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HISTORIA DE LA MEDICINA BIBLIOTECA MEDICA DE BOLSILLO parte 14

 


Mecanicismo, vitalismo y empirismo 249

No durará mucho esta ilusión. No contando la obra revisionista de los nominalistas del siglo xiv, pronto la sed de experiencia personal antes mencionada va a entrar en colisión con la

venerada y al parecer salvadora enseñanza de los antiguos. El

título de una obra de Niccolö Leoniceno, Plinii... errores notati

(1492), muestra bien tempranamente ese tránsito de la ilusión

al desencanto. Lo cual, ya iniciado el siglo xvi, dará lugar a dos

sucesos distintos: uno sólo parcelario, la corrección de los frag-,

mentos del saber antiguo que la experiencia hubiera mostrado

inadmisibles, y otro mucho más radical y fecundo, el intento de

edificar sobre fundamentos inéditos, distintos, por tanto, del que

los griegos y los medievales habían inventado, la ciencia racional de la naturaleza.

Muy sumariamente, he aquí los más importantes rasgos estructurales de esta segunda empresa, con la cual formalmente

se inicia la ciencia moderna:

1. Desde su potencia y su ciencia infinitas, Dios ha querido

hablar y habla al hombre a través de dos «libros», uno de palabras, la Sagrada Escritura, otro de obras, la Naturaleza creada;

y puesto que Dios es verdad suprema y fuente de toda verdad,

ambos «libros» deben hallarse por necesidad en perfecta concordancia. Un tratado del médico español Francisco Valles, la Sacra

Philosophia (1583), estudio «científico» de lo que acerca de la

Naturaleza dice la Sagrada Escritura, será, como tantos otros,

hasta bien entrado el siglo xvni, expresión fiel de esta actitud;

y el famoso proceso de Galileo mostrará dramáticamente poco

más tarde las consecuencias de haberla adoptado —en este caso,

por parte de los celadores eclesiásticos de la fidelidad al «libro

de la palabra divina»— con excesiva literalidad y sin el suficiente

espíritu crítico.

2. La Naturaleza creada, «libro de la obra de Dios», es la

vía idónea, según San Pablo, para llegar intelectualmente a «lo

invisible de El» (invisibilia Dei) desde las cosas que El quiso

sacar de la nada (per ea quae facta sunt). Ahora bien: ¿cómo

la omnipotencia de Dios creó de hecho la Naturaleza, una Naturaleza que, a diferencia de la physis helénica, no es en sí y por

s

í misma divina? Planteado este problema, como vimos, desde

que el cristianismo primitivo se encarnó en la cultura antigua,

los hombres del siglo xvi van a darle dos respuestas inéditas,

en parte complementarias entre sí y en parte entre sí contraPuestas: a) Dios ha querido que el universo fuera un inmenso

Mecanismo. La visión geométrica del cosmos esbozada en el

Filebo platónico revive ahora de un modo radicalmente nuevo.

El mundo creado sería, pues, la armónica conjunción de una

naturaleza mecánica (el cosmos) y una naturaleza espiritual (las

almas humanas), b) Por voluntad creadora de Dios, el universo

250 Historia de la medicina

sería un ingente organismo. El hilozoísmo antiguo, la visión

platónica del cosmos como un descomunal «animal bienaventurado» y la «simpatía» universal de los estoicos y los neoplatónicos renacen de manera cristianamente inédita. El mundo creado

es ahora la armoniosa coordinación procesal de una naturaleza

organísmica, universalmente viviente, y las realidades espirituales que son las almas de los hombres. El universo-mecanismo y

el universo-organismo van a ser los dos grandes paradigmas

científicos del mundo moderno.

En el diverso juego de estas dos contrapuestas visiones del

universo, el mecanicismo y el panvitalismo, tiene su nervio intelectual, como veremos, la ciencia cosmológica y médica de los

siglos xvi, xvii y xvm. Aun cuando tal aserto esquematice un

poco la realidad histórica, cabe afirmar que aquél representa la

línea más innovadora, y éste la línea más conservadora del mundo moderno. Sólo en Paracelso será «revolucionario» el panvitalismo.

3. No contando las tocantes a la investigación puramente

empírica del cosmos, habría, según esto, dos formas cardinales

de la experiencia inventiva, el «experimento resolutivo» de Galileo (la puesta a prueba experimental de una idea a priori, a

ser posible matemática, acerca de lo que las cosas científicamente son) y la «experiencia simpática» de Paracelso (el descubrimiento en el propio espíritu de lo que en sí misma es la realidad que se contempla, y la ulterior exploración alquímica

—luego química— de lo que procesal y cualitativamente es esa

realidad).

C. Así iniciadas la ciencia moderna y la llamada Revolución Científica, y consideradas ambas desde el punto de vista

de la historia de la Medicina, las vicisitudes de ésta entre el

siglo xv y el conflicto bélico que en el siglo xx llamaremos Primera Guerra Mundial, pueden ser aceptablemente periodizadas,

más que por siglos, como en los manuales al uso es habitual,

o conforme a las grandes situaciones histérico-culturales que los

historiadores de la Cultura nos han enseñado a distinguir —Renacimiento, Barroco, Ilustración, Romanticismo, Positivismo—,

según las tres siguientes etapas:

1.a

 Predominio del saber antiguo, tal y como lo han actualizado los humanistas, en el cuerpo de la cultura médica europea,

y comienzo de la revisión parcial del mismo o de la abierta

rebelión contra él, según las distintas pautas antes consignadas.

Sin exageración puede afirmarse que la medicina antigua, especialmente bajo forma de un galenismo modernizado y sistematizado, jamás ha gozado de mayor vigencia. Pero bien pronto,

ya en el siglo xvi, mucho más en el xvn, va a comenzar contra

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 251

ella el triple alzamiento —empirismo, mecanicismo, organicismo

vitalista— que anteriormente se consignó.

2.a

 Formal iniciación y desarrollo y coimplicación ulteriores de cada una de esas tres líneas de la novedad y el progreso.

En esquema, tal va a ser la historia del saber médico durante los

siglos xvi, xvii y xvm, al fin del cual habrán llegado a su consumación las novedades intelectuales que en el siglo xvi aparecieron y comenzará para la Medicina —al menos, en tanto que

ciencia— una etapa cualitativamente distinta de la humanística.

«Mecanicismo, vitalismo y empirismo» ha sido el epígrafe elegido para designar compendiosamente esa primera etapa de la

medicina moderna. Durante ella, aliada con la sucesiva novedad

del saber, alguna parte de la ciencia antigua perdurará vigente

en la mente de los novatores, y ésta es la razón por la cual será

relativamente frecuente, a lo largo de los tres mencionados siglos, un tipo de médico creador al que bien puede darse el

nombre de «sabio jánico»: hombre eminente cuyo saber tiene

dos rostros, uno claramente orientado hacia su presente y su

futuro y otro —aunque no por espíritu reaccionario o por pura

nostalgia— vuelto todavía hacia el pasado, hacia el magisterio

de la sabiduría antigua. Ejemplos descollantes, Vesalio, Paracelso, Harvey, Boerhaave y A. von Haller.

3.a

 Definitiva ruptura con los restos del saber antiguo —desaparece, pues, la figura del «sabio jánico» o quedan reducidos

a un mínimo los rasgos antiguos del saber—, y comienzo de

una etapa revolucionariamente nueva en la historia de la Medicina, susceptible de caracterización mediante el epígrafe «Evolucionismo, positivismo y eclecticismo»; etapa en la cual todas

las novedades de la precedente son asumidas y desarrolladas

desde la mentalidad científica que entonces prevalece. Esta será,

en esencia, la obra científica del siglo xix.

D. En el contenido del «humanismo médico» antes mencionado pueden distinguirse, bien que estrechamente conexas entre

sí, hasta cuatro orientaciones (S. Granjel). Por tanto, cuatro distintos grupos de autores: 1. Los simples traductores y editores de

textos médicos antiguos (Hipócrates, Celso, Areteo, Dioscórides,

Galeno, etc.); los hubo italianos, franceses, ingleses, alemanes y

españoles. 2. Los expositores «modernos» —más o menos metódicos, más o menos innovadores— del sistema médico galénico

y medieval; a su cabeza el francés Jean Fernel (1497-1558) y el

español Luis Mercado (1520-1606). 3. Los médicos que, aun siguiendo a Galeno, saben perfeccionarle y mejorarle; así el español Francisco Valles (1524-1592). 4. Los médicos filósofos, autores de ensayos ávidos de novedad o de comentarios al pensamiento antiguo más o menos originales, entre los cuales des-

252 Historia de la medicina

cuellan el neoaristotélico italiano Pietro Pomponazzi (1462-1524);

los españoles Antonio Gómez Pereira, autor de una famosa obra,

Antoniana Margarita, donde se afirma precartesianamente el automatismo de los animales, Juan Huarte de San Juan (1529-1589),

cuyo Examen de ingenios para las ciencias (1575) tanto será

leído, y —en lo que de filósofo tuvo— el ya mencionado Francisco Valles; el portugués Francisco Sánchez (1551-1623), con su

célebre Quod nihil scitur, y varios más, que bajo distintas rúbricas irán luego apareciendo.

Desde el punto de vista de la medicina, el «humanismo» de los

siglos xv y xvi viene a ser, en esencia, la última y más esplendorosa

etapa de la historia del galenismo. Nunca Galeno había alcanzado

tanta y tan general influencia, y en modo alguno es un azar que el

pueblo español haya llamado «galeno» al médico. En el mar de la

galénica medicina renacentista, la genialidad antigalénica de Paracelso y Vesalio es, si vale decirlo así, insular. Ahora bien, en la historia de este último y arrollador galenismo deben ser distinguidas, cubriendo las cuatro orientaciones antes citadas, tres etapas: 1. La recepción entusiasta y acrítica. Como Aristóteles había sido «el filósofo», Galeno es ahora «él médico». Hasta bien entrado el siglo xvii,

muchos seguirán en esta venerativa actitud. 2. La advertencia de

errores y deficiencias parciales en la obra de Galeno y la consiguiente propuesta de su corrección: teoría de la fiebre (Gómez Pereira), doctrina de las cualidades fisiológicas (Argenterio), etc. 3. Una

aceptación más o menos revisada, pero manifiestamente enriquecida

por la propia experiencia clínica y por un mejor conocimiento de

Hipócrates, del tópico y rígido galenismo recibido; tal fue el caso

de Francisco Valles (López Pinero). Dentro de este marco surgirá,

con ámbito y orientación en cada caso distintos, la exigencia de una

ruptura fundamental con Galeno y la formal iniciación de la medicina moderna (Paracelso, Cardano, Vesalio, Fabrizi d'Acquapendente, Santorio, Harvey).

Un tema no suficientemente estudiado es el de la traducción de

los términos técnicos de la ciencia y la medicina griegas al latín renacentista. Dynamis, por ejemplo, será, según los casos, potentia, virtus, qualitas, facultas o vis. Como preludio de la ciencia moderna

tiene especial importancia la conversión de la dynamis en vis o

«fuerza». El incipiente paso que habían dado los árabes traduciendo dynamis por qwwa conducirá ahora a metas que los sabios del

Islam no pudieron sospechar.

E. Deben ser reiteradas aquí dos advertencias que al comienzo se hicieron. 1. La complejidad interna de la obra de

ciertos médicos, bien por haber descollado en diversos campos

del saber, bien por eu deliberada o indeliberada adscripción a

más de una mentalidad científica, obligará a partir la noticia de

su obra, situándola en la historia de las correspondientes disciplinas y —si así fuese necesario— dentro de la sección consa·

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 253

grada a cada mentalidad. En el orden intelectual, no lo olvidemos, muy pocos son los «hombres de una pieza», aunque de

hecho no se propongan ser eclécticos. 2. No sólo la concreción

de la praxis asistencial, también la historia de los saberes médicos se halla condicionada por los varios motivos antes apuntados. Juntas entre sí, la genialidad personal, la peculiaridad étnicocultural, la mentalidad a que se pertenezca, con su particular

sistema de creencias, estimaciones y paradigmas, y la índole

socioeconómica de la situación histórica en que se exista —modos de la producción, clase social, etc.—, determinan la aparición y el modo de la novedad histórica. Bajo la letra de las descripciones subsiguientes", el lector atento deberá esforzarse por

advertir cómo todos estos motivos están operando en el saber

o en la obra de cada autor.

Sección I

LA VISION MECANICISTA DEL UNIVERSO

Reducida a sumario esquema, la concepción del universo

cuyo paradigma es el mecanismo —la llamada scienza nuova—-

puede ser descrita distinguiendo en ella sus rasgos esenciales y

señalando sus más importantes condicionamientos históriccsociales.

A. Esos rasgos esenciales pueden ser reducidos a siete:

1. El universo se halla constituido por cuerpos materiales

de forma y volumen variables, no racionales en su aspecto;

por lo cual, para entender de manera racional y científica la

varia apariencia y el vario movimiento de cada una de tales

formas particulares, es preciso concebirlas reduciéndolas metódicamente a una combinación de figuras geométricas, porque

sólo de éstas puede «dar razón» la mente del hombre. La figura

geométrica sería, si vale decirlo así, la «palabra» en que esencial y elementarmente se expresa el secreto logos de la naturaleza

creada, su intrínseca «razón».

2. La realidad material es en sí misma inerte. Sus movimientos —y, supuesto el movimiento, los ulteriores cambios que

en él acaezcan— tienen que hallarse producidos por una fuerza

exterior al sistema que se mueve, sea ésta atractiva o impulsiva.

La acción de dicha fuerza podría ser inmediata (choque) o me

diata (el «éter» newtoniano como hipotético mediador real de la

actio in distans).

3. La figura espacio-temporal de un movimiento y su dinámica —esto es: la relación entre esa figura y la fuerza exterior

que la determina— tienen su más idónea expresión en una ley

de carácter matemático. Conocer el cosmos, por tanto, será

medirlo y matematizarlo. Tres famosas sentencias manifiestan

esta idea: «Toda mensura es obra de una mens», dirá con pa254

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 255

tente, pero significativo error etimológico, el filósofo Nicolás de

Cusa; «La mecánica es el paraíso de las ciencias matemáticas»,

afirmará Leonardo da Vinci; «El magno libro del universo está

escrito en lengua matemática», enseñará Galileo.

4. Frente a la naturaleza cósmica, la técnica, el saber hacer

algo sabiendo el «qué» y el «por qué» de eso que se hace, consistirá en conocer las leyes matemáticas que presiden el movimiento de aquélla y en utilizar ese conocimiento para modificar

el mundo creado al servicio de nuestras necesidades y proyectos.

Más adelante, ya en el siglo xix, la técnica empezará a cobrar

un carácter resueltamente «creador». Veremos cómo.

5. En la realidad del cosmos, por tanto, la «forma» de un

cuerpo material y la «fuerza» que determina su movimiento son

dos entidades realmente discernibles —esto es, discernibles en

la realidad misma— y esencialmente irreductibles la una a la

otra.

6. En su forma suprema, el experimento científico consistirá

en idear creativamente, mediante símbolos matemáticos, el mecanismo o la ley que mejor permitan entender lo que empíricamente se percibe, y en comprobar luego, a favor de un artificio

idóneo, cómo la realidad misma confirma la verdad o hace

patente el error de esa explicación que a priori se ideó: es el

esperimento risolutivo de Galileo.

7. El hombre de ciencia aspira, en suma, a un conocimiento

del cosmos en el cual tanto las cualidades de las cosas (color,

sabor, propiedades diversas), como los cambios que en ellas se

produzcan, sean entendidos de un modo a la vez cuantitativo,

estructural y matemático.

B. Mirada desde un punto de vista histórico-social la concepción mecanicista del universo, en su génesis y en su desarrollo —elaboración progresiva, propagación geográfica— pueden ser discernidos los siguientes motivos: 1. Históricamente

considerada, la génesis de dicha concepción fue un evento genuinamente europeo. Más aún debe decirse: en ella tuvieron

Parte principal las mentes europeas más precoz e intensamente

sensibles a la racionalización matemática del conocimiento y el

gobierno del cosmos. Primero, las de Italia, y a continuación

~-no se olvide que por Italia pasan casi todos los grandes

novatores de los primeros siglos modernos: Nicolás de Cusa,

Copérnico, Vesalio, Harvey, el propio Descartes— las de los

Países que desde entonces más centralmente han sido la patria

de la ciencia moderna: Francia, Inglaterra, Alemania; esta última con cierta pertinaz tendencia, Menique no exclusivamente

suya, a combinar la matematización con el panvitalismo. La

e

scasa participación de España en este proceso, muy bien estu-

256 Historia de la medicina

diada por López Pinero, plantea el arduo y controvertido problema de cómo ha sido europea la cultura de la España medieval

y moderna. 2. Vistos socialmente, el origen y la difusión de

esta visión del mundo constituyen un suceso preponderantemente burgués. Burgueses son, en efecto, aunque más por su

mentalidad que por su status social —algunos, como Descartes,

proceden de la pequeña nobleza—, casi todos los promotores

de la mentalidad moderna. Y notoriamente burgueses son, sobre

todo, los más importantes rasgos de esta mentalidad: el voluntarismo racionalizado, el afán de dominio sobre el mundo, el

espíritu de previsión, la reflexión sobre el método para ir alcanzando esas metas.

Veamos ahora cómo los hombres de ciencia y los médicos

de los siglos xvi, xvn y xviu van cumpliendo este programa

ante el mundo sensible, ante la realidad humana y ante la enfermedad.

Capítulo 1

CONOCIMIENTO CIENTÍFICO Y GOBIERNO TÉCNICO

DEL COSMOS

Para los médicos orientados por la mentalidad que estudiamos, tal conocimiento va a ser el fundamento y el modelo de

su ciencia. Examinemos, pues, el método con arreglo al cual

fue obtenido, el saber correspondiente a cada uno de los grandes

capítulos que lo integran y la utilización técnica de éste.

A. Desde los presocráticos, dos son, como sabemos, las reglas básicas para el conocimiento científico de las cosas: el principio de la autopsia («visión por uno mismo») y el principio de

la hermeneía («interpretación», metódica y racional referencia de

«lo que se ve» a «lo que es»).

1. La autopsia es ahora realizada mediante tres principales

recursos metódicos: la observación directa de la realidad (la de

Galileo cuando divisa telescópicamente los satélites de Júpiter,

la de Malpigio cuando descubre los capilares), la mensuracion

de. lo observado (mensuraciones astronómicas de Kepler, pesadas fisiológicas de Santorio, termometría de éste y de Galileo)

y —si fuese hacedero— el experimento comprobatorio o resolutivo (el de Galileo cuando comprueba experimentalmente, mediante el plano inclinado, su ley de la caída de los graves).

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 257

2. La hermeneía será, por su parte, una empresa ordenada

en dos etapas: a) La reducción de la realidad científicamente

observada, mediante el conocimiento de la ley que presida el

modo de presentarse ella a nuestra mente, al «supremo conjunto

de leyes» que para el hombre de ciencia es ahora la naturaleza

creada o natura naturata (Zubiri). b) La especulación metafísica

(Descartes, Leibniz, «cosa en sí» de Kant) acerca de lo que

como mera realidad son en sí mismas las cosas así estudiadas

y conocidas. De este modo comienza la transformación de la

sociedad que ahora es tópico llamar Revolución Científica, como

etapa nueva en la historia del mundo occidental.

B. Desde Tycho Brahe y Copérnico hasta Laplace, la astronomía, a favor de los principios y los métodos hasta ahora enunciados, se irá convirtiendo en una «mecánica celeste».

He aquí los pasos más importantes de ese ingente proceso histórico: 1. La sustitución del sistema geocéntrico de Ptolomeo por el

sistema heliocéntrico de Copérnico (1543): los planetas girarían alrededor del Sol describiendo órbitas circulares. 2. Descubrimientos astronómicos de Galileo (satélites de Júpiter, fases de Vénus) y reafirmación de la concepción heliocéntrica del sistema solar, con el célebre proceso inquisitorial del sabio como consecuencia. 3. La «ley de

la gravitación universal», de Isaac Newton, como explicación unitaria de todos los movimientos del cosmos. 4. La gran obra astronómica

de Laplace, su Mécanique céleste, aparente culminación de la concepción matemática del sistema solar, y la teoría de Kant-Laplace

—nebulosa giratoria— acerca del origen de éste. 5. Descripción de la

Vía Láctea y doctrina de los «universos-islas», las futuras «galaxias»

(W. Herschel).

C. No menos espectacular será el desarrollo de la física

durante este período de la historia moderna. Así lo hace ver la

tapónente serie de sus hazañas fundacionales, desde fines del

siglo xv hasta comienzos del xvni: 1. Incipiente consideración

del método matemático como ideal para el conocimiento científico de las cosas naturales (Nicolás de Cusa, Leonardo da Vinci).

2. Primeros pasos en la edificación sistemática, por obra de

Galileo, de la «mecánica terrestre» o visión mecánico-matemática

de los movimientos sublunares: principio de la inercia, concepto

de aceleración, ley de la caída de los graves, movimiento de

los proyectiles. La concepción aristotélica del movimiento local

e

s definitivamente abandonada, y va llegando a su plenitud la

dinámica nueva que incipientemente había postulado la doctrina

medieval del impetus, de Buridan. 3. Descartes crea la geometría

analítica —tan fecunda para el estudio matemático de la trayectoria de los móviles— y la noción de «cantidad de movimiento

258 Historia de la medicina

to» (mv). 4. Huygens: ley del péndulo, nociones de «fuerza centrípeta» y «fuerza centrífuga». 5. Publicación de la obra verdaderamente fundamental de la mecánica moderna, los geniales

Philosophiae naturalis principia mathematica (1687), de Newton.

En el campo de la cosmología filosófica, y no contando los principios generales de la mecánica, Newton creó los conceptos de

«espacio absoluto» y «espacio relativo», «tiempo absoluto» y

«tiempo relativo», vigentes en física hasta la obra de Einstein.

6. Creación de la teoría moderna de la luz, conforme a una

visión corpuscular (Newton) u ondulatoria (Huygens) de ella;

leyes de la reflexión y de la refracción del rayo lumínico (Snell,

Descartes). 7. Pesantez de la atmósfera (Torricelli, Pascal) y ley

de la compresibilidad de los gases (Boyle y Mariotte). 8. Creación del cálculo infinitesimal y aplicación de él a la mecánica

(Leibniz y Newton). 9. Concepto de «fuerza viva» o mv*

(Leibniz).

Durante el siglo xvm, una serie de hombres eminentes, Euler,

Lagrange, D'Alembert, Máupertuis, Bemouilli, perfeccionan la mecánica que genialmente habían creado los titanes científicos del xvn;

pero algo más que perfección de la obra pretérita fue la física del

Siglo de las Luces. Durante éste, en efecto, se inicia la concepción

moderna del calor (distinción entre temperatura y cantidad de calor,

Black; primera máquina de vapor, Watt; primera afirmación de la naturaleza mecánica y no sustancial —el presunto «calórico»— de la

energía térmica, Conde de Rumford) y entra formalmente la electricidad en la escena de la ciencia del cosmos: los nombres de Du Fay

(electricidad «vitrea» y electricidad «resinosa»), B. Franklin (electricidades positiva y negativa, pararrayos), Kleist y Musschenbroek (botella de Leyden), Coulomb (uniformidad entre la ley de la atracción

eléctrica y de ia atracción gravitatoria), Galvani («electricidad animal») y Volta (pila de su nombre, comente eléctrica, iniciación de

la electroquímica) dan elocuente testimonio de ello.

D. Procedente de la vieja alquimia, todavía cultivada en el

siglo xvi, la química comienza a ser en el xvn una disciplina

científica moderna. Boyle (concepto de «elemento químico», en

sustitución de los cuatro de la cosmología empedocleica, tradi*

cional hasta entonces; introducción metódica de la pesada en el

estudio de las reacciones químicas) fue quien inició el camino,

a la vez aue Newton, Stahl y E. Geoffroy creaban la noción

de «afinidad». Pero ya en el siglo xvm, tras una serie de descubrimientos de gran importancia (el CO2 por Black, el Ν y el

Η por Cavendish, el O por Scheele y Priestley) y de la perturbadora vigencia, durante varios decenios, de la errónea doctrina

del «flogisto» de Stahl, el gran artífice de la concepción verdaderamente científica y verdaderamente moderna de la química

fue A. L. Lavoisier (1743-1794), que deshizo para siempre esa

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 259

doctrina del flogisto, estableció experimentalmente la esencial

analogía química entre la combustión, la formación de óxidos

metálicos o «calcinación» y la hematosis pulmonar, y con su

«ley de la suma de los pesos» sentó las bases de las restantes

«leyes estequiométricas» de la combinación (Richter y Wenzel,

Proust, Dalton), esto es, la conversión de la química en ciencia

cuantitativa y exacta.

E. Queda por examinar lo que durante la época que estudiamos fue el saber biológico. Veamos muy brevemente cómo

fueron constituyéndose la botánica y la zoología modernas, y

con ellas una nueva «biología general».

1. La botánica del siglo xvi progresó por obra del coleccionismo y la fitografía, tanto de las plantas europeas (Brunfels,

Fuchs, Bock, Dodoens, L'Ecluse, Lobel, Bauhin) como de las

americanas (García de Orta, Acosta, Fernández de Oviedo, Monardes), pero en sus conceptos taxonómicos fundamentales —la

hierba, el arbusto y el árbol —seguía fiel a Aristóteles y Teofrasto; bien lo demuestra así la obra de A. Cesalpino, pese al

gran talento de su autor. Sólo con C. Gesner se iniciará, todavía

en el siglo xvi, la taxonomía botánica moderna. Esta avanzará

considerablemente durante los siglos xvn y xvm, principalmente

por obra de Camerarius (descubrimiento de la condición sexuada de las plantas), J. Ray (caracterización de las especies botánicas mediante el examen metódico de la flor, el fruto y la hoja;

una fitotaxia que ya no es «sustancial», sino «notativa») y C. Linneo (1707-1778), el gran clásico de la botánica moderna: ordenación de las plantas en clases, órdenes, géneros y especies,

según los caracteres de sus órganos sexuales, denominación binoniinal de la especie vegetal, plena convicción de que las agrupaciones específicas son a la vez «taxonómicas» y «naturales», lógicas para la mente y reales en la naturaleza. Linneo fue el gran

campeón del fixismo biológico: «Existen tantas especies —escribió— como formas fueron creadas in principio.» Aunque, como

veremos, no todo fuese puro fixismo en la biología de Linneo.

2. También la zoología posmedieval empezó siendo puro

coleccionismo (C. Gesner, entre otros), a la sombra de una

taxonomía aristotélica más o menos modificada. Sólo a lo largo

de los siglos xvn y xvm comenzará a ser incipientemente «moderno» el saber zoológico. Aunque poco o nada coherentes entre

sí, tres rasgos principales atestiguan tal modernidad: a) La concepción tajantemente mecánica de la vida animal, con la consiguiente negación de la existencia de un anima sensitiva (Gómez

Pereira, Descartes, Malebranche y los filósofos mecanicistas del

siglo xvm). b) La iniciación de una anatomía comparada que

intenta trascender el nivel de la aristotélica (Daubenton, Cam-

260 Historia de la medicina

per, Vicq d'Azyr, John Hunter), c) Los primeros esbozos de

una visión evolucionista de las especies animales (Buffon, Erasmus Darwin, Robinet).

En rigor, sólo los adeptos a la interpretación mecánica de la vida

animal deberían ser mencionados en esta sección. En el fondo de su

pensamiento, Buffon fue vitalista, otro modo de ser «moderno»; y

tanto la visión comparatista de la anatomía como la concepción evolucionista de las especies, sólo en el siglo xix cobrarán verdadera importancia científica. No más que a título de mero avance hacia una

imagen completa del pensamiento biológico de los siglos xvi-xvni

aparecen aquí, pues, estos rápidos apuntes.

F. La técnica moderna, que comenzó siendo pura utopía o

tempranísima ciencia-ficción en la Respublica fidelium de Rogerio

Bacon, empezará a desarrollarse en el orden de los hechos durante los siglos xv y xvi y de acuerdo con los principios teóricos antes indicados. Desde entonces hasta su espectacular despliegue en el siglo xix, los rasgos principales de la gran parte

que en ella tiene el mecanicismo, porque, como veremos, hay

también una técnica no mecanicista, son los siguientes: 1. A favor de una relación en círculo con la nueva mecánica —la técnica misma, origen de intuiciones y conocimientos mecánicos;

las intuiciones y los conocimientos mecánicos, origen de invenciones utilitarias—, la mentalidad mecanicista da muy considerable perfección a las rudimentarias máquinas antiguas y medievales (proyectos de Leonardo; el joven Galileo en los arsenales de Venecia; progreso de la artesanía hidráulica; relojes

mecánicos, nuevos telares). 2. Invención de aparatos para la

más precisa medida del espacio (nonius), del peso (balanzas) y de

la temperatura (termómetros); comienzo de una observación

cuantitativa de los fenómenos eléctricos. 3. Aplicación de las

propiedades de las lentes para el logro de una visión telescópica

y microscópica. 4. Iniciación de las técnicas fundadas sobre la

transformación de una energía en otra: conversión de la energía

térmica en energía mecánica, primeras maquinas de vapor.

De no pocas de estas invenciones sacará provecho la medicina, ya para la investigación experimental —baste mencionar las

investigaciones mensurativas de Santorio o los descubrimientos

de Galvani—, ya para mejorar la exploración diagnóstica y la

práctica terapéutica, y todas juntas son parte esencial en la determinación del auge económico y social de la burguesía, protagonista y beneficiaría principal de aquéllas, y en la inmediata

preparación del gran suceso histórico que hoy suele denominarse

Revolución Industrial. Un examen sumario de la historia interna

y del contexto social de' las dos industrias más decisivas a tal

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 261

respecto, la textil y la termomecánica, lo mostrará con total

evidencia.

Capítulo 2

CONOCIMIENTO CIENTÍFICO DEL HOMBRE

Cuatro disciplinas básicas, recuérdese, integran desde los presocráticos el conocimiento científico del hombre: la eidología o

anatomía descriptiva, la estequiología, la antropogenia —embriología, filogenética— y la dinámica de la naturaleza humana. Teniendo en cuenta que durante el período que ahora estudiamos

esta última disciplina va a escindirse en dos, la «fisiología», conocimiento científico de la actividad del cuerpo viviente, y la

«psicología», doctrina acerca de la vida anímica del hombre,

contemplemos cómo todas ellas se van configurando bajo la

impronta de la concepción mecánico-estructural del universo.

Artículo 1

LA ΑΝΑΤΟΜΙΑ DESCRIPTIVA

No es un azar que el saber anatómico progresara de modo

tan espectacular desde la segunda mitad del siglo xv. Varias

causas se juntaron para que así fuese: la sed de experiencia personal —en este caso, bajo forma de exploración disectiva del

cadáver humano— que desde la Baja Edad Media va creciendo en las mejores mentes europeas; la tácita o expresa convicción de que, dentro de una visión mecánico-estructural del cosmos, el conocimiento científico del cuerpo del hombre debe ser

la disciplina básica de la medicina, y en cierto modo de toda

la antropología; la idea, tan característica del Renacimiento, de

que la contemplación del desnudo y el cultivo del saber anatómico deben ser para el artista «principio y fundamento de todo»

(Leon Battista Alberti). Pero la realización de todos estos motivos

bajo forma de ciencia anatómica propiamente dicha será paulatina y acaecerá a lo largo de una serie de períodos que básicamente pueden reducirse a tres: la anatomía moderna prevesaliana, la obra de Vesalio y la anatomía posvesaliana.

Un par de observaciones deben ser hechas antes de exponer el

saber anatómico logrado a lo largo de esos tres períodos. Parte de tal

262 Historia de la medicina

saber —por ejemplo, el tocante a la anatomía de las glándulas, tan

inmediatamente promovido por la concepción iatroquímica de la

fisiología, o el conquistado por hombres como Silvio, Glisson, Willis

y Haller— no tuvo relación directa, ni en su génesis, ni en su interpretación biológica, con la visión mecanicista del universo. Como

pronto veremos, el propio Vesalio, que fue resueltamente moderno

y «estructural» en su morfología, fue malgré lui tradicional y «galénico» en su fisiología. Sin embargo, el importante hecho que acabo

de apuntar —esto es: que fuesen precisamente los médicos iatromecánicos aquéllos para los cuales el conocimiento de la estructura

material del cuerpo humano es el verdadero fundamento de la ciencia

de nuestro organismo, más aún, de cualquier organismo— me ha

movido a consignar en este artículo toda la historia de la anatomía

descriptiva correspondiente a los siglos xv-xvni. Una vez más se nos

hace patente que los esquemas interpretativos orientan en la faena

de entender la realidad histórica, pero en modo alguno pueden agotar

la múltiple variedad y la nunca sistemática riqueza de sus contenidos.

Téngalo muy presente el lector de las páginas que subsiguen.

A. Debe ser llamada anatomía moderna prevesaliana la que

—todavía sin la posesión intelectual de un sistema nuevo y

completo del saber anatómico— varios médicos, italianos en su

mayoría, y junto a ellos un artista genial, italiano también, van

a hacer desde los años finales del siglo xv hasta la publicación,

en 1543, de la Fabrica vesaliana. Esos médicos se limitan a

jenriquecer con detalles nuevos el saber anatómico medieval, y

no sería inadecuado llamarles «exploradores empíricos de la

anatomía»; aun cuando con ese empirismo suyo, esto es, con

sus pequeños hallazgos morfológicos, vayan preparando sin saberlo el futuro sistema anatómico de Andrés Vesalio. El artista

aludido, en cambio, acierta genialmente a intuir los fundamentos

de la nueva visión científica de nuestro cuerpo.

1. Entre tales médicos, sean especialmente mencionados los

italianos Zerbi, Benedetti, Achillini, Berengario da Carpi y Cannano.

En un tratadito anatómico de corte todavía mondiniano (1502),

Gabriele Zerbi describe los puntos lagrimales, la relación entre la

túnica vaginal del testículo y el peritoneo y las fibras musculares

transversales del estómago; Alessandro Benedetti (1460-1522) hizo construir el luego tan famoso teatro anatómico de Padua; Alessandro

Achillini (1463-1512) descubrió la válvula íleo-cecal ν el conducto

colédoco; Berengario da Carpi (1469-1530) acertó a describir aceptablemente el seno esfenoidal, la membrana timpánica, la glándula

pineal, los cartílagos aritenoides y el apéndice vermiforme; Giatnbattista Cannano (1515-1579) '•—un año antes que el portugués Amato

Lusitano (1510-1566), pero describiéndolas bastante peor que éste—

descubrió las válvulas venosas. Añádase a estos nombres el del

español Andrés Laguna (1494-1560), más galénico que moderno

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 263

en su anatomía, pero digno de recuerdo por su actitud crítica ante

la enseñanza medieval de la anatomía y por su contribución al mejor

conocimiento del intestino ciego.

2. Menos técnica, pero mucho más profunda y moderna

fue, juzgándola por las maravillosas láminas en que aparece,

la concepción estructural del cuerpo a que llegó el genial uomo

universale Leonardo da Vinci (1452-1519). Movido tanto por su

multiforme curiosidad intelectual como por su personal concepción de la pintura, Leonardo disecó no pocos cadáveres, dibujó

bastantes detalles anatómicos hasta entonces desconocidos (seno

maxilar, agujero de Botal, útero, etc.), y con su idea del arte

pictórico como cosa mentale y saper vedere mostró lápiz en

mano que este «saber ver» el cuerpo humano consiste en descubrir su arquitectura y en concebir ésta como el fundamento

de una teoría mecánica del movimiento local; no otro es el

sentido de sus admirables diseños ósteo-musculares y tendinosos, tan próximos a ser elegantes esquemas geométrico-dinámicos

de las partes en ellos representadas.

B. La anatomía moderna comienza a ser una espléndida

realidad nueva con la obra de Andrés Vesalio (1514-1564).

Belga de nacimiento, Vesalio estudió medicina en Lovaina y París,

y pasó luego a Padua, donde a los veintitrés años es nombrado profesor de cirugía y anatomía. Pronto publicó sus Tabulae anatomicae

sex; y tras un lustro de esforzada labor, su máxima obra, De hutnani

corporis fabrica libri septem (Basilea, 1543), con espléndidos grabados

en madera de su compatriota Stefan van Kalkar, discípulo de Tiziano,

y un compendio de ella, el Epitome. Como médico del emperador

Carlos V, a quien la Fabrica está dedicada, debe trasladarse a Bruselas en 1544, y luego a Madrid (1559), porque también Felipe II reclama sus servicios; pero siempre añorará la Italia —«verdadera

nodriza del talento», la llama con honda nostalgia— de su obra juvenil y sus éxitos. Murió, no cumplidos los cincuenta años, en la isla

de Zante, de regreso de una peregrinación a Tierra Santa.

1. Vesalio ha sido universal y justamente alabado por vanas y muy distintas razones: por la grandeza y hermosura de

su Fabrica, al lado de la cual son verdaderos pigmeos científicos

todos los libros anatómicos precedentes; por la magistral diligencia con que supo simultáneamente ser, ya a sus veinticuatro

*5os, profesor, disector, mostrador de las piezas disecadas y dibujante didáctico; por haber desterrado la enseñanza libresca

. } o s

 glosadores de Galeno o Mondino, para sólo atenerse a la

Visión directa del cadáver; por haber corregido casi todos los

errores descriptivos de Galeno, demasiado fiel a lo que en el.

cuerpo animal había visto («¡Tú, Galeno, que te dejaste engañar

264 Historia de la medicina

por tus monas!», le dice en el prólogo de su Fabrica); por haber enriquecido el saber anatómico con multitud de descubrimientos personales; por la claridad y el vigor de sus descripciones; por la belleza y la eficacia didáctica de las ilustraciones

que con tanto esplendor decoran su libro; por la soberana impulsión que éste dio a la ulterior investigación anatómica. Todo

muy cierto; pero, publicando la Fabrica, Vesalio no sólo demostró

saber más anatomía que sus predecesores y saberla mejor que

ellos; también hizo patente que la sabía de otro modo. Así nos

lo hará ver un rápido cotejo de su idea descriptiva con la que

en la obra de Galeno descubrimos.

2. Como el De usu partium galénico, la Fabrica vesaliana

nos muestra su idea descriptiva en su índice, en el orden sistemático que a su propia descripción quiso dar Vesalio. Este comienza su empeño exponiendo la anatomía del esqueleto. ¿Por

qué? Porque el sistema óseo cumple en el cuerpo «la función que

cumplen las paredes y las vigas en las casas»; con otras palabras, porque el esqueleto es a sus ojos el fundamento sustentador

de la estabilidad de la «fábrica» o edificio anatómico que es el

cuerpo. El título mismo de su libro nos está haciendo ver que

el cuerpo del hombre es para Vesalio, ante todo, una edificación

arquitectónica. La concepción del universo como una estructura

de formas susceptibles de movimiento local —la visión del

cosmos que declara el epígrafe de esta sección— es, pues, la

misma que se expresa en el título y preside el arranque de to

obra vesaliana (libro I de la Fabrica). Consecuente con su innovador punto de vista, Vesalio dedicará el libro II a los ligamentos y los músculos, es decir, a las partes que dan forma humana al esqueleto —puro armazón— y le hacen moverse en el

espacio. Y en cierto modo, la misma intención denota la materia de los libros III y IV, las venas, las arterias y los nervios.

Pero a la consideración arquitectónica y estructural que hasta

ahora rige la descripción sistemática del cuerpo va a unirse

otra, funcional y aún galénica, en lo tocante al contenido de los

libros V, Vi y VII, respectivamente consagrados a los órganos

que encierran las cavidades abdominal, torácica y cefálica.

Tres pattes pueden ser discernidas, por tanto, en la totalidad de la Fabrica vesaliana; a) Sistemas constructivos o editicativos del cuerpo (libros I y II). b) Sistemas unitivos o conectivos (libros III y IV). c) Sistemas animadores o impulsivos

(libros V, VI y VII). Pues bien: así como en la descripción de

los dos primeros grupos de sistemas es patente la mentalidad

estructural o arquitectónica del tratadista (el cuerpo como pura

forma, susceptible de movimiento local), en la del tercero procede Vesalio considerando galénicamente los órganos abdominales,

torácicos y cefálicos como respectivos instrumentos de la facultas

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 265

naturalis, la facultas vitalis y la facultas animalis de la naturaleza

humana. Modernidad y antigalenismo (visión del cuerpo como un

edificio, como la arquitectura de uri cadáver erecto) en los cuatro

primeros libros; antigüedad y galenismo (concepción de las visceras como sede de las dynátríeis tradicionales) en los tres últimos.

El carácter jánico de la obra de Vesalio, históricamente considerada, no puede ser más evidente. Galénica es también, por añadidura, la estequiología vesaliana (elementos empedocleicos, humores, partes similares) y cuasi-galénico el método de la descripción de cada parte (número, situación, forma, sustancia, conexión, uso y oficio del órgano descrito).

3. Antes fueron elogiadas la riqueza del contenido de la

Fabrica y la gran copia de las rectificaciones y las novedades

que en él aparecen. Veámoslas sumariamente.

Con algunos errores todavía, la osteología es tal vez la parte más

brillante del libro. En ella procede Vesalio en orden descendente,

desde el cráneo hasta los huesos del pie. También son bastante completas la miología y la angiología. Es descrita la penetración del nervio motor en la masa del músculo y atribuida a las glándulas —concebidas hasta entonces como cuerpos sólidos reguladores del movimiento de la sangre en los vasos— una función secretora. Más deficientemente se muestra la neurología, aun con el acierto de negar la

presunta oquedad de los nervios sensoriales. Perdura la clasificación

de los nervios en «duros» o motores y «blandos» o sensitivos. Es

notable el progreso en el conocimiento de los órganos de la nutrición

y la generación, aunque Vesalio desconozca el páncreas y no acierte

a comprender, a pesar de haberlos visto, la función de los vasos

quilíferos. En lo tocante a los órganos torácicos —aparte el descubrimiento de la vena ázigos—, descuella la cuidadosa descripción del

corazón. Es negada la perforación del tabique interventricular; pero

Pesa tanto sobre Vesalio la tradición del pensamiento galénico —otra

flagrante muestra de la condición jánica del suyo—, que acepta la

existencia de un flujo sanguíneo por «desudación» a través de aquél.

Digna de gran encomio es asimismo la visión vesaliana del encéfalo

(abierta ruptura con la vieja doctrina de los tres ventrículos, anterior,

medio y posterior, distinción entre sustancia gris y sustancia blanca,

mención de los corpúsculos que luego redescubrirá Pacchioni, septum

lucidum, trígono, etc.). Termina la Fabrica con un apéndice acerca

«e la técnica de la vivisección.

C. Plenamente renacentista —emulación o superación de los

grandes antiguos— fue el alma de Vesalio, y no menos hijo del

Renacimiento —novedad y tradicionalidad en todo momento

pezoladas— se nos muestra el espíritu de su obra. Publicada

^te, y frente a la indudable y poderosa novedad que en sus

Paginas traía, ¿qué cabía hacer? Como ante todo lo que en la

«istoria es vigorosamente nuevo, cinco actitudes pueden distinSuirse entre los anatomistas posvesalianos: 1. La reaccionaria de

266 Historia de la medicina

los que, como Jacobo Silvio, maestro de Vesalio en París, se

oponen con uñas y dientes a la novedad de la Fabrica. 2. La imitativa de los muchos que aceptan esa novedad, pero no la enriquecen. 3. La aceptadora y perfectiva de quienes la hacen suya,

en algún punto la corrigen y la enriquecen con algún detalle

nuevo. 4. La aceptadora y extensiva de los que hacen llegar la

novedad en cuestión a campos de la realidad y de la ciencia en

los cuales hasta entonces no había penetrado. 5. La aceptadora

y ecléctica de cuantos, de una u otra manera, tratan de combinar esa novedad con modos de entender la realidad distintos

del que en ella se hizo patente.

Pues bien: llamando «anatomistas posvesalianos» a todos

cuantos, a partir de la publicación de la Fabrica, aceptan del

modo que sea la novedad en ella expresada —por tanto, los

que a la luz de Vesalio trabajan y brillan en Europa desde 1543

hasta que en los decenios finales del siglo xvm aparezcan los

grandes tratados que coronan y clausuran el período vesaliano

de la anatomía: la Exposition anatomique de la structure du

corps humain (1732) de J. B. Winslow (1669-1760), el Traité

d'anatomie (1786) y el Système anatomique (1792) de F. Vicq

d'Azyr (1748-1794), y Vom Baue des menschlichen Körpers

(1791-1796), «Sobre la estructura del cuerpo humano», de S. Th.

von Sömmerring (1755-1830)—, cabe contemplar sinópticamente

la obra de todos ellos conforme a los cinco siguientes epígrafes:

los continuadores y perfeccionadores de la obra anatómica de

Vesalio; los incipientes descriptores de formas anatómicas no

perceptibles a simple vista; los que amplían a otros campos de la

biología el espíritu de la innovación vesaliana; los expositores

monográficos de alguno de los sistemas anatómicos establecidos

o apuntados por Vesalio; los que eclécticamente combinan con

otros puntos de vista el arquitectónico y estructural que informa

los cuatro primeros libros de la Fabrica.

D. Primero en Italia, luego en toda Europa, casi legión

serán los exploradores del cadáver humano a la vez movidos

por el espíritu de la época y por la poderosa incitación que

consigo lleva la Fabrica vesaliana; y así va a suceder desde que

ésta aparece hasta que en el siglo xrx —ambas cosas acontecen

casi al mismo tiempo— llegue al término de sus posibilidades

la exploración macroscópica del cuerpo humano y surja un nuevo

puntó de vista para científicamente verle y describirle.

1. Durante el siglo xvi son dignos de mención los italianos

Ingrassia, Colombo, Eustacchio, Falopio, Aranzio, Fabrizi d'Acquapendente y Varolio; los españoles Valverde de Amusco, Ji*

meno y Collado; el holandés Koyter; el suizo Platter; el francés

Bauhin; el belga van den Spieghel.

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 267

Giovanni Filippo Ingrassia (1510-1580), gran osteólogo, apófisis

esfenoidal de su nombre; Realdo Colombo (1516-1559), ojo y oído;

Bartolomeo Eustacchio (1520-1574), trompa de su nombre, oído, riñon,

dientes; Gabriele Falloppia o Falopio (1523-1562), trompa uterina,

oído, ojo; Giulio Cesare Aranzio (1530-1589), ductus arteriosus, cuarto

ventrículo; Fabrizi d'Acquapendente (1533-1619), válvulas venosas;

Costanzo Varolio (1543-1575), protuberancia anular; Juan Valverde

de Amusco, autor del mejor tratado anatómico renacentista posvesaliano, la Historia de la composición del cuerpo humano (1556); Pedro

Jimeno y Luis Collado, ambos descubridores del hueso estribo; Volcher Koyter (1534-1600), osteogenesis, anatomía comparada; Felix

Platter (1536-1614), gran disector, tratadista excelente; Caspar Bauhin

(1560-1624), válvula íleo-cecal, terminología anatómica; Adrian van

den Spieghel (1578-1625), lóbulo hepático de su nombre.

2. A lo largo del siglo xvii, Inglaterra, Holanda, Francia y

Dinamarca son las grandes potencias de la investigación anatómico-disectiva. Ingleses fueron Glisson, Wharton, Highmore,

Willis, Lower y Cowper; holandeses, Paaw, van Home, Ruysch,

de Graaf, Bidloo, Silvio y Nuck; franceses, Riolano, Vieussens

y Duverney; daneses, la dinastía de los Bartholin (Caspar, Thomas y Caspar), Worm y Stensen. A ellos hay que añadir los

italianos Marchetti, Santorini y Valsalva y los alemanes Wirsung,

Meibom, Peyer, Wepfer y Kerkring.

La osteología, muy bien conocida ya a fines del siglo xvi, fue enriquecida por obra de Nathanael Highmore (1613-1684), antro maxilar; Olaus Worm (1588-1654), huesos wormianos; Pieter Paaw (1564-

1617), antropología osteológica; Theodor Kerkring (1640-1693), osteogenesis, y Frederijk Ruysch (1638-1731), huesecillos del oído. La

miología tuvo sus principales cultivadores en Niels Stensen o Stenon

(1638-1686) y Giandomenico Santorini (1681-1737). Especialmente fue

estudiada la adenología; baste citar, que por sí mismos hablan ellos

al médico, los nombres de Francis Glisson (1597-1667), Johann Gregor

Wirsung (1600-1643), Niels Stenon, Thomas Wharton (1610-1673),

Hendrik Meibom (1638-1700) y Johann Conrad Peyer (1653-1712), Caspar Bartholin (1655-1738) y William Cowper (1666-1709). Niels Stenon

fue el primero en establecer la diferencia anatómica entre las glándulas «conglomeradas» o acinosas y las «conglobadas» o lisas. La angiología avanzó notablemente con las técnicas de inyección y corrosión

de Domenico Marchetti (1626-1688), Reignier de Graaf (1641-1673)

y —sobre todos— Frederijk Ruysch. Joh. Jac. Wepfer (1620-1695) y

Thomas Willis (1622-1675) destruyeron para siempre la idea galénica

de la rete mirabile; Willis describió el «polígono» arterial de su

nombre. Los vasa vasorum fueron descubiertos por Theodor Kerkring

(1640-1693), y la anatomía del corazón quedó mucho mejor conocida

por obra de Richard Lower (1631-1691) y Raymond Vieussens (1641-

1730). Anton Nuck (1650-1692) hizo progresar considerablemente el

conocimiento del sistema linfático. A R. de Graaf le hizo famoso

el descubrimiento del folículo de que es epónimo. El sistema ner-

268 Historia de la medicina

vioso fue brillantemente explorado por Thomas Willis (cordones paralelos del cuerpo calloso, cuerpos estriados, tálamo, cuerpos mamilares,

elevación a nueve del número de los pares craneales), François de le

Boe Silvio (1614-1672), cisura y acueducto de su nombre, Giov. M.

Lancisi (1654-1720), y sobre todo por Raymond Vieussens, en su

excelente Neurographia universalis. (1685). La anatomía del oído tuvo

un gran clásico en Antonio María Valsalva (1666-1723).

3. Durante la Ilustración (siglo xvm, sobre todo en sus dos

tercios finales), en toda Europa sigue cultivándose con ahínco la

exploración disectiva del cuerpo humano, cuyos resultados —tras

la Neurographia universalis de Vieussens— van siendo ya monográficamente expuestos. A la vez, con Winslow, Vicq d'Azyr y

Sömmerring llega a su ápice, como sabemos, la exposición sistemática de la anatomía more vesaliano. En Italia descollaron

como anatomistas Morgagni, Scarpa, Mascagni, Cotugno, Mondini y Malacarne; en Francia, Winslow, Ferrein, Descemet, Sénac

y Vicq d'Azyr; en Inglaterra, Cheselden, los tres Monro, Douglas, Hewson y los hermanos William y John Hunter; en Holanda, los miembros de la familia Albinus y Camper; en Alemania, Weitbrecht, Lieberkühn, el primer Meckel, Haller, Wrisberg,

Zinn, Ehrenritter y Sömmerring; en España, Gimbernat y los

excelentes tratadistas Bonells y Lacaba.

La osteogenesis fue estudiada por Matteo Bazzani (1670-1749), Antonio Scarpa (1752-1832) y Duhamel de Monceau (1700-1782). El español Antonio Gimbernat (1734-1816) enriqueció la sindesmología.

Ganó precisión el conocimiento dej aparato circulatorio con el gran

tratado de J. Bapt. Sénac (1693-1770), Traité de la structure du

coeur... (1749) y con los hallazgos de Albrecht von Haller (1708-1777),

«trípode arterial», istmo aórtico fetal, «círculo venoso mamario», etc.,

y Giambattista Morgagni (1682-1771), anatomicorum princeps de su

siglo. Paolo Mascagni (1752-1815) dedicó una importante monografía

al sistema linfático. Al aparato digestivo consagraron con fruto su

atención John Hunter (1728-1793), Morgagni, Winslow, Joh. Fr. Meckel (1724-1774) y Joh. Nat. Lieberkühn (1711-1765), al peritoneo James Douglas (1675-1742), al aparato respiratorio y al fonador Morgagni y H. Aug. Wrisberg (1739-1808). El aparato genital femenino

fue objeto de los descubrimientos de William Hunter (1718-1783), ligamento redondo, y Douglas, ligamento útero-sacro, y el masculino de

los de Morgagni, Haller y W. Hunter. Antoine Ferrein (1695-1769)

describió las pirámides renales que llevan su nombre. Muy atenta fue

la exploración del sistema nervioso. Domenico Cotugno (1736-1822)

descubrió el líquido cefalorraquídeo. Como anatomistas del cerebro

se distinguieron Francesco Gennari (1750-1795), Vicq d'Azyr, Sömmerring (locus niger, doce pares craneales) y Alex. Monro I (1697-1770).

Meckel, Scarpa, Ehrenritter, Haller y Wrisberg son recordados por el

nombre que hoy llevan diversos nervios y ganglios. Especial mención

merecen los primeros descubridores del sistema nervioso vegetativo:

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 269

Winslow (los ganglios simpáticos como cerebra secundaria), el clínico

Th. de Bordeu y Wrisberg. El conocimiento del ojo debe progresos a

Descemet (1732-1810) y Joh. Gott. Zinn (1727-1759), y el del oído a

Cotugno y Scarpa.

Ε. Holandeses (atribución a Zach. Jansen) e italianos (atribución a Galileo) se disputan la primacía en la invención del

microscopio (en torno a 1610). En todo caso, italianos, holandeses e ingleses fueron quienes en primer término lo emplearon,

ya en el siglo xvn, para enriquecer la morfología biológica con

detalles hasta entonces invisibles. Con ellos nace la anatomía

microscópica.

1. A la cabeza de los microscopistas italianos de este siglo

hállanse Malpigio y Bellini. Marcello Malpighi o Malpigio (1628-

1694) estudió microscópicamente la materia vegetal y la animal.

En su examen del pulmón descubrió la vesícula pulmonar y

mostró así que no puede existir contacto inmediato entre el aire

inspirado y la sangre circulante. Por vez primera también —su

más importante hallazgo— describió los vasos capilares, completando la revolucionaria obra de Harvey, y los hematíes; la

sangre dejaba así de ser una mezcla homogénea de «humores».

Algo ulterior es su hallazgo de los «glomérulos» renales y de

los «corpúsculos» del bazo y de la piel a que hoy damos su

nombre; con lo cual hacía ver que tampoco el «parénquima»

visceral y las partes «similares» son masas estructuralmente indiferenciadas. Menos afortunada fue su exploración del cerebro,

en el cual vio una masa de mínimas esférulas y al que atribuyó

estructura glandular. Por su parte, Lorenzo Bellini (1643-1704),

discípulo de Malpigio, descubrió los conductos colectores de la

pirámide renal hoy con su nombre denominados.

2. Holanda dio en el siglo xvn dos grandes microscopistas,

Antony van Leeuwenhoek (1632-1723) y Jan Swammerdam

(1637-1680). El primero, un apasionado dilettante de la observación microscópica, construyó por sí mismo a lo largo de su

vida más de cuatrocientos microscopios y llegó a obtener aumentos hasta de 300 diámetros. Describió por vez primera los

infusorios y los espermatozoos (entrevistos poco antes por Joh.

Hamm), y comenzó a discernir la estructura fina de no pocas

formaciones anatómicas: el cristalino, la figura de los hematíes,

la estriación de la fibra muscular y de la «carne» cardiaca, la

constitución de la epidermis, la estructura fibrilar de la sustancia

blanca encefálica y medular, la pared vascular, tantas más. Un

formidable investigador empírico, en suma, del recién encontrado

mundo microscópico. Leeuwenhoek ha sido el primer hombre

que ha visto una bacteria (la bacteridia carbuncosa, con toda

probabilidad). No menos ahincada y paciente fue la dedicación

270 Historia de la medicina

de Swammerdam a la investigación microscópica, en su caso

casi exclusivamente zoológica. Casi sesenta años después de la

muerte de su autor, en 1737, la editó a sus expensas Boerhaave

bajo el título de Bijbel der Nature o Biblia naturae. Junto a

ellos, W. W. Muijs (1682-1744) se aplicó al conocimiento de la

estructura del músculo.

3. Los más destacados microscopistas ingleses, Hooke y

Grew, han pasado a la historia por haber sido Jos primeros en

usar la palabra cell, «célula». El botánico R. Hooke denominó

así los poros microscópicos del corcho (1661), y Neh. Grew

tomó de él ese término en 1671, para designar las cavidades

entre los vasos y las fibras del tallo de las plantas, a las que

Malpigio, muy poco antes, había denominado utricúli seu sacculi, «odrecillos o saquitos». Bien se advierte que estas cells,

como las ulteriores cellulae de Ruysch —celdillas fibrosas del

que hoy llamamos «tejido celular subcutáneo»—, nada tienen

que ver con las «células» de nuestra «teoría celular». Por su

parte, también en Inglaterra, Cl. H. Havers descubrió los canales

óseos con su nombre designados (1691), y Th. Willis estudió

la anatomía fina del tubo digestivo, del árbol respiratorio y de

los vasos sanguíneos.

4. A partir del primer tercio del siglo xviii, y hasta su

nuevo y espléndido auge tras las investigaciones embriológicas

de C. Fr. Wolff, decae la investigación microscópica. Pero no

sería justo omitir entre los microscopistas de fines del siglo xvn

a un destacado estudioso español, Crisóstomo Martínez, cuyas

láminas, inéditas hasta ahora, han sido editadas por López Pinero. Es muy notable su contribución a la osteología microscópica.

F. Otros tres grupos había, aparte los dos ya estudiados,

entre los que genéricamente fueron más arriba denominados

«anatomistas posvesalianos»: el que integran los investigadores

que ampliaron a otros campos de la biología el espíritu arquitectónico o estructural de la innovación vesaliana, el que forman

los expositores monográficos de alguno de los sistemas anatómicos establecidos o apuntados por Vesalio y el que constituyen

quienes eclécticamente combinan con el estructural, tan evidente

en la primera mitad de la Fabrica, otros puntos de vista expositivos e interpretativos.

1. La estequiología, la embriología y la fisiología de Vesalio

eran todavía antiguas, galénicas; recuérdese lo dicho a propósito

de la condición jánica del gran anatomista. Pues bien: desde

la segunda mitad del siglo xvi, varios investigadores reformarán

en un sentido netamente arquitectónico o estructural todas esas

disciplinas. Pronto veremos cómo.

Mecanicismo, vitalismo y empirismo 271

2. Además de hacerse sistemática e integral, con Winslow,

Vicq d'Azyr y Sömmerring, la exposición de la anatomía moderna va poco a poco cobrando forma sistemática y monográfica.

A la ya mencionada Neurographia universalis de Vieussens puede

añadirse, a título de ejemplo, el Novum vasorum... systema (1705),

del mismo autor, la Adenographia (1656) de Wharton, la My otomía

(1694) de Cowper y la Historia musculorum de S. Albinus (1734),

la Osteology (1728) de Alex. Monro I y el tratado y los varios cuadernos iconográficos que a la osteología consagró S. Albinus, la

Syndesmologia de Weitbrecht, las monografías sobre el hígado (Glisson) y sobre el corazón (Lower, Sénac), etc. Nace entonces también

la anatomía topográfico-quirúrgica (sistematización práctica del saber

anatómico), tan bien representada por las descripciones de Scarpa

(«triángulo», «hiato» de su nombre) y por la obra de Vincenzo

Malacarne (1744-1816); y a favor del progreso de las artes gráficas

se desarrolla espléndidamente la ilustración anatómica (láminas de

G. Bidloo, 1649-1713, de Albinus, de J. J. Manget, 1652-1742, etc.).

3. Varios de los hallazgos anatómicos antes consignados

no procedían de la que venimos designando «visión vesaliana»

de la anatomía, y por consiguiente no fueron interpretados por

sus autores conforme a ella. En una u otra de sus formas, la

«iatroquímica» y el «vitalismo» que más adelante estudiaremos

informaron más de una vez la mente del explorador del cuerpo

humano; en su lugar aparecerán ante nosotros las concepciones

iatroquímica y vitalista del saber anatómico —un compromiso

entre la herencia de Vesalio y la de Paracelso—, y al exponerlas

serán recordados de nuevo los nombres de sus artífices. Pero

los descubrimientos morfológicos de estos doctrinarios de la

quimiatría y el vitalismo también fueron arquitectural y estructuralmente entendidos por los mecanicistas de su época, y tal

es la razón por la cual, como ya en páginas anteriores se dijo,

han sido reseñados aquí. En otro sentido, eclécticos fueron también los españoles Martín de Porras, en su pobre y anacrónica

Anatomía galénico-moderna (1715), y Martín Martínez, en sus

Noches anatómicas y su Anatomía completa del hombre (1728).

La idea descriptiva de la morfología galénica (visión del cuerpo

del hombre como el de un animal humano en la plenitud de su movimiento vital) y la idea descriptiva de la morfología vesaliana (el

cuerpo humano como una estructura arquitectónica) son los paradigmas de la anatomía científica hasta el comienzo del siglo xix. Acomodado a las diversas mentalidades que integran el mundo medieval —y,

desde luego, insuficiente e imprecisamente conocido—, el primero

rige todo el saber anatómico de la Edad Media, comprendido, pese

a sus aparentes peculiaridades, el de Mondino de Luzzi. El segundo

hnpera desde Leonardo y Vesalio hasta la morfología anatómico-comparativa ulterior al siglo xvm. Lo cual no es óbice para que ambos

272 Historia de la medicina

criterios, el funcional y el arquitectural, se combinen a veces entre

sí, como acontece en el propio Vesalio y, ejemplo sumo, en el gran

tratado de Sömmerring.

Artículo 2

ESTEQUIOLOG1A Y ANTROPOGEN1A

El elemento empedocleico, el humor hipocrático-galénico y

la parte similar seguían siendo los conceptos estequiológicos fundamentales de la Fabrica vesaliana. La embriología aristotélica

o la galénica eran, por otra parte, las que en los decenios centrales del siglo xvi prevalecían en el saber científico y filosófico. Veamos cómo una y otra adquieren el carácter correspondiente a la mentalidad cosmológica que ahora estamos estudiando.

A. Una anatomía concebida como arquitectura del cuerpo

humano, esencialmente solidista, por tanto, ¿podía ver en el

humor, sustancia fluida, el elemento biológico fundamental? Basta formular esta interrogación, para advertir que la anatomía

moderna había de reposar sobre una estequiología biológica distinta de la humoral.

1. Primero el francés Jean Fernel (1497-1558) y muy poco

después, más amplia y sistemáticamente, el italiano Falopio, pensarán que el verdadero elemento del cuerpo animal no es el

humor, sino la fibra. Así parece pedirlo el radical solidismo de

la nueva anatomía; así parece mostrarlo, por otro lado, la disección fina de los ligamentos, músculos, nervios y estromas

viscerales. Apurando al máximo el análisis disectivo de todas

esas partes, ¿no son filamentos o hilillos materiales, en definitiva fibras, lo que el escalpelo permite ver? Pero la «fibra» de

Falopio, el «elemento fibra», no es un hilo visible, por fino que

éste nos parezca; es un «elemental» hilo invisible e imaginado,

el hilo de materia que ya no puede descomponerse en otros más

sutiles y cuya agrupación longitudinal, por yuxtaposición, daría

lugar a los que esa extremada disección nos muestra.

Tres modos habría de reunirse entre sí las fibras elementales:

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