Vivir mejor con menos 01

Vivir mejor con menos



1
¿Cuántas cosas poseemos?
Algún día miraremos atrás al siglo XX
y nos preguntaremos por qué
poseíamos tantas cosas.
BRYAN WALSH, Time Magazine
Mi viaje en primera persona
No recuerdo muy bien cómo, unos diez años atrás, recibí
un correo electrónico que contenía el texto que sigue a
continuación:
Un viajero llegó de visita a la casa de un sabio maestro.
Al entrar, se dio cuenta de que la morada del anciano con-
10 / VIVIR MEJOR CON MENOS
sistía de un colchón en el suelo y unos pocos libros. Extrañado,
el viajero le preguntó:
—Disculpe, ¿dónde están sus muebles?
El anciano miró con calma al visitante y le respondió con
otra pregunta:
—¿Y dónde están los suyos?
—Pero si yo solo estoy aquí de paso —replicó el viajero.
El maestro sonrió levemente y continúo:
—Yo también estoy de paso en esta vida, y mal haría
en cargar mi existencia con todos los armarios de mi
pasado.
Esta historia tiene muchas interpretaciones posibles, en
función de lo que uno entienda por «los armarios de mi pasado
». En mi caso, la interpretación fue literal, ya que justo
había terminado mi tercera mudanza en Barcelona esa
misma semana. En cada mudanza había podido experimentar
que, sin querer ni ser consciente de ello, iba acumulando
un montón de cosas. El resultado era que mover «los
armarios de mi pasado» a un nuevo hogar resultaba cada
vez más complicado.
Lo cierto es que no le di mayor importancia a la anécdota
y seguí con mi vida, trabajando desde casa para una
pequeña multinacional dedicada al sector de la televisión
digital. Al cabo de casi cinco años llegó la oportunidad
¿CUÁNTAS COSAS POSEEMOS? /11
de ser trasladado a la oficina de Taipéi, capital de Taiwán,
y tras algunas dudas iniciales decidí, junto con Anna,
aceptar la propuesta e irnos para allá.
¡De nuevo otra mudanza! Tuvimos que desmontar los
muebles y poner en cajas todas nuestras posesiones. Aquel
montón de bultos acabó distribuido en tres casas distintas
de varios familiares que amablemente nos cedieron algo de
espacio. Si no lo habéis hecho nunca, os garantizo que es
una sensación extraña almacenar en un sitio todo aquello
que has estado usando casi a diario durante los últimos
años, sabiendo que a nadie le va a servir para nada.
Con solo un par de maletas cada uno volamos a Taiwán
a finales de 2009, sin ser ni remotamente conscientes de que
la experiencia de vivir allí cambiaría nuestra manera de
pensar.
Visto ahora, pasados unos años, he descubierto que en
tu entorno habitual resulta casi imposible frenar y reflexionar
sobre el modo en el que vives. Como si fueras un hámster,
vas haciendo, y la inercia del día a día te lleva a permanecer
en la rueda autoimpuesta, corriendo siempre dentro
de ella, porque es justo lo que la sociedad a la que perteneces
espera que hagas. La ruta está trazada y solo hay que
seguirla: estudios, trabajo, coche, pareja, casa, niños, etc.
Si «lo haces bien», una vida tranquila y feliz está casi garantizada.
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En Taipéi, al vivir en una cultura muy diferente, se me
presentó la oportunidad de frenar y bajar de la rueda. Pude
observar otra sociedad y otra cultura, con calma y desde fuera.
Los taiwaneses dedican mucho tiempo y esfuerzo a obtener
dinero para comprar y acumular cosas, que realmente
no necesitan, en sus diminutas casas. Por el contrario,
cada vez dedican menos tiempo y espacio a la familia, a los
amigos e incluso a ellos mismos. Los lazos económicos se
han separado cada vez más de los lazos sociales, y esto ha
generado tensiones evidentes que todo el mundo asume
como inevitables. Resulta siempre más fácil criticar a otras
culturas que a la propia, pero lo cierto es que los españoles
y la gran mayoría de pueblos de todo el mundo hacemos
exactamente lo mismo que los taiwaneses.
Especialmente durante la segunda mitad del siglo XX
hemos sido sociedades hiperconsumistas, acumuladores sin
sentido ni límite. La percepción social del individuo se generaba
en base a sus posesiones materiales y a menudo por
comparación directa con los vecinos y amigos. A cualquiera
que se atreviera a cuestionar estos «principios» básicos
se le cataloga, como mínimo, de hippy.
Siguiendo estos «principios» se producen situaciones
que solo se pueden calificar de absurdas. Para empezar, muchísima
gente paga un alquiler mensual por uno o varios
trasteros en sitios remotos, donde almacena las posesiones
¿CUÁNTAS COSAS POSEEMOS? /13
que ya no le caben en casa. Se empieza alquilando por un
mes, pero en realidad es muy probable que esas personas
nunca más vayan a usar nada de todo aquello. También entra
en la categoría de lo absurdo la gente que pierde la vida
por defender sus posesiones o que se suicida por no ser capaz
de hacer frente a sus deudas. ¿Qué significa realmente
«poseer» algo o estar «en deuda» por un préstamo? ¿Tiene
sentido morir por ello?
Volviendo al hilo de la vida en Taiwán, después de casi
dos años en la isla, decidimos que era el momento de regresar
a Barcelona. Gracias a los ahorros acumulados, obtenidos
en gran parte por el hecho de comprar de manera
muy selectiva durante este tiempo, nos pudimos permitir
el gran lujo de cumplir un sueño: regresamos a casa viajando
siete meses por el mundo.
En la mañana del 3 de octubre de 2011 nos convertimos
en viajeros, como el de la historia que abre el capítulo,
pensando en todo momento en que «solo estoy aquí de
paso». Tener esta idea en la cabeza te hace actuar de manera
muy diferente.
Preparar la mochila para un viaje de siete meses es otra
experiencia muy recomendable. Durante ese tiempo nuestras
posesiones se limitaron a la ropa y los objetos que cabían
en dos mochilas «grandes», de 12 y 15 kilos, y en dos
mochilas pequeñas para el día a día.
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Esos meses fueron sin duda de los más intensos e interesantes
de mi vida. Pude extraer dos conclusiones, muy
básicas pero a la vez interesantes:
a. «El acceso a las cosas es mejor que la posesión de las
mismas.» Para movernos durante el viaje usamos todo tipo
de transporte público y alquilamos motos/coches/furgonetas
según los necesitábamos. Para alimentarnos cocinamos
usando los utensilios disponibles en la infinidad de casas y
hostales por los que pasamos. Cuando la actividad lo requería,
alquilamos ropa especial, mientras que las guías de
viaje eran regaladas, intercambiadas o compradas de segunda
mano, etc. No ser propietarios de aquello que usábamos
no supuso ningún problema, sino al contrario, y encontrarse
con otros viajeros en la misma situación generaba un
sentimiento de camaradería un tanto especial.
b. «Las cosas más importantes de esta vida no son cosas.
» Es evidente que no tiene sentido «invertir» dinero en
souvenirs si te quedan cinco meses de viaje por delante. Por
el contrario «invertir» en las relaciones sociales y las experiencias
vitales tenía todo el sentido del mundo. La «inversión
» en cultivar estas relaciones sociales nos facilitó ser
alojados en casa de amigos (o amigos de amigos, o amigos
de gente que conocimos por el camino). Además del ahorro
económico que ello supuso, también nos permitió conocer
¿CUÁNTAS COSAS POSEEMOS? /15
las culturas locales de una manera muy directa. El tiempo
que dedicamos a estar y hablar con la gente local y con otros
viajeros nos enriqueció de una manera difícilmente explicable
en palabras y totalmente imposible de «calcular» en dinero.
¡Ojo! ¡No estoy defendiendo que vivamos durante toda
la vida con lo que cabe en una mochila! Hay que entender
que el viaje fue una situación extrema, que duró algunos
meses y me permitió reflexionar a fondo acerca de la acumulación
de bienes y el hiperconsumo que se considera «lo
normal».
¿Qué otras maneras de vivir existen en el siglo XXI que
me parezcan interesantes? ¿Cómo quiero vivir yo?
Lo pequeño es hermoso:
la economía como si la gente importara
Evidentemente yo no he sido ni mucho menos el primero
en entrar a reflexionar sobre los peligros y problemas del
hiperconsumo. Prueba de ello es que al poco de regresar a
Barcelona cayó en mis manos un libro llamado Lo pequeño
es hermoso, escrito en 1973. El autor, E. F. Schumacher, ya
advertía acerca de los riesgos de una sociedad distorsionada
por el culto al crecimiento desmedido y a la acumulación
16 / VIVIR MEJOR CON MENOS
de bienes materiales. Sus palabras resuenan con una fuerza
inusitada al cabo de más cuarenta años:
• «El desarrollo de la producción y la adquisición de
riqueza personal son los fines supremos del mundo moderno.
»
• «No hay virtud en maximizar el consumo, necesitamos
maximizar la satisfacción.»
• «Los economistas ignoran sistemáticamente la dependencia
del hombre del mundo natural.»
• «Cualquier cosa que se descubra que es un impedimento
al crecimiento económico es una cosa vergonzosa,
y si la gente se aferra a ella se le tilda de saboteadora o estúpida.
»
El autor ya apuntaba lo miope que resulta medir el progreso
de un país en función de su producto interior bruto
(PIB), un indicador que pone todo su foco en calcular el incremento
de la producción y la compraventa de bienes y
servicios, a la vez que ignora de manera sistemática el bienestar
real de los ciudadanos. El gran problema es que luego
usamos el PIB para el desarrollo de las leyes y las políticas
económicas. Recientemente hay quien incluso ha
defendido que la crisis económica en la que estamos inmersos
ha sido una «crisis de medida», porque hemos puesto
¿CUÁNTAS COSAS POSEEMOS? /17
toda nuestra atención en el PIB y nos hemos olvidado de
las cosas realmente importantes.
En nuestra sociedad tendemos a evaluar la bondad de
casi cualquier actividad humana, únicamente en función
de parámetros económicos. Simplificando mucho: si gano
dinero, es bueno; si pierdo dinero o si podría ganar dinero
y no lo gano, debería replantearme la manera de hacer
las cosas. Debido a esta manera de evaluar las actividades
tiene todo el sentido económico destrozar la selva amazónica
para obtener minerales o practicar agricultura intensiva.
El capitalismo hiperconsumista
como fuente de desigualdades
Debido a que argumentos como los que acabo de describir
fueron básicamente ignorados, se terminó imponiendo el
capitalismo hiperconsumista salvaje que nos ha llevado a
un crecimiento suicida y que ha venido provocando crisis
tras crisis.
Una de las características más visibles de este capitalismo,
en su voracidad de consumo creciente, es que no soporta
que un producto sea usado por más de un individuo.
Mejor que cada uno tenga el suyo propio. Mejor que esté
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guardado en un almacén a que otro lo utilice. Pero lo mejor,
lo mejor de todo, es que una persona compre un artículo
y no lo vuelva a usar jamás. Que lo tire. Que haga
crecer las bolas de basura que este planeta no sabe cómo
digerir, y que compre uno nuevo.
Siendo justos, debemos reconocer que el capitalismo hiperconsumista
fue positivo, al menos, durante un tiempo.
En gran medida hay que agradecerle que hoy vivamos en un
mundo fundamentalmente abundante y con un alto grado
de confort material, especialmente en los llamados países
desarrollados. El problema se presenta cuando por el mismo
funcionamiento de este capitalismo —es decir, nuestras
propias creencias, hábitos y reglas de cómo compartimos
esta abundancia—, conseguimos hacer el mundo
artificialmente pobre y escaso para gran parte de la población,
y absurdamente abundante para una minoría.
Respira profundamente. Ahora imagina: ¿cómo sería el
mundo si tuvieras acceso a muchas de las cosas de tu día a
día (bienes, servicios, conocimiento) del mismo modo que
tienes acceso al aire que respiras? Suena a ciencia ficción,
¿no es cierto? El aire es abundante y gratuito, por lo que
no compites por respirar más que el de al lado, ¿no es verdad?
¿Te puedes imaginar un mundo donde todo sea abundante
y gratuito? A mí me resulta muy difícil. Tenemos tan
integrados los principios capitalistas basados en la escasez
¿CUÁNTAS COSAS POSEEMOS? /19
(de bienes, servicios y conocimiento), que imaginar una sociedad
que funcione bajo otro paradigma económico parece
quedar relegado al campo de la ciencia ficción.
Vamos al caso contrario: imagina que el aire para respirar
fuera un recurso escaso. ¿Puedes imaginar que solo unos
pocos tuvieran y gestionaran la mayor parte del aire para respirar
y que el resto de la población tuviera que competir por
lo que les queda? Nada más cerca de la realidad si sustituyes
«el aire» por «el capital». Los veinte españoles más ricos acumulan
una fortuna superior a la que tienen en conjunto el
20 por ciento de las personas más pobres de España. Al amparo
de la crisis, España ha sido el país de la OCDE en el
que más han aumentado las desi gualdades sociales. Por su
diseño, el sistema capitalista dispara estas desigualdades
económicas en la sociedad, tanto en lo relativo a las desigualdades
patrimoniales (propiedad del capital) como en lo referente
a las desigualdades de ingresos (principalmente por el
trabajo). Ello repercute directamente también en la relación
de poderes en la sociedad. Niveles de desigualdad económica
similares a los actuales han llevado a más de una civilización
al colapso.
Va siendo hora de ir pensando en hacer algo diferente.
Yo me niego a aceptar que los paradigmas económicos que
generan abundancia para la gran mayoría de los ciudadanos
sean ciencia ficción. Tenemos la imperante y urgente
20 / VIVIR MEJOR CON MENOS
necesidad de reorientar la economía para ponerla al servicio
y a la escala de las personas. Una sociedad con las personas
en el centro.
Vivir mejor con menos, ¿de verdad?
Ya sabemos que consumir más no equivale necesariamente
a vivir en mejores condiciones. En este nuevo paradigma
el consumo es entendido como un medio para el bienestar
humano y no un fin en sí mismo. Cuanto menor sea el esfuerzo
en recursos para realizarlo, más beneficioso es para
el ser humano, que dispone de más tiempo para realizar
otras actividades que le permiten desarrollarse y tener una
vida interesante. Hay que enfocarse en un crecimiento «inteligente
», que asuma que los recursos son limitados. Hay
que construir una economía en la cual las actividades no
estén basadas en fabricar y comprar más productos, hay que
establecer métricas de uso y eficiencia frente a las métricas
de producción y consumo que se usan actualmente.
Lo estás viviendo en tus propias carnes: el modelo económico
actual hace aguas por todos lados. Por ello millones
de ciudadanos de todo el mundo estamos proponiendo
y experimentando multitud de modelos alternativos.
Muchos de estos modelos no se rigen exclusivamente por
¿CUÁNTAS COSAS POSEEMOS? /21
las leyes de mercado que los economistas conocen, lo que
dificulta la comprensión y evaluación del fenómeno. Por
suerte yo no soy economista, y, en realidad, no es necesario
serlo para participar y entender los beneficios de la sociedad
colaborativa.
En el siguiente capítulo explico las ideas generales del
consumo colaborativo y de la economía colaborativa que
recupera los conceptos de compartir, colaborar, reutilizar,
reciclar. Algo milenario, nada que no se haya hecho antes,
pero que ha tomado una escala, velocidad y eficiencia solo
posible gracias a la tecnología moderna y las comunidades
que se generan alrededor de intereses y necesidades comunes.
En el tercer capítulo entramos en la parte práctica de
cómo «Vivir mejor con menos». Partiendo desde mi propia
experiencia como usuario, explico las ventajas de la nueva
economía colaborativa en sectores como la movilidad, el turismo
y las finanzas, entre otros.
En el cuarto capítulo reflexiono acerca de cómo la economía
colaborativa, usuario a usuario y proyecto a proyecto,
está labrando cambios profundos en el conjunto de
nuestra sociedad. Estos cambios aún resultan muy complejos
de entender en su globalidad, pero daré algunas pistas
de cómo será la sociedad colaborativa.
Antes de seguir, detente un instante y pregúntate:
22 / VIVIR MEJOR CON MENOS
• ¿Cuándo fue la última vez que usaste ese taladro que
compraste y tienes en casa? ¿Sabes cuánto tiempo lo vas a
usar durante toda tu vida?
• ¿Puedes calcular el porcentaje del tiempo que tu
coche se pasa estacionado? ¿Y el dinero que eso te cuesta
al cabo del año?
• ¿Y ese vestido que solo has usado en una boda? Mejor
no empecemos a pensar en la ropa y los juguetes de los
niños.
Algunas respuestas las encontrarás en el capítulo siguiente.
2
El nuevo paradigma:
el consumo colaborativo
y la economía colaborativa
Nunca cambias las cosas combatiendo la
realidad existente. Para cambiar algo
construye un nuevo modelo que haga
obsoleto el modelo actual.
RICHARD BUCKMINSTER FULLER
El consumo colaborativo es una realidad
En mis conferencias hago las preguntas acerca del taladro
y el coche al público para ilustrar el potencial del consumo
colaborativo. Las respuestas son impactantes: un taladro es
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usado unos doce minutos en toda su vida útil, y el coche
está estacionado el 95 por ciento del tiempo. Tener aparcado
un coche tiene un coste de entre 5.000-7.000 euros al
año cuando se incluye la depreciación del vehículo.
Cuando leí por primera vez acerca de estos datos, aún
vivía en Taiwán y me interesé por explorar más en profundidad
estos conceptos, sobre todo desde el ángulo de la eficiencia
económica. Tras leer el libro What’s mine is yours:
the rise of collaborative consumption (Lo mío es tuyo: el crecimiento
del consumo colaborativo) de Rachel Botsman, y
otras lecturas relacionadas, y experimentar casualidades diversas
acabé creando el blog <http://www.consumocolaborativo.
com/>, en junio de 2011. El blog se ha convertido
al cabo de tres años en la referencia del tema en lengua castellana,
y yo mismo, en un experto, consultor y portavoz
del movimiento, lo que me ha llevado a escribir este libro.
En este papel de «portavoz», una de las preguntas más
habituales por parte de la prensa a la que debo responder
es: ¿cómo se define el consumo colaborativo? No puedo
dar una definición muy formal, pero me gusta explicar que
«es lo que se ha hecho toda la vida con los familiares y amigos,
casos como “vámonos de fin de semana a la montaña
en el mismo coche” o “déjame 100 euros que el mes que
viene te los devuelvo”, o si tus hermanos o primos tienen
hijos, te dan la ropa o la canastilla del bebé. Toda esa
EL NUEVO PARADIGMA: EL CONSUMO COLABORATIVO /25
colaboración que se da a pequeña escala en círculos de confianza,
cuando se le añade internet y las redes sociales, toma
una nueva dimensión y una nueva velocidad inimaginable
hasta el momento. Es a esto a lo que llamamos consumo colaborativo
».
El consumo colaborativo propone compartir los bienes
frente a poseerlos, y focalizarse en poner en circulación todo
aquello que ya existe. Pasar de entender el consumo como
propiedad a entender el consumo como acceso y uso. Es
sencillo y complicado a la vez pero, si lo sabemos hacer, será
posiblemente revolucionario. Te animo desde ya a participar
en algunos de los servicios de consumo colaborativo de
los que hablaré. Esta experiencia personal se convierte en
la puerta de entrada para comprender de primera mano el
nuevo paradigma de la economía colaborativa.
No se trata de que no compres nada;
se trata de que no tengas que comprarlo todo
El consumo colaborativo es ya una realidad; los ejemplos
son muy variados y se multiplican cada día. Sin ir más lejos,
puedes compartir trayectos en coche (BlaBlaCar, Carpooling,
Amovens, etc.), la wifi con los vecinos (es legal, simplemente
habla con ellos), la bicicleta con los conciudadanos
26 / VIVIR MEJOR CON MENOS
(Bicing en Barcelona), e incluso la casa con desconocidos a
lo largo y ancho del mundo (Airbnb, CouchSurfing, etc.).
También puedes participar en el intercambio, la reutilización
y la compraventa de objetos de segunda mano (SegundaMano.
com o la aplicación Wallapop para móviles), o en la donación
entre particulares (de libros, ropa, electrodomésticos,
muebles, juguetes... en NoLoTiro.org).
Compra de forma colectiva alimentos sanos, sabrosos,
saludables y cercanos, organizados en grupos de consumo
(LaColmenaQueDiceSi o YoComproSano). Participa en
comunidades y espacios de trabajo compartidos (coworking)
donde las competencias de las diferentes personas se
potencian. Financia proyectos en algunas de las más de cincuenta
plataformas de crowdfunding. También puedes compartir
tu bien más valioso, el tiempo, y ofrecérselo a otros
en bancos de tiempo, o simplemente comparte tus ideas y
conocimientos con otros.
La suma de estas iniciativas está cambiando la relación
cultural con la posesión de los objetos, y las prácticas de
consumo colaborativo se están convirtiendo rápidamente
en «normales». El antiguo estigma asociado a las palabras
«alquilar» o «compartir» está desapareciendo para pasar a
ser sinónimo de un consumo más inteligente, eficiente, humano
y divertido. Los beneficios económicos, sociales y
medioambientales de estas prácticas convencen cada día a
EL NUEVO PARADIGMA: EL CONSUMO COLABORATIVO /27
más y más personas. Espero que al concluir la lectura de
este libro tú seas, si no lo eres ya, uno de ellos.
No está claro quiénes fueron los pioneros de este tipo de
ideas, pero CouchSurfing (que permite alojarse de manera
gratuita en casa de desconocidos) y Zipcar (flota de alquiler
de coches por horas) son los ejemplos a los que se hace
referencia de manera habitual. El propio eBay es considerado
como el abuelo del consumo colaborativo, ya que introdujo
los mecanismos de reputación digital que muchas
de las otras plataformas han tomado como modelo a seguir.
Finalmente, la empresa que debido a su escala e impacto en
todo el mundo es considerada como el buque insignia del
movimiento es Airbnb, que permite pagar por alojarse en
casa de desconocidos y que ya se codea de tú a tú con las
mayores cadenas hoteleras del mundo.
Aunque hace unos años los críticos usaban palabras
como «neocomunistas», «hippies digitales» o «moda pasajera
», el empuje definitivo al reconocimiento del consumo
colaborativo fue su inclusión en la «lista de las diez ideas que
cambiarán el mundo», que publica la revista Time. La lista
se confeccionó con aquellas ideas que «pueden hacer frente
a nuestros problemas más graves: las guerras, las enfermedades,
el desempleo y el déficit». No está mal, ¿verdad?
Como explicaré en el próximo capítulo, varios de estos
proyectos han llegado a una escala industrial y han
28 / VIVIR MEJOR CON MENOS
despertado el interés de los sectores afectados, las escuelas
de negocio y las administraciones, que se encuentran
ante el difícil papel de intentar encajar todas estas nuevas
actividades en la realidad existente.
Cuando tengo que explicar esta disrupción a las empresas
describo el consumo colaborativo como «el último
ejemplo del valor que Internet aporta a los consumidores».
Son las mismas prácticas que hemos llevado a cabo en el
entorno web durante la última década y que están empezando
a saltar al espacio físico. Si la cultura digital ha cambiado
para siempre la industria del entretenimiento y los
medios de comunicación, lo mismo está empezando a ocurrir
con la movilidad, el turismo, las finanzas, etc. Los
usuarios nos encontramos mediante las plataformas de consumo
colaborativo en Internet (que facilitan el encuentro
de oferta/demanda, la escala, los pagos y la generación de
confianza) para crear comunidades donde intercambiamos
valor fuera del entorno web. La tecnología nos permite obtener
aquello que necesitamos los unos de los otros, de manera
muy directa y sin necesidad de recurrir a las empresas
tradicionales que deben replantearse su función en la sociedad.
Un detalle importante que destacar es que el consumo
colaborativo no viene a reemplazar por completo el sistema
actual, sino que simplemente lo complementa ofreciendo
EL NUEVO PARADIGMA: EL CONSUMO COLABORATIVO /29
más opciones y normalizando estas nuevas pautas de consumo.
Se abre un abanico de opciones que nos permiten vivir
mejor con menos. Antes parecía que la única opción era
la compra de cosas nuevas con euros. Ahora resulta completamente
normal plantearse si aquella cosa debes comprarla
nueva o de segunda mano, si la puedes intercambiar o si la
puedes alquilar por unas horas.
Como concluía la revista The Economist en un artículo
dedicado a la sharing economy: «it’s time to start caring
about sharing»; es decir, es hora de empezar a preocuparse
por compartir.
Bienvenido a la era de la economía
colaborativa
El consumo colaborativo no es más que la puerta de entrada
a la economía colaborativa. Es la puerta que permite a
mucha gente experimentar y empezar a observar la economía
en su conjunto con unos nuevos ojos, poniendo en tela
de juicio las prácticas habituales de la economía tradicional
y buscando alternativas para mejorarlas.
Estamos asistiendo a un momento de cambios profundos
en las actitudes de los ciudadanos, que nos está trayendo
una nueva era que opera bajo el paradigma de la
30 / VIVIR MEJOR CON MENOS
economía colaborativa. Ya hace tiempo que los ciudadanos,
educados y conectados, vamos por delante: colaborando,
compartiendo y generando la confianza necesaria entre nosotros
para que la sociedad funcione de manera más horizontal,
más eficiente y con un menor número de intermediarios.
Estos cambios tienen el poder de transformar la
vida de todos para mejor.
La teoría clásica del Homo economicus se está demostrando
como una falacia que pronto pasará a la historia.
Ciudadanos como tú y como yo no solo nos movemos por
nuestro propio interés o por el dinero, sino que tenemos
una variedad de motivaciones muy amplia, que están relacionadas
con los vínculos que se establecen entre las personas,
con la empatía, con el altruismo.
A nivel de paradigma económico, estamos pasando de
una economía basada en la producción y el hiperconsumo
a una economía focalizada en la eficiencia a todos los niveles,
poniendo en circulación todo aquello que ya existe
(bienes materiales, capacidades de la gente, dinero, ideas,
etc.). Este modelo económico empodera a los ciudadanos
(que dejan de ser meros consumidores para pasar a ser productores
de valor en muchos ámbitos) y presenta beneficios
económicos, sociales y medioambientales.
Es importante resaltar que no se trata de una revolución
en un sentido clásico, una purga que hace desaparecer todo
EL NUEVO PARADIGMA: EL CONSUMO COLABORATIVO /31
lo antiguo, sino más bien de una metamorfosis, de un renacimiento
en red. Ni el consumismo ni el capitalismo morirán,
pero sí que estamos pasando de un hiperconsumo sin
sentido a un consumo consciente, responsable y más local.
Gracias a todas las iniciativas de la economía colaborativa
se está observando un cambio de «poder», pasando de
las instituciones centralizadas y top-down a las comunidades
conectadas y descentralizadas. El poder se distribuye
y, por ello, para impulsar este nuevo paradigma no se requiere
de la creación de ningún partido político al uso ni
mucho menos de tomar las riendas del «poder». Únicamente
hace falta que cada uno de nosotros se empodere y participe
de forma activa en esta nueva economía. Como el genio
que sale de la botella, este concepto de empoderamiento
ciudadano es algo que, cuando lo experimentas, no tiene
marcha atrás.
Ciudadano a ciudadano, proyecto a proyecto, experiencia
a experiencia está virando el sentido común de la sociedad,
lo que se percibe como «normal». En una entrevista
que me hicieron titularon, no sin cierta polémica: «Antes
compartir era de pobres y ahora es de listos». Son cambios
culturales profundos, que por un lado no van a ocurrir en
un fin de semana, pero que por otro lado llevan tal fuerza
e inercia interna que son, sencillamente, imparables. Estamos
siendo testigos de la aparición de una nueva economía
32 / VIVIR MEJOR CON MENOS
híbrida, en parte capitalista y en parte colaborativa, donde
los dos sistemas económicos a menudo trabajan juntos y a
veces compiten.
¿Recuerdas que antes te he propuesto que imaginaras
cómo sería el mundo si tuviéramos acceso a muchas de las
cosas (bienes, servicios, conocimiento) del mismo modo
que tenemos acceso al aire que respiramos? ¿Qué ocurriría
si las cosas fueran gratis (o casi gratis) y fueran tan abundantes
que no hiciera falta competir unos con otros por
esos recursos? La economía colaborativa nos encamina justo
hacia esa dirección, ya que crea abundancia absoluta de
lo inmaterial (ideas/conocimiento y, en general, todo lo digital)
y abundancia relativa de lo material (gracias a un coste
de producción y acceso cada vez menor). Estamos solamente
empezando a entender todas las implicaciones de un
cambio de tal magnitud.
Una economía basada en el intercambio, la colaboración
y la apertura, apoyándose en redes y comunidades horizontales.
Todo esto suena bastante más interesante que el
capitalismo hiperconsumista generador de grandes desigualdades,
¿verdad? ¡Bienvenido a la era de la economía
colaborativa!
Mi encuentro personal con la economía colaborativa fue
mediante la red OuiShare (<http://www.ouishare.net>), en
la que actualmente lidero la actividad en los países de habla
EL NUEVO PARADIGMA: EL CONSUMO COLABORATIVO /33
hispana. Tras empezar a escribir en el blog de consumo
colaborativo en castellano, a mitad de 2011, entré rápidamente
en contacto con gente que había iniciado trabajos
similares en París, Roma, Oslo, Berlín, etc. Éramos una
comunidad de gente procedentes de distintos países que
compartíamos intereses comunes e ideas similares, y todos
hablábamos «el mismo idioma» colaborativo.
En París, a la estela del blog ConsoCollaborative.com,
fundado por Antonin Léonard, se empezó a atraer a la gente
del resto de Europa para crear el primer núcleo de lo que
acabaría siendo OuiShare a principios de 2012. En Oui-
Share el ámbito de trabajo no se limita solo al consumo colaborativo
sino que expande la aplicación de los mismos
principios a otros ámbitos de la economía.
La economía colaborativa se divide en cuatro grandes
bloques:
1. El consumo colaborativo es probablemente el bloque
más conocido hoy en día. Se trata de aprovechar el
poder de internet y de las redes peer-to-peer para reinventar
cómo compartir, alquilar, intercambiar o comerciar bienes
y servicios.
Algunos ejemplos de ellos son: carsharing (Avancar,
BlueMove, RespiroMadrid), alquiler de coches entre particulares
(SocialCar, Getaround, Drivy), compartir trayectos
34 / VIVIR MEJOR CON MENOS
(BlaBlaCar, Carpooling), alquiler de espacios vacacionales
entre particulares (Airbnb, Wimdu, AlterKeys, MyTwinPlace)
y muchos, muchos más.
2. El Movimiento Maker y la Peer Production están
marcando el comienzo de una nueva revolución industrial
(a menudo llamada tercera revolución industrial), en base
a la cultura Do-It-Yourself (DIY) y la aplicación de los principios
del software libre a la fabricación. Esto ha sido posible
gracias a la democratización de las herramientas de
fabricación digital, al desarrollo de espacios creativos compartidos
(FabLabs, HackerSpaces, MakerSpaces) y al intercambio
de conocimientos e información entre los fabricantes.
Para entendernos, se consigue democratizar la
producción física, al igual que los blogs y las redes sociales
han democratizado la publicación de contenidos.
Este conjunto de actividades está permitiendo la relocalización
de la producción en las ciudades que vuelven
a ser centros productivos. El Ayuntamiento de Barcelona
está apostando fuerte por este concepto con el proyecto
FabCity, que pondrá una «fábrica digital» (Ateneu de fabricació
digital) en cada barrio de la ciudad en 2020. Si
tienes ocasión, en Barcelona o en tu ciudad, visita un espacio
de producción digital colaborativa para ver cómo
funcionan todas estas comunidades y las herramientas
que usan.
EL NUEVO PARADIGMA: EL CONSUMO COLABORATIVO /35
Algunos ejemplos son: FabLabs, impresoras 3D, Shapeways,
Wikispeed, WikiHouse, Arduino, OpenStructures,
Open Source Ecology, etc.
3. Las finanzas participativas y el capital distribuido.
Tras experimentar los devastadores efectos de la crisis financiera,
los ciudadanos estamos optando por reinventar
«el dinero», parte de sus funciones y la manera en que este
se crea y se hace circular. En el fondo, el dinero es, entre
otras cosas, un medio de intercambio basado en la confianza
entre aquellos que lo usan. En el momento que podemos
generar esta confianza entre los miembros de una comunidad
por otros mecanismos, podemos empezar a depender
menos del dinero y de los bancos.
En el tercer capítulo he incluido un apartado con las diversas
modalidades de microfinanciación (crowdfunding),
los préstamos entre personas, el ahorro colaborativo, etc.
También incluyo las monedas sociales y las criptomonedas
digitales que crean nuevas formas de intercambio de valor.
Mi amigo Javi Creus, de IdeasForChange, lo resume diciendo:
«El dinero ya no es lo que era».
He aquí algunos ejemplos: Kickstarter, Ulule, Verkami,
Goteo, Prosper, Comunitae, BitCoin, etc.
4. El conocimiento abierto crea la base para la construcción
de sociedades colaborativas y sostenibles mediante
la apertura y la democratización de los gobiernos, la
36 / VIVIR MEJOR CON MENOS
ciencia, la educación, la cultura y la economía. El conocimiento
abierto representa los cimientos de la economía
colaborativa y afecta al resto de bloques. La velocidad y el
impacto de la economía colaborativa solo han sido posibles
gracias a que muchas de las personas que lideran proyectos
emplean prácticas y herramientas abiertas, que permiten a
los modelos de la economía colaborativa crecer y distribuirse
mucho más rápido de lo que lo harían en una economía
capitalista tradicional.
Al tratarse de bienes inmateriales (ideas, conocimiento,
datos, etc.), cuando se comparten, se genera abundancia absoluta
de los mismos. Esta aproximación deja completamente
fuera de juego a la economía tradicional, basada en
la gestión de los recursos escasos.
Algunos ejemplos de practicantes del conocimiento
abierto son: Licencias Creative Commons, Software libre,
Open Source Hardware Association, Open Knowledge
Foundation, Coursera, Open Data, Open Government,
Open Science y los movimientos Open Access en general.
Lo que acabo de describir como los bloques de la economía
colaborativa y sus ejemplos puede sonar a un futuro
utópico, imaginado por una panda de hippies digitales,
pero nada más lejos de la realidad. Todos los ejemplos son
reales y actuales. «El futuro ya está aquí, simplemente es
EL NUEVO PARADIGMA: EL CONSUMO COLABORATIVO /37
que no está uniformemente distribuido», es una célebre
frase que describe a la perfección el estado de la economía
colaborativa a fecha de hoy.
Los 3 motores del cambio
Las personas somos seres sociales y por tanto somos los
motores de la sociedad y también de sus cambios. ¿Qué
factores han favorecido el cambio que nos ha llevado al
consumo y a la economía colaborativa?
1. Internet y la cultura digital. Es obvio que el mundo
ha cambiado gracias a internet, que ha llevado a la aparición
de una cultura propia de los entornos puramente digitales.
Los bits son abundantes, podemos experimentar mucho y
podemos romper muchas normas del mundo físico que no
tienen aplicación en el espacio digital. Este cambio cultural
ha pasado por tres fases:
a. En la primera fase internet se entiende básicamente
como un gran altavoz donde los medios tradicionales
lanzan sus mensajes y no se relacionan con sus lectores.
b. La segunda fase incorpora más interacción y bidireccionalidad.
La gente crea contenidos (YouTube, Flickr
38 / VIVIR MEJOR CON MENOS
o los miles y miles de blogs), participa en grandes proyectos

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