y el maligno Angra Mainyav (Ahrimán), agente de la destrucción
y el mal. Entre los semidioses benéficos debe ser mencionada
Haoma —entre los*hindúes, Soma—, personificación de una planta sagrada y de la bebida narcotizante y sanadora del mismo
nombre.
Medicina pre técnica 23
C. El pensamiento y la medicina de los griegos, ¿recibieron
algún préstamo del pensamiento y la medicina de los iranios?
La cuestión quedó planteada en 1923 por un resonante artículo
de A. Götze, en el cual sostenía que la doctrina del microcosmos, cuya primera expresión helénica habrían sido ciertos párrafos del escrito hipocrático Sobre las hebdómadas, fue casi
literalmente tomada del Bundahisn. Ulteriores estudios de otros
autores, a la cabeza de ellos W. Kranz, han mostrado que las
cosas no son tan sencillas. En efecto: la idea de la semejanza
entre el hombre y el universo, surgida de una concepción arcaica del sacrificio religioso —el sacrificio como repetición ritual de
la génesis del mundo—, aparece en muy distintos pueblos y toma
en cada uno de ellos figura propia. En el Irán y en la India, por
ejemplo, tal figura posee un carácter preponderantemente cósmico-religioso; en Grecia, en cambio, aunque sin perder su última
dimensión religiosa, porque para los griegos ilustrados la physis
era «lo divino», no tardó en adquirir una clara significación
cósmico-fisiológica.
Sobre otro problema análogo, la relación entre una posible
y más arcaica medicina indoirania y la doctrina humoral de los
médicos griegos, véase lo que más adelante se dice.
Sección III
CULTURAS ARCAICAS PERVIVIENTES
Por completo se extinguieron la cultura asirio-babilónica y las
del Egipto y el Irán antiguos, aunque ciertos hallazgos suyos y
varias de sus creaciones perdurasen fuera de su lugar de origen.
No puede decirse lo mismo de otras culturas arcaicas, surgidas
a la historia casi al mismo tiempo que ellas o algunos siglos
después: las que florecieron en la China y en la India antiguas,
la que tuvo como protagonista al pueblo de Israel, la japonesa
anterior al siglo xvm, las de la América precolombina. A partir de sus respectivos orígenes prehistóricos, todos alcanzaron
grandeza y complejidad; pero una vez logrado su más alto nivel,
en él quedaron o desde él decayeron hasta que la ciencia, la técnica y la organización social de Europa penetraron en su seno,
se combinaron de uno u otro modo con las formas de vida
propias de cada una y, en todo o en parte, definitivamente las
incorporaron a la historia que solemos llamar occidental.
Vamos a estudiar sucintamente las distintas medicinas que
esas culturas crearon antes de que se occidentalizara y uniformara su actitud frente a la enfermedad. Teniendo siempre muy
en cuenta que una de ellas, la medicina pretécnica de la Grecia
arcaica, desapareció, sí, mas para transformarse desde dentro de
sí misma en la primera medicina formalmente «técnica» de la
historia, y por tanto en el verdadero punto de partida de la
nuestra: la que después del siglo vi a.C. fue constituyéndose en
la Grecia clásica.
24
Capítulo 1
LA MEDICINA DE LA CHINA ANTIGUA
Siguiendo la pauta de P. Huard y Ming Wong, la historia
de la medicina china puede ser dividida en cuatro grandes períodos: la medicina correspondiente a las civilizaciones protohistóricas (1.600 a.C-221 a.C); la del Imperio Antiguo (220 a.C589 d.C); la del Imperio Medio (589-1367); la de China moderna
(1368-1911). Desde un punto de vista puramente historiográfico,
esto es sin duda lo que procede; pero la índole principalmente
didáctica de este libro hace preferible, como en casos anteriores,
exponer de manera metódica el sistema central o básico de esa
medicina. Quienes deseen conocer el proceso de la constitución
de tal sistema, los nombres de sus principales autores y los textos en que sucesivamente ha tenido expresión escrita, deberán
recurrir a los libros que en la bibliografía se mencionan.
A. Al menos desde el siglo ν a.C, el saber de los médicos
chinos ha tenido como fundamento intelectual una doctrina cosmológica muy bien articulada. Una realidad última, inmutable
y eterna, el Tao, de donde el nombre de taoísmo, produjo el
universo, en el cual se manifiesta constantemente bajo forma de
dos principios contrapuestos, el Yang (el cielo, la luz, la fuerza,
la dureza, el calor, la sequedad, lo viril) y el Yin (la tierra, la
oscuridad, la debilidad, la blandura, el frío, la humedad, lo femenino). De la mutua relación dinámica entre ellos dependerían
el curso cíclico y la varia peculiaridad de los procesos naturales.
Originariamente religioso y teológico, tal esquema perdió
pronto ese carácter y por obra, sobre todo, de los continuadores
de Confucio y de Lao-Tse, se hizo pensamiento secular; si se
quiere, filosófico. A la vez, Tseu-Yen (336-280 a.C), sobre el
que probablemente influyó la cultura india, introdujo en la
cosmología china la noción de «elemento cósmico», entendido
éste como principio material-energético. Cinco serían en la realidad tales elementos: agua, tierra, fuego, madera y metal. La
física, la alquimia, la fisiología y la medicina de la China anterior
a su occidentalización, en esta idea del cosmos tuvieron su fundamento. El hombre, microcosmos, se halla formado por esos
cinco elementos, y en la mezcla y la dinámica de los cinco
posee su base real la vida humana.
25
26 Historia de la medicina
La combinación del «materialismo organísmico» a que condujo
la secularización del primitivo taolsmo (J. Needham) con la universal
y exigente ética de Confucio dio lugar a la concepción del mundo
propia de la China tradicional, y acaso permita entender el rápido y
popular arraigo del marxismo de Mao-Tse-tung en la China actual.
El Tao, que lo informa todo, no piensa, pero es pensado; no quiere,
pero es la ley. La peculiar aproximación del pensamiento chino a la
idea de «ley natural», aquí tuvo su origen y su base.
B. Se dice que a comienzos de nuestra era, un médico de
la Corte y un carnicero recibieron el encargo de abrir el cadáver
de un criminal para examinar sus visceras y vasos; pero sólo mil
años más tarde llegó a existir un texto chino de anatomía, el de
Yang Kiai (ca. 1068-1140). Con sus grandes deficiencias y sus
grandes errores, ese tratadito tuvo vigencia durante siete siglos,
hasta que Wang-Tsing-jen (1768-1831), ya bajo influencias occidentales, compuso un manual más completo y mucho menos
erróneo. Por su relación con la acupuntura, los vasos y los canales —reales o imaginarios— fueron muy atentamente considerados por los médicos chinos. Esta rudimentaria anatomía y ei
pensamiento cosmológico antes esbozado dieron base a la fisiología tradicional.
Como la cosmología, el saber anatomo-fisiológico de la antigua
China se halló presidido por el número cinco: cinco elementos
básicos, cinco órganos principales (corazón, pulmón, riñon, hígado y
bazo) y cinco órganos secundarios o subordinados (intestino delgado,
intestino grueso, uréter, vesícula biliar y estómago), a los cuales
corresponden otros tantos planetas, estaciones, colores, sonidos y
sabores. La relación viviente entre los órganos es de amistad y enemistad, de acuerdo con su composición elemental, y en último término con su papel en la dinámica Yang-Yin: el corazón (fuego) tiene
su enemigo en el riñon (agua) y su amigo en el hígado (madera), etc.
Por esto es signo de mal pronóstico que en los enfermos del corazón
la lengua roja (predominio del fuego) poco a poco se ennegrezca
(predominio del agua).
C. No parece desmesurado atribuir una patología general
relativamente racionalizada a la medicina clásica de la antigua
China. El desequilibrio en la dinámica del Yang y el Yin, con
el subsiguiente desorden en la de los cinco elementos, constituye el fundamento de la enfermedad, cuyo cuadro sintomático
resulta de la modulación de ambas alteraciones en el órgano
afecto. Causas de enfermedad pueden ser las mudanzas excesivas del clima, la dieta y las relaciones afectivas, el enfriamiento
y la mojadura, los venenos; mas también, asociados con ellas,
los demonios malignos. «Más de setenta exorcistas, alquimistas
y expertos en hierbas», dice un texto, fueron convocados muy
Medicina pretécnica 27
poco antes de nuestra Era para procurar a un emperador salud
permanente.
Dieron cuerpo a la patología especial la mención y la sumaria descripción de un gran número de enfermedades. La capacidad de observación de los médicos chinos fue, en efecto, muy
aguda. Sorprende la precisa caracterización clínica de la viruela
(Ko Hong, en la primera mitad del siglo iv d.C), el beri-beri,
el escorbuto, la tisis y tantos cuadros más; con lo cual se está
diciendo que la denominación de la enfermedad fue en ocasiones algo más que el nombre de un síntoma especialmente llamativo. Para el diagnóstico, el médico usaba sus cinco sentidos.
Tuvo máxima importancia la exploración del pulso, del cual se
obtenían indicaciones diagnósticas y pronosticas. Se la practicaba en once puntos distintos y con tres distintos grados de presión; más de una hora se empleaba a veces en ella. Superando
en sutileza táctil a los exquisitos esfigmólogos de la Europa
medieval, hasta doscientas especies de pulso distinguieron los
médicos chinos.
D. Los capítulos más importantes o más característicos de
la terapéutica china fueron la farmacoterapia, la acupuntura y
la moxibustión.
Bajo el nombre de pent-ts'ao —cuyo origen se remonta al emperador Chen Nong, en el siglo π a.C.— fue publicada una larga serie
de tratados farmacológicos, en los cuales vienen mencionados no menos de dos mil medicamentos vegetales, minerales y animales. Como
es obvio, su acción era básicamente interpretada desde el punto de
vista de la cosmología y la fisiología antes expuestas, y por tanto
como una reordenación orgánica del alterado equilibrio de los dos
grandes principios cósmicos y de los cinco elementos. Analogías y
oposiciones en el color, el sabor, etc., respecto de lo observado en el
enfermo, eran de ordinario la base de la indicación medicamentosa.
Vigente hasta hoy y exportada a los países de Occidente, la acupuntura era practicada con agujas muy finas de plata, oro o hierro,
calientes o frías y de diversa longitud (3 a 24 cm). La punción, que
podía realizarse en muchos puntos del cuerpo, hasta más de seiscientos en algunos tratados, tenía por objeto remover las obstrucciones
producidas por la enfermedad en los canales o chin, para lograr así
el buen orden en el movimiento de los dos principios vitales. Su técnica, muy sutil, requería un largo adiestramiento en maniquíes especíales.
Con la acupuntura era a veces asociada la moxibustión (de moxa
o mogusa, «hierba ardiente»). Ordinariamente con hojas de artemisa,
mas también con otras sustancias, se preparaban esférulas, para
aplicarlas luego en determinados lugares de la piel y quemarlas in situ.
La cirugía tuvo suerte diversa a lo largo de la historia china.
En torno al año 200 d.C. descolló como cirujano Hua-T'o, cuya
28 Historia de la medicina
fama ha corrido de siglo en siglo a lo largo de mil seteeientos
años. Se le atribuye la introducción de métodos anestésicos, singular destreza en la acupuntura, la práctica de incisiones abdominales y la invención de una ingeniosa pauta gimnástica. Esta,
el masaje terapéutico y la dietética —tan importante para la
perfección de la vida, según Confucio— fueron objeto de muy
sabia atención por parte de los médicos chinos. A ellos se debe
asimismo la variolización preventiva. La costra seca de una
pústula variólica era pulverizada, y el polvo resultante se introducía en la nariz, bien directamente, bien por medio de un tubito
de bambú.
Basta lo dicho para advertir que la profesionalizarían de la
medicina fue muy acusada en la China antigua. Se la enseñaba
en centros especiales, y los estudios cobraban validez mediante
exámenes ante el T'ai-yi-chu o «Gran Servicio Médico», compuesto por más de trescientos funcionarios. Cuatro especialidades principales hubo: médicos y esfigmólogos generales, aptos
para el ejercicio en todos los campos de la práctica, maestros
acupuntores, masajistas-traumatólogos y maestros en encantamientos. La consideración social del médico, que podía ser muy
alta, variaba con el puesto que ocupara en la vida civil.
E. El problema que la peculiaridad histórica de la ciencia
y la medicina chinas plantea al considerador atento es tan sugestivo como arduo y sutil. He aquí las cuestiones centrales: ¿por
qué la ciencia y la técnica chinas, que hasta el siglo xvi fueron
en algunos aspectos superiores a las europeas, quedaron desde
entonces estancadas?; ¿por qué no dieron el paso hacia el modo
de conocimiento del cosmos que los europeos llamarán luego
«ciencia moderna»?; más aún: ¿por qué la «racional» cosmología china no hizo posible un Aristóteles, un Euclides y un Diofanto?
«El desarrollo de la ciencia occidental —dice un famoso texto
epistolar de Einstein (1953)— se ha apoyado en dos grandes logros,
la invención del sistema lógico formal por los filósofos griegos (en la
geometría euclidiana) y el descubrimiento de la posibilidad de hallar
relaciones causales mediante experimentos sistemáticos (en el Renacimiento). En mi opinión, no hay por qué asombrarse de que los
sabios chinos no hayan dado estos pasos. Lo sorprendente es más bien
que alguien llevara a cabo estos descubrimientos.» En la mente de
Einstein está operando la idea a que dio expresión una fórmula célebre de Renan: el «milagro griego». Por su parte, J. Needham, el más
eminente conocedor de la ciencia china antigua, recuerda el hecho
de que todavía en la Europa de los siglos xv-xvm hubiese procesos
criminales contra animales —por ejemplo: en la Basilea renacentista
fue condenado a ser quemado vivo un gallo por el «nefando e in-
Medicina prelécnica 29
natural crimen» de haber puesto un huevo; esto es, por haber violado
una ley natural-divina—, y escribe a continuación: «Es enormemente
interesante ver que la ciencia moderna, en la medida en que desde
Laplace ha considerado posible y aun deseable prescindir de la hipótesis de Dios como base de las Leyes de la Naturaleza, ha vuelto, en
cierto sentido, a la perspectiva taoísta... Pero en una cultura que más
tarde había de producir a Kepler, ¿era quizá necesaria la mentalidad
según la cual un gallo que ponía huevos podía ser procesado?»
Vengamos a nuestro tema: ¿por qué nunca llegó a ser formalmente técnica la antigua medicina china, cuando tan cerca
pareció estar de ello? Tres, pienso, deben ser las respuestas.
Porque los conceptos de physis, logos y tekhne eran más idóneos
que las nociones de Tao, Yang y Yin para construir una verdadera ciencia natural. Porque los sabios chinos no tuvieron la
curiosidad, la inventiva y la osadía intelectual de los sabios griegos. Porque en la mente china de los siglos xni-xvi no operaron
los presupuestos mentales que en la Europa de la Baja Edad
Media hicieron posible el nacimiento de la ciencia, la técnica y
la medicina «modernas». En páginas ulteriores reaparecerá este
tema.
Capítulo 2
LA MEDICINA DE LA INDIA ANTIGUA
Una refinada civilización urbana (Mohenjo-Daro, Harappâ)
existió durante el tercer milenio a.C. en el valle del Indo. Más
tarde, en torno al año 1500, tuvo lugar la invasión aria del Indostán. Desde entonces fue desarrollándose la que hoy llamamos
cultura india, que a través de distintas vicisitudes e influencias
—expedición de Alejandro Magno (327-325 a.C), invasión árabe
(712-745 a.C), colonización inglesa (desde 1612-1613)— hasta
hoy ha seguido viva. Descontado el pobre conato iranio, de ella
nació y en ella ha tenido existencia el primer gran sistema médico indoeuropeo. La realidad histórica de una medicina indoirania
mínimamente desarrollada y anterior a la invasión aria del Indostán ha sido puesta en duda por la investigación reciente (J. FiUiozat).
Los textos que nos permiten conocer la medicina india son
unos religiosos y otros.puramente médicos. Textos religiosos, en
efecto, son las cuatro colecciones de himnos, oraciones y fórmulas rituales que componen el Veda (veda: saber, conocimiento
30 Historia de la medicina
sagrado): Rigveda (estrofas recitadas en el sacrificio ritual), Yajurveda (fórmulas del sacrificio), Sâmaveda (melodías sagradas)
y Atharvaveda (fórmulas mágicas); y aunque elaborados intelectualmente en forma que nosotros, después de los griegos, denominaríamos teológica y metafísica, textos religiosos son también
los comentarios a la sabiduría védica llamados Brâhmanas y
Upanishads.
Los Vedas comenzaron a ser redactados antes del año 1.500
antes de Cristo. Ya en nuestra Era, bastante después, por tanto,
de la invasión de Alejandro, serán compuestas las grandes recopilaciones del saber médico indio: la de Sushruta, la de Caraka,
la de Vagbhata, y la de Bhela o Bheda. De menor importancia
son otras, ya posteriores: el manuscrito Bower (siglos iv-vi d.C),
el Yogashataka (siglo vu), el Ashtângasamgraha y el Ashtângahridaya (siglos vii-x). Aunque con escasas notas originales,
hasta nuestro siglo ha proseguido la tradición de los comentaristas de la sabiduría védica y de la medicina ulterior a ella.
A. Sólo con gran laxitud puede atribuirse una ciencia anatómica a los antiguos indios. Hubo en la medicina india, sí,
saberes anatómicos, unos procedentes de la observación y otros
de la imaginación, reducidos casi siempre a la simple denominación del órgano o de la parte, a veces con indicación de su
número, y cuya copia va aumentando desde los tiempos védicos
hasta el sistema médico —el del Ayurveda— que exponen las
compilaciones de Sushruta y Caraka: regiones corporales, huesos,
visceras, vasos y canales, nervios, ligamentos, etc.; mas no una
anatomía sistemática propiamente dicha.
Muy a vista de pájaro, tres etapas pueden ser distinguidas en la
historia del saber anatómico indio: 1. Enumeraciones rituales del
Rigveda y el Atharvaveda para expulsar un raksha o demonio morbígeno de todas las partes del cuerpo. El exorcista seguía un riguroso
orden a capite ad calcem. El número de órganos y partes nombradas
llegó a ser muy abundante. 2. En los grandes sacrificios, el cadáver de
un caballo era ritualmente abierto y despedazado, y el sacerdote, según fórmulas que contiene el Yajurveda, ofrecía los.órganos a la divinidad, nombrándolos según el orden de su extracción: omento, corazón, lengua, etc. 3. Más tarde fue realizada por médicos, ya no por
sacerdotes, cierta inspección metódica —más que disección— del cadáver humano: éste era sumergido en agua corriente hasta que sus
carnes se reblandecían, luego se le examinaba por planos, frotándole
con un cepillo hecho de raíces duras, y por fin se le abría con un
bastoncillo de bambú.
Entendida conforme a la orientación cósmico-religiosa del
saber que en páginas precedentes quedó mencionada, la con-
Medicina preíécnica 31
cepción microcósmica del cuerpo humano opera del modo más
patente y otorga sentido unitario al conocimiento de éste. Por
ejemplo: el número de los huesos (360) es también el de los días
del año (paralelismo numeral entre el microcosmos y el macrocosmos) y el de las piedras del altar de los sacrificios (sentido
sacrificial y religioso de ese paralelismo).
B. La conexión entre el saber anatómico y el saber fisiológico —si en aras de la claridad didáctica se me permite el anacronismo de hablar así— la hizo posible una elaborada doctrina
de los principios constitutivos de la realidad cósmica: el modo
indio de dar expresión a la disciplina cosmológica, que con términos y conceptos griegos, llamaremos luego «estequiología».
Divinamente una en su constitución, la materia del cosmos
se realizaría en cinco magnos elementos primarios (mahabhuta;
literalmente, «grandes cosas», megacosas), todos ellos a un tiempo energéticos y materiales: el espacio lumínico, el viento, el
fuego, el agua y la tierra. De ellos, tres adquieren consistencia
e importancia especiales en los cuerpos vivientes (los tres dhâtu
o elementos biológicos, el tridhatú): el viento, bajo forma de
soplo o hálito vital (prâna), el fuego, bajo forma de bilis (pitta),
y el agua, bajo forma de moco o pituita (kapha o shleshman).
Habría en el cuerpo humano cinco modos del viento o hálito,
cinco del fuego bilioso y otros cinco de la pituita. Por fin, derivados de éstos, el sistema estequiológico del Ayurveda distingue
siete elementos orgánicos, más concretos aún; en cierto modo,
nuestros «tejidos»: el quilo, jugo o savia fundamental (rasa), la
sangre, la carne, la grasa, el hueso, la médula y el esperma. Bajo la acción del fuego, la sangre se convierte en carne, ésta en
grasa, etc. La quintaesencia de estos siete elementos terciarios
es el jugo vital (ojas), que empapa todo el cuerpo y le da su
vigor. Mediante estos conceptos —germinalmente apuntados en
los escritos védicos (Filliozat)—, el médico indio trató de explicar todas las actividades y vicisitudes del organismo, desde la
fecundación y la embriogénesis, hasta la respiración, la nutrición
y el psiquismo. Y, por supuesto, la enfermedad.
La indudable analogía entre el humoralismo indio y el griego ha
sido diversamente interpretada. Para algunos autores, se trata de la
tardía elaboración india de ün préstamo griego (G. Sticker). Para
otros, en cambio, es la configuración paralela de un fondo prehistórico común (W. Kirfel). La cuestión no está todavía resuelta.
Acaso haya que pensar, al modo junguiano, en un antiquísimo «arquetipo interpretativo» —el concerniente al jugo, al humor, a lo líquido
del cosmos—, que varias culturas arcaicas han realizado luego, cada
una a su manera.
32 Historia de la medicina
C. El problema de la concepción de la enfermedad en la
antigua India exige un tratamiento histórico. En los textos védicos domina ampliamente la idea arcaica del castigo divino como
causa del enfermar humano: el enfermo es un pecador contra
el orden físico-moral del cosmos, y la dolencia patológica, la
punición y la expresión sensible de ese pecado. Los más diversos dioses —los dióscuros Ashvin, Rudra, Shiva, Varuna— son
para el hombre a la vez benéficos, dispensadores de salud, y
terribles, causadores de enfermedad. De los rakshas o demonios
morbígenos, ya se hizo mención. Más tarde, y así nos lo hacen
ver las colecciones de Sushruta y Caraka, prevalece la explicación «.racional», según las nociones cosmológicas y fisiológicas antes expuestas; pero no por eso deja de hablarse en medicina de la voluntad divina y de la intervención demoniaca, en
tanto que agentes etiológicos, y así lo confirma el hecho de que,
siquiera sea en forma como sobreañadida a la medicación propiamente dicha, algún ensalmo o encantamiento (mantram) sea
mencionado en dichos textos. Los desórdenes de la relación del
individuo con el medio (alimentación, intemperie climática, estaciones, género de vida, etc.) son entonces los momentos más
importantes de la etiopatología.
Racionalmente interpretada, la enfermedad resulta de un desequilibrio o desorden (dosha) en la dinámica de los tres dhâtu
principales; por lo cual la «doctrina de la tridosha» (R. F. G. Müller) es el núcleo de la patología india. Naturalmente, y tanto en
la realidad observable como en la explicación doctrinal, los modos de enfermar pueden ser y son múltiples. Caraka, por ejemplo, consigna cuarenta enfermedades producidas por el soplo,
cuarenta por la bilis y veinte por la pituita. Las afecciones morbosas son por otra parte clasificadas por la localización de sus
síntomas o lesiones: externas (dermatosis, hemorroides, tumores,
etcétera), internas (diarreas, fiebres, etc.) y medias (tisis, hemiplejía, etc.). En muchos casos, los síntomas aislados ya no son
considerados como enfermedades autónomas, sino como parte
de los conjuntos que nosotros llamamos síndromes y especies
morbosas. Se viene atribuyendo a los médicos indios la primera
descripción clínica de la diabetes sacarina; pero indólogos como
R. F. G. Müller creen cuestionable tal aserto.
D. Lo expuesto permite comprender sin dificultad, si no el
vario contenido concreto de la terapéutica india, sí el sentido
que en ella tuvo el tratamiento médico: éste era la ayuda de
los hombres al restablecimiento del orden del cosmos, un orden
religioso, moral y físico, que la enfermedad habría alterado.
Paralelamente a lo sucedido en la interpretación del proceso
morboso, también en la concepción y en la realización del trata-
Medicina pretécnica 33
miento hubo en la India una notable mudanza histórica. Dos son
los hechos principales: en el período védico y posvédico de la
medicina, prevalecieron los momentos religiosos de la cura (exorcismos, oraciones, sacrificios) sobre sus momentos farmacoterápicos o quirúrgicos; desde que se impone el sistema del Ayurveda, y por tanto en los tratados de Sushruta y Carâka, serán la
farmacoterapia y la cirugía las que prevalezcan.
La farmacoterapia, especialmente la de origen vegetal, fue
amplísima, de acuerdo con las inmensas posibilidades que ofrece
la flora del país; hasta la actualidad —piénsese en la rauwolfia—
ha sido la India país exportador de drogas medicinales. Lo cual,
naturalmente, no excluye que fueran empleados medicamentos
de origen mineral y animal. Cinco criterios, las propiedades
físicas del remedio, su sabor, su virtud calefaciente o refrescante,
su acción digestiva y —si la tenía— su propiedad específica,
como la hipnótica del opio y la embriagadora y alucinante del
soma, fueron la base doctrinal de la farmacología india. La
habilidad en la combinación de los simples y una incipiente
tendencia a la dosificación deben ser destacadas en ella.
Grande fue asimismo el desarrollo de la cirugía ayurvédica;
la más notable de la antigüedad, en opinión de Filliozat. Ocho
eran sus técnicas principales: excisión, incisión, escarificación,
puntura, sondaje, extracción, drenaje y sutura. Practicaron los
médicos indios, entre otras operaciones quirúrgicas, la talla perineal para la extracción de cálculos vesicales, la embriotomía
del feto muerto, las plastias faciales («método indio») y la sutura de las heridas intestinales mediante cabezas de hormiga. Este
primitivo medio de la coaptación quirúrgica llegó así a· la cima
de sus posibilidades.
No quedaría completo este sucinto examen de la terapéutica
india sin mencionar las diversas prácticas del yoga, en las cuales
se combinan el ejercicio de la alquimia y los recursos para el
dominio del propio cuerpo.
E. Como la medicina de la antigua China, la medicina de
la India antigua, que en sus mejores momentos tuvo como base
una visión no puramente mítica de la realidad del cosmos, estuvo
a punto de ser técnica y no lo logró. Más aún: durante bastante
más de un milenio, desde los tratados de Sushruta y Caraka
hasta la llegada de los europeos, quedó monótonamente estancada en sus fórmulas antiguas. ¿Por qué? En definitiva, porque,
en su mentalidad, los indios no fueron griegos, ni cristianos medievales.
Muy iluminadora, a este respecto, es la visión de X. Zubiri: «En
el mundo indoeuropeo, la mirada (del sabio) llega a detenerse en
3
34 Historia de la medicina
el espectáculo de la totalidad del universo... Las cosas aparecen
(entonces) asentadas y agitándose en la mole compacta del universo.
Ha bastado este momento de detención de la mente en el mundo
para separar a indios, iranios y griegos del resto del Oriente... Su
cosmogonía contendrá incoativamente algo muy distinto. La sabiduría
deja de ser puro presagio para convertirse además en Sofía y en
Veda... Pero al llegar a este punto, el indio se dirige al universo, o
para evadirse de él, o para sumergirse en su raíz divina, y de esta
evasión o inmersión hace la clave de su existencia: el hombre se
siente parte de un todo absoluto, y a él revierte. La sabiduría del
Veda tiene ante todo un carácter operativo, no especulativo... Su
conocimiento es siempre una acción cognoscitiva orientada hacia el
Absoluto, es una comunión con él. En lugar de la fisiología jónica, tenemos así la teosofía y la teurgia brahmánicas.» De ahí que «la literatura filosófica india no se apoye en el verbo as·, ser, sino en el
verbo bhu-, equivalente al phyein griego, en el sentido de nacer y
engendrar... Las cosas son bhuta-, engendros, el ente es bhu-, el nacido. El verbo as- no tiene, en cambio, más misión que la de una
simple cópula... El pensamiento indio es la realidad de lo que
hubiera sido Grecia, y por tanto Europa entera, sin Parménides y sin
Heráclito; en términos aristotélicos, una especulación sobre las cosas
por entero, sin llegar jamás a hacer intervenir el on». No: apoyada
sobre este modo de situarse ante el mundo y de conocerlo, la medicina india no pudo ser la tekhne iatriké de los griegos, ni la ars medica de los cristianos medievales; y mucho menos, por tanto, la «medicina moderna» que se inicia en el Renacimiento europeo.
Capítulo 3
LA MEDICINA EN EL JAPON ANTIGUO, EN ISRAEL,
EN LA AMERICA PRECOLOMBINA
Sin otra razón que la brevedad con que aquí deben ser tratados los tres temas que menciona el epígrafe, mostraré en sus
rasgos más esenciales la expresión médica de varias culturas muy
dispares entre sí, que no pasaron de su fase pretécnica hasta su
contacto con la ciencia y la técnica greco-europeas.
A. La medicina japonesa puede ser expuesta, con Y. Nakagawa, siguiendo en líneas generales las principales etapas históricas del pueblo a que perteneció. Son las siguientes:
1. Neolítico: años 2.500-250 a.C. Culturas jômon y yayoi.
Restos óseos, algunos con vestigios de afecciones inflamatorias.
Fracturas, que en ocasiones debieron de ser reducidas. Cráneos
trepanados.
Medicina pretécnica 35
2. Era de las grandes tumbas: hasta el siglo vn d.C. Penetran en el Japón el budismo y la medicina coreana. Grandes
epidemias. Para decidir acerca de la existencia de un embarazo,
se practica la autopsia del cadáver de una princesa (año 454).
3. Período Ν ara, así denominado porque esta ciudad fue
entonces capital permanente: siglo vin. Monarquía centralista
despótica. Es erigido el primer hospital japonés (730). Dos libros
históricos, el Kojiki y el Nihonshoki, dan noticia de una medicina panteísta-animista. Mención de diversas enfermedades. La
práctica médica es autoritariamente regulada desde una oficina
central. Bajo la influencia de la medicina china, la dietética, la
farmacoterapia, la acupuntura, la moxibustión y la balneoterapia,
ayudadas por los encantamientos, constituyen la base de la terapéutica. Junto a los médicos dependientes de esa oficina central, los sacerdotes de Buda practican una medicina teúrgico-empírica, benéfica y no profesional.
4. Desde el período Hei —traslado de la capital a la actual
Kyoto— hasta los primeros contactos con los europeos: 784-1543.
Relaciones cambiantes con China, y por tanto con su medicina.
El anterior despotismo centralizado es sustituido por un régimen
feudal. Primeros textos de una medicina propiamente «japonesa»,
aun cuando basada en la china; el más importante, el Ishinhô.
Iconografía médica original. Con la descentralización feudal,
aumenta el ejercicio privado de la medicina y se popularizan los
sacerdotes médicos del budismo. Varios escritos acreditan cierto
aumento de nivel en la formación de estos últimos. La cirugía,
sobre todo la militar, progresó considerablemente. Desde el
siglo xiv, con el auge de la dinastía Ming, crece de nuevo la
influencia de la medicina china en el Japón. Dos escuelas se
constituyen: la Gose-ha o tradicional, más libresca, y la Kohô-ha,
más atenida a la observación de la realidad. De ésta salieron los
médicos que ávidamente hicieron suya la medicina occidental.
5. Desde la llegada de los europeos. Una arribada forzosa
llevó en 1543 al Japón a varios pasajeros portugueses. Pronto
acudieron más, y en 1549, con otros jesuítas españoles, Francisco
Javier. Así se inició la penetración de la medicina europea en la
cultura japonesa. El año 1635 fue prohibido en el Japón el cristianismo, pero no el comercio con los holandeses. Estos fueron
—sobre todo en el siglo xvm— los continuadores de la obra
médica iniciada por los jesuítas portugueses y españoles. Hasta
mil quinientos libros holandeses de medicina se tradujeron al
japonés entre 1770 y 1870. Destacaron muy especialmente el
obstetra Shigen Kagawa (1702-1777) y el cirujano Sheishû-Hanaoka (1780-1835), que en 1805 introdujo la anestesia quirúrgica
con drogas vegetales. Con el sometimiento del feudalismo y la
36 Historia de la medicina
restauración del régimen imperial (1868), el gobierno se propuso
elevar el Japón al nivel científico y técnico de las potencias
occidentales. Dos cirujanos militares alemanes, L. Müller y
Th. E. Hoffmann, fueron, en lo que al saber médico atañe, los
primeros de esta nueva y decisiva etapa de la historia japonesa.
B. El carácter propio de lá medicina de Israel se halla a la
vez determinado por la condición arcaica y semítica y por el
resuelto monoteísmo del pueblo israelita que salió de Caldea y
se estableció en Canaán (1850-1500 a.C); y su contenido, aparte
un núcleo autóctono muy semejante al de otros pueblos del mismo género de vida y análogo nivel cultural, por las varias vicisitudes que Israel sufrió desde entonces hasta la destrucción de
Jerusalén por Tito (67 d.C): relación con Mesopotamia, servidumbre en Egipto, cautividad en Babilonia, contactos con la cultura helenística.
Para el historiador, cuatro son las más importantes y significativas notas de la medicina de Israel:
1. Durante mucho tiempo, en la enfermedad se vio el castigo
de un pecador por la cólera de Yahvé. La impureza del enfermo
era primariamente religiosa y moral. Así lo hacen patente, entre
otros textos, estos versículos del Deuteronomio: «Si no escuchas
la voz del Señor, tu Dios, poniendo por obra todos los preceptos y mandatos que yo te mando..., que el Señor envíe sobre
ti la peste, hasta acabar contigo..., que el Señor te hiera de tisis,
calenturas y delirios..., que el Señor te hiera de viruela, tina y
sarna..., que el Señor te hiera de locura, ceguera y demencia...»
(28, 21-28). Todavía en tiempo de Cristo, sus discípulos, fieles
intérpretes de la mentalidad judía tradicional, le preguntan ante
el ciego de nacimiento: «Maestro, ¿quién ha pecado para que
este hombre haya nacido ciego, él o sus padres?» (Jo. IX, 1-3).
Las más diversas enfermedades son nombradas en la Biblia. Especial atención merece a sus redactores la lepra, cuyos síntomas
cutáneos describen con notable precisión.
2. Siempre con esta interpretación religiosa y moral de la
suciedad-impureza como fondo, en la Biblia (Deuteronomio, Levítico, Números, etc.) son muy abundantes los preceptos higiénicos: desinfección de vestidos y objetos domésticos, aislamiento
de enfermos contagiosos, cuarentena, sometimiento de los objetos metálicos a la acción del fuego, etcétera.
3. Sólo Dios es para el hombre de Israel el verdadero «sanador» (rofé), sólo de su poder y su voluntad depende el restablecimiento de la salud; y así, únicamente a los médicos extranjeros se les dio con cierta aversión ese nombre, del cual serían
usurpadores. Practicando sus curas o administrando sus remedios,
el médico israelita se consideraba a sí mismo y era socialmente
Medicina pretécnica 37
considerado como una suerte de «ayudante del Señor». El contraste con el médico hipocrático, que se proclamará «servidor del
arte», no puede ser más notorio.
4. Dentro de este contexto religioso e intelectual, cobra grandeza y significación muy especiales la lección del Libro de Job,
máxima expresión de la cultura y la espiritualidad del pueblo
de Israel ante el tremendo problema moral del dolor no merecido. Elifan, Bildad y Sofar, representantes típicos de la mentalidad tradicional, interpretan la enfermedad y los males de Job
como castigo divino e increpan con dureza al doliente para que
se resigne ante lo que, sabiéndolo o no, él ha merecido; pero
Job no se siente pecador, y entre humilde y exigente pide cuentas de su desgracia, si vale decirlo así, a su Dios y Señor. Esta
patética actitud y la bienhechora respuesta final de Yahvé nos
hacen descubrir la gran novedad y el sentido profundo de todo
el relato: la enfermedad ya ño es considerada como «castigo»
por el creyente —Job nunca deja de serlo—, sino como «prueba».
Primero con la diaspora, luego tras la destrucción de Jerusalén, los judíos se diseminaron por todas las tierras del Viejo
Mundo; y aún manteniéndose fidelísimos a su religión, adquirieron la cultura propia del país en que habitaran. Por doquier fue
notable su actividad médica y —más tarde— su contribución al
progreso de la medicina.
C. La expresión medicina americana precolombina es a la
vez inexacta y exacta. Inexacta, porque cuando Cristóbal Colón
llegó al continente americano no existía en ésta una sola medicina, sino tantas como pueblos se habían formado en la futura América desde que hacia el año 24.000 a.C. comenzaron a
llegar a sus tierras, a través del estrecho de Bering, oleadas sucesivas de asiáticos. Exacta, a la vez, porque todas ellas, bajo
sus respectivas peculiaridades, coincidían en los rasgos propios
de la medicina más arcaica: concepción de la enfermedad como
castigo de los dioses, tratamiento empírico-mágico-teúrgico de
ella y existencia de medicine-men o individuos singularmente
versados en esas prácticas terapéuticas o poseedores de poderes
especiales para sanar al enfermo. Esquimales, nutkas, algonquinos y cherokees de América del Norte, toltecas, mayas y aztecas
en Mesoamérica, incas, chibchas, guaraníes y araucanos en América del Sur, todos ejercitaron una medicina arcaica pretécnica
antes de su contacto con la occidental.
Valga como ejemplo un rápido examen, desde nuestro punto
de vista, de tres de esas culturas:
1. En el imperio incaico, además de los sabios depositarios
de la cultura, historiadores y astrónomos (amauta), hubo médicos
del Inca Qtampi camayoc) y médicos del pueblo (ccamasmas),
38 Historia de la medicina
todos ellos practicantes de una terapéutica empírico-mágica. Su
saber anatómico se limitaba a la denominación de varias regiones y varios órganos del cuerpo. Las enfermedades no pasaron
de ser nombres de síntomas. Aquéllos que dan lugar a malformaciones visibles, como la acondroplasia o el bocio, son identificables en la riquísima cerámica que de los incas nos queda.
El estudio osteopatológico de las momias peruanas, tan abundantes en distintos lugares del país, ha permitido diagnosticar lesiones sifilíticas (J. C. Tello y H. V. Williams). Son también muy
frecuentes los cráneos trepanados. La creencia en el carácter
punitivo de la enfermedad era general, y la confesión ritual de los
pecados, práctica terapéutica (F. Guerra). El empleo de la quina
ha sido el gran legado de los incas a la medicina universal.
2. En sus rasgos fundamentales, no difiere gran cosa de la
incaica la medicina maya, pese al exquisito refinamiento que en
no pocos de sus aspectos poseyó la cultura del pueblo a que
pertenecía; basta pensar en el contenido religioso-cosmogónico
de los escritos que llevan los nombres de Chilam Balam y Popol
Vuh. El médico maya (ah-men) era miembro de la clase sacerdotal, y su práctica tenía carácter hereditario. El comienzo de la
vida profesional, si cabe llamarla así, revestía un carácter iniciático. En la terapéutica se mezclaban los ensalmos, la confesión,
la farmacoterapia —muy desarrollada: hasta cuatrocientas recetas mayas ha recogido R. L. Roys— y la fisioterapia.
3. Mayores fueron la complejidad y la riqueza de la medicina azteca, sin duda por la inteligente asimilación que de otras
culturas hizo, al conquistarlas, el belicoso pueblo de ese nombre.
Así debe ser interpretado el rico contenido de los códices que
acerca de aquélla nos informan, el de Sahagún y el Badiano.
En la enfermedad, por supuesto, se veía la consecuencia de un
castigo. Los médicos debían conocer la naturaleza de las plantas,
la influencia de las estrellas sobre el cuerpo, y por tanto el calendario astrológico, la interpretación de sueños y augurios; había entre ellos cierta especialización, y de ordinario se formaban
por tradición familiar. Es muy bello el elogio que del buen
médico hace el códice de Sahagún. Los sacrificios humanos y el
banquete ritual ulterior dieron notable pábulo al saber anatómico: cientos de vocablos anatómicos ha podido recoger en el
náhuatl A. F. von Gall. La observación del enfermo, el uso de
drogas alucinatorias y las creencias mágico-religiosas se juntaban
en la práctica del «diagnóstico», y las hierbas medicinales, los
baños de vapor y cierta psicoterapia, también religioso-mágica,
en el tratamiento. «El mejor homenaje que la medicina precolombina pudiera recibir —escribe F. Guerra— salió de la pluma
de Hernán Cortés, al pedir a Carlos V que no permitiera pasar
Medicina pretécnica 39
médicos españoles a México, porque la destreza y los conocimientos de los médicos aztecas los hacía innecesarios.»
Capítulo 4
EL LEGADO DE LA MEDICINA PRETÉCNICA
Pasaron para no volver la medicina asirio-babilónica, la del
Egipto y el Irán antiguos. Perduraron para ser luego occidentalizadas —en algunos casos, hasta su casi total extinción— la
medicina de la China y la India antiguas, la de Israel, la del
Japón, la de las varias culturas precolombinas de América.
¿Quiere esto decir que las formas pretécnicas de la medicina
no han aportado nada a la posteridad? En modo alguno. Cada
una en su medida y a su modo, todas nos han legado algunas
prácticas y ciertas actitudes mentales.
A. Recorriendo con atención la historia de la medicina técnica, desde el Corpus Hippocraticum hasta los actuales tratados
de Farmacología, el hallazgo de nombres de drogas procedentes
de la India, de Egipto y de la América precolombina se repite
más de una vez. La acupuntura china se practica en gran parte
de los países cultos, y en el de su origen sostienen los médicos
que todavía no han sido aprovechadas todas las posibilidades
que ofrece. Mucho antes de que Jenner inventase la vacunación
antivariólica, los chinos inmunizaban contra la viruela por variolización, y de Oriente llegó el método a la Europa dieciochesca. La palabra «yoga», con su inmediata procedencia sánscrita,
nos está hablando de una reciente, pero vigorosa influencia india sobre todo el mundo occidental. No hay duda: bajo forma
de prácticas diversas, algo de la medicina pretécnica de las más
distintas culturas arcaicas ha sobrevivido a su extinción o a su
acantonamiento.
Otras prácticas de la medicina arcaica se han incorporado a la
llamada «medicina popular» o folkmedicina. De ella importan ante
todo sus momentos sociológicos y psicológicos, mas también su contenido; y en éste se combinan de diverso modo el empirismo propio
de cada pueblo (algo de empirismo «puramente gallego» hay, por
ejemplo, en la medicina popular gallega), huellas de una medicina que
antaño fue técnica (de la medicina popular de muchos países actuales
son parte no pocos remedios de la farmacoterapia hipocrática), restos
de muy diferentes formas pretécnicas de la medicina y, por supuesto,
diversos componentes de carácter mágico.
40 Historia de la medicina
Β. Mas no sólo prácticas concretas; también actitudes mentales nos ha legado la medicina anterior al texto de Alcmeón de
Crotona en que tiene su punto de partida la ciencia médica de
Occidente. Vistos desde la actualidad, y aunque sólo sea desde
el punto de vista de «lo que pudo ser, estuvo a punto de ser
y por fin no fue» —esto es, como materia de reflexión más que
como materia de herencia—, algún valor conservan los sistemas
médicos chino e indio para los patólogos aficionados a ejercitar
su pensamiento. Pero teniendo en cuenta que en el origen que
la cultura europea son discernibles tres raíces principales, Grecia,
Roma e Israel, en cuyo seno brotó la novedad del cristianismo,
mayor importancia poseen, desde nuestro punto de vista, dos
actitudes mentales muy anteriores a Europa: el naturalismo indoeuropeo y el personalismo semítico.
Tanto los semitas como los indoeuropeos comenzaron interpretando
las realidades y los movimientos de la naturaleza (el viento, el fuego,
el mar, los astros) como cosas y eventos en que se manifiesta el poder
divino. Ahora bien: en esa aparente comunidad es perceptible una
diferencia sutil (Zubiri). El semita tiende a concebir los seres y las
fuerzas de la naturaleza como una teofanía: algo por lo cual la divinidad se hace patente. El indoeuropeo, en cambio, propende a considerarlos como una realización de la divinidad: algo en que ésta se
hace corpórea. Dicha inicial diferencia irá haciéndose con el tiempo
más y más ostensible. La religiosidad y toda la cultura de los pueblos
semíticos mostrarán una orientación resueltamente personalista y ética.
Dios es bêlum, «el Señor»; las relaciones entre los dioses del panteón
semita son ante todo políticas y personales; la primitiva literatura es
acusadamente religiosa; la actitud primaria ante la divinidad, la pura
adoración. Los pueblos indoeuropeos, en cambio, irán orientándose
hacia una visión del mundo netamente naturalista o física. La palabra
con que se nombra a la divinidad viene ahora de dheiw-, «el cielo
brillante»; las relaciones entre los dioses son ante todo genéticas y
familiares; la literatura cobra tempranamente forma épica, y en ella
las vicisitudes de los hombres se mezclan con la vida de los dioses;
a la adoración a los dioses, en fin, se une el trato con ellos, tan
patente ya en el primer canto de la Ilíada.
Supremo fruto histórico del naturalismo indoeuropeo será
la «fisiología» griega, con su inmediata expresión médica, la visión de la enfermedad como desarmonía del buen orden del
cuerpo. Consecuencia médica central del personalismo semítico,
la concepción del trastorno morboso como consecuencia de una
primaria culpa moral. De aquella raíz saldrá el grandioso árbol
de la medicina de Occidente. Esta otra, sistemáticamente elaborada hasta la desmesura en Asiría y Babilonia, y bien patente,
aunque no en forma tan sistemática, en la literatura de Israel,
Medicina pretécnica 41
quedará como en reserva hasta que —con mentalidad ya enteramente secularizada— la medicina de nuestro siglo descubra
otra vez que la enfermedad y él sentimiento de culpa tienen que
ver entre sí en más de una ocasión.
Segunda parte
MEDICINA Y «PHYSIS» HELÉNICA
(ANTIGÜEDAD CLASICA)
Introducción
Puesto que tan decisiva ha sido para el ulterior destino de la
humanidad la historia de la Grecia antigua —el «milagro griego»,
según la entusiasta denominación de Ernesto Renan—, no será
inoportuno consignar sumarísimamente los hitos principales de
su origen. Hacia el año 3.000 a.C. y mientras en la Grecia continental no se ha pasado del Neolítico, en la isla de Creta comienzan a ser usados los metales. Entre los años 2.300 y
2.000 a.C, llega a su esplendor la segunda ciudad de Troya o
Troya II y son construidos los primeros palacios cretenses. En
torno a 1700 a.C, aparecen los aqueos en la Argólida. Dos o
tres siglos más tarde llegan a su apogeo la talasocracia minoica,
la civilización micénica y el imperio aqueo. Algo después, en
torno a 1250, tiene lugar la guerra de Troya, y entre 1200. y 1100,
la llamada «invasión doria»; llamada, digo, porque algunos le
niegan tal carácter. En los oscuros siglos subsiguientes a ese
evento, «Edad Media Griega», para no pocos historiadores de
la Antigüedad, comienza lentamente la historia de la Grecia
clásica y se incuba ese «milagro» a que alude Renan. Un suceso
de extraordinaria importancia durante ellos va a ser la colonización helénica de la costa occidental del Asia Menor o jónica,
de toda Sicilia y del sur de la península itálica; suceso que alcanza su máxima intensidad entre los siglos vin y vi a.C. y que,
como pronto veremos, tan eficazmente condicionó la invención
del modo «técnico» de entender y hacer la medicina. Razones
socioeconómicas y sociopolíticas —siempre el emigrante se aleja
de un vivir que para él es difícil o duro— fueron la causa de
ese fecundo «hecho colonial».
El epígrafe que antecede —«Medicina y physis helénica»—
indica muy claramente que la idea de physis o «naturaleza» fue
a la vez el fundamento y el punto de partida de la medicina
43
44 Historia de la medicina
técnica griega, entendida esta expresión en su más estricto y exigente sentido; mas también alude a la realización de esa idea en
la medicina de una cultura que, siendo tan distinta de la helénica, a ella debió las bases últimas de su vida intelectual: la cultura de la Roma antigua. Aunque romanamente perfiladas y vestidas, griegas fueron tanto la filosofía de Cicerón y la de Séneca,
como la medicina de Celso y de Escribonio Largo; y sin dejar
de ser griegos, en Roma ejercieron y triunfaron los griegos helenísticos Asclepiades y Galeno. Sólo cuando se extinga el Imperio
Romano, más precisamente, sólo cuando en el mundo antiguo
comience a prevalecer la creencia en un Dios trascendente a la
physis y creador de ella, sólo entonces se iniciará una nueva
etapa en la historia del saber médico.
Así nos lo harán ver las tres secciones siguientes: I. Los orígenes de la medicina griega. II. El saber médico en la Antigüedad clásica. III. La praxis médica en la Antigüedad clásica.
Sección I
LOS ORÍGENES DE LA MEDICINA GRIEGA
Como preámbulo de cuanto va a decirse, esta interrogación se
impone: puesto que en los siglos anteriores al vi a.C. no existió
entre los antiguos griegos un saber médico al que con suficiente
rigor pueda llamarse «técnico», ¿qué hubo en la vida de esos
hombres para que fuese Grecia y no otro país cualquiera el pueblo que definitivamente hizo del oficio de sanar una profesión racional, científica, y acuñó para el saber de los médicos la expresión tekhne iatriké, esto es, ars medica o «arte de curar»? Por lo
menos, cuatro decisivos rasgos condicionantes de tan singular
hazaña se dieron, desde su origen mismo, en el hombre griego:
curiosidad y agudeza especiales ante el espectáculo del mundo;
gusto por la expresión verbal de lo observado; la ya mencionada
concepción «naturalista» de la divinidad; una actitud inéditamente suelta y libre, desenfadada, cabría decir, frente a los dioses a que él y su pueblo tributaban culto. Ya el autor de la
¡liada (I, 389) llama a sus compatriotas helikopes, hombres de
ojos agudos y vivaces. Ulises es un héroe tan aventurero e industrioso como sediento de saber y ver; y en el orden de la vida
real, no en eí de la ficción literaria, pares de Ulises serán, bien
tempranamente, los viajeros Heródoto y Solón; el cual, según el
testimonio del propio Heródoto (I, 30), sólo «para ver el mundo» salió de Atenas hacia Egipto y Sardes. No debo repetir aquí,
en cuanto al «naturalismo» de la religiosidad helénica, lo que
en páginas anteriores ha quedado dicho. Aquiles, en fin, se dirige
a la diosa Palas Atenea (//. I, 202-205) con una desenvoltura inédita hasta entonces en el trato de los mortales con los inmortales.
Agudeza extrema y siempre despierta curiosidad en la observación del mundo en torno, complacencia en la narración de
lo visto, naturalismo en la concepción de la divinidad, naturalidad humana en la relación con los dioses. Veamos cómo estos
45
46 Historia de ia medicina
cuatro originarios caracteres de la vida griega más arcaica se
expresan en el saber médico de la Ilíada y la Odisea y en la
medicina pretécnica o extratécnica vigente en Grecia antes y
después del siglo vi a.C; pero, sobre todo, cómo influyen en la
génesis de la actitud vital de que surgieron los dos conceptos
fundamentales de la medicina técnica, el de physis o «naturaleza» y el de tekhne o «arte».
Capítulo 1
LA MEDICINA HOMÉRICA
Sería desmedido el propósito de descubrir en la Ilíada y la
Odisea un repertorio completo de los saberes médicos y las
prácticas sanadoras vigentes en el mundo a que perteneció el
autor de esos poemas, la sociedad griega y colonial, jónica, del
siglo vin a.C; es tan rico, sin embargo, el contenido del epos
homérico, que su examen permite componer un cuadro bastante
aproximado de lo que tal repertorio debió de ser (Albarracín
Teulón). Lo cual, a posteriori, nos muestra a esa sociedad como
predestinada a la ulterior creación de la ciencia de la naturaleza
y la medicina científica, porque ninguno de los grandes poemas
épicos que han dado comienzo a tantas culturas —el Mahabharata y el Ramayana, las primitivas sagas germánicas, la Chanson de Roland, el Cantar de Mio Cid— consiente nada remotamente parecido a lo que, a este respecto, la Ilíada y la Odisea
nos permiten.
Nunca llegaremos a conocer cómo los saberes antropológicos y
médicos de que el epos homérico nos da noticia fueron conseguidos
por sus primeros descubridores o inventores. Podemos afirmar tan
sólo que esa remotísima y admirable hazaña de creación intelectual
—en definitiva, de libertad creadora— fue condicionada por los tres
siguientes motivos: a) la genial capacidad del griego antiguo para la
observación de la realidad sensible y para el relato preciso de lo observado; b) la visión mítico-mágica del mundo subyacente a la religiosidad olímpica, tan decisiva para la configuración del pensamiento
en el mundo de la Ilíada y la Odisea; c) la estructura señorial y
agonal de la sociedad aquea y el carácter preponderantemente agrícola y ganadero de su economía.
Veamos ahora cómo esta constelación de concausas determinantes y condicionantes se manifiesta en los varios temas que
48 Historia de la medicina
aquí nos interesan: la composición y las funciones del cuerpo
humano, la concepción de la enfermedad y su tratamiento.
A. La contextura del cuerpo humano fue conocida por los
griegos homéricos mediante tres recursos principales, la observación directa de él, la experiencia de las heridas en el campo
de batalla y —muy probablemente— la ocasional contemplación
de la putrefacción de los cadáveres no merecedores de incineración ritual y abandonados, en consecuencia, sobre la superficie
de la tierra. Pues bien; lo sorprendente es que esas tan rudimentarias fuentes de información diesen lugar a tantos y tan precisos saberes anatómicos. Es cierto que, a juzgar por su lenguaje, el griego homérico vio el cuerpo humano más como conjunto
de miembros (mélea) que como totalidad orgánica unitaria; pero
compensando ampliamente esta curiosa deficiencia, son extraordinarias la cantidad y la precisión de los términos anatómicos
que designan partes exteriores del cuerpo, órganos internos e
incluso detalles estructurales, como la cavidad cotiloidea del
hueso coxal (kotyle). No menos admirable es la minucia anatómica, casi increíble en un poema épico, con que en ocasiones
es descrita la trayectoria intracorporal de las flechas y lanzas
que hieren en el curso del combate. Como único ejemplo, he
aquí el relato de la muerte de Fereclo a manos del cretense Merioties: éste «alanceó (a Fereclo) en la nalga derecha; y la punta,
pasando cerca de la vegija y bajo el hueso (la arcada pubiana),
salió por el otro lado» (//. V. 66-67).
Menos copiosas son, naturalmente, las noticias de orden fisiológico, pero en modo alguno faltan. La vida del individuo
perdura mientras permanecen en su cuerpo el alma (psykhé) o el
ánimo (thymós), el cual reside principalmente en la región llamada phren o phrenes, conjunto unitario del diafragma, el pericardio y el corazón. La idea de que el phren sea la sede del
psiquismo —suscitada, sin duda, por la peculiar sensación somática a que dan lugar las emociones— perdurará durante siglos
en el pensamiento del pueblo griego, y en ella tienen fundamento
etimológico algunos vocablos actuales, como «frenesí», «frenología», «frenocomio», etc. Consecuentemente, no se descubre en
el epos homérico alusión alguna a la función del cerebro. Acaso
su autor hubiera observado, por lo que ciertos textos dicen, la
diferencia entre la sangre venosa y la arterial. En cualquier caso,
la sangre procedería de la digestión de los alimentos y del vino;
alimentados de néctar y ambrosía, los dioses carecen de licor
hemático. Debe ser consignada, en fin, la minucia y la exactitud
con que son descritas las manifestaciones corporales de los estados del ánimo.
Medicina y «physis» helénica 49
Β. No parece posible afirmar, como hizo Malgaigne, que en
el epos homérico es mencionado el cirujano, pero no el médico,
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