece tener un hogar
bonito y que su marido pueda vivir en él sin el pesar de la pérdida sufrida tantos
años atrás. No quiero que ella sienta que el fantasma de Helen se interpone entre
nosotros, aunque sea así.
Al anochecer, cruzó el gran portón y soy recibido por mis hombres y sus
mujeres, todos contentos de mi llegada. Aunque estoy cansado, me reúno con
mis guerreros para informarles de lo que pueden esperar, quiero que refuercen la
vigilancia y que cuiden muy bien a las mujeres, he decidido que después de la
boda, regresaremos aquí. No puedo dejar a mi gente a merced de Jacobo o
William y no estar aquí para luchar con ellos. Seguro que Brianna no está
conforme con esta decisión, pero sabré convencerla, solo rezo para que Sarah no
oponga resistencia, estamos cerca de Eilean Donan y cuando el peligro pase
podremos volver al menos hasta que el hijo de Brianna nazca y todo haya salido
bien.
Después de informar de mi próximo matrimonio, recibo las felicitaciones
de los míos, de todos ellos menos de Glenda.
Glenda fue la criada de confianza de Helen. Incluso después de su muerte
no ha querido abandonarla; me pidió permiso para quedarse en mis tierras, no
quería volver a su clan, según ella, no le quedaba nada allí. Yo lo permití, fue
una amiga leal para Helen, aunque a mí siempre me pareció una mujer un tanto
extraña.
Nunca le di importancia, porque Helen la adoraba, incluso pidió que fuera
ella quien ayudará a la partera la noche que ambos murieron. Vi cómo Glenda se
consumía poco a poco y no tuve corazón para echarla. En los días que solo me
emborrachaba para ahogar el dolor en alcohol, ella era la que me ayudaba a
llegar a mi cama, la que a la mañana siguiente tenía un remedio para la resaca
esperando por mí, la que lloraba conmigo la pérdida del ser más bueno y
hermoso que habíamos conocido.
Pero todo cambió, una noche que, en medio de mi borrachera,
comenzamos a besarnos, no sé muy bien quien besó a quien primero, pero
estuvimos a punto de cometer una locura. Al día siguiente me marché y no he
vuelto mucho desde entonces.
Las pocas veces que he venido, han sido pocos días y Glenda siempre ha
intentado hablar sobre aquella noche, pero yo no desee hacerlo. Fue un error que
cometí en medio del estupor de la borrachera y no quiero confundirla o dañarla,
nunca fue una mujer que me pareciera hermosa. No es fea, pero nunca sentí nada
por ella, ni lo hacía entonces, ni lo hago ahora.
—¿No me felicitas por mi próximo matrimonio, Brenda? —pregunto.
—No tengo nada que celebrar mi señor, nunca reconoceré a ninguna nueva
señora, mi fidelidad es para Helen Mackencie —responde seria.
—Reconocerás a Sarah como mi esposa —ordeno furioso. —No hagas
que me arrepienta de no haberte echado de aquí.
Ella no vuelve a hablar, se marcha sin afirmar que respetará a Sarah y eso
me preocupa. No quiero que nadie la haga sentir mal en ningún momento, quiero
que la respeten y la ayuden a sentirse querida y valorada en su nuevo hogar.
Si Brenda no obedece, deberé tomar cartas en el asunto, aunque espero
recapacite y pueda servir a mi nueva esposa como hizo con Helen hasta el día de
su muerte.
Después de resolver todo y antes de que anochezca, me dirijo hacia lo alto
de la colina, donde están enterrados mi hijo y Helen. La tumba está limpia y bien
cuidada, de ello se encarga Brenda. Las flores están frescas como a Helen le
gustaban…
Al leer la lápida se me instala un nudo en la garganta.
Helen y Jamie Mackencie.
Dos nombres que significan tanto para mí… que fueron mi mundo años
atrás.
—Siento no visitaros más a menudo, pero he estado enfadado conmigo
mismo y con el destino por separaros de mí —les digo arrodillándome. —Voy a
volver a casarme, Sarah necesita mi ayuda, no pienses que he dejado de amarte o
que voy a hacerlo. Mi corazón es tuyo, mi amada Helen, pero debo seguir
adelante, siento que se lo debo a Sarah. Esa niña tambaleó mi mundo desde el
primer momento en el que la conocí —le confieso avergonzado. —Pero te juro
que jamás te engañé, te amaba y lo seguiré haciendo, cuida de nuestro hijo hasta
que nos volvamos a ver —me despido y vuelvo con pasos lentos hacia el hogar.
Ahora que ya he hecho lo que necesitaba hacer, es hora de volver a Eilean
Donan para casarme. Mañana, al despuntar el alba, emprenderé el camino para
llegar a la hora de la comida, no quiero analizar por qué necesito regresar con
tanta premura al hogar de mi hermano, no quiero buscar los motivos, porque
temo las respuestas…
Eilean Donan, 1467.
(Sarah MacFerson)
Cuando Brianna me ha informado de que James había partido hacia su
hogar para arreglar algunos asuntos, me he sentido abandonada, ni siquiera se ha
despedido de mí.
Es la primera vez que nos separamos, desde que vino a por mí a la Abadía.
Sé que él está arriesgando demasiado por mí, pues así me lo ha explicado
Alexander. Está preocupado por su hermano y lo entiendo, incluso le ofrecí la
oportunidad de que al volver James a Eilean Donan hablaría con él para rechazar
su oferta de matrimonio, y de esa forma salvarlo de la ira del Rey y de William.
Pero se ha negado en rotundo, él también quiere protegerme, pero siento
que estoy conduciéndolos a todos al desastre.
Mi hermana y Marie están eufóricas preparando todo para la boda, las
flores, la comida, mi vestido…
Y yo estoy en el limbo.
Todo me parece bien, es como si estuviera en un sueño y aún no pudiera
creer que voy a casarme con el único hombre que he amado en mi vida.
Pero tengo miedo, sé que James me ha jurado que nunca me tocará sin mi
permiso, pero los hombres son traicioneros, puede mentirme y una vez bajo su
yugo hacer conmigo lo que quiera. Sé que él no es igual que los MacFerson,
pero es difícil dejar atrás los viejos temores.
Mi mayor miedo es la noche de bodas. Sé que el matrimonio debe
consumarse, ¿cómo lograré dejar que me toque? Sabiendo el dolor que me
causará, sabiendo que no será a James a quien vea encima de mí. De solo
pensarlo siento ganas de vomitar, sé que la boda es dentro de tres días, sé que mi
prometido llegará a tiempo, pero no estoy tan segura de poder cumplir mi deber
en la noche de bodas, que Dios me ayudé cuando llegue el momento.
—Sarah, ¡debes volver a probarte el vestido, creo que Marie ya hizo los
arreglos necesarios y va a quedarte perfecto! —exclama feliz Brianna.
—De acuerdo —digo aun inmersa en mis temores. Ella parece darse
cuenta de que algo me preocupa.
—¿Qué ocurre? —pregunta dejando el vestido sobre la cama.
—No voy a poder —susurro dejando que el terror se apodere de mí.
—¿Qué es lo que no vas a poder hacer? ¿casarte? ¡Por amor de Dios,
Sarah! —se desespera —¡Es la única manera de salvarte de MacFerson! —grita.
—No es por la boda —respondo avergonzada. Ella me mira sin saber a
que me refiero. —No voy a ser capaz de compartir mi lecho con él —confieso.
Ella cierra los ojos con dolor, suspira al comprender mis miedos, se acerca
a mi y me abraza. Dejo que sus brazos me tranquilicen, como tantas veces a
hecho en el pasado.
—Entiendo tu temor, pero debes saber que James no te obligará a nada lo
sabes, ¿verdad? —pregunta preocupada.
—Lo sé, pero soy consciente que el matrimonio debe ser consumado.
Ella asiente, sabe tan bien como yo que así son las cosas y no podemos
cambiarlas.
—Habla con él, no tiene por qué ser esa misma noche, podéis mentir,
ambos sois viudos, se da por hecho que ninguno es virgen —responde
esperanzada.
No sé qué decir, lo que dice es cierto, nadie espera que ninguno sea virgen
a estas alturas, ambos hemos estado casados.
—No sé lo que haré cuando llegue el momento Brianna —suspiro
cansada.
—Debo preguntarte algo… ¿James te parece atractivo? ¿Te resulta
repulsivo? Una vez lo amaste, tal vez no te sea difícil compartir su lecho.
—Lo amé, sin embargo, ahora ya no soy capaz de sentir ese sentimiento
por ningún hombre, y James no me repugna, solo que para mí es prácticamente
impensable dejar que me toque, solo pensar en el dolor que me va a causar —
digo a punto de romper a llorar.
—Cariño —dice mi hermana con ternura —, no tiene por qué doler, hacer
el amor es mágico, alcanzas el cielo, es horrible que esos bastardos te hayan
arrebatado algo tan preciado como conocer el mayor placer del mundo a manos
del hombre amado.
—Tú no has conocido las barbaridades que yo he padecido Brianna, y
pido a Dios que jamás las conozcas, pero yo no sé nada de lo que hablas.
—Tal vez si le das una oportunidad a James… —no la dejo terminar,
porque el miedo y la impotencia se apoderan de mí.
—¡No lo entiendes Brianna! —le grito —¡No puedo! Lo dices como si yo
no me esforzará en superar mi temor. El problema es que en el momento en que
James me toque, que se ponga encima de mí, no será a él a quien vea, no será el
quien estará poseyendo mi cuerpo.
Ella ha perdido el color de su rostro, tiene el dolor reflejado en sus
hermosos ojos y yo me siento culpable por pagar con ella mis frustraciones. Ella
esta en estado, además un embarazo con demasiados riesgos y yo le añado más
preocupaciones, soy una hermana horrible.
—Solo quería ayudarte —susurra, se da la vuelta dispuesta a marcharse y
dejarme sola de nuevo, pero no es lo que quiero, no es lo que necesito.
La detengo y le pido mil veces perdón mientras la abrazo. Ella me
devuelve el gesto, ambas pasamos así abrazadas mucho tiempo.
Esa noche mis pequeños sobrinos vuelven a dormir conmigo, las
pesadillas regresan más fuertes y reales que nunca. Es como si pudiera oler a
William en mí. Lo que más desesperación me causa es que por primera vez en
mucho tiempo Sebastien y Marian aparecen en mis pesadillas. Soy testigo de las
crueldades que su padre les hace y no puedo hacer nada por ellos, la culpa por
abandonarlos no me abandonará jamás.
Dentro de dos dias seré Sarah Mackencie y que Dios nos ayude a todos,
pues estoy segura de que William no se conformará, sé que quiere matarme, solo
espero que no dañe a nadie de mi familia para llegar hasta a mí.
Solo deseo que el sacrificio de James no sea en vano…
Capítulo X
Eilean Donan, 1467.
Han pasado dos días, James llegó al alba como prometió.
Sé que pretende que después de la boda partamos hacía sus tierras, que
quedan al norte no muy lejos de aquí. Él sabe sobre mi preocupación sobre estar
lejos de mi hermana y me ha prometido volver mucho antes de que ella dé a luz,
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