Los ataques de pánico no son tus enemigos, son las respuestas de tu cuerpo
y tu cerebro tratando de mantenerte a salvo. Es un antiguo mecanismo de
protección biológica que libera un montón de hormonas del estrés para que
puedas luchar contra una amenaza o tengas la capacidad de huir tan rápido
como puedas.
El mecanismo servía de mucho cuando teníamos que escapar de una fiera
detrás de un árbol, pero si solamente estás en el metro, en el autobús o en tu
trabajo, no necesitas todas esas hormonas y respuestas.
QUÉ HACER ANTE UN ATAQUE
DE PÁNICO
Cuando sientes el terror inminente acercarse, seguro te haces las típicas
preguntas del Paso 1, del tipo
“¿Qué pasaría si... me da un ataque al corazón? “
Lo primero que debes hacer es recordar lo siguiente:
¿Qué pasó cada vez que tuviste un ataque de pánico?
¿Qué pasó después de que sentiste que ya no podías aguantar más?
La respuesta va a ser esta: “Y qué... Nunca pasa nada”.
Y es cierto. Llegó a su punto máximo y luego ya no pasó nada.
No importa cuán intenso sea el próximo ataque de pánico que veas venir, al
fin y al cabo va a desaparecer sin hacerte ningún daño.
Debes tener claro en tu mente que todos los médicos, los psicólogos, los
psiquiatras y muchas personas que ya han sufrido ataques de pánico, saben
que son inofensivos. Así que tú también debes estar seguro de ello.
PÍDELE MÁS AL PÁNICO
Para fijar ese conocimiento en tu mente, para convencerla de que el ataque
de pánico es inofensivo y de que nunca pasa nada, debes poner en práctica
esta técnica.
El secreto es despojarte del miedo, dejar de tenerle miedo a las sensaciones.
Cuando tienes un ataque de pánico, tienes que “emocionarte” por la
ansiedad con mayor fuerza.
¿Recuerdas cuando dijimos en el Paso 3 que debías emocionarte, liberar
toda esa energía?
Cuando sientas un ataque de pánico, emociónate, corre hacia él, pídele que
te dé más, apresúralo, presiónalo, exígele más, pídele que se vuelva más
agresivo.
Puedes decir internamente frases como:
“¡Vamos! ¿Qué vas a hacerme?
¡Quiero más!
¡Enséñame más!”.
Al mismo tiempo que le hablas a tu pánico, puedes “tirarte a morir”.
Tiéndete en el suelo, cae, exígele al ataque de pánico que haga lo peor, que
te “mate”.
Tal vez al leer esto sientas temor o rechazo y te digas a ti mismo: “Ni loco
le pido al pánico que me dé más. Ya tengo suficiente de él”. Pero no te
resistas. No te pediremos nada que pueda perjudicarte. Esta es la manera
más rápida de fulminar los ataques de pánico.
¡Hazlo!
Mientras practicas esta parte, los niveles de adrenalina y de estrés van a ir
subiendo, pero llegarán a su pico más alto y finalmente comenzarán a bajar.
Mientras, debes estar consciente de que al hacer esto, no corriste peligro
alguno. También estarás pasando por el proceso con conciencia total de lo
que te está ocurriendo, comprendiéndolo lógicamente.
Puede ocurrir que empieces a sentir el vendaval de pánico venir de nuevo
luego de que bajó la intensidad. Esto se debe a que en tu sangre aún corren
esas sustancias que producen excitación nerviosa. Debes esperar unos
minutos para que desaparezcan, y mientras lo haces, muévete, brinca, canta,
haz algo que te ayude a descargar energías y a terminar de drenar.
Al actuar de esta forma provocarás una especie de cortocircuito que bajará
el interruptor del miedo. La parte racional de tu cerebro le estará enviando
una señal a la parte emocional de tu cerebro. Le enseñará que en realidad no
hay un peligro. El cerebro emocional apagará las señales de alarma y
empezará a desestimar la idea de volverlas a encender.
La mayoría de las personas nunca más vuelve a tener un ataque de pánico
después de practicar esta técnica dos o tres veces. Y cuando los ataques de
pánico se van, significa que el nivel de ansiedad ahora se encuentra en una
escala más baja.
2. SENSACIONES EN EL CORAZÓN
La mayoría de las personas que sufren ansiedad o ataques de pánico en
algún momento han temido por la salud de su corazón. Esto se debe a que
constantemente experimentan sensaciones como palpitaciones, taquicardias,
vuelcos o cambios en el ritmo cardíaco.
Es probable que tú seas uno de los que ha acudido al médico para verificar
la buena salud cardíaca y seguramente te hayan dicho que todo está en
orden. Pero como sigues sintiendo estas extrañas palpitaciones y
movimientos en tu pecho, incluso opresión, temes padecer alguna patología
que el médico no ha podido diagnosticar.
PALPITACIONES
Las palpitaciones son momentos en los que el corazón de repente comienza
a latir más rápido de lo normal, por un período corto de tiempo. Esto te hace
prender las alarmas porque crees que puede darte un infarto. Al empezar a
sentir temor, quizás el corazón empieza a latir más rápido y entonces viene
la taquicardia.
Debes saber que las palpitaciones son completamente naturales y le pasan a
la mayoría de las personas. Algunas veces son ocasionadas por el
agotamiento, otras veces por estimulantes como el café. Algunas veces
simplemente el corazón busca cómo reacomodarse. No les tengas miedo a
las palpitaciones. Tu corazón es un músculo muy fuerte y no va a detenerse
o a explotar de repente solo porque tuviste una palpitación.
VUELCOS O EXTRASÍSTOLES
Se trata de latidos perdidos, es decir, que de repente el ritmo cambia y hay
un latido extra entre los latidos normales. Cuando sientes esto también
puede ser que se excite más tu corazón y empiece a latir más rápido. Puede
que te congeles de terror. Pero no temas. Generalmente este tipo de latidos
son inofensivos.
Recuerda que tu corazón, por muy fuerte y sano que sea, no es una máquina
perfecta, no es un reloj suizo. Algunas veces va a cambiar el ritmo. Se va a
acelerar o se va a ralentizar. Tal vez tenga un latido de más o un latido de
menos. No importa. No pasa nada. Son solo cambios normales que ocurren
en los corazones de todos.
QUÉ HACER ANTE LAS PALPITACIONES Y
EXTRASÍSTOLES
Cuando aparecen las palpitaciones, las taquicardias o los extrasístoles, de
inmediato vienen a tu mente las preguntas. “¿Qué pasaría... si mi corazón
no deja de latir rápido y de repente se detiene?
Y la respuesta debe ser algo así como: “¡Y qué! Sé que mi corazón goza de
buena salud. Solo está teniendo un momento diferente”.
Lo importante es desactivar desde el Paso 1 el miedo inicial que viene
cuando te preguntas qué pasaría. Simplemente resta importancia al asunto.
Deja que tu corazón lata al ritmo que le parezca conveniente. No quieras
tratar de controlar el ritmo de tu corazón. Deja que tu ritmo cardíaco fluya,
suba y baje con tu corazón. Confía en él. Tu corazón sabe lo que hace.
De ahora en adelante puedes hacer un acuerdo verbal con tu corazón. Le
vas a decir: “Corazón, confío en ti al 100%. Dejaré que hagas lo que más te
convenga hacer”. Al permitir a tu corazón hacer lo que le provoque, te
liberarás de la ansiedad que produce el estar comprobando tus latidos.
En caso de que estas palpitaciones se quieran convertir en sensación de
pánico o en un posible ataque de pánico, ya sabes lo que debes hacer. Corre
hacia el ataque de pánico. Emociónate y pídele que te dé más. Luego que
hayas desactivado el miedo activa el Paso 4. Continúa con lo que estabas
haciendo. Ocúpate en algo. Deja a tu corazón ser y estar. No compruebes tu
pulso, no compruebes tus palpitaciones. Tu vida sigue aunque tu corazón
esté haciendo cosas que te parecen extrañas.
3. RESPIRACIÓN ANSIOSA – AHOGOS –
OPRESIÓN
Cuando estás ansioso respiras mal pero no te das cuenta. Una forma
inadecuada de respirar ocasiona toda clase de sensaciones. Ahogo, opresión
en el pecho, mareos y muchas más. Cuando esto ocurre, empiezas a temer
que vas a sufrir un infarto o que te asfixiarás al no lograr tomar el siguiente
respiro.
Si llegas a hiperventilar, todos los “síntomas” se dispararán y es posible que
desesperes. Pero no lo hagas. No vas a morir ahogado ni te dará un infarto.
QUÉ HACER ANTE LA OPRESIÓN
La opresión en el pecho es una de las molestias más comunes entre las
personas ansiosas. También lo es la opresión en la garganta, pero como
todas las demás, estas molestias son inofensivas. Muchos dicen que sienten
como si tuvieran un peso o una banda haciendo presión en su pecho. Otros
dicen que sienten como si alguien les estuviera apretando el cuello.
La opresión en el pecho y la garganta son ocasionadas tanto por una
inadecuada respiración como por problemas digestivos derivados del estrés.
Si estás ansioso, los nervios tienden a “agarrarte” por el estómago. El estrés
puede ocasionarte reflujos o malas digestiones. Esto produce el riego de que
haya químicos en tu aparato digestivo.
Estas sustancias tocan los nervios que hay en esa área, y estos a su vez
lanzan señales de dolor o incomodidad, que luego se irradian y se perciben
como “dolor” u opresión en el pecho si ocurre en el estómago, y en caso de
que sea en el esófago, como opresión en la garganta. Cuando te ocurre esto,
tiendes a pensar que te estás ahogando o que hay algo malo con tu corazón.
Pero no es más que el sistema digestivo enviando respuestas a los niveles de
estrés que le inyectas.
Te podrías preguntar...
“¿Y si me da un ataque cardíaco?
¿Y si tengo una enfermedad en el corazón?
¿Qué pasaría si se me cierra tanto la garganta que me ahogo?”.
Respuesta: “Y qué... Nada me ha pasado hasta ahora cuando he tenido esta
sensación. No es mi corazón ni me voy a asfixiar. Solo es mi estómago”.
A continuación, acepta las sensaciones y deja que estén allí... Al fin y al
cabo no te harán nada. Puedes incluso ridiculizar, en el Paso 2, la visión que
tienes de esas sensaciones. Llegará un punto en el que dejen de ser tan
incómodas. Solo búrlate de ellas. Si les restas importancia, dejarás de estar
tan tenso y ellas irán desapareciendo.
No te paralices creyendo que se te cerrará del todo la garganta o que tienes
un infarto. Continúa con tu vida. Mañana seguirás estando allí y lo más
probable es que ya no te sientas así.
QUÉ HACER ANTE LA SENSACIÓN DE
AHOGO E HIPERVENTILACIÓN
Las personas estresadas y ansiosas respiran mal. Su respiración es
superficial. Tal vez no te das cuenta, pero cuando estás ansioso, respiras
más rápido tomando aire con más frecuencia que una persona relajada. Esto
hace que tu cerebro se llene de más oxígeno del que necesita y ocasiona un
desbalance entre el oxígeno y el dióxido de carbono en tu sangre y en tu
cerebro.
Ese desajuste enciende las ya conocidas alarmas y toda clase de sensaciones
empiezan a molestarte. Sientes como que los pulmones no te están
proporcionando el oxígeno que necesitas, aunque es todo lo contrario, estás
llenando tu cerebro de más oxígeno del que necesita.
Este tipo de sensaciones hace que te mantengas comprobando la forma
como respiras. Cuando tienes una respiración ansiosa puedes incluso llegar
a hiperventilar, es decir, que tu respiración sea tan corta y tan rápida que ese
desbalance del que te hablamos es mucho más violento y terminas
estresándote aún más.
Pero insistimos, eso no te va a matar. Solo tienes que aprender a respirar
correctamente.
Mientras tanto aplica el Paso 1 de inmediato cuando lleguen a tu cabeza los
pensamientos. “¿Qué pasaría si... me desmayo por falta de oxígeno o si
llega un punto en el que ya no puedo respirar?”. No dejes que esto te
preocupe. Podrías pasar horas y horas temiendo no poder respirar, pero
créenos, siempre terminarás respirando.
La respuesta correcta debe ser algo así: “¡Y qué! Todas las veces que he
hiperventilado no me he desmayado. Y si me desmayo alguien me recogerá
o simplemente volveré a levantarme”. Además, debes entender lo siguiente:
no importa cuánto lo intentes, no vas a dejar de respirar.
La respiración no es voluntaria, por más que trates de aguantarla, no vas a
lograrlo. Siempre terminarás respirando. La respiración es natural, ocurre
sola, no necesita de ti.
Al convencerte de lo anterior, podrás seguir aplicando los pasos aunque tu
respiración siga agitada, pero tener estos conocimientos te dará cierta
tranquilidad y finalmente tendrás que relajarte o al menos mantener un nivel
que no te lleve a sufrir un ataque de pánico debido a la hiperventilación.
Trata también de restarle importancia a este punto. Olvida la forma como
respiras y continúa con tu vida, con las actividades que estabas haciendo
(Paso 4).
De todas maneras, al final del libro agregamos algunos tips que pueden
ayudarte con este y otros problemas. Pero mientras tanto, recuerda abordar
cada ataque siguiendo los cuatro pasos.
4. DESMAYOS – MAREOS - VÉRTIGO
Los mareos y vértigos que experimentan las personas que tienen altos
niveles de ansiedad o de pánico, generalmente son producidos por sus
problemas de respiración. Es una de las molestias más incómodas porque te
hace sentir vulnerable. Cuando estás mareado y sientes vértigos o
inestabilidad, temes que puedes desmayarte. Te da la sensación de que
puede ocurrir algo malo contigo cuando te encuentras en un lugar público
rodeado de extraños.
La hiperventilación es uno de los principales detonadores de esta especie de
desvanecimiento o inestabilidad. Incluso podrías llegar a querer evitar
enfrentarte a ciertas situaciones porque sientes que algo malo puede pasarte
mientras no estás en un sitio que consideres “seguro”.
Ahora pon atención: es muy raro que una persona ansiosa que sienta estos
mareos y desvanecimientos llegue a desmayarse. Los desmayos son
también mecanismos de defensa para cuando una persona tiene la presión
muy baja. El cuerpo cae al piso para que de esa manera el riego de sangre al
cerebro sea más fácil.
No temas. Los desmayos son eventos extremadamente raros. Dudamos
mucho que tu cerebro necesite más sangre de la que está corriendo por él,
así que no tengas miedo de desmayarte. Esta sensación también se debe a
que hay mucha adrenalina y hormonas de estrés fluyendo por tu torrente
sanguíneo, pues tu cerebro ansioso piensa que hay una amenaza. Pero ya
sabes que no hay tal amenaza.
Volviendo a hablar de nuestro amigo, el hombre prehistórico, imagina que
él se hubiese desmayado cada vez que su sangre corría más rápido o que su
adrenalina estaba a millón porque se sentía amenazado. La historia de la
humanidad hubiese sido distinta. Los humanos no hubiesen sobrevivido
entonces si se desmayaban a cada rato.
QUÉ HACER ANTE EL TEMOR A DESMAYAR
Cuando te sientas mareado, débil, aturdido, vengan los pensamientos
perjudiciales y empieces a asustarte porque crees que te vas a desmayar,
inmediatamente desactívalos con una rotunda respuesta: “Y qué... Si me
desmayo, me desmayo. No lo podría evitar. En un rato volveré a despertar”.
Si la sensación de mareo es muy fuerte, te recomendamos que busques un
sitio donde sentarte para que te estabilices. Si te sientes mareado o con
vértigos mientras estás manejando, siempre es buena idea detenerse un rato
para tratar de estabilizarte y orientarte antes de seguir conduciendo.
Mientras tanto, acepta estas sensaciones diciendo algo como: “Permito a mi
cuerpo sentirse mareado”.
Cuando el temor a desmayarte es persistente y te está llevando a un posible
ataque de pánico, entonces debes emocionarte junto a esa sensación, igual
como te recomendamos antes para los ataques de pánico.
Reta a tu ansiedad. Dile que te haga desmayar. Pídeselo, dile algo así como:
“¿Me vas a hacer más débil? OK. Hazme desmayar ahora. ¡Vamos! Hazme
desmayar”.
En este momento también puedes tenderte en el piso. Por supuesto que no
vas a perder el conocimiento. Entonces sigue retando a tu ansiedad: “¿No
me vas a hacer desmayar? Pues me levantaré y seguiré con mi vida”.
Está claro que tu ansiedad no te va a hacer desmayar, por más que se lo
pidas. El miedo terminará esfumándose al practicarlo varias veces. Luego
de hacer esto debes empezar a ocuparte de nuevo, mantener tu interés en
algo útil, seguir con tu vida aunque te sientas un poco mareado, siempre y
cuando el mareo no represente un riesgo para esa actividad (conducir, por
ejemplo). En estos casos, ya sabes, detente un momento para estabilizarte y
luego sigue.
Atención: Es importante que no evites las situaciones en las que
comúnmente empiezas a sentir mareos o desvanecimiento. Sigue haciendo
esas actividades aunque te dé miedo. No las evites, continúa con tu vida.
5. NÁUSEAS
Ya hemos mencionado que la ansiedad tiene un gran impacto sobre el
sistema digestivo y sobre la región abdominal. En algunas ocasiones, las
personas ansiosas pueden sentir como un nerviosismo en la boca del
estómago, algo así como cuando hablamos de “mariposas en el estómago”.
Muchas veces, esta molestia nos produce miedo a vomitar y el temor
aumenta aún más la sensación de náuseas, haciendo aún más probable que
vomites.
Seguramente este miedo a vomitar y estas náuseas son más intensos cuando
te encuentras lejos de tu casa. En tu casa te sientes más seguro y piensas
que puedes simplemente ir al inodoro y vomitar. Hay menos estrés por este
tema y simplemente no temes. Al no temer, el estómago se relaja. En
cambio, si estás en otros lugares o situaciones tu miedo aumenta porque las
ganas de vomitar representan una molestia mucho más grande e incómoda.
En todo caso, te diremos lo de siempre: vomitar o tener náuseas no es un
peligro. No te va a mata, y si vomitas no es el fin del mundo.
QUÉ HACER ANTE EL MIEDO A VOMITAR
Ya sabes que lo primero es eliminar los pensamientos de “¿Qué pasaría?”.
Quizás te vengan a la mente ideas como... “¿Qué pasaría si vomito?”.
Tumba ese temor con respuestas como esta: “No importa. Aquí tengo una
bolsa en la que puedo vomitar si lo necesito. O iré al lavabo a salir de eso
de una vez. No es gran cosa, a todo el mundo le dan ganas de vomitar”.
Luego de esto, permite que esa sensación fluya en tu estómago de la manera
que desee. No te resistas a la sensación. De esta manera bajará el nivel de
estrés, y es muy probable que tu estómago se relaje y deje de enviar esas
ganas de vomitar a tu cerebro y que los músculos abdominales empiecen a
relajarse y las náuseas disminuyan.
Si aún haciendo esto sigues preocupado por tener ganas de vomitar, utiliza
esta ya conocida y valiosa herramienta: Reta a tu ansiedad. Pídele hacerte
vomitar. Al principio puede ser necesario que lleves contigo una bolsa de
papel en la que puedas vomitar en caso de que sea necesario. Es muy
probable que nunca llegues a utilizarla, pero el hecho de tenerla allí te va a
dar cierta relajación.
Lo cierto es que vomites o no, luego debes continuar con tu vida y retomar
las tareas que estabas haciendo. Recuerda, no le prestes importancia a estos
episodios. A medida que te vayas relajando y perdiendo los temores y las
angustias, esa sensación desaparecerá para siempre.
OTRAS SENSACIONES Y SÍNTOMAS
A continuación te presentaremos otra serie de sensaciones, “síntomas”,
molestias y respuestas que tu cuerpo experimenta cuando sufres de ansiedad
o ataques de pánico. En los puntos anteriores ya pudiste ver cómo debes
aplicar los cuatro pasos cuando se presentan estas molestias. Básicamente
se trata de lo mismo, pero quisimos desglosar las más importantes para que
tengas una idea más clara de cómo hacerlo.
Sin embargo, estas otras molestias de las que hablaremos en adelante solo te
las vamos a explicar para que entiendas por qué te ocurren, aunque
agregaremos breves consejos. Pero a estas alturas ya debes saber
exactamente qué hacer cuando aparezcan estos y otros síntomas.
Simplemente tienes que aplicar los cuatro pasos adecuando las frases, ideas
y respuestas a la molestia que quieras tratar.
Queremos presentar esta explicación adicional para que tu mente lógica
comprenda el mecanismo que te lleva a experimentar esas extrañas
sensaciones. Teniendo más conciencia de ello se relajará la parte emocional
de tu mente e irás perdiendo el temor a sentir cualquier achaque.
TENSIÓN MUSCULAR - TEMBLORES
Cuando tu cuerpo se prepara para luchar o huir, los músculos se ponen
tensos. Sobre todo los del cuello y los de la parte superior de tu cuerpo.
Como finalmente no haces ningún esfuerzo físico, esta tensión queda
atrapada en tus músculos por demasiado tiempo, haciendo que tu cuerpo se
sienta tenso, rígido. Incluso algunas veces los músculos empiezan a
sacudirse o a temblar. Pero tranquilo, ya sabes que solo es una reacción al
exceso de adrenalina.
Puedes tratar de estirarte. Caminar, agitarte un poco para liberar la energía
acumulada. También es positivo realizarte automasajes o pedirle a alguien
que te haga masajes para la relajación muscular. Puedes buscar tutoriales al
respecto en internet.
SUDORACIÓN
La sudoración es un mecanismo para mantener fresco a nuestro cuerpo. En
una situación de lucha o huida, tu cuerpo necesita mantener una
temperatura adecuada para no sobrecalentarse a la hora de escapar o
enfrentar un peligro.
Lo malo es que como se trata de una falsa alarma, empiezas a acumular
sudor innecesariamente y esto incluso puede hacerte pasar cierta vergüenza
social, cuando se hace notorio. Y se puede convertir en un círculo vicioso,
porque la angustia de estar sudando puede hacerte sentir más nervioso y
provocar más sudoración aún. Debes relajarte. Trata de refrescarte y no
pienses mucho en eso.
MUCHAS GANAS DE IR AL BAÑO
Las personas ansiosas sienten con más frecuencia ganas de ir al baño. Puede
parecer muy extraño, pero también es un mecanismo de defensa y de
supervivencia. Cuando una persona, como nuestro amigo prehistórico, tenía
que salir corriendo para huir de una amenaza, necesitaba ir lo más ligero
posible y descargar todo el peso innecesario en su cuerpo.
La respuesta es que se disparan las ganas de hacer pipí o incluso de evacuar.
Es por eso que cuando tenemos miedo o nervios, nos atacan las ganas de ir
al baño. Claro que tú no necesitas descargar nada porque no estás en una
amenaza real. Pero al final también es inofensivo, aunque un poco molesto.
Trata de relajarte y sacudir los miedos para que esto no te pase.
DIFICULTAD PARA TRAGAR
Ya te dijimos que la ansiedad puede ocasionar una sensación de opresión en
la región del cuello. Este nudo en la garganta en muchos casos dificulta la
deglución, es decir, te hace más difícil tragar al tratar de beber o comer.
Dentro de la garganta hay una musculatura, y si estás estresado y tenso,
esos músculos también están estresados y tensos. Por eso tienes esa
sensación como si algo estuviera ahorcándote. Como en todo lo demás, la
clave para esto es relajarte.
Si este nudo en la garganta representa un problema muy molesto para ti a la
hora de comer, prueba a hacer lo siguiente. Mastica, mastica y mastica. Al
final la deglución, es decir, el acto de tragar, es un reflejo natural por lo que
sin duda terminarás tragando. Tu garganta no se va a cerrar hasta el punto
de no dejarte comer.
Recuerda que siempre debes tratar de relajarte. Ya sabes que esa opresión
no es una enfermedad. Un buen ejercicio para soltar la tensión es cantar
mucho. Cantar y cantar para que disminuya la tensión muscular alrededor
del cuello y la garganta.
CEFALEAS (DOLOR DE CABEZA) -
MIGRAÑA
Los niveles altos de ansiedad y estrés provocan dolores de cabeza que
pueden convertirse en migrañas. Cuando decimos migraña nos referimos a
un dolor de cabeza que se siente con mucha más intensidad y que te hace
más sensible a la luz, a los sonidos y a los movimientos.
Por ejemplo, si trabajas frente a la computadora, la migraña se puede
desatar debido a que fijas constantemente la vista en las luces del monitor.
Los dolores de cabeza del tipo tensional son los más comunes. Estos
dolores son ocasionados por el endurecimiento de los músculos de tu
cuello, de tu cabeza y de la parte superior de tu espalda. Las personas con
migraña crónica generalmente también sufren de estrés, ansiedad e incluso
trastornos depresivos.
La ansiedad puede disparar las cefaleas tensionales porque al mantenerte en
estrés y angustia, la tensión muscular siempre está presente.
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