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HISTORIA DE LA MEDICINA BIBLIOTECA MEDICA DE BOLSILLO parte 06

 


como a sus presupuestos sociológicos —el trabajo manual, cosa

de esclavos y de artesanos; la vida teorética, el verdadero saber,

patrimonio de quienes sobre esa infraestructura laboral pueden

cultivar así su «noble ocio»—, el gobierno técnico del cosmos

fue cambiando a lo largo de la historia del mundo antiguo;

pero ni ese cambio llegó a ser muy grande, ni rompió con los esquemas que habían presidido su nacimiento, cuando los preso-

Medicina y «physis» helénica 71

oráticos actuaron como ingenieros (Tales), o como experimentadores (Alcmeón), o cuando los discípulos de Cnido y de Cos

trataron a sus enfermos como «técnicos» de la medicina.

Estos fueron los más importantes principios constitutivos de la

técnica antigua: a) La acción técnica —la modificación «según arte»

de un proceso natural— sólo es posible cuando el proceso en cuestión

no está determinado por una forzosidad invencible (ananke) de la

naturaleza; esto es, cuando su producción se debe al azar (tykhe).

b) Lo producido por la técnica es siempre una realidad «artificial»; el

hombre no sería capaz de fabricar realidades «naturales»; hasta cuando su operación es inventiva, el técnico es siempre —y así debe tenerlo

en cuenta— «imitador de la naturaleza», c) Aunque el curso real de

una operación técnica —por ejemplo: lo que en realidad pasa en el

interior de una máquina o dentro de un cuerpo humano sometido a la

acción de un purgante— no sea directamente accesible a la mirada,

el técnico lo concibe como algo por esencia visible; en consecuencia,

como algo que puesto en determinadas circunstancias él podría ver.

En su concreta realización, el «saber hacer» que es el gobierno

técnico del mundo muestra dos modos a la vez complementarios y

contrapuestos: uno en el que- predomina el momento del «hacer»

(versión más artesanal y operativa de la acción técnica) y otro en el

que prepondera el momento del «saber» (versión más doctoral y

proyectiva de dicha acción). La sociología de la profesión médica no

podría entenderse sin tener en cuenta este hecho constante. Baste recordar el contraste entre el cirujano y el médico doctoral, incluso,

como acontece en la época hipocrática de la medicina, antes de que

se establezca una estricta separación profesional entre uno y otro.

Capítulo 3

EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO DEL HOMBRE

Trátase ahora de ver cómo a lo largo de la Antigüedad

clásica fueron cumplidas, en relación con la naturaleza del hombre, las tres exigencias —sistemática, metódica y teorética— en

cuya virtud es real y verdaderamente científico el conocimiento

de una parte cualquiera del cosmos. Examinaremos, pues, cómo

durante este lapso temporal fueron paulatinamente edificadas,

respecto de la physis humana, las cuatro disciplinas básicas que

en el cumplimiento de esa tarea esbozó la genialidad de los

primitivos physiológoi: la eidología (en este caso, una anatomía

descriptiva), la estequiología, la genética (para nosotros, la embriología y la antropogenia) y la dinámica (equivalente ahora a

tres ciencias particulares; la que desde el siglo xvni, restringien-

72 Historia de la medicina

do mucho el sentido antiguo de la palabra, será generalmente

llamada «fisiología», la «psicología» y la «sociología»). Algo

habrá de tener muy en cuenta el lector: tal diversificación metódica de la physiología del hombre no debe hacernos olvidar

la unidad radical de las cuatro disciplinas así resultantes, esto

es, el carácter radicalmente unitario de la physis que de esos

cuatro modos se realiza. Nosotros, p. ej., solemos distinguir entre

anatomía y fisiología; si se quiere, entre forma y función. Para

un griego antiguo, en cambio, la forma anatómica y la función

biológica no eran sino dos momentos esencialmente interconexos,

de la adecuada realización visible de la physis humana. No había para él, pues, una anatomía y una fisiología, entendidas éstas

en el sentido hoy vigente, sino, unitariamente, una anatomofisiología, a la cual pertenece también la psicología, como se

verá estudiando lo que fue el conocimiento científico del hombre

desde Alcmeón y Empédocles hasta Galeno.

A. Con la básica y necesaria salvedad precedente, estudiemos el desarrollo de la anatomía descriptiva en los ocho siglos

entre el nacimiento de Tales de Mileto y la muerte de Galeno.

1. La considerable masa de fragmentos textuales que hoy

constituye la obra ingente de los pensadores presocráticos, contiene muy escasas nociones acerca de la anatomía del hombre.

Es muy probable, sí, que Alcmeón de Crotona practicase la

disección anatómica de cadáveres de animales (anatomía del

ojo) y la vivisección (función de los centros nerviosos), y no debieron ser escasos los saberes anatómicos de Anaxágoras, Diogenes de Apolonia y Demócrito. Gravemente errónea, desde luego,

la descripción del sistema vascular que ofrece Diógenes de Apolonia es muy detallada. En cuanto a la ordenación sistemática de

tales saberes, el concepto más importante que nos ha legado la

ciencia natural presocrática es el del microcosmos: «El hombre,

mundo pequeño, mikrós kosmos», dirá tajantemente Demócrito;

aunque pensamientos de carácter microcósmico sean perceptibles

en otros autores, como Anaximandro y Empédocles. En su constitución misma, la physis del hombre sería una copia abreviada

del universo entero o makrós kosmos.

2. Mucho más rica es, naturalmente, la ciencia anatómica

del Corpus Hippocraticum; pero el carácter «iatrocéntrico» (López Pinero y García Ballester) de la actitud intelectual de casi

todos sus autores, esto es, la preocupación constante por la

utilización práctica, médica, de esa ciencia, quitará sistema y

añadirá errores a la morfología hipocrática del cuerpo humano.

«El todo (del cuerpo humano) se diversifica en partes, y

de las partes se origina el todo», enseña Sobre la dieta. Ahora

Medicina y «physis» helénica 73

bien: esas «partes» no fueron estudiadas mediante la disección

de cadáveres humanos —en el conocimiento del cuerpo animal

y en la práctica quirúrgica tuvo sus principales fuentes el saber

anatómico de los hipocráticos—, y ese «todo» fue entendido

sistemáticamente sólo mediante la idea del microcosmos, bien

de un modo ingenuamente figurai, arcaico (la figura del cuerpo,

copia de la figura del cosmos; Sobre las hebdómadas), bien con

un criterio de orden funcional (el estómago «equivale» a la

tierra) o numeral (importancia universal del número siete, ciclo

lunar y ciclo menstrual, correspondencia entre los ritmos estacionales y los humorales). En el escrito Sobre la medicina antigua se esboza una morfología general mediante la noción de

skhema o «figura» de los órganos. Más tarde veremos cuáles, entre éstos, parecieron ser principales o centrales a los autores del

Corpus Hippocraticum.

Más nominativa que descriptiva y, por supuesto, nunca completa,

la osteología hipocrática es relativamente satisfactoria, sobre todo la

de la cabeza. Difieren y siempre yerran los datos acerca del número

de vértebras. La artrología, en cambio, es bastante precisa (artrodia,

gfnglimo, sínfisis). Los músculos y las partes blandas («carnes») no

son a veces bien distinguidos, aunque no pocos de aquéllos sean

individualmente nombrados. El término neuron sigue significando a la

vez nervio y tendón o ligamento. Son nombrados el estómago, el yeyuno, el colon, el recto, el peritoneo y el mesenterio, el bazo, el riñon,

la vejiga urinaria y los uréteres, la epiglotis, la tráquea (no siempre

bien distinguida del esófago) y los bronquios. A los pulmones, cuya

estructura esponjosa se consigna, les son atribuidos cinco lóbulos. El

corazón viene concisa, pero acertadamente descrito (forma y función

de las válvulas semilunares aórticas) en el tardío tratadito que como

título lleva su nombre. La angiología es presentada según varios esquemas: habría dos venas principales, una procedente del hígado y

otra del bazo (Enfermedad sagrada), un vaso principal nacido del corazón (Naturaleza de los huesos), un sistema cefálico y otro abdominal

(Naturaleza del hombre), etc. En general, las venas y las arterías,

nombradas con un mismo término (phlebes), no son distinguidas entre

sí. La visión hipocrática del sistema nervioso es muy deficiente. Fueron conocidas las meninges, y en la médula espinal se ve una prolongación del cerebro. Los nervios, de los cuales vienen nombrados algunos, son frecuentemente confundidos con los tendones, y a veces con

los vasos. Del ojo aparecen mencionadas tres cubiertas (esclerótica,

córnea y coroides), y del oído (Sobre las carnes) la membrana timpánica. El alma (psykhé) es considerada en Sobre la dieta como una

parte del cuerpo. Gruesos errores anatómicos, procedentes de un

«tiene que ser así» a la vista de la experiencia clínica (comunicación

directa entre el estómago y el riñon, entre la tráquea y la vejiga

urinaria, etc.), son bastante frecuentes. Tales osadías conjeturales fueron más frecuentes en Cnido que en Cos.

74 Historia de la medicina

Relativamente detallado, muy deficiente, arbitrariamente erróneo, carente de una concepción verdaderamente sistemática (nada más lejos de una anatomía descriptiva que el tratadito Perl

anatomés), éste fue, en conciso resumen, el saber anatómico

de los médicos hipocráticos.

3. Aunque más conceptual que factual —porque no son

pocos ni menudos los errores del saber anatómico-descriptivo de

Aristóteles—, la importancia de la obra aristotélica en la historia de la morfología biológica es muy considerable. He aquí las

principales contribuciones del Estagirita en este dominio del

saber científico: a) Con su distinción entre las «partes similares» (aquéllas en que la parte es cualitativamente igual al todo)

y las «partes disimilares» u «orgánicas» (aquéllas en que esto

no acontece), Aristóteles inicia la anatomía general, b) Sus

conceptos biológicos de «analogía» (partes de la misma posición

relativa y la misma función: huesos de los mamíferos y espinas

de los peces; boca del animal y raíz del vegetal) y de «homología» (semejanza en el origen y en la estructura, aunque con distinta función: extremidades anteriores del hombre y alas de las

aves) dan primer fundamento a la anatomía comparada moderna,

c) Concepto de «órgano» (órganon, «instrumento») como parte

disimilar con una función bien determinada (el ojo, la mano), e

idea de la mano como «instrumento de instrumentos» («el hombre es un animal inteligente porque tiene manos», había dicho

Anaxágoras; «el hombre tiene manos porque es un animal inteligente», replica Aristóteles), d) Visión del corazón como centro del sistema vascular y más precisa idea de éste, e) Concepción ya no meramente figurai, funcional o numeral del microcosmos, sino fundamental o entitativa: el ser del hombre reúne

en sí todos los modos de ser existentes en el universo, el puramente material (elementos cósmicos, vide infra), el vegetativo

(«alma vegetativa»), el animal o sensitivo-motor («alma sensitiva») y el intelectivo («alma intelectiva», nous), aunque no de

manera yuxtapuesta, sino unitaria. /) Los apartados correspondientes a estequiología, antropogénesis y dinámica biológica nos

darán a conocer otras aportaciones de Aristóteles a la biología.

4. Según un texto de Galeno, Diocles de Caristo fue el primer autor griego de un tratado anatómico (basado, en todo caso,

sólo sobre la disección de animales); pero, por desgracia, ese

escrito se ha perdido. El primero en distinguir con suficiente

precisión las arterias y las venas parece haber sido Praxágoras

de Cos; de él procede el nombre de «vena cava» (phleps koilè).

5. En el rigor de los términos, la anatomía humana comienza en Alejandría; allí es, en efecto, donde se rompe con los viejos

tabúes sociales que la impedían y por primera vez se practica la

Medicina y «physis» helénica 75

disección de cadáveres humanos; incluso —por horrible que

esto nos parezca— la vivisección de los condenados a muerte.

Hasta tal punto llegó a cobrar vigencia entre los médicos y las

clases cultas de esa ciudad el principio metódico de la autopsia.

Herófilo, a quien había llegado él magisterio de la vieja escuela médica de Cos, aunque se enfrentara con ella, fue cronológicamente la primera gran figura de la anatomía alejandrina;

pero de su obra anatómica sólo se conservan fragmentos, y no

nos es posible saber cuál puede ser su personal visión sistemática

del cuerpo humano. Podemos afirmar, eso sí, que en ésta había

de tener fundamento el nuevo y ambicioso sistema médico a que

su mente aspiraba. Describió las meninges, los plexos coroideos,

la formación venosa que todavía lleva su nombre («prensa de

Herófilo») y el cuarto ventrículo, a cuya base llamó halamos

(nuestro calamus scriptorius). En la constitución del ojo menciona tres membranas, córnea, coroides y «retina» (también de

él procede la palabra). Débese igualmente a Herófilo el término

griego «duodeno» y una clara alusión a los vasos quilíferos. Movido por la importancia que daba al pulso, concedió especial

atención al sistema vascular. Consignó la diferencia entre la

pared arterial y la venosa y dio el clásico nombre de «vena

arteriosa» (phleps arteriodes) a la futura «arteria pulmonar». Las

arterias contendrían sangre y neuma, las venas sólo sangre.

Muy precisa fue su idea anatómica del aparato genital.

No menos importante y más conceptual se nos muestra la

anatomía de Erasístrato. Su descripción de la epiglotis, que

perfecciona una observación hipocrática, destruyó para siempre

el error de pensar que los líquidos ingeridos pasan al pulmón

para refrigerarle; dio asimismo una imagen bastante precisa del

corazón (a él se debe la actual denominación de la «válvula

tricúspide»); conoció las arterias bronquiales y, con mayor

precisión que Herófilo, los vasos quilíferos; expuso con cierto

detalle la morfología del encéfalo (circunvoluciones cerebrales,

cerebelo) y supo distinguir los nervios sensitivos de los motores.

Aunque ulteriormente modificadas, tres importantes nociones suyas van a pasar con fuerza a la posteridad: la existencia de un

sistema vascular intermedio entre las arterias y las venas (synanastomóseis denominó él a estos vasos), la idea de que el estroma de las partes blandas se halla formado por cordones en los

que trinamente se entrelazan (triplokía) un nervio, una arteria

y una vena, y su doctrina del parénkhyma o porción no fibrosa

de las visceras, por él concebido como resultado de la paulatina

efusión, coagulación y transformación de la sangre a ellas llegada. Puesto que, para Erasístrato, las arterias contienen normalmente sólo neuma y no sangre (de ahí el nombre que hoy les

76 Historia de la medicina

damos), la existencia de las synanastomoseis permitiría explicar

el hecho de que la lesión de una arteria vaya seguida de derramamiento de sangre: primero saldría de su interior el neuma,

y el «horror al vacío» de la naturaleza determinaría el subsiguiente paso de sangre de las venas colindantes a la arteria lesionada. La noción de parénkhyma y el concepto de triplokía

darán lugar, por su parte, a la duradera clasificación de las partes anatómicas en «seminales» (primitivas y fibrosas) y «parenquimatosas» (ulteriores y blandas). En ella tiene su origen nuestra idea de los «parénquimas» viscerales.

Esta exposición basta para mostrar la importancia de Herófilo y Erasístrato en la historia de la ciencia del cuerpo humano.

No puede extrañar que Kudlien llame «heroica» a la época de la

medicina alejandrina que ambos acaudillaron.

6. Entre los alejandrinos y Galeno, Rufo de Efeso es sin

duda el más importante cultivador de la anatomía. A él se debe

la primera noticia sobre la decusación de los nervios ópticos y

acerca de la cápsula del cristalino.

7. La morfología griega del cuerpo humano alcanza su definitiva cima sistemática en la obra de Galeno. La enseñanza

de sus maestros pergamenos y alejandrinos y su personal refacción de una extensa obra de Marino le introdujeron en el saber

anatómico, que luego supo cultivar esforzadamente mediante

la disección de las más diversas especies animales (cerdos, ovejas, bueyes, gatos, perros, caballos, leones, lobos; pero, sobre

todo, monos). Galeno, que no disecó cadáveres humanos, homi·

nizaba por analogía los resultados de esa empeñada exploración

del cuerpo animal, y tal fue la causa de no pocos de sus errores

anatómicos. Dos importantes obras de su madurez, De usu par·

tium («Sobre la utilidad de las partes») y De anatomicis admi·

nistrationibus («Sobre las manipulaciones anatómicas»), darán

expresión acabada a su concepción de la anatomía humana; concepción que nunca podrá ser bien entendida, si no se piensa

que para el griego Galeno nuestra «anatomía» y nuestra «fisiología» se funden unitariamente entre sí; ambas no son, en efecto, sino manifestaciones de la physis del hombre y, a través de

ella, de la physis universal.

El ya mencionado carácter sistemático de la obra anatomofisiológica de Galeno nos permite descubrir cómo son concebidos

en ella los tres momentos principales de un sistema morfológico:

la idea descriptiva (el punto de vista teorético y general desde

el cual está hecha la descripción de las partes), el concepto de

parte y el método de las descripciones particulares.

Un principio fundamental rige la idea descriptiva de Galeno:

su profunda convicción de que la naturaleza hace siempre lo

Medicina y «physis» helénica 77

más adecuado (la teleología de la physis como axioma básico)

y su no menos profunda fe en la capacidad de la razón del

sabio para conocer con verdad esa adecuación. El cuerpo humano realiza y expresa somáticamente una peculiar naturaleza

específica, la del hombre; y como por naturaleza el hombre es,

según la enseñanza aristotélica, un «animal dotado de habla y

razón» (de logos), la misión propia del sabio en tanto que «fisiólogo» consistirá en describir aquel cuerpo de modo que lo más

específico de su physis —la razón, el logos— aparezca en primer

término, y en exponer a continuación las formaciones y partes

que en el cuerpo hacen posible el cumplimiento de esa esencial

y primaria finalidad física. De ahí el orden de las descripciones

anatómicas de Galeno y la especial estructura del índice de sus

dos grandes obras: 1. Ante todo, la mano y el brazo, porque

la mano es «el instrumento de los instrumentos», como Aristóteles dice; con palabras de Galeno, «el instrumento necesario para

todas las artes», el agente instrumental para ese gobierno racional del mundo («arte», tekhné) que el hombre, entre todos los

animales, es el único en ejercitar. 2. A continuación, el pie y la

pierna, porque uno y otra permiten la bipedestación, y por tanto

la existencia de una mano anatómica y funcionalmente humana.

3. En tercer lugar, la cubierta osteomuscular de las tres grandes

cavidades del cuerpo, la abdominal, la torácica y la cefálica,

como adecuado estuche de los órganos que ellas alojan. 4. Luego,

el contenido de esas tres cavidades, porque los órganos que

albergan son, respectivamente, las partes en que se realizan y

actúan las tres potencias o dynámeis de cuya ordenada conjunción resulta, como veremos, la integridad de ese peculiar movimiento que es la vida del hombre: la potencia vegetativa, la

vital y la psíquica. 5. Los órganos de la generación. 6. Por fin,

las venas, las arterias y los nervios, en cuanto que vías para la

sustentación de las partes del cuerpo y para la comunicación

entre ellas. Galeno, en suma, se propone describir el cuerpo del

animal humano en la plenitud de su específico movimiento vital.

No puede ahora resultar extraño que cuando en nuestro siglo

se intente hacer una anatomía «funcional», de algún modo resucite el orden descriptivo de Galeno.

La conceptuarían de las partes orgánicas la hace Galeno,

consecuentemente, teniendo en cuenta el contorno lineal (perigraphé) de cada una de ellas, su localización en el cuerpo y la

función o uso que en éste desempeñan. Viene, en fin, el tercer

momento del sistema de la descripción anatómica, el método de

la descripción particular, que Galeno practica utilizando varias

de las nueve categorías o accidentes en que, dentro del pensamiento filosófico de Aristóteles, se realiza la que a todas otorga

78 Historia de la medicina

fundamento, la de sustancia: el lugar de la parte, la cantidad

(volumen y número) de ésta, su cualidad, su acción (lo que ella

hace) y su pasión (lo que padece o puede padecer). Todo ello

con la profunda convicción teleológica antes mencionada: el

bazo, por ejemplo, está donde está y es como es porque así

conviene a los fines de la naturaleza humana y para que sean

mejor cumplidos esos fines. La sustancia de la parte se manifiesta, ante todo, en su constitución estequiológica o elemental.

Sobre este esquema conceptual descansa el saber anatómico concreto de Galeno, obtenido, ya lo sabemos, recogiendo toda la tradición

anatómica anterior y como resultado conjunto de su ambiciosa investigación personal y del imperativo mental de sus doctrinas fisiológicas.

Hay así en la obra galénica multitud de conocimientos nuevos y ciertos —los suficientes para hacer de su autor un anatomista egregio—

y no pocos errores graves, que perdurarán hasta los siglos xvi y xvn:

el presunto «hueso incisivo» del hombre, la visión en cierto modo

simiesca del sistema músculo-tendinoso de la mano (aunque Galeno

alude al músculo oponente del pulgar: Barcia Goyanes), la descripción del cartílago tiroides (del cerdo), la idea de una rete mirabile

(«red admirable»), formada en la base del cerebro por la ramificación

arborescente de las carótidas, los cuatro lóbulos del hígado, la existencia de canales o «poros» que perforan el tabique interventricular

del corazón y ponen en comunicación funcional sus dos ventrículos,

la concepción del hígado como fuente central del sistema venoso

(jons venarum, le llamarán los latinizadores del sistema galénico), etc.

Galeno, que distinguió, como antes otros, los nervios motores de los

sensitivos, describió hasta siete nervios cerebrales (nuestros «pares

craneales»). Habrá que esperar hasta el siglo xvi para que este esquema galénico de la neurología craneal comience a ser corregido.

Tal fue el máximo logro de la morfología griega del hombre, y de él vivirán los médicos hasta que en la Europa del siglo xvi surja, frente a Galeno, una anatomía nueva.

B. La segunda de las grandes disciplinas «fisiológicas» que

delineó o proyectó el común pensamiento de los autores presocráticos fue la estequiología o doctrina de la composición elemental de los cuerpos naturales; en este caso, del humano. He

aquí una historia sumarísima de esa estequiología, desde los physiológoi presocráticos hasta el fin del mundo antiguo.

1. Sobre las dos básicas y cardinales concepciones presocráticas del stoikheion o elemento cósmico, la empedocleica y la

democrítea, dicho queda lo suficiente. Como «elementos dinámicos» pueden ser considerados, por otra parte, los momentos

cualitativos integrados en las varias enantióseis o «contraposiciones» que Alcmeón distingue: «lo húmedo y lo seco, lo frío

y lo cálido, lo amargo y lo dulce, y las demás».

Medicina y «physis» helénica 79

La superioridad cosmobiológiea de «lo cálido» (thermón), del cual

sería sumo portador «el fuego» (pyr), aparece en Heráclito: en él y

en Pitágoras y Parménides tendría su primer origen la concepción de

la vida como resultado de un «calor innato», ínsito en el cuerpo viviente. Diogenes de Apolonia, en cambio, concede primacía principal

y genética al «aire» (aer), que en el interior de los seres vivos se

hace «neuma» (pneuma). Con él y con los médicos itálico-sicilianos

(Filistión) va a iniciarse una de las más importantes doctrinas fisiológicas y patológicas de la Antigüedad: el neumatismo, del cual hemos

de ver luego, más o menos acusadas, varias formas particulares.

2. Tras esta etapa inicial, y con ella como fundamento, comienza la estequiología biológico-médica. Van a ser protagonistas de tal comienzo los médicos hipocráticos. Entre ellos perdura

la doctrina empedocleica (el agua, el aire, la tierra y el fuego

como primeros elementos del cosmos) y sigue vigente la atribución de una relevante importancia al neuma (Sobre las ventosidades, Sobre las carnes, Enfermedad sagrada), idea que el autor

del tratadito histórico llamado «Anónimo Londinense» atribuye

nada menos que al propio Hipócrates; pero —más o menos combinada con esa doctrina y esta idea— una noción nueva y sobremanera fecunda va a surgir en el Corpus Hippocraticum: la de

«humor» (khymós), entendido éste como un fluido más o menos

viscoso que permanece inmutable en todas las transformaciones

normales de la physis del hombre. Con esa idea nace la que

hasta bien entrado el mundo moderno va a ser en biología la

más influyente de las doctrinas estequiológicas: la llamada «doctrina humoral».

¿De dónde procede la noción del «humor»? La semejanza entre

la estequiología humoral y la doctrina india del tridhâtu es, desde

luego, sorprendente; pero lo probable es que una y otra sean, más

que el resultado de préstamos culturales en un sentido o en otro, la

expresión «griega» y la expresión «india» de una noción muy arcaica;

y no parece ilícito admitir que ciertos hechos de observación —sucesivo aspecto de las emisiones provocadas por vomitivos enérgicos,

coagulación de la sangre— hayan dado pábulo a la primera de tales

expresiones.

El número y la índole de los humores fundamentales no son

igualmente concebidos en todos los escritos hipocráticos de orientación humoralista; pero la enumeración que al fin se impondrá

como canónica es la que Pólibo expone en Sobre la naturaleza

del hombre: los humores básicos son cuatro, la sangre, la flema

o pituita, la bilis amarilla y la bilis negra o melancolía (mélaina

kholé, otra bilis), cada uno de ellos entendido como soporte y

agente de un par de cualidades o dynámeis elementales, lo frío

y lo húmedo (pituita), lo caliente y lo húmedo (sangre), lo ca-

80 Historia de la medicina

líente y lo seco (bilis amarilla) y lo frío y lo seco (bilis negra).

Considerados como «elementos secundarios» o biológicos —stoikheia, «elementos», les llamará expresamente Galeno—, los

humores resultan de la mezcla, en cuatro proporciones diversas,

de los «elementos primarios» o cosmológicos de Empédocles; y

como éstos, aunque en su orden, son «componentes elementales», no cuerpos empíricamente observables: la sangre que sale

de una vena ihcindida, por ejemplo, es una mezcla (krasis) de

los cuatro humores, en la cual predomina la sangre-elemento.

Los distintos tipos de esa mezcla o krasis darían lugar a las diversas partes —carne, sangre, grasa, materia hepática, etc.— que

nuestra experiencia del cuerpo nos hace percibir. Debe decirse

también que el humoralismo y el neumatismo, no incompatibles

entre sí, de alguna manera se combinan en ciertos parajes del

Corpus Hippocraticum y del «Anónimo Londinense».

Las tres más importantes manifestaciones de la constitución

biológica, el sexo, el tipo racial y el tipo temperamental, mediante la teoría humoral fueron explicadas por los hipocráticos. En

la colección de sus escritos se halla esbozada la famosa y canónica tipología cuaternaria de Galeno.

3. Heredero de los presocráticos y de los hipocráticos, Aristóteles sistematiza y perfecciona la estequiología cosmológica y

biológica de unos y otros. Admite los cuatro elementos de Empédocles y asigna a cada uno de ellos un par de cualidades complementarias (caliente y seco, el aire; fría y húmeda, el agua;

fría y seca, la tierra; caliente y seco, el fuego); sitúa en el ámbito

supralunar del cosmos el «éter» de que ya habían hablado los

pitagóricos, luego llamado quinta essentia por los doxógrafos latinos; probablemente bajo la influencia de Filistión, da especial

importancia en el mundo sublunar al neuma, agente vivificante

o animador que todo lo traspasa, y concediendo a la sangre

primacía biológica, nombra, por supuesto, los humores de que

los médicos hipocráticos han empezado a hablar; crea, en fin,

como ya se dijo, el concepto de «parte similar».

4. Esquematizando al máximo el complejo curso histórico

del pensamiento, en la etapa comprendida entre Aristóteles y

Galeno pueden ser discernidas, respecto de la estequiología, las

siguientes vicisitudes: a) El aristotélico Diocles de Caristo es

a la vez humoralista y neumático; por su parte, Praxágoras de

Cos aumenta el número de los humores, añade cualidades gustativas y olfativas a las cuatro de la doctrina humoral clásica

y acentúa la importancia del neuma. b) Discípulo de Praxágoras,

Herófilo rompe del modo más abierto con el humoralismo —no es

fácil para un disector ser humoralista—, y más que de «humores» prefiere hablar de «humedades» (hygrá); término éste que,

Medicina y «physis» helénica 81

por lo demás, ya había sido empleado en el Corpus Hippocraticum. En la misma línea hay que colocar a Erasístrato, en el

cual, como vimos y veremos, el papel del neuma sigue intensificándose, c) Bajo la influencia filosófica de Epicuro, Asclepíades

de Bitinia, apasionado antihipocrático, acomete revolucionariamente el arduo empeño de incorporar al saber médico, como

base «fisiológica» de él, la estequiología atomística de Leucipo

y Demócrito. Los metódicos —Temisón, Tésalo— le siguieron

en la empresa, fallida al fin frente a los neumáticos y a Galeno, d) Con la cosmología estoica (Zenón de Citio, Posidonio)

y la medicina neumática (Ateneo, Areteo), tan influida por aquélla, el predominio del neuma en la estequiología y la fisiología

llega a su cénit. Los pneúmata son clasificados (neumas «innato»,

«anímico», etc.), y en ellos, concebidos como fluidos continuos,

no atómicos, tendrían su causa la vida y sus manifestaciones.

5. Como en el caso de la anatomía descriptiva, Galeno es

quien ha legado a la posteridad el canon de la estequiología

antigua. Este se halla sistemáticamente constituido: a) por los

elementos de Empédocles, cada uno con el par de cualidades o

dynámeis elementales a él correspondientes, cuatro aquéllos y

cuatro éstas; tí) por los cuatro humores de Sobre la naturaleza

del hombre o elementos secundarios, formados por mezcla desigual de los elementos empedocleicos y dotados de las cualidades

que en cada uno de ellos impriman los elementos primarios

dominantes; c) por la serie de los pneúmata o «espíritus» (Spiritus es la traducción latina de ptteuma) en que Galeno —véase,

sin embargo, lo que sobre el tema se dice luego— ordena el

cambiante legado del neumatismo: los espíritus natural o vegetativo, vital y psíquico; d) por las partes similares, concebidas

como mezclas típicamente diversificadas de los humores: sangre,

piel, grasa, carne, tendón, hueso, etc., a las cuales no sería

descaminado llamar «elementos biológicos terciarios». En ellas

termina la estequiología y comienza —con las partes disimilares—

la organología. Y sobre esta bien delineada, esquemática estequiología, construye Galeno su tipología biológica: la célebre

y duradera clasificación de los individuos en sanguíneos, flemáticos, coléricos y melancólicos o atrabiliarios.

C. El problema científico de la antropogenia plantea de modo inmediato, en relación con el hombre, las dos cuestiones a

que en el siglo xix se referirán los nombres de «filogenia» (origen de la forma específica de un ser viviente) y «ontogenia»

(origen de su forma individual). Pues bien: sin emplear tales

nombres, ambas van a ser tratadas en la Grecia antigua desde los

orígenes mismos de la physiología presocrática.

82 Historia de la medicina

En lo tocante al origen de la especie humana, tanto en los

fragmentos de los «fisiólogos» presocráticos como en los escritos

de los médicos hipocráticos hay textos que denotan con toda

claridad un pensamiento «evolucionista». Este es muy claro, por

ejemplo, en ciertos pasajes de Anaxágoras, y sobre todo en las

llamativas imaginaciones «transformistas» de Empédocles. No

menos patente es la preocupación antropogónica en los escritos

Sobre la dieta (la forma humana, resultado de la configuración

de elementos cósmicos anteriores a ella) y Sobre las carnes, ambos del Corpus Hippocraticum. En cambio, Aristóteles, no obstante su doctrina de la generación espontánea (formación de

«gusanos» en el limo de los ríos y en la carne putrefacta), tiene

en Sobre las partes de los animales frases antievolucionistas.

Más abundantes y precisas son las ideas —en cuya génesis

la observación y la imaginación tan inextricablemente se combinan— acerca del origen del individuo humano. Las dos «semillas», la masculina y la femenina, colaboran en la formación

del embrión; pero en cuanto a la procedencia de esas semillas,

es posible distinguir en la biología antigua tres orientaciones

principales (Erna Lesky): la teoría encéfalo-mielógena, sin duda

la más arcaica, que atribuye el origen de la semilla al cerebro

y a la médula espinal (de ella quedan restos en Aguas, aires y

lugares y en Sobre la generación); la teoría de la pangenesis: la

materia fecundante procedería de todas las partes del cuerpo

(es la que prevalece entre los médicos, tanto de Cnido como de

Cos); la teoría hematógena, según la cual el esperma tiene su

fuente en la sangre (sostenida por Pitágoras, Diógenes de Apolonia y Aristóteles, esta doctrina no parece haber pasado a los

escritos hipocráticos).

Tres etapas principales pueden señalarse en la historia de

la embriología antigua: hipocrática, aristotélica y galénica.

1. Varios son los autores que en la colección hipocrática

exponen ideas embriológicas. Bajo la acción del calor uterino

la mezcla de las semillas se condensa y da lugar al embrión, el

cual se nutre de dos fuentes, la sangre menstrual que habría de

efundirse y no se efunde durante el embarazo y el hálito de la

madre, éste transformado en neuma dentro de la masa embrionaria. Por fin, el neuma se fragua un conducto, por donde el

embrión empieza a respirar. El sexo vendría determinado por

el «predominio» de la semilla paterna o por el de la materna, y

la condición pansomática de ambas permitiría explicar el hecho

de la herencia de los caracteres corporales.

2. Para Aristóteles, la forma del nuevo ser (lo caliente, lo

activo) la pone la semilla masculina, y la materia del embrión

(lo frío, lo pasivo), la semilla femenina. Con sus observaciones

Medicina y «physis» helénica 83

acerca del desarrollo del huevo de las aves, Aristóteles es, sin

duda, el creador de la embriologfa comparada. El corazón, parte

principal del cuerpo, sería lo primero en formarse y automoverse

(primum vivens), y lo último en detenerse y morir (ultimum mortem).

3. En lo fundamental, la embriología de Galeno procede

de Aristóteles, y en menor medida de los hipocráticos y los

alejandrinos. De Aristóteles es su idea del papel que en la fecundación desempeñan el macho y la hembra, y de Erasístrato

la distinción entre las partes seminales y las parenquimatosas.

En algo, sin embargo, se apartó radicalmente Galeno del Estagirita. Doctrinariamente atribuyó prioridad cronológica a la génesis de las partes vegetativas, y pensó en consecuencia que el

primum vivens del embrión es el hígado y que la aurícula derecha —para él, una dilatación de la vena cava; por tanto, una

suerte de expansión del hígado— sería el ultimum moriens.

D. A la última de las cuatro grandes disciplinas en que se

despliega la physiologia antigua le di páginas atrás, en el más

etimológico de los sentidos, el nombre de dinámica. Según este

cuarto punto de vista, ¿qué será la physis del hombre? Evidentemente, lo que ella hace para ser lo que es y como es; con otras

palabras, su peculiar movimiento vital, en tanto que descriptiva

y causalmente conocido. Dinámica de la physis humana: conocimiento de sü movimiento vital, somático y psíquico, según las

capacidades o potencias que existen en ella y conforme a las

causas que lo determinan. Cuatro conceptos básicos, pues, se

articulan en esta ciencia: kinesis (cambio, movimiento), dynanis (potencia), aitia (causa) y acción (ergon, enérgeia); todos

ellos al servicio del uso o la utilidad (khreia) de la parte a que

se refieran. Veamos cómo la dinámica de la naturaleza del hombre nace y se constituye en la historia de la Antigüedad clásica.

1. Muy abundantes son las nociones de orden dinámico

para mayor claridad, llamémoslas fisiológicas, en el restricto

sentido actual, no en el amplio sentido antiguo de la palabra—

que contienen los fragmentos de los autores presocráticos. Con

especial relieve destaca a este respecto la obra de Alcmeón de

Crotona. El hombre, afirma Alcmeón, se distingue de los demás

animales por su inteligencia; los animales sienten, pero no entienden. El cerebro es el centro de la vida del hombre, tanto de

la sensorial como de la psíquica. Alcmeón ha sido el primero

en afirmar esta importantísima verdad, rompiendo con la doctrina arcaica, según la cual ese centro sería el phren. Los hipocráticos aceptarán sin reservas su hallazgo, pero no, incomprensiblemente, Aristóteles. La especulación filosófica, la observación

84 Historia de la medicina

y acaso el experimento debieron de aunarse en el logro de este

fundamental descubrimiento del médico de Crotona.

En rápida y concisa enumeración, he aquí los principales

temas fisiológicos a que los pensadores presocráticos consagran

su atención: el calor como principio y causa de la vida (Heráclito, Pitágoras, Parménides); el carácter intrínsecamente racional de los movimientos de la naturaleza, y por tanto el radical

logos de ésta (Heráclito); el papel vivificante del neuma (Diogenes de Apolonia, tradición itálico-siciliana); la percepción sensorial y el mecanismo de la generación (casi todos ellos); el movimiento de la sangre en los vasos (Alcmeón, Empédocles, Diogenes de Apolonia, Demócrito; éste es el primer autor que habla

del «pulso» como phlebopalía); la respiración (Empédocles: distinción entre respiración torácica o anapnoé y respiración cutánea, perspiración o diapnoé). Apenas parece necesario decir que

son varias las orientaciones intelectuales, en lo tocante a la explicación científica de todos estos hechos fisiológicos.

2. En alguna medida por un desinteresado afán de conocer

científicamente la realidad, como los physiológoi presocráticos,

en medida mayor por exigencia de su oficio de sanadores, los

médicos hipocráticos avanzan considerablemente por la vía que

aquéllos habían iniciado. Salvando las obvias discrepancias ocasionales entre sus muchos autores, bien a causa de la particular

orientación intelectual, bien por la escuela médica o la época a

que cada uno perteneciese, veamos en su conjunto el saber fisiológico contenido en el Corpus Hippocraticum.

Sean espontáneos o provocados, los cambios o movimientos

de la physis humana, como los de todos los seres del cosmos,

pueden obedecer a una forzosidad invencible (anánke: nuestro

cuerpo pesa «por necesidad») o a la contingencia, al azar {tykhe);

sólo estos últimos podrían ser modificados o gobernados mediante el arte o «técnica» (tekhné). Pues bien: en el caso de

la physis del hombre, unos y otros, juntos entre sí, constituyen

la trama de su movimiento vital, su vida.

La vida del hombre, cuya normalidad exige por una parte la

buena mezcla (eukrasía) de los humores o el buen flujo del neuma (eúrroiá) por los canales del cuerpo, la buena relación entre

las partes {koinonía, sympátheia) y la bien medida actividad de

éstas (metríon), y por otra la armonía dinámica entre el organismo individual y el kosmos que le rodea, desde la atmósfera

inmediata hasta los remotos astros, se hallaría esencialmente

mantenida por dos instancias: el calor implantado o ingénito

(émphyton thermón), cuyo asiento principal es el corazón, y el

alimento, que puede ser sólido, líquido o gaseoso.

El aire exterior, que dentro del cuerpo se hace pneuma, pe-

Medicina y «physis» helénica 85

netra en él por la boca y la nariz y por la piel (diapnoê); y

según Sobre la enfermedad sagrada va en primer término el

encéfalo, por el etmoides (para suscitar allí la inteligencia), y

luego a los pulmones, al corazón, al vientre y al resto del cuerpo

(para refrescar unas partes y vivificar otras). Según los autores

cnidios, los líquidos pasarían por la tráquea al pulmón, para

humedecerle y refrigerarle; error que será rectificado con el descubrimiento de la función oclusiva de la epiglotis {Enfermedades IV). Los alimentos sólidos, en fin, son sometidos en el tubo

digestivo a un proceso de «cocción» (pepsis), mediante el cual

el cuerpo vence o no puede vencer la resistencia de aquéllos

(«ley del predominio», concepción agonal o competitiva de la

digestión), y convierte en «semejante» (homoion) su materia,

si tal victoria efectivamente acontece («ley de la asimilación»).

Hay, pues, separación de lo digerible y lo no digerible {diákrisis), expulsión de esta segunda parte (apókrisis), atracción

de cada humor (hélkein) al lugar para él más idóneo (la pituita

a la cabeza, la sangre al corazón, la bilis amarilla al hígado, la

bilis negra al bazo; Enfermedades IV) y asimilación final. Cada

humor conservaría sus dynámeis o cualidades propias.

Frente a lo que algunos autores han sostenido, los hipocráticos no conocieron la circulación de la sangre (Diepgen, Diller);

pero sí afirmaron el carácter cíclico y rítmico (kyklos) de la vida

orgánica: un ciclo de tres días, por ejemplo, para el total proceso de la nutrición. El alma (psykhé) es concebida como la

más sutil parte del cuerpo; una parte invisible que crece a lo

largo de la vida y cuyas funciones propias son el pensamiento,

la conciencia, la afectividad y la estimativa. La conexión entre

el cerebro y la actividad psíquica es en el Corpus Hippocraticum

noción general (muy clara en Enfermedad sagrada), y de la

mutua relación entre la psique y el soma se habla más de una

vez en sus páginas. La vida del hombre en su mundo (bíos)

supone tanto una constante adecuación de su physis a las cambiantes convenciones sociales (nomos), como el ejercicio de las

diversas artes (tekhnai). En la segunda mitad del siglo ν a.C,

éste era en Grecia uno de los temas del día, y los médicos de

Cos y de Cnido no fueron sordos a él.

No parece necesario decir de nuevo que en la fisiología del

Corpus Hippocraticum son frecuentes los errores por obra de

una imaginación excesivamente apresurada; por ejemplo, la idea

de una comunicación directa entre el tubo digestivo y la vejiga

urinaria para explicar la rápida eliminación del agua ingerida.

3. La importantísima aportación conceptual de Aristóteles

a la dinámica de la naturaleza en general y de la naturaleza

humana en particular puede ser ordenada en los siguientes

86 Historia de la medicina

puntos principales: a) idea de la physis como principio del movimiento y del reposo; b) preciso concepto filosófico del movimiento y clasificación de éste en cuatro modos principales, el

cualitativo (paso de una cualidad a otra distinta; por ejemplo,

de un color a otro), el cuantitativo (aumento o disminución),

el local (desplazamiento en el espacio) y el sustancial (generación y corrupción); c) conceptos físico-filosóficos de materia

(lo puramente pasivo) y forma (lo activo o informante y lo que

de hecho va resultando de tal acción); d) conceptos, igualmente

físico-filosóficos, de potencia (lo que puede ser, dynamis) y acto

(lo que está siendo, enérgeic); e) idea precisa de la causa (aitía)

y metódica conceptuación de los cuatro momentos que la integran: causa eficiente (lo que da lugar al movimiento o al ser),

causa material (aquéllo sobre que actúa la causa eficiente), causa

formal (lo que va resultando de dicha acción) y causa final (el

término y la finalidad de lo que se hace); la dinámica y la teología de la physis —teleológico, finalista, fue el pensamiento de

Aristóteles— pueden quedar así rigurosamente entendidas; /) la

ya mencionada elaboración intelectual del método para conocer

rectamente la realidad de las cosas, su doctrina de la inducción

y la deducción.

Pero, como es bien notorio, Aristóteles fue verdadero hombre

de ciencia, además de filósofo, y el más concreto saber fisiológico aparece en varias de sus obras.

Como contrapartida de su desconocimiento del gran hallazgo de

Alcmeón —para el Estagirita, el corazón sigue siendo el centro de la

vida psíquica; salvo su relación con las sensaciones olfativas, acústicas

y visuales, el cerebro sería una suerte de glándula reguladora de lo

frío y lo húmedo, por tanto de la pituita—, Aristóteles ve la distribución de los vasos y el movimiento de la sangre de un modo mucho

menos incorrecto que los hipocráticos: en la viscera cardíaca tienen

su centro una y otro. La sangre, alimento del cuerpo y agente material

del pensamiento, puede ser arterial o venosa. Mantienen la vida orgánica un calor y un neuma innatos, por tanto existentes ya en el

embrión y procedentes del esperma paterno. El neuma que con la respiración y la perspiración penetra desde fuera serviría para compensar

el desgaste del innato y refrigerar el calor vital. A los movimientos

respiratorios se les compara con los del fuelle del herrero. Los alimentos son convertidos en jugo alimenticio (ikhór), el corazón transforma a éste en sangre, por cocción, y la sangre, conducida por los

vasos para la nutrición de las partes a donde llega, deja en este proceso residuos (perissómata), que varían mucho de una especie animal

a otra. Sobre la función generativa, a la que tanta y precisa atención

dedicó Aristóteles, en De generatione animalium, recuérdese lo que en

un párrafo anterior se dijo. Asentada en el corazón, el alma (psykhé)

es la fuente de la vida y el movimiento; en ella se diferencian tres

«formas» (material o vegetativa, sensible y neumática) y cinco cuali-

Mediana y «physis» helénica 87

dades (nutritiva, sensitiva, concupiscible, motiva según el lugar e

intelectiva). Venido al alma «desde fuera» —enigmática expresión

aristotélica—, el nous o intelecto es aquello por lo cual el hombre

puede entender.

3. Durante los casi cinco siglos que separan a Aristóteles de

Galeno, las más importantes vicisitudes del saber fisiológico

son las siguientes: a) El intento alejandrino de edificar, como

fundamento científico de la medicina, una fisiología nueva y

antihipocrática. Herófilo puso en tela de juicio la teleología de

la naturaleza (la menstruación, fenómeno natural, puede ser

buena o mala) e inició la construcción de una doctrina fisiológica a la vez neumática, solidista y dinámica. Las dynámeis

de que habla, no cosmológicas o primarias, sino biológicas o

secundarias, son cuatro: nutritiva, calefactiva, intelectiva y sensitiva, localizadas respectivamente en el hígado, el corazón, el

cerebro y los nervios. Situado entre el cerebro y los nervios,

el halamos sería la sede del alma. Su análisis del pulso arterial

no fue sólo cualitativo (pulso duro, tembloroso, etc.), sino mensurativo; él ha sido, gran hazaña, el primero en contar las pulsaciones mediante la clepsidra. En la respiración veía un efecto

de la sístole y la diastole del pulmón. Menos radical que Herófilo, Erasístrato volvió, aunque con notoria arrogancia, a la

teleología hipocrático-aristotélica: la physis actúa adecuada y

providentemente, sí, pero a veces hace cosas inútiles (el bazo,

por ejemplo, no serviría para nada). El verdadero sabio —el

sabio que ve, experimenta y piensa— «sabe más» que la naturaleza. No fue Erasístrato humoralista, sino, a su modo, atomista

y neumático —animada por el calor exterior, la agitación atómica del cuerpo se haría movimiento vital—, y en sus explicaciones fisiológicas recurrió con frecuencia, más que a las tradicionales dynámeis primarias y secundarias, a la doctrina aristotélica del horror vacui. Su gran error fue afirmar que las arterias

no contienen sangre, sino tan sólo neuma, «vital» en las arterias

somáticas y «psíquico» en las cefálicas. El centro rector de la

vida anímica o hegemonikón (conciencia, gobierno de la conducta) estaría situado, en efecto, en las meninges y el cerebelo.

Admira la sutileza con que, utilizando su idea anatómica de la

triplokía, explica mecánico-neumáticamente la respiración y el

movimiento del corazón y de los vasos. Hasta ha podido decirse

(Fuchs) que, sin el error de negar la existencia de sangre en las

arterias, Erasístrato se hubiese adelantado a Harvey. La nutrición, en fin, sería el proceso que transforma el alimento en

sangre, y la sangre en parénkhyma visceral, b) Más radicalmente

antihipocrática, aunque harto menos genial que la de los alejandrinos fue la fisiología atomística de Asclepíades. Los onkoi

88 Historia de la medicina

elementales (si se quiere, «moléculas», mínimos «corpúsculos»)

tienen forma distinta según el lugar y la función, y mediante sus

diversos movimientos podría ser explicada la varia actividad

vital del cuerpo. La orina, por ejemplo, llega como vapor a la

vejiga, y en ésta se condensa. El «alma» —noción que él estima

inconcebible— sería no más que la suma de las distintas funciones sensoriales y «psíquicas». Mayor todavía es la simplificación

intelectual en la sumaria fisiología neumático-solidista de los

continuadores de Asclepíades, los metódicos Temisón y Tésalo,

c) El pensamiento cosmológico de la filosofía estoica (neuma o

fuego originario como divina «alma del mundo»; «razones seminales» de los diversos seres naturales que en ese neuma hay

contenidas; «simpatía» universal; distinción de dos principios

radicales en la physis, «lo activo», poion, y «lo pasivo», paskhon,

mezclados en proporción variable) hácese fisiología médica en

la escuela neumática. En los seres vivientes, el hombre entre

ellos —piensa Ateneo—, la operación de «lo activo» sobre «lo

pasivo» diversifica el neuma universal en dos materias-fuerzas

elementales, las formativas o «poiéticas» (calientes o frías) y las

formadas o «hílicas» (secas o húmedas). Ellas son para los médicos neumáticos el fundamento del saber fisiológico y patológico. Prosiguiendo la investigación esfigmológica anterior a él,

Agatino intentó poner el pulso en relación con la edad. El estoicismo de los neumáticos influyó sobre Galeno y —con su enérgica afirmación de la unidad de la naturaleza humana y la natural comunidad de todos los hombres— dio fundamento éticofisiológico a la «filantropía» de los médicos. Véase más adelante.

4. Como en lo relativo a la vertiente morfológica de la

anatomo-fisiología humana, también en lo tocante al costado

fisiológico de ésta es Galeno la figura a la vez máxima y terminal de la Antigüedad clásica. Heredó toda la ciencia griega,

especialmente la hipocrática, la platónica, la aristotélica y la

estoica; rechazó, a veces con aspereza y cierta injusticia —tal

fue su actitud frente a Asclepíades y a Erasístrato—, lo que de

esa ciencia le pareció inaceptable; observó por su cuenta, pensó

sobre lo observado y, a su modo, experimentó; y como resultado de todo ello compuso el paradigma fisiológico que hasta el

siglo xvn, salvo contadas excepciones personales, todos los médicos cultos, bizantinos, árabes, judíos, europeo-medievales o

europeo-renacentistas, juzgarán óptimo y tratarán de hacer suyo.

Todavía habrá «galénicos» —siquiera de manera parcial— en

el siglo XVIII. Para mayor claridad, distingamos en ese sistema lo

que en él es «fisiología general» y «fisiología especial».

a) No contando lo que al hablar de su anatomía y su estequiología quedó dicho, cuatro son (García Ballester) los concep-

Medicina y «physis» helénica 89

tos fundamentales de la fisiología general galénica: alma

(psykhé), potencia o facultad (dynamis), espíritu (pneuma) y

calor implantado o innato (émphyton thermón). Entendida como

especificación viviente del principio que da forma a la materia

(Aristóteles), el «alma» para Galeno, platónico esta vez, tendría

tres partes: concupiscible, irascible y racional, respectivamente

localizadas en el hígado, el corazón y el cerebro. Ahora bien:

Galeno somatiza al máximo ese inicial platonismo, reduce «la

sustancia del alma» a la mezcla de las cuatro cualidades básicas

(lo húmedo, lo seco, lo frío y lo caliente) y renuncia a ocuparse

de lo incorpóreo (asomatón), si es que hay algo no corpóreo en

la naturaleza del hombre: Las costumbres del alma se derivan

de la complexión humoral del cuerpo, afirma el título de uno

de sus escritos; con él la fisiología y la medicina intentan adueñarse de la ética. La dynamis de la fisiología galénica hereda

la tradición que va desde los presocráticos hasta Aristóteles y

que en éste se perfecciona: dynamis como potencia para hacer

algo, ínsita en aquello a que como propiedad suya pertenece.

Lo que hace Galeno es sistematizar y multiplicar —a veces hasta la exageración— la variedad de ellas. Aparte los dos pares de

potencias o cualidades elementales de los cuatro humores (lo

ealiente y lo frío, lo húmedo y lo seco), habría en el hombre:

cuatro dynámeis principales (natural, vegetativa o physiké; vital

o zotiké; animal, psíquica o psykhiké; y sobre ellas una cuarta,

intelectiva y hegemónica); varias secundarias, entre las que destacan la «atractiva», la «retentiva», la «conversiva» y la «excretiva», que presiden la función de los distintos órganos; muchas, en fin, específicas, dependientes de la totalidad del ente en

cuestión (dynámeis purgativa, aglutinante, etc., en el caso de

un fármaco como el áloes). La múltiple doctrina del Corpus

Hippocraticum acerca de la dynamis- queda así rígidamente sistematizada. Los espíritus (pneúmatd) son sustancias materiales

altamente sutiles, gracias a las cuales las potencias de las partes

orgánicas pasan a ser la acción y el acto de ellas; con otras

palabras, los instrumentos agentes del movimiento vital. El galenismo tradicional afirmará la existencia de tres órdenes de

espíritus, el físico o natural, el vital y el psíquico; pero la

investigación reciente (Temkin) ha demostrado que en los escritos de Galeno no es tan tajante esa distinción, sobre todo en

lo que atañe a los dos primeros de esos tres pneúmata. Con matices que no podemos detallar aquí, la vieja doctrina del «calor

innato» pervive, en fin, en la obra de Galeno.

b) El acabado sistema anatomofisiológico que es la fisiología

especial del Pergameno puede ser expuesto al hilo de las tres

digestiones o «cocciones» que según él acontecen en el organis-

90 Historia de la medicina

mo humano: 1.a

 El alimento es convertido en quilo en el tubo

digestivo; la potencia excretiva de éste separa de aquél y elimina

como heces fecales sus porciones no digeribles. 2.a

 A través de

la vena porta, el quilo llega al hígado, el cual le transforma

en sangre venosa; ésta va por las venas a las partes periféricas

(el hígado como fons venarum), a la aurícula derecha del corazón por la vena cava, al riñon para la eliminación del agua

excedente, bajo forma de orina, y al bazo para la separación del

exceso de bilis negra que en ella haya. De la aurícula derecha,

la sangre procedente de la vena cava pasa al ventrículo derecho,

el cual por la vena arteriosa (arteria pulmonar) la envía al pulmón, para nutrirle, y por los conductos o «poros» que, según

Galeno, atraviesan el tabique interventricular, al ventrículo izquierdo, donde se convertirá en sangre arterial. Sucede esto por

obra del aire exterior. Salvo la pequeña parte de él que en los

pulmones haya consumido la arterialización de la sangre aportada por la vena arteriosa —esa sangre no tendría de otro modo

suficiente virtud nutricia—, el aire es conducido al ventrículo

izquierdo por la arteria venosa (vena pulmonar). Dos serían,

pues, las funciones de este vaso: llevar aire al ventrículo izquierdo (Inspiración respiratoria) y expulsar al exterior los productos de desecho (fuligines, «hollines») que resultan de la mencionada arterialización o neumatización ventricular (espiración). La

sístole del ventrículo izquierdo lanza a la aorta la sangre en él

neumatizada, y las arterias supra e infradiafragmáticas la conducen ulteriormente a las partes periféricas y a la rete mirabile

del cerebro. Antes de que las finas arterias periféricas alcancen

su término, un denso sistema de anastomosis vasculares las

ponen en comunicación con las venas en que se ramifican las

más gruesas que salieron del hígado; con lo cual se mezcla el

contenido de unas y otras, se neumatiza en su trayecto terminal

la sangre hepática o venosa y, proceda de una u otra fuente,

el ventrículo izquierdo o el hígado, toda la sangre queda así

apta para nutrir. Otro es el destino de la sangre neumatizada

que llega a la rete mirabile: esa sangre penetra en el cerebro,

que de este modo, además de nutrirse, puede formar el sutilísimo neuma psíquico o espíritu animal. A través del conducto

que luego será llamado «acueducto de Silvio», el neuma psíquico pasa a la médula espinal y a los nervios, como agente inductor de la dynamis psykhiké, y por tanto de la sensación y el

movimiento. 3.a

 La nutrición de las partes periféricas constituye,

en fin, la «tercera digestión», cuyos residuos serían el sudor, las

lágrimas, el sebo cutáneo, el pelo y las uñas. El esquema adjunto da una clara idea de todo este proceso.

c) Así procede la physis humana, y en esto consiste para

Medicina y «physis» helénica 91

REPRESENTACIÓN ESQUEMÁTICA DE LA FISIOLOGÍA ESPECIAL DE GALENO

11 DIGESTION]

iimenu

1

o díge

Medula y nervios

Tubo digestivo *

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Heces

fecales

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Espíritus

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Arteria venosa

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S. arterial

Venas periféricas

S. venosa

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arterio-venosas

t

S. arteríalizada

I DIGESTION | pa rtes periféricas

• Sangre venosa

• Sangre arterial

- Aire

Residuos varios

Residuos:

sudor, pelo, etc.

92 Historia de la medicina

Galeno la actividad vital del hombre. El movimiento propio de

cada órgano (su kinesis), movimiento que puede ser cuantitativo,

cualitativo, local y sustancial (generación y corrupción), es el

efecto de una causa (aitía), en la cual, aristotélicamente, se articulan cuatro momentos causales: el eficiente (pneuma, spiritus),

el material (la parte que se mueve, con las dynámeis o «potencias» que le sean propias), el formal (la acción propia de la

parte, su enérgeia) y el final (el término, telos, y la utilidad vital,

khreía, de tal acción). Todo movimiento vital es, por esencia,

activo: el riñon «chupa» (dynamis helktiké, vis attractiva) la

sangre que él ha de purgar; tanto en su sístole como en su

diastole, el corazón y las arterias «pulsan», se mueven activamente {dynamis sphygmiké, vis pulsifica), etc. Tan lleno de

confianza en sí mismo como Erasístrato —aunque de otro modo—, Galeno piensa que el logos del sabio, su razón, puede

conocer recta e inmediatamente el logos de la naturaleza, la

legalidad y la finalidad de ésta. Venera, desde luego, al dios de

la naturaleza, que con tan maravillosa adecuación procede siempre; pero en tanto que sabio él se siente capaz de desvelar

muchos de los secretos de ese dios. Tal es la causa del carácter

más «comprobativo», que «pesquisitivo» de sus experimentos

fisiológicos: el experimento es para él, en efecto, la epifanía

de una oculta verdad de la physis que él ya conocía y que con

su artificio experimental ha sabido poner en evidencia. Y tal es

asimismo la razón por la cual Galeno, no como simple médico,

sino como «filósofo y teólogo de la naturaleza» (Temkin), planteará luego graves problemas religiosos y mentales a los sabios

de las tres grandes religiones monoteístas de la Edad Media.

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