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Cómo Controlar la Ansiedad y los Ataques de Pánico 02

 


Recuerda que el ser humano en sus orígenes vivía en constante peligro, por

lo que nuestras mentes están naturalmente diseñadas para estar alertas ante

cualquier situación en la que debamos decidir si huir o luchar. Nuestros

antepasados vivían en un ambiente lleno de riesgos, de animales salvajes y

con la naturaleza muchas veces en su contra. En una situación de peligro, la

mente entraba en estado de alerta.

Por ejemplo, si un individuo sospechaba que la sombra detrás de un árbol

era una fiera que podría atacarlo, entonces su corazón empezaba a latir más

rápidamente y su mente se alteraba.

“¿Qué pasaría si la fiera detrás del árbol me atacase?”.

Entonces allí, con la adrenalina a millón, el sujeto toma la decisión de

correr tan rápido como puede o buscar un objeto que pueda usar como arma

para enfrentar a su potencial enemigo.

Durante este tipo de situaciones, el cuerpo y la mente experimentan una

ansiedad completamente justificada, natural. La química en el cerebro

cambia para hacer al individuo más capaz de enfrentar el momento. Pero

una vez solucionado el problema, todo vuelve a la normalidad, el cerebro y

su química se estabilizan, el cuerpo y la mente dejan de recibir señales de

alerta.

En nuestros días, las amenazas son muy diferentes... Tal vez no sea una

fiera detrás de un árbol, sino una autopista con el tráfico estancado... “Voy a

llegar tarde al trabajo... Puedo perder mi empleo... Me van a amonestar... Si

me despiden no podré sostener a mi familia...”. Por la constante repetición

de esta clase de preocupaciones, quizás algún trauma o por muchas otras

causas, puede ocurrir que los niveles de ansiedad queden atascados en un

punto alto y no se normalicen más. Es allí cuando se convierte en un

trastorno.

Pues bien, eso es lo que te ha ocurrido. En algún momento tu nivel de

ansiedad, por la razón que sea, se elevó, pero no ha vuelto a bajar o se

mantiene en un permanente sube y baja, por lo que tu cerebro todo el

tiempo está enviando las señales equivocadas... Pone a tu corazón a latir

más rápido, sin razón aparente... Te pone a sudar, te pone las manos frías...

Te pone a temblar. Y te sumerge en la sensación de que algo malo va a

pasar... Igual que nuestro amigo ante la sombra detrás del árbol, pero con la

diferencia de que en tu caso, no hay sombra ni hay fiera.

Solo hay un desajuste.

Por supuesto que te sientes mal y que con el paso del tiempo empiezas a

desesperarte. Ahora que lo sabes, solo debes aprender a percibir tu ansiedad

de una forma diferente.

Para lograrlo, te mostraremos los cuatro pasos de los que consta este

método.

PASO 1. NO TE RESISTAS A LA ANSIEDAD

La ansiedad es una energía nerviosa que sube y baja, igual como las olas del

mar. Supón que estás en la playa y de vez en cuando una ola se levanta

delante de ti. Cuando te resistes a la ola, esta te lanza, te revuelca en el agua

y terminas asustado y alterado, quizás tragues agua y le empieces a temer a

las olas y a resistirte a ellas.

Pero si en vez de resistirte te mueves a su ritmo, brincas y subes con ella

cuando se eleva, bajas con ella cuando ella cae, finalmente le perderás el

miedo a las olas.

La ansiedad es así, como las olas. A veces suben, luego vuelven a caer...

Pero siempre van a desvanecerse. No hay razón por la que temer a la

próxima ola que venga, pues ya sabes que solo con no resistirte, con no

pensar que te revolcará en el agua y con ir a su ritmo, será suficiente para

que no te haga daño alguno.

La ansiedad se convierte en un problema cuando en vez de subir y bajar con

ella, en vez de ir a su ritmo, empiezas a resistirte. Debes dejar de resistirte a

la ansiedad, restarle importancia, porque al final, siempre su destino será

desvanecerse.

Cuando te resistes, el miedo empieza a crecer dentro de ti y pierdes el

control. Lo importante de nuestro método es que comiences de una vez por

todas a dejar de resistirte y dejar de tener miedo a la próxima vez que

comiences a sentir que viene un ataque de ansiedad.

QUÉ PASARÍA SI...

La esencia de este primer paso es entrenar de nuevo la forma inmediata de

responder a la ansiedad cuando ves que se aproxima. Es un paso muy

rápido y fácil de implementar y debes ponerlo en práctica desde el preciso

momento en que sientes que aparece.

La ansiedad llega de pronto y crece rápidamente, y más rápido crecerá si

caes en el peor de los errores.... Que quedes atrapado en pensamientos del

tipo... “Qué pasaría si....”.

Recordemos a nuestro amigo prehistórico... “¿Qué pasaría si... la fiera

detrás del árbol me atacase?”.

Probablemente el pobre hombre sí tenía una fiera a la que enfrentarse, pero

lo más seguro es que todos los “¿Qué pasaría si...” que tú repites todo el

tiempo, son los equivocados. No hay una fiera esperando para atacarte.

Quizás este es el tipo de pensamientos que llegan a tu mente cuando se

avecina una crisis de ansiedad:

“¿Qué pasaría si mi corazón dejara de latir?”.

“¿Qué pasaría si sufro un ataque de pánico mientras manejo mi auto?”.

“¿Qué pasaría si esta ansiedad nunca desaparece?”.

“¿Qué pasaría si me desmayo en plena calle?”.

“¿Qué pasaría si me agito tanto que luego ya no puedo respirar?”.

Generalmente, las respuestas a todas estas preguntas son las más

catastróficas y negativas posibles. Raramente se te ocurrirán respuestas

alentadoras y positivas.

Pues eso es lo que debes hacer de ahora en adelante. Evitar pensar en

nefastas respuestas para tus preguntas ansiosas... Pues de tanto repetirlas,

elevarás la adrenalina, elevarás tu ritmo cardíaco... Tu cerebro creerá que

algo malo está por pasar y enviará las señales de alerta. La ansiedad te

atacará.

No lo hagas más. De ahora en adelante, responde a esas preguntas con

respuestas felices y alentadoras.

¿Qué pasaría si mi corazón se detiene de repente? Una respuesta adecuada

sería:

“Y qué... Mi corazón es fuerte, solo está ejercitándose. No pasa nada”.

¿Qué pasaría si sufro un ataque de pánico manejando en la autopista?”.

“¡Y qué! Seguiré manejando, igual que siempre lo he hecho, y siempre

llego a casa sano y salvo”.

“¿Qué pasaría si estos horribles pensamientos no dejan de venir a mi

cabeza?”.

“¡Y qué! Son solo pensamientos y no me pueden hacer daño. Mi mente se

tranquilizará y los pensamientos se esfumarán”.

Es muy probable que cuando empieces a responder a las preguntas con

respuestas positivas, respuestas que desestimen los planteamientos

aterradores, sientas que te estás engañando a ti mismo. ¡No importa! Sigue

haciéndolo. Con el paso del tiempo, tu mente se asentará, el espectro de

ansiedad bajará al darse cuenta de que las respuestas positivas son

verdaderas... Porque al fin y al cabo, es verdad... ¡Nada malo te pasa!

¡NO TE RESISTAS! La clave está en desactivar rápidamente la

acumulación de miedo.

Hazlo cada vez que la sientas venir. De esa manera, se desarma rápidamente

la acumulación de tensión y pones tu mente a moverse al mismo ritmo que

tus nervios y tu ansiedad, en lugar de resistirse a ellos.


PASO 2. ACEPTA LA ANSIEDAD

Ya aprendiste que lo primordial es no resistirte a la ansiedad, pero eso no

será suficiente para superarla. El segundo paso es la ACEPTACIÓN.

Cuando aceptas lo que sientes, aceptas los “síntomas”, los pensamientos o

todo lo que viene con ella, le das más poder a la estrategia de no resistirte.

Aún hay ansiedad dentro de ti, pero debes disiparla al aceptar que está allí.

Cuando decimos aceptar, nos referimos a dejarla ser... dejarla estar. Quitarle

importancia. No importa que esté allí, no importa lo que te hace pensar o

sentir. Déjala ser.

Casi todos tenemos una respuesta inicial errónea cuando aparece una crisis

ansiosa. Nuestra naturaleza como seres humanos nos lleva a evitar

experiencias desagradables, y por eso preferimos evitar la situación,

bloquearla, escapar de ella.

No intentes bloquear tu ansiedad, no intentes escapar de ella, pues tan fuerte

como la bloquees, así de fuerte te atacará. Tan rápido como huyas, así de

rápido correrá detrás de ti.

Mientras huyas de la ansiedad, mientras la bloquees, estarás gastando

energía en ella... Te cansarás de bloquear y escapar, y finalmente

sucumbirás.

Esto ocurre porque no es posible escapar de ella, ni bloquearla, ni evitarla.

ACÉPTALA. Muévete con ella a su ritmo, hasta que deje de ser importante.

Cuando deje de ser importante, perderá toda esa fuerza. La fuerza se la das

TÚ al huir y bloquearla.

Ya basta de gastar energía para entregársela a la ansiedad. Puede funcionar

por un rato, pero luego igual te vas a agotar y caer en sus redes. Mejor

acéptala. Una buena forma de entrenar a tu cerebro para la aceptación es

repitiendo frases como esta:

“Acepto y permito mi ansiedad. Acepto que está allí. La dejo ser”.

 Cuando la aceptas, la lucha interna entre tú y ella se detiene y así tu sistema

nervioso tiene la oportunidad de relajarse.

Ya no importan las extrañas sensaciones que te hace experimentar, no

importan los macabros pensamientos que lleva a tu cabeza. Es solo

excitación nerviosa. Acepta que están allí esas sensaciones... Pues solo son

eso, sensaciones. No te les resistas, están allí, pero no son importantes. Ya

pasarán.

“A lo que te resistes, persiste”, dice un sabio. En cambio, aquello que

aceptamos, podemos transformarlo. Cuando aceptamos plenamente nuestra

ansiedad dejándola ser, sin escapar de ella ni luchar contra ella, empezamos

a transformarla.

Tienes que aprender a sentirte cómodo con tus achaques de ansiedad.

El secreto de la recuperación está en llegar al punto en el que realmente

permites y aceptas tu ansiedad. En ese momento, comenzará a derrumbarse

de forma natural.

Algo muy importante para la ACEPTACIÓN es dejar de estar apurado por

salir del hoyo.

Es contraproducente estar pendientes todo el tiempo de cómo nos sentimos

o despertar y preguntarnos cómo nos vamos a sentir hoy, si vamos a estar

ansiosos, si tendremos palpitaciones. No importa. Déjalo ser.

En vez de preguntarte si vas a estar ansioso hoy, pregunta qué nivel de

ansiedad serás capaz de aceptar y desestimar hoy.

BIENVENIDA, ANSIEDAD

Debes comprender que cuando decimos que no te resistas y que aceptes tu

ansiedad, no se trata de alimentar tus miedos, sino de permitir que estén allí

para que caigan por su propio peso.

Se trata de levantar una nueva relación con tu ansiedad, desde otro punto de

vista: como un observador externo.

Observa cómo aparecen los pensamientos, síntomas y sensaciones. No te

alejes de ellos, no los ignores. Obsérvalos. Si lo haces de la manera

correcta, lograrás un efecto curativo en tu sistema nervioso. Porque al

conocerlos y moverte con ellos, te darás cuenta de que son inofensivos. Los

aceptarás y perderán importancia. Al final perderán fuerza y se

derrumbarán.

Piensa en tu ansiedad como en un vendedor de esos que van de puerta en

puerta. Siempre andan por ahí. Pero este es uno bastante persistente que

insiste en aparecer en tu puerta todo el tiempo, y la toca y su ruido te altera

y te molesta.

Pasan los días y sigues evitando a toda costa al vendedor, escapando para

que no te alcance cuando sales de tu casa o entras en ella. Este necio

vendedor solo te dejará en paz cuando lo hagas pasar a tu casa y te diga lo

que tiene que decirte, mientras tú simplemente lo miras sin darle

importancia alguna a sus palabras o a lo que te ofrece.

Tú solo lo observas, porque sabes que cuando finalmente termine de decir

lo que quería decirte, se marchará. Sobre todo porque tú decides no comprar

lo que vino a venderte.

Porque no crees en su producto. Al vendedor se le quitarán las ganas de

molestarte y se irá. Quizás algún día vuelva por ahí, pero ya no se te hará

tan incómodo aceptar su presencia, y de nuevo, finalmente se irá.

Asimismo debes invitar a la ansiedad a pasar a sentarte a tu lado y a decirte

lo que tenga que decirte. Cuando veas que no es nada importante, se

marchará. No comprarás sus engañosas ofertas.

Puedes practicar diciendo frases como la siguiente:

“Bienvenida, ansiedad: Ya no voy a pelear contigo. Hagamos una tregua.

Siéntate a mi lado. Dime lo que me tengas que decir”.

“Acepto y permito este sentimiento de ansiedad y estos pensamientos

ansiosos”.

Al aceptar la ansiedad e invitarla a sentarse junto a ti, desatarás una

sensación liberadora.

Al no resistirte, permites a tu cuerpo y tu mente relajarse libremente con

toda esta energía nerviosa. Tienes que hacerlo convencido de ello, de que

dará el resultado que deseas.

Cada vez que sientas una oleada de energía nerviosa, debes tratarla como a

un amigo que te visita y se sienta contigo.

Tu ansiedad no crecerá si la recibes con esa hospitalidad. Porque son tus

miedos, rechazos y resistencias los que la alimentan.

Deja que la ansiedad se manifieste en cualquier forma que se le antoje, en tu

cuerpo o en tu mente. ¿Te hace un nudo en la garganta? ¿Acelera tu ritmo

cardíaco? ¿Te ataca con pensamientos caóticos? No importa. Déjala estar...

Dile que es bienvenida. Deja que tu cuerpo vibre con la excitación nerviosa

sin ninguna resistencia. Entonces comenzará a desvanecerse.

Mientras la ansiedad está allí contigo, puedes decirle palabras como estas:

“Acepto y permito mi ansiedad. Acepto y permito las sensaciones que me

hace experimentar”.

Pero entiende algo: sabemos que no es agradable. No es un visitante

agradable. No es lindo sentir miedo, angustia, palpitaciones, nudos en la

garganta. Pero igual debes aceptarlo todo y darle la bienvenida porque esa

es la única forma de que estos síntomas desaparezcan naturalmente. Piensa

en ello como cuando tomas una medicina con un sabor amargo. Sabes que

no será agradable en tu paladar, pero que después te hará sentir mucho

mejor.

Siempre dale la bienvenida. Nunca te molestes cuando la ansiedad aparezca

en tu puerta. Sé un buen anfitrión y sonríele. Invítala a pasar, ofrécele un té.

Puedes incluso, mientras está allí contigo, darle a tu ansiedad una imagen

visual en tu mente. Quizás una caricatura ridícula. También puedes ponerle

un apodo cursi a tu ansiedad. Puedes imaginar que tiene una voz ridícula,

muy aguda. Crear en tu mente una muy ridícula personificación de tu

ansiedad.

Lo importante del ejercicio anterior es darle también un toque de humor y

una connotación absurda a la ansiedad. De esta manera, enseñarás a tu

cerebro que tu ansiedad es solo eso, un visitante ridículo e inofensivo.

Y sí, es inofensivo. No puedes sentirte amenazado por un personaje tan

tonto como ese. Con un poco de práctica, verás que a la larga asumirás la

llegada de la ansiedad como un loco chiste que quizás hasta te haga sonreír.

Practica este juego, porque aunque parezca tonto, es un excelente

entrenamiento para tu mente y para lograr que te relajes ante las crisis

ansiosas.

NO tengas miedo de hacerlo, de darle la bienvenida y jugar con ella. No

sientas que eso te hará perder el control. Al contrario, de esta forma

empiezas a poner el control en tus manos. Mientras más lo hagas, mejor

trates a tu ansiedad y más ridícula la veas, más velozmente bajará su

intensidad. Créenos. Nosotros lo hicimos y funcionó.

Además, debes atreverte también a invitar a la ansiedad cuando no la ves

venir. Cuando está escondida.

En tus días buenos, llámala. “Hey, ansiedad. Te invito a pasar. Ven hoy, a

ver qué me vas a hacer.” Mantén las puertas abiertas, deja de preocuparte

por si viene o no viene, porque ya estás sobre aviso.

No olvides que el miedo al miedo, el miedo a la ansiedad y el miedo a sus

sensaciones es lo que la mantiene allí molestándote. Si decides jugar con

ella, empiezas a perder miedo y a volver a ser libre.

Este segundo paso que proponemos puede parecer un poco raro o absurdo.

Pero debes confiar en lo que te decimos. Confía en nosotros y al menos

pruébalo por un par de semanas. Cuando empiece a reducirse tu ansiedad, te

darás cuenta de que esta es la manera adecuada de hacer las cosas.

La diferencia de esta propuesta en relación a otras es que, justamente,

vamos a la raíz del problema, el miedo al miedo y la resistencia a la

ansiedad. Este método te enseña que la ansiedad es solo pensamientos,

miedos y sentimientos inofensivos.

No se trata de evitar la ansiedad, de distraerte de ella mediante otras

prácticas o ejercicios, sino de hacerte tan consciente de ella, que la aceptes

y dejes de resistirte hasta que te des cuenta de que no puede hacerte daño

alguno, por lo que puedes sentirte cómodo y libre de miedos cuando la ves

venir e incluso despreocupado o indiferente sobre si aparecerá o no.

Cuando haces esta práctica, en pocos minutos comienzas a perder el miedo,

empiezas a relajarte. Las sensaciones se reducen. La alteración nerviosa se

convierte en otro tipo de energía, quizás una animosidad parecida a cuando

bebes café. Cuando la energía nerviosa llega a este punto, es mucho más

fácil trabajar con ella. Ahora puedes utilizarla para levantarte y hacer cosas

productivas y positivas en vez de estar alterado y paralizado.

ENTENDER QUÉ ES ACEPTAR

Deseamos que cuando pongas en práctica este segundo paso tengas muy

claro lo que queremos decir con ACEPTAR tu ansiedad. No es una palabra

mágica. No es que de la boca para afuera digas: la acepto. Y con esto se

esfumará mágicamente. Para dominar la técnica, ten muy claro lo siguiente:

la clave de nuestro método no es que te deshagas de la ansiedad sino de tu

miedo a la ansiedad.

No vamos a acabar directamente con las locas sensaciones que la ansiedad

desencadena en tu cuerpo y tu mente. Vamos a acabar con el miedo

constante que estas sensaciones despiertan en ti. Es la única manera de

liberarte.

Conocemos en carne propia lo fastidioso que es vivir todo el tiempo con los

nervios alterados. Sabemos todas las reacciones que sufre nuestro cuerpo y

mente cuando el cerebro envía las señales ansiosas. Pero entiende esto:

Nuestro objetivo no es liberarte de esas sensaciones. No queremos que

consigas una calma artificial, tensa. No es un método para que te relajes

rápidamente en medio de una crisis y el cuerpo deje de estar tembloroso o

el corazón inmediatamente baje su ritmo. Si te enseñásemos eso, estaríamos

cayendo en el error de enseñarte a resistirte a la ansiedad.

Lo que queremos enseñarte es a NO TENER MIEDO, sin importar cuántas

sensaciones extrañas estén moviéndose dentro de ti. Cuando ACEPTES, no

habrá miedo, aunque experimentes los más locos “síntomas”.

OBSERVA TU ANSIEDAD

Cuando invitas a tu ansiedad a pasar y sentarse a tu lado, te das la

oportunidad de observarla. Eres testigo de todo lo que te hace. En vez de

quedar atrapado y paralizado del miedo, conviértete en observador de todo

lo que estás experimentando. Pasas de víctima a observador curioso.

Hay que entrenar durante un tiempo para lograrlo, pero claro que puedes

hacerlo. Pronto estarás sintiendo esos extraños síntomas sin sentirte

incómodo porque estarás ocupado estudiándolos. Tus pensamientos pasan

de ser temerosos a ser curiosos.

Y puedes sentirte seguro de que nada malo ocurrirá. Ya lo sabes... Solo son

sensaciones y las sensaciones no matan. ¿Acaso no te alivia saber que ya no

tienes que tratar de controlar la ansiedad sino dejar que sus caprichos fluyan

inofensivamente en ti?

Pronto estarás mejor y habrás superado este segundo paso. Lo sabrás

cuando veas que la ansiedad se acerca y ya no te sientes petrificado o

angustiado por eso. Puede que tengas un poquito de miedo, pero no te

paralizarás ante él.

Es el momento de seguir hacia el siguiente nivel.

PASO 3. EMOCIÓNATE CON TU ANSIEDAD

Aunque hayas seguido los pasos anteriores y estés en el punto en el que

aceptas tu ansiedad, seguramente aún quedan en tu mente ciertos temores.

Tal vez ya no sean tan intensos, pero quizás en el fondo podrías seguir

percibiendo la ansiedad como una amenaza, como algo realmente

perjudicial.

Ahora en este tercer paso debes destruir para siempre esos temores

cambiando la forma como percibes las señales ansiosas. Debes cambiar el

“chip” en tu mente para empezar a asumir la ansiedad de una manera

positiva.

Para entender lo anterior, fíjate en este experimento que hicieron unos

psicólogos. A los participantes de dos grupos diferentes les dijeron que

estaban probando los efectos de un fármaco para mejorar la vista. Lo que

ellos no sabían era que en realidad les estaban inyectando adrenalina. La

adrenalina produce un aumento en la presión arterial y en la frecuencia

cardíaca. Le imprime mucha energía al cuerpo y a la mente.

Los dos grupos estaban separados en habitaciones diferentes. En cada una

de ellas, metieron a un actor. En el primer grupo, el actor fingió estar

eufórico, lleno de alegría, mucha energía y excitación. En el segundo grupo,

el actor tomó una actitud de miedo, frustración y ansiedad. Seguro ya

adivinaste lo que pasó... En el grupo del actor eufórico, todos los

participantes se contagiaron de euforia y excitación, mientras que en la

habitación del actor ansioso, todos se pusieron ansiosos y temerosos.

¿Qué probó este experimento? Todos tenían una carga adicional de

adrenalina, por lo que sus mentes y cuerpos estaban cargados de una gran

excitación nerviosa. Pero la manera como desarrollaron su alteración

nerviosa cambió dependiendo de lo que percibieron a través del actor. Cada

grupo interpretó lo que sentía de forma diferente, gracias a un estímulo que

les llevó a percibir lo que les ocurría de una forma diferente.

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